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Corre el año 1993, varios conflictos bélicos se desarrollan alrededor del mundo. Como si esto fuera poco, preocupó a los científicos, anomalías en el campo magnético terrestre, de persistir las mismas, podrían llegar a ocasionar un desastre al planeta. El flamante Teniente Primero del Ejército Argentino, Coronel, Juan; queda a cargo de la "Compañía C-90", pero de imprevisto, formará parte de este problema. No quedando más remedio, que aceptar una misión suicida, de la cual, puede no haber retorno alguno… ¿Es el fin de la historia?… ¿o es el comienzo de otra?
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Seitenzahl: 451
Veröffentlichungsjahr: 2023
J. A. Zinna
J. A. ZinnaC - 90 : La última aventura de guerra argentina / J. A. Zinna. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3788-1
1. Novelas. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Capitulo: 1 - “CORONEL JUAN”
Capitulo: 2 - “PRIMERA MISIÓN”
Capitulo: 3 - “LA C–90”
Capitulo: 4 - “PASEO POR LA CORDILLERA”
Capitulo: 5 - “BASE 2”
Capitulo: 6 - "EL REGRESO”
Capitulo: 7 - "ORDEN FINAL”
Capitulo: 8 - “EL ARDID”
Capitulo: 9 - “OTRO MUNDO”
Capitulo: 10 - “PRIMER CONTACTO”
Capitulo: 11 - “EMPEZANDO DE CERO”
Capitulo: 12 - “PUENTE ELÉCTRICO ROTO”
Capitulo: 13 - “EXTRAÑA SENSACION”
Capitulo: 14 - “ENCRUCIJADA”
Capitulo: 15 - “ATAQUE MORTAL”
Capitulo: 16 - “VISITA INESPERADA”
Capitulo: 17 - “CIUDAD PORTUARIA”
Capitulo: 18 - “EL NAVIO MERCANTE”
Capitulo: 19 - “NACE UN EJERCITO”
Capitulo: 20 - “BREVE DESCANSO”
Capitulo: 21 - “JUGADA DE PIZARRÓN"
Capitulo: 22 - “INFILTRACIÓN A DIMENH”
Capitulo: 23 - “SACRIFICIO”
Capitulo: 24 - “AHORA SOY GENERAL”
Capitulo: 25 - “EL ENGAÑO”
Capitulo: 26 - “ESPIONAJE”
Capitulo: 27 - “CONOCIMIENTOS EN OFERTA”
Capitulo: 28 - “LA FINAL”
Capitulo: 29 - “PACTO ALIADO”
La presente obra, es una novela, del género Ciencia ficción, donde el autor debuta en la presentación de su primer libro. El mismo está narrado en el comienzo, en tercera persona, cambiando a primera persona, cuando empieza la acción. Esto fue, para que el lector, aprecie la perspectiva del personaje.
La idea principal del autor, radica en que el lector sienta el mismo efecto, que nos causaría a todos, el ir a un cine.
El lector se sentirá transportado a las vivencias y emociones del personaje, como así también en la comprensión del relato. Este mismo, nació basado en la historia de vida del autor, que mezclado con sus conocimientos científicos teóricos básicos, sumados a teorías recientes y experiencias de vida.
La novela, pasa por diferentes escenarios, el lector podrá apreciar, una especie de homenaje a los institutos, por los que el autor anduvo, desde muy temprana edad, buscando su destino.
Éste último se ha visto truncado, porque en aquel entonces, el sistema de enseñanza estaba en pleno proceso de reforma; el cual culminó cuando se abolió el servicio militar obligatorio en 1994.
La obra también presentó una demora en su elaboración, creada sus bases originales en Enero de 1992, se pospuso en infinidad de oportunidades, sin contar, (porque cuesta mucho creerlo); de que algunos capítulos y párrafos fueron cambiados o quitados. Los mismos, han tenido una similitud idéntica, a hechos que ocurrieron en el mundo real, antes de que estos ocurran.
La trama romántica, no estuvo planificada del comienzo, ésta nace, por decisión el autor, después de leer y ver muchas historias de ese tipo… la mayoría de las mismas, no terminaban bien.
Él optó por crear una especial, donde usó sentimientos y reacciones reales, plasmando todo en el protagonista.
Pero dos, de los hechos más trascendentes y extraños, son los siguientes: el primero, fue en que el autor, oriundo de la Capital Federal, imaginó el punto de partida en la provincia de Mendoza, más precisamente en el Sur de dicha provincia y a 1200km. de distancia.
Donde hay una ciudad llamada Malargue, (la cual él desconocía); lugar que por ventura del destino, terminaría viviendo allí, anticipando lo que ocurriría en su vida quince años antes.
El otro hecho, fue un duro golpe para el autor, a tan sólo dos páginas, para terminar esta obra, sufre el fallecimiento de su madre.
La misma, ha sido homenajeada en un capitulo, donde el autor, puso sus sentimientos y palabras de la última llamada que tuvo con ella.
Por último, se aclara a cualquier lector, el no usar un léxico nutrido, debido a que la idea del autor, es que toda persona pueda entender, lo escrito, como así también, faltas ortográficas puestas “adrede”.
Esto es debido, a que uno de los personajes, debe aprender el idioma castellano, de cero. Y como todo estudiante que inicia, comete errores, (como cualquiera de nosotros, cuando nuestros padres, nos enseñaron a hablar).
Quedando todo aclarado, sin más nada que agregar, los invito a entrar de lleno en la historia, espero cubrir sus expectativas y les dé gusto el haberlo leído…recuerden antes de empezar, que enunciaré la típica frase:
«Los personajes y hechos retratados en esta obra literaria, son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia«.
El Autor.
Todo empezó hace mucho tiempo, cuando la televisión se veía en blanco y negro, en la Capital Federal, (donde nací); solamente existían cinco canales de aire.
Recuerdo a una serie que daba uno de esos canales, ambientada en la segunda guerra mundial, era acerca de una unidad del ejército aliado que tenía en cada capítulo, un enfrentamiento con las fuerzas de ocupación Alemanas. A mí me gustaba, inclusive en los recreos de la primaria, jugábamos imitando esa serie.
Un día, nos enteramos que estábamos en guerra en serio, con la corta edad de trece años, la mayoría de los que estábamos en el colegio, no podíamos creer lo que pasaba en ese entonces.
Se dio la casualidad, que a lo largo de la década de los años ’80, del siglo XX, hubo un gran auge en la elaboración de películas y series bélicas. Provenientes de los E. E. U. U., (Quizás producto de la guerra fría, que mantenía el país del Norte con la ex U. R. S. S., desde que terminó la segunda Guerra Mundial). Era costumbre ir al cine, seguramente a ver algún estreno… ¡y daban dos películas!, eso lo recuerdo muy bien…mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí.
Después de 1985, entró el furor de las películas de artes marciales, viajes en el tiempo, etc.
Todos queríamos aprender alguna disciplina marcial… para mantenerme ocupado y por la falta de amigos; mis padres tomaron la decisión de mandarme a karate, del estilo “Shorin Ryu”.
Esto me ayudó mucho y permitió descubrir: cultura y un poco de idioma Japonés; disciplina, respeto; desarrollo muscular y mental entre otras cosas.
