Calle línea: patrimonio cubano de la comunicación urbana. Tomo I - Avelino Víctor Couceiro Rodríguez - E-Book

Calle línea: patrimonio cubano de la comunicación urbana. Tomo I E-Book

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

0,0
9,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

La preocupación por preservar la historia local y por popularizarla a partir de los libros, no es tarea nueva. Los distintos Historiadores de la Ciudad han insistido en tan noble empeño. Sin embargo, la labor de escudriñar en todos los resquicios de la historia de una calle es la novedad del material que ponemos a su disposición. Motivado por el amor a su localidad y por el deseo de comentar y generalizar su historia el Dr. Avelino Couceiro Rodríguez examina cada rincón de la memoria, investiga cada uno de los lugares y las personas que los habitaron para establecer un retrato de lo que conocemos como la calle Línea en el Vedado capitalino. Ya desde tan temprana fecha como 1963, Emilio Roig de Leuchsenring en sus Apuntes históricos sobre la Habana menciona la calle Línea como "la más importante del barrio del Vedado", y esto es lo que nos propone el autor: mostrar esa supremacía a través de la arquitectura, de las instalaciones y servicios, de sus pobladores. En definitiva, revelar lo que la ha convertido en una arteria principal del urbanismo habanero.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 412

Veröffentlichungsjahr: 2025

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Calle Línea:

patrimonio cubano de la comunicación urbana

Tomo I

Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

La Habana, 2024

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros libros puede encontrarlos en ruthtienda.com

Título: Calle Línea: patrimonio cubano de la comunicación urbana

© Avelino Víctor Couceiro Rodríguez, 2024

© Sobre la presente edición:

Ediciones enVivo, 2024

ISBN: 9789597276609

Tomado del libro impreso en 2023 – Edición: Norma Gálvez Periut / Corrección: Ilaín de la Fuente Guinart / Diseño de cubierta y diagramación: Damaris Rodríguez Cárdenas

E-Book – Edición: Norma Gálvez Periut / Corrección: Ilaín de la Fuente Guinart / Diagramación pdf interactivo y conversión a ePub y Mobi: Damaris Rodríguez Cárdenas / Diseño interior: DamarisRC

Ediciones enVivo

Instituto Cubano de Radio y Televisión

Edificio N, Calle N, entre 23 y 21, Vedado,

Plaza de la Revolución, La Habana

CP 10400

Teléfono: +53 78384070

Correo electrónico: [email protected]

www.envivo.icrt.cu

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez (La Habana, 17 de mayo de 1957). Licenciado en Historia del Arte y Licenciado en Historia General. Doctor en Ciencias sobre Arte, Máster en Antropología, Diplomado en Historia General Contemporánea. Investigador Titular. Guionista. Profesor Titular de la Universidad de La Habana y en decenas de otros centros de educación superior. Integra múltiples asociaciones artísticas, científicas, ambientalistas, profesionales, órganos científicos, asesores, académicos. Tiene en su haber abundantes notas a programas, catálogos e inauguración de exposiciones y más de un centenar de premios y otros reconocimientos, como discípulo, profesor o copartícipe al innovar, investigar, publicar, promover e impartir estos y otros temas en numerosos cursos, conferencias, tribunales, y entrevistas, en más de 500 eventos y asimismo al publicar otros tantos artículos científicos y de ficción y 27 libros en docenas de países. Ha sido traducido a otros idiomas y transcripto al Braille.

La preocupación por preservar la historia local y por popularizarla a partir de los libros, no es tarea nueva. Los distintos Historiadores de la Ciudad han insistido en tan noble empeño. Sin embargo, la labor de escudriñar en todos los resquicios de la historia de una calle es la novedad del material que ponemos a su disposición.

Motivado por el amor a su localidad y por el deseo de comentar y generalizar su historia el Dr. Avelino Couceiro Rodríguez examina cada rincón de la memoria, investiga cada uno de los lugares y las personas que los habitaron para establecer un retrato de lo que conocemos como la calle Línea en el Vedado capitalino.

Ya desde tan temprana fecha como 1963, Emilio Roig de Leuchsenring en sus Apuntes históricos sobre La Habana menciona la calle Línea como “la más importante del barrio del Vedado”, y esto es lo que nos propone el autor: mostrar esa supremacía a través de la arquitectura, de las instalaciones y servicios, de sus pobladores. En definitiva, revelar lo que la ha convertido en una arteria principal del urbanismo habanero.

