Árbol De Magnolias - June V. Bourgo - E-Book

Árbol De Magnolias E-Book

June V. Bourgo

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Beschreibung

Después que Sydney Grey regresa a su pintoresco pueblo natal de Stoney Creek y comienza la renovación de su hogar de la infancia, descubre varios diarios escritos por su madre.

Presuntamente culpable de haber abandonado a su familia hace veinte años, se descubre un secreto sobre su madre oculto por mucho tiempo. Con la ayuda de su abuela quien regresa a la granja, Sydney debe confiar en sus instintos para develar el misterio.

¿Pero tendrán suficientes pistas para descubrir la verdad sobre la desaparición de su madre?

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ÁRBOL DE MAGNOLIAS

JUNE V. BOURGO

Traducido porANA MEDINA

ÍNDICE

Reconocimientos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Querido lector

Derechos de autor (C) 2019 June V. Bourgo

Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2021 por Next Chapter

Publicado en 2021 por Next Chapter

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor.

Para todos los creyentes…

Nunca olvides la magia

RECONOCIMIENTOS

Escribí este libro para todos los creyentes en la magia. Vivimos en un mundo que puede, algunas veces, confundirnos, decepcionarnos, y dejarnos temerosos. Pero siempre está la magia, tal como tú, lector, la percibes: bien a través de la creencia spiritual, la ciencia, religión, o simple instinto.

Como siempre, agradezco a Anne Marsh y Heidi Frank, mis lectoras creativas y gramaticales, quienes me acompañan en las pruebas iniciales de escribir una historia. Ellas atienden a mis dudas e inseguridades en mi habilidad para crear un Nuevo proyecto.

Estoy por siempre agradecida por el apoyo de mi esposo, Dennis, cuyo aporte creativo y personal nunca cesa.

Inmensas gracias a mi familia de Creativia Publishing, quienes trabajan duro para hacer mi historia lo mejor que puede ser.

Un sentido agradecimiento a Annie Kagan, Autora de La Vida Después de la Muerte de Billy Fingers (alias William Cohen) por permitirme citar las palabras de su hermano al inicio de este libro.

Y a Billy Fingers alias William Cohen, por su etéreo testamento a la magia. Gracias por compartir tu experiencia con tu hermana, quien a su vez compartió tus palabras con el mundo.

Donde estoy veo la luz

en ti así como en mí

Billy Fingers alias William Cohen

(de La Vida Después de la Muerte de Billy Fingers por Annie Kagan)

PRÓLOGO

Septiembre 21, 2000...

Elizabeth Grey despertó sobresaltada. Sus ojos se abrieron súbitamente. Una sensación de pesar la recorrió toda. Miró hacia la izquierda y notó la ausencia de su esposo en la cama. Los dígitos LED en el reloj de alarma marcaba las ocho a.m. Elizabeth se sentó y se estiró. Se sacudió la incomodidad. Debe ser un sueño que no puedo recordar. Se dirigió al baño, lavó su cara y manos, se puso la bata de casa sobre el camisón de dormir y salió al pasillo. Se podía escuchar una voz proveniente de la habitación de su nieta. Se detuvo en la puerta y se recostó contra el marco.

Sydney, de cuatro años, estaba sentada en el piso con su juego de té organizado frente a ella. —¿Te gustaría un poco de azúcar en tu té?

Elizabeth sonrió. Sidney tenía una amiga imaginaria. Elizabeth no estaba preocupada. Muchos niños los tenían, especialmente cuando no tenían hermanos y viven una vida rural sin otros niños con quienes jugar. Es solo parte de su desarrollo. Frank, su esposo, por el otro lado, pensaba que era algo extraño y creía que Sydnely tenía problemas. Un hombre testarudo que una vez tuvo una fé no podía ser inducido a cambiar, ella estaba cansada de discutir este punto. Elizabeth suspiró.

Sydney levantó la mirada. —Hola, Nana, mi amiga, Candy, está tomando el té conmigo.

—Buenos días, cariño. Salúdala de mi parte.

—Ella no está demasiado feliz hoy. Se ve muy triste.

—Lamento escucharlo. Tal vez tu fiesta de té la anime. ¿Qué te gustaría desayunar esta mañana?

Sydney miró a su amiga invisible. —Hmm… ¿qué debería comer hoy? ¿Qué te parecen las panquecas? —Miró a su Nana. —Sí, Candy está sonriendo.

—Te prepararé las panquecas después de tomar mi café. Te llamaré cuando estén listas.

