Eunice Odio - Eunice Odio - E-Book

Eunice Odio E-Book

Eunice Odio

0,0

Beschreibung

Se presenta en esta antología anotada la obra lírica de Eunice Odio en la que se hace evidente la magia de la luz en sus palabras. Prueba de ello es el reconocimiento que en nuestros días ha llegado desde el distanciado cono sur hasta América del Norte para extenderse al viejo continente, y a todas las latitudes de la hispanidad, pues su poesía instala el margen poscolonial y la experiencia femenina en el centro del sistema, para dialogar en pie de igualdad con los grandes poetas de nuestra lengua. Aspiramos a que los lectores disfruten esta antología como homenaje y evocación de una poeta cuya voz ya forma parte de los autores trascendentes.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 179

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cubierta

Inicio

Editores literariosCarlos E. PaldaoRima de Vallbona

Eunice Odio

Antología poética anotada

Dedicatoria

A Gerardo Piña-Rosales

por su dedicación y compromiso

con la lengua y las letras panhispánicas

en la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE)

Presentación

Eunice Odio

La magia de la luz en las palabras

Carlos E. Paldao y Rima de VallbonaEditores literarios

En los últimos tiempos se dieron cita en el escenario de las letras del mundo hispanoparlante varias evocaciones. Por un lado, la mirada recayó sobre el segundo centenario del natalicio de Gertrudis Gómez de Avellaneda, a quien Marcelino Menéndez y Pelayo no vaciló en caracterizar como una de las más grandes poetisas de la lengua castellana. Por otro, cumplieron su centenario cuatro escritores que contribuyeron, en diversa pero siempre relevante medida, a revolucionar las poéticas y los géneros en la segunda mitad del siglo XX: los argentinos Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, el mexicano Octavio Paz y el chileno Nicanor Parra. Y el 2016 fue un año especialmente significativo, pues en abril coincidieron con solo un día de diferencia, otros dos aniversarios: los cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes y del Inca Garcilaso de la Vega –al igual que de William Shakespeare– y en febrero, los primeros cien años de la muerte de Rubén Darío. Todos ellos han sido motivo de merecidos reconocimientos, consistentes en ciclos de conferencias, simposios, muestras, films, ediciones especiales de sus obras y publicación de libros destinados a poner de manifiesto la calidad de sus respectivas aportaciones a la literatura y a la cultura hispánica.

Como profesionales de la lengua y las letras panhispánicas hemos adherido con entusiasmo a estos sinceros homenajes, pero hemos optado por centrar nuestra atención en aquellos cauces menos transitados de la creación literaria, recordando algunas voces no menores, aunque menos apreciadas con justicia, que en soledad y contra corriente han preparado el advenimiento de otras más caudalosas. Es así como desde esta mirada y sin vacilación alguna hemos optado por celebrar la figura de Eunice Odio (1919, San José, Costa Rica - 1974, México DF), figura fundante de la poética femenina en lengua española, de cuyo trágico fallecimiento recientemente se cumplieron cuarenta años y en el 2019 se cumplirá el centerario de su natalicio.

Nuestra iniciativa encontró favorable acogida en la Editorial Costa Rica, donde tenían previsto realizar una publicación sobre nuestra poeta, de quien Octavio Paz no vaciló en precisar “que nadie los entiende hasta que tienen años o siglos de muertos”. Autores de la talla de Alberto Baeza Flores, Alfredo Cardona Peña, Humberto Díaz Casanueva, Roberto Juarroz, Juan Liscano, Rodolfo E. Modern, Alfonso Orantes, Alfonso Reyes y William Carlos Williams, entre otros, no han vacilado en ubicar la figura de Eunice Odio junto a las de Milton, William Blake, Coleridge, Saint John Perse o Ezra Pound, de quienes podría decirse, parafraseando a Borges, que más que poetas son literaturas. Es que la poesía de Eunice ofrece a nuestra mirada actual dimensiones de originalidad y belleza tales, que no es preciso confiar al juicio futuro la justa evaluación de sus quilates. La voz de Eunice Odio trasciende tanto los anclajes epocales como los espacios geográficos que alguna vez ignoraron su palabra viva. Prueba de ello es el reconocimiento que en nuestros días llega desde el distanciado cono sur hasta América del Norte y se extiende al viejo continente, y a todas las latitudes de la hispanidad, pues su poesía instala el margen poscolonial y la experiencia femenina en el centro del sistema, para dialogar en pie de igualdad con los grandes poetas de nuestra lengua.