En un cumpleaños, de un amigo del colegio, vi un juego de mesa, pero a diferencia de otros, éste era de estrategia; (ya sabía lo que pediría en mi próximo cumpleaños).
El mismo se jugaba con un tablero mapamundi, seis dados, traía tarjetas con misiones, tarjetas de países, cajitas con fichas de colores y hasta seis jugadores podían participar. Era muy adictivo, porque se podía terminarlo de muchas formas diferentes; (ocupando todo el mapa arrasando todo, cumpliendo la misión de la tarjeta, haciendo alianzas con otros jugadores, etc.).
Mi padre trabajaba en un taxi, no lo veíamos nunca, mi madre nos cuidaba, (tanto a mí como a mi hermano); había dejado de trabajar cuando nací. Pero como era una época alocada con los aumentos e inflaciones, que no le quedó otra que volver a salir a trabajar, delegando la responsabilidad en mi abuela.
Una vez que terminé el secundario en 1988, tras recibirme de bachiller, llegó el momento de tomar una decisión.
Eran dos opciones, la primera: ir a un colegio industrial, que enseñen electricidad o electrónica, (profesión que me interesaba, porque mi padre me compraba las historietas de “un aviador petiso”, éstas traían planos de artefactos electrónicos para hacer en casa, que yo llegué a hacer algunos, también planos de aviones, y hasta te instruían en aeronáutica).
La segunda: era una Fuerza Armada… tratar de ingresar al Colegio Militar… pero ese año no tuve la posibilidad. Intente ingresar en la Armada, pero me rebotaron, alegando que tenía pies planos, (una total mentira).
Así que en 1989 ingrese a la Escuela de suboficiales para apoyo de combate “Gral. Lemos”, (no me fue bien y pedí la baja a los tres meses). Me di cuenta que preferiría ir a la escuela de oficiales… el Colegio Militar.
En aquel entonces había muchos inscriptos para sus diferentes especialidades, yo me inclinaba por infantería, así que sin perder más tiempo comencé a hacer los papeles y exámenes de ingreso para el año próximo.
Sin querer, todo esto se demoró mucho, con el causal de que se habían ocupado casi todas las plazas, quedaron mis papeles en espera.
En casa había contado lo que me había pasado, resulto ser que mi abuelo Juan, (que vendía zapatos “al paso”, en la calle o los colectivos inclusive y todo directo de Fábrica). Esto es debido, a que lo habían jubilado, y no le daban trabajo de vendedor en ninguna zapatería.
Un día, se topó con un cliente, que resultó ser Oficial, en el estado mayor del Ejército. Pero el abuelo estaba muy enfermo. Era obvio, que si podía hacer algo por nuestro bienestar lo haría seguro. Repentinamente lo internan en el Hospital, cuando fui a verlo, escribió el nombre de esta persona en un papel y me dijo que lo vea de parte de él.
Tomé un colectivo al centro, luego fui a la dirección indicada, me anuncié en mesa de entradas. Después voy a la oficina de este sujeto. Antes de ingresar, una secretaria tomó mis datos, le entregué el papel. Ella lo llevó a un despacho, luego me hizo pasar al mismo.
Un Oficial, (de aspecto muy parecido a un personaje “pasado de peso”, de una serie de TV, dónde su protagonista, se la pasa haciendo la “Z” con una espada); se encontraba sentado detrás de un escritorio.
—Hola Buenos días señor, Coronel, Juan, a sus órdenes. – Anuncié ni bien entré.
—¿Hola cómo está…Coronel? Jajá, ya viene con cargo –bromeó, luego estrecho mi mano–. Soy el General de Brigada Marineri, Eduardo.
—Un gusto, lo de mi apellido, solo pura coincidencia… –Contesté, estrechándole la mano.
—Vayamos al grano, lo veo muy predispuesto, a simple vista reúne el perfil de la gente que necesitamos…seguro su intención es la oficialidad ¿no? –Dijo en tono serio.
—Si señor así es –continué.
De repente, abrió un cajón de su escritorio, extrajo unos papeles, acto seguido tomó uno y empezó a escribir, al finalizar anunció:
—Perfecto, ahora llévese estos formularios y papeles, para llenar, más la documentación que tendrá que presentar, de forma ordenada. Deberá esperar el llamado, para que luego se dirija al lugar correspondiente a presentar todo.
—No se haga problema, así será y muchas gracias. –Respondí.
Me entregó unos papeles, estrechó mí mano y me retiré de la oficina.
Eran unos formularios de ingreso, con paciencia y esmero los fui llenando, una vez que estuvo todo listo…esperé el llamado, después de unos días; llegó el llamado, me dieron cita un día hábil para presentar esa documentación en el Colegio Militar.
A las 09:00 me habían dicho, en una oficina de ingreso, me tomaron los papeles, dos oficinistas me atendieron.
Pero al ver la firma del General de Brigada Marineri, comentaban entre ellos en voz baja sabe Dios qué cosas. Finalmente, se fueron hacia otra oficina, luego de varios, varios minutos volvieron y me dijeron:
—Lo atenderán en la oficina al fondo de ese pasillo… –Susurró una de ellas.
—¡Listo, allí me dirijo! –Respondí.
Caminé por ese corredor, toqué a la puerta que señalaron…
—¡Pase! –Bramó un hombre.
—¡Si señor! –Contesté, abriendo la puerta.
—¡Tome asiento! –Espetó, un oficial, sentado detrás de un gran escritorio.
La oficina, era casi idéntica, a la del General de Brigada Marineri. Viste un uniforme, (parecido al del General); con más medallas que un “marqués Francés”, llama la atención que está peinado “a la gomina” todo hacia atrás. «Muy similar a un personaje antagónico, de una serie animada del ’86, se llamaba: “La Fuerza de la Libertad”; o eso creo.» Pensé.
La cuestión es que ni me hizo sentar, terminó de leer los papeles y me los entregó.
—Buenos días, soy el Coronel Cuarzo, Pedro; estoy momentáneamente a cargo de todo y lamento informarle, que no tenemos más cupos en los cursos. –Anunció.
—Perdón, discúlpeme, es que no se mucho de esto…pero el General Marineri dijo… –Musité.
—Sí lo sé, pero él acá no puede intervenir, no se haga problema véalo de nuevo, quizás pueda solucionarle algo… o en su defecto, esperará otro año más…
—Agradezco su molestia, gracias igual. Finalicé.
Me retiré del lugar, no entiendo… pero es que algunas veces, no a todas las personas se les puede caer en gracia. No quedo más remedio, que volver a hablar con el General de Brigada Marineri.
Él llamó al Coronel Cuarzo, mientras esperaba afuera un largo tiempo, luego me hizo pasar a su oficina y me explicó lo siguiente:
El Coronel Cuarzo está hace poco en ese puesto, parece que es verdad lo que dice… pero después de deliberar un rato, parece que existe una lejana posibilidad… pero no será fácil.
Explicó, que no hay cupo en otros cursos, pero si hay uno, unos cursos de carreras de un año.
Pregunté cuál… respondió: – El curso es de músico –alegó–. Esto es sólo para el ingreso, una vez recibido, te destinan “en comisión”, por lo pronto, es la única opción viable.
Parece que no le caí bien a este personaje, (según dijo Marineri), «es como si lo hubiera visto antes, a ese tal Cuarzo, ¿pero dónde?»Pensé.
