3 Libros Para Conocer Literatura Costarricense - Lisímaco Chavarría - E-Book

3 Libros Para Conocer Literatura Costarricense E-Book

Lisímaco Chavarría

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Bienvenidos a la colección 3 libros para conocer, nuestra idea es ayudar a los lectores a aprender sobre temas fascinantes a través de tres libros imprescindibles y destacados. Estas obras cuidadosamente seleccionadas pueden ser de ficción, no ficción, documentos históricos o incluso biografías. Siempre seleccionaremos para ti tres grandes obras para instigar tu mente, esta vez el tema es: Literatura Costarricense. • Manojo de guarias de Lisímaco Chavarría. • Concherías de Aquileo Echeverría. • La caída del águila de Carlos Gagini. Este es uno de los muchos libros de la colección 3 libros para conocer. Si te ha gustado este libro, busca los otros títulos de la colección, pues estamos convencidos de que alguno de los temas te gustará.

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Introducción

 

Bienvenidos a la colección 3 libros para conocer, nuestra idea es ayudar a los lectores a aprender sobre temas fascinantes a través de tres libros imprescindibles y destacados. Estas obras cuidadosamente seleccionadas pueden ser de ficción, no ficción, documentos históricos o incluso biografías. Siempre seleccionaremos para ti tres grandes obras para instigar tu mente, esta vez el tema es: Literatura Costarricense.

Manojo de guarias de Lisímaco Chavarría.

Concherías de Aquileo Echeverría.

La caída del águila de Carlos Gagini.

Este es uno de los muchos libros de la colección 3 libros para conocer. Si te ha gustado este libro, busca los otros títulos de la colección, pues estamos convencidos de que alguno de los temas te gustará.

 

 

 

Los Autores

 

Lisímaco Chavarría Palma (San Ramón, 10 de mayo de 1873 - 27 de agosto de 1913) fue un escritor y poeta costarricense. De orígenes humildes y escasa formación académica, en su corta vida logró posicionarse como uno de los poetas más importantes de la literatura costarricense, representante del modernismo en Costa Rica pero desarrollador de un estilo propio, que lo llevó a considerársele un renovador de la poesía lírica nacional. Es Benemérito de las Letras Patrias desde 1994.

 

Aquileo Echeverría Zeledón (San José, Costa Rica, 22 de mayo de 1866 - Barcelona, España, 11 de marzo de 1909) fue un escritor, periodista y político costarricense. Poeta de exquisita sensibilidad artística, es una de las figuras más importantes de la historia literaria de este país, al punto que se le considera "el poeta nacional de Costa Rica". Su obra más conocida, Concherías (1905), refleja la vida, el pensamiento, las costumbres y el lenguaje de los campesinos costarricenses. Los Premios Nacionales de Costa Rica por la creación de obras en las áreas de poesía, cuento, novela, ensayo, teatro, historia, libro no ubicable, artes plásticas y música llevan su nombre. Es Benemérito de las Letras Patrias desde 1949.

 

Carlos Gagini Chavarría (San José, 15 de marzo de 1865 - 31 de marzo de 1925) fue un escritor costarricense de ascendencia suiza. Se distinguió como educador y dirigió varios establecimientos de enseñanza, entre ellos el más destacado, el Liceo de Costa Rica. Notable filólogo, escribió un celebrado Diccionario de costarriqueñismos sobre los localismos de Costa Rica y otras obras sobre gramática y vocabulario; también estudió las lenguas indígenas de Costa Rica. Publicó también las novelas La caída del águila y El árbol enfermo, y una colección de relatos denominada Cuentos grises. En lo político se caracterizó por su anti-imperialismo y su recelo ante la hegemonía de los Estados Unidos de América en América Latina.

 

 

Manojo de guarias

Lisímaco Chavarría

 

 

 

Dos cartas

 

San José, Costa Rica, Noviembre 22 de 1912.

Señor don Modesto Martínez.

Caro amigo: Efectivamente, como Ud. lo afirma, hace días hablamos de una nueva obra mía que tengo lista sobre asuntos puramente costarriqueños.

Y aunque Rubén Darío, Argüello, Rodó (José Enrique), y Ugarte me han ofrecido prologar obras mías (perdóneme mi vanidad), lo prefiero, antes que aquellos maestros, a Ud. Las razones huelgan; Ud. es costarricense, conoce nuestras costumbres y nuestras bellezas nativas: las pastoras y las guarias que matizan las vegas del riachuelo, las guacamayas que se disparan como dardos de colores,

“del arco de esmeralda de los montes.”

Usted ha visto las cogedoras de café de retorno de la hacienda, al bohío alegre del villorrio; los turnos en que el coplero popular lanza al público de campesinos bombas como ésta:

“Desís que no me querésporque no tengo bigote,mañana me lo veresde plumas de zopilote.”