Índice
Hacia el fortalecimiento de la identidad
Dedicatoria
Agradecimientos
La calle Línea: Identidad
Antecedentes de la calle Línea: El pueblo viejo y contexto del siglo xvi
La Chorrera, Almendares, la playa y Calzada
Siglo xviii: el paso inglés y las baterías militares
El pudridero: primer cementerio local
El Carmelo: hito cultural y antecedente inmediato de la calle Línea
Reparto Vedado y el topónimo Línea
Los baños del Vedado
El Club Habana
El reparto Trotcha: otro hito cultural
Nuevas construcciones e identidades de esta costa a fines del siglo xix
La Sociedad Anónima de Instrucción y Recreo del Vedado: Raíces del VTC
Construcciones y vida entre siglos en Línea y su entorno
La Parroquia del Vedado, el Corpus Christi y el Centro Histórico del Vedado
Escuelas y religiosidad en torno a Línea a inicios del siglo xx
El sistema de tranvías: una revolución en la comunicación urbana
El Vedado Yatch Tennis Club: otro hito cultural
El puente de Pote
Los cines en torno a Línea: conglomerado
1914: la competencia de la Calle 17. El Este: bienvenido al Vedado por Línea
El Parque Gonzalo De Quesada, o Villalón, o de Neptuno
De Pro-Arte Musical al Teatro Auditorium: una gloria en la cultura cubana. El Carmelo de Calzada
El esplendor de “La Casa Jardín”
El Maine al extremo sur-oriental de la calle Línea
El Lyceum del Vedado
El machadato en torno a Línea
El Hotel Presidente
Maternidad de Línea
Hotel de Nación: Nacional de Cuba
El López Serrano
Obelisco a los chinos que lucharon por la independencia de Cuba
Línea y sus inmediaciones hacia los años 50

Hacia el fortalecimiento de la identidad

Dra. C. Mildred de la Torre Molina

El lector tiene ante sí un libro singular. Enmarcado en las exigencias de la historia cultural de un municipio habanero —el Vedado—, devela la memoria histórica desde su surgimiento hasta los días presentes.

Ciertamente, se puede vivir en un lugar y desconocerlo. Se puede percibir lo que cotidianamente sucede en la cuadra, el edificio o la casa donde se habita, en el parque y los establecimientos comerciales cercanos, y admirar los árboles, las flores, conocer las instituciones y las personas que diariamente, o de vez en cuando, transitan por las calles, e ignorar sus razones de existencia. A la mayoría de los convivientes del barrio poco le interesa conocer el mundo que ha quedado atrás y que, paradójicamente, continúa en sus hábitos y costumbres, muy a pesar de los cambios impuestos por la contemporaneidad, con sus avatares y tragedias inherentes a las disímiles formas de vivir.

Si se le preguntara a la persona común, de cualquier sexo o edad, profesión u oficio, cuál es su sentido de pertenencia con el lugar donde ha vivido o vive desde la infancia hasta la actualidad, posiblemente respondería que fueron sus familiares, la escuela, el parque o los espacios donde jugaba y se reunía con los amigos, el cine u otro centro de recreación, la cafetería, la bodega, las calles colindantes, la iglesia o el templo —de profesar alguna religión—, u otro lugar de esparcimiento, pero sin hacer alusiones a la historia de cuanto vio y escuchó y, sobre todo, de los caminos por los que transitó y conformaron su personalidad.

La monografía titulada CalleLínea: patrimonio cubano de la comunicación urbana, del Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez —que me plazco en prologar— nos adentra en el universo, lamentablemente desconocido, de una prominente arteria de la capital habanera. La calle Línea es una vía de andares continuos hacia los asombros ancestrales de millones de caminantes, devenidos protagonistas de la cultura asentada en la creación espiritual construida mediante los mejores entendimientos sobre lo que debe y tiene que ser el progreso social.

La calle Línea, repito, es un pretexto del autor para llevar de la mano a los moradores capitalinos, y del Vedado en particular, a los viajeros y residentes del país, hacia las palabras vivas de las piedras de una comunidad que dice mucho de la cultura nacional.

El texto evidencia una exhaustiva investigación de laborioso quehacer, durante años, por parte del autor. Sus responsabilidades en el sector cultural no solo derivaron en la gestación de múltiples acciones promotoras del conocimiento local, sino también en investigaciones concretas y puntuales según los requerimientos de la microhistoria, cuyos intereses conforman la historia local. El libro muestra los valores de una espectacular crónica, aunque su conjunto y estructura denotan la prevalencia del género historiográfico en medio de los encantos de la creación artística y literaria, y sus voces humanas, no carentes de fantasía y veracidad. Porque, a fin de cuentas, los que conviven y construyen sus formas de vivir conforman la espiritualidad de las épocas pasadas y presentes, y la historia, realidad en sí, es esa voz continua que enseña las múltiples razones de construcción del futuro.

