7 mejores cuentos de Alexander Puchkin - Alexander Puchkin - E-Book

7 mejores cuentos de Alexander Puchkin E-Book

Alexander Puchkin

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Beschreibung

La serie de libros "7 mejores cuentos" presenta los grandes nombres de la literatura en lengua española. En este volumen traemos a Alexander Puchkin, un poeta, dramaturgo y novelista ruso, fundador de la literatura rusa moderna. Su obra se encuadra en el movimiento romántico. Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras y creó un estilo narrativo mezcla de drama, romance y sátira que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias, como Dostoyevski, Gógol, Tiútchev y Tolstói, así como en los compositores rusos Chaikovski y Músorgski. Este libro contiene los siguientes cuentos: - La Dama de Espadas. - El pescador y el pez dorado. - El jefe de posta. - El fabricante de ataúdes. - El disparo memorable. - La tempestad de nieve. - La zarevna muerta y los siete guerreros.

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Tabla de Contenido

Título

El Autor

La Dama de Espadas

El pescador y el pez dorado

El jefe de posta

El fabricante de ataúdes

El disparo memorable

La tempestad de nieve

La zarevna muerta y los siete guerreiros

About the Publisher

El Autor

Aleksander Serguéyevich Pushkinn 1​ (6 de junio de 1799-10 de febrero de 1837) fue un poeta, dramaturgo y novelista ruso, fundador de la literatura rusa moderna. Su obra se encuadra en el movimiento romántico. Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras y creó un estilo narrativo —mezcla de drama, romance y sátira— que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias, como Dostoyevski, Gógol, Tiútchev y Tolstói, así como en los compositores rusos Chaikovski y Músorgski.

Era hijo de Serguéi Pushkin, descendiente de una de antigua familia de la aristocracia rusa, y bisnieto, por la rama materna, de Abram Gannibal, príncipe etíope capturado de niño por esclavistas al servicio de los otomanos y trasladado a Rusia, donde se convirtió en jefe militar, ingeniero y noble tras su apadrinamiento por Pedro I el Grande, quien le dio su patrónimo (Petróvich, hijo de Pedro).

Su abuela materna y su aya, una humilde campesina, por las cuales sintió una devoción inmensa hasta el fin de sus días, le inculcaron un profundo amor por los cuentos y la poesía popular rusa, hecho de notar, ya que en su familia se hablaba francés, como era habitual en la aristocracia rusa. Pushkin recibió sin embargo una esmerada educación literaria basada principalmente en la literatura y la lengua francesas. Lector incansable desde temprana edad, causaba asombro su facilidad para improvisar imitaciones de sus maestros, los franceses Molière, Voltaire y Evariste Parny, y los ingleses Byron y Shakespeare. Ya en 1814 consiguió ver un texto suyo publicado en la revista Le Messager de l’Europe: su epístola "Al amigo poeta" ("К другу стихотворцу" - K drugu stijotvortsu). No hizo gran caso de los estudios, pues una sola pasión lo devoraba, la de la lectura voraz y compulsiva de la biblioteca de su padre, formada por 3000 volúmenes, casi todos en francés. Además, la casa de sus padres era escenario de tertulias literarias a las que acudían Karamzín, Bátiushkov, Dmítriev y otros, y su tío carnal, el poeta Vasili Lvóvich Pushkin, hombre culto, bibliófilo, alegre y vividor, de brillante ingenio y verbo fácil, que animó y admiró en todo momento a su sobrino y fue su refugio, apoyo y defensa en los momentos difíciles.

Realizó sus estudios entre 1811 y 1817 en el Liceo Imperial de Tsárskoye Seló —llamado posteriormente Liceo Pushkin en su honor— en Tsárskoye Seló, cerca de San Petersburgo, donde comenzó a escribir su primer poema largo Ruslán y Liudmila, publicado en 1820 entre grandes controversias debido al tema y al estilo. Este poema echó por tierra los cánones poéticos del Neoclasicismo, desconcertando a los poetas oficiales y obteniendo un gran triunfo entre los lectores. Uno por uno los poetas veteranos le fueron declarando su admiración: Derzhavin, Zhukovski...