Elizabeth descendió las escaleras y fue a la cocina. El aroma de la cafetera llena de café la llamaba. Se sirvió una taza y miró por la ventana hacia el granero y el galpón. Ambas puertas estaban cerradas. Probablemente Frank salió a caminar un rato. Elizabeth fue hacia la puerta del frente para sentarse en el columpio y disfrutar de su café en la hermosa y cálida mañana.

Salió al porche y se detuvo de repente. Inhaló aire con fuerza, su mano libre se apoyó en su pecho y gimió, —Oh, mi Dios…—La taza de café que tenía en la otra mano cayó al suelo. Trozos de porcelana se dispersaron por el porche mientras el café caliente salpicaba sus pantuflas blancas.

—Oh, mi Dios… —gimió.

Frank estaba boca abajo en el piso de madera. Elizabeth se arrodilló a su lado. —¿Frank? Frank… —Lo sacudió por el hombro. No obtuvo respuesta. Trató de empujarlo para ponerlo sobre su espalda pero solo logró ponerlo de lado. Los ojos de Frank le devolvían la mirada, nublados y sin vida. Se cubrió la boca con las manos. —No, no, —murmuró. Elizabeth apoyó los dedos en su cuello. No tiene pulso. Movió la mano hacia su pecho. Su corazón no está latiendo. Su cuerpo estaba frío al tacto. ¿Cuánto tiempo ha estado tendido aquí? Elizabeth supo que estaba muerto. No había nada que ella ni nadie más pudiera hacer por su esposo. Una oleada de shock congeló su cuerpo en ese lugar.

No tenía idea de cuánto tiempo llevaba arrodillada allí mirando a su difunto esposo. Se levantó y entró a la casa. Después de llamar a la policía, Elizabeth llamó a su amiga y vecina, Carol.

Cinco minutos después, Carol se llevó a Sydney por la puerta de atrás en una aventura a través de la pradera, para terminar con panquecas en la casa de Carol.

Elizabeth regresó al porche y recogió los trozos de la taza. Colocó una almohada debajo de la cabeza de Frank y lo cubrió con una cobija. Parecía estar durmiendo. Un tonto gesto de seguro, aunque reconfortante. Se sentó en el columpio del porche. No hubo histeria, ni lágrimas. Solo una aceptación entumecida… y esperó.

1

Diecisiete años después...

La casa de dos pisos de la granja con ventanas tapadas, pintura desconchada y jardines descuidados no se parecía en nada a la casa que ella recordaba de su infancia. Sydney Grey estaba de pie en la acera de grava que llevaba a los escalones sueltos del porche cubierto por hojas, tierra y ramas rotas. Sus ojos miraron las ventanas del segundo piso, deteniéndose en una ventana en particular. Mi habitación. Su mente se llenó con recuerdos de la infancia de cuando nadaba en el pequeño lago detrás de la casa y jugaba al escondite en el bosquecillo de árboles de magnolias. Le encantaba la fragancia de las flores de magnolia; una esencia embriagadora, intoxicante con un poco de cereza, limón, y un toque de vainilla.

Sintió en la boca de su estómago que comenzaba a formarse una inquietud y continuó avanzando para recorrer su cuerpo y hacer que Sydney frunciera el ceño. Ella no tenía idea. Sentimientos como ese habían abrumado a Sydney toda su vida. Generalmente, ocurría antes de que algo sucediera. Se sacudió la sensación. Eso es porque ella no sabía que antes hablaba con una persona muerta.

Una rápida revisión del techo sobre el porche y la casa mostró tablitas retorcidas y varias tejas faltantes. Sydney sopló un mechón de cabello rubio fuera de sus ojos. —Mierda, —murmuró. Se necesita un techo nuevo en ambas partes. Abrió su libreta y escribió algunas notas. Las ventanas del segundo piso estaban intactas. Sin embargo, serían reemplazadas con una hilera de ventanas panorámicas, como parte de la intención de convertir todo el piso superior en un estudio abierto. Subió al porche. Al menos el piso está intacto. El columpio suspendido donde le encantaba subirse en las noches frescas colgaba torcido, una de las cadenas estaba rota. Se recostó contra los postes del porche. Sólido.

El interior de la casa estaba en mejor condición. Sin embargo, el aire adentro estaba caliente y rancio. Dejó la puerta entreabierta y abrió todas las ventanas mientras deambulaba por todas las habitaciones. Las alfombras estaban desgastadas lo que no importaba. Tenían madera debajo y con una buena limpieza y tintado quedarían como nuevas. Observó el amarillento linóleo en los pisos del baño y la cocina. Eliminados – una completa renovación para ambas áreas. Sus ojos miraron alrededor de la cocina, descansando en una antigua despensa con una puerta rota. La despensa se queda.