Y esta otra

“Las viejas sian de querer,unque nunca tengan dientes;porque son muy buenas gentesy dan mucho que comer.”

Coplas que son recibidas por los labriegos devotos de San Rafael, patrón del barrio, con estrepitosas risas y gritos que repercuten en las montañas con eco formidable; usted ha presenciado las bodas típicas de nuestros montañeses, que las más de las veces terminan a chafirrazos mortales bajo el atisbo de esos plenilunios que recortan, con su lumbre de ámbar, los perfiles de las selvas olorosas a flor de cedro y a reinas de la noche. Esa poesía usted la comprende como la comprendió Trueba, el cantor de San Antón, esa poesía dulce de que es depositario único el pueblo, el gran poeta anónimo.

No hace mucho me escribió Vicente Medina, desde Buenos Aires, y me decía entre otras cosas:

“He visto, en sus versos, Las cogederas de café, en los frondosos cafetales de sartas purpurinas. . . he visto el paisaje tropical. . . Persevere Ud. en libros que den la visión de su hermosa tierra”, etc.

Por otro lado, Ud. querido Ramiro Pérez, está bastante indagado sobre historia precolombina, sabe de su mitología, de sus tatuajes y del poder de las flechas temerarias, espanto de las dantas y los pumas y jaguares, lanzados por nuestros progenitores de piel cobriza y de ojos oblicuos que acusan nuestra descendencia de la raza amarilla. Ud. será quien prologue mi nuevo libro al cual pondrá también título para que no me vaya a resultar de mármol siendo de bronce, o de hojalata siendo de cartón. Ud. será mi lazarillo, y acaso mi defensor.

Pronto, muy en breve, le pasaré los originales a ver qué hace usted con ellos.

Mientras tanto, siga contando con la admiración de su devoto amigo,

Lisímaco Chavarría.

 

 

 

San José, Noviembre de 1913.

A Lisímaco Chavarría.

Estimado amigo:

Con mucho agrado he recibido su carta de ayer, porque en ella me da cuenta de que persiste en la idea de formar un tomo de poesías eminentemente ticas. Desde luego cuente con el prólogo, que haré con tanto mayor gusto cuanto que me prefiere Ud. a gentes de alto rango literario y de fama mundial. Y si bien no haré una filigrana de arte como la harían Darío, Argüello, Ugarte, Rodó, etcétera, sí le haré algo que huela a lo que huele la tierra cuando la mojan los primeros aguaceros, que sepa a chocolate en jícara y a bizcocho recién horneado, algo, en fin, que tenga sabor nacional. Su obra le dará fama por allá en el extranjero, —aquí nó— ya puede suponerlo. Y yo aprovecharé la oportunidad para ir en ancas de su Pegaso, a darme una escapadita y demostrar fuera de aquí algo del “tiquismo” agudo de que vivo poseído.

Yo creo que todos estamos obligados a poner un granito de arena para construir el edificio de la literatura nacional, del cual apenas asoman los cimientos. Los éxitos de Aquileo con sus Concherías, de doña María de Tinoco con la novela Zulay y de Ricardo Fernández Guardia con los Cuentos Ticos deberían ser estímulo suficiente para sacudir de su apatía a nuestra juventud y empujar una joven falange de mineros a los ricos filones del Folk-lore costarricense, de la vida de la conquista y de los primeros años de la República, de los cuales puede obtenerse excelente material.

Termine, pues, su libro, y ya veremos la manera de editarlo, que será el gran problema para Ud., que no es rico. Estoy seguro que habrá muchas gentes dispuestas a contribuir para la edición, porque aunque parece que vivimos permanentemente aplastados por la “Losa de los sueños”, hay una pequeña minoría que sueña aún bajo el peso de la losa misma, y que por darse el placer de saborear producciones de arte nacional puro, son capaces de desprenderse de una pequeña suma. Ya le enviaré una lista de los que están dispuestos a contribuir.

Y con mis mejores agradecimientos por sus finos conceptos, quedo su servidor y amigo,

Modesto Martínez.

 

 

 

Ao lector

 

Al lector

Vistas las cartas anteriores, el lector discreto no reputará como demasía de mi parte el que escriba estas líneas. Fue un deseo del poeta, y ese deseo es para mí tanto más sagrado cuanto que hace pocos días tuvimos la desdicha de perder a Lisímaco Chavarría, fallecido el 27 del mes último en su ciudad natal, San Ramón.