El último requisito es: llevar un certificado, de algún curso con instrumento de banda, (Marineri le acusó, que yo se lo llevaría sin falta); ahora a buscar cualquier trabajo, para hacer un curso aceleradísimo de Música.
Mientras volvía a casa, pensé: «un instrumento ideal sería… ¿esos tambores redoblantes, el triangulo, el bombo, o los platillos?, elegiré el bombo, parece el más fácil.»
Al otro día, me dispuse a comprar el diario, en los clasificados salían varias cosas.
Al primero que me presenté, agarré viaje: es una agencia que repartía invitaciones en sobres con acuse de recibo, todo en “negro”, pagan cincuenta centavos por sobre entregado.
Ellos arman un recorrido, provisto de una mochila, más unos pesos de viáticos. Reparto por día entre setenta y cien sobres. Llego a caminar hasta ciento veinte cuadras por día, (de paso sirve para entrenar resistencia); las secretarias de empresas importantes, se apiadan al verme y convidan café.
El esfuerzo valió la pena, conseguí en el centro un lugar que enseña música y me anoté, quedé “seco” pero conseguí el certificado.
No hubo cuadra, en toda la Capital Federal donde yo no hubiera pisado. He estado en todas, llevó tiempo y conocí todas las calles, avenidas, subtes, etc.
Pasó el tiempo, llegó la fecha de ingreso, junté todo y me fui al colegio. ¡Gran sorpresa me llevé, Cuarzo está enfermo!
Una infección intestinal dijeron, en su lugar había otro, al cual le dejé los papeles, (sumado a un “llamadito” de Marineri, como “la frutilla del postre”).
Así que cuando me quise acordar, estaba con todos los papeles firmados, sólo debía esperar a la fecha de ingreso: lunes 12, Febrero de 1990.
Pasaron los meses, en ese lapso, mi padre me enseña a manejar. Salimos por las noches, (ese es su turno en el taxi, un VW 1500).
Hasta que una noche, nos paró un patrullero y “chau clases”… de milagro nos dejaron ir.
Al llegar la fecha, me presenté en Campo de Mayo, apenas entramos, nos cortaron el pelo con la “cero”, nos entregaron la ropa, elementos de higiene, etc.
Era obvio, que esto no quedaría así, mi “astucia” ayudó a abrir las puertas del: “infierno de Cuarzo”.
Éste había regresado de su convalecencia, poniéndose de nuevo al mando, como director del Colegio Militar.
La vida allí, empezó de esta forma: a las 6:30 te levantaban como sea, tres minutos para cambiarse, empezando en este orden: ropa interior, medias, pantalón, borceguí, remera, camisa y cinto; acomodar ropa pijama, doblar las sabanas formando un rectángulo a los pies de la cama y que no quede nada fuera del “cofre” (una suerte de ropero con estantes).
Seguido de ir al baño, a lavarse los dientes y afeitarse con agua fría o la que salga, (muchas veces, bajo la almohada, escondía la afeitadora. Afeitándome en seco, para ahorrar minutos).
A las 07:00 en el comedor para el desayuno. Y si alguien, sufría la desventura de no llegar con el grupo… el grupo, pagaba los “platos rotos” con un buen “baile”; (flexiones de brazos, abdominales, flexiones de piernas, correr alrededor del oficial y tirarse a tierra a su orden; salto “rana” ¡un verdadero clásico! Con las piernas flexionadas y manos a la nuca, saltando como ranas).
08:00 entrar al aula académica.
12:00 almuerzo, una hora y media después, (para “bajar la comida”, instrucción de combate en el terreno, en medio del monte, rodeado de cardos con espinas).
Al más mínimo error, a aplaudir los “carditos” espinosos.
17:00 merienda y a volver corriendo.
21:00 después de un descanso, cena, otra ducha y a intentar dormir, porque al otro día vuelta a empezar.
Entre estos personajes que alientan estos “métodos”, se destaca un Oficial; (el cual, desgraciadamente había estado en “La Lemos”, un Capitán, amigo del Coronel Cuarzo).
Se trata del Capitán Bou, Leonardo; (éste “energúmeno”, me tomó bronca, porque aquella vez, alguien lo apodó: “Ludo”).
Poseedor de carácter y un ego, más grande que la “vía láctea”, resulta un sujeto difícil de sobrellevar.
De Improvisto, lo trasladaron como encargado a nuestra cuadra. Apuesto el sueldo, que ya sé quién lo traslado aquí, ahora aguantarlo, será una misión titánica.
El transcurso de año, fue tedioso, me la pasé metido casi todos los fines de semana, sin salir; (solo mis padres, podían visitarme los domingos y en cierto horario). La parte más amarga, fue cuando cierto día me comunicaron el fallecimiento de mi abuelo Juan.
Me limité a llorar entre las sombras, desahogándome, pude juntar fuerzas para seguir.
Llegó la despedida de fin de año, forme parte de la banda y sólo tenía que hacer sonar el tambor, cada vez que daba la señal el jefe de banda.
Pero el curso dura dos años, era algo que tenía que pasar si o si, descansé durante Diciembre, Enero y Febrero.
En Marzo de 1991 volvimos, pero con la sorpresa, que al Coronel Cuarzo lo habían sacado, (parece que un aspirante de otro curso, sufrió un accidente, mientras hacia el “salto rana”… se había roto los meniscos de la rodilla).
El año pasó normal, como siempre tendría que haber sido, también cambio la orientación del curso llegándonos a recibir a fin de año como oficial director de banda.
Pero no todo fue a “pedir de boca”, todavía rondaba el Capitán Bou por allí.
Obviamente se hizo un desfile, con un acto de gran pompa, que duró como tres horas, al finalizar se hizo una gala, en un lugar cerrado donde podían ingresar, los familiares invitados.
Todo lo que imaginábamos comer, recién ese día lo vimos, (ni diferencio, una factura, de un pan duro).
Mis padres habían venido a verme, conocieron al General de Brigada Marineri, luego se me acercó a saludarme.
—¡Felicitaciones, veo que lo ha logrado! Exclamó.
—Gracias General, todo muy lindo hoy, ¿también fue invitado? –Quise saber.
—Vine a explicarle, porqué en el examen final fue apartado del grupo y lo llevamos a realizar un examen extra. Verá, usted reúne unas condiciones especiales, para realizar una tarea específica, de vital importancia. –Explicó.
—¿Puedo saber de qué es?
—Todo a su tiempo, ahora relájese, disfrute el momento, después este atento al llamado…donde recibirá unas nuevas órdenes. –Concluyó.
Dio media vuelta, se alejó a saludar a otros, me quedé un rato más, al final me retiré a mi casa.
Lo tomé, como unas vacaciones merecidas, también me fui a vivir solo; (mi abuela, trabajando de tareas domésticas, para una gente acaudalada, le ofrecieron un departamento a cuidar).
Ella, habló con esta gente, para que yo ocupe su lugar, cuidando dicho inmueble. Aproveché para otras de mis pasiones: los videojuegos. Había comprado una “Commodore” usada, pasando horas y horas jugando.
Llegué a fin de año de 1991, luego, en algún momento de Marzo de 1992, llegó un telegrama que decía: “presentarse en estado mayor con el General de Brigada Marineri”; «bueno se terminó el descanso…año nuevo vida nueva.»