Había tres habitaciones en el piso principal. La más grande sería su habitación y oficina. Imaginaba una chimenea eléctrica con un sillón, con mucho espacio para añadir un baño privado. Sydney se detuvo frente a una de las ventanas y observó el bosquecillo de árboles de magnolias que estaba a la izquierda del lago. Sonrió al pequeño muelle que entraba al lago, recordando las lecciones de natación que su abuela había comenzado antes de que pudiera caminar. Nan la llamaba su bebé acuática. La segunda habitación serviría para cuando Nana quisiera venir de visita y la tercera como habitación para huéspedes. Una renovación sencilla para ellos.

De vuelta en la sala, observó la chimenea instalada en una pared completa de piedras incrustadas. Si la chimenea podía recuperarse, sería apropiada una protección de vidrio ya que le encantaba la pared de piedra. Se escuchó una puerta en la planta alta. La cabeza de Sydney se volteó hacia el ruido. —Oh… —Probablemente un ráfaga de viento de una de las ventanas de aquí abajo. Sin embargo, igual se sobresaltó.

Las bisagras de la puerta de madera natural se quedarían. Me encantan. Observó que la escalera de madera y las barandas quedarían hermosas con una buena limpieza y tintura.

En la planta alta había un depósito y dos habitaciones más. Al entrar en la que había sido su habitación, Sydney imaginó retirar las paredes internas para unir las habitaciones y el pasillo como un estudio abierto de yoga para sus clientes. Podría reemplazar la pared de carga con pilares. Abrió la puerta hacia el pasillo y entró en el depósito. Tiene el tamaño ideal para un baño con dos cubículos para los clientes. Había un banquillo de madera en la esquina. Levantó la mirada al techo, observando la trampilla que daba al ático. Recuerdos de su abuelo subiendo al banquillo y tirando de la trampilla inundaron su mente. Unos escalones descendieron para poder acceder arriba. Sonrió, recordando que ella había sido demasiado pequeña para subir al banquillo y tirar de la trampilla y había ansiado el día en que fuera lo bastante alta para explorar los secretos del ático. Si ella no se hubiera mudado a la ciudad con Nan, se hubiera convertido en otro escondite.

El sonido de un vehículo la hizo salir de la habitación y regresar a la ventana. Miró hacia abajo esperando ver al contratista que vendría a inspeccionar la casa. Salió del auto una mujer alta y delgada, con una gorra, su largo cabello caía por su espalda recogido en una trenza. Sydney se dirigió al porche.

Salió hacia el porche y se encontró con la mujer en el escalón superior. —Hola, ¿en qué te puedo ayudar?

La extraña la miró arriba y abajo. —¿Syd? ¿Eres tú?

Sydney inclinó la cabeza hacia un lado. Solo sus amigas la llamaban Syd. Su abuela se negaba porque lo hacía sonar como un hombre. Para su Nan, el nombre Sydney ya era bastante malo pero estaba en su partida de nacimiento. Mi Nan es de la vieja escuela.

—Lo siento. ¿Debería saber quién eres?

La mujer se rió y extendió los brazos. —Soy yo, Jessie.

La reconoció inmediatamente. —Oh, mi Dios… ¿Jessie?

Las dos mujeres se abrazaron. —No puedo creer que seas tú, —dijo Sydney. Ambas se habían conocido en el preescolar. En la época en que falleció su abuelo. Ella y su abuela se mudaron a Kelowna cuando terminó ese año escolar. Las chicas solo se habían visto algunas veces a través de los años y perdieron contacto en la secundaria. A los veintiuno ambas habían cambiado considerablemente desde su última visita de adolescente.

Jessie la hizo retroceder. —Me encanta tu estilo de cabello. Te ves hermosa. —El cabello rubio recto de Sydney caía en capas un par de pulgadas debajo de su barbilla, partido en el medio con largos mechones a ambos lados de su rostro que siempre estaba soplando de sus ojos. —Hace resaltar tus ojos azules.

—Gracias. Te ves hermosa. —Sydney observó su estatura. —Tan alta. Podrías ser modelo.

Jessie hizo una mueca. —No, gracias. Me gusta la vida tranquila de nuestro pequeño pueblo.

—Supongo que todavía tiene ese sabor a pueblo pequeño, pero ha crecido mucho desde la última vez que estuve aquí. ¿Cómo supiste que yo estaba aquí? —preguntó Sydney.

—Mamá vive al lado de tu posible constructor. Él mencionó que un miembro de la familia había regresado a la granja. Pensé en darme una vuelta, esperando que fueras tú.

—Sí, la Constructora Rhyder. Estoy esperando a alguien que viene hoy a revisar la casa.

