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Erasmus, un experimentado español actor venido a menos y varado en tierras lejanas, es alcanzado finalmente por el más inevitable de los personajes: la Muerte. Humor y drama se funden en esta pieza hilarante en la que sus protagonistas, Erasmus y su Ayudante, se sobrepondrán una y otra vez a las dificultades propias de su quehacer teatral, un oficio milenario que ha sido y seguirá siendo un espacio para la resistencia. «Erasmus es una pieza escrita con imaginación y ternura por el oficio teatral. En esta, el tema de la muerte y el tiempo son una constante que atraviesa interesantemente el texto. Su temática retrata con crudeza la precarización laboral del medio artístico. El jurado considera, además, que esta pieza podría encantar a las nuevas generaciones de espectadores y a aquellas no familiarizadas con el teatro». Jurado del Concurso Nacional de Dramaturgia Inédita para Teatro de Cámara 2023 del Teatro Nacional de Costa Rica.
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José Fernando Álvarez
Erasmus
Obra ganadora del XVIII Concurso de Dramaturgia Inédita para Teatro de Cámara 2023 del Teatro Nacional de Costa Rica
Erasmus
Ayudante
La Viajera
Prudencio
Princesa
Soldado
Rey
Las acciones ocurren en un teatro viejo y abandonado convertido en una especie de bodega.
Erasmus, un hombre mayor de 60 a 70 años, está vestido como un antiguo saltimbanqui de feria y prácticamente listo para empezar una representación. Maquillado de una manera tosca pero no exagerada.
Sobre el centro del escenario, lleno de polvo, están sus maletas y bártulos recién descargados. Despeja el área de algunos otros elementos allí almacenados y, luego, se acerca a la pared donde hay una pequeña caja con interruptores. Prueba a encender algunas viejas luces. Deja encendidas las que considera convenientes; de modo que el espacio queda suficientemente iluminado. Una vez que termina, se asoma a una de las salidas del escenario. Siente un ataque de hambre y se lleva su mano al estómago. Camina impaciente de un lado al otro.
Entra el Ayudante, un joven de unos veintitantos años. Viene vestido alegremente con una indumentaria colorida, a medio camino, entre campesina y circense. Sus cachetes están pintados de un rosa intenso. Trae un viejo bolso atravesado sobre los hombros.
ERASMUS.— ¡Ah, ahí estás! ¡Hasta que por fin volviste!
AYUDANTE.— ¡Malas noticias, señor!
ERASMUS.— (Mientras se sienta).¡No sigás, no sigás, hijo de la mala suerte, porque cada vez que abrís esa bocaza para dar malas noticias se me revuelve la úlcera!
AYUDANTE.— No es culpa mía que se alimente tan mal.
ERASMUS.— Y cómo no, si este trabajo no aguanta ya con los dos. Te he dicho que te marchés, que me dejés, que bien puedo habérmelas solo.
AYUDANTE.— Si así es la cosa, mañana mismo me voy... o pasado... o mejor cuando me haya pagado lo que me debe.
ERASMUS.— Ya conocés el oficio: esa es tu paga. Y date por bien servido que a mi lado no has pasado hambre.
AYUDANTE.— Hambre sí, doscientas veces... y es poco.
ERASMUS.— ¡No sos más que un caga lástimas! ¿De qué te quejás ahora?
AYUDANTE.— Yo no me estoy quejando de nada.
ERASMUS.— ¿Y por qué te tardaste tanto? ¡Tengo más de dos horas de estar esperando!
AYUDANTE.— Eso no es verdad.
ERASMUS.— Bueno, está bien, una hora. (Después de una breve pausa).¿Y qué? ¿Habrá o no habrá función?
AYUDANTE.— Por ahora no.
ERASMUS.— ¿Y por qué no?
AYUDANTE.— Nadie quiere venir.
ERASMUS.— ¿Nadie…, nadie, nadie?
AYUDANTE.— ¡Nadie, mi señor!
ERASMUS.— No te burlés de mí, muchacho.
AYUDANTE.— Que no es invento, señor. Si le digo que nadie quiere venir, es que nadie quiere venir.
ERASMUS.— Haberlo sabido antes. Vení, ayudame a recoger las cosas, que a este pueblo fantasma y miserable no hemos de volver ni en dos siglos.
AYUDANTE.— ¡Tenga paz! ¡Ya vendrán!
ERASMUS.— (Perdiendo la paciencia).¿Por qué no desembuchás todo de una vez? ¡Racionás la información como…, como escondiendo comida!