Una vez que llegué, (cómo quién diría: “al lugar de siempre”), empezamos a hablar…
—Bueno, bueno, bueno, ¡llegó la hora de la “acción”! –Anunció.
—Estoy a sus órdenes. –Repliqué.
—Lo voy a mandar, a hacer el curso de comandos, necesito que lo haga en el menor tiempo posible, serán unos meses nada más… porque lo necesito para otra tarea específica. Explicó.
Me entregó unos nuevos papeles, los cuales llevaré, junto con mis cosas, al lugar donde dictan tal curso.
Esos meses, pasaron a ser seis, egresando a fin de año, (una nueva medalla en mi traje de gala).
Al final, de nuevo ir a la oficina de General de Brigada Marineri.
Una vez dentro, él comenzó a hablar:
—Como sabrá, la última vez le dije, que lo necesitamos para realizar una tarea específica. Debido a que su último examen arrojó una alta calificación. Llegamos a esta conclusión: Parece que usted cuenta con “memoria fotográfica”, por lo menos así dijeron nuestros expertos, quizás no se acuerde si se cepilló los dientes antes de dormir, pero ante una situación extrema, puede recordar hora, día, fecha, clima, etc..
Es ideal para la tarea que preparamos, como usted esta informado, desde 1990 con el comienzo de la famosa “Guerra del golfo”, nuestro país colabora con las fuerzas de E. E. U. U. y la ONU.
En dicho conflicto, se han podido apreciar el uso de nuevas armas, ejemplos como el bombardero invisible, nuevos armamentos terrestres como los “Humevees”, nuevas tácticas de infantería y uso de tecnología electrónica.
Con esto empezamos a notar, que no estaríamos avanzando, en los campos tecnológicos y estratégicos de otros países. Tal parece, que en estos momentos, se está desarrollando un conflicto cerca de los Balcanes, la ONU nos solicitó el envío de un veedor. Comentó.
Hizo una pausa y tomó algo de agua.
—¿Un veedor? –Pregunté.
—Sí, aparte, maneja el idioma inglés fluido, lee y entiende el Italiano, algunas palabras en Francés y dos palabras de Ruso… ¡más ideal imposible!
—Bien, creo empezar a entender…
—La misión de este veedor: es la de acompañar a un grupo expedicionario a la futura zona de conflicto, observar que no se cometan actos de violaciones de DDHH, por parte de ambos bandos.
—Algo me dice que no es todo…
—Así es, como le comentaba anteriormente, después de la última guerra hasta hoy, no hemos tenido mucho contacto con ejércitos extranjeros.
Nos quedamos un poco atrás, mientras realiza esa tarea, observará detenidamente; cómo es la guerra moderna y sus nuevas tácticas, etc.
—Digamos… ¿un nuevo aprendizaje?
—Si desea entenderlo así… pero el protocolo exige a un oficial en funciones, para tal servicio.
Logré que lo nombren Teniente “en comisión”, de la “unidad de infantería especializada 090”, nombre clave: C–90, dado el apuro y naturaleza de la situación, no habrá fiesta ni nada. Esto se ha hecho, en el más completo silencio, todavía no hay autorización, para su creación física. Explicó.
—Pero esa unidad no existe…
—Eso no importa ahora, su misión es más importante y eso es lo que cuenta. –Sentenció.
«Ahora entendí, no pueden remover a otros oficiales de otras unidades, dado que los cupos están completos y no les quedó otra salida, que crear una unidad de “fantasía”, para poder justificar que estoy en funciones.»Pensé.
—Irá vestido de civil y una vez que llegue a destino, le darán algún uniforme de combate.
—¡Bien, como ordene General!
—Éstas son sus órdenes, dentro de las mismas también esta su nueva credencial de identificación… es posible que al finalizar, tenga un nuevo destino.
—¡Bien!, completaré la misión, como usted ordene. –Contesté enérgicamente.
—¡Perfecto!, acá se las entrego.
Abrió un cajón, de su escritorio, extrajo un sobre color madera, dejándolo sobre el mismo.
—Lea bien todo, no haga nada fuera de lo común y buena suerte, seguramente puede llegar a ser cinco meses quizás…no lo sé depende de ellos.
—¡Cómo ordene General! – Concluí.
Mientras me ponía de pie, tome el sobre, hice el saludo correspondiente, le estreché la mano y salí del lugar.
«Tendré que preparar mis cosas, avisarles a mis padres así no se preocupan, es demasiado importante esto, no puedo fallar.»
No pienso recordar ese viaje, la sola sensación de volar me revuelve las tripas, no sé como, aguanté eso y tantas horas. Prefiero recordar cuando llegue a destino.
Después de tanta espera, transbordes y demás peripecias…llegué a una base de la ONU, situada en un país en conflicto, cerca de los Balcanes…en algún lugar de Albania creo…una vez allí, llega a mi encuentro un Oficial, que habla mi idioma, de aspecto Europeo.
—¡Buenos días Coronel, lo estábamos esperando! –Dijo, en un español básico, era un tipo de mediana estatura, de rasgos anglo sajones.
—Gracias, oh no, debe haber una confusión, yo soy un simple oficial recién recibido. –Contesté estrechándole la mano– es que mi apellido…
—Ya hablaremos, yo ser Mayor Murphy, Robert; encargado de la 23° división de exploración, de la ONU, acá haber de todos los países. Comenzamos a caminar fuera del aeródromo.
—¿Es usted Inglés? –Pregunté.
—Oh no, Foxford, Irlanda… –Contestó.
—Habla bien mi idioma, ¿le resultó difícil aprender?
—“Mas o menous”. –Afirmó, moviendo la mano.
No pudimos evitar reírnos, «bueno parece que por lo menos estoy entre buena gente, menos mal, peor es caer, en un lugar desconocido y que todos te miren mal.»Pensé.
Cerca de allí, nos espera un vehículo, uno de esos modernos “Humevees”, que nos llevaría a la base, vienen escuchando la misma música que está de moda: el “euro dance”.
Apabullante fue cuando bajé, vi vehículos de todas clases: helicópteros, personal yendo y viniendo, apurados en sus quehaceres.
Un armamento de vanguardia se aprecia a simple vista…todo muy moderno. El Mayor me condujo hacia unas barracas de oficiales donde en su interior había como una especie de “lokers”.
Donde poder dejar las cosas, bajo llave, detrás de ese recinto están los baños, así que también aproveche a bañarme y cambiarme… al rato, ya salía con mi traje de combate, que más parece modelo “80”, comparado con los camuflados que suelen usar ellos.
Mientras deambulaba por ahí, vino a mi encuentro el Mayor nuevamente, ésta vez, me condujo hacia lo que parecen unas oficinas de inteligencia, en su interior hay un recinto grande donde al ingresar, encuentro varios efectivos de alto rango y de diferentes países.
Me los presentaron a todos y vi una de esas mesas donde tienen un mapa de la región, también fichas y banderitas indicando la posición de cada unidad. Por lo que pude entenderles, (ya que ellos no hablan español), es que están buscando, una especie de base, que había pertenecido a la ex U. R. S. S.
La misma, ha caído en manos de unos locos revolucionarios, que no responden a ningún país, si no a su causa personal… se rumorea, que allí hay algún tipo de armamento nuclear… ¿nuclear? «No no, acá “volamos” todos si algo sale mal.»Pensé.
