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Modelo 70. Intentó ser metalero, alternativo, hippie, gótico y hasta socorrista de la Cruz Roja. Se adelantó a emos, grafiteros, milenials y pandemials, pero nunca encajó en nada. Criado en la burbuja de la colonia alemana en Bogotá, de la que siempre se escapaba, el niño bien que prefería extraviarse en el Centro o en el Putumayo. El rarito del pupitre de atrás, el que soplaba la zampoña y tarareaba «Faith no more», el que devoraba a García Márquez, pero se gastaba la plata en Condoritos. Fue comunicador social especializado en escritura para televisión y en ciencias políticas. Se dejó explotar por varios medios de comunicación. Conoció los recovecos de Colombia como periodista y fotógrafo. Después fue oficinista, empleado público y empresario, pero siempre ejerciendo la pasión de la que nunca pudo zafarse: escribir, así sea con la mano izquierda mientras con la otra sigue llenando tablas de Excel. Motociclista, papá, casi cuatrilingüe, con un pie en Bogotá y otro en Montreal. Ojalá algún día logre disfrutar de «Thelonious Monk» o del reguetón. Se define del sándwich (políticamente hablando). Dirán que es un viejo infantil, un soñador mediocre e irreverente; si solo vieran la procesión que lleva por dentro. «The Hum, la suma de todos los ruidos», es su segunda novela después de «El Cubo» (Calixta Editores, 2020).