AYUDANTE.— Y si no fuera por eso, ya habríamos muerto los dos.
ERASMUS.— (Respira profundo para controlarse).¿Cómo sabés que vendrán?
AYUDANTE.— Bueno, hoy no. Pero algunos me dijeron que mañana tal vez sí.
ERASMUS.— ¿Y eso por qué?
AYUDANTE.— Primero, porque dicen que ya es muy tarde y, segundo, porque a mucha gente le da miedo salir.
ERASMUS.— ¿Por qué?
AYUDANTE.— Dicen que no quieren contagiarse.
ERASMUS.— ¡Y dale otra vez con el maldito cuento de la tal peste!
AYUDANTE.— Ah… y otra cosa. Parece que mañana empiezan las fiestas patronales.
ERASMUS.— ¡Maravilloso, esa sí es una buena noticia! ¿Lo ves?
AYUDANTE.— Lo que pasa es que no saben si habrá celebraciones. Unos dicen que sí y otros, que no.
ERASMUS.— Bueno, pues ya estamos aquí y aquí nos quedaremos. Mañana ya veremos qué pasa.
AYUDANTE.— ¿Y si nos sacan? ¿No será mejor ir a pedir permiso?
ERASMUS.— ¿Permiso, a quién? ¿No viste como están las calles? ¡Vacías, totalmente! No, Ayudante, conozco este lugar. Me he presentado aquí muchas veces, es como si fuera mi casa. Lástima el estado en el que está este teatro. ¿Por qué lo tendrán tan abandonado? (Breve pausa).¿Sabés una cosa? En España, no vamos a encontrar un lugar así, abandonado. Allá sí saben valorar estos espacios. Los teatros son verdaderos monumentos del arte. Y pararse allí, en aquellos escenarios, llenos de luz y de música maravillosa, delante de tanta gente importante, con todo aquel boato y elegancia, de personalidades que sí saben apreciar el valor de una buena actuación; eso es realmente emocionante. Solo recordarlo me pone la piel de gallina.
AYUDANTE.— ¿Y cuándo vamos a ir allá, mi señor?
ERASMUS.— Seguiremos ahorrando y, cuando tengamos el dinero suficiente, te irás conmigo.
AYUDANTE.— ¿Y por qué no vamos mejor a la Plaza Mayor? Allá hay más espacio que aquí para presentarnos. Y si llega más gente, más plata nos darán.
ERASMUS.— Ya te lo dije, Ayudante: aquí nos quedaremos. Aquí ensayaremos. Y aquí nos presentaremos, hoy, mañana o cuando sea.
AYUDANTE.— Sí, pero es que al aire libre…
ERASMUS.— (Lo interrumpe).¡Al aire libre no nos volveremos a presentar mientras no sea necesario! ¡La última vez se nos atravesó un caballo desbocado que por poco me atropella! ¡Y antes de eso fue la rama del árbol que cayó a cinco centímetros de mí y que si me hubiera golpeado la cabeza me la hubiera destrozado!
AYUDANTE.— (Riendo). ¿Y el borracho?
ERASMUS.— ¿Cuál borracho?
AYUDANTE.— El que lo confundió a usted con un enemigo suyo en plena función y por poco lo apuñala. ¿No se acuerda?
ERASMUS.— No me lo mencionés.
AYUDANTE.— (Riéndose).¡Sí, sí! ¡Era muy gracioso! ¡La gente pensaba que todo era parte de la obra y estaban cagados de la risa!
ERASMUS.— ¡Cagado estaba yo, pero del susto! No, aquí estamos bien por ahora.
AYUDANTE.— Si usted lo dice… (Saca de su bolso un pedazo de pan y se lo ofrece a Erasmus). Tenga, señor.
ERASMUS.— ¿Y eso…?
AYUDANTE.— Es pan… y del bueno. También traje queso. (Lo busca y le ofrece).Hay para los dos.
ERASMUS.— ¡Válgame, Dios!¡No habrás robado todo esto, raspaculos!
AYUDANTE.— ¡Si el señor no quiere, no lo coma! ¡Problema suyo!
ERASMUS.— Le das mala fama a nuestro oficio. Comediantes somos, no ladrones. ¿Querés que nos linche el pueblo entero?
AYUDANTE.— ¿Y qué quiere, que nos muramos de hambre? Mejor haría dándome plata la próxima vez, a ver si así alcanzamos a comprar estas cosas sin necesidad de lo otro.
ERASMUS