Atraer la riqueza y el éxito - Ernest Holmes - E-Book

Atraer la riqueza y el éxito E-Book

Ernest Holmes

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Beschreibung

¿Cuál es la naturaleza de la vida?Es física, mental o espiritual? El universo es inagotable y carece de límites, desconoce fronteras y no tiene confines. El poder creativo del universoesponde cuando manifestamos nuestras necesidades más íntimas con fe y agradecimiento. Nada existe que no seauestra mente, y nada se mueve si no lo mueve la mente. El dinero y el éxito son una idea espiritual, una expresión más de la vida, que atraemos o rechazamos en funcióne nuestros pensamientos. Con este libro descubrirás que la clave para disfrutar de una vida exitosa consiste enensar de un modo creativo, positivo y autoafirmativo. Podemos atraer riqueza, amigos, oportunidades gracias al control del pensamiento. Cualquier cosa que deseemos puedeer nuestra con sólo pedirla: «Pedid y se os dará.» Mateo VII-7 En todas las tradiciones filosóficas, religiosas y místicas se oculta un Gran Secreto capaz de cambiar nuestras vidas.n la Biblioteca del Secreto, Ediciones Obelisco quiere recuperar los títulos más significativos de esta filosofía, queos enseña a obtener salud, prosperidad y amor a través de nuestros intercambios con el universo.

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ERNEST HOLMES

ATRAER LA RIQUEZA Y EL ÉXITO

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Puede consultar nuestro catálogo en www.edicionesobelisco.com

Colección Éxito - Biblioteca del Secreto

ATRAER LA RIQUEZA Y EL ÉXITO CON LA MENTE CREATIVA

Ernest Holmes

1.ª edición en versión digital: junio de 2020

Título original: Creative Mind and Success

Traducción: Natalia Labzóvskaya

Maquetación:: Natàlia Campillo

Corrección: Andreu Moreno

Diseño de cubierta: Mònica Gil

© 2020, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-625-7

Maquetación ebook: leerendigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

Atraer la riqueza y el éxito con la mente creativa

Créditos

Parte 1. Investigación sobre la verdad

Parte 1

Investigación sobre la verdad

Investigar la verdad es investigar la causa de las cosas tal y como el género humano las ve y experimenta. El punto de partida de nuestro pensamiento ha de ser siempre nuestra experiencia. Todos sabemos que la vida existe; de otro modo, n¡o podríamos pensar tan siquiera que nosotros existimos. Puesto que pode­mos pensar, hablar y sentir, tenemos que existir. Vivimos, somos conscientes de la vida; por lo tanto, debemos existir, y la vida debe existir. Si somos la vida y somos la conciencia (el autoconocimiento), de ello se deduce que debemos haber venido de la vida y la conciencia. Así que empecemos con este simple hecho: la vida existe y la vida es consciente.

Pero ¿cuál es la naturaleza de esta vida? ¿Es física, mental o espiritual? Detenernos a pensar un poco, cuidadosamente, con ayuda de la lógica, nos ayudará más que cualquier mera opinión personal a esclarecer algunos de estos interrogantes que al principio nos dejan pasmados por su enormidad.

¿Cuánto de lo que existe podemos llamar vida? La respuesta podría ser: vida es todo cuanto existe; es la razón de todo cuanto vemos, oímos, sentimos, de todo cuanto experimentamos de una u otra manera. Ahora bien, la nada no puede originar nada, por lo tanto es imposible que algo provenga de la nada. Desde el momento en que algo existe, aquello de lo que proviene ha de ser todo cuanto existe. Entonces, la vida es todo lo que existe. Todo proviene de ella, incluidos nosotros.

