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La colección 7 mejores cuentos - selección especial trae lo mejor de la literatura mundial, organizada en antologías temáticas. En este volumen te traemos grandes nombres de la vibrante literatura costarricense:El secreto de Lelia por Carlos Gagini.Tío Conejo Comerciante por Carmen Lyra.El más viejo de la aldea por Rafael Angel Troyo.La perla negra por Ricardo Fernández Guardia.El clis de sol por Manuel González MagónAcuarela por Rafael Ángel Troyo.Sevilla por Ricardo Fernández Guardia.
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Seitenzahl: 49
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Title Page
Introducción
El secreto de Lelia
Tío Conejo Comerciante
El más viejo de la aldea
La perla negra
El clis de sol
Acuarela
Sevilla
Autores
About the Publisher
La literatura costarricense surge a partir de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Predomina al inicio el costumbrismo con autores como Aquileo Echeverría y Manuel González Zeledón, que conviven con el modernismo de poetas como Roberto Brenes Mesén y Lisímaco Chavarría.
Las primeras vanguardias literarias aparecen en 1900 con la creación de la revista Repertorio Americano, de Joaquín García Monge, autor de la primera novela costarricense, El Moto (1900). La década de 1940 es prolífica en escritores principalmente realistas, de gran trascendencia para la literatura nacional, con temas enfocados en lo social: Carmen Lyra, Carlos Luis Fallas, Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Yolanda Oreamuno y Carlos Salazar Herrera.
En la literatura costarricense se destacan sus poetas (Isaac Felipe Azofeifa, Julián Marchena, Jorge Debravo, Eunice Odio y Julieta Dobles, entre otros), sus historiadores (Cleto González Víquez, Rafael Obregón Loría, Ricardo Fernández Guardia y Carlos Meléndez Chaverri) y sus ensayistas (Moisés Vincenzi, León Pacheco, Rodrigo Facio, Carlos Monge Alfaro, etc). En la década de 1960, una nueva generación de escritores introduce la temática urbana en la literatura nacional: Alberto Cañas, José León Sánchez y Carmen Naranjo.
Generaciones más recientes han dedicado su obra a expresar su desencanto por el sistema: Rafael Ángel Herra, Fernando Contreras, Fernando Durán, Tatiana Lobo, y Anacristina Rossi. El siglo XXI introduce temáticas como la exploración de temas complejos de la sociedad actual (feminisimo, aborto, suicidio, pedofilia, explotación sexual, drogas), la literatura de ciencia ficción, fantasía épica, novela negra y terror, con autores como Catalina Murillo Valverde, Mirta González Suárez, Alí Víquez, entre otros.
Por Carlos Gagini
Un mes después de publicada en una revista la verídica relación que con el título de Espiritismo aparece en este volumen, recibí de Guatemala una carta, escrita con caracteres menudos y aristocráticos, cuyo contenido causará en el lector la misma sorpresa que a mí me produjo. La copio textualmente:
«Muy señor mío: Como esas flores marchitas que escondidas entre las hojas de un libro evocan en nuestro ánimo toda una historia de amor, así el artículo que usted dedicó a mi pobre Raúl ha hecho revivir en mi memoria un pasado melancólico que en vano he tratado de cubrir con la losa del olvido. A usted que fue su mejor, acaso su único amigo, puedo confiarle mi secreto sin temor de que lo juzgue pueril o ridículo. Soy árabe, me llamo Lelia y nací en Esmirna. Mi padre, después de poseer grandes riquezas que le permitieron darme en París esmerada educación, perdió de golpe toda su fortuna y murió casi al mismo tiempo que mi madre, dejándome al cuidado de un amigo íntimo suyo, hombre de edad madura, acaudalado, instruido y bondadoso.
En compañía de mi tutor viajé por Suiza, Italia y España, y en este último país ocurrieron los dos sucesos que trazaron el rumbo de toda mi vida. Fué el primero mi casamiento. Mi protector se enamoró de mí, y no pude negarle mi mano. ¿Cómo pagar con una cruel negativa la solicitud de aquel hombre generoso que había sido para mí el mejor de los padres? Era yo entonces casi una chiquilla, ignorante del mundo y con la mente poblada de extrañas fantasías. De temperamento apasionado y vehemente, me había forjado acerca del amor una peregrina teoría: creía que Dios encarnaba en cada individuo apenas la mitad de una alma, colocando la otra en una persona del sexo contrario, y que cuando esos dos seres se encontraban frente a frente, atraídas por irresistible afinidad las dos porciones se fundían, se soldaban de un modo indisoluble y resultaban así los matrimonios perfectos. ¿Dónde habitaba, pues, la otra mitad de mi alma? ¿Estaba yo condenada a no encontrarla nunca? ¡Cuán pronto ¡ay! y cuán tarde salí de mi error!
En extremo aficionada a la lectura, nunca dejaba de hacer buen acopio de libros en cada una de las ciudades que visitaba. Sola en una fonda de Madrid —mi marido estaba en Toledo— leí una noche un tomo de versos comprado el mismo día; lo leí de un tirón, trastornada y febril. ¿Qué mágico hechizo ejercieron sobre mí aquellas estrofas apasionadas, candentes, para disipar de un soplo la serena placidez de mi existencia, arruinando mi felicidad para siempre? ¿Por qué singular prodigio, a mil leguas de distancia, en Costa Rica, país hasta entonces desconocido para mí, pudo un hombre interpretar tan fielmente mis sentimientos, mis ideales, mis pensamientos más recónditos? ¿Por qué la hermosa y varonil figura del poeta, cuyo retrato vi en la primera página, me fascinó como si fuera el complemento de mi ser, el único mortal a quien yo habría amado como saben hacerlo las mujeres de mi raza?
Puro romanticismo, locuras de colegiala, pensarán los escépticos; pero yo opino que en todo ello anduvo un poder misterioso, la fatalidad o la Providencia. ¿Quiere usted una prueba? Al día siguiente, al regresar de su viaje mi esposo, sus primeras palabras fueron éstas: He resuelto hacer grandes compras de café y el mes entrante partiremos para Costa Rica. Aun ahora mismo me admiro de que no advirtiera en mi silencio y en mi semblante la espantosa conmoción que esas sencillas palabras me produjeron.