Es en esta convicción que presentamos esta antología anotada de su obra lírica. Tal vez sea oportuno, a modo de orientación al lector, compartir algunas características para mayor legibilidad del texto. Inicialmente hemos optado por respetar en general el formato de la antología que publicó la EDUCA (Editorial Universitaria Centroamericana) en 1974, bajo el título Territorio del alba y otros poemas, pues la preparó Eunice poco antes de su muerte.

Sin embargo, para alcanzar uno de varios cometidos que nos hemos propuesto, además de dar a conocer su poesía, hemos querido rescatar poemas de Eunice que no fueron integrados en otras antologías, ni en la edición de sus Obras Completas (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica / Editorial de la Universidad Nacional, 1996). Tal es el caso de los poemas “Dos prolegómenos para una canción” y “Mi ciudad a 11 grados de latitud norte” –ambos pertenecientes al temprano poemario Zona en territorio del alba, publicado en Mendoza, Argentina (1953)– que la autora decidió no incluir en la selección preparada para EDUCA. El volumen I de las Obras Completas, dedicado a la poesía, siguió el criterio de la antología, soslayando el contenido del poemario original, del que no se había hecho hasta hace poco una segunda edición. Felizmente la EUNED (Editorial de la Universidad Estatal a Distancia) recientemente la rescató luego de un silencio de sesenta y cuatro años.

También con el ánimo de rescatar piezas poco difundidas, hemos enriquecido la primera parte de la antología de EDUCA con algunos poemas originalmente publicados en Repertorio Americano. Asimismo nos desviamos del texto de 1974 en la selección de poemas de Los elementos terrestres y de El tránsito de fuego. Vale la pena señalar que hemos explicado los cambios en notas al pie a lo largo de esta antología. En este orden de ideas, y con la finalidad de que los lectores aprecien mejor la complejidad del pensamiento poético de Eunice Odio, hemos intentado aclarar de manera accesible para quienes no estén familiarizados con ese tipo de poesía, los diversos procesos literarios a los que se adscribe su lirismo, como es el caso de la experimentación vanguardista, una simbología que hunde sus raíces en el inconsciente y la tendencia desrealizadora en la construcción de las imágenes.

Es interesante señalar que si bien Eunice nunca puso fechas a sus cartas –lo cual ha dificultado organizar sus epístolas inéditas, sobre todo las dirigidas a Rodolfo Zanabria– de manera curiosa, sí fechó sus poemas. Esto permitió que pudiéramos organizar sus poesías siguiendo el orden de las fechas de su publicación, desde sus comienzos en Repertorio Americano bajo el ala didáctica de Joaquín García Monge.

Eunice Odio invistió la magia de la luz en sus palabras proyectando fuera de sí un aura que conduce a develar el más allá de infinitos universos y significantes. Aspiramos a que los lectores disfruten esta antología que hoy ponemos en sus manos como homenaje y evocación de una poeta cuya voz ya está formando parte de los autores trascendentes.

Setiembre 2017

1.ª PARTE

POEMAS SUELTOS PUBLICADOS EN REVISTAS Y ANTOLOGÍAS (1945-1979)

Los textos que abarcan los “Primeros poemas (1945-1953)” de esta sección, no fueron incluidos en Territorio del alba y otros poemas, antología que preparó Eunice Odio poco antes de morir y que fue publicada en San José, Costa Rica, en 1974 por EDUCA. Algunos, pero no todos, aparecieron en las Obras completas de las Editoriales de la Universidad de Costa Rica y de la Universidad Nacional (1996). Sin embargo, vieron la luz pública en diversas revistas como Repertorio Americano, Diario de Centro América, Zona Franca, Viento Nuevo, Poesía de América, Textos y otras. Como todos los que no se publicaron en las ediciones de sus libros podrían irremediablemente perderse, hemos incluido uno que hemos localizado en la revista Textos de Jalisco, México, de julio-agosto, 1979, pp. 11-13, mucho después de su muerte, aunque sobrepasa la fecha de 1953 de sus primeros poemas.