La labor del Dr. Couceiro es minuciosa y detallada. Revela sus profundos conocimientos sobre el arte y la literatura del país. Cuestión evidenciada en la narrativa sobre los diferentes géneros cultivados por los intelectuales residentes en el Vedado —más allá de la calle Línea—, la arquitectura y sus valores artísticos, los monumentos y placas, así como las razones de su existencia y sus injustificadas causas de deterioro. También nos habla de las familias élites, con sus sustentos económicos y redes sociales, cuestión que aporta al conocimiento de la historia social.

Couceiro se desprende del tradicional inventario de las instituciones culturales, públicas y privadas, del territorio, para adentrarse en los complejos mundos del asociacionismo y la sociabilidad. Transporte, comercios, industrias, centros docentes y de la medicina son ilustrados a través de sus historias humanas. Existe mucho quehacer investigativo con las fuentes documentales, bibliográficas y de la prensa periódica por parte de quien supo aprovechar, con marcado profesionalismo, el mundo referencial de su objeto de estudio. El texto no es apologético, es realista y objetivo. Lo verídico se impone a la fantasía, aunque, con mucha emoción, se expone lo admirable e imperecedero, sin ignorar lo deleznable de las conductas indolentes, rapaces, prejuiciosas y dañinas causales del deterioro patrimonial, lo que evidencia que la cultura es entendimiento y emancipación cuando de asumirla se trata. De lo contrario, se destruye la historia de la existencia humana, es decir, su legado y, con él, el sentido de la vida espiritual.

Bajo semejantes presupuestos, el autor valora algunos conflictos sociales, entre ellos los de la calle G, protagonizados por algunos sectores juveniles. En este sentido, identifica las causas de las conductas, así como sus variantes. Sin embargo, queda mucho que decir sobre otras contradicciones reveladoras del dinamismo sociocultural del municipio estudiado. Otra vez será.

Las figuras emblemáticas, entendidas como las gestoras o residentes de los grandes y significativos edificios de diferentes tipos y usos sociales, están presentes en el texto en sus justas dimensiones. Una de las páginas más bellas y convincentes es la relativa a la familia Loynaz, pretexto para que algún escritor, tal vez el mismo Avelino, nos ofrezca una deslumbrante novela histórica moderna. O la que se revela con Pote y el edificio conocido como “López Serrano”.

Hay un pleno dominio teórico conceptual que facilita la compresión del saber histórico cultural, lo que le permite profundizar en los procesos internos que posibilitaron la existencia de la comunidad, con su autoctonía e identidad.

Dedicatoria

A mi madre, Marta Rodríguez Díaz, y a mi padre, Manuel Couceiro Prado; ambos con tan alto y genuino sentido de la justicia y de la verdad, de la responsabilidad, de ayudar desinteresadamente y respetar a todo y a todos y luchar por un mundo mejor, con su vocación por los estudios y la investigación rigurosa. Ella con sus excelentes dotes para el canto y su afán diario, y él con su rotunda obra como artista de la plástica, ambos me acercaron a la escena musical y alentaron mi fantasía creadora, y de aquí, a todas las artes y la cultura en general; viven en mí y en mi obra, educándome aún en el camino hacia la felicidad mediante mi realización integral como ser humano útil con todo lo que pueda aportar al mundo, al sistematizar cotidiana la divisa de mis armas, obra del relevante heraldista, mejor discípulo y amigo, Maikel Arista-Salado y Hernández: “el amor todo lo vence”.

Escudo familiar.

Agradecimientos

A mis colegas y ex colegas de cada labor que he emprendido, discípulos y ex condiscípulos con los que tanto he aprendido, y en particular para esta obra, de la DMC Plaza de la Revolución y su director actual, Harold Vergara Padrón, motor impulsor y acicate necesario que fue determinante para la ardua tarea de emprender este libro, entre tantos otros quehaceres; y a Carlos Rodríguez Bauza y su equipo, por su paciencia, comprensión y apoyo.

A mis familiares, amistades y otras relaciones de cada momento de mi vida, que me han ayudado a sobrevivir lo cotidiano, en particular actualmente resumiéndolos a todos, Sergio Luis Infante Hernández.

La calle Línea: Identidad

Con unos tres kilómetros del oeste hacia el este en el municipio habanero Plaza de la Revolución, la calle Línea se está identificando como un corredor cultural, loable empeño en los últimos tres años de la DMC, liderada por el M.Sc. Harold Vergara Padrón.

Lejos de los voluntarismos que tanto dañan, deviene en un reconocimiento orgánico y consecuente de una de las más antiguas tradiciones habaneras, que pretende potenciar nuevos horizontes de reafirmación de identidad sobre la base de preservar esta área sustancial como el más caro patrimonio del país, sobre todo en cuanto a vías de comunicación se refiere.

