La feminización de la palabra y las pensadoras costarricenses - Grace Prada Ortiz - E-Book

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Grace Prada Ortiz

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Desde hace años, Grace Prada viene dedicando gran parte de su labor intelectual a investigar, comentar y divulgar el pensamiento de las mujeres en el país. En su antología La feminización de la palabra y las pensadoras costarricenses, salta a la vista el valor de este trabajo por sí mismo, pero aún más si se observa lo poco que a las autoras se las ha tomado en cuenta. Como ella señala en la Introducción, ni la historia literaria de Abelardo Bonilla, ni la antología de Luis Ferrero, incluyen mujeres ensayistas; Arnoldo Mora localiza solo cuatro; y, en 100 años de literatura costarricense, de Margarita Rojas y Flora Ovares, no se halla ni una. Si bien en general las estadísticas señalan que este es el género menos practicado por las mujeres, en una proporción de un 20 por ciento ante un 80 por ciento de hombres, esto por sí solo no explica esa escasez de nombres femeninos. Sobre todo, si consideramos que autoras como Vera Yamuni, Yolanda Oreamuno, María Fernández Le Capellain, Carmen Naranjo; Luisa González, Carmen Lyra, Lilia Ramos y Emilia Prieto, por citar solo algunas de las más renombradas, ya habían producido y publicado su obra cuando se editaron esos estudios. En esta labor de hortelanía, Grace Prada lleva años cultivando el peral, en el intento de "quebrar" lo que en sus propias palabras llama "el argumento sexista de que no hay pensadoras en Costa Rica". Parte de su cosecha nos la regala en este libro que ayudará en la ruda tarea de suprimir exclusiones infundadas y estereotipos insostenibles. Yadira Calvo

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Colección Debates del Bicentenario

Grace Prada Ortiz

La feminización de la palabra y las pensadoras costarricenses

(Antología de ensayos selectos)

La escritora

Carmen Naranjo

—¿Oficio?

—Escritora.

—Pase a la otra ventanilla.

—¿Oficio?

—Escritora.

—Pase a la otra ventanilla.

—¿Oficio?

—Escritora.

—Pase a la otra ventanilla.

—¿Oficio?

—Escritora.

—Pase a la otra ventanilla.

—¿Oficio?

—Escritora.

—¿Qué escribe?

—Todo lo que es posible.

—¿Con qué propósito nos visita?

—Quiero que me editen un libro.

—¿Qué tipo de libro?

—Un libro de silencios.

—Pregunto, ¿de qué género?

—No tiene género.

—¿Es novela?

—Si el que lo lea está en disposición de leer una novela, puede ser una novela.

—Está usted empeñada en hacer un enredo. ¿Es en prosa o en verso?

—Puede ser prosa o verso, tiene palabras y silencios. Nada más.

—¿Qué clase de palabras y silencios?

—Ruidos bruscos y silencios inesperados.

—Empecemos de nuevo. ¿Cómo se llama su libro?

—Pasaporte de palabras.

—¿Así es el nombre?

—Así es. ¿No le parece?

—No sé. No he leído su contenido. Pero suena a viaje.

—Hice el libro con un deseo enorme de viajar.

—Y, ¿a qué partes quiere ir?

—A todos lados.

—¿Alguna anécdota especial con respecto al libro?

—Toda la anécdota mía. Espero que no quiera oírla, porque tardaría por lo menos dos días en contársela. Además, es muy aburrida.

—Con eso es suficiente. ¿Algún problema especial al escribirlo?

—Muchos.

—Detalle algunos.

—Me encontré en primer lugar con la poca imaginación del hombre, mejor dicho, viví su endemoniada pobreza.

—Explíquese ¡por favor!

—Está el hecho de que el lenguaje está creado.

—Quería ser usted la que creara el lenguaje.

—Esa es la pretensión del más inútil escritor. Soy muy sincera. Me hubiera encantado crear por lo menos una palabra.

—Y, ¿qué más?

—Los signos de puntuación son un desastre.

—¿Cómo así?

—Sólo hay seis. ¿Cómo quiere usted que con seis signos se pueda una arreglar para acomodar el pensamiento? La coma para una pausa; el punto para una terminación; el punto y coma para una interrupción mediana; el punto y aparte para levantar los ojos; los tres puntos para dar vaguedad: los dos puntos para abrirnos un poco.

—Entonces, ¿en su libro agregó otros signos de puntuación?

—No soy tan revolucionaria. Los respeté y me quedé con una gran rabia adentro. Imagínese, no pude expresar el miedo, ni las dudas, ni las intenciones. A eso se debe que mi libro sea muy pobre.

—¿Se olvida usted de los puntos de admiración e interrogación?

—Esos son los más limitativos. Los personajes tienen que admirarse o preguntarse. De ahí no se pasa. Y los personajes se enojan, lloran, ríen, se sonrojan, sufren. Debía haber signos para expresar esas cosas. El lenguaje escrito es como una momia.

—¿Otros problemas?

—El contagio.

—¿A qué llama usted contagio?

—Pues mi libro es un libro contagiado. Espero que sea contagioso.

—No le entiendo.

—Pues soy muy clara.

—Bueno, ¿y de qué está contagiado?

—De todo lo bueno que existe por ahí y de lo que seguro me he indigestado.

—Y, ¿qué quiere usted que contagie?

—Deseos de no escribir a los que andan pre tendiendo hacerlo.

—Tendré que llamar a un experto para que valore sus respuestas. Le ruego pasar a la otra ventanilla.

—¿Oficio?

—Ya eso lo contesté en la otra ventanilla.

—Repítalo de nuevo aquí, ¡por favor!

—Escritora, aun cuando después de las preguntas que me hicieron ya lo llegué a dudar.

—¿Qué desea?

—Que me editen un libro.

—¿Tipo de libro?

—Palabras y silencios.

—No le pregunto el título, sino el género.

—No tiene.

Olmos, peras y mujeres ensayistas

Yadira Calvo Fajardo

Desde hace años, Grace Prada viene dedicando gran parte de su labor intelectual a investigar, comentar y divulgar el pensamiento de las mujeres en el país. En su antología La feminización de la palabra y las pensadoras costarricenses salta a la vista el valor de este trabajo por sí mismo, pero aún más si se observa lo poco que a las autoras se las ha tomado en cuenta. Como ella señala en la Introducción, ni la historia literaria de Abelardo Bonilla, ni la antología de Luis Ferrero, incluyen mujeres ensayistas; Arnoldo Mora localiza solo cuatro; y, en 100 años de literatura costarricense, de Margarita Rojas y Flora Ovares, no se halla ni una. Si bien en general las estadísticas señalan que este es el género menos practicado por las mujeres, en una proporción de un 20 por ciento ante un 80 por ciento de hombres, esto por sí solo no explica esa escasez de nombres femeninos. Sobre todo, si consideramos que autoras como Vera Yamuni, Yolanda Oreamuno, María Fernández Le Capellain, Carmen Naranjo, Luisa González, Carmen Lyra, Lilia Ramos y Emilia Prieto, por citar solo algunas de las más renombradas, ya habían producido y publicado su obra cuando se editaron esos estudios.

Como bien señala Grace Prada, “a las mujeres se las nombra como productoras de literatura periférica o marginal, y no como constructoras del quehacer intelectual del país”. Ella atribuye este hacerlas de menos, a falta de revisión de su quehacer en el Repertorio Americano, una revista que se publicó periódicamente durante casi cuarenta años a partir de setiembre de 1919. Puesto que este medio acogió muchas voces femeninas, desconocerlas explicaría parte de las omisiones e infravaloraciones hasta mayo de 1958, cuando se publicó el último número. Pero... ¿de entonces para acá? Prada ubica en los años setenta el cambio histórico “para las escritoras nacionales que venían escribiendo desde el ‘agujero’”. Ese sería, a su juicio, el momento en que “ellas se deciden a abrir la puerta”, y en que se realizó el mayor esfuerzo por visibilizar a las ensayistas contemporáneas, mérito este que recae en Leonor Garnier, quien, en 1976, reunió once textos en su Antología femenina del ensayo.

Leonor atribuye a la marginación “el exiguo número de representantes en ese género”, porque, lógicamente –dice ella– “al bloqueársele a la mujer su capacidad de pensamiento, continúa siendo un ser instintivo más que pensante”. Sin duda la sociedad ha venido poniendo obstáculos al desarrollo mental de las mujeres, pero deducir de ahí lo que Leonor deduce, supone adherirse a un peligroso estereotipo que podría estar incidiendo en la minúscula presencia de las ensayistas en antologías, historias literarias y libros de texto; e incidiendo también en las escritoras mismas, puesto que muchas se sentirían intimidadas al verse como intrusas en un feudo con castillo y señor.

Pienso, por ejemplo, en los textos de dos autoras como Luisa González y Vera Yamuni, representantes cabales del género ensayístico en cuanto este requiere, tal como lo manifiesta Fernando Rodríguez Genovés, alejarse de la prosa seca y adusta, seducir “por la fuerza del estilo” y de la personalidad transparentada en él, y abrirse “a la realidad mediante el “instrumento intersubjetivo del lenguaje y la fuerza universalizadora de la racionalidad”.

Pocos escritos como el de Luisa González, sobre cómo conoció a Carmen Lyra, en que nos presenta a la tímida estudiante en su intento de localizar la vivienda de “la niña Isabel” (su profesora en la Normal), entre las “puertas enfiladas a lo largo de calles y avenidas mirándose unas a otras”. Mientras busca, la joven Luisa fantasea con “una casa lindísima de grandes ventanales, rodeada de jardines, desde los cuales las musas darían su inspiración a la gran escritora”. Al fin la encontró: “una casita de adobes, bajita, seguida de una tapia cubierta de flores”, con “una puertecita angosta”, “tal vez la más antigua de la avenida sétima”. ¿Cómo durante años se privó a niñas y niños de la belleza y la enseñanza de un texto así?

Pienso en el goce de frases como esas en que Vera Yamuni grabó su admiración por Virginia Woolf, cuando dice: “Tú has traído a la vida de más de una mujer la necesaria soledad, el cuarto propio, complementos necesarísimos a nuestra pobreza de siempre. Porque pobres hemos sido desde que se inventó la pobreza, cuando hemos emitido nuestras íntimas convicciones”. O cuando habla de su admiración por la egregia poetisa de Lesbos: “Safo sonríe y su sonrisa desvanece ante mí el polvo que carcome, la mugre de insensibles y mi atmósfera fructifica. Comprendo ahora cómo los romanos patriarcas y jurídicos, dejaron perder la poesía de Safo, comprendo también que es imposible pedirle al bizantino Ovidio, tan lleno de estridencias, que la estime, porque cada uno da lo que por dentro lleva”.

Leyendo líneas como estas, hiere pensar en la injusticia que se ha venido cometiendo contra sus autoras, pero lastima más aún que se haya privado de su goce a la población costarricense, incluida la que se airea por los pasillos de las universidades. A lo mejor Vera nos está ofreciendo la tercera parte de la clave para entender y comprender que las ensayistas signifiquen poco o casi nada para quienes elaboran antologías, escriben la historia, hacen la crítica o enseñan literatura. Porque si pensamos que cada cual da lo que lleva por dentro, nos baste recordar que los olmos no dan peras. La sugerencia es que hagamos nosotras las plantaciones.

En esta labor de hortelanía, Grace Prada lleva años cultivando el peral, en el intento de “quebrar” lo que en sus propias palabras llama “el argumento sexista de que no hay pensadoras en Costa Rica” Parte de su cosecha nos la regala en este libro que ayudará en la ruda tarea de suprimir exclusiones infundadas y estereotipos insostenibles.

Marzo de 2021

Introducción

Marybel Soto Ramírez

El texto que hoy llega a sus manos denominado Lafeminizacióndelapalabraylaspensadorascostarricenses, es una antología de ensayos selectos, que tiene como objetivo primordial dar a conocer una serie de veinticinco ensayos que ponen en evidencia todo el caudal de creatividad y pensamiento desde las mujeres. La intención de esta pesquisa es invitar y provocar a otras y otros a seguir con el trabajo de historiar el pensamiento desde las mujeres.

Dado el volumen exagerado de ensayos recopilados, la tarea de visibilizar el aporte de las mujeres al pensamiento costarricense debe continuar. Es por estas razones que se escogieron solamente 25 textos, pidiendo de antemano perdón a las que no fue posible incluir, queda pendiente, entonces, la tarea de una enciclopedia del pensamiento costarricense desde las mujeres. La antología selecta se ha organizado, siguiendo un orden de acuerdo con ejes temáticos del quehacer de las ensayistas, ciertamente nada rígido, porque como se verá, algunas de nuestras pensadoras pueden ser ubicadas en una o más de las temáticas definidas. El orden en que se presentan los textos tiene carácter metodológico, lo que realmente interesa, es destacar el aporte de las mujeres al pensamiento desde el ensayo.

En el primer apartado, El pensamiento protofeminista y laliteratura de salón en Costa Rica, se ubican a las protofeministas, es decir, aquellas mujeres que sin declararse femeninas ni feministas, con sus acciones y pensamiento abrieron las primeras puertas del pensamiento con rostro de mujeres. Interesa conocer algunos textos que dan fe de la existencia de Manuela Escalante y la literatura de salón y su papel de pionera de la literatura verbal, al estilo de las preciosas de Francia en Cartago colonial. La originalidad de su pensamiento radica en que junto a hombres importantes del período posindependentista contribuyó a generar opinión política en momentos en los que las mujeres estaban cautivas en el mundo privado.

El segundo apartado contiene textos poco conocidos de destacadas mujeres de letras. Se parte de la literatura, en tanto es el campo del conocimiento más prolífero para buscar a las pensadoras de todos los tiempos. Se inicia con el ensayo de Amalia Montagné, a quien se le conoce por haber sido la esposa del literato Rogelio Sotela, pero poco o casi nada se sabe de su interesante producción de pensamiento. Amalia Montagné es una de las primeras mujeres de Costa Rica en ejercer la crítica literaria y sobre su producción intelectual poco se ha investigado.

Luisa González, la maestra y activista política, la mujer de la librería Internacional y la escritora, nos trae sus memorias de cómo tuvo el privilegio de conocer y compartir con Carmen Lyra el amor por la enseñanza y la claridad política de los primeros años del Partido Comunista de Costa Rica. Yolanda Oreamuno, la bella diva de los cuarenta, demostró que la belleza no riñe con el intelecto. En sus ensayos son importantes sus reflexiones sobre la identidad del costarricense y la equipotencialidad de las mujeres. Ella fue una mujer de pensamiento avanzado para su época, lo que explica la incomprensión de sus ideas y forma de vida en la gazmoña sociedad costarricense. En torno al tema sobre Elpensamientopolíticoyeducativo se han reunido a mujeres que dedicaron su vida a la educación y al ejercicio de la política. Matilde Carranza, una de las beligerantes mujeres que prendió fuego al periódico LaInformación en 1919, también es forjadora del pensamiento desde las mujeres. Ciertamente su discurso es el de la domesticidad de las mujeres, pero ella estuvo convencida de que de esa forma contribuiría a profesionalizar los oficios domésticos. Es posible afirmar que Matilde Carranza, Carmen Lyra y Lilia González fueron tres maestras que estuvieron influidas por el ideario anarquista de gran vigencia en nuestro país en las dos primeras décadas del siglo XX.

Carmen Lyra, la escritora, la política y la pensadora anarquista-socialista, dio lo mejor de su vida y obra intelectual a la sociedad costarricense. No dio el salto cualitativo hacia el feminismo-militante, pero fue una de las mujeres más conscientes de las necesidades de las mujeres pobres de nuestro país. Rescatar el aporte de las maestras humanistas a la construcción del pensamiento desde las mujeres ha sido una preocupación de quien escribe; por eso se incluye aquí el ensayo, “Las Maestras Rudecindas”, que viene a resumir el ideario de las maestras y su aporte al pensamiento nacional. No es posible comprender el pensamiento desde las mujeres sin reconocer el aporte de mujeres como Esther Silva, Vitalia Madrigal, Julia Lang, Esther de Mezerville, Emma Gamboa y la niña Carmen Lyra.

Otro de los temas de interés es el de la Identidad y culturadesde las mujeres. Diversas entre sí, ellas se dieron a la tarea de rescatar aspectos relevantes de la vida cotidiana y cultural de Costa Rica. Así lo hizo María Fernández de Tinoco al reconocer el valor de las tradiciones medicinales de los indios del Reventazón en la figura del Indio Prudencio. Berta Ma. Feo, erudita y conocedora del arte y arquitectura europeo y de NuestraAmérica nos traslada a mundos culturales que formaron parte de su exquisita educación y vida privilegiada. Emilia Prieto no solo fue cantante, ella fue la más grande folclorista de nuestro país, también se destacó como pintora, xilografista y rescatadora de coplas y la tradición oral de nuestro pueblo. Ella fue activista política antifacista, luchadora por la paz y militante comunista, todo eso y más reunido en una mujer apasionada por la música y la cultura costarricenses. Eunice Odio hace un excelente recuento de la influencia del surrealismo en el arte mexicano y hace una breve descripción de destacadas mujeres en el arte. Carmen Naranjo cierra el círculo de mujeres que han dado importantes aportes en la definición de la identidad cultural y nacional y que también se han preocupado en reflexionar sobre las mujeres y la cultura. Es una de las primeras escritoras en develar a las mujeres como forjadoras de la cultura desde la cotidianidad de la casa hasta los espacios académicos y literarios.

La Filosofía y el pensamiento desde las mujeres es otro de los tópicos de esta antología selecta. Vera Yamuni desarrolló su vida intelectual en México, por lo que es poco conocida en nuestro medio. Sin embargo, su trabajo intelectual abarcó desde el pensamiento árabe hasta el pensamiento feminista. Sus reflexiones sobre el ser y el valer de las mujeres y los hombres constituyen un importante aporte al pensamiento desde las mujeres. Vera Yamuni es una filósofa latinoamericana por su proyección y destacada vida académica en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se le respeta y aprecia por su aporte al pensamiento latinoamericano. Con la presencia de Ana Isabel Alfaro se pretende dar a conocer a una pensadora de la Universidad Nacional de la década de los ochenta, además es un homenaje póstumo a una filósofa que tuvo una corta pero fructífera vida.

Se completa esta antología selecta con el tema de las Pensadorasfeministas de Costa Rica, dando cabida al pensamiento de cuatro feministas que, aun distantes en el tiempo, tienen en común su ideario feminista. Ángela Acuña dedicó toda su vida a lograr uno de los más preciados derechos de las mujeres, el derecho al sufragio. Abanderada de la lucha sufragista, ella tuvo la gran visión de reconocer las necesidades de las mujeres pobres de nuestro país. Junto a otras mujeres, como Ana Rosa Chacón y Corina Rodríguez, abrieron brecha a las luchas de las mujeres. Siendo la primera mujer en obtener el título de abogada, no ejerció su profesión. Sin embargo, hizo un gran aporte al conducir la lucha por el derecho al sufragio. Yadira Calvo, escritora de nuestro tiempo, nos brinda en sus ensayos una visión actualizada y beligerante del pensamiento feminista del siglo XXI. Alda Facio es una de las pensadoras feministas contemporáneas que más produce en el campo de los derechos de las mujeres como derechos humanos. Sus aportes a la teoría feminista son dignos de reconocer, sobre todo en un país que poco hace por destacar el pensamiento feminista. Montserrat Sagot, en la primavera de su pensamiento intelectual, nos brinda importantes reflexiones teóricas sobre el feminismo y, especialmente, sobre la violencia contra las mujeres. Ella representa a todas aquellas mujeres que combinan teoría y práctica feministas. En todas ellas tenemos a pensadoras que, sin poses de intelectuales, son forjadoras del pensamiento costarricense.

I.El pensamiento protofeminista y la literatura de salón en Costa Rica

El ensayo desde la perspectiva de las mujeres

Grace Prada Ortiz

El ensayo es uno de los géneros literarios con mayor flexibilidad y diversidad temática; podemos escribir ensayos con contenido ecológico, artístico, político, económico y por supuesto, ensayos feministas; el abanico de posibilidades es igual a la cantidad y variedad de temáticas existentes. El ensayo prioriza lo subjetivo: de aquí su importancia para las feministas; no obstante, es necesario preguntar: ¿Qué significa abordar el ensayo desde la perspectiva feminista? ¿Cuál es la diferencia entre ensayo femenino y feminista? En la definición teórico-metodológica del ensayo, es prioritario retomar los argumentos sobre los ensayos femeninos y feministas de la escritora cubana Aralia López González:

En mi trabajo crítico he establecido la distinción entre la mujer pensada y hablada por hombres, a lo que llamo discurso de lo femenino, y la mujer pensada y hablada por las mujeres mismas, que según el grado de auto-conciencia genérica y el desarrollo teórico y político del feminismo en el contexto social y en lo individual, denomino, diferenciándolos, discurso femenino y feminista. Demás está decir que en la práctica estos tres tipos de discurso pueden mezclarse, pero en lo cualitativo, significan cambios importantes de perspectiva (experiencia y concepción del mundo) en términos históricos. La distinción de estos discursos, y en particular entre los dos últimos, es fundamental para trazar la tradición del pensamiento crítico feminista, así como para entender analíticamente la perspectiva que organiza en un primer nivel la significación de la producción ensayística e incluso literaria… Por otra parte, es desde la perspectiva femenina y, definitivamente, la feminista, desde las cuales las mujeres fundan una discursividad en la que se revelan y pueden reconocerse como propietarias legítimas, ejerciendo el derecho a autorrepresentarse a partir de su propia enunciación en interpretación del mundo (López Aralia, en EnsayosIbéricos, 1995, p. 135).

El pensamiento desde las mujeres, se definan o no feministas, es lo que interesa historiar. Con la oportuna distinción de López, fijo mi punto de partida para analizar los ensayos femeninos y feministas del pensamiento costarricense. La realización de una pesquisa sobre las ensayistas feministas nacionales e internacionales dio como resultado un hallazgo fundamental; este fue encontrar una rica veta de investigación de ensayos femeninos y feministas, que es imposible abarcar en su totalidad. De pronto me encontré hurgando en los ensayos de mujeres, unas feministas otras menos feministas, pero todas tienen en común ser creadoras del pensamiento latinoamericano.

La producción ensayística y de pensamiento de las mujeres tiene una trayectoria histórica de más de doscientos años. Es hasta ahora que las teorías críticas feministas incursionan en los diferentes campos del conocimiento, que empezamos a conocer la inmensa producción de las mujeres en el campo de las letras.

La teoría crítica literaria feminista hace su aporte en este sentido, autoras como Toril Moi, Lucy Irigaray, Julia Kristeva, Eliane Showalter, hacen profundos estudios para rescatar a las mujeres creadoras en la literatura. La ensayística feminista emerge de la teoría literaria feminista, promovida por un grupo de escritoras, entre ellas Toril Moi. Ella escribió Teoríaliterariafeminista, y explica que su objetivo es: “discutir los métodos, principios y la política que operan dentro del marco de la crítica feminista y el principal objetivo de la crítica feminista ha sido siempre político; es decir, tratar de exponer las prácticas machistas para erradicarlas” (Moi, 1988, p. 10).

La teoría literaria feminista es la primera en tratar de explicar el ensayo desde la perspectiva feminista, y es la responsable de visibilizar a las escritoras de todos los tiempos. Las ensayistas inundan la literatura, pero no han sido nombradas por la literatura oficial. Para Toril Moi, es vital la recuperación de las obras de Virginia Woolf, como una forma de acercarnos a la literatura desde una posición alternativa; es decir, desde las mujeres. La producción ensayística de las mujeres no es un fenómeno nuevo en las letras A este respecto, la cubana Aralia López González dice:

La reflexión feminista escrita en forma de ensayo tiene ya casi doscientos años a su haber por lo que ya podemos hablar de textos clásicos del feminismo como fundamento de una tradición que ha legitimado la experiencia de autonomía y de institucionalización de los estudios sobre la mujer o estudios de género, lo cual se ha logrado en muchos países y también en México (López, 1995, p. 133).

En Costa Rica, desde principios del siglo las mujeres escriben ensayos y producen pensamiento. Una de las primeras en manifestarse en las letras costarricenses fue Manuela Escalante, pero es Ángela Acuña quien da el grito de salida en la carrera de los ensayos desde la perspectiva feminista. De aquí en adelante, los ensayos escritos por mujeres son parte de la literatura universal, tal vez de manera desconocida y hasta clandestina, como la mayoría de las obras intelectuales de las mujeres. Por razones de exclusión histórica, las mujeres hemos asumido tardíamente la escritura y, por ende, la cultura: “para poder definir su cultura las mujeres tuvieron primero que aprender a hablar, ‘descolonizar’ el orden simbólico de las lenguas que mascullaban” (Gargallo, 1995, p. 79).

Tomar conciencia de su propia existencia fue el primer paso en el despertar de las mujeres. El salto cualitativo en la construcción de su identidad y la creación de una cultura desde las mujeres, ha sido el tomarse la palabra. El ensayo feminista se convierte en tribuna de las voces y el pensamiento de las mujeres. En busca de su identidad y autodefinición, unas mujeres escribieron contra las ideas del social-darwinismo y los abanderados biologistas de lo “natural”, quienes definían a las mujeres como incapaces mentales y las segregaban a los grupos de los niños y los enfermos mentales. Sin embargo, otras se adherían y contribuían con sus escritos a reforzar la posición biologicista que encontraba las razones de la subordinación de las mujeres en su anatomía.

Paralelamente a la producción ensayística, las feministas se dedican a labores políticas, a la organización y consolidación de los movimientos de mujeres, con ello pretenden alcanzar una sociedad más justa y equitativa. Esa condición de activista política y escritora devela en las mujeres una diversificación de su quehacer y gran esfuerzo como generadoras de pensamiento, situación que se hace más evidente a partir de la década de los setentas y ochentas. Durante estos años, las mujeres se abren paso en las letras y salen a la luz las primeras revistas feministas, que, en adelante, serán verdaderos foros para el debate feminista.

Para entonces, la discusión feminista apunta hacia varios ejes temáticos que guían su dinámica; estos varían de acuerdo con las necesidades y reivindicaciones planteadas por el movimiento feminista. Algunos de los ensayos dieron prioridad al tema del cuerpo, el aborto, la sexualidad, y la relación con la ciencia. Es importante decir que la producción ensayística feminista no se separa de la práctica política, aunque en algunos momentos, las feministas dieron prioridad al trabajo político en desmedro de la producción ensayística.

En ElensayofeministaenMéxico (1995), Francesca Gargallo hace un interesante recuento de las revistas que han servido de espacio para el debate de las feministas mexicanas. Múltiples problemas enfrentaron las mujeres mexicanas con la publicación de la revista, que llegó hasta el número 49. La autora dice que paulatinamente la RevistaFem fue perdiendo autonomía; las feministas escribirían menos en este espacio, lo que ocasionó su salida. Desde 1985, en medio de los conflictos que se suscitaron en Fem, un grupo de feministas se dedicó a desarrollar la idea de hacer otra revista. Y así, después de un largo proceso, en 1990 aparece el primer número de Debatefeminista, que tendría sus tropiezos y limitaciones, pero, en lo fundamental, es una importante revista de pensamiento feminista. “[E]n Debatefeminista se plantea que el género adecuado para expresar las divagaciones, teoría de mujeres y hombres acerca de la cuestión femenina, es el ensayo” (Gargallo, 1995, p. 99). Gargallo enfatiza la importancia del ensayo para la producción intelectual de las feministas.

Al entrar en la década de los años ochenta, la producción ensayística feminista en América Latina, se incrementa notablemente; es el momento de mayor auge y difusión de los ensayos femeninos-feministas. Las mujeres escriben sus ensayos partiendo de sus experiencias cotidianas, una cotidianidad cargada de represión, subordinación y del androcentrismo que impone la cultura patriarcal.

Es mi tesis que el hecho de que las mujeres se apropien del ensayo literario para tomarse la palabra tiene relación con la disponibilidad de tiempo. Es posible que la elaboración de un ensayo requiera menos tiempo que una novela, por ejemplo, lo que hace al ensayo más atractivo para las mujeres, ya que por lo general las mujeres carecemos de tiempo propio. Esta modalidad de escritura es flexible y permite sacar el espíritu de libertad, reprimido en las mujeres.

El ensayo es un género literario amigable, noble, y no tiene las dificultades y estructura de otros géneros; facilita la expresión de las ideas y es el género literario con el cual las mujeres se sienten cómodas produciendo pensamiento. En el ensayo encuentran las mujeres una forma de expresión literaria acorde con su visión de mundo, un espacio para discurrir sobre la subjetividad y expresarse de manera más libre, pero no menos rigurosa.

Al historiar los ensayos femeninos y feministas del siglo XX en Costa Rica, se quiebra el argumento sexista de que no hay pensadoras en Costa Rica. El registro de nombres y apellidos de mujeres ensayistas, junto con sus obras, es el testimonio fehaciente de que las mujeres costarricenses han sido forjadoras del pensamiento nacional. Unas ensayistas se definen feministas en los albores del siglo XX, otras nunca conocieron el feminismo, pero en la gran diversidad que somos las mujeres, todas coinciden en saberse hacedoras del quehacer intelectual de este país.

Bibliografía

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Moi, Toil. 1988. Teoríaliterariafeminista. Editorial Cátedra.

El pensamiento de las mujeres en perspectivas

Grace Prada Ortiz

El pensamiento desde las mujeres tiene una trayectoria histórica de más de doscientos años y posee rasgos propios que lo definen de manera particular. Sin pretender abarcar toda la producción intelectual de las mujeres, lo que desviaría el objeto de estudio de la investigación, he considerado necesario hacer un recorrido por la historia del pensamiento, que posibilite identificar los escritos fundantes del pensamiento desde las mujeres, así como reconocer la existencia de un pensamiento protofeminista y feminista.

El pensamiento feminista, como cualquier otro sistema de ideas, no parte de cero; con esto se quiere decir que en su formulación ha ido tomando conceptos de muchas fuentes, refutando muchas veces verdades absolutas. También se ha nutrido de algunos conceptos de los clásicos, tanto de la filosofía, como de la economía política, la historia, antropología, psicología o psicoanálisis; esta característica convierte al pensamiento desde las mujeres en un paradigma inter y multidisciplinario, novedoso y en plena construcción.

En este proceso de elaboración teórica el pensamiento feminista ha tomado de los clásicos algunos de sus conceptos y, después de una fuerte crítica, se ha dado a la tarea de reformular conceptos y categorías de análisis alternativos que permitan interpretar la realidad de manera no excluyente, dejando atrás el sexismo y la misoginia. Es por eso que la desconstrucción para la reconstrucción se convierte en estrategia teórico-metodológica indispensable de las teorías del pensamiento feminista.

La historia del pensamiento desde las mujeres es tan vasta como la participación de las mujeres en todos los acontecimientos de la vida. La producción intelectual de las mujeres se caracteriza por la diversidad de textos; estos van desde la poesía, el cuento, la novela, la epístola, el teatro, hasta el ensayo, que es el género literario que analizaré con detenimiento. De acuerdo con el discurso y con la orientación ideológica y política, en el pensamiento de las mujeres podemos diferenciar escritos femeninos, protofeministas y feministas. Las mujeres han escrito desde diferentes trincheras políticas, culturales y filosóficas; así mismo, la producción intelectual de las mujeres es tan antigua como su existencia.

Desde tiempos de los griegos y del Imperio Romano, pasando por la Edad Media hasta nuestros días, las mujeres no han estado ajenas a la influencia de las diferentes corrientes de pensamiento. Defensoras de los preceptos ilustrados de igualdad, libertad y fraternidad, escribieron sobre la falta de equidad entre las mujeres y los hombres. Sabemos que las mujeres salieron al paso de sus oponentes que participaron de los procesos emancipatorios de los Estados Unidos y de Nuestramérica, que defendieron el derecho a la educación mucho antes que las sufragistas defendieran el derecho al voto; defendieron el derecho sobre los títulos de propiedad y se pronunciaron contra la institución patriarcal del matrimonio.

Asimismo, se identificaron plenamente con las ideas revolucionarias de 1848 en Europa, escribieron sendos pronunciamientos contra la esclavitud en los Estados Unidos, se abocaron a las luchas sufragistas y defendieron los derechos civiles de las mujeres en todo el mundo. Desde la literatura de salón con el movimiento preciosista francés, hasta las feministas contemporáneas, las mujeres han tenido una amplia producción intelectual. En todos los momentos de la historia las mujeres han desarrollado sus habilidades intelectuales, demostrando que son tan forjadoras de pensamiento como los hombres.

Los escritos que representan el pensamiento protofeminista hacen su aparición de manera temprana tanto en Europa como en América. Muchos de estos escritos no son exactamente discursos feministas. Sin embargo, el solo hecho de escribir se consideró durante mucho tiempo una grave trasgresión, que bien puede entenderse como una reivindicación de carácter feminista. El siglo XV parece haber sido el siglo que abrió las puertas a la escritura con rostro de mujer. En Francia, Cristina De Pisan y Margarita de Valois escribieron ensayos y poesías. También lo hizo Marie Lejars de Gournay, quien escribió L’egalitedeshommesetdesfemmes.

En Europa, durante el siglo XVII, sobresale en la literatura española la monja Teresa de Ahumada y Cepeda, conocida como Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Fundadora de la Congregación de monjas Carmelitas Descalzas en España, fue beatificada en 1616 y canonizada en 1622. Santa Teresa de Jesús ha sido la primera mujer proclamada DoctoradelaIglesia, en 1970, por el Papa Pablo VI. Su aporte al pensamiento ha quedado registrado en sus escritos Caminoalaperfección (1583), su autobiografía Librodesuvida (1588), y Castillointerior o LasMoradas (1577), que aborda el tema de la evolución del alma a través de la metáfora del castillo.

María de Zayas Sotomayor (1590-1661) escribió Lafuerzadelamor,ElprevenidoengañadoyLainocenciacastigada. Ella rechazaba la sumisión a los hombres, fuesen estos padres, hermanos o maridos, criterio que expresó el siguiente fragmento: “…en cuanto a la crueldad con las desdichadas mujeres, no hay que fiar en hermanos ni maridos, que todos son hombres” (“La inocencia castigada”, en Martín-Gamero, 1975, p. 25). María Zayas hizo pública su inconformidad ante la desigualdad y la discriminación que sufrían las mujeres en las relaciones familiares.

En la Nueva España del siglo XVII surge la figura de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). Aclamada en México como la primera feminista, dio pasos certeros para dedicarse al oficio de escritora, que entonces era exclusivo de los hombres. Tomando todos los riesgos, pero sin claudicar en sus ansias de saber en RespuestaaSorFiloteadelaCruz (1691), ella escribió:

¿Qué entendimiento tengo yo, qué estudio, qué materiales, ni qué noticias para eso, sino cuatro bachillerías superficiales? Dejen eso para quien lo entienda, que yo no quiero ruidos con el Santo Oficio, que soy ignorante y tiemblo de decir alguna proposición malsonante o torcer la genuina inteligencia de algún lugar. Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino solo para ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento (Sor Juana Inés de la Cruz, 1998, p. 33).

Aun cuando las mujeres han sido condicionadas al ostracismo, marcadas con las labores domésticas, muchas lograron dar saltos cualitativos y tomaron medidas radicales en aras del saber y el conocimiento. La libertad de expresión no ha sido una característica común en los escritos de las mujeres. En la América española, no todas las mujeres se resignaban a la carencia de creatividad y el aburrimiento que imponía el palacio y la iglesia a las nobles. Esta situación dio origen a la aparición de algunas transgresoras que necesitaban expresarse por medio de la pluma. El derecho que reclamó durante toda su vida Sor Juana fue el de saber más, como ella misma lo afirmó.

La sociedad del siglo XVII negaba a las mujeres el acceso al conocimiento y sancionaba a quienes se dedicaran al oficio de escritora. Sor Juana se rebeló contra una sociedad que únicamente ofrecía dos caminos a las mujeres: el matrimonio o el convento. Ella eligió el claustro para dedicarse a la labor creativa de las letras. En el pensamiento de Sor Juana Inés convergen varias corrientes filosóficas; además de la escolástica, ella conoció el discurso del estoicismo, el neoplatonismo y el pensamiento hermético. Sor Juana levantó el andamio de su pensamiento, pero: “(...) lo que ella quería ver era lo que está más allá del mundo. La terminología y los conceptos escolásticos le sirvieron también para ocultar su intención ante sus contemporáneos” (ibíd., p. 228).

A sus inquietudes por la filosofía sumó el gusto por la estética, con la idea de mejorar su comprensión de la realidad y profundizar en su poesía. En los escritos de Sor Juana Inés de la Cruz no existe un sistema de pensamiento filosófico y normativo como lo concebimos en la actualidad. Pero su contacto con los clásicos de la filosofía y las corrientes más variadas de pensamiento, le posibilitaron tener una visión de la vida y del mundo que terminó siendo incompatible con las enseñanzas de la escolástica. Sor Juana Inés de la Cruz fue una transgresora, una mujer que se adelantó a su tiempo, demasiado erudita para el gusto de los patriarcas escolásticos con quienes le tocó disentir, ella fue una mujer que tuvo excelente dominio de la palabra para su tiempo. No en vano se le ha llamado la primerafeministadeAmérica:

Si por feminista entendemos a una mujer que ha tomado conciencia de su opresión como mujer y trata de influir de algún modo para transformar esta realidad, podemos decir que Sor Juana es feminista en la medida en que podía serlo una mujer sola, en la segunda mitad del siglo XVII. Ahora bien, Juana tiene particularidades propias de una mujer que lucha por su liberación. Es monja y escribe literatura profana; le prohíben estudiar y estudia; en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz se produce de forma contestataria. Rechaza el matrimonio, pero tampoco es una mística. Es creyente no había otra opción pero es dialéctica y no se conforma con lo dado (Grupo Feminista de Cultura, en RespuestaaSorFilotea, 1998, p. 21).

En la sociedad novohispana, una mujer con semejantes rasgos de carácter y con tal potencial de erudición debía ser castigada; su desarrollo intelectual se consideraba arrogante y por esa osadía se debía pagar un alto precio. Sor Juana tuvo que abandonar lo que más amaba: las letras. Como presintiendo el destino que le depararía su convicción de dedicarse a las letras escribió: “Que mi tintero es la hoguera donde tengo que quemarme” (Romances, I, p. 146).

Si bien a Sor Juana Inés no la quemó la Santa Inquisición, la metáfora de su verso es válida, porque su vida se fue consumiendo en el silencio. Se quemó y apagó la flama de su pluma; el odio y la envidia de sus contemporáneos escolásticos quemaron a Sor Juana. Ella se sometió a exageradas penitencias, pero nunca se arrepintió de dedicarse al saber y al oficio de escritora. Cuando México fue azotado por pestes, Sor Juana enfermó y murió el 17 de abril de 1695. Jesús García Álvarez resume con sabiduría la vida de Sor Juana Inés de la Cruz con las siguientes palabras: “Sor Juana era una mujer, era una monja. Su época era un siglo sin relieve intelectual. Eso era lo maravilloso sobresalir en esas condiciones” (García, 1997, p. 229).

En Nuestramérica el oficio de escritora despega con Sor Juana Inés de la Cruz y con Sor Leonor Ovando, una monja dominicana que escribió poesía. Sor Juana Inés de la Cruz fue una mujer de ruptura, con una posición definida ante la vida y la escolástica. Una mujer que eligió saber y escribir, aun sabiendo que por ello sería sancionada y perseguida.

En Inglaterra, Anne Finnch, conocida como Lady Winchilsea (1661-1720), denunció, en su poesía la prohibición social que se ejercía sobre las mujeres que se dedicaban al oficio de escritoras. Al respecto, escribió: “¡Ay! de la mujer que coge la pluma, es considerada una persona tan presuntuosa, que no hay virtud que pueda redimirla de su delito” (Lady Winchilsea, en Martín-Gamero, 1975, p. 29).

Los derechos de las mujeres no formaron parte de la agenda política de las reivindicaciones que promovieron los procesos revolucionarios que vivía Europa y la nación estadounidense durante el siglo XVII y XVIII. Por ello, las europeas y estadounidenses no sintieron que sus derechos fuesen iguales a la de los hombres. Es así que, decididamente, alzaron sus voces y se dedicaron a escribir poesía, novelas y ensayos. Con estos escritos procuraban despertar conciencias para obtener la igualdad de derechos y la libertad que tanto había proclamado la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos.

En Francia las mujeres participaron decididamente en la Revolución de 1789; de un lado las mujeres del pueblo exigían pan y, en el otro bando, las intelectuales exigían igualdad y libertad en condiciones iguales a los hombres. Olimpia de Gauges (1748-1793), cuyo verdadero nombre era Marie Gouze, fue la representante de las intelectuales francesas. Escribió durante la Revolución gran cantidad de panfletos, discursos y pronunciamientos en pro de los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas. En LaDeclaracióndelosDerechosdelaMujerydelaCiudadana (1791), esta beligerante mujer del siglo XVIII criticó fuertemente la DeclaraciónUniversaldelosDerechosdelHombreydelCiudadano, por ser un documento que tomaba al hombre como representante universal de toda la humanidad. Para De Gauges, las mujeres no estaban incluidas en ese concepto universal de hombre; de ahí que tomara la decisión de escribir un manifiesto en que las mujeres estuviesen incluidas. Retomo a continuación un importante párrafo de la DeclaracióndelosDerechosdelaMujerydelaCiudadana. Sus proféticas palabras son expresadas en el siguiente texto:

Nadie debe ser perseguido por sus opiniones incluso fundamentales; la mujer que tiene el derecho de subir al patíbulo, igualmente debe tener el derecho de subir a la Tribuna, a condición de que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley (De Gouges, en Martino y Bruzzese, 1996, p. 214).

Su rebeldía y temprana trasgresión le costó la vida a Olimpia de Gaouges. Fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793 por: “haber olvidado las virtudes que convienen a su sexo y por haberse inmiscuido en asuntos de la República” (en Martino y Bruzzese, 1996, p. 216).

Mary Wollstonecraft (1759-1797), en el texto clásico del feminismo, Vindicacióndelosderechosdelasmujeres (1791), promulgó la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Para ella, la educación era clave para resolver la ignorancia y carencia de entendimiento de las mujeres. Abogó por la igualdad de derechos para las mujeres en el matrimonio. El siguiente fragmento evidencia que Mary Wollstonecraft tenía absoluta claridad de los derechos de las mujeres:

Fortalezcamos la mente femenina ensanchándola y será el final de la obediencia ciega; pero como el poder busca la obediencia ciega, los tiranos y sensualistas están en lo cierto cuando tratan de mantener a la mujer en la oscuridad, porque el primero solo quiere esclavos y el último un juguete. De hecho, el sensualista ha sido el más peligroso de los tiranos, embaucadas las mujeres por sus amantes, como los príncipes por sus ministros, mientras soñaban que reinaban entre ellos (Wollstonecraft, 1994, p. 135).

Ante el constante irrespeto y la ignorancia sobre los derechos de las mujeres, en los Estados Unidos se levanta la voz de la esposa del presidente estadounidense, Abigail Smith Adams (1744-1818). Con la autoridad política y moral que le dio el haber participado en la redacción de la DeclaracióndeIndependenciadeEstadosUnidos, le escribió varias cartas a su esposo en las que le planteaba la necesidad de tomar en cuenta los derechos de las mujeres en las decisiones políticas. La epístola fue la herramienta discursiva que utilizó Abigaíl Adams para hacer valer su pensamiento en pro de los derechos de las mujeres estadounidenses. Entre las cartas más importantes están las de marzo, abril y mayo de 1776. En una de estas interesantes misivas, Abigail Adams explica a su esposo:

(A John Adams de su mujer, Abigaíl Adams, 31 marzo 1776) (...) en el nuevo código de leyes, que supongo tendréis que redactar, desearía que te acordases de las damas, y que fueses más generoso y condescendiente con ellas que tus antepasados. No pongas un poder tan ilimitado en las manos de los maridos. Recuerda que todos los hombres serían tiranos si pudiesen. Si no se nos presta especial atención y cuidados a las damas, estamos decididas a organizar una rebelión y no nos consideraremos obligadas a obedecer ninguna ley en la que no hayamos tenido ni voz ni voto (en Martín-Gamero, 1975, p. 32).

Uno de los textos clásicos que marcan el despegue de la organización del movimiento feminista y del pensamiento feminista en los Estados Unidos, es la DeclaracióndeSénecaFalls (19 de julio de 1848). Es este un documento que consta de doce puntos y propone la igualdad de derechos de las mujeres y fue redactado por Lucrecia Mott (1793-1880), prominente reformadora social y predicadora cuáquera y por Elizabeth Cady Stanton (1815-1902).

La historia del pensamiento de las mujeres estadounidenses registra otros textos de Elizabeth Cady Stanton, entre ellos el DiscursopronunciadoantelaAsambleaLegislativadelEstadodeNuevaYork (1854) y el otro es el DiscursopronunciadoantelaAsambleaLegislativadelEstadodeNuevaYork (1860). En el discurso de 1854, la autora hace una amplia reflexión sobre la desigualdad de las mujeres en la República de los Estados Unidos. Transcribo un aspecto sobre los que Elizabeth Cady Stanton disertó ante la Asamblea Legislativa del Estado de Nueva York:

Obsérvese la posición de la mujer como tal mujer. No es suficiente para nosotras que vuestras leyes nos permitan vivir y respirar, reclamar nuestros protectores legales lo que es necesario en la vida –pagar el castigo de nuestros crímenes. Lo que nosotras pedimos es el total reconocimiento de todos nuestros derechos como ciudadanas del Estado. Somos personas, somos ciudadanas nacidas libres, somos propietarias, contribuyentes; sin embargo, se nos niega el ejercicio de nuestro derecho de voto. Nosotras nos mantenemos, y en parte, sostenemos vuestros colegios, vuestras universidades, vuestros asilos, vuestras cárceles, el ejército, la marina, toda la maquinaria del gobierno y, no obstante, no tenemos voz en vuestras asambleas. Reunimos todas las condiciones que requiere la Constitución para el votante, excepto el sexo... (Elizabeth Cady Stanton, en Martín-Gamero, 1975, p. 70).

La segunda mitad del siglo XIX en los Estados Unidos marca el inicio de las luchas sufragistas. De esta manera, la voz disidente de Elizabeth Cady Stanton responde al discurso de las protofeministas que defendieron los derechos políticos y ciudadanos de las mujeres. Por su parte, Lucrecia Mott se refirió vehementemente a la decisión doce del documento en cuestión de la siguiente manera:

Decidimos: Que la rapidez y el éxito de nuestra causa dependen del celo y de los esfuerzos, tanto de los hombres como de las mujeres, para derribar el monopolio de los púlpitos y para conseguir que la mujer participe equitativamente en los diferentes oficios, profesiones y negocios (DeclaracióndeSénecaFalls, en Martín-Gamero, 1975, p. 57).

En el grupo de las protofeministas tenemos también a Lucy Stone (1818-1893). Entre sus méritos está el haber fundado, junto con su esposo, la revista feminista Woman’sJournal. Ella y su marido, Henry B. Blackwell, suscribieron el documento Protestacontraelmatrimonio. En el Discursode1855, Lucy Stone explica su punto de vista sobre la lucha por los derechos de las mujeres de la siguiente manera:

Me desilusioné de nuevo cuando llegó el momento de buscar una profesión digna de un alma inmortal; todo tipo de trabajo me estaba vedado excepto el de maestra, el de costurera o el de ama de llaves. En su educación, en el matrimonio, en la religión en todo, lo que le espera a la mujer es la desilusión. Y la principal tarea de mi vida consistirá en hacer más profunda la desilusión en el corazón de toda mujer hasta que deje de ceder ante ella. Lo que yo deseo es que las mujeres, en vez de ser escaparates andantes, en vez de pedir a sus padres o a sus hermanos un bello sombrero de última moda, les reclamen sus derechos (Lucy Stone, en Martín-Gamero, 1975, pp. 65-66).

Las múltiples voces de las valientes mujeres estadounidenses que iniciaron las luchas por reivindicar los derechos de las mujeres se alzaron por doquier; es así que tenemos a Ernestine L.

Rose (1810-1892), a quien se le conoce como: “librepensadora, abolicionista, y socialista de la escuela de Robert Owen y una empedernida campeona de los derechos de la mujer” (Martín-Gamero, 1975, p. 77). A Ernestine Rose le deben las mujeres estadounidenses contemporáneas el logro de la LeydeDerechosdePropiedaddelaMujer, que fue emitida en 1848. Según las fuentes consultadas, el año de 1848 constituye el momento de despegue de la organización del movimiento feminista en los Estados Unidos. Otro de sus legados es el Discursode1860, en el que la autora hace un reconocimiento a la labor realizada por Frances Wrigth en pro de la igualdad de los sexos.

A Susan B. Anthony (1820-1906) se le conoce como activista de los derechos de propiedad de las mujeres casadas; ella luchó arduamente contra la esclavitud durante la guerra civil de los Estados Unidos. De 1868 a 1870 fungió como redactora de la revista TheRevolutionist, uno de sus discursos es Lamujerquierepan,noelvoto.

Las hermanas Victoria Claflin Woodhull (1838-1927) y Tennessee Claflin (1846-1923) se destacaron por transgredir el orden establecido de manera constante y provocativa. De avanzados pensamientos feministas dondequiera que estuviesen causaban revuelo. Entre sus grandes méritos está haber fundado la revista femenina radical WoodhullEClaflin’sWeekly:

(…) en la que se trataban temas tan arduos como la prostitución, las enfermedades venéreas, el aborto, la sexualidad femenina, con una franqueza y un desgarro totalmente inconcebibles en el siglo XIX. En sus artículos se mostraban, además, partidarias del socialismo y el amor libre, siendo su revista el primer periódico americano que publicó el Manifiesto Comunista (Martín-Gamero, 1975, p. 85).

Son propiedad intelectual de Tennessee Claflin, los escritos Loqueesyloquenoeslavirtud (1871) y ¿Quiéntienelaculpa? (1872).

Frances Wright (1795-1852), de padres escoceses, fue educada en Inglaterra, y pronto se identificó con las ideas de la RevoluciónFrancesa, sobre la igualdad y libertad. Se trasladó a vivir a los Estados Unidos, donde vivió con Robert Dale Owen; fundaron el periódico NewHarmonyGazette y posteriormente FreeEnquirer; en sus escritos defendieron el feminismo y el control de la natalidad. Frances Wright se dedicó a difundir sus ideas en el ensayo Cursodeconferenciaspopulares. Uno de los temas centrales de estos escritos fue la defensa del derecho de las mujeres a la educación. También se pronunció a favor de la liberación de los negros y la igualdad de derechos para las mujeres.

Es importante destacar que las protofeministas y feministas estadounidenses combinaron la lucha antiesclavista con la de la emancipación de las mujeres. La gran mayoría de las pensadoras fueron abolicionistas y feministas al mismo tiempo; esto evidencia un importante desarrollo de la cultura política y un vasto conocimiento de la realidad del país por parte de las mujeres estadounidenses.

Sara Grimké (1792-1873) se destacó por la lucha antiesclavista y su ferviente discurso feminista. Fue una mujer que expresó su pensamiento libertario a través de sus Cartassobrelaigualdaddelossexosylasituacióndelamujer (1837). Sus cartas son espléndidos discursos sobre la igualdad de la mujer y el hombre ante Dios. En una de las cartas dirigida a Mary S.

Parker, presidenta de la Female Anti-Slavery Society of Boston del 17 de junio, Sara Grimké escribió:

Me regocijo porque estoy convencida de que los derechos de la mujer, lo mismo que los derechos de los esclavos, les bastará con ser analizados para ser comprendidos y defendidos, incluso por algunos de los que ahora tratan de asfixiar los irreprimibles deseos de libertad espiritual y mental que se agitan en el corazón de muchas mujeres que apenas se atreven a descubrir sus sentimientos (Martín-Gamero, 1975, p. 102).

La primera socióloga de los Estados Unidos fue Harriet Martineau (1802-1872). En su ensayo SocietyinAmérica (1837) criticó con vehemencia las desigualdades y la discriminación que padecían las mujeres de su época producto de las relaciones matrimoniales. Al respecto, escribió:

Accordingly, marriage is the only object left open to woman. Philosophy she may pursue only fancifully, and under pain of ridicule: science only as a pastime, and under similar penalty. Art is declared to be left open: but the necessary learning, and yet more, the indispensable experience of reality are denied to her. Literature is also said to be permitted: but under what penalties and restrictions?... Nothing is left for women but marriage (Martineau, en Rossi, 1973, p. 126).

De la pluma de la inglesa Harriet Taylor Mill (1804-858) tenemos el ensayo Laemancipacióndelamujer. Harriet Taylor compartió su vida y quehacer intelectual con su esposo, el también pensador John Stuart Mill. Con su pensamiento, Taylor Mill pretendía hacer realidad la educación para las mujeres y con ello reivindicar los demás derechos de las mujeres. En un extracto de su ensayo queda plasmado su pensamiento a favor de las mujeres:

En el presente estadio de la civilización, ¿qué perjuicio podría haber, en primer lugar, en conceder a la mujer igualdad total de derechos y privilegios civiles y políticos con el varón y, en segundo, en rescindir todas las leyes relativas al matrimonio? Entonces, si las mujeres que tuvieran hijos hubieran de encargarse de mantenerlos, no los traerían al mundo sin considerar antes cómo iban a hacerlo... La mujer ya no tendría así más motivo que el hombre para intercambiar a un ser humano por pan o por otra cosa. Si los cargos públicos les estuvieran, también abiertos, todas las ocupaciones se repartirían entre los sexos según la capacidad natural de cada persona. Los padres prepararían a sus hijas de la misma manera que a sus hijos... (Martín-Gomero, 1975, pp. 106-107).