1. Repertorio Americano, N.° 8, 22 de diciembre de 1945, pp. 120-22, Tomo XLII, Año XXV, N.° 998

Esas mujeres perdidas[1]

A Nicolás Guillén, enorme poeta y gran amigo.

Esa mujer a la que vimos

pegándose a la luz,

apropiándose los faroles,

con los ojos en veredas caídas,

Señora exacta y sola es,

y va a morirse

en uno de estos días.

Me lo dijo en secreto

aquel señor que se nutre de diminutivos

esclarecidos y esfumados

en las salas de fluoroscopía.

Yo la había visto ya antes;

cuando solía irse

entre las voces y los cuerpos

de los hombres,

Señora exacta y sola de la umbría,

limpia de albas presencias,

merodeando entre los brazos hondos

de los prostíbulos,

desafiante de coloraciones dudosas,

enlutado de tréboles

su cuerpo todo un gajo

de nocturnas perspectivas,

marchando tras las voces airadas y rugosas

entre predicadoras hierbas

y caserías displicentes,

y ahora va a morirse,

decayendo,

tenaz en su morir,

liquido el paso

descontinuado y hosco,

Señora exacta y sola,

limpia de albas presencias.

De un poema con cuatro acentos[2]

A Pedro Juan Labarthe, mi poeta y hermano de siempre.

Por ahí viene volando

mi corazón de ajedrez.

No tiene bordes

ni diámetro.

tiene dos blancas ramitas

aguadas de largos viajes,

y altas

si lo quiere el día.

Por ahí viene volando

mi corazón de ajedrez.

¡Mira si puedes cogerlo!

¡¡Una, dos, tres!!

Corazón de blancas ramas

Se te fue.

¡Ay!

Se te fue el corazón,

Mira si puedes cogerlo

otra vez.

Amores de sor María de la Anunciación (Tal como en confidencia me lo contaron)

A Juan Manuel Sánchez, nuestro máximoJuan Manuel, como si fuera yo misma.

María de la Anunciación,

discípula de los chopos,

tenía un temblor de cristal

cuando dormía en el agua,

María de la Anunciación,

doctora antigua del huerto,

era maestra de grillos

y tejedora en la arena.

Sor María

tenía un amor,

con los trascielos del agua,

trascielada se ponía

en desvestida fragancia,

y murmuraban los grillos

y descendían las cigarras.

María de la Anunciación

tenía un temblor de cristal

cuando en el agua callaba.

De noche, por esas noches, por esos muros[3]

De noche,

con la estrella,

se ve muy alto el muro vecino

sobre el mundo,

y hasta parecen muelles

en sus aguas gastadas,

y hasta hay niños que purgan

una pena de alondra,

De noche

con la estrella

hay corazones de hombre

que oscilan

sobre el muro.

En la tarde, en las ramas[4]

Tarde en las ramas y en el agua,

agua de la tarde,

y el vendaval sonámbulo

de la clara mañana

con dirección al faro

de insomnios transparentes

de la tarde en el agua.

Ruiseñor

volador

un rosicler geométrico de alas,

rama del aire

en la ventana dulce

de la tarde en el agua.

De las canciones con tono de ay y almendras

Del almendrolón

El almendrolón

vive en el río florido,

y la almendrita,

ciñe verdes suspiros,

¡Ay!

Almendrita nocturna,

almendrolón dormido.

¡Quién te fuera llevando

inquieto

como te lleva el río

en su dulce espejito!

Maravilla almendrita

de espuma y sueño,

Almendrolón dormido.

Alizarín (Canción)

Alizarín,

Pájaros polichinelas

dialogan en tu jardín,

diálogos de plumería.

Un pinzón trasnochador

piensa con alas curvadas,

que la alberca es un estambre

con fingimientos de agua

y espejos amarillos.

Un grillo

con voz de duda,

hace una pátina blanca

para que duerma la luna,

y murmuren las cigarras

su sospecha cristalina.

¡Ay!

Con el viento se pierden

blancas ramitas del día.

Subiendo van al monte

Clavelito de almendra,

¡Ay clavelito!