Los siguientes interrogantes son: ¿cómo las cosas provienen de la vida? ¿Cómo las cosas que vemos provienen de las cosas que no vemos? Las cosas que vemos tienen que ser reales porque las vemos. Decir que no son reales jamás podrá explicarlas ni responder a ninguna pregunta acerca de ellas. La obra de Dios no es un mundo de ilusión sino uno de realidades divinas. La verdad no ha de dar una explicación convincente de las cosas que vemos. Lo que ha de hacer es explicar lo que son. Vivimos y experimentamos diversos grados de conciencia y de condiciones. Sólo cuando se llegue a comprender el porqué de la vida y de nuestras experiencias, sabremos todo sobre la verdad. Jesús no dijo que las cosas sean ilusiones. Dijo que no debemos juzgar desde el punto de vista de lo que observamos, sino que debemos juzgar correctamente o con juicio justo. Jesús dio a entender que debemos ir más allá de las apariencias y averiguar qué es lo que las causa. Así que no vayamos a engañarnos ni permitirnos creer que siempre hemos sido engañados. Vivimos en un mundo de realidades. Todo cuanto experimentamos es realidad, en la medida en que concierne a esa experiencia; aunque, si nuestra comprensión de la vida fuese superior, podríamos evitar la experiencia desagradable.

Qué es la vida

En primer lugar, ¿qué entendemos por vida? Entendemos que la vida es todo cuanto vemos, oímos, sentimos, tocamos o gustamos y la razón de todo ello. Hemos de entrar en contacto con todo lo que conocemos de la vida. Ya hemos averiguado lo que es la vida, o no hubiéramos tenido ninguna de estas experiencias. «En el comienzo fue Dios» o vida. De esta vida que fue en el comienzo procede todo cuanto existe. Así que la vida fluye necesariamente a través de todas las cosas. La materia muerta no existe. Más aun, la vida es una, y sólo puede experimentar variaciones dentro de sí misma. Todas las formas son formas de esta unicidad y han de ir y venir a través de alguna actividad interna. Esta actividad interna de la vida o la naturaleza debe ser alguna forma de autoconciencia o autoconocimiento. En nuestra comprensión humana, podríamos denominar pensamiento esta conciencia o conocimiento interno. El Espíritu, o la Vida, o Dios, ha de hacer cosas a partir de Sí mismo, por medio del autorreconocimiento, o autocognición, o, como pudiéramos denominarlo, el pensamiento. Puesto que Dios lo es todo, no existe nada que le impida hacer lo que desee, y la respuesta al interrogante: «¿Cómo surgen las cosas?», es ésta: Dios las hace de Sí mismo. Dios piensa, o conoce, y lo que Él piensa o conoce surge de Él y está hecho a partir de Él. No hay otra explicación posible para lo que vemos. A menos que las personas estén dispuestas a comenzar por aceptar esto, jamás comprenderán cómo es que las cosas no son materiales sino espirituales.

El lugar del hombre en la creación

Pero ¿dónde es que entra el hombre? El hombre es. Por consiguiente, el hombre es también obra de Dios, ya que Dios, o Espíritu, lo es todo. Al ser obra de Dios, el hombre ha de compartir Su naturaleza, ya que estamos hechos «según Su imagen».

El hombre es el centro de Dios en Dios. Todo lo que Dios es en el mundo universal, el hombre ha de ser en el mundo individual. La diferencia entre Dios y hombre es de grado y no de cualidad. El hombre no es obra de sí mismo; es obra de Dios.

