Balada de un hombre con sida - Pablo Narval - E-Book

Balada de un hombre con sida E-Book

Pablo Narval

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Beschreibung

"La palabra poética de Pablo Narval se liga a la tendencia rehumanizante que se propone denegar los discursos hegemónicos y violentos con que el habitus sidafóbico sujeta y castiga al otro", Ronald Campos.

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Cubierta

Inicio

Pablo Narval

Premio Eunice Odio 2022

Epigrafe

No me importa morir mañana.

He vivido, en toda la extensión de la palabra.

Freddy Mercury

Aun yo, que vine de una ciudad

donde no hay mar,

sé que un hombre a mi edad

comienza a ser un barco.

Yehuda Amijai

Prólogo

La palabra que salva

Existe una soledad condenatoria que las personas VIH-positivas asumen porque las obligan a hacerlo. Una soledad que las lleva a recluirse por el repudio, insulto y violencia de los demás. Una soledad que secuestra ilusiones, metas, esperanzas en la vida, porque hace creer que ahora todo es angustia, padecimientos, tristeza, temor. Una soledad que reduce a un amigo, una hermana, un tío, una madre, un vecino, una compañera del colegio o del trabajo a la nada. Una soledad que tiene que acabar en un desierto terminal, en una muerte dolorosa e inminente. Una soledad acordada por la virulenta intolerancia religiosa, la ignorancia médica, la abstinencia económica, la biopolítica y necropolítica institucionales que señalan cuáles cuerpos están justamente condenados porque están pagando con esta enfermedad su castigo o perversiones, cuáles cuerpos no merecen que se invierta en ellos y se les nieguen sus derechos, se los deje sencillamente morir porque no importan, porque amenazan el cuerpo colectivo sano. Ante esto, el hablante lírico de “Gota de sangre” nos advierte:

No debes codiciar la soledad,

ni sentirla, solo debes dejar que pase,

que se quede silenciosa durmiendo en tus regazos,

agonizante,

como un animal herido que amó demasiado.

“Cuando uno crece la soledad se vuelve más sencilla”, porque se trata de otra soledad, germen de vida. Es la soledad que Pablo Narval nos desvela en Balada de un hombre con sida: la soledad de quien se sincera consigo mismo y se otorga la oportunidad de reconocer su estado serológico de VIH-positivo libre de todo estigma; de comenzar de nuevo su vida al hacerse consigo, con la voluntad y el poder de (re)crearse cotidiana y poéticamente; de mirar directamente a la cara a los símbolos, metáforas y mitos que los habitus sidafóbicos costarricense y mundial han construido y atribuido al VIH, al sida y, por tanto, a hombres y mujeres como él. Narval, valientemente, se ha permitido la oportunidad de salirse del discurso estigmatizador y discriminatorio para incorporar al VIH en su día tras día, cuidar de sí, velar por su salud, compartir sin temor sus pensamientos, deseos y poemas, asumiendo también los obstáculos, costos y retos de ello; pero sabiendo, aun así, que el beneficio de ser él mismo, el beneficio de que su palabra ayude a revolucionar la poesida nacional, solo tendrán como fin último reformular y transformar no solo su mundo, sino también el mundo. Este es, sin duda, el giro que desde el poema el hablante lírico canta:

Hubo instantes

que me llené con los suicidios de la noche

y creí que respiraba

con una herida en contra del olvido.

Pensé que ya no tendría

la sangre de cada amanecer.

Pero vi los portales de mi porvenir,

que se abrían como los caminos,

donde volaba el virus siniestro de la sangre

haciendo su nido entre mi pecho

con las hojas de la sed y la locura.

Mi corazón de pronto fue una cruz

que abrazaba ciertas hojas en el aire

y como las puertas antiguas y abandonadas

fui invadido por la aflicción,

el virus inmanente de la noche

y sentí de nuevo la luna prodigiosa del abrazo.

Gracias a este crecimiento, el hablante lírico es capaz de neutralizar los discursos religioides que metaforizan al VIH y al sida como un castigo divino y que les niegan a las personas VIH-positivas su auténtica y propia vida religiosa, cuando recurren a lo sagrado no como un simple refugio ante el miedo o el sufrimiento o por encontrar una cura sobrenatural, sino como un apoyo espiritual que les permite religarse consigo mismas y con su creencia en algo trascendente. Esta (re)unión con lo sagrado proporciona una sensación de bienestar, mejora la percepción de la vida, contribuye a superar inadecuadas y deshumanizantes ideas sobre el virus o el síndrome, los sentimientos de culpa, vergüenza, ira, depresión, falta de apoyo social. Si lo decide, en su (re)unión con lo sagrado, la persona VIH-positiva, como cualquier otro ser humano, encuentra una renovación frente al sentido y el propósito de la vida, y esto el hablante lírico “Frente al Cristo de Velázquez” lo sabe:

Quisiera quedarme a tu lado

como un niño que se ovilla en la seda del mundo.

Ser ese encuentro cristalino

que es el don de un hombre enfermo

que sabe adorar

las cruces y los frutos.

Quisiera quedarme en tu llaga,

no dolerme más, no dolerte más,

ser un pequeño reclamo