Había pensado en tiempos mejores, aprovechar las páginas liminares de este tomo para hacer algo de propaganda en favor de la literatura nacional; pero hoy, abrumado de pena por la muerte del autor, me siento incapaz de ese empeño, que dejo para otra oportunidad, y doy paso a los lectores hacia las páginas de este libro, en las cuales encontrará composiciones sencillas y delicadas hechas de reflejos de las bellezas naturales, de la vida de los labriegos, del sol, del aire y del agua de esta región tropical. Este es un libro íntimo. Un libro que sólo comprenderemos los miembros de la familia costarricense, los que viviendo en este ambiente tenemos el sentido especial que se necesita para apreciar sus raros encantos. La crítica, tal vez lo encontrará defectuoso, sin reparar en que no pudo darle el poeta el último pulimento. Para los culteranos y para los gustos exóticos faltarán las palabras extrañas, los tropos de sutiles contexturas; pero para la gran mayoría de los hijos del país, este tomito será manjar delicioso y si no se verá tal vez en los ricos anaqueles, y sobre los lujosos escritorios, sí formará parte de la biblioteca de las gentes sencillas que sabrán apreciar el perfume de cada una de estas rimas de un ingenio en quien el amor a la patria fue la más alta virtud.

Chavarría quiso que este libro, por su sabor y matices regionales, se llamara Manojo de Guarias. Las guarias son las más populares de las orquídeas costarricenses. Su nombre científico es Catteya Skineri. Florece en ramos, en el ápice de pedúnculos estriados y cada flor es una maravilla de diseño y un alarde de alegría por el color carmín múrice de sus pétalos sutiles. Se contenta la guaria con muy poca cosa para vivir y basta que tengan sus raíces un asidero, aun cuando no sea más que un fragmento de madera seca o una piedra, para que crezca la planta y para que dispare —cuando llega febrero con los soles ardientes— la salva de sus flores rojas en el éter azul de los estíos.

Como una planta de guarias fue el poeta: humilde y pobre, sin más asidero en la vida que un sueldo ganado con afanes prolijos, florecía, sin embargo, su numen bajo los soles de la inspiración en hermosísimas composiciones poéticas y nos hacía detenernos sorprendidos en nuestro pesado viaje de peregrinos de la vida, a escuchar sus trovas, como se detiene el cazador en la selva o el caminante junto a los pretiles a contemplar un ramo de guarias opulentas.

 

Si la vida de Lisímaco sirve de estímulo a la juventud que debe meditar cómo el hombre puede surgir a las mayores alturas, sin más apoyo que su propio esfuerzo y a pesar de la envidia y de la ignorancia; si la literatura nacional se enriquece con nuevas producciones; si el noble ejercicio de las artes bellas encuentra nuevos apóstoles abnegados, este Manojo de Cuarias vivirá perpetuamente fresco sobre los mármoles de la tumba del más humilde de los hombres, y del más alto de los poetas costarricenses.

Modesto Martínez.

San José, Costa Rica, Setiembre 10 de 1913.

 

 

 

Manojo de Guarias

 

Moradas cual la túnica de Cristo,columpiando sus pétalos de seda,en mis bosques nativos las he vistodonde el sinsonte al manantial remeda.Caprichos de amatista suspendidosen los troncos de ceibas centenarias,fulgores de la aurora detenidossobre el remanso azul, así las guarias.La más preciada flor costarriqueñaque florece en tejados y pretiles,parece un alma que en la tarde sueñacon el paje floral de los abriles.De noche, cuando salen las estrellas,como pálidas niñas del espacio,riegan collares de ópalos sobre ellasy entonces son joyeles de topacio.

Un manojo de guarias, tal los versosque vengo a deshojar a tu ventana;son candorosas cual tus labios tersos,como tu sien de rosa y porcelana.Te ofrezco el ramillete delicadode las frescas parásitas nativas:lo recogí no ha mucho de mi pradode helechos y jaral y siemprevivas.Aun viene con las gotas del rocíoque sobre él salpicaron las auroras;tiene fragancia del terruño mío,de reinas de la noche y de pastoras.Lo vieron florecer los campesinosen las mañanas tibias de labranza,cuando los bueyes van por los caminosoyéndole al jilguero su romanza. Lo vieron reventar los manantialesen las noches de luna, en las montañas,como rizos de sedas orientalesjunto a la paz rural de las cabañas.

¿Para quién han de ser? ¡Oh dulce niña!Para tí compañera de mis rutasson las flores que bordan mi campiñarica de mies y de doradas frutas.¿Para quién han de ser? Entre tus manosserán así como imperial ofrenda,cual jirón que te dejen los veranoscuando la tarde en el azul descienda.Recibe este manojo hecho de guariasque fueron el collar de las encinas;ellas te llevan las cadencias variasque saben las dulzainas campesinas.