Subiendo van al monte

los peregrinos,

a lavar una torre

de cien suspiros,

¡Ay!,

claveles dormidos.

¡Ay!

Clavelitos.

Amores van en sandalias

cruzando el río,

para ver a la niña

lavando lirios.

¡Ay amores,

Por el aire y por el río!

Las alcaldesitas

Las alcaldesitas,

una a una,

y dos a dos,

sueñan que el monte suspira.

Las alcaldesitas,

sueñan que se van al monte

Por el río.

Era la tarde delgada

como una gota de lirio.

Las alcaldesitas,

pies en el tibio sendero

ojos en sombra de almíbar

y labios en la alameda.

Soles en sueño se quedan,

el lucerón en el cielo

les repica sus espuelas,

¡Ay!

Llevan ceñidas sus medias,

y en la mirada una torre,

Que las alcaldesitas,

vuelta abajo y sin veleta.

2. Repertorio Americano, N.° 9, 29 de diciembre de 1945, p. 144, Tomo XLII, Año XXV, N.° 999

Sobre la muerte de Fernando Brenes

Hablo en nombre de todos (Atención de la autora)

Con la mirada huyendo en una lágrima,

Cómo hacemos, amigo,

para decirte

que estamos casi al frente de nuestro cuerpo,

desgajados,

puros

en pleno alumbramiento con tu muerte,

Cómo hacemos con tu velocidad aniquilada,

Cómo hacemos, amigo, para decirte

que estamos más arriba de la frente,

Que hemos llegado a tu ciudad muy húmedos,

todos al borde de un escalofrío,

al filo de una lágrima,

Cómo hacemos todos

llorando a la orilla virginal de tu pañuelo,

Cómo hacemos,

amigo,

para decirte,

que tu semblante sube aislado y hondo,

y tu paso adelántase suavísimo,

a tono con el fiel de la congoja,

Porque es que ahora

se detiene tu olor en la fragancia,

y tiene un gesto de agua

tu silencio,

Porque es ahora que se pone

tu carne toda larga,

tu piel toda brumosa,

y tu materia esquiva,

se vuelve terminante a cada beso,

Cómo hacemos

tan turbios, nosotros,

como establos,

como piedras,

tan tersos todos,

tan cambiados;

Tan faltos hasta de tu solapa familiar,

Si la brutal ternura se amontona,

y el cielo cae de tu alma

en cada pecho,

Cómo hacemos,

hermano,

para decirte.

Costa Rica, enero 8 del 46

3. Repertorio Americano, N.° 20, 19 de octubre de 1946, pp. 310-11, Tomo XLII, Año XXVI, N.° 1008

Nube y cielo mayor[5]

A los milicianos de dentro y fuera.

Porque en España ardía la voz,

Ardía el vientre floral de la mujer

encinta con el mundo,

Ardía la arteria triste desnuda.

Ardía el humus conciso de los hombres,

Ardía el húmedo estuario de tu daga

total y coronada.

Porque en España

se cubrían de lujosos cadáveres

los párpados de las muchachas

y el alba cercenada

soñaba con obispos y medusas,

y murmuraba el hombre su cándida estatura

más allá de su muerte conquistada,

Porque en España,

Miliciano español

encubierto por escombros doloridos,

y tu cielo veloz acuchillado,

Mientras los enlutados,

perdían tu ancha jornada de magnolias,

y revolvían

hasta variarla toda,

la gracia popular de las tahonas,

tú estabas en la época lluviosa de tu sangre,

y tu cuerpo,

en aire de paloma entrecortada,

recorría este suave desorden de ecuadores,

esta fácil ternura de los rostros de América.

Salud

Miliciano Español

a tu frente militar

y a la turbia excelencia de tu sangre.

