13 relatos del vacío cósmico - Mauro Rodolfo - E-Book

13 relatos del vacío cósmico E-Book

Mauro Rodolfo

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Aquí se abre una puerta a trece recintos de horror y misterio. Lejos de los confines de la realidad conocida, las posibilidades de lo extraño pueden manifestarse en todo su esplendor. Dentro de estas páginas verás lo que la oscuridad guarda bajo sus sombras, de reliquias ancestrales, y malignos seres cuya sagrada naturaleza se inclina a la locura y la devastación de la vida. Aquellos inesperados monstruos te darán la pauta de mantenerte bajo tensión en estos 13 relatos del vacío cósmico  .

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13 relatos delvacío cósmico

13 relatos delvacío cósmico

Mauro Rodolfo

Mauro Rodolfo

13 relatos del vacío cósmico / Mauro Rodolfo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tercero en Discordia, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-631-6540-85-0

1. Literatura. 2. Cuentos de Terror. I. Título.

CDD A863

© Tercero en discordia

Directora editorial: Ana Laura Gallardo

Coordinadora editorial: Ana Verónica Salas

www.editorialted.com

@editorialted

La editorial Tercero en discordia se desvincula de cualquier contenido publicado en estas páginas. Los puntos de vista, opiniones y detalles presentados en este libro son responsabilidad exclusiva del autor y no reflejan necesariamente la opinión de la editorial.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

ISBN 978-631-6540-85-0

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.

Prólogo

Tu camino te trajo hasta mí, ¡hola! “Luna” fue el primer relato que escribí para comenzar la construcción de este libro. Un momento en mi vida se volvió “un vacío”, y fue entonces cuando di con un sueño. La noche estaba estrellada, y la Luna, sobre el horizonte. Yo iba en un tren tal vez a un destino no muy bueno, cuando vi que de sus cráteres surgieron grandes tentáculos brillantes que se extendían hacia la Tierra. En el sueño desperté y, cuando volví la vista al cielo, la Luna estaba normal. A los siguientes días, comencé a imaginar la posibilidad de que nuestro satélite esté vivo, o de que sea tal vez la cárcel de una antigua deidad.

En este cuento, un anticuario recibe a un arqueólogo, Hakim, que llega a ofrecer las evidencias y los testimonios acerca de una expedición realizada por él mismo. Esta escalofriante expedición lo había llevado a conocer las ruinas de un antiguo templo de adoración a la Luna, y en este lugar cosas terribles emergeran de la tumba para dar un mensaje de muerte y destrucción.

El año 2023 fue uno de elecciones presidenciales en Argentina, y, en un ciclo de fuerte presión política como lo es un año electoral, la realidad de muchos se ve alterada por el gobierno y los medios de comunicación, cuyas noticias oscilan en torno a la relación que existe entre los conflictos e intereses y las necesidades de una sociedad quebrada y la posible mala gestión de funcionarios corruptos. Esas dinámicas inspiraron “Elecciones”: en un entorno abrumado por fuertes tribulaciones políticas, una sociedad ignora la llegada de algo fuera de este mundo.

Fue una situación difícil y triste de recordar la que inspiró “El culto de los gatos”. A veces las mascotas suelen dejar un halo de enseñanza sobre la naturaleza de la vida cuando estas dejan de existir, entregándonos esa dosis de conciencia sobre la muerte. En el contexto de una pequeña ciudad, Carmen, la hija menor de una familia trabajadora del campo, sufre los constantes acosos y maltratos de Víctor, un joven abusivo. Una mañana, rumbo a vender los productos de su familia, Carmen se deja llevar por los llamados de un felino, que la conducen hacia los restos de una vieja y destruida cabaña, escondida entre matorrales. Al rodear la casa, se encuentra un tótem con rasgos bestiales. En su intención de abandonar el sitio por su extrañeza, un gato aparece al que termina por adoptar. Pero Víctor no la dejará en paz, y algo vendrá a cobrar venganza.