Y encima a éste Mayor, le dieron la misión de ir a patrullar la zona, para poder observar si avista esa base, de hallarla, debe pasar las coordenadas para un futuro asalto a la misma.
Después que deliberaron un breve tiempo, salieron del recinto y Murphy me comunicó que mañana temprano, tipo 06:00 tengo que estar listo para acompañarlos.
El día se había pasado muy rápido y cuando quise acordarme, ya era de noche así que me fui a dormir temprano. Ellos también, son muy coordinados y estrictos, en las barracas llego a contar; un total de quince efectivos… «No quedará otra que dormir y ver lo que nos depara el mañana.»
A las 06:00, se levantan como un “resorte”, se visten muy rápido y preparan el equipo. Yo les seguí el ritmo sin “chistar”.
Después al desayuno, (el cual, es “casi” un almuerzo); hay un silencio terrible, nadie habla. «Menos mal, yo tampoco tengo ganas de hablar mucho.»
Al terminar, nos dirigimos a recoger el equipo, luego nos repartieron a cada uno un chaleco táctico antibalas, de color negro, muy cómodo y liviano. Por último, una boina celeste.
Me aconsejan, quedarme con mi ropa de combate, así me identificarían mejor, «ya veo, que me terminan disparando, pensando que soy cualquiera.»
Trajeron dos “Humevees”, en el primero: iría un chofer, el Mayor Murphy, dos soldados y yo; en el otro, el resto de los soldados, (por lo visto el único Suboficial era el chofer nuestro, después eran todos soldados rasos).
Se los ven muy confiados, (como si fuera un paseo por “Las Vegas”); sin más que decir, subimos, nos acomodamos y arrancamos hacia lo desconocido.
Yo no sé porqué, pero no lo veía tan fácil a esto, desde que nací, siempre me ha acompañado una sensación, como explicarlo…es como si no me sintiera cómodo o confiado…como si fuera a pasar algo… ¿premonición?, quizás.
—¿Y qué le parece nuestra unidad? Preguntó dándose vuelta, puesto que iba sentado al lado del chofer.
—Muy organizado todo…muy avanzado, me alegro que todo se haya modernizado para la seguridad de los soldados, esta visto que a lo largo de la historia, todo ejercito mal equipado, es propensa a terminar en desastre. –Contesté.
—Yo imaginar, porque lo dice…lo siento…pero ser algo que ya superar.
—Sí, por lo menos la batalla del aire no se perdió…cambiando el tema… ¿sabía que el creador de nuestra armada, es de donde usted viene?
—Si es verdad, para nosotros también es muy importante, por haber contribuido en la libertad de su país…también inventó, lo que en un futuro seria, las unidades de la infantería de marina.
—¿Se imagina, si algún día, todos pertenezcamos a una misma fuerza?
—Lo veo imposible, en otro mundo quizás…
Habíamos recorrido varios kilómetros, hablando y hablando, se nos pasó el tiempo, cuando quise acordarme, estábamos por un camino de tierra.
Llegamos cerca de un bosque frondoso, cuando frenan para hacer una parada. Murphy debe consultar un mapa, parece que no coincide con nuestra ubicación. Después de tanto leer, parece que encontraron un desvió del camino más adelante. Proseguimos viaje, no habremos hecho más de dos kilómetros, cuando se escucharon unos disparos, pero no nos detuvimos.
De repente, todo se puso blanco en mi mente, todo parecía dar vueltas, sonó una explosión…. sentí un gran golpe en la cabeza, Salí despedido del vehículo…Cuando recobro el conocimiento… miro mis manos, (mientras me incorporo lentamente); todas raspadas, y miré hacia el vehículo… ¡está volcado!
Sentí un ruido agudo, no podía escuchar nada…momentáneamente estoy sordo…no se entiende la situación… hay humo y olor a pólvora.
Lento comienzo a recuperar el sentido del oído, me acerco a la cabina, el chofer está tieso…intento sacar al Mayor, que muestra signos vitales. Hacía señas de que me fuera, más yo ni pienso irme, quería encontrar a los culpables y devolverles un poco de su “medicina”.
«Esto no va a quedar así»… saco el arma que lleva el chofer, unas figuras se acercan…abrí la puerta del mismo, (para usarla como una suerte de escudo); le apunto a uno y disparo, “limpio” a la cabeza.
Otro se dio vuelta y corrió la misma suerte…en ese momento, arriba el otro “Humevee”, (no sin antes, atropellar a un tercero a punto de dispararme); y se bajaron todos. Salieron disparando sus armas, en todas direcciones… (Menos mal, que me tiré al piso o moría a balazos).
Cuando todo se calmó, me ayudan a sacar al Mayor afuera…el resto de los que venían con nosotros, están muertos… pero entonces… ¿Quién queda al mando?... Murphy no podía ni moverse.
Él toma una decisión temeraria, dijo delante de ellos que yo estoy a cargo, habíamos dado con la locación, de lo que están buscando.
No había tiempo, ni para pedir refuerzos, ni para dudar, una estrategia de contraataque, era lo que menos esperaban ellos.
Hay que hacer dos cosas: Primero sacar a Murphy de acá y llevarlo con un médico. Segundo: debemos dejar fuera de servicio, ese “aguantadero” de locos.
En el otro vehículo, vienen seis soldados, entonces dos se llevarían al enfermo y el resto seguiríamos las huellas de los que escaparon, (para sí, dar con su base).
Como conozco bien el idioma, no hubo problema de comunicación, seguimos un rastro de sangre por el bosque, parece que uno logró escapar e iba herido.
Pero no vemos nada, «no debe haber ido muy lejos» pensé. Llegado a un punto, en medio de la nada, el rastro desapareció…buscamos y buscamos y nada…cuando uno de estos soldados tropezó con algo de metal… ¿metal?, ¿en el suelo?, debe ser una tapa, ¡claro, operan bajo tierra!
Despejamos la tapa, (tapada de hojas secas y ramas); asoma la manija de una tapa metálica, (muy similar a las tapas redondas de alcantarilla).
Al abrirla se ve muy oscuro, uno de los soldados extrajo una linterna y alumbró al interior, se ve una escalera metálica.
Luego al fondo, la imagen que vimos es espeluznante, aquel sobreviviente… (Ese que venía herido, aparentemente se había resbalado con la escalera, cayó de unos pocos metros…se desnucó y está muerto).
Tomé la decisión de entrar, comenzamos a descender de a uno por vez, el tramo fue de cuatro metros. Tiene el aspecto de ser un antiguo alcantarillado, pero seco.
Delante del grupo, iba uno de apellido Wilton, provisto de un visor nocturno. Cinco metros más atrás, venimos el resto.
Caminamos mucho, parece no tener fin, hasta que empezamos a escuchar, un leve sonido de agua corriendo.
Es una galería, con agua corriendo por el medio de un canal, forma parte del sistema de alcantarillas. Tendremos que caminar lentamente por uno de los costados, (ya que solo por allí se podía caminar).
—Iremos contra la corriente, más que seguro llegaremos a algún lado. –Susurré a todos en su idioma.
Avanzamos hasta que… del lado de enfrente, se encontraba otra galería más chica, (similar a la que veníamos de principio); con la diferencia, que en el confín de la misma, se aprecia un “hilo” de luz… que proviene de arriba… (Ahora sabemos qué camino tomar).
