En su primer libro, Sabrina Fenoglio Milá comparte aspectos de una mente curiosa en eterno autoconocimiento, intentando (desde su reconocimiento personal) llevar al lector a ver en sus demonios un rostro amable, porque ellos también nos constituyen. Amante del arte en todas sus expresiones, ya que este permite que el niño que cada uno guarda en su interior juegue con los personajes que decidimos representar cada día. Ese niño de mil profesiones que siempre escribió, pintó y esculpió sus alegrías y desamores hoy leerá su propia historia en párrafos sinceros. Como un niño de las mil caras, siempre en búsqueda de sus propias definiciones, inventando historias para transformar todo lo que desequilibra en un trampolín hacia lo desconocido. Venciendo los miedos más fuertes, los que crea su propia mente, los traduce en letras que creyó incoherentes y hoy parecen escritos por otro ser. Deja de ser para transformarse en un día nuevo, en un mundo en el que le gustaría crecer, aceptando que nada está ahí afuera, sino tan profundo dentro de su ser que a veces le cuesta reconocer.