Cuando fuimos inocentes - Jonatan Lépiz Vega - E-Book

Cuando fuimos inocentes E-Book

Jonatan Lépiz Vega

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Beschreibung

Cuando fuimos inocentes es un poemario que bien podría ser el principio de una novela total o el final de una balada pop de los 50 –pero no–. El nuevo trabajo propuesto por Jonatán Lépiz es una estrepitosa y abrumadora colección de pantallazos que nos lleva del taumatropo de los inicios de la cultura audiovisual al postmilenialismo caracterizado por entrepreneurs, hackers y youtubers. Navegar este poemario requiere de ciertas condiciones psico-espacio-temporales y de un avanzado manual de "posmo-mitología" anticipada. No es una lectura fácil para desenchufados, no se encontrarán aquí telegramas James Ellroy allanando el camino. El lector, necesariamente, tendrá que valerse de su memoria toda y de cierto coraje cultural para salir con vida de este ejercicio a veces en Peellands y siempre áspero como la tesitura de Tom Waits. Poemas de tono trasgresor, en tanto actúan contra la ley, la norma y nostálgicos por sus subyacentes y tiernas preguntas ¿para qué se escribe?, ¿para quién?, ¿desde dónde? Poesía cuidada, selecta, fina, liposoluble, por tanto peligrosa y no apta para epidermis delicada. Colección de dardos venenosos que nos recuerdan que "todas las aves mueren", pero no todas trascienden su muerte. De este libro nadie se salvará. Melvyn Aguilar

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Jonatan Lépiz

Cuando fuimos inocentes

Premio Eunice Odio, 2014

a mi legión de ángeles clandestinos

a lo que se va

lo que regresa

lo que se queda

sí, el principio de un libro también puede ser el fin del mundo

rodrigo fresán

todas las aves mueren

…yo, que he crecido en el tercer mundo, sé que nunca habrá otro bob dylan

felipe granados

lo único importante que se aprende así es que los poemas se queman hacia sus abismos y no hacia sus páginas

alfredo trejos

de paso

sé dónde está la pistola

el revólver que me sacará del abismo

pero no sé irme

me niego a ser hemingway –de nuevo–

me niego a ser arrollado en pamplona

por toros que irrumpen a todas horas en mi cabeza

destruyéndolo todo

no cazaré animales

escondidos en los espacios de las canciones

ni boxearé de madrugada contra mi sombra

ni volveré a casa

con los puñetazos en el rostro

sé dónde está la pistola

la s&w de mi abuelo

el viejo tumbaba a los tipos

que se negaban a contar anécdotas

de escritores vapuleados

que ignoraron el último round

y lloraron en las duchas frías

a una mujer que aborreció sus combates

conozco las historias

las muertes

a la hora de las cuentas

son mi único escudo

contra la vida

dije palabras

para sostener la catedral donde habita el miedo

y no logro encontrar nada

sé dónde está el revólver

y la bestia que me sigue.

sé desde donde me mira

he tenido su acero en mis manos

en sus adentros

existe un murmullo

que me llama

stanley kubrick reedita odisea enero 2001

mienten quienes dicen acá el dolor no existe. no existe el viento y la luz es un engaño de la vista. vagamos sin rumbo. sin retorno posible. por más que ajustemos coordenadas o creamos descifrar el silencio. en ocasiones envidio a quienes abrieron las escotillas en busca del sol y explotaron. viajamos a la deriva con un pasado tan confuso como esos asteroides que se persiguen para destruirse. conocemos la violencia. la muerte. sobre todo el vacío. existe el hielo y se nos cala como un pequeño pez que anida en los pulmones. a ciencia cierta. no sabemos de qué nos alejamos

la distancia

a roberto bolaño

soñé que mis amigos hacían una pira conmigo

con mis libros

también soñé con detectives

uno de ellos planea mi muerte

borra las pistas

paga sobornos

mira cómo las balas dejan el arma

en la suave caricia del desamparo

el otro nunca resolvió el caso

se marchó a un bar

y lloró hasta no reconocer nada

hasta que la ciudad fue el dolor

un país muy pequeño para quedarse

soñé con una playa desierta

el mar se replegaba

como si estuviese rodeado de un ejército de dolientes infinito

o hubiese un duelo en sus arenas

alguien intentó recordar ese nombre

sobre el aire como una despedida

soñé era un samurái y luchaba contra la nada

el abismo

combatía y combatía y lloré. largamente. al atardecer

cuando la derrota

era inevitable

la habitación de arlés

desde su costado de la cama

contempla –desde hace horas–

algo parecido a un tapiz

que en otras circunstancias

llamaría recuerdo

son más de las diez y oscurece

piensa en literatura

en algunos cuadros

que la han hecho sentir insignificante

sobre todo

piensa en el hombre a su lado

en el sexo que la penetró

siempre se ha sentido en alguno de los 9 círculos del infierno

sabe que este hombre no es aquiles

mucho menos un guerrero a la espera del valhalla

no está hecho de versos

no es el habitante de algún poema de milosz

un dios de hölderin

no está perdido en ningún rompecabezas imaginario

piensa en las películas románticas

cuando en momentos cumbre

los personajes eligen el amor

posiblemente

nunca tendrá un momento cumbre

una escena de regreso

mira la pared durante horas y piensa en libros

en la respiración del hombre que duerme

suspira

quizá llora

y se pierde en un tapiz

que nunca

se atreverá a llamar recuerdo

los sospechosos de siempre

desde pequeño creí saber

lo que era el miedo

pude haber sido

el tercer hombre de carol reed

no importa

igual vivo en los sitios más canallas

ayer imaginé el terror

un asedio de lobos en el frío

creí saber a qué huele

hoy negocio con otras cosas

miro la ciudad

como si fuera el valle de los reyes

y me imagino en una novela negra