A las historias no las pienso, simplemente llegan en diversos formatos, que, unidos todos, forman una sola historia. Parece que escribir es resolver un acertijo con introducción, nudo y desenlace. “Algoritmo de singularidad” es una narración con voz propia y es imposible de explicar, por lo cual hacerlo sería en vano. Sus páginas te esperan.

Meses estuve tratando de pensar nuevas ideas hasta que logré dar con una caja de Pandora. Pues, luego de escribir “Gótica”, esa noche trajo consigo un entrelace de pensamientos para más historias. “Gótica” refleja esa típica fabula de la niña y un tenebroso bosque, de la noche y de lo que esta guarda en su manto de oscuridad.

Varios años tuve esa sensación de no sentirme solo cuando en realidad lo estaba. No sé si eran miedos infundados, las películas de terror o simple inmadurez. Solía creer que, de vez en cuando, una sombra se mezclaba con las demás sombras de la casa para vigilarme, y yo fingía no notarlo. “Ente cercano” representa esas viejas percepciones. De sombras que observan y cosas que se acercan, sin dejarse ver.

En “La constelación roja” se abre un escenario postormenta. Donde una madre desesperada denuncia la desaparición de su hija, en un profundo estado de conmoción. A partir de ese momento, el caso de esta chica, Amelia, planteará un enigma sin precedentes que marcará la historia en una ciudad a las orillas del mar.

“Pitbull” recrea un concepto de apariencias. La posibilidad de ser atacado por lo desconocido. Un agresivo ser similar a un perro demuestra que no todo es lo que aparenta ser.

La provincia de Corrientes y zonas aledañas guardan, en su colectivo cultural, las leyendas heredadas por su pasado jesuítico-guaraní. Antiguas creencias que permanecen vigentes hasta la actualidad. Basándome en la leyenda del Teyú-Yaguá, pude escribir “Por las orillas del Iberá”. Ramón Vallejos, bajo las influencias del alcohol, se queda dormido en su caballo, que se pierde de su camino y toma una ruta alterna hacia zonas prohibidas y sagradas. Algo custodia ese lugar: bajo sus aguas emergerá un ser hambriento y determinado a devorarlo todo.

Un cuadro reveló la posibilidad de un relato, el nombre de dicha obra es “La casa de los suicidios” (2015). El cuadro refleja silencio, mas una ventana negra en el altillo da una cualidad para nada inocente. “Tras el velo” muestra ese aspecto donde la realidad es un orquestado y bien armado entretejido, y las llaves o los portales pueden ser una posibilidad física real, enigmática y desconcertante, pues las llaves somos nosotros. Antonio, un jardinero, se ve atraído por la misteriosa pintura que cuelga en la sala de Carrasco, su jefe. Un día dicha obra de arte llegará a sus manos. El cuadro demostrará no ser un lienzo ordinario, sino un objeto maligno, secuestrador de mentes y conciencias.

Cada región concibe en su sector una leyenda a base de historias por parte de viejos residentes. Estos relatos suelen estar relacionados a lugares embrujados, casas abandonadas, calles con apariciones, cementerios, etc. Al mismo tiempo, suelen ser un tema de conversación en comunidades conservadoras. “El testimonio de Molina” representa esas leyendas urbanas que circulan en ciudades pequeñas rodeadas de campo. Un joven arriero se verá atrapado en los dominios malditos de un ser de ultratumba.

Malas personas intentaron en más de una ocasión manchar mi nombre para que otros se alejen. Los traidores de la vida son así, tiran su mierda porque no toleran su propia falta de valores, su falsedad y su hipocresía, típicos aspectos que los representan. De tantas injurias recibidas, una captó mi atención: “paciente psiquiátrico”. Me gusta cuando los detractores se esfuerzan en emplear términos insólitos para referirse a mi persona; supongo que la envidia que los corroe al mismo tiempo los inspira. Ahora vayamos a lo importante. En “Paciente psiquiátrico”, un doctor recién llegado al sanatorio mental abordará los traumas que su paciente Roberto Angola sufre desde el asesinato de su padre. Ese acontecimiento puntual y el victimario serán los desencadenantes de una serie de hechos extraños que pondrán en duda la fina línea entre lo real y lo imaginario. Pues los traumas tomarán forma en lo tangible.

Un interrogante recurrente son los secretos escondidos en las profundidades oceánicas. “Lo que emerge bajo las olas” recrea ese planteo de hallazgos desconocidos pero conectados a su vez con los hombres y su relación con lo divino. Un grupo de pescadores es contactado por un barco de investigación noruego para pedir rescate. Ellos revelarán una evidencia arqueológica de una remota antigüedad, muy lejana a los humanos. Esto despertará un voraz misterio.

El vacío te espera para que recorras sus oscuros pasillos y eches un vistazo a otras realidades y a otros mundos. Un horizonte de secretos ocultos y fascinantes atmósferas aguardan por ti entre líneas. Bienvenido a 13 relatos del vacío cósmico.

El testimonio de Molina

Mi pueblo guarda leyendas, esas que pasan de generación en generación, típicos cuentos para una sobremesa después de un asado. Pero la leyenda que más desagrado me causaba escuchar era la de la mujer de la boca abierta.

Varios rumores había sobre este ser. Decían que tras los campos existe un lugar encantado; luego de cruzar una arboleda, en una laguna rodeada de juncos se solía ver la presencia de una mujer. Que quienes se la encontraron morían del susto, pero quienes lograban sobrevivir quedaban traumados de por vida. En verdad parecía que verla era un boleto sin retorno.

Afirmaban que si te perdías por esos lugares, ibas a escuchar a lo lejos a una mujer cantar, desde diferentes direcciones. Otros paisanos contaron que cuando se te perdía el caballo, lo podías encontrar ahí; si soportabas verla, en ese caso tenías dos posibilidades, perder tu animal o recuperarlo con el precio del espanto.

Cuando preguntaban acerca de sus orígenes, había varias versiones. Una de ellas decía que el esposo de una señora estaba enamorado de una joven hermosa. Presa de la rabia que le causaban los celos y del temor de perder a su marido, la esposa le pidió a unas personas a cambio de dinero que le entregaran a la muchacha un mensaje que decía que su esposo estaba enamorado de ella y que quería entregarle un obsequio en la laguna.

Contaban que ella fue a la cita, pero más desconcertada que por pretensión, puesto que conocía a la familia del marido. Sin embargo, al llegar fue emboscada, le colocaron una bolsa de trapo en la cabeza y con un palo, la inmisericorde esposa la golpeó de tal manera que la hizo desmayar sin mucho esfuerzo. Pero, sin estar conforme con el daño hecho y maldiciéndola por “creerse más bonita que las demás”, la arrastró a la laguna para ahogarla; decían que por la conmoción del golpe, la joven no se dio cuenta de que la estaban matando. Su cuerpo no peleó mucho antes de dejar de moverse. Finalizada su venganza, la mujer le sacó la bolsa para ver la expresión de asfixia y dolor de su rostro, y la dejó en el fondo de la laguna.

Otros rumores contaban que un hombre robó su inocencia con promesas de amor y pequeños presentes. Se decía que ella se había enamorado perdidamente, pero que, luego de consumar el acto, días después él se marchó y sumió a la joven mujer en una triste depresión, a la que dio fin en la laguna ahorcándose en el sauce del lugar. Rumores hay muchos sobre la mujer de la boca abierta, pero sus orígenes no vienen al caso. Son los sucesos más recientes luego de décadas de leyenda los que intranquilizan mis atardeceres si me encuentro trabajando en el campo en el horario en que se la puede llegar a ver.

Cada tanto uno se va enterando de extraños sucesos relacionados con ella. Personas que la han visto entre la niebla de la madrugada en medio de juncales y arbustos, otros aseguran que la vieron colgada de los árboles, varios rumores escabrosos sobre personas a caballo que llegaron a toparse repentinamente con ella parada al costado del camino, inmóvil y expectante, lo que aterraba a animales y paisanos.

En una timba de Jueves Santo, mi tío Honorio, mientras se servía una medida de ginebra, hizo la típica invitación a contar “un chisme”:

—¿Se enteraron de lo que le pasó al petiso Molina? —Su cara denotaba una seriedad particular.

—¿Qué pasó? —le preguntaron.

—Parece que lo tuvieron que internar, lo dejaron unos días en el hospital del pueblo.

—Dejá de dar vueltas y contanos qué le pasó al Molina —dijo un amigo.

—Me enteré de que se le habían escapado un par de vacas justo cuando debía hacerlas volver a los establos. Dijo que, al terminar de llevar la mayoría, fue hacia el sector donde las había perdido, pero ya no estaban. Parece que siguió el rastro de bosta fresca que dejaban las vacas hasta llegar a una zona de árboles. Por suerte las empezó a escuchar mugir y se dejó guiar por el sonido; dijo haber escuchado a una mujer tararear una canción, pero no le dio importancia porque creyó que podrían ser personas de por ahí. Cuando llegó, las tres vacas que se le habían ido estaban bebiendo agua en la laguna “tras la arboleda”. Al empezar a arriarlas, volvió a escuchar el canto pero cerca, sin embargo la zona estaba despejada y la cercanía del canto era evidente.

»Cuando quiso apurar el asunto, dentro de la laguna, la vio a ella. Me dijeron que al presenciarla, quedó petrificado, porque parece que no entendió al primer vistazo si era real o un efecto de la luz y el reflejo del agua. Describió que tenía unos largos pelos negros alrededor de un pálido rostro femenino de mandíbula abierta y una horripilante ausencia de ojos en un par de cuencas vacías. Cuando quiso huir, lo hizo desesperadamente. Pero parece que eso no quedó ahí, en su escape se perdió en las arboledas, porque cuando buscaba la salida, el canto de ella lo desorientaba. Y él lo que menos quería era tener que verla de nuevo.

»Sin embargo, entre todo lo que me contaron del testimonio del Molina, hubo algo que con los años que tengo puedo confesar que me asustó de verdad. —Mi tío hizo un paréntesis y continuó mientras todos lo observábamos mudos—. Parece que dejó de escuchar en un momento a la mujer. Y ya se había alejado de la laguna; las vacas, entre la huida y los griteríos, se habían ido enseguida, de hecho, su familia dijo que primero llegaron las vacas perdidas y al rato Molina llegó todo sucio y golpeado. En un estado de susto y trauma preocupante, intentaron hablarle, pero él no paraba de rezar.

—¿Pero qué es lo que le pasó después? —pregunté yo, sin ganas de saber, pero intrigado.

—Dijo que apurando el paso para salir de ahí, porque la noche estaba pronta a llegar, creyó haber visto algo que lo desconcertó y lo paralizó al mismo tiempo. No muy lejos de donde estaba, tras los árboles, parece que la vio venir en su dirección levitando con los pies separados del suelo y con aspecto cadavérico, y con la boca desproporcionadamente abierta. Dijo que se aproximaba lentamente y que no podía reaccionar, como si los músculos de sus piernas se hubieran desactivado.

»Comentaron que, a metros de Molina, ella venía extendiendo los brazos. Cuando él intentó correr, lo hizo con una desesperación de muerte, y atropelló arbustos, cardos y maleza con tal de escapar del horror de su presencia. Sin embargo, parece que antes de que lograra abandonar el lugar, sintió el apretón de una mano que lo sujetó del hombro.