 

 

 

En el Barrio

 

Hay una imagen de Santa Ritaen cuyo rostro muestra candores,las mozas llevan hasta su ermitade las montañas las frescas flores.Las tristes viudas que llevan lutoy las muchachas, ya casaderas,van a dejarle como tributoramos de salvia de las praderas.Dicen las gentes que es milagrosa,que ella consuela los afligidos,cuando una joven va a ser esposadeja en su trono cirios prendidos.La moza alegre, la viejecitay los abuelos, ya centenarios,van a buscarla dentro su ermitapara rezarle sendos rosarios.

 

 

 

Bodas campestres

 

Cantan los gallos, es la del alba,“cogé las bestias —dice el abuelo—hay ya clarores sobre el Turrialbay las palomas bajan al suelo.”“Muchachas, vamos, arriba todas,ya se oyen gritos sobre la cuesta”;así se anuncian aquellas bodasy los cohetes cuentan la fiesta.La novia es joven, el novio sano,del barrio al pueblo distan dos leguas;diez montañeses bajan al llanoy van alzando polvo sus yeguas.Va el novio alegre, feliz la mozay la noticia va a los confines...otros aguardan allá en la chozacon dos guitarras y dos violines.

 

 

 

De tierra fértil

 

Zas. . . zas. . . Resuena el tajo entre el cafetobajo el sol que los páramos rescalday dobla pudreorejas de esmeraldaque simulan encajes en el seto.El fresco manantial discurre inquietode la colina en la vistosa falda,y finge el cafetal una guirnalda,—joyel de Ceres de rubís repleto— Zas. . . zas. . . zas. . . zas. Trabajan los palerosy sudan bajo el sol, en sus labores,mientras cantan yigüirros y jilgueros.Suspenden su labor los labradoresy toman al hogar por los senderosque perfumaron las silvestres flores.

 

 

 

Promesas de la tierra

 

Hay un olor de vidaen el huerto, en el aire y en las cosas;es un olor a tierra humedecidaque va anunciando la precoz venidade la mies y del fruto y de las rosas.Hay nuncios y promesas en el rayoque el Sol derrama encima de las eras;durmió la tierra como en un desmayo,pero las lluvias del florido mayofecundarán las mustias sementeras.Hay regocijos hondos en los pradosy enrojecen sus flores las piñuelas;van peinando la tierra los arados ;hila el yigüirro versos delicadosy el labriego labora sus parcelas.

El campo reverdece y fatigosastornan las yuntas de mover la tierratan pródiga en ofrendas hechas rosasy espigas. . . Vida nueva hay en las cosasy en las verduras que el cercado encierra

 

 

 

El Cristo de Esquipulas

 

El gallo —ese clarín de la primeraluz— alza el canto anunciador del díay la gente devota en romería,invade la polvosa carretera.La viuda, la casada y la solteraconducen sus promesas y en la víarefieren los milagros a porfíaque el Cristo de Esquipulas les hiciera.Aquella porta un corazón de plata,promesa que nació de unos amoresque echó por tierra la traición de un suegro.Y la otra se curó una catarata,lleva un ojo, hecho de oro, y unas floresen pago del milagro al Cristo Negro.

 

 

 

Virgiliana

 

Dijo el vaquerilloa su moza franca:—yo te haré una chozajunto a la montañamuy cerca del río,donde dice el aguaal pasar cariciasy dulces baladas,cual las notas dulcesque da mi dulzaina—,y la moza frescarió y lo mirabay en sus ojos negrosdejó la mañanatodo aquel paisajede frondas y garzasy un rumor de besosoyeron las guarias;

ella ruborosabajó a la quebrada,y el siguió el senderoen pos de sus vacas.....

 

 

 

La Roca de Carballo

 

Semejase a una esfinge de pedernal eternoerguida ante el abismo del piélago sonoro;sobre ella el Sol despunta doscientos dardos de oroy ante ella el mar levanta su canto sempiterno.El fuego del verano, las lluvias del invierno,los foscos huracanes que van rugiendo en coroy todas las estrellas que vierten su tesoro,descienden por su espalda de cíclope de averno.En ella se posaron Saturno y los Vestiglosa contemplar la marcha de todas las edadesque fueron en los potros piafantes de los siglos.El piélago le dice de aquella raza trunca,señora que fue dueña de aquellas soledades,en una edad remota que ya no vuelve nunca.

 

 

 

En Puntarenas

 

Aroma suave da la reseday el mar sus tumbos rima en la playadonde la espuma vibrando quedacomo heliotropo que se desmaya.Un marinero fuma cachimbaviendo dos barcos en lontananza;allá las notas de una marimbase unen rimando costeña danza.Una morena de ojos quemantes,de curvaturas hechas pecado,ha vuelto locos dos navegantesque van tras ella para el mercado.Se ven dos bongos en el Esterodando tirones a las amarras,y junta notas el marimberoacompañado de dos guitarras.