Tras terminar su formación académica, se instaló en San Petersburgo, entrando a formar parte de la vibrante y áspera cultura de la juventud intelectual de la capital, donde su talento ya era ampliamente reconocido.

En 1820 entró a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores y se empezó a implicar gradualmente en los movimientos de reforma social, convirtiéndose en portavoz de los literatos radicales tras haber escrito algunos poemas sediciosos como Oda a la libertad, que molestó a las autoridades, de forma que el propio zar Alejandro I estuvo a punto de desterrarlo a Siberia; sin embargo sus eficaces protectores y admiradores lo aplacaron y fue desterrado a Yekaterinoslav (hoy Dnipropetrovsk), al servicio del general Ínzov. Allí el poeta enfermó de fiebres y fue acogido por la familia del general Nikolái Rayevski, con la que marchó al Cáucaso y a Crimea. Los paisajes y gentes del Cáucaso impresionaron al poeta; allí compuso el poema romántico El cautivo del Cáucaso, entre 1820 y 1821. Este último año, y siempre al servicio de Ínzov, se trasladó a Chişinău, capital de Besarabia, permaneciendo allí de 1820 a 1823; allí escribió los poemas Gabrielada, 1821, Los hermanos bandoleros, 1822, inspirado en Schiller, La fuente de Bajchisarái, 1823, ambientado en el último Kanato de Crimea, y las poesías La daga, La guerra y Eleutheria. También en esos lugares inició, en mayo de 1823, su obra cumbre, la novela en verso Eugenio Oneguin. En Chişinău ingresó en la logia masónica Ovidio, pero su vida disoluta, las juergas, correrías, amoríos, la pasión por los naipes y el juego, dos duelos y su convivencia durante dos meses con una tribu de gitanos agotaron la paciencia de Ínzov y Pushkin fue enviado a Odesa a las órdenes del general Mijaíl Vorontsov.

Allí entró de nuevo en conflicto con el gobierno. La disciplina militar no se avenía con el carácter del poeta y empezó a galantear a la hija del general. Parece que a ella no le desagradaba, pero un magistral epigrama sobre el carácter del general Voronstov motivó el destierro y arresto domiciliario de Pushkin en la finca de su padre, Mijáilovskoye, provincia de Pskov, de 1824 a 1826. Se despidió de Odesa con su poema Al mar, de 1824.

En Mijáilovskoye, aldea de la Óblast de Pskov, tras la reprimenda paterna y acogido por su amada aya, Arina Rodiónovna, Pushkin compuso seis capítulos de Eugenio Oneguin, el drama histórico Borís Godunov 1825 sobre la tragedia del zar Borís Godunov, el poema El conde Nulin, publicado en 1825 y el poema Los gitanos, publicado en 1827.

Entonces estalló la rebelión de los decembristas, y el duro castigo infligido a sus miembros, casi todos poetas y amigos de Pushkin, le afectó profundamente. Estos eran los llamados poetas decembristas o pléyade decembrista, un grupo de poetas románticos surgidos a la sombra de la sublevación del 14 de diciembre de 1825, instigada por la ilegal Sociedad del Norte constituida en San Petersburgo entre 1821 y 1825; de origen aristocrático, partícipes o simpatizantes del movimiento de los decembristas, la mayoría sufrieron trabajos forzados o deportación a Siberia; fueron vates de las libertades individuales y cívicas en la poesía rusa del Romanticismo, como Kondrati Ryléyev, Wilhelm Küchelbecker, Aleksandr Odóyevski, Vladímir Rayevski, Aleksandr Bestúzhev, etcétera.

Sin embargo, se le permitió visitar al zar Nicolás I para exponer una petición de liberación, que consiguió y, aunque aparentemente Pushkin no había participado en la rebelión de diciembre de 1825 en San Petersburgo, algunos de los insurgentes tenían entre sus papeles sus primeros poemas políticos, por lo que pronto se vio bajo un estricto control por parte de los censores del gobierno y se le impidió viajar y publicar libremente. La obra que se convertiría en la más famosa de su carrera, el drama Borís Godunov, escrita mientras residía en la hacienda materna, no obtuvo el permiso de publicación hasta cinco años después.