—Excelente. En realidad son los mejores constructores de por aquí.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, una van blanca con el emblema de Constructora Rhyder salió del camino hacia la entrada de tierra. Las dos mujeres caminaron por los escalones para saludar al joven que salía por la puerta del conductor. Sydney observó su contextura fuerte y delgada, con su camiseta blanca ajustada y vaqueros a la medida con botas vaqueras bien desgastadas. ¡Vaya! Si todos los vaqueros de por aquí lucen así…

Jessie habló de primera. —Epa, fantasma. No te había visto por un tiempo. ¿Cómo estás?

—Hola, extraña. Estaba trabajando en un proyecto grande fuera del pueblo pero Papá ha estado fuera por un par de semanas. Dejé encargado al capataz y regresé a encargarme de la oficina. Es bueno estar en casa. —Su mirada se dirigió a Sydney. La miró arriba y abajo de manera obvia. —Estoy buscando a Sydney Grey.

Sus ojos se encontraron y Sydney se sintió atraída por sus expresivos ojos azules. Se quedó petrificada en el sitio. El joven inclinó su cabeza a un lado y arqueó sus cejas, esperando a que ella le respondiera. Saliendo de su estupor, caminó un poco demasiado rápido y casi tropezó. Extendió su mano. —Oh… esa soy yo. Soy Sydney Grey. —Qué torpe soy.

—Soy Jax Rhyder, de la Constructora Rhyder. —Le dirigió una amplia sonrisa y estrechó su mano. La retuvo un poco más de lo usual, sus ojos observaban el rostro de ella.

Ella retiró la mano. Hmm… parece un poquito seguro de sí mismo. —Encantada de conocerte. Estoy verdaderamente emocionada por ver qué tienes que decir sobre las renovaciones.

Jax observó la vieja edificación. —Yo también. Me encanta restaurar viejas casas de granjas. Es mi pasión. Con suerte, podremos llegar a un acuerdo y hacerlo funcionar.

Jessie aclaró su garganta. —Bueno, debo marcharme y dejarlos trabajar.

Mientras el par de jóvenes se volteaba para mirarla, Jessie rió. —Vaya, mírenlos a ustedes dos. ¿Acaso no hacen una linda pareja?

La boca de Sydney cayó abierta y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Dijo con los labios, —¿Qué? —Miró a Jax de lado. Él rió y sus ojos tenían un destello de diversión.

Jessie se apresuró y se encogió de hombros. —Quiero decir, que ambos son rubios de ojos azules con el mismo estilo de cabello que Keith Urban. Me hicieron pensar en las parejas que se parecen.

Jax rió. —La misma Jessie de siempre. Tan directa como en la escuela. Lo primero que llega a tu mente, es lo primero que sale por tu boca.

—Esa soy yo. Entonces Syd, ¿por qué no nos encontramos para cenar esta noche en el restaurante de carnes Carl’s y nos ponemos al día con nuestras vidas? Está en la Tercera Calle.

—Me encantaría. ¿Qué te parece a las siete?

—Excelente. Nos vemos entonces.

2

Sydney y Jax observaron a Jessie caminar hacia su auto y alejarse. Ella se volteó hacia Jax quien le estaba sonriendo.

—¿Conoces bien a Jessie? —le preguntó él.

—No del todo. Fuimos mejores amigas cuando teníamos cuatro y cinco años antes de que yo me mudara a Kelowna. Intercambiamos cartas durante varios años y nos visitamos varias veces pero eventualmente perdimos contacto. Será fabuloso conocerla de nuevo.

—Ella es buena persona. No puedes equivocarte con ella como amiga.

—Es bueno saberlo. Entonces… ¿quieres comenzar aquí o adentro?

—Comencemos aquí con las fundaciones.

Durante las siguientes dos horas, Jax se arrastró debajo de la casa e inspeccionó el galpón en la propiedad. Dentro de la casa, revisó los gabinetes, estudió los techos y despegó las alfombras para inspeccionar la madera debajo de ellas. Hablaron sobre pisos, electrodomésticos, ventanas, puertas y techos. En el segundo piso, pidió ver el ático.

Sydney lo llevó al almacén. Después de discutir la propuesta de un baño con dos cubículos, ella subió al banquillo y abrió la puerta del ático. —Subiré contigo. Esto es emocionante para mí. Desde que era pequeña, quise explorar el ático. —Mientras desplegaba las escaleras, con ellas bajó una nube de polvo y telas de araña. Ella estornudó.

Jax extendió la mano y la ayudó a ajustar las escaleras en su sitio y la fijó para mayor estabilidad. Él comenzó a subir primero. A mitad de camino, miró hacia abajo. —Probablemente haya más que unas cuantas arañas aquí arriba.