Una vez allí, observamos otra escalera metálica, uno de ellos subió sin dudar y aflojó la tapa. Levantándola con mucho cuidado, casi sin hacer ruido... lento, para poder observar, lo que depara allí arriba.
Después de unos segundos, nos avisó que no observaba movimientos, pero la expresión de asombro en el rostro, nos indica que ha visto algo raro, sin más preámbulos comenzamos a subir.
Es como un gigantesco hangar, parecido a donde guardan los aviones, pero no tiene portones, hacia la derecha, se observan cilindros gigantes parados en perfectas filas, de tres hileras cada una.
Hacia la izquierda, se aprecian lo que parecen unas grúas de montaje, unas vías pequeñas, con un carro sobre ellas... (Esto me parece conocido); más al fondo, un portón angosto pero muy alto... y arriba cerca del techo, una estrella roja pintada.
« ¡Esto es una antigua base de misiles!» Pensé.
En manos de locos, podría pasar cualquier cosa... tenemos que hacer algo rápido, no podremos “volar” todo esto... pero sí, dejarlo fuera de servicio.
Avanzamos un trecho, llegamos hasta donde termina el lugar; una cabina de control sobresale de la pared, (calculo que está a varios metros de altura).
Debajo de ésta, una puerta de hierro permanece entre abierta. Les expliqué, (más con señas, que con palabras), que iría a ver, si hay alguien dentro.
Entonces subí por unas escaleras, éstas terminan en una puerta. Cuando llegué al umbral de la misma, (la cual tiene una ventana), observo, apenas asomándome… sentado en frente de un panel de control, se encuentra un soldado de aspecto grotesco, desalineado, con las piernas y los pies apoyados arriba del panel, leyendo un gran diario y fumando.
Tenía que pensar en un ardid…cuando de pronto, súbitamente se incorporó medio asustado, (parece que vio algo), tomó un fusil que tenia a un costado y se apresuró a salir.
Yo me quedé del otro lado de la puerta, cuando la abrió, lo “madrugué” con un “culatazo” en la pera.
En segundos, llegaron los demás y en un santiamén lo maniataron con una cinta, (esa que se suele usar para embalar paquetes); lo dejaron hecho una “momia”.
Quedó “acostadito” en el suelo, observamos el lugar: Había botones, perillas, luces de colores e interruptores de todas clases.
Detrás de otra puerta, se encuentra un cuarto de radio… ¡Estamos salvados, una radio!, uno de los que vienen conmigo se sentó y empezó a operarla. Buscaba las frecuencias y emitió varios mensajes en clave… al cabo de unos interminables minutos, contestaron y éste sacó un extraño aparato.
Parecido a una de esas radios FM de bolsillo, (pero con dígitos, como traen los teléfonos móviles); luego de esto, se incorporó y se me acercó.
Me miró fijo y dijo en “casi” castellano: ¡“corramos”!
«Seguro pidió aviones, para reducir a “polvo” el lugar.»
No se nos ven ni las “patas”, parece un “maratón”, yo iba adelante y no tuve ningún problema en encontrar el camino de regreso.
Al salir de nuevo al bosque, corrimos hasta el lugar donde estaban las ruinas del vehículo. Después de allí salimos a otro camino, mientras deliberamos a donde seguir, un vehículo parece venir a lo lejos.
Se me ocurrió un plan: que uno deje en el medio del camino, una mochila, seguramente se detendrían a ver y llevársela.
El resto esperaríamos agazapados a los costados del camino.
«Apenas se bajen a llevársela, los sorprenderemos.»Pensé.
Tal como lo predije, así fue, un jeep, se frenó a escasos metros de la mochila y se bajaron los dos únicos ocupantes del mismo. Como “ratas al queso”, se dispusieron a abrir la mochila dejando sus fusiles en el suelo…
Pasó todo muy rápido, quedan reducidos y “ataditos” a un costado del camino, nos subimos al jeep partiendo a toda velocidad. Mientras volvemos, pasan como cuatro aviones, en dirección al lugar del que venimos, pasado unos instantes, se escuchan tres explosiones a lo lejos… nada más.
Cuando llegamos de nuevo a la base, no podía creer como nos reciben, hasta el mismo Murphy, que está en la enfermería, se levantó a recibirnos.
Fue todo tan natural y rápido, que no creía que fuera para tanto, me tratan muy bien, tuve un buen descanso allí. Luego me hacen unos exámenes médicos, para ver si todo está en orden, o si hay rastro de radiación, pero estoy sano.
Después de dos días, fui a visitar a la enfermería a Murphy que está recuperado, me dijo que han quedado muy conformes. En agradecimiento, me ofrecieron ir unos meses a la central de las oficinas de la ONU, le pregunté si está seguro, respondió: “no haga comentarios”.
Así que aproveché la “volada” y acepté, total me sobra tiempo, (de paso pasaría a un lugar tranquilo), sólo estaría en unas oficinas, viendo el manejo interno de lo que es la central.
Antes de partir, me llegó el comentario, que éste Murphy, regresó al lugar de los hechos.
« ¿Habrá quedado algo importante, que nunca llegamos a ver?» Pensé, en ese momento.
En el tiempo que pasé allá, un día llega el comunicado, sobre el fallecimiento de mi abuela, (a raíz de una leucemia “fulminante”, declarada repentinamente).
Trascurren unos tres meses en total, luego al volver de nuevo para Argentina, me presento directamente en el estado mayor.
Elaboré un informe detallado, tal y como pidió el General de Brigada Marineri… luego se lo entregué.
Éste ordenó que esperara un tiempo, para darme otro destino… así pasé más de dos meses de vacaciones… al final, me mandaron un telegrama citándome al “lugar de siempre”.
—¡Hola de nuevo Coronel!, tantas veces se lo digo, que al final va a terminar por convencerme ja, ja, ja.
—Así parece, General de Brigada Marineri.
—Siéntese por favor, dejemos los formalismos, de ahora en más, llámeme General a “secas”. Preste atención y escuche bien: el alto mando recibió copia del informe, lo ha analizado detalladamente, y evaluó, para un proyecto de “prueba piloto”.
—¿Ah sí?, ¡perfecto! –Respondí contento.
—Si, solo uno se puso en contra…pero es lo de menos, esto es más importante. –Continuó.
Se incorporó de su asiento y comenzó a caminar por la oficina con las manos atrás, luego se detuvo contra la pared, giró con expresión pensativa y siguió diciendo:
—En base a todo esto que vivió, se llegó a la conclusión, de que estamos algo “atrasados”…y la prioridad, es que estaría bueno contar con un grupo…algo así tipo “elite”.
—Parece razonable General. –Contesté.
—La idea de este “grupo”, surgió de su “pequeña” misión con la ONU, se nos ocurre, que se podría llegar a entrenar un grupo de profesionales en infiltración, capaces de traspasar las líneas de un hipotético enemigo, cortar sus comunicaciones y capturar o neutralizar su sistema de mando.
Así, este “hipotético enemigo”, quedaría acéfalo, no contaría con órdenes de profesionales, quedando por un lapso de tiempo, medio desorientado. Donde seguro, podría ser aprovechado por nuestras tropas, para dar un golpe certero. –Explicó.
«La verdad, me quedo atónito, nunca pensé que se les ocurriera eso.»