»Cuando llegó a su casa e intentaron hablarle, él solo repetía un avemaría constantemente. Hasta que lo hicieron reaccionar a fuerza de agua fría en la cabeza y caña a ver si volvía del pánico en el que estaba.

»Y eso es más o menos lo que me han contado. La familia pidió que no le saquen el tema, no vaya a ser que Molina se descalabre de nuevo, justo que es el que mejor trabaja en ese campo.

Luego mi tío se tomó unos tragos y seguimos con la ronda de leyendas. Será el secreto de cada uno de los que lo escucharon, incluyendo a los que se lo cruzaron en el hospital, si realmente creyeron en su testimonio. Cuando no hay más que meras palabras como única evidencia, todo queda en la duda o en los terrenos de las creencias. De la misma forma, tampoco se puede negar que los lugares malditos efectivamente existen.

Ente cercano

Siempre fue más cómodo vivir en la casa donde crecí si no me encontraba solo. Como mi mamá y mi papá trabajaban, tener que quedarme sin compañía era inevitable. Para esas ocasiones, normalmente me iba a la casa de un amigo o lo llamaba con la excusa de mirar algo en la tele y pasar un buen rato, pero en realidad no quería estar solo en casa. Me generaba incomodidad e inquietud —hasta escalofríos— observar cuartos oscuros con puertas abiertas o roperos a medio cerrar. Era una ley prácticamente dejar todo clausurado si no tenía suerte con las compañías.

Aunque era consciente de mis terrores de adolescente, juraría que desde las sombras me observaban, como si “eso” estuviera pendiente de mis movimientos para saber cuándo presentarse. Mi mejor amigo, Oscar, siempre creyó en mí; hasta él solía sentir algo perturbador en mi casa. En más de una ocasión, si me iba al baño o a otro sector y lo dejaba solo, me pedía que no tardara mucho, porque percibía que el ambiente se tornaba raro, como si una compañía invisible se presentara sigilosamente ante él.

Un sábado por la noche, lo invité a ver unas películas. En el horario de la cena, fui hasta la cocina a buscar algo de comer y lo dejé a él en la habitación para que se encargara de lo que veríamos en la tele. En esos instantes en soledad, sentado en la cama con los pies colgando, sintió el incómodo acoso de un acechador invisible. Me contó que su instinto estaba en alerta como si debajo de la cama una mano lo estuviera por tomar de los tobillos o una grotesca cabeza pudiera salir a morderlo; le creí, porque lo noté extraño y asustado en ese momento, además de otras circunstancias.

Cuando salía del baño, o de las habitaciones, y apagaba las luces. Podía percibir a mis espaldas que algo me seguía a lo largo del pasillo. Mis dudas eran concretas, me sentía perseguido por una cosa que no podía ver ni escuchar, pero al mismo tiempo reconocía que estaba presente. No era una simple paranoia.

Vivir tranquilo en mi hogar era casi utópico, porque sentía que no era mío y que el dueño era esa sombra que se mezclaba con la oscuridad de los cuartos y los placares metiéndose debajo de las mesas y en cuanto rincón sin luz había en la casa. Pero ¿qué podía ser realmente eso que se percibía pero no se dejaba ver?

Mis padres no me creían, solo respondían “te sentís perseguido, no pasa nada”. No quería quedar en ridículo, ya tenía 16 años. Si insistía con el tema, los incomodaría, ellos estaban al pendiente de sus rutinas y responsabilidades, regresaban cansados de sus trabajos y de sus trámites. A ver si de tanto hablar de mis incomodidades con la casa, me mandaban a un loquero; aunque no habría sido una mala idea, ya que sentirse acosado por una presencia invisible no era algo digno de tomar en serio. De todos modos, ya estaba jugado.

Recuerdo que disimulaba mis miedos haciendo de cuenta que no pasaba nada; a veces escuchaba música con auriculares y encendía todas las luces. Me sirvió bastante hacer esa rutina y con el tiempo fui ganando confianza, hasta perder el temor a quedarme en casa. Pero esto hizo que las cosas empeoraran. Los ruidos empezaron a oírse en los pasillos durante la madrugada. Las casas viejas suelen crujir con los cambios de temperatura, pero un crujido no suena a respiración.