Hace más de un siglo que esta calle es un tradicional y emblemático punto de reunión de los habaneros, entre los cuales es raro encontrar quien no la haya transitado al menos alguna vez por cualesquiera de las más diversas razones, hoy es una de las avenidas más animadas de La Habana y paso casi obligado por una u otra vía, de los visitantes, todo lo cual determina su atrayente glamour.

Se trata de una de las más relevantes arterias de la capital cubana que ha trascendido tradicionalmente desde sus antecedentes hace medio milenio. Lo demostraría en la praxis cualquier caminata por esta avenida, un breve paseo por la historia, y el análisis de otras identidades como población, valores ambientales y demás.

Asentada básicamente sobre áreas geológicas que, de acuerdo al relieve, la litografía, los suelos, las precipitaciones, la salinidad y la biota reliquia o fósil, son las franjas costeras, terrazas marinas y en su extremo occidental (hoy El Carmelo y en particular, La Chorrera), el cañón del río y luego, las colinas y llanuras altas.

Los especialistas han recomendado medidas prácticas para utilizar los recursos ecológicos en paisajes considerados desde el punto de vista escénico y áreas verdes en su trascendencia higiénico-ambiental (véase: Muñiz Gutiérrez, 1991).

Las pendientes escalonadas corresponden a antiguas terrazas marinas, de las cuales precisamente Línea hacia el litoral, es la más reciente y baja que aún sufre las inundaciones por los terrenos robados al mar al avanzar el siglo xx; desde donde de Línea hacia el sur, suele “subirse” la loma.

Estas terrazas yacen sobre rocas calizas de las formaciones geológicas llamadas Jaimanitas, Vedado y Güines, y en la medida en que emergían, se iniciaban sobre ellas los procesos de disolución cársica de la que luego formarían los dientes de perro, suelos rojos y depresiones tipo dolina, como hoy identifican al extremo sur-occidental de la calle Línea por calle 28 en las canteras hacia el río, y en el otro extremo oriental, hacia la calle O al sudeste, donde está el Hotel Nacional sobre la loma de Taganana, contrasta con elevaciones como esta misma loma.

Al sur y sudeste desaparece este tipo de relieve y se identifica por llanuras erosivas sobre rocas margosas arcillosas y arenosas, pero ya alejándose de la calle Línea.

Línea y sus barrios inmediatos consecuentes.1

No se puede obviar tampoco que, como toda arteria cardinal, Línea no lo sería si la divorciamos de las inmediaciones y contexto urbano, al que por lo regular sirve para entrar y salir, sobre todo las norteñas cuya otra arteria rápida Malecón, es la más veloz y por tanto, no admite transporte público urbano, antes del año 1950 el Malecón ni siquiera llegaba aún a La Chorrera; barrios todos con los que la calle Línea se retroalimenta mutua y casuísticamente, entre multitud de nuevas identidades locales.

Elloexigiría la historia y los restantes elementos de identidad de todas las áreas colindantes y de las cuales Línea ha sido, cuando menos, puerta de entrada y salida; muchos de estos valores requerirían, un estudio más profundo. Sería demasiado pretencioso aspirar a agotarlos aquí; pero tampoco se pueden obviar y al menos ofrecer un breve panorama general, porque, de una u otra forma, en tanto retroalimentación, resultan indispensables para ambas partes, si necesitamos conocer lo más riguroso que podamos, a la calle Línea.

Desde su origen en el oeste hacia el extremo este, Línea atraviesa y ha definido tres grandes barriadas: El Carmelo, El Vedado y La Rampa; a su vez, en cada una de ellas ha determinado comunidades concretas al norte costero y al sur, al menos hasta la otra gran calle de la zona: 17, que desde 1914 sustituiría a Línea en el protagonismo local y en sus funciones de comunicación urbana; pero Línea no ha cesado de reinventarse.

Vista nocturna de la comunidad de La Chorrera, desde el mar.

En el extremo occidental de donde nació, indisolublemente vinculada con la desembocadura del río hoy llamado Almendares, al norte costero inmediato, ha florecido la comunidad vigente más antigua del territorio: La Chorrera, y luego de la calle 12 hacia Paseo, lo que fue el histórico reparto Trotcha; y al sur y también divididos por la calle 12, la Extensión del Carmelo y la Estancia del Carmelo.

El Fanguito, 32 entre 19 y 21, a orillas del río.

Estas no son más que generalizaciones de zonas tan atomizadas, que al ser tradicionalmente el principal punto de atracción de todo el país desde hace más de un siglo, y hacen de cada tramo un mosaico de comunidades diversas.

Así por ejemplo, en el límite oeste bordea el río al sur y conduce inmediatamente a otras comunidades del Carmelo: Chullima y Las Canteras, y por este camino, El Fanguito y Alturas del Fanguito.

Hacia el este, ya en El Vedado a partir de la avenida Paseo, al norte se destaca el barrio de los Baños del Vedado, y luego de la Avenida de los Presidentes (calle G) el parque Martí o de Maternidad de Línea; y al sur, el centro histórico del Vedado y allende G, el barrio de la sinagoga, entre los más emblemáticos puntos de referencia.

Es en este tramo donde comienza la inflexión de la calle Línea hacia el sudeste, abrevia camino, a partir de la calle E, y repercute más adelante en la calle Calzada y en el resto del trazado urbano local. Por esta inflexión, impuesta por la casi inmediata costa al norte para continuar como vía rápida de comunicación al este, confluye con la calle 11 (en calle G o Avenida de los Presidentes), con la calle 13 (en calle I) y con la calle 15, justo en calle L: nótese que va acortando camino.

Línea y D, 1950. Inflexión, vista hacia el oeste. Imágenes en Pinterest.jfif. Tomado de González, 2018.

Inflexión de la avenida Línea a partir de las calles D y E, vista hacia el este.

Foto cortesía de la Academia Cabrales del Valle.

Estas confluencias generan a su vez, significativos focos comunitarios que devienen importantes centros de referencia para todo visitante: sobre todo es el caso de Línea y 11 con la céntrica Avenida de los Presidentes, o calle G, donde genera un pequeño parque triangular frente a la escuela secundaria Carlos J. Finlay, y a la parada de ómnibus de Línea y G, en la esquina está situado uno de los hospitales maternos más tradicionales e importantes en Cuba: el América Arias, no por gusto llamado popularmente, Maternidad de Línea, donde está la parada de omnibus de Línea y H, en el parque triangular Luis Pasteur; otro parque triangular con menos trascendencia juzgando por los ómnibus que allí deben cambiar pasajeros, en Línea y D: elparque Carlos Azcárate.

En Línea e I, se genera otro pequeño parque triangular, llamado popularmente desde 1953 “de la sinagoga hebrea” o desde 1988, “del Bertolt Brecht”, por ser el Teatro Político que se instauró en parte de la sinagoga, pero donde desde 1933 enseñorea el busto al intelectual político Rafael Montoro, reconocido por Enrique José Varona, para el nombre oficial parque Montoro, por el que apenas es conocido. Hacia la confluencia de Línea y L, casi esquina a 15, un sistema de parques se extiende después de la calle J con el parque Conde de Pozos Dulces, que da la bienvenida al Vedado a todo el visitante desde el este, y allende L, el de los chinos que lucharon por la independencia de Cuba, obelisco allí erigido desde 1931, pero no inaugurado sino hasta 1946.

Así llega a la calle L donde penetra una tercera y última barriada del municipio Plaza de la Revolución: La Rampa, la más recientemente conformada en estas áreas (1947), acercándose al mismo tiempo a la costa (donde confluye en el área de carnavales y actividades públicas del parque llamado La Piragua y finalmente en la Avenida del Maine en Malecón) y al mismo tiempo al sur mediante el Hotel Nacional, a la actualmente más céntrica y populosa Avenida 23 (o calle Rampa); en este extremo oriental, a ambos lados, Línea es la calle central de otra comunidad rampera: La Rampa costera, donde dada la inflexión desde la calle D, llega a confluir con otra gran calle en competencia: 17.

Paisaje urbano del extremo oriental de Línea en La Rampa costera.2

Es el tramo menos extenso de los tres, desemboca como oropel en la magia rampera del tramo correspondiente al Malecón en la Avenida del Maine con los restos del emblemático monumento donde hubo carreras de autos y hasta competencias internacionales, a bordear el norte del majestuoso Hotel Nacional de Cuba (1930), queda atrás la ciudad para abrirnos un horizonte que parece casi infinito al magnífico paisaje costero, incluso allende la bahía de La Habana más allá del señorial Castillo de los Tres Reyes del Morro (1619), cuyos flashes captamos, sobre todo por la oscuridad de las noches, y donde cada amanecer y cada ocaso, resume toda la poesía de la naturaleza, para explicar el gran atractivo de población flotante por estas áreas.

Línea y 17 confluencia de la Avenida del Maine en Malecón, La Piragua al norte del Hotel Nacional.

Foto cortesía de la Academia Cabrales del Valle.

Recorrer toda la calle Línea de un extremo al otro fluctúa en unos diez minutos en transporte automotor salvo por los semáforos, 40 minutos a pie según el paso, y entre el río y la bahía (diez kilómetros aproximadamente) se ha publicitado en el turismo en ocho o diez minutos en transporte automotor, y 50 minutos caminando, siempre según el medio y contexto y los hitos urbanos con otras calles relevantes como son al cruzar Línea con las calles Paseo, L, 12 y G.

En este resumido bosquejo, varía el paisaje urbano (véase: Couceiro, 1995): los edificios aumentan de altura de oeste a este, aunque por ser vía rápida de comunicación, en su extensión se distinguen edificios altos como el Naroca en Paseo y en su esquina contraria, el del Potin; el Ireluc y el Retiro Radial en F; y ya en La Rampa y con todo esplendor, el López Serrano (1930, considerado el primer rascacielos cubano y clásico art-decó), la esquina al obelisco dedicado a los chinos y elSomeillán.

Paisaje urbano por Línea hacia La Rampa costera; al fondo, el Someillán.

Sucede que las edificaciones fueron creciendo en altura de oeste a este, hasta alcanzar el esplendor de los rascacielos cubanos en los años 50 como identidad de La Rampa, sobre todo costera, donde, como si no pudieran continuar la marcha de gigante a través del mar pero incontenibles, se devuelven hacia el oeste fundamentalmente, a través de las vías rápidas de comunicación. Línea, como la primera y una de las principales en estos parajes, no podía ser la excepción, y en su extensión comienzan a levantarse edificios tan altos como los mencionados Naroca, Potin, Ireluc y Retiro Radial, lo que también se aprecia a lo largo de Malecón, casi paralelamente.

Rascacielos extendidos por calle 1era. del Vedado hacia El Carmelo, 400 metros al norte de calle Línea.

Estas comunidades de Línea a la costa son dominadas en la circulación vial por la calle Línea como la gran señora, puesto que Malecón, aunque es la más rápida vía de comunicación urbana sobre todo a partir de los túneles de Línea y de Calzada en 1955 y 1957, por su misma rapidez, no admite el transporte público. Esto fue así incluso mientras circularon por tramos algunos ómnibus, como ocurría aún en los años 80 por calle 3era.

Cambia el entorno social históricamente: La Rampa con los diversos atractivos para la población flotante del país, sobre todo aquella que busca recreación y cultura, fundamentalmente nocturna; residencial e institucional, en El Vedado, y comercios y centros de trabajo tradicionales, en El Carmelo.

Son las identidades que predominan según cada barriada, pero eso no excluye que a lo largo de toda Línea, abunda toda la diversidad de familias del país y en los más disímiles tipos de viviendas, así como las instituciones y centros recreativos y de la cultura en general, y comercios y centros de trabajo de muy diferentes índoles y sectores, oficinas y una amplia gama de servicios, algunos más tradicionales que otros.

La población flotante, caminantes por diversas razones, pero sobre todo, la que viaja a otros puntos de La Habana o dentro de la misma Avenida Línea, la identifica en su totalidad, aunque también por tramos según las motivaciones de cada cual, pues justo el valor como vía rápida de comunicación para toda la ciudad es la tradición esencial de su razón de ser.

A Línea llegan muchas personas buscando transportación al este o al oeste de La Habana, o incluso, dentro de la propia Línea, a paradas de ómnibus tan célebres como la de El Carmelo, las de Línea y 18 en ambos sentidos, y menos relevantes son las de Línea y 10 al este y Línea y 8 al oeste y suroeste; y en El Vedado, Línea y Paseo al oeste, y Línea y B al este: Línea y H al oeste, y Línea e I al este; y entre ambas, intermedias y menos relevantes, las de Línea y D al oeste, y la del parquecito de Línea entre F y G al este.

Parada de ómnibus de Línea y 18, hacia el este.3

Parada de ómnibus de Línea y 8, hacia el oeste y al suroeste. Apenas cien metros al norte, radica la Casa de Cultura Municipal de Calzada y 8.

Esto se entiende mejor cuando se cualifica el sistema de transporte urbano en calle Línea actual e históricamente. Desde el oeste, llega desde lo más intrincado del municipio Lisa (comunidades como San Agustín) atravesando los municipios Marianao y Playa, el P-5, que por toda Línea se encamina al este hacia Centro Habana hasta Habana Vieja, cerca de la terminal nacional de trenes, y quienes se dirigen en esta ruta en sentido contrario a La Lisa, de donde pueden encaminarse más al oeste a través de la hoy provincia Artemisa, hacia la más occidental provincia cubana: Pinar del Río. Es una ruta que continúa un trayecto tan necesario, como el mismo con que le había precedido durante muchos, la 98 y la 198. Así Línea desempeña muy útil papel en la comunicación con el resto del país.

El P-1, otra de las rutas más utilizadas, por su parte, va desde el oeste por toda la costa hasta el célebre Paradero de Playa, cercano al otrora Coney Island y las Playas de Miramar, al ir al este sudeste atraviesa Centro Habana hasta San Miguel del Padrón, mientras la tradicional ruta 20, desde el Paradero de Miramar casi inmediato al túnel de Línea, tiene en Línea y 18 su segunda parada hacia la Universidad, y luego un largo recorrido por la Calzada del Cerro.

Ha habido otras rutas que han perdido sistematicidad, como es el caso de la 37 entre el mismo paradero de Playa y Diez de Octubre; o el rutero 8, entre Miramar y las áreas del Mercado de Cuatro Caminos y el hospital La Benéfica, hacia La Habana Vieja y Cerro.

La ruta 27, aun regresa por Línea desde La Habana Vieja (también Terminal Nacional de Trenes) mediante Centro Habana, pero dobla en calle 14 a subir por 12 hacia Nuevo Vedado y su paradero en El Cerro, cerca de la Ciudad Deportiva, en la extrema frontera sureña con este municipio. Aún en los años 80, también hacía por Línea el viaje a La Habana Vieja, que hoy hace por calle 17; en un momento, igual que su emparentada la ruta 127 (en otro momento, 227) no regresaba por Línea, sino por la calle 19.

El A-33 se incorporó recientemente desde Nuevo Vedado a bajar por 26 a 17 y por 12 a Línea y 18 para enrumbarse hacia Marianao, trayecto por el cual regresa. En los años 80 la ruta 57 salía del paradero de Playa y tenía la segunda parada en Línea y 18, desde donde doblaba por calle 16 a 11 a 24, y continuaba por 17 hacia La Habana Vieja; el regreso era por calle 19, a Línea y paraba en 18, hacia el paradero de Playa.

La ruta 81 desde Miramar paraba en Línea y 18 a subir por 16 a Zapata y la Plaza de la Revolución, por donde regresaba pero bajando por calle 18 pues 16 solo transita al sur; el recorrido de la 32 era similar: de Miramar a calle 16 y viraba por calle 18.

Si estos movimientos a lo largo de toda Línea son importantes, dada su esencia tradicional como vía de comunicación, no lo son menos los que se realizan a través de la Avenida de los Presidentes o calle G hacia el sur, básicamente Boyeros incluido el sistema de aeropuertos nacional e internacional que así se vinculan con este extremo norte. Desde sus primeras paradas regresan estas rutas, multiplicando itinerarios mediante la calle Línea.4

5ta. y D, donde rinde viaje el P-2 hacia Boyeros al sur por toda calle G, y también gacelas.

En la transportación pública urbana hay que incluir asimismo los taxis populares llamados popularmente almendrones por el tipo de carro antiguo de mediados del siglo xx que usan hasta hoy estos taxistas conocidos como boteros, para quienes Línea ha sido una de sus calles preferidas (no tanto G), y que suelen tener recorridos fijados.

Aunque no es Línea pero sí se le relaciona por la inmediatez de su primera parada en calle 11 entre 24 y 26, entre las rutas aportadas en los últimos años está el P3, hacia el sur habanero como Diez de Octubre y luego al este, por Guanabacoa hasta Alamar, en Habana del Este.5

Estos no son sino los ecos vigentes y más recientes de toda una historia de la comunicación a través de la calle Línea, desde que en enero de 1901 comenzó en el entonces Paradero de Línea (no por azar, en calle 18) el primer tranvía eléctrico cubano, el que heredaba la ya entonces vasta tradición de transportación mediante esta calle Línea entre el oeste la bahía y el puerto de La Habana, al este.

El devenir de la comunicación vial en La Habana está indisolublemente vinculado con la calle Línea, la cual resulta raigal en ese sistema, y que se identifica precisamente en la medida de su desarrollo, la proliferación de servicios y centros de todo tipo y que le antecede mucho más. Para comprenderlo, es menester abrir las cortinas de las raíces, y adentrarnos en la historia.

1 Mapa del archivo de Investigaciones de la DMC Plaza de la Revolución. Autor: Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodriguez.

Leyenda de izquierda a derecha y de norte a sur:

M. Playa: Municipio Playa.

C. La Chorrera: Comunidad La Chorrera.

Ant. La Playa-Balneario: Antiguos La Playa y Balneario.

R. Trotcha: reparto Trotcha (entre Paseo y 12, entre Malecón y Línea)

B. Martí: Barrio (del parque) Martí.

C. Hebrea: Comunidad Hebrea de Cuba

Ext. del Carmelo: Extensión del Carmelo (entre Línea y 17, entre 12 y 28)

Est. del Carmelo: Estancia del Carmelo (entre Línea y 17, entre Paseo y 12)

R. Vedado: Reparto Vedado (entre Malecón y Zapata, entre Paseo y L).

C. h. R. Vedado: Centro histórico del reparto Vedado (entre Línea y 17, entre Paseo y G)

Ex. Medina-B. Coppelia: Extensión de Medina y barrio del Coppelia (entre 17 y 23, entre G y L).

U.H.: Universidad de La Habana.

B. Calixto: Barrio del Calixto.

2 Nótese al final el Monumento al Maine, cuya altura entonces (1925) fue ampliamente superada por los rascacielos de los años 50 a ambos lados de Línea.

3 Al fondo, se observa el otrora paradero de tranvías, en la Revolución fábrica de ómnibus Claudio Argüelles y luego, de bicicletas; desde 2014, una parte es sede del Grupo de Teatro El Ciervo Encantado.

4 Por toda Línea y por G, se sumaron avanzado el siglo xxi el servicio de cooperativas al transporte, metrotaxis conocidos popularmente como gacelas (su escritura oficial ha sido GAZelle; diario Granma, 5 de enero de 2022; aunque no es así como se percibe popularmente), pequeños ómnibus que conducen también a diversos puntos de La Habana, tanto al este, como al oeste y al sur aliviando a los ómnibus tradicionales, cuyo precio en medio siglo subió de 3 centavos a 2 pesos cubanos, y las gacelas cobran en base a 5 pesos cubanos según cada tramo que se recorra, y conducen también a diversos puntos de La Habana, tanto al este, como al oeste y al sur, además de los boteros, cuyos precios en la inflación actual se han hecho inaccesibles.

5 Única en este itinerario sin boteros ni gacelas, en un momento contó con camioncitos adaptados para transportar bastantes personas por 5 pesos cubanos cada uno, cuando el ómnibus aún no había ascendido a 2 pesos.

Antecedentes de la calle Línea: El pueblo viejo y contexto del siglo xvi

Se ha llegado a sentenciar, no sin cierta razón, que la actual calle Línea fue la primera extramuros desde la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana. Sin pretender absolutizaciones anticientíficas, la polémica podría establecerse siempre al sur sudeste y cuando más, con la otrora Calzada de Jesús del Monte, hoy Avenida Diez de Octubre, que unía al temprano Santiago de las Vegas con la bahía, por el auge de vegas de tabaco desde 1665, sobre el camino previo norte-sur de la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana al reubicarse desde el sur en la bahía norteña (véase: www.ecured.cu). No se descartan otras competencias: pero las raíces de la hoy calle Línea datan, en efecto, de los primeros momentos de la conquista y colonización local por los españoles.

Si lo vinculamos con la trascendencia del río que, desde la segunda y tercera décadas del siglo xvii, se conoce como Almendares; pero al que aún mucho antes, los indoamericanos le llamaban Casiguaguas, se entiende mejor por la coterránea homónima que se ahogó en sus aguas con sus hijos antes de caer esclava de los españoles; de antaño datan los primeros albores para la hoy calle Línea.

Es un río con 49,8 kilómetros de extensión desde Tapaste (municipio San José de las Lajas, capital de la actual provincia Mayabeque) y atraviesa ocho municipios capitalinos; cuenta con 402 Kilómetros cuadrados en su cuenca Almendares-Vento.6

Ya entonces el primer bojeo total de Cuba (1509) detectó agua potable y dejaría en sus orillas una atalaya para avistar los buques que se dirigían hacia la bahía, y con ella a la primera comunidad colonial en el occidente cubano, ya reconocida en 1517 por la villa de San Cristóbal de La Habana, que aún no estaba definida como tal en la costa norte, pues desde 1514 (presuntamente, 25 de julio) se había fundado en la costa sureña de la actual provincia Mayabeque y a orillas del río homónimo, y no fue reubicada hasta 1519 en la bahía norteña al este del río, en el que antaño llamaban Puerto Carenas, por ser allí donde años antes, habían logrado carenar los barcos. Todavía en 1564, el mapa de Paolo Forlano situaba la villa original fundada en 1514 en la costa sur, hacia el río Onicaxinal, justo a orillas del río Mayabeque.

Al referido puerto Carenas en la bahía norteña lo tenían como puerto militar estratégico pues así la bahía podía pasar inadvertida a quien no la conociera bien. También se le destacaba como importante astillero por la calidad de las maderas que empleaba, y la habilidad de los artesanos y carpinteros de ribera.7

Desembocadura del río Almendares inmediata a lo alