Nicola Cornick
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Nicola vivió en Yorkshire hasta los dieciocho años, muy cerca de los páramos que habían inspirado a las hermanas Brontë a escribir Jane Eyre y Cumbres borrascosas. Uno de sus abuelos fue poeta, y en su familia había maestros y lectores voraces que llenaban la casa de libros. Con esos orígines era imposible que Nicola no se convirtiera en una ávida lectora. Nicola fue al típico colegio donde se enseñaba a las chicas cómo encontrar un marido rico y como subir o bajar de un Rolls-Royce airosamente. Desgraciadamente Nicola no prestó demasiada atención a esas clases de cómo encontrar marido rico y por lo tanto nunca tuvo la oportunidad de montar en Rolls-Royce. La lectura la mantenía muy ocupada. También desarrolló en el colegio su amor por la historia, la literatura inglesa, y el francés. Mientras tanto, Nicola se pasaba las tardes leyendo novelas románticas, históricas y viendo películas de época con su abuela. Sus abuelos fueron muy influyentes y también la enseñaron a coser, bailes de salón y cómo plantar ruibarbos, por lo que todo esto fue determinante para incorporarlo en sus novelas históricas en algún momento. A los dieciocho años se fue al sur para estudiar historia en la Universidad de Londres y durante las vacaciones hacía trabajos variados, desde poner etiquetas con precios en una fábrica de zapatos a servir refrescos en una estación de trenes. Cuando dejó la Universidad tuvo que hacer trabajos algo menos interesantes para ganarse la vida y trabajó como administrativo. Se mudó a Somerset y vivió durante siete años en una cabaña frecuentada por el fantasma de un caballero. Nicola conoció a su marido cuando estaba en la Universidad, aunque tardó cuatro años en darse cuenta que era especial y no sólo un amigo. Su marido, que era mucho más perceptivo, se había dado cuenta mucho antes, y finalmente llegaron a un entendimiento. Esta falta de percepción también significó que Nicola no se diera cuenta durante años que quería ser escritora. Escribió varias novelas en su tiempo libre, pero nunca las terminó. Finalmente, envió los primeros tres capítulos de una novela de Regencia a Mills & Boon y a pesar de que fueron rechazados, le había encontrado el gusanillo a escribir y no pudo dejarlo. Por suerte, su tercer intento fue el bueno y nunca más ha mirado atrás.