Sydney lo siguió con determinación. —Me gustan las arañas. Se comen los insectos malos.

Él le sonrió. —Chica valiente. Me gusta.

—No soy niñata si a eso te refieres.

No había mucho que ver. Un espacio vacío y polvoriento. Dado que la granja todavía no tenía energía eléctrica, la pequeña ventana oval dejaba pasar una tenue luz. Ella rió. —No sé qué guardaban aquí mis abuelos, pero esto es decepcionante. En aquel entonces, mi mente curiosa de cinco años conjuraba todo tipo de imágenes misteriosas.

Jax rió con ella. —¿Tienes algún plan para el ático?

—No. No tengo intenciones de subir cosas para guardarlas aquí. —Pensó en la puerta de atrás en la planta baja que entraba al lavadero detrás de la cocina. Ya habían discutido ampliarlo para ser la lavandería. —Estaba pensando sobre la lavandería y lo grande que es. Tal vez podamos incorporar algunos gabinetes y repisas para almacenamiento.

—Esa es una gran idea. Y lo que te recomendaría para el ático sería cambiar la ventana por una ventanilla de circulación de aire. Las viejas casas de las granjas carecen de adecuada ventilación. Hay un sistema nuevo que funciona con energía solar que es muy recomendado para controlar la acumulación de calor, humedad y ventilación. Será fácil de instalar con el nuevo techo. Mejoraremos el aislamiento de aquí arriba. Otra ineficacia de las viejas casas en las granjas.

—Está bien.

—Creo que terminamos. Bajemos de nuevo para revisar mis notas.

Dejaron el ático para sentarse afuera en los escalones.

Jax revisó las notas en su carpeta de gancho. —De verdad creo que podemos hacer algo bueno aquí. La fundación es sólida y la estructura del techo parece estar bien. Repararemos las tablas ruidosas del piso o las reemplazaremos. Estás atendiendo el techo justo a tiempo. Otra temporada y probablemente tendrías goteras. Me sorprende su situación en general, considerando que nadie ha vivido aquí por varios años.

—Mi abuela la alquiló por un largo tiempo a una familia que trabajaba en los campos de heno. Nan le pagaba al esposo para el mantenimiento de la granja. Cuando se enfermó y murió, su viuda se llevó a los niños y se mudaron más cerca de su familia. El granjero del otro lado de la calle tiene alquilados los campos de heno y vigila el lugar. La intención de Nan siempre fue darme la casa de la granja y no quería que se convirtiera en un desastre.

—Ha sido afortunada de no tener invasores ni vándalos. —Jax se levantó y estiró su espalda.

Sydney se unió a él. —Supongo que fuimos afortunadas. Pero con el vecino trabajando en los campos, probablemente había demasiada actividad en la propiedad. Y este camino no es tan aislado como antes lo era.

—Hace quince años, esto era un área rural. Pero el pueblo ha crecido tanto que ahora estás en los linderos del pueblo. Así que… ¿qué te parece si nos encontramos aquí pasado mañana? ¿A las diez? Tendré preparada tu cotización.

Sydney asintió. —Aquí estaré.

—Tienes unas ideas maravillosas para este viejo lugar. Algunos toques retro y otros modernos. Será divertido combinarlos. Mientras tanto, prepararé algunos bocetos para la lavandería, los baños, así como la cocina donde hay mucho espacio para expandir los gabinetes y colocar una isla.

—No puedo esperar para verlos. —Lo acompañó hasta su camioneta.

Jax se inclinó en el asiento del conductor y sacó una caja. La colocó en los brazos de ella. —Aquí tienes. Algo para mantenerte ocupada hasta entonces. Algunas muestras de pintura, para interiores y exteriores, un aro con muestras de láminas de color para el techo que quieras, y más aros con muestras de tintes para madera y de azulejos.

El corazón de Sydney se aceleró. Le sonrió. —Oooh… esto se ve divertido. Estoy tan emocionada. Gracias.

Jax la miró resplandeciente. —De verdad espero que trabajemos juntos. Este lugar sería el proyecto soñado para mí. —Subió a la van y encendió el motor. Se volteó y le guiñó un ojo. —Y también lo sería trabajar contigo. Nos vemos pronto.

Sydney descartó el coqueteo y le dijo adiós. Después de desaparecer en el camino, sonrió. Era un maravilloso espécimen de masculinidad pero él lo sabía. Las mujeres probablemente lo perseguían. Pero esto era trabajo y no podía nublar el acuerdo. El romance no estaba en su actual lista de cosas por hacer. No necesitaba ni quería complicaciones.