 

 

 

El zopilote

 

Señor de los poblados, cuando subesdescribiendo espirales con el vuelosemejas una cruz bajo del cielosantiguando la frente de las nubes.En tus éxodos nada te detiene,de carroñas preparas tus festinesy vas, de la ciudad, a los confinescomo un celoso policial de higiene.Del tejado te posas en la cumbrey abres al Sol tus abanicos negrosen las mañanas de dorada lumbre.Enamoras a la hembra con ternura,el cadáver del can te infunde alegrosy visitas los astros en la altura.

 

 

 

La Vaca

 

Compañera inseparablede los mansos bueyes viejos,vayan para tí mis loasy las rosas de mis versos. . .Al mugir en las dehesasen llamamiento al becerro,de las madres cariñosasnos haces un fiel recuerdo.Cuando despunta la auroray pone sobre los cerros,y en la quiebra de los montes,como una reina, su cetro;cuando cantan los yigüirrosen la copa de los cedros,como bardos de alto numenque pulsaran dulces plectros;cuando las fuentes discurrenfingiendo alegres gorjeosentre guijas y entre floresen sonoro cabrilleo,

tú pasas dócil y mansaobedeciendo al vaquero:un lozano campesinoun mozalbete traviesoque roba limas y guabaspara llevarle al maestro.Tú sabes de las frescurasde los más frondosos ceibos;tú sabes de los cantaresde los monjos mañaneros;tú sabes lo que refierenlos pajarillos enfermosque dejan viudos las ráfagasdel temporal del invierno,sabes también del idiliode aquel montañés apuestoque en una tarde de junio,en el trillo del potrero,a aquella moza del barriole protestó amor eterno,mientras la tarde su broncediluía allá en los cielossimulando en los cantilesdevoradores incendios.

Vaca, mansa compañerade los nobles bueyes viejosque saben de los afanesde los fuertes jornaleros,en tus pupilas retratasel paisaje verde y fresco,el vuelo de las palomasy los verdes limoneros,el cristal de los torrentesque riman extraños versosy cantan como tenoresy vibran como panderos;las humedeces con lágrimascuando lejano el ternerote reclama, como niño,con su sentido cencerro.Tienes la filosofíade ser mansa... Si los perrosvan a oponerse a tu pasoni los miras, tu despreciodomestica sus bravezasy al fin son tus compañeros.Cuántos regocijos ponescuando llegas del potrero

y brindas la ubre repletadel delicado alimentoa las mozas campesinas. . .cierras los ojos. . . sus dedostus cuatro mamas ordeñan,en tanto que haciendo esfuerzosel ternerillo se tuerceen mil escorzos supremos . . .y tú sueñas, si no lamesde tu hijo el lomo sedeño.Las églogas de Virgilioensalzan ese alimentoque es más albo que la nievey que del lirio los pétalos,y más sabroso que el néctardel colmenar del Himeto.Compañera inseparablede los mansos bueyes viejos,vayan para tí mis loasy las rosas de mis versos.

 

 

 

Nuestra bandera

 

Rojo: así son los labios de las niñas,el tinte del crespúsculo, la rosade Sión y el arrebol de la sabrosagranada que sazona en mis campiñas.Azul: así el color de las montañaserguidas al espacio, así los maresy el cielo en donde ruedan a millareslos astros como fúlgidas arañas.Blanco: la nieve secular es blanca,la inocencia, la espuma del riachueloy el rostro casto de la Venus manca.Los tintes más preciados de las flores,luces, bandera, cual jirón que el cielocolgara de la altura, hecho colores.

 

 

 

Criolla

 

El joven campesino, ya de tarde,volvió, con la herramienta, hacia la choza;hizo un manojo de silvestres florespara ofrecer a su gallarda novia.La tarde rubia coloreó de broncela seda delicada de las rosasy tal como un renglón, cruzó el espacio,una hilera lejana de palomas.La alegre carretera quedó mudacomo sierpe dormida entre la sombra;en tanto que el trapiche lugareñoechó a los vientos su canción monótona.Más tarde la guitarra de aquel mozobajo un alero detalló sus notas;al montañés lo sorprendió la lunacon las flores cantándole a la novia.

 

 

 

El maestro de escuela

 

Es un leva con cara que da miedo,nariz muy larga y con los ojos gatos;los dedos se le ven por los zapatos,—le dice ña Pascuala a ñor Alfredo.—Yo no lo bajo unque me rece el credo;—ni yo tampoco, pos parece, en ratos,lo mesmo queni aquellos mojigatosque echamos con escritos. . . ¡yo no puedo!En el trapiche le contó a ñor Moraquél sabe muncho de la Magia Negra,quél a un cristiano lo convierte en lora.Sopló un diacuatro que prestó ña Rita,dijo una cosa en que mentó a la suegra,y entre sus manos se volvió nadita.

