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En este libro las asociaciones de negros y mulatos se enfocan desde sus batallas por la igualdad racial e integración social. De ahí que la argumentación de la autora destaque elementos claves en los procesos de formación y reproducción de la intelligenzia negra camagüeyana y devele los orígenes de liderazgos que llegaron a desplegar una influencia nacional; tales son los casos del poeta Nicolás Guillén, el abogado Juan René Betancourt y el periodista José Armando Pla.
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Seitenzahl: 167
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición y Corrección: Rafael (Filo) Torres Betancourt
Imágenes de cubierta: Comparsa Los Corazones. 1930
Dalia Aguilar Ruiz. Archivo Personal
Vals por los 15años de Zoraida Rodríguez
Montejo con Orq. Ritmo Moderno
Humberto Antúnez Hernández. Archivo Personal
Composición: Daniel Alejandro Leyva Cepero
Diseño de cubierta y colección: Eduardo Rodríguez Martínez
Conversión a e-book: Grupo Creativo de RUTH Casa Editorial
Sobre la presente edición
Todos los derechos reservados
© Kezia Zabrina Henry Knight, 2020
© Editorial Ácana, 2019
ISBN 9789592675834
Editorial Ácana
Calle Maceo # 7 altos, entre
General Gómez y Plaza Maceo
Camagüey C.P. 70100, Cuba
E-mail: [email protected]
http:// www.facebook.com/editorial.acanacamagueycuba
Sinopsis
En este libro las asociaciones de negros y mulatos se enfocan desde sus batallas por la igualdad racial e integración social. De ahí que la argumentación de la autora destaque elementos claves en los procesos de formación y reproducción de la intelligenzia negra camagüeyana y devele los orígenes de liderazgos que llegaron a desplegar una influencia nacional; tales son los casos del poeta Nicolás Guillén, el abogado Juan René Betancourt y el periodista José Armando Pla.
Datos de autora
Dra.C. Kezia Zabrina Henry Knight. Doctora en Ciencias Sociológicas. (2020) Universidad de la Habana. Máster en Cultura Latinoamericana. (2009). Universidad de las Artes. La Habana. Profesora de la Universidad de Camagüey. Ha impartido conferencias en Cuba y otros países. Actualmente trabaja como especialista principal en la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey. Ha recibido numerosos premios y distinciones, como el Premio Nacional Academia de Ciencias de Cuba, 2023 y el Premio de la Crítica Histórica “Juan Torres Lasqueti”, 2022. Ha publicado el libro Asociaciones de negros y mestizos en la ciudad de Camagüey (1879 - 1961). Sus aportes al desarrollo social, Editorial Ácana, 2020. Textos suyos aparecen en diversas antologías y revistas nacionales y extranjeras.
Dedicatoria
A Jesucristo.
A la familia que instituyo con pasión junto a Calixto y nuestros tiernos hijos: Kezia Cynthia y Elías.
A mis padres queridos: Roberto (pipo) y Beryl (mamita).
A mis distinguidos abuelos: Héctor y Georgina (mamá), Harry y Excilia.
A mis hermanos imprescindibles: Rossana, Robertico y a Kenya por supuesto.
A mis sobrinos: Luis Roberto, Ronald Héctor, Karla, Hanna y Gerardito.
A mi familia toda.
A las familias raigales del Camagüey aferradas al decoro y a la instrucción como camino a seguir sin inclinarse ante las adversidades.
Una Institución Nacional
Profunda labor investigativa de Kezia Zabrina Henry Knight, donde claramente se puede comprender cuan necesario resulta tener en la actualidad revolucionaria, una institución que oriente la formación educacional y conducta social, una institución que defienda la autoestima escamoteada del negro. Pero sin tener en cuenta aquellos matices epidérmicos de “negros y mestizos” “negros y mulatos” “gente de color”, que divide y debilita.
La unidad, el estudio y la autoestima, darán buenos resultados…
Hay que lograr una institución unitaria. Así lo tienen otros sectores discriminados en sociedades anteriores y que hoy, apoya la Revolución y apoyan a la revolución: FMC, ANAP, CENESEX, ANCI, ANSOC… y otros. Reconocidos oficialmente donde se hable de la belleza de la redondez de los labios y de la nariz, y del cabello ensortijado, como hablamos de lo bello de la línea recta del cabello y la nariz aguileña y los finos labios rojos. Hay leyes, si, pero no se cumplen, no cambian mentes. Porque… hay leyes de tránsito, pero siguen los accidentes.