—No puedo creerlo. –Dije asombrado.
—Si, desde ya le aviso, que es parte de este grupo y estará a cargo del entrenamiento también.
No podemos quedarnos en el pasado, tenemos que mirar al futuro, tal vez ese sea el camino.
—Si puede ser, pero ¿cómo piensan, que se puede entrenar un grupo así?
—Primero, tenemos pensado re bautizarlo: “Compañía C–90”, la idea es que cualquiera piense, en un número mayor de efectivos… cuando en realidad son unos pocos.
—¡Pero General, no entiendo, una compañía como mínimo, cuenta con setenta efectivos!
—¡Exacto, esa es la idea!, que cualquiera crea que son muchos, cuando en realidad, sólo serán una sección, con quizás dos pelotones no más.
«Ya empezamos con la “avivada criolla”.»
—Bueno, si ustedes lo pensaron así…
—Desde luego, nosotros le facilitaremos el programa que deberá hacerles seguir a sus subordinados, tendrán que cumplirlo al pie de la letra. Como están en fase de “prueba” tendrán que arreglárselas para salir “a flote”, tal y como seria en una hipotética realidad, de un conflicto bélico.
—Más o menos, ¿tiene alguna idea de quienes pueden llegar a ser los integrantes?
—Estamos evaluando eso, se lo confirmaremos en su momento, por ahora, en este sobre están sus Ódenes, solo dependerá de esta oficina y nadie más…salvo que se mande una macana y en ese caso, no le gustará saber quién se haría cargo.
—No creo, pero ¿Quién sería? –Pregunté.
—Su “amigo”, el Capitán, Bou.
«No, ese “salame”, no podría dirigir, ni un pelotón de soldaditos de plástico.»
—Mejor me concentro en la misión.
—Si, recuerde que tiene muchas “influencias”, por eso está como su suplente.
«Cuarzo cuida a sus “pollitos”», así que sin más nada que decir, saludo a Marineri y me retiré del lugar.
Una vez en casa, leí bien todo, tenía que presentarme en un mes, seria en una base, en la provincia de Mendoza.
Pero allí seria el acto protocolar, de la creación de esta “C–90”, donde allí conocería a los efectivos que me asignarán.
Antes de partir, fui hasta el barrio de Parque Centenario, donde esta viviendo mi madre, (ella se separó hace poco, mi padre vive en otro lado); para invitarla a mudarse al departamento donde yo vivía.
De esta forma, no pagaría alquiler, (total, ni yo sé, cuando voy a poder volver); cuando llega la fecha de incorporación, me despedí de ella.
Cuando me alejo unos metros por la vereda, sentí una fuerza extraña, “algo” que me hizo darme vuelta.
Ella también hizo lo mismo, solo se limitó a sonreírme y saludo con una mano; me dio la sensación, como si fuera la última vez en vernos.
Cuando me subo al micro, se me empezaron a caer las lágrimas… no entiendo el porqué, lloré en el más profundo silencio, cuando apagaron las luces para dormir.
Arribé un martes 11 de Mayo del año 1993, Para agilizar el traslado, vino a buscarme un camión Unimog del ejército.
A último momento, la plana mayor, optó por hacer un acto, (la visita imprevista de autoridades provinciales y nacionales, obligó a efectuarlo); casi corriendo, tuve que irme a cambiarme de ropa; (puesto, que nos han prohibido, viajar fuera de la base con el traje de gala), en un baño.
Acudí al acto, es en un playón, con música y toda la pompa, vestido con mi uniforme de gala, el único conocido: el General de Brigada Marineri.
Casi ni vi, a los efectivos, que están formados en dos columnas detrás de mí. Grande sorpresa me llevé, porque recibí otro asenso, ¡pasaba a ser Teniente Primero!
Después que todo terminó, al desconcentrarnos, nos dirigimos hacia el casino de oficiales, donde había una especie de agasajo, (éste, más que nada, es un lugar de recreación y entretenimiento. Para los que se quedan, los fines de semana de guardia… o por “voluntad”, si sabré yo de eso…).
Allí pude verlos de cerca… había caras conocidas y otras no. Pero la más conocida, fue la de un viejo compañero del curso de comandos.
—¡Subteniente Belton, Funiviera, que sorpresa!
Un flacucho alto, descendientes de italianos y nativo de esta Provincia, en que nos encontramos.
—¡Todo bien Teniente Primero…tendrá que acostumbrarse al cargo nuevo! –Expresó.
—Si, la verdad una sorpresa, pero creo que es más, por la creación de esta “Compañía” C–90.
—Seguro, pero mejor, vayamos a conocer al resto.
Nos dirigimos hacia donde están, es un grupo más reducido de lo que creía... no son más de seis.
—Les presento al resto Teniente Primero: Cabo Gómez, Alejandro, de la especialidad Munición; Sargento Saimazum, José, cuerpo de comandos; Cabo Kuster, André, oficinista; Sargento Francis, Patricio, francotirador cuerpo de comandos; Cabo Orellana, Germán, ingeniero; Cabo Paul, Ariel, infantería.
« ¡Gómez y Kuster que sorpresa tenerlos aquí!»
Este par de amigos míos, son los que me invitaban a bailar, recorrimos todos los boliches de “onda”, entre 1989 y 1991. Gómez, alto y delgado, tez blanca con su mirada de ojos claros, sonrisa ultra seductora y su buen vestir… todo esto, lo convierte en un “mujeriego” nato… en cambio Kuster, solo cuenta con sus ojos celestes, de mediana estatura y delgado.
—Veo que se acordó, Teniente Primero, los años pasan rápido. –Señaló Kuster.
—Pensar, que hasta no hace mucho, éramos compañeros de “boliches”. –Continuó Gómez.
—Si… este… se puede decir que sí. –Musité.
—¿Se conocen bien no? –Quiso saber Belton.
—Nos hicimos amigos, cuando estuve ese poco tiempo en la “Lemos”, son de Capital Federal, al igual que yo. –Continué.
—Ah… si habláramos… –Bromea Kuster.
—No es momento, para estas cosas, tenemos entre manos una misión muy importante. –Acoté.
Al finalizar el encuentro, nos reúnen en otro recinto tipo aula, donde me dan las instrucciones…no vamos a instalarnos allí, es algo más complejo. Está Marineri y unos cuantos Coroneles, que no había visto nunca… uno de ellos escribe en un pizarrón.
Éstos son los objetivos principales:
Infiltración en territorio enemigo.Sabotear sus fuerzas.Destrucción de su cadena de mando.Dejar fuera de servicio sus comunicaciones.En lo posible capturar al líder.—Y para poder llegar a esos objetivos, es sumamente necesario, el desempeño de tareas y supervivencia, dentro de un hipotético territorio enemigo. –Anunció Marineri.
—Nada mejor, para que el entrenamiento sea efectivo, llevarlo lo más aproximado a la realidad, así que elegimos una ciudad cercana, dentro de esta provincia. –Continuó uno de ellos.
—Donde estarán solo con su equipo, sin un peso, sin mapa, quizás nos tiren en paracaídas de noche… luego dependerá de ustedes, conseguir un lugar determinado, para usarlo de campamento base. –Prosigue Marineri.