 

 

 

Las guacamayas

 

Sobre la selva virgen de altivos huiscoyoles,que abanican las hojas de armónicas pacayas,batiendo treinta remos van quince guacamayasluciendo luengas colas de visos tornasoles.El éxodo es de días, quizá de cuatro soles;alegres van en busca de tropicales playas,de marañones rojos y frutecidas hayas,o de la copa fresca de enhiestos guapinoles.Al quebrarse los besos del Sol sobre sus plumassemejan gallardetes de bermellón y gualdasy atruenan el espacio con estridente grito.Amadas de Atahualpa y de ambos Montezumas;al dilatar el vuelo parecen esmeraldasrayando el lapislázuli del éter infinito.

 

 

 

Aromas de montaña

 

Hay un aliento puro que viene de las erascontándome la vida de campos de labranzas,en donde cada hitavo enseña treinta lanzas,en donde cada nube se rasga en des banderas.El hálito me dice de brisas mañanerasque fueron como liras tejiendo sus romanzas;ese hálito me dice mis viejas añoranzascargadas de perfume de flor de las praderas.Columpian en el aire su copa los manzanos;avanzan de retomo, dos fuertes labradores,traén olor de yerbas prendido de las manos.Un joven limonero cubierto de blancores,se apronta para darles fragancia a los veranos,frescura a los labriegos y al céfiro sus flores.

 

 

 

El canto del cuyeo

 

Avecilla pardo-obscuraque te posas en las verasdel camino solitarioque del monte va a la aldea;avecilla misteriosa,con las mustias hojas secasse confunde tu plumajeen las tardes veraniegas.Nunca olvidas el verano,ni la luz de las estrellas,ni el rumor de los cañales,ni el tomillo de las huertas,ni los líricos jardinesni las curvas carreteras;tu canción es un enigmaque interroga las tinieblas,el murmurio de las fuentesy la luz de las estrellas;

tu canción es una fraseque nos habla de tristezas,del villorrio, del cortijo,de los setos, de las huertas,de las noches enlutadas,de las tardes que se alejan;tu canción yo la comprendocuando cantas en las verasflorecidas del caminoque conduce a las viviendasdonde viven los labriegosesperando las cosechas.En las tardes de veranote deslizas en la selvacomo negra mariposa,o como una flor de seda,y en las frondas resequidaste confundes con las secashojarascas que los vientosen macabra burla llevan,y en las noches de febreroyo he escuchado tu nocturnoque comprende cinco letras.

Es tu pobre abecedariocomo rústica leyendaque articulas en las hojassin verdor, amarillentas,en que posas tu plumajeen las tardes veraniegas,como obscura mariposao como una flor de seda.Di tu verso en los caminoscuando tome... cuando vuelvaal jardín de la tierruca,y al torrente de la cuestaque escuchó la serenatade tu flauta plañidera.

 

 

 

En el trapiche

 

Hay regocijos en la cabañatiende la tarde rojos cendalesy dos carretas llenas de cañavienen vibrando de los cañales.Crujen las mazas dando sus vueltasy los gañanes el homo atizany dos chicuelos de mangas sueltascon sus cuchillos la caña alisan.Los bueyes giran por un caminoque en el bagazo finge una boa,y baja el jugo, color de vino,haciendo espumas en la canoa.Cantan los mozos y un chico bailaoyendo aquellos cantar en coro,y sobre el fuego hierve la pailaechando al aire burbujas de oro.

 

 

 

Ña Canuta

 

No omite bailes y es rezadora,ella adivina y es curandera;cuando alguien muere finge que llora,de todos sabe la vida entera.“Esa muchacha la vi onde el cura”,—dice la vieja— “yo no la fío”;“juygo de cuentos”, ella murmura,mas pone en ascuas el caserío.Cura el mal de ojos, el maleficio,vende oraciones de brujería;compra cuyeos para su oficioy en casa ajena se pasa el día.No pierde misas, menos rosarios;todos los meses ella comulga;va siempre llena de escapularios,pero es dañina como la pulga.

 

 

 

La paz del campo

 

La paz del campo llega y me habla de la infancia;los tulipanes ríen en el jardín despierto;se yerguen las begonias, las rosas dan fraganciay las legumbres frescas me incitan en el huerto.Alegre todo me habla de muchas cosas viejas,del manantial de plata, del viejo limonerovestido de azahares y azules "pudreorejas",como dosel vistoso erguido en el "potrero"Despide olor de leche la negra vaca mansa,anuncian que pusieron en el corral las aves,el perro bajo el árbol, huyendo al sol, descansa,y copia las faenas en sus pupilas graves.¡Bendita paz campestre! Mi casa lugareñale infunde nueva vida a mi vigor escaso;en un guacal muy limpio mi buena madre ordeñasu vaca preferida para ofrecerme un vaso.

Al frente de la casa en el jardín florecela enredadera dócil que invade hasta las tejas;aromas orientales el jazminero ofrecey se oyen los zumbidos de errátiles abejas.Mi madre y mis hermanos se sientan en mi tomoy el sol en los manzanos enreda rubios lampos...Celebran los chicuelos con gracias, mi retornoal dulce hogar paterno, a mis tranquilos campos.

 

 

 

El titiritero

 

Zapatos rotos, roto el sombrero,la piel curtida por los calores,pasa el jocoso titiriteropara el poblado de labradores.“¡Baile a Perucho!” le gritan todos.“Cuándo los juega?” “¡Baile el Payaso!”y él sigue alegre por los recodosque tiene el pueblo, con firme paso.Llega al villorrio... Todo se alistapara la escena de actores chicos;corre la nueva del viejo artistay se preparan pobres y ricos.El padre cura le da su casay unas cortinas para escenario;se animan todos, la gente pasa,y cuida el orden un comisario.

“Función primera para esta noche”,en las paredes dice un letrero...Principia el acto, sale un fantocheque mueve el hábil titiritero.Rompe en silbidos el populachoy voces burdas al aire lanza...El vulgo dice: — “¡baile el borracho!"y el guitarrista toca la danza.

 

 

 

Frondas lugareñas

 

Sobre las lomas del campoel alba arroja sus gemasy en las aristas del montehay un tinte de violeta.Ensayan suspiros dulceslas tórtolas mañanerasy el mozotillo detallasus complicadas cadenciasdesde la copa del árbolo desde la alta palmera...El manantial fugitivoondula como culebrade baccarat relucientey baja y surca la cuesta,brinca, retoza, se pierdecomo un alma de las peñas;ora finge carcajadas,ora sus risas destrenza,

o bien simula una liraque va rimando querellasen la penumbra del sotoo en el frescor de la huerta.                   * * *Sendero de la montaña,con el alma placentera,caminan dos montañesesal campo de sus faenas,allá donde los maizalespenachos rubios ostentan,en donde engarzan las lluviasfinos collares de perlasy los pinceles del albaradiosos nácares dejan;pasan festivos, cantandouna canción de la aldea;en el semblante, alegría,en el hombro, la herramienta...La blanca ermita del barrio,—interrogación eternaa la mudez de los cielos,esfinge que no contesta!—

esmalta con los celajessu campanario de piedra;y el humo de las cabañascircula, asciende, penetraen el azul donde brillandel Sol las ígneas saetasque descienden hechas lluvia,de topacios y de perlas,hasta el penacho del montey a la silvestre azucena.               * * * Una moza campesinagallarda, graciosa, esbelta,en la boca la sonrisaque regocijos revela,va portando una tinajaen la robusta cadera,por la ruta florecidade salvias y de verbenas,que conduce hasta la fuenteque brinda el agua a la aldea;y así discurren las horasde la mañana montesa,

alegrada por los quiorosy las aves tempranerasy la canción de los vientosque van vibrando en las selvascomo alegre cabalgataanunciada por trompetasa los confines del valle,y a las lejanas praderas,y a las montañas azulesen donde el Sol se doblegacuando la noche desciendecon su cortejo de estrellas.

 

 

 

Las quemas

 

Todo está listo para las quemas:los labradores sobre las rondasprenden el fuego. Color de gemastoman las llamas quemando frondas.Los vientos soplan y las coralessalen en fuga de la maraña;saltan las chispas a los cañalesy de estos vuelan a la montaña.Arden los montes y arrecia el vientocomo una trompa de acentos broncos;y entonces se oye como un lamentoque al desgajarse lanzan los troncos.Y por la noche mira el labriego,cual si salieran de la negrura,dos grandes sierpes hechas de fuegoperegrinando para la altura.

 

 

 

El violinista

 

Es ñor Juan Pelos, o ñor Veintiuno,(son sus apodos), un viejo artista;toca dulzaina como ningunoy es del villorio gran violinista.Las piezas nuevas y las de antañoforman unidas su repertorio:Toca Las Olas y El Desengañoy canta salves en el velorio.En los rosarios de nochebuena,da gusto oirle los villancicos;cuando sus danzas él desenfrena,bailan de gozo viejas y chicos.El es el alma de la alegría,él regocija la villa entera,y el toca en bodas, mas otro díaduerme en las calles su borrachera.