Hablé con Oscar sobre estos episodios. Me aconsejó que no apagara la luz de mi cuarto, que colgara un rosario en el picaporte de la puerta y que intentara dormir con música. De todas formas, él consideraba que yo merecía una vida normal en un lugar al que pudiera llamar hogar; pero si nada cambiaba, este ente volvería mi vida cada día más difícil.

Varias noches padecí los mismos terrores, esos sonidos acosadores que provenían de varios lugares de la casa. Sillas que se movían y jadeos desde las habitaciones contiguas. Lo peor era sentir la perilla girar levemente pero sin que se abriera la puerta. Llegó a ser molesta la situación, porque desconfiaba de algo sustancial y creía que me estaba buscando. Desde que tengo uso de razón, he percibido esa presencia, y por cómo me hacía sentir, llegué a la conclusión de que era de naturaleza hostil.

Recuerdo que con mis padres tuve una conversación acerca de los orígenes de nuestra casa. Les pregunté si antes de que yo naciera la habían mandado a construir ellos, pero la verdad es que la casa es más vieja de lo que esperaba. Ellos la compraron cuando mi mamá estaba embarazada, a meses de darme a luz.

Según los de la inmobiliaria, y algunos vecinos, la casa fue puesta en venta por los sobrinos de una señora. Ella sufría de depresión, había perdido a su único hijo muy joven, tenía 7 años. Según algunos testimonios, tuvo una muerte súbita mientras dormía. Una mañana la señora fue a despertarlo para ir a la escuela, pero se topó con la peor de las desgracias que una madre podría vivir. Decían que nunca superó esa pérdida. Era una mujer divorciada, y después de lo de su hijo, no tenía más razones por las que seguir luchando, así que comenzaron a verla muy desmejorada, delgada, pálida, estéticamente descuidada. Había adquirido el hábito de fumar compulsivamente, lo que le causó un cáncer que no quiso tratarse. Una vecina, amiga de ella y conocida de mis padres, dice que la encontró desvanecida en la cocina.

Saber todo eso no fue fácil de procesar. Mi mamá me notó asustado, pero me tranquilizó diciéndome que no era una mala persona esa señora, solo tuvo una pérdida difícil y no supo llevar su duelo.

Investigué en internet sobre fenómenos paranormales en hogares; varios de los artículos que leí, y algunos videos, sostienen que hay energías que nosotros vamos dejando de manera residual, como si nuestra estancia fuera impregnando los lugares en los que vivimos, sentimos, actuamos y nos dejamos ser. Las energías también suelen tener una conciencia propia, más si están basadas en emociones fuertes, y con más razón si son emociones negativas como la violencia y la depresión. Supe de casos de personas y hasta familias que vivieron episodios de poltergeist. Este fenómeno suele darse muy a menudo en lugares en donde ocurrieron hechos dolorosos y desafortunados.

En algunos sitios en los que consulté, se destacan ciertos elementos metafísicoscomo el de crear realidades a raíz de nuestra mecánica emocional y espiritual; muchos ignoran que no solo somos seres de carne y hueso, también tenemos aspectos más sutiles en nuestro ser. Lo cierto es que cuando nos dejamos llevar por emociones tales como el miedo, el dolor, la tristeza y el odio, aparecen determinados entes que se alimentan de nuestros más acérrimos temores; como vampiros deseosos de sentir la energía de los que sufren. En algunos casos, se habla de presencias visibles, como sombras y espectros malignos.

Con Oscar nos pusimos a sacar conclusiones. En teoría, lo que nosotros sentíamos podría ser el espíritu de esa señora. Aunque lo que vengo escuchando desde hace semanas no parece fantasmal, sino un ente muy sólido con un propósito.