A la muerte del zar Alejandro I le sucede Nicolás I, que toma bajo su protección al escritor permitiéndole regresar a Moscú. En 1826 regresó a Moscú y en 1829 fue recibido por el zar Nicolás I, quien decidió personalmente ser el censor de las obras de Pushkin. Para entonces sus escritos se editaban en tiradas enormes y el poeta cobraba unos honorarios muy sustanciosos, llegándosele a pagar 10 rublos por cada estrofa de Eugenio Oneguin (Yevgueni Oneguin), suma realmente fabulosa. En 1829 regresó a su querido Cáucaso y recogió sus impresiones en Viaje a Arzerum 1835. De esa época data Poltava (1828-1829), poema dedicado a ensalzar la gloria de Pedro el Grande en la batalla de Poltava. Escribe entonces Los relatos de Belkin (Повести покойного Ивана Петровича Белкина - Póvesty pokóynogo Ivana Petróvicha Bélkina) (1830) que describen la vida rusa.

Al volver a Moscú en 1830 conoció a Natalia Goncharova, una de las mujeres más bellas de su época. Se retiró a la finca paterna en Bóldino, provincia de Nizhni Nóvgorod. Bóldino fue un periodo mágico en su obra —durante el otoño de Bóldino escribió la Historia de la aldea Goriújino, precedente de la sátira de Saltykov-Shchedrín, y Las pequeñas tragedias— Mozart y Salieri, El caballero avaro, El convidado de piedra (versión del tema de Don Juan), Banquete durante la peste y La casita en Kolomna en prosa. Otros ocho capítulos de Eugenio Oneguin y numerosas poesías líricas. Se casó con Natalia Goncharova en 1831 tras ser rechazado una primera vez, en 1830. Ingresa el mismo año de su boda, 1831, en la Cancillería de Asuntos Exteriores con un sueldo especial de 5000 rublos.

En 1831 conoce a Nikolái Gógol con quien entablará una buena amistad estableciéndose entre ambos una relación de mutuo apoyo. Las historias cómicas de Gógol ejercieron gran influencia en la prosa de Pushkin, quien, tras leer los volúmenes de historias cortas Veladas en un caserío de Dikanka publicados en 1831-32 lo apoyaría críticamente y más tarde, en 1836, tras lanzar su revista El Contemporáneo ("Sovreménnik") publicaría en ella algunas de las narraciones cortas más famosas de Gógol.

En la década de los treinta compuso El cuento del pope y su bracero Baldá, 1830, los cuentos El zar Saltán, 1831; El pescador y el pececillo, 1833; La princesa muerta y los siete gigantes, 1833; El gallito de oro, 1834... En 1832 inicia su novela en prosa Dubrovski, cuyo argumento discurre en un ambiente de pequeños terratenientes de provincias; Historia de la revuelta de Pugachov, 1834, acertada incursión en la investigación histórica; la novela en prosa La hija del capitán, 1836, donde se describe también noveladamente el motín campesino acaudillado por Pugachov, el poema El caballero de bronce, de 1833, dedicado a la figura del zar Pedro I, etcétera. Ya en 1833 es elegido miembro de la Academia Rusa.

Pushkin tenía que hacer frente a numerosísimos gastos —un hijo nuevo cada año, dos hermanas solteras de su esposa que vivían con él, su afición al juego y las frecuentes y caras fiestas, bailes y recepciones con que se entretenía su esposa— con un trabajo literario incesante y, a pesar de lo bien retribuido que estaba su trabajo, acumuló enormes deudas; en 1836 emprendió la publicación de la revista literaria El Contemporáneo para aliviar su situación, revista que llegaría a adquirir un máximo prestigio en las letras rusas.

Sin embargo, las envidias lo acechaban y, el 27 de enero de 1837, a los 37 años, Pushkin es mortalmente herido en un duelo mantenido con el militar francés Georges d'Anthès, protegido y amante secreto del embajador holandés, en las afueras de San Petersburgo, a causa de la actitud provocadora de este para con su esposa. Le manipularon el arma, por lo que el poeta no pudo defenderse, y la primera bala del arma contraria lo alcanzó el pecho al comenzar el duelo, muriendo, sin que los médicos pudieran hacer nada, en la madrugada del 29 de enero de 1837. La escritora inglesa Elaine Feinstein en una muy bien documentada biografía sobre Pushkin, afirma por el contrario que el militar francés disparó primero, hiriendo al poeta en el abdomen y que Pushkin, hizo el disparo que le correspondía hiriendo levemente al oponente. Mijaíl Lérmontov escribió entonces en honor póstumo a Pushkin La muerte del poeta ("Смерть Поэта" - Smert poeta).

El gobierno ruso, que temía una manifestación política durante su funeral, se opuso a una gran ceremonia religiosa, trasladó el cuerpo en secreto a medianoche a un monasterio cerca de Mijáilovskoye, la hacienda de su madre, donde le dieron sepultura con la única asistencia de parientes y amigos. El zar pagó sus deudas y pensiones para su familia.

La Dama de Espadas

I

Un día en casa del oficial de la Guardia Narúmov jugaban a las cartas. La larga noche de invierno pasó sin que nadie lo notara; se sentaron a cenar pasadas las cuatro de la mañana. Los que habían ganado comían con gran apetito; los demás permanecían sentados ante sus platos vacíos con aire distraído. Pero apareció el champán, la conversación se animó y todos tomaron parte en ella.

-¿Qué has hecho, Surin? -preguntó el amo de la casa.

-Perder, como de costumbre. He de admitir que no tengo suerte: juego sin subir las apuestas, nunca me acaloro, no hay modo de sacarme de quicio, ¡y de todos modos sigo perdiendo!

-¿Y alguna vez no te has dejado llevar por la tentación? ¿Ponerlo todo a una carta?... Me asombra tu firmeza...

-¡Pues ahí tenéis a Guermann! -dijo uno de los presentes señalando a un joven oficial de ingenieros-. ¡Jamás en su vida ha tenido una carta en las manos, nunca ha hecho ni un pároli, y, en cambio, se queda con nosotros hasta las cinco a mirar cómo jugamos!

-Me atrae mucho el juego -dijo Guermann-, pero no estoy en condiciones de sacrificar lo imprescindible con la esperanza de salir sobrado.

-Guermann es alemán, cuenta su dinero, ¡eso es todo! -observó Tomski-. Pero si hay alguien a quien no entiendo es a mi abuela, la condesa Anna Fedótovna.

-¿Cómo?, ¿quién? -exclamaron los contertulios.

-¡No me entra en la cabeza -prosiguió Tomski-, cómo puede ser que mi abuela no juegue!

-¿Qué tiene de extraño que una vieja ochentona no juegue? -dijo Narúmov.

-¿Pero no sabéis nada de ella?

-¡No! ¡De verdad, nada!

-¿No? Pues, escuchad:

«Debéis saber que mi abuela, hará unos sesenta años, vivió en París e hizo allí auténtico furor. La gente corría tras ella para ver ala Vénus moscovite; Richelieu estaba prendado de ella y la abuela asegura que casi se pega un tiro por la crueldad con que ella lo trató.

«En aquel tiempo las damas jugaban al faraón. Cierta vez, jugando en la corte, perdió bajo palabra con el duque de Orleáns no sé qué suma inmensa. La abuela, al llegar a casa, mientras se despegaba los lunares de la cara y se desataba el miriñaque, le comunicó al abuelo que había perdido en el juego y le mandó que se hiciera cargo de la deuda.

«Por cuanto recuerdo, mi difunto abuelo era una especie de mayordomo de la abuela. Le temía como al fuego y, sin embargo, al oír la horrorosa suma, perdió los estribos: se trajo el libro de cuentas y, tras mostrarle que en medio año se habían gastado medio millón y que ni su aldea cercana a Moscú ni la de Sarátov se encontraban en las afueras de París, se negó en redondo a pagar. La abuela le dio un bofetón y se acostó sola en señal de enojo.

«Al día siguiente mandó llamar a su marido con la esperanza de que el castigo doméstico hubiera surtido efecto, pero lo encontró incólume. Por primera vez en su vida la abuela accedió a entrar en razón y a dar explicaciones; pensaba avergonzarlo, y se dignó a demostrarle que había deudas y deudas, como había diferencia entre un príncipe y un carretero. ¡Pero ni modo! ¡El abuelo se había sublevado y seguía en sus trece! La abuela no sabía qué hacer.

«Anna Fedótovna era amiga íntima de un hombre muy notable. Habréis oído hablar del conde Saint-Germain, de quien tantos prodigios se cuentan. Como sabréis, se hacía pasar por el Judío errante, por el inventor del elíxir de la vida, de la piedra filosofal y de muchas cosas más. La gente se reía de él tomándolo por un charlatán, y Casanova en sus Memorias dice que era un espía. En cualquier caso, a pesar de todo el misterio que lo envolvía, SaintGermain tenía un aspecto muy distinguido y en sociedad era una persona muy amable. La abuela, que lo sigue venerando hasta hoy y se enfada cuando hablan de él sin el debido respeto, sabía que Saint-Germain podía disponer de grandes sumas de dinero, y decidió recurrir a él. Le escribió una nota en la que le pedía que viniera a verla de inmediato.

«El estrafalario viejo se presentó al punto y halló a la dama sumida en una horrible pena. La mujer le describió el bárbaro proceder de su marido en los tonos más negros, para acabar diciendo que depositaba todas sus esperanzas en la amistad y en la amabilidad del francés.

«Saint-Germain se quedó pensativo.

«-Yo puedo proporcionarle esta suma -le dijo-, pero como sé que usted no se sentiría tranquila hasta no resarcirme la deuda, no querría yo abrumarla con nuevos quebraderos de cabeza. Existe otro medio: puede usted recuperar su deuda.

«-Pero, mi querido conde -le dijo la abuela-, si le estoy diciendo que no tenemos nada de dinero.

«-Ni falta que le hace -replicó Saint-Germain-: tenga la bondad de escucharme.

«Y entonces le descubrió un secreto por el cual cualquiera de nosotros daría lo que fuera...

Los jóvenes jugadores redoblaron su atención. Tomski encendió una pipa, dio una bocanada y prosiguió su relato:

-Aquel mismo día la abuela se presentó en Versalles, au jeu de la Reine. El duque de Orleáns llevaba la banca; la abuela le dio una vaga excusa por no haberle satisfecho la deuda, para justificarse se inventó una pequeña historia y se sentó enfrente apostando contra él. Eligió tres cartas, las colocó una tras otra: ganó las tres manos y recuperó todo lo perdido.

-¡Por casualidad! -dijo uno de los contertulios.

-¡Esto es un cuento! -observó Guermann.

-¿No serían cartas marcadas? -añadió un tercero.

-No lo creo -respondió Tomski con aire grave.

-¡Cómo! -dijo Narúmov-. ¿Tienes una abuela que acierta tres cartas seguidas y hasta ahora no te has hecho con su cabalística?

-¡Qué más quisiera! -replicó Tomski-. La abuela tuvo cuatro hijos, entre ellos a mi padre: los cuatro son unos jugadores empedernidos y a ninguno de los cuatro les ha revelado su secreto; aunque no les hubiera ido mal, como tampoco a mí, conocerlo.

«Pero oíd lo que me contó mi tío el conde Iván Ilich, asegurándome por su honor la veracidad de la historia. El difunto Chaplitski -el mismo que murió en la miseria después de haber despilfarrado sus millones-, cierta vez en su juventud y, si no recuerdo mal, con Zórich, perdió cerca de trescientos mil rublos. El hombre estaba desesperado. La abuela, que siempre había sido muy severa con las travesuras de los jóvenes, esta vez parece que se apiadó de Chaplitski. Le dio tres cartas para que las apostara una tras otra y le hizo jurar que ya no jugaría nunca más. Chaplitski se presentó ante su ganador; se pusieron a jugar. Chaplitski apostó a su primera carta cincuenta mil y ganó; hizo un pároli y lo dobló en la siguiente jugada, y así saldó su deuda y aún salió ganado...

«Pero es hora de irse a dormir: ya son las seis menos cuarto.

En efecto, ya amanecía: los jóvenes apuraron sus copas y se marcharon.

––––––––

II

La vieja condesa *