De alguna manera, sabía que trabajarían juntos. La Constructora Rhyder estaba muy bien recomendada por varias personas del pueblo. Eran conocidos por su trabajo rápido y de calidad. Le habían dicho que no eran baratos pero que siempre recibías por lo que pagabas. Y le gustaron las ideas que él le había planteado durante las últimas dos horas. Pensaban de forma parecida en ese aspecto.

Sydney dio otro paseo a través de la casa, revisando las muestras de azulejos y de pintura. Los tonos tierra con algunos colores opacos oscuros y fuertes brotes de color tenían cierto atractivo y no podía esperar para comenzar. Mientras Sydney estaba en medio de la habitación principal estudiando los esquemas de colores, sintió una súbita brisa fría. Caminó hacia la ventana y miró al cielo. Cruzó los brazos sobre su cuerpo y frotó sus manos sobre sus brazos con piel de gallina. Qué extraño. El sol todavía está brillante y caliente. Sus ojos observaron el lago y el bosquecillo de árboles de magnolias. Un árbol resaltaba un poco separado del resto. Sydney observó cómo se movían las ramas con la brisa, las hojas se agitaban y revoloteaban al punto de que los pétalos de algunas flores caían flotando debajo del árbol. Un recuerdo destelló en su mente. Se vio a sí misma de pequeña sentada en una rama baja oculta junto al tronco.

—Sydney, ¿dónde estás? Es hora de tus lecciones. —Mantenía su cuerpo apretado al tronco y reía. Este era su lugar favorito para ocultarse de su abuelo. Aquí ella podía hablar con su amiga imaginaria como la llamaba Nan. Pero Sydney sabía que era real. Aquí se sentía segura. Este era su lugar feliz.

En este momento, Sydney notó que ninguno de los otros árboles se estaba moviendo con el viento. Estaban inmóviles. Tal vez sea una de esas ráfagas circulares y solo golpeó aquel árbol solitario. Miró más allá del bosquecillo pero todo lo que podía ver en la distancia eran campos de heno. Sydney miró el árbol solitario de nuevo y el movimiento se detuvo. El árbol estaba inmóvil. La habitación de repente se sintió cálida de nuevo y la piel de gallina desapareció. Extraño.

Cerró la casa con seguro y subió a su jeep. Mientras conducía de vuelta al pueblo, sus pensamientos retornaron al recuerdo que había visto. ¿Amiga imaginaria? Tendré que preguntarle a Nan si tenía alguna durante mi infancia.

3

Sydney se apresuró por la calle hacia el restaurante de carnes. Voy tarde. Una pareja que iba saliendo del restaurante sostuvo la puerta para ella. Les sonrió y dio las gracias mientras pasaba rápido junto a ellos hacia la entrada tropezando de frente con el pecho de otro cliente que se marchaba. Él la tomó por los hombros para estabilizarla mientras ella rebotaba sin equilibrio.

Sydney levantó la mirada hacia un hombre de unos cuarenta y tantos con cabello gris a los lados. —Lo siento mucho. No estaba prestando atención.

El hombre la miró fijamente. No pronunció una palabra. Ella miró detrás de él, observando que había personas esperando detrás de él para salir del restaurante. —Oops… estamos bloqueando la salida. —Todavía nada. Parecía enraizado en el lugar. Sydney se hizo a un lado y murmuró sus disculpas de nuevo. Continuó a ritmo más lento hacia el Maitre d’ que estaba junto el podio. Una rápida mirada hacia atrás la sorprendió. El hombre había vuelto a entrar al restaurante y estaba a unos pies de distancia observándola, su expresión en blanco.

El Maitre d’ interrumpió sus pensamientos. —¿Puedo ayudarla, Señorita?

—Sì, voy a encontrarme con alguien. ¿Jessica Farrow?

—Sígame, por favor.

A mitad de camino hacia la mesa, miró por encima de su hombro pero el hombre había desaparecido. Eso fue espeluznante.

—Syd. Llegaste.

—Sí, lamento llegar tarde. Nan llamó justo cuando estaba saliendo y quería saber todo sobre la renovación.

—No te preocupes. Yo también llegué tarde y acabo de sentarme. Es un zoológico aquí esta noche.

—Es noche de costillas, —dijo el Maitre d’. Les entregó un menú a cada una y una lista de cocteles. —Siempre estamos llenos cuando servimos nuestra especialidad en costillas. Su mesero vendrá pronto.

El mesero llegó pocos minutos después. Ambas decidieron ordenar las costillas y una botella de vino tinto seco. Cuando regresò con el vino y los aperitivos, Jessie alzó su copa.

—Por las amistades renovadas, —dijo ella.

Sydney chocó la copa con la suya. —Amistades renovadas y nuevas aventuras.

—¿Entonces cómo te fue con Jax hoy? ¿Vas a trabajar con su compañía?

—Todo salió bien. La casa está estructuralmente sólida. Eso dice mucho. Él comprendió mi visión y me ofreció algunas ideas excelentes. Vamos a reunirnos en dos días para revisar los planos y costos. Mis instintos me dicen que es la persona adecuada para el trabajo.

—He visto su trabajo en otras casas. Es excepcional.

Sydney alzó su copa esta vez. —Por una renovación exitosa y mi futuro hogar.

Jessie reciprocò y llevó a su boca un nacho con queso derretido y salsa. Entre bocados lanzó otra pregunta a Sydney. —Hablando de hogares, ¿dónde te estás hospedando mientras tanto?

—Tengo una cabaña en el River Road Resorts en el Río Okanagan, en el extremo sur.

—Conozco el lugar. Podrías quedarte conmigo y ahorrar algo de dinero.

—Eso es muy amable pero estoy bien. Sabes que nunca antes había vivido sola, siempre estuve con Nan. Así que esto es algo nuevo para mí.

El mesero les trajo sus costillas. —Disfruten su cena.

—Vaya. Eso sabe delicioso. Ya veo por qué el lugar está tan lleno, —dijo Sydney.

—Mmm… muy rico. Por cierto, ¿cómo está tu Nan?

—Ella está bien.

—¿Se mudará contigo a la granja cuando esté lista?

—No. Su vida ahora esté en Kelowna. Tiene allá a sus amigas y no está lista para retirarse todavía. Tendrá su propia habitación para cuando venga de visita pero no creo que vuelva a tiempo completo. Hay muchos malos recuerdos para ella.

Jessie se recostó contra la silla y sorbió su vino. —Supongo que no era lo mismo para ella después que tu mamá desapareció… —su amiga vaciló. —Lo siento. No debí decir eso.

Sydney sacudió la cabeza. —Está bien. De verdad. Creo que eso es una parte. Nan nunca habla sobre aquellos días. Algunas veces, cuando yo era pequeña, le hacía preguntas y ella se ponía a la defensiva. Mi madre era su única hija y creo que cuando se marchó, Nan se sintió abandonada y traicionada. Dijo algo al respecto cuando yo tenía alrededor de doce años. Tiene mucha rabia acumulada hacia su hija.

—¿Y tú nunca supiste de ella en todos estos años?

—No, nada. Dejé de hacer preguntas hace unos años. No recuerdo mucho a mi abuelo. Excepto que podía ser muy estricto y Nan siempre andaba silenciosa a su alrededor. Tengo la impresión de que se casaron jóvenes y que continuaron juntos por obligación. Creo que ella ya no lo amaba.

Jessie empujó su plato y sirvió lo que quedaba del vino. —Ya veo por qué no querría regresar acá. Así que dime, ¿por qué volviste? —le preguntó Jessie.

—Bueno, Nan estaba guardando la granja para dejármela en su testamento. Lo veía como una buena inversión que algún día yo podría vender por un buen precio. Nunca pensó que yo quisiera regresar aquí. Pero yo no era feliz donde trabajaba y decidí comenzar mi propio negocio. Y Kelowna se estaba haciendo demasiado grande para mí. Quería una vida más rural. Revisé alrededor de todo el Valle Okanagan para ver dónde estarían mis competidores y dónde pensaría que podría instalarme.

—¿Y elegiste Stoney Creek?

—Así fue. Mostraba el mayor potencial de crecimiento en esta parte del valle y no tengo competidores entre Osoyoos y Okanagan Falls. Nan se sorprendió de que quisiera regresar aquí. Pero mi entusiasmo la convenció. Varios días después, regresó emocionada de su trabajo y me entregó un sobre. Era la propiedad de la granja.

—Oh, vaya.

—No podía creerlo. Dijo que de todas formas sería mía cuando ella ya no estuviera y si quería mudarme de nuevo para acá y renovarla para que fuera vivienda y negocio, debía tenerla ahora. Me dio el dinero que había estado ahorrando del alquiler de los campos de heno para la remodelación. Eso significa que puedo usar mis ahorros para comenzar mi negocio. Su único requerimiento fue que quería una habitación para ella de forma que pudiera venir a visitarme.

Jessie se inclinó hacia adelante. —Me siento muy feliz por ti. Otro brindis. Por un negocio exitoso. —Alzaron sus copas de vino. —¿Y de qué trata tu negocio, por cierto?

—Soy instructora de Yoga. Tengo la intención de convertir la planta alta en un estudio. Luego, voy a convertir el galpón en habitaciones y duchas para los huéspedes que vengan a los retiros. También soy instructora de Earthing.

Las cejas de su amiga se dispararon hacia arriba. —¿Una qué?

Sydney rió. —Earthing. La descripción corta es para conectar la energía natural de la tierra; la transferencia de energía como un sanador natural. El lago detrás de la casa posee un fondo arenoso, perfecto para los ejercicios en el agua durante la temporada y quiero sembrar un parche de hierba entre la casa y el lago para las prácticas de Earthing y meditación en la hierba.

—Me encanta. Pero buena suerte con la hierba. En caso que no lo hayas notado, vivimos en un área desértica.

—El lago está formado de una fuente artesanal subterránea. Hay suficiente agua. Pero suficiente sobre mí. Hablemos de ti.

Jessie suspiró. —Después de la secundaria, me mudé a Vancouver y me inscribí en la escuela de enfermería. Obtuve mi LPN, Licenciatura en Enfermería Práctica y estúpidamente me casé demasiado joven con un técnico de laboratorio. Ambos trabajábamos en el Hospital General de Vancouver y duró unos nueve meses. El año pasado decidí regresar a Stoney Creek y estoy trabajando en el Hospital de Oliver.

El mesero se acercó y retiró sus platos, y regresó con café.

—¿Algún novio en tu vida? —preguntó Sydney.

—No, al igual que tú, estoy viviendo sola por primera vez y me siento feliz. ¿Qué hay de ti? ¿Algún novio?

—No. Recientemente rompí con un chico realmente bueno de Kelowna. Él quería avanzar en la relación pero faltaba algo. No podía comprometerme basada solamente en que era simpático, así que terminé la relación.

—Epa, ahora tengo alguien con quien salir a los clubes. La mayoría de mis amigas de la escuela viven en la ciudad o tienen bebés.

—Nan nunca se volvió a casar después que mi Abueno murió y está muy contenta con su vida. Me dijo que a menos que quiera tener bebés, ni me molestara.

Se rieron. La mirada de Sydney recorrió el salón y hacia el área con una barra y banquillos y varias mesas pequeñas para personas que no estaban comiendo. Su sonrisa se congeló cuando vio el rostro del mismo hombre con el que había tropezado en la entrada. Su expresión todavía era rígida y sus ojos no pestañeaban.

Dirigió la mirada de vuelta a Jessie. —Epa, sin hacerlo obvio, mira hacia la barra. Hay un hombre al final de la barra. Dime si sabes quién es.

Jessie se dio la vuelta en su silla y miró directamente hacia el bar.

—Oh, mi Dios… ¿llamas eso sutil? —gimió Sydney.

—¿Qué hombre? No hay nadie en el extremo de la barra.

Sydney miró hacia allá. El asiento estaba vacío. —Diablos. Se fue de nuevo. Pensaría que era un fantasma si no hubiera tropezado físicamente con él en la puerta. —Describió el incidente para Jessie.

—Es escalofriante, ciertamente. Pero tal vez solo le gustaste. Eres una chica hermosa y un rostro nuevo en el pueblo.

—¿Carne fresca? No ganas puntos con una persona actuando como un acosador. Además, debe tener más de cuarenta años. Yo tengo veintiuno.

Jessie rió. —Ajá… aún más atrayente para algunos hombres.

Las chicas terminaron su café y Jessie insistió en pagar la cuenta. Acompañó a Sydney por la calle hasta su auto. Intercambiaron números de celulares con la promesa de reunirse de nuevo pronto.

Sydney atravesó el pueblo hacia el río, mirando por el retrovisor para ver si la estaban siguiendo. Aquel hombre extraño de verdad la había alterado. Una vez dentro de la cabaña, cerró la puerta con seguro, asegurándose de que también lo estuvieran las ventanas. Gracias a Dios por el aire acondicionado. No fue sino hasta que cerró las cortinas que se sintió segura y relajada.

4

Jax se estiró en la silla frente al escritorio de su padre. —¿Entonces cuándo regresaste?

—Ayer en la tarde alrededor de las cuatro. Me levanté temprano y vine hace un par de horas. Has hecho un excelente trabajo cuidando todo mientras estaba lejos. Buen trabajo, hijo.

—Gracias. ¿Cómo te fue en el viaje? ¿Hiciste un negocio?

Wes Rhyder levantó algunos documentos de su escritorio y sonrió. —Claro que sí. —Agitó los documentos. Había viajado al Valle Okanagan buscando tierra para un desarrollo en las ciudades más grandes. —No solo nos encargaremos de un nuevo edificio bancario, sino que tenemos la oportunidad de lograr un proyecto en la planta baja de un hospital nuevo. Un proyecto de última generación que nos mantendrá bastante ocupados.