 

 

 

No supe nada

 

Por la vereda que baja al yurromarchan dos mozos bajo la tarde;hay en los tuetes como un susurroy el Sol poniente parece que arde.Ella es descalza, de trenza doble,de ojos muy negros y muy risueña;él es robusto, —tal es un roble,—de manos fuertes y faz trigueña.Ambos, unidos, marchan del brazo,entre güitites de fronda verde,cantando bajan por el ribazoy la pareja por fin se pierde.Venus que atisba desde la altura,los vio ocultarse tras la enramada...“¡Nunca me olvides!”, ella murmura,y al fin de todo... no supe nada.

 

 

 

Esmeraldas vivas

 

En la costa

 

Ensaya el marinero en su canoaun aire de nativa cantinela,y el Sol se expande encima de la estelaque hierve y fulge al avanzar la proa.Debajo de una ceiba está una boa,dijérase que atisba con cautela,mientras la garza por el éter vuelacopiándose en el ponto de Balboa.El Dios de lumbre al derramar sus orosdel piélago de añil sobre la espalda,de la selva abrillanta los colores.Bajo el fuego que al trópico rescalda,emigran, hacia el Norte, treinta lorosfingiendo treinta dardos de esmeralda.

 

 

 

Himno de las ruedas

 

Dilúyense en las auras aromas de violetasy el Sol pone en la ermita nenúfares de fuego;desciende de las abras el rústico labriegoy cantan sus estrofas de vida las carretas.Parece que anunciaran sus triunfos a las metasdel plácido cortijo que es urna de sosiego;simulan epinicios, o bien un largo ruegoque llevan a otros campos las brisas indiscretas.Ya bajan de los montes, cantando por los flancosy tejen con sus notas urdimbre de las ariasque saben las campiñas, las cumbres y barrancos.Sepulta el Sol su disco detrás del bosque verde,inciensan a la noche las rosas y las guariasy el himno de las ruedas prolóngase... y se pierde...

 

 

 

Contienda bárbara

 

Es ella una serpiente de coloresversada en quebrantar en los cubilescachorros de jaguar, pumas sutilesen las selvas, y pájaros cantores.El un perro de buenos cazadoresque supo desgarrar, con sus marfiles,el apuesto león y aun los reptilesque fueron a enroscarse tras las flores.Precipítase el can, ella lo esperaencógese... y alárgase... y da un silbidoy le inyecta su tósigo de fiera.El perro la sacude al verse heridoy recorre por toda la praderaun grito de dolor hecho alarido.

 

 

 

Tardes campestres

 

Tiende la tardefúlgidas gasas,finge Occidenterojiza fragua;dejan la vegatodas las garzasbatiendo al airesus níveas alas...Semeja el barrioverde guirnalda;¡de aves y floresfeliz morada!         * * *Entre la honduracanta que canta,corre un torrentecomo de plata,

y en las riberasdeja en su marcha,blancos encajesde espumas blancas.Allá una chozade hojas de cañasemeja un nidobajo las ramasque tiende un árbolcon flores albas,y de un trapichecrujen las mazascon ruido roncocual de matracas.           * * *Ya de la ermita,sonoras llamancon sus repiquesledas campanas;para el rosariolas viejas pasan,y por la callevan cabizbajas.

           * * *Los mozos tornande sus labranzasy al hombro llevanlucientes palas,y los coloquios,que con Nazaria,tuvo en la fuente,noche pasada,cuenta a Norberto,en tosca charla,un mozo imberbede piel tostada.                      * * *Allá un muchachojunto a una tranca,entusiasmadotoca dulzaina;más lejos se oyealegre danzaque alguien preludiaen su guitarra.

         * * *Por el sendero,una muchacha,viene cantandode la quebrada;en la cabezaostenta ufanapesado líode ropa blancay en la caderauna tinajaque con el brazotiene y abraza.          * * *Allí una viejacon voz cansadale da consejosa Nicolasa:moza del barriomuy vivarachaque a quince abrilesestá ya entrada;

con voz muy quedale habla la anciana;dícela cómoel Diablo engañaa aquellas niñasno recatadas.—No siás zopencave lo que a Juanale ha sucediócon Lucas Parra,¡si son los hombresel mesmo Patas!—Dice la abuelaa la muchacha.            * * *Cesó el rosario,las viejas pasan...van por las callescual sombras vagas...El Sol se ocultatras las montañas,y al fin la tardelenta se apaga...

Los pajarillosen la enramadadan a la nochesu serenata;los campesinosvanse a sus casasy satisfechosen toscas bancascenan alegresqueso de vacay albas tortillasbien aliñadas.         * * *Así concluyen,llenas de charlas,de nuestros camposlas tardes plácidas,las bellas tardesque el Sol esmaltacon sus pincelesde rosa y nácar.

 

 

 

El yigüirro

 

Es el clarín de Mayo. Su plumajees obscuro y ajeno a todas galas,pero sabe las líricas escalas