Podría surgir el interrogante: «¿Por qué Dios hizo esto?». Ningún ser viviente puede responder a esta pregunta. Es algo que sólo el Padre sabe. Podríamos suponer que Dios hizo al hombre para que viviera con Él y disfrutara con Él, para que fuese uno con el Padre. Es verdad, desde luego, que quienes han sentido esto con mayor profundidad han tenido un correspondiente poder espiritual, lo cual nos lleva a suponer que Dios realmente hizo al hombre como un compañero. El hombre es individual, mientras que Dios es universal. «Como Padre, tiene vida en Sí mismo». La mente del hombre se deriva de la mente de Dios, y todo cuanto el hombre es o será jamás, todo cuanto tiene o tendrá jamás, ha de compartir la naturaleza divina. El hombre no lo ha hecho así, pero es así, y el hombre tiene que enfrentarlo y ver qué es lo que puede hacer con ello. Si el hombre, en su vida individual, tiene el mismo poder que Dios tiene en la universal, entonces, cuando aprenda a usar su poder, este descubrimiento significará la liberación de todo tipo de cautiverio. Del mismo modo que Dios gobierna Su mundo universal, así el hombre gobernará su mundo individual, siempre sujeto a una ley y una vida superiores. Esto no puede ser de otra manera si comprendemos lo que se deduce de ahí, y que al comprenderlo nos damos cuenta de que vivimos en un mundo muy diferente de donde creíamos que estábamos viviendo. Dios gobierna no por medio de leyes físicas, sino ante todo por medio del conocimiento interno, y de ahí dimana lo físico. Del mismo modo, el hombre gobierna su mundo por medio del proceso que podríamos llamar, a falta de mejor denominación, el poder de su pensamiento.

La vida interna del hombre es una con la del Padre. No puede haber separación, por la evidente razón de que nada lo separa de Dios, ya que no existe nada que no sea vida. La separación de dos cosas implica la existencia de un elemento diferen­te entre ellas; pero no existe nada diferente de Dios. La unidad entre el hombre y Dios es algo establecido firmemente y para siempre. «Mi Padre y yo somos Uno» es una simple afirmación de una gran alma que percibía la vida tal y como realmente es y no desde un mero punto de vista de condiciones externas.

Al tomar como punto de partida el hecho de que el hombre tiene la misma vida que Dios, se deduce que el hombre usa el mismo proceso creador. Todo es uno, procede de la misma fuente y vuelve a ella. «Las cosas que se ven no son hechas de las cosas que sí aparecen.» Lo que vemos procede de lo que no vemos. Ésta es la explicación de todo el universo visible, y es la única explicación posible.

Al igual que el pensamiento de Dios hace mundos y los puebla de todas las cosas vivas, así hace nuestro pensamiento, al hacer nuestro mundo y poblarlo con todas las experiencias que hemos tenido. Es por medio de la actividad de nuestro pensamiento como las cosas entran en nuestra vida, y nos vemos limitados porque desconocemos la verdad; pensamos que las cosas externas nos controlan, cuando todo el tiempo hemos tenido dentro aquello que podría haberlo cambiado todo y liberarnos de la esclavitud.

Entonces, naturalmente, surge la pregunta: ¿por qué Dios creó al hombre e hizo de él un agente libre? Si Dios nos hubiera creado de una manera que nos forzara a actuar o a ser de un modo cualquiera que no fuese de nuestra elección, entonces no hubiéramos sido en absoluto individuos, sino autómatas. Puesto que sabemos que somos individuos, sabemos que Dios nos ha hecho así; y precisamente estamos tratando de descubrir el porqué. Dejad que cualquier hombre se dé cuenta de esta verdad, la mayor verdad de todas las épocas, y descubrirá que esto responderá a todas las preguntas. Se sentirá satisfecho de que las cosas son lo que son. Percibirá que puede usar el poder que Dios le ha dado para trabajar, pensar y vivir sin obstaculizar en modo alguno que lo supremo obre a travésde él. Acorde a la claridad de su percepción y la grandeza de su comprensión de este poder, así dispondrá de su vida interior. Ya no tendrá sentimiento de separación, sino en su lugar tendrá esa seguridad divina de ser uno con Dios, y por lo tanto se verá libre de todo sufrimiento, tanto corporal como mental o de condición.

El comienzo de la comprensión

El hombre está comenzando a comprender que su vida interior es el mayor don que Dios le ha hecho. Si realmente tiene vida, si esta vida es de la misma naturaleza que la vida de Dios, si es un individuo y tiene el derecho de libre albedrío que constituye la individualidad, entonces se deduce que puede hacer de su vida lo que desee: puede hacer de sí mismo lo que desee. La libertad le pertenece, pero es una libertad dentro de la ley y jamás fuera de ésta. El hombre debe obedecer la ley. Si la desobedece, la ley actúa como tal, y al hacerlo así ha de castigarlo. Esto el hombre no lo puede cambiar, sino que tiene que someterse a ello. La libertad le llega al individuo cuando comprende las leyes de su propia vida, y se ajusta a ellas, o sea, las somete a su uso para los fines de salud, felicidad y éxito.

La ley abarca la naturaleza entera, rige todas las cosas, tanto las visibles como las invisibles. La ley no es física o material, sino mental y espiritual. La ley es el método de operación de Dios. Debemos pensar en Dios como el gran Espíritu, cuyo único impulso es el amor que Él da libremente y sin negarlo a todo aquel que lo pide. Dios es nuestro Padre en el pleno sentido de este término, y nos observa, cuida y ama a todos por igual. Aunque todo es amor, sin embargo, para que las cosas no sean caóticas, todo se rige por la ley. Y en lo que nos concierne a nosotros, esta ley es siempre mental.

Nuestro pensamiento rige nuestras condiciones

A una persona corriente le es fácil ver cómo la mente puede controlar y hasta cierto punto regir las funciones del cuerpo. Algunos pueden ir más lejos y ver que es la conciencia la que rige por entero el cuerpo. Esto lo pueden ver sin muchas dificultades, pero no les resulta tan fácil ver cómo el pensamiento gobierna sus condiciones y decide si éstas han de ser éxitos o fracasos.

Aquí nos detendremos para hacer una pregunta: si no es el pensamiento lo que controla nuestras condiciones, ¿qué, entonces, las controla? Hay quien dirá que las condiciones se controlan por las circunstancias. Pero ¿qué son las circunstancias? ¿Son causa o efecto? Por supuesto, son siempre efecto; todo cuanto vemos es un efecto. Un efecto es algo que proviene de una causa, y únicamente tratamos con causalidad. Los efectos no se producen por sí solos, pero lo que los mantiene en su lugar es la mente, no la causalidad.

Si esto no responde a tu pensamiento, vuelve a comenzar y comprende que más allá de todo lo visible está la causa silente. En tu vida tú eres esa causa. Nada existe que no sea mente, y nada se mueve si no lo mueve la mente. Ya estamos de acuerdo con que, aunque Dios es amor, nuestra vida se rige tan sólo por la mente, o por ley, de modo absoluto. En las condiciones de nuestra vida somos nosotros la causa, y nada se mueve si nuestra mente no lo hace moverse.

La actividad de nuestra mente es el pensamiento. Actuamos siempre porque siempre pensamos. Y todo el tiempo estamos o atrayendo cosas hacia nosotros o alejándolas de nosotros. En el individuo común este proceso se lleva a cabo sin darse cuenta, sin que él lo sepa conscientemente, pero la ignorancia de la ley no exime a nadie de sus efectos.

«¿Cómo? –dirá alguien–. ¿Cree usted que yo pensaba fracasar o deseaba fallar?» Claro que no. Sería tonto pensarlo así. Pero, según la ley que no podemos negar, debemos pensar que un fracaso puede producirse, o que de cierta manera podemos darle entrada en nuestra mente.

Al pensar de nuevo en la razón de las cosas, hallaremos que estamos rodeados por una mente, o ley, que devuelve al pensador manifestado todo lo que piensa. Si esto no fuese cierto, el hombre no sería individuo. La individualidad sólo puede significar la facultad de pensar lo que nosotros deseamos pensar. Si este pensamiento tiene poder en nuestra vida, entonces ha de haber algo que lo manifieste. Algunos, en su ignorancia, están limitados y atados por una ley que a veces se llama karma; es la ley que limita al ignorante y da libertad al sabio.