Además de felicitar a Kezia, agradezco sus profundos estudios e investigaciones para orientar a nuestro pueblo.
Charles Alden Knight James (Cubano)
La Habana, 19 de junio de 2017
Agradecimientos
Agradezco a las familias de Camagüey que desde el primer instante que les presenté el tema de la investigación me abrieron su corazón, luego sus archivos y vivencias; ejemplos de perseverancia y vitalidad.
A todos los trabajadores y especialistas del Archivo Histórico Provincial de Camagüey, a los de la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella, por la paciencia y profesionalidad, además a mis compañeros de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, al Centro Provincial del Libro y la Literatura y a la Editorial Ácana por materializar este sueño, asimismo al Proyecto Ruta del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio por sus puertas abiertas al diálogo inteligente desde la localidad, la nación y la comunidad científica internacional, igualmente al claustro de profesores del doctorado en Ciencias Sociológicas de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y de la Universidad de La Habana. Distingo la entrega especial de los doctores Esteban Morales Domínguez y Jorge Veranes Salina, mis tutores incondicionales.
Gracias.
Prólogo
La nobleza conquistada
En la quinta edición del Premio Internacional de Ensayo Gonzalo Aguirre Beltrán, convocado por el Instituto Veracruzano de Cultura en 1992, el jurado decidió otorgar el lauro a la pedagoga e historiadora cubana Carmen Victoria Montejo Arrechea (1929–1997), por su texto Sociedades de instrucción y recreo de pardos y morenos que existieron en la Cuba colonial (Período 1878–1898). Aunque la obra no sería divulgada en nuestro país hasta doce años después, en una edición del hoy Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello,1 ella inauguró un importantísimo campo en los estudios sobre la sociabilidad de los africanos y sus descendientes en Cuba.
1 Tras el accidente que quitara la vida a Carmen V. Montejo Arrechea, sus familiares entregaron el original de otra monografía, titulada Las Sociedades Negras en la República. Después de los ajustes exigidos por la integración de textos diferentes aunque complementarios, ambos trabajos se publicaron en 2004 por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello y la Editorial Ciencias Sociales, con el título Sociedades negras en Cuba 1878–1960.
Durante varios años, Carmen Victoria Montejo rastreó los expedientes de las asociaciones en el archivo nacional y en los archivos provinciales y municipales cubanos, escudriñó la prensa de la época, empleó anuarios, guías y directorios como herramientas para la localización de algunas sociedades y entrevistó a historiadores locales, miembros de las extintas sociedades y sus descendientes, lo que le permitió identificar 156 instituciones y caracterizar 131 de ellas.
Este trabajo pionero de Montejo Arrechea, sistematizó una metodología de análisis para los estudios de las sociabilidades marginadas y evidenció el tesoro acumulado y a veces ignorado en los archivos territoriales. Su obra —interrumpida súbitamente por la muerte— abrió sendas en la historiografía cubana que serían ampliadas por otros historiadores, sobre todo María del Carmen Barcia Zequeira, la más abarcadora y persistente estudiosa de la sociabilidad de los negros y mestizos cubanos.2 Ellas, a su vez, son deudoras de Juan Pérez de la Riva (1913–1976) y Pedro Deschamps Chapeaux (1913–1994), maestro y discípulo primero, a la larga, amigos comprometidos con un quehacer científico ajeno al mimetismo o el tutelaje intelectual, con aportaciones que alcanzaron complementariedad metodológica y temática.
2Véase de esta autora: La otra familia: parientes, redes y descendencia de los esclavos en Cuba, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2003; Los ilustres apellidos: negros en La Habana colonial,Ediciones Boloña, La Habana, 2009; Una sociedad en crisis. La Habana a finales del siglo xix,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009; Capas populares y modernidad en Cuba 1878–1930, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009; y Mujeres al margen de la historia, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009.
A contracorriente del historicismo positivista que copó amplias parcelas académicas durante el siglo xx, Deschamps Chapeaux desarrolló una metódica original que le hizo trascender el cepo noseológico del barracón y la plantación para mirar más lejos. Su persistente indagación en documentos, periódicos y archivos epistolares de las últimas décadas del período colonial, reveló los puntos de apoyo y estrategias de ascensión social de los negros y mulatos cubanos, pese a los férreos mecanismos de sujeción económica y cultural de la sociedad colonial. Con su saber enciclopédico, alimentado por una curiosidad insaciable y una irreductible heterodoxia intelectual, Pérez de la Riva cultivó y nos legó una ciencia transversal que difumina las fronteras disciplinarias y nos enseña a leer los mapas del mundo de una manera nueva, sean mapas geográficos, históricos, culturales o demográficos.
Estas poderosas influencias se reconocen en los jóvenes investigadores que en el siglo xxi se aplicaron a estudiar, desde el territorio, la génesis y desarrollo de las sociedades de negros y mulatos en Cuba.3 Una entre ellos, la investigadora Kezia Zabrina Henry Knight, nos presenta ahora Asociaciones de negros y mestizos en la ciudad de Camagüey (1879–1961). Sus aportes al desarrollo social, obra que otorga integralidad y calado a otras indagaciones cuyo curso podemos seguir en textos anteriores de la autora.
3 Me gustaría destacar los aportes que a ese empeño han realizado los libros de Anabel García García: Negros y mestizos en la sociedad civil de Cienfuegos (1899–1912). Editorial Mecenas, Cienfuegos, 2015; y de Yoel Rodríguez Ochoa: Las sociedades de negros y mulatos en la ciudad de Holguín. Ediciones Holguín, 2015.
En este libro las asociaciones de negros y mulatos se enfocan desde sus batallas por la igualdad racial e integración social. De ahí que la argumentación de la autora destaque elementos claves en los procesos de formación y reproducción de la intelligenzia negra camagüeyana y devele los orígenes de liderazgos que llegaron a desplegar una influencia nacional; tales son los casos del poeta Nicolás Guillén, el abogado Juan René Betancourt y el periodista José Armando Pla.
La autora integra en un discurso único las historias que sobre las asociaciones de negros y mulatos en Camagüey nos cuentan los expedientes legales, las publicaciones propias o ajenas y los antiguos asociados y sus descendientes. La periodización propuesta a tales efectos pone más acento en el cambio generacional del liderazgo asociativo que en el contexto político y social en que las sociedades desplegaron sus acciones, sin que dicho contexto deje de sustentar los análisis. Resulta de todo ello una mirada íntima, amorosa, que resalta ciertas particularidades de los modos en que expresó la sociabilidad de los descendientes de africanos en ese territorio.
Algunas formas de sociabilidad de los negros y mulatos en Iberoamérica, como los batallones de milicias creados por las autoridades españolas tras la toma de La Habana por los ingleses y las asociaciones de instrucción, recreo y ayuda mutua, surgidas en el período posesclavista, todavía son eje de los debates sobre los procesos identitarios de los descendientes de la forzada diáspora africana en las Américas. Vistos en unos casos como mecanismos de ascensión social y espacios de reproducción de la cultura dominante y en otros —los menos—, como oportunidad para la cohesión étnica y la subversión social, las cualidades, comportamiento y proyección social de sus miembros han sido frecuentemente abordados en las dos últimas décadas.
En Cuba, la sociabilidad de los negros y mestizos durante la primera y la segunda república, se ajustaba aún al molde institucional diseñado por el liberalismo español a finales del siglo xix para represar las libertades de los criollos, sobre todo de los más oscuros. Resulta innegable, sin embargo, que las sociedades de negros y mulatos contribuyeron a fortalecer identidades de grupo, elevar la autoestima de sus miembros, proveer nuevas formas de representación social y legitimar redes de relaciones que escapaban al control “desde arriba”, por lo que se utilizaron, no pocas veces, para conspirar y trastocar el status quo.
Consciente de ello, la autora se propone demostrar la capacidad subversiva que excombatientes del Ejército Libertador le aportaron a algunas de las sociedades fundadas en Camagüey, la participación relevante que mujeres y jóvenes tuvieron en varias de esas instituciones, los vínculos de la sociedad La Victoria con los movimientos obrero y estudiantil y el incipiente nacionalismo negro subyacente en la prédica y las prácticas políticas y culturales de Directorio Social. Son rasgos distintivos del asociacionismo camagüeyano que contribuyen a ubicar sus sociedades en el contexto nacional.
