Bohr y la teoría cuántica - Paul Strathern - E-Book

Bohr y la teoría cuántica E-Book

Paul Strathern

0,0

Beschreibung

Los descubrimientos de Niels Bohr en el campo de la teoría cuántica llevaron a avances monumentales en la física y en nuestra comprensión de la estructura atómica. Bohr ganó el premio Nobel por su labor en 1922 y sus ideas, aún hoy, siguen impulsando a la física hacia nuevos descubrimientos. ¿Pero qué es la teoría cuántica? La mayoría de nosotros no entendemos ni los conceptos más básicos aunque en ella reside la clave para comprender realidades tan complejas como los agujeros negros o la bomba atómica. Bohr y la teoría cuántica presenta un brillante relato de la vida y obra de Bohr, y ofrece una explicación clara y accesible del significado e importancia de su descubrimiento y de lo que implica para nuestras vidas y para el futuro.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 92

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Siglo XXI

Paul Strathern

Bohr y la teoría cuántica

en 90 minutos

Traducción: Antón Corriente

Revisión: José A. Padilla Villate

Diseño de portada

RAG

Motivo de cubierta:

Naturzientziak’s Blog

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

The Big Idea: Bohr and Quantum Theory

© Paul Strathern, 1997

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1999, 2014

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1686-9

Introducción

Según el gran físico teórico alemán Werner Heisenberg, «la influencia de Bohr sobre la física y los físicos de nuestro siglo ha sido mayor que la de ninguna otra persona, incluido Einstein». Y Heisenberg debía saber lo que decía, pues pasó buena parte de su vida debatiendo, y a veces discutiendo enconadamente con ambos.

El mayor logro de Bohr fue resolver el enigma de la estructura atómica mediante la aplicación de la teoría cuántica, con el resultado de grandes avances científicos y gran desconcierto entre los científicos. ¿Por qué? El caso es que nadie sabe aún qué es realmente la teoría cuántica.

El gran pianista Vladimir Horowitz dijo en una ocasión que Mozart era «demasiado fácil para los principiantes, demasiado difícil para los expertos». Lo mismo se aplica a la física cuántica según el colega y biógrafo de Bohr, Abraham Pais. Por ello, si incluso la versión simplificada contenida en este libro resultara desconcertante, al menos pueden consolarse pensando que algo es algo. Dicho de manera muy sencilla (para aquellos que encontramos demasiado difícil incluso al sencillo Mozart), la teoría cuántica postula que a nivel subatómico, las partículas no obedecen las leyes de la física clásica.De hecho, entidades tales como los electrones pueden existir como dos cosas diferentes a la vez, materia o energía, dependiendo de la forma en que se midan.

El principal problema de la teoría cuántica es que es sencillamente increíble.

No tiene nada que ver con el sentido común. Pero la ciencia del siglo xx es mucho más emocionante que el sentido común, que Einstein definió sensatamente como «la acumulación de prejuicios adquiridos hasta la edad de dieciocho años». Bohr fue director del Instituto de Física Teórica de Copenhague, desde donde prácticamente dirigió la era dorada de la física cuántica, que tuvo lugar en la década de 1920 e involucró a muchos de los mejores científicos jóvenes de la generación posterior a la de Einstein. Juntos y por separado, por medio de la discusión y de la brillantez individual, estos pioneros abrieron un campo cuya existencia ni se sospechaba un cuarto de siglo antes. Las consecuencias de esta época de descubrimientos han sido de diverso valor. Ahora sabemos cómo funciona nuestro mundo, desde las más minúsculas partículas subnucleares a los agujeros negros. También podemos destruirlo en un holocausto nuclear. Bohr vivió lo suficiente para contribuir a la construcción de la primera bomba atómica. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, pasó el resto de su vida haciendo campaña contra la bomba.

Vida y obra

Niels Bohr nació el 7 de octubre de 1885 en Copenhague, en el seno de una distinguida familia danesa. Su padre, Christian Bohr, era profesor de fisiología en la Universidad de Copenhague, y casi ganó el Premio Nobel por sus trabajos pioneros sobre la química del sistema respiratorio. Sin embargo, su impronta más duradera en la sociedad danesa se debió a su amor por Inglaterra y todo lo inglés.

Christian Bohr era un gran creyente en el fútbol, y desempeñó un papel misionero en la propagación de esta religión popular en Dinamarca. La madre de Niels, Ellen, era de origen judío, y venía de una familia prominente en los círculos bancarios y políticos.

Pese a su nombre, Bohr padre no era un hombre religioso, y la atmósfera familiar era progre­sista, liberal e intelectual. Según todos los tes­timonios, los Bohr eran una familia agradable, comprensiva y tolerante. Uno tras otro sus amigos recordarían más tarde lo agradables, comprensivos y tolerantes que eran. Suena demasiado bonito para ser verdad, o demasiado aburrido; resulta difícil decidir cuál de las dos cosas.

Prácticamente la única anécdota que conocemos de la infancia de Niels es, como es usual, poco reveladora. Un día Christian Bohr mostró un árbol a su pequeño, explicándole de qué manera tan bella el tronco se dividía en ramas, que luego se dividían en ramas más finas, de las que luego salían hojas. Se dice que la respuesta de Niels fue: «Sí, pero si no fuera así no habría árbol». Desde el punto de vista psicológico y simbólico, así como literal, esto no dice prácticamente nada. O por el contrario, podemos pensar que rebosa de toda clase de significados. Escojan ustedes: es todo lo que tenemos.

Después de una infancia en blanco y una sosa juventud, Niels se convirtió en un joven callado y tímido. Las fotos de la época muestran a un adolescente alto y bien vestido, pero de aspecto algo torpe, con el cuello almidonado y cara de pocos amigos. Sus rechonchos mofletes cuelgan, sus labios son gruesos, y hay un aire de culpa en sus ojos pequeños y algo juntos. Hablaba de forma titubeante, y poco había en sus maneras que pareciera indicio de una mente de primer orden. En la escuela era otra historia. Era un alumno aventajado, aunque no brillante, muy dispuesto a hacer uso de su tamaño si se trataba de pelear. No tardó en ser conocido por su fuerza, testarudez y aptitud para los deportes. Para orgullo de su padre, fue seleccionado para el equipo de fútbol del colegio. Siguiendo los pasos paternos, se interesó por la ciencia. Le atraía en particular el trabajo experimental de laboratorio, en el que consiguió combinar una habilidad excepcional con una natural torpeza. Destrozar tubos y recipientes de cristal era su especialidad. En cierta ocasión, al oírse una serie de explosiones procedentes del laboratorio, su profesor, ya curado de espanto, comentó: «Ese debe de ser Bohr».

Pero lo más importante en la vida de Bohr era, con mucho, su hermano menor Harald, quien ingresó con él en el prestigioso Gammelhom Gymnasium de Copenhague. Un compañero dijo de ellos: «Nunca había visto dos personas tan compenetradas». Los hermanos eran inseparables. Harald era año y medio menor que Niels, pero no tardó en alcanzar a su avispado y deportivo hermano.

Niels no dio muestra alguna de resentimiento por ello. Para cuando estaban terminando la escuela, el joven Harald sobrepasaba ya a su hermano en todos los frentes. No solo era un matemático brillante, sino también un excelente futbolista. Como elegante mediocampista, Harald no tardó en superar las ocasionales gestas acrobáticas de su hermano en la portería. Desde el principio el joven Harald fue el hermano vivaz e ingenioso, mientras que el estilo de Niels era más callado y prosaico. Pese a tales rivalidades y diferencias de temperamento, el profundo entendimiento entre los dos hermanos no fue perturbado. Nunca tuvieron diferencias.

O eso se nos ha hecho creer. Bohr se ha convertido en monumento nacional en Dinamarca, y el ser humano de carne y hueso ha quedado aplastado bajo el sólido edificio de la leyenda Bohr. Resulta difícil creer que no hubiera alguna tensión oculta en esta relación fraterna inusualmente estrecha. Pocos hermanos mayores ceden su papel estelar sin alguna muestra de resentimiento, pero al parecer los dos hermanos se acomodaron el uno al otro con extraordinaria sensibilidad e intuición psicológica. Se repartieron entre los dos el campo del conocimiento científico. Harald se encargó de las matemáticas, mientras que Niels se dedicó a la física. De este modo po­dían consultarse el uno al otro e incluso ayudarse sin rivalidad alguna. Asimismo, el portero ocupa una posición única en el equipo, que no se ve amenazada por ningún otro jugador por brillante que sea.

Incluso en el seno del hogar parece que la re­lación de los Bohr estuvo libre de los piques y puñetazos habituales en los afectos fraternales normales. Este cuadro idílico se completa con su hermana mayor Jenny, igualmente brillante.

Jenny estudió en la Universidad de Copenhague y en Oxford, para luego regresar a Dinamarca y convertirse en una profesora «inspiradora» conocida por su «calidez». Pese a esta «calidez» nunca se casó, y sabemos, tristemente, que «los nervios le dieron problemas más adelante». La verdad no es tan agradable. La amada hermana y primogénita de la familia Bohr se convirtió en una ruina psicológica incurable, y acabó encerrada en un manicomio provincial. Según su certificado de defunción, murió de «psicosis maníaco-depresiva en su fase maníaca», fórmula clínica evocadora, a su pesar, de algo escalofriante. Como admitiría Harald en su funeral: «desde su más temprana juventud se veía impedida, a menudo impotente, por un mal que consumía todas sus fuerzas». La presencia de una figura tan inquietante en el hogar familiar de los Bohr arroja una luz algo diferente sobre la relación inusualmente cercana entre Niels y Harald.

Esta insistencia sobre una dimensión psicológica en la relación entre Niels y su hermano no es gratuita. Seguro que no es casual que la obra posterior de Niels se caracterizara por su esencial ambigüedad. La teoría cuántica trata de la compatibilidad de dos opuestos aparentemente irreconciliables. Dos de las concepciones teóricas más importantes de Niels fueron la Teoría de la correspondencia y el Principio de complementariedad, los cuales se concentran en la semejanza a pesar de las diferencias subyacentes. Niels Bohr comprendía la noción de ambigüedad al más profundo nivel, y su gran obra científica buscaba resolverla en armonía.

En 1903 ambos hermanos entraron en la Universidad de Copenhague. Era una época estimulante. Empezaba un nuevo siglo, y el mundo estaba a punto de cambiar hasta lo irreconocible. Ese mismo año aparecieron los primeros taxis motorizados en las calles de Copenhague. En Estados Unidos los hermanos Wright realizaban su primer vuelo, y Marie Curie recibía el Premio Nobel por el descubrimiento de la radiactividad.

Los dos Bohr entraron pronto en el equipo de fútbol universitario, el Akademisk Boldklub, uno de los equipos más fuertes del país. Después se conocería con el nombre de AB, y hoy día suele figurar aun en los primeros puestos de la liga danesa. Niels se lucía de vez en cuando en la portería, pero cuando el juego se desarrollaba en el extremo opuesto del campo solía pasar el tiempo haciendo cálculos a lápiz sobre los palos de la portería. De hecho, fue su absorción en estos empeños matemáticos, tanto como la pericia artillera de sus oponentes, lo que le llevó a hacer algunas de sus paradas más espectaculares. Harald, por otra parte, brillaba sin necesidad de tales ayudas, y acabó jugando más tarde para Dinamarca en unos juegos olímpicos (en los que ganaron a Francia en semifinales por 17-1, para luego caer ante Inglaterra por 2-0) .