Salud a tu mejilla levantada,

Salud

Miliciano Español

Discípulo tatuado

en la cubierta extraña de Guernica,

Salud al espinazo de tu espada,

Porque en España,

cuando los enlutados

pacían en tu dulzor enrojecido,

y comían de tu carne derramada,

tú eras como un ángel escolar

en la esquina del mundo,

Como un sol destapado con tu herida,

Salud

Miliciano Español ,

griterío original de días degollados,

Herida desplomada en las puertas del hombre,

para que el hombre oyera

tu iracunda fragancia

y acogiera

el alto decaer de tu cintura,

el cálido color de tu armonía,

Salud a tu lacónica silueta

melancólico el gesto entre las rocas,

y tu mirada envuelta en una lágrima,

Salud

hasta tu corazón más íntimo

y en tu sudor mas íntimo,

y hasta en el dorso

más olvidado de tu hueso

desordenado y alto,

Salud a esa tu muerte aun desechada

tu muerte aun húmeda y sola

al socaire del olivo,

Salud

Miliciano Español,

Dinamitero que ardes

con tu boca en armas

y tu fragor al cinto,

Salud hasta en

tu niño fusilado

que deslinda su ombligo entre tu frente,

Salud

Miliciano Español

Porque cuando en España

los arzobispos desfondaban a Cristo

y te pateaban el muslo y los dedos largos,

tú estabas con el rostro dividido

y con el sexo lleno de semanas

eternamente oscuras.

Porque cuando los militares de medio rostro

mutilaban la era embarazada

y se masturbaban la mente con un paraguas

tú estabas cerrado a todas las sangres,

parado sobre todos los asaltos,

y tu cuerpo de suave corola destituida

tenía una voz para tu mismo cuerpo,

Salud

Huésped funeral y hermoso,

Salud entre tu frente que está al socaire del olivo

aun sola;

porque aun

entre los relojes de los bufetes

y de los tocadores,

los arzobispos y los medios rostros de los traidores,

se masturbaban la mente con un paraguas,

y en tu España,

y en la mía,

en la de todos,

aun arde tu cuerpo como un clavel de asalto.

Aquí,

amigo,

Miliciano español,

poblado, hermano nuestro,

sobre tu corazón de polvo y estampido

nosotros estamos parados al pie de las cosechas,

Sobre lo que parece que se ha roto en el llanto,

Estamos todos,

mostrando el tanto de brillo de una lágrima.

Somos los apasionados magníficos,

los pequeños exaltados,

siempre floridos,

los de rostro transitable,

Estamos todos

esperando sobre la piedra erguida,

somos los de dentro y los de fuera,

somos todos los americanos.

Pepón de la Campa[6]

A pepón de la Campa por su metro noventade estatura y sus dos mil metros de España.

Pepón de la Campa Campa

dinamitero insumiso,

Pepón te llaman a gritos,

turbiones de Guadarrama

y alertas de los olivos,

Pepón de la Campa Campa,

Dinamitero insumiso.

Pepón por ocho costados,

Pepón por quince banderas,

y cuatrocientas heridas,

Te llevan veinte mil hombres

en sus solapas gastadas,

y en sus sudores más íntimos,

Te llevan las niñas fértiles

en sus cinturas soñadas,

y en sus vientres españoles,

Pepón sin cielo sabido,

Pepón sin tierra de almohada,

Canta, canta la honda entraña,

Pepón de la Campa Campa,

en tu mochila de españas

un luto de sangre viva

por los altos olivares.

Dinamitero insumiso,

Dinamitero abrupto

de los propios andamios de tu frente,

Dinamitero inflorescente

de la vida

y de la muerte

en el huraño cielo de tu daga;

Piedra aguda en el aire,

en tu espinazo mal herido

miras al bien sangrando,

Dinamitero de la Vida,

Mira que te están gritando

turbiones de Guadarrama

y alertas de los olivos

Pepón de la Campa Campa,

dinamitero insumiso.

Costa Rica, 1946

4. Antología de poetas costarricenses (1946), pp. 165-68[7]

La tapada limeña

I

Todos los rostros dormían

en la calle mal dormida,

mas no duerme la tapada

que amores tiene en la noche

y lágrimas en el alba.

II

Hiere la calle una sombra

de nocturneces y aromas,

es la tapada que va

trillando el sol de sus faldas

con el rubor de su manto,

manto de vidrio encubierto,

lunar de las amapolas.

III

Húmeda de oscuridades,

queman sus pasos el suelo,

y un agitar de palomas

nubla plumoso los cerros.

¡Dolores!

¡Carmen!

¡Inés!

¡Dejaste el rostro en el lecho

como si fueras a morir!

¡Dejaste tu pecho abierto

y el corazón peregrino

se te adelanta en el sueño!