El acento puesto por muchas sociedades de negros y mulatos en la asunción de la etiqueta de las clases pudientes, la preferencia —a veces en detrimento de la instrucción— por los bailes y otros rituales sociales, así como la falta de sustento ideológico de sus demandas y reclamos, fue una de las críticas más recurrentes de los líderes de la intelectualidad negra de la época.4 Kezia Zabrina Henry Knight no lo ignora y, muy equilibradamente, valora el proceso de “elitización” experimentado por algunas sociedades, como la “Antonio Maceo” y los modos en que la estratificación social vigente se reproducía al interior de dichas instituciones. Creo oportuno destacar que, si bien no desarrolla una perspectiva de análisis declaradamente interseccional, en más de una ocasión la autora aborda las interrelaciones entre raza, género y clase al juzgar las motivaciones, posibilidades, acciones e influencia social de las agrupaciones de negros y mestizos en el territorio agramontino,
4Véase al respecto: “Iniciativas plausibles’’, en Adelante, no. 17, octubre de 1936; Ángel César Pinto: “Origen del fracaso político del negro hasta hoy’’, en Nuevos Rumbos, nos. 3, 4 y 5, enero–febrero de 1949; y Juan René Betancourt Bencomo. El negro, ciudadano del futuro. Talleres Tipográficos de Cárdenas y Cía. La Habana, 1959.
Investigaciones recientes han confirmado la existencia, en la mayoría de las provincias el país, de asociaciones donde predominaban los más solventes, siendo estos en no pocos casos también los de pigmentación más clara. Un vistazo a algunas listas de miembros de las sociedades más “encumbradas”, como Atenas Occidental (Pinar del Río), Club Atenas (La Habana), Antonio Maceo (Camagüey), El Alba (Holguín) o Luz de Oriente (Santiago de Cuba), permite apreciar una alta proporción de integrantes que eran profesionales, figuras de la política o propietarios.
Como en el resto de las sociedades poscoloniales de América, en Cuba el elitismo, rasgo mimético de las capas superiores de los grupos poblacionales subordinados, sobrepuso los intereses de clase a la solidaridad étnica o racial, con características diferentes si se comparan los diferentes territorios del país, pero con similares impactos socioculturales. Es esa la denuncia implícita en la argumentación de Mariano Salas Aranda, redactor de la revista Adelante:
Sostenemos que al problema negro hay que entrarle ‘‘con la manga al codo’’ y no en trajes de salones aristocráticos. Hay que poner las cosas en su lugar, al pan llamarle pan y al vino llamarle vino. Tenemos que bajar a las masas y decirles la verdad clara y diáfanamente; no podemos pretender que porque un grupito de negros se vista de smoking y pertenezcan a sociedades lujosas todos los negros pueden hacerlo. Tampoco podemos pretender que, porque haya un determinado número de negros que tenga títulos académicos nuestra raza tiene ya la suficiente cultura.5
5 Mariano Salas Aranda: “Posición actual y futura de las Sociedades Negras’’, en Adelante no. 33, p. 5, 1938.
Las sociedades de negros y mulatos, integradas por mujeres y hombres autoreconocidos como cubanos, no tenían otro referente civilizatorio que la “cultura occidental” en que fueron formados. Condicionados por los preceptos y normas relacionales de la sociedad en que vivían y actuaban, los descendientes africanos de mayor nivel económico e intelectual creyeron en la utopía del desarrollo endógeno, desconociendo los filtros y obstáculos que las reglas de funcionamiento de la sociedad capitalista interponían a su avance como sector poblacional.
Las sociedades negras trataban de alternar con las sociedades blancas, obligando a los negros a vivir una vida artificial, a aparentar una prosperidad que no tenían, exigiéndoles lujosos trajes y muchos otros gastos para poder ser socios y asistir a los bailes —razonaba Juan René Betancourt—. Sería prolijo continuar enumerando a todos los otros profesionales universitarios, pero lo cierto es que su clientela natural, la gente negra, nada podrá brindarles mientras que no eleven su standard de vida. De modo que nuestros profesionales, viviendo una vida de apariencias y en realidad sin un solo centavo, nada han podido hacer por la raza ni por nuestras sociedades.6
6 Juan René Betancourt Bencomo: Ob. Cit. pp. 152–153.
Algunos tópicos relativos a las sociedades de negros y mulatos en Camagüey requerirán de más investigaciones para ser precisadas. Tal es el caso de la presunta estratificación racial de las sociedades más importantes, cuestión a la cual aludieron personas que la autora entrevistó y de la que dan fe recurrentes críticas en órganos de prensa gestionados por negros y mestizos, como las realizadas por Salvador García Agüero y Juan M. Chailloux en la revista Adelante.7
7Véase al respecto: Salvador García Agüero: “Negros y mulatos”, en Adelante no. 18, 1936; Juan M. Chailloux: “Consideraciones acerca del problema negro en Oriente”, en Adelante, no. 19, 1936.