Al terminar el encuentro, mientras los demás se retiran a descansar y empezar a preparar su equipo, Marineri se acercó y me entregó un sobre grande, de papel madera, bien cerrado, con varios papeles en su interior, luego fuimos a un lugar aparte para hablar.
—Sabe que esto es extraoficial, no debe rendir cuenta a nadie… pero ¡nadie!, no importa si es superior o un cualquiera. Si se cruza con una fuerza de seguridad, sírvase esta tarjeta con un número de teléfono, se las muestra y que llamen ahí si tienen alguna duda, –ordenó–. Por esa misma razón, ha sido ascendido a un rango alto, pero seguirá cobrando como Teniente.
—Descuide General, no pasará nada, –contesté con calma–. Será como un paseo por el parque.
—Espero que sea “por el parque” y no por “la montaña rusa” –bromeó–. Bueno, vaya a preparar todo, pase por el depósito de intendencia, allí se anuncia al encargado y le dará el equipo reservado para ustedes… parten a las 05:00 ¡Buena suerte! –Finalizó.
Han habilitado algunos dormitorios, para que descansemos hasta el otro día, (tuve suerte y me toca un dormitorio simple): allí tuve tiempo de observar bien el sobre con las órdenes.
Dentro del mismo están: las Ódenes mismas, un cheque para gastos varios y planillas para anotar itinerario e informes de la travesía.
El peor escenario: arrojarse en paracaídas de noche. No sé porqué, pero está empezando a darme “mala espina”.
Siento un escalofrió y una sensación de angustia…ya está…más señales no hacen falta, fue suficiente para que no pueda dormir.
Después de dar “cincuenta mil vueltas” en la cama… pude dormir un par de horas. Por eso, en el mejor sueño… golpearon la puerta avisando, la hora de partir.
Me visto rápido, (usaríamos ropa de combate pero sin distintivos, ni atributos de jerarquía); preparo mi mochila de campaña, la cual contiene los siguientes elementos: una cantimplora, la bolsita de rancho con sus cubiertos, un mini botiquín, una bolsa de dormir, unos binoculares, una mini pala (sirve para cavar trinchera); un cuaderno y birome.
En un bolso aparte: una muda de ropa civil, elementos de higiene, un reloj despertador a cuerda, (regalo de mi madre); etc. La ropa de gala (o de salida); quedaría en la base, en casillero bajo llave. Miro mi reloj pulsera… eran las cuatro y media de la mañana, observo mi mochila… cargo aparte: mi brújula y linterna.
Una vez que nos formamos en el playón, llegó un colectivo 1114, pude apreciar que le han pintado el capot color blanco y borrado cualquier símbolo o número relacionado con el ejército.
—¡Buenos días Teniente Primero! –Anunció el chofer del vehículo, (un flaco alto, se bajó y se paró en firmes delante de mí)–. ¡Aspirante de tercer año Resero, Jorge!, Curso conductor motorista, aquí tiene mi orden. –Anunció.
Extendió la mano con un papel, tomé el mismo y leyéndolo de reojo decía: “que lo envían como “pasantía” antes de recibirse”. También está firmado por la autoridad del instituto.
—Buenos días, parece que está todo en orden, como no se ha recibido, lo llamaremos soldado, entonces vendrá con nosotros y guiará este vehículo. –Ordeno.
Sin más preámbulos, cargamos las mochilas atrás.
—¡Subteniente Belton, tome la asistencia! Ordeno enérgico, a medida que van llegando, se forman en una sola línea, con el frente mirando hacia mí, luego Belton se acerca.
—¡Atentos firr–mess, por la cabeza, alinearr–sé! Grité.
—¡Terminado, vista al freen–té! –Continué–. ¡Des–canso, Subteniente Belton, presente los efectivos!
El Subteniente Belton está dos pasos en frente de ellos, dio media vuelta sobre sus talones, hizo la venia (o saludo 1).
—¡Subteniente Belton, presente; Sargento Francis, presente; Cabo Gómez, presente; Cabo Kuster, presente; Cabo Orellana, presente; Cabo Paul, presente; Sargento Saimazum, presente! Gritó.
—Atender acá, les recuerdo que partiremos en una misión especial, en la cual se valora el rendimiento y otras tareas, para crear una nueva unidad, a partir de ahora tenemos la denominación: C–90. Partiremos a un sector ya designado.
Para los que no me conocen, soy el Teniente Primero, Coronel Juan, estoy a cargo de la C–90, por lo visto son todos profesionales, así que está de más decirles como deben comportarse.
El respeto tiene que estar siempre, más en presencia de desconocidos. Cuando estemos de civil, nos manejaremos por nuestros apellidos… ah y no hace falta el decir “mí Teniente Primero”, ésta va a ser una unidad muy diferente al resto. Explico.
Los miré fijo a cada uno, (un discurso bastante emotivo, pero para empezar está bien).
—¡Ahora, vayan subiendo, nos vamos! –Ordeno, yo iría sentado, en el primer asiento de la fila derecha, el resto atrás y partimos hacia nuestro destino.
—Me ordenaron, ir hacia el Sur, derecho por la ruta nacional 40, tenemos que llegar a una ciudad, que esta, aproximadamente a quinientos kilómetros de aquí. –Anunció Resero.
« Seguro Marineri, le debe haber dado esa orden, en fin, ¡que así sea!» Pensé.
—Ejecute esa orden Soldado, conduzca con cuidado.
No sé cuánto tiempo dormí, pero me desperté cuando ya estamos llegando, pedí detenernos en una estación de servicio, así cargar combustible, comprar algo de comer e ir al baño.
El aire se siente fresco y puro, el clima seco de montaña, nos hace sentir mejor, (por suerte, vinimos en época de otoño); estamos cerca de la cordillera, por lo que deduzco, crueles inviernos por estos lares.
Una vez que terminamos nuestros quehaceres aquí, proseguimos viaje, entramos en una ciudad: Malargue, pude leer en un cartel vial.
Pasamos la misma, “sin pena ni gloria”, la ruta dejó de ser asfalto, continuando pura tierra y piedras; (donde se tuvo que aminorar la marcha).
Nuestro conductor va muy concentrado en el camino, un poco tenso lo noto, de repente me puse a analizar algunas cosas…
«En primer lugar: se da la casualidad, que en este grupo, (exceptuando a cuatro); son de baja jerarquía, casi sin experiencia real. En segundo lugar: a tres conozco bien, e hice curso con ellos y somos amigos. En tercer lugar: el conductor es de esta zona, (figura en la hoja de informes, que él anteriormente me mostró).» Pensé.
No sé si será defecto o virtud, siempre fui así, me doy cuenta rápido, si hay algo fuera de lugar o no.
Faltando poco para llegar, sale una huella hacia la derecha, le ordeno parar allí unos minutos para consultar el mapa.
—Es por aquí Teniente Primero. –Señaló el soldado.
—Bien, aguarde un minuto, mientras vamos al baño y estiramos las piernas. –Aconsejo.
El paisaje es descampado, con muchos arbustos y árboles muy esporádicos, en el horizonte se divisa la pre cordillera y más atrás la cordillera en sí.
Proseguimos viaje, no habremos hecho cuatro o cinco kilómetros, cuando nos detuvimos por fin.
Nos encontramos cerca de unos árboles, (nada mejor que el amparo de éstos, para tener sombra); descendimos rápidamente del rodado, no se divisa construcción alguna, ni rastros de personas.