IV

Castillo de luna abierta,

carnación de hombre que espera,

simetría de carne quieta

en una esquina del ansia.

¡Tapada,

te está esperado!

¡Cuidado Tapada antigua!

Cuidado que te han mirado

las farolas encendidas,

y han murmurado una lumbre

para tu calle perdida.

Nocturno

La luna está amaneciendo

en noctílucas ardientes.

La luna se está quemando

sobre su campo de noches,

La luna guiña reflejos

y construye ecos dorados,

Luna,

amapola quemada

en el fuego de la noche,

Luna,

alondra en sombra clara,

dame tu lumbre quemada

para repetirla en faros

de espumas y madrugadas.

Zafra

Zafra del negro en la sombra,

zafra del negro llorando,

Dorada zafra escodida.

en la sangre renegrida

por la pena que se va:

Pena dulce que se aleja

del sudor erecto y llano,

Río de alarido y esfuerzo

que se va y vuelve llorando,

cuando en el pecho picando

vuelve la caña a surgir

del oro negro y golpeado

por el martillo sin manos

y el corazón sin sonido.

Zafra del negro en la sombra,

pena dulce que se aleja

del sudor erecto y claro,

río de alarido y esfuerzo

que se va y vuelve llorando

cuando en el pecho picando,

brota la caña y se va.

5. Repertorio Americano, N.° 25, 22 de febrero de 1947, pp. 393-395, Tomo XLII, Año XXVII, N.° 1013

Versos nuevos de Eunice Odio[8]

Dedico estos poemas al poeta nicaragüense

José Coronel Urtecho.

Él sabrá acogerlos y ser justo con ellos.

Pertenecen todos, con excepción de los dos

poemas del desvelo, al libro inédito, Territorio del alba.

San José, Costa Rica, enero 1947

La lluvia

La lluvia

ha dejado guardado su vestido,

para que no lo vean las furias,

para que no lo toquen los pararrayos

con sus dedos de vino

y llanto.

La lluvia,

melancolía de nube descendida,

ha dejado guardado su vestido

en las puntas del aire.

Sobre la falda

se pasean los pájaros,

entre su burla de agua

la sonrisa menor de los arcángeles.

Alba

Pájaros que albas madrugadaspor posarte en ramas verdes...[9]

Blas Franco

Alba

de corazón amedrentado,

y de sandalia entre las hojas,

queda,

de crestas frías desbridadora,

tenue,

en lumbre ardida,

y de color

abierta.

Frutal en corazón originado,

vierte el cuenco de alondras

para el día,

Cuerpo alegre quemándose los dedos

va el alba rosa en mineral vestido.

Alta está la azucena descubierta

donde un aire caído se apresura

a ser aroma donde el suelo brota.

Ahí donde el claror brisas deslumbra,

un buey azul con deshojado belfo

la orla gastada de la luz consume.

Fantasma de San Jerónimo (Ilustración a un cuadro de Amighetti)

A Quico Fernández, en Granada,Nicaragua, para que lo alojedebidamente entre sus devociones.

Entre arcángeles y mangos

San Jerónimo bendito

resuena de enero a mayo.

Sansebastianes desnudos

amarrados a su pecho,

le sacan el corazón

con palitos y banderas.

San Jerónimo bendito,

–la barba en clave de sol

y aroma de crepé lila

no tiene borde su casa

ni ganado su colina.

Solo,

por la carretera,

San Jerónimo declina,

mientras llueve le han brotado

recodos y remancillos.

San Jerónimo de día

pone la luz,

y en la noche

luceros y hierbecillas.

Dic. 24-26

Para las niñas que siempre están en la luna

En el río una niña

come cerezas

suspirando en el aire

su flor entera.

mientras pasan y pasan

con plumas quedas,

gallitos desmayados

y enredaderas.

En el río las niñas

comen cerezas

derramando en el aire

sus flores nuevas.

Flores con pies desnudos

y vientre alegre.

¡Niñas!

Niñas con violoncines

y cascabeles.

¿Dónde estarán las niñas

de medio rostro,

que enjugan con suspiros

su media sombra?

¿Dónde estarán las niñas

de los arroyos,

las niñas desveladas

de capricornio?