Mas resulta indiscutible la influencia que allí tuvo, en el avance social experimentado por personas de similar origen, el actuar organizado de los descendientes de africanos. Tal resultado es muy perceptible en la comparación de las estadísticas educacionales de Camagüey con las del resto del país, que la autora refleja en su libro, y en la notoriedad social alcanzada por familias fundadoras de varias sociedades y cuyos apellidos (Vélez, Páez, Luaces, Guillén, Agüero, Pla y otros) son hoy parte indisoluble de la historia agramontina. En Camagüey hay ilustres y negros apellidos que lo son por sí mismos y no por el fulgor de las parentelas que amasaron fortuna con el sudor y la sangre de los esclavizados.8 Los apellidos impuestos por la infamia de la trata y la esclavitud se ennoblecieron —en el aspecto humano— con la lucha de las mujeres y hombres negros por tener una familia, una sociedad y un país mejores.
8 El origen “ilustre” de los apellidos que hoy portan muchas negras y negros cubanos está asociado a la esclavitud, ya que los mayores tratantes y propietarios de esclavos eran miembros de las elites blancas, europeas o criollas. Es la tesis que sustenta la historiadora María del Carmen Barcia Zequeira en su libro Los ilustres apellidos: negros en La Habana colonial.
A finales de los años treinta del siglo xx, parcialmente difuminada la efervescencia revolucionaria de la insurrección popular que derribó a Gerardo Machado, regido el país por administraciones corruptas que sostenían redes clientelares de naturaleza familiar y partidaria e iniciado el proceso de depauperación que conduciría, años después, a una crisis general del sistema político neocolonial, la influencia de las sociedades de negros y mestizos vistas de conjunto, marcaba una tendencia declinante. La situación a finales de la siguiente década, fue descrita por Juan René Betancourt con la crudeza que le caracterizaba:
[…] en el andar del tiempo, cuando las sociedades limitaron su lucha a dar clases de instrucción, a exigir ciertos vestidos lujosos para poder concurrir a las fiestas —llegando muchas de ellas a rechazar a las muchachas que trabajaban como sirvientes— y hacer gestiones para obtener algún sorteo de la lotería para comprar local social o liberar al propio de la hipoteca que la gravara; cuando las sociedades no consiguieron aminorar en lo más mínimo la discriminación racial ni aliviar en nada la situación del negro, la raza comenzó a dar ‘marcha atrás’ y a no asociarse pues, ¿qué beneficio le producía ser socio? Y las sociedades devinieron vacías y fueron languideciendo cada día más, hasta encontrarse en el lamentable estado actual.9
9 Juan René Betancourt Bencomo: Ob. Cit. p. 152.
La revolución triunfante en 1959 creó nuevas formas de sociabilidad política, gremial y cultural cuyas lógicas, alcances y déficits se correspondieron con la radicalidad del nuevo poder. Tal como señaló Alejandro de la Fuente:
[…] las sociedades afrocubanas no fueron desmanteladas de la noche a la mañana; muchas sobrevivieron más tiempo que los clubes exclusivos de la burguesía. Cuando el gobierno las cerró, por lo general alegó razones de procedimientos, como falta de registro apropiado o fallo en el pago de cuotas e impuestos. Además, las sociedades negras no fueron un blanco de la acción gubernamental; las erradicaron junto a numerosas asociaciones cívicas, fraternales, profesionales y de ayuda mutua, que supuestamente obstruían el proceso de redefinir la sociedad civil cubana a partir de los criterios, estimados como apropiados, por el gobierno revolucionario.10
10 Alejandro de la Fuente: Una nación para todos. Raza, desigualdad y política en Cuba 1900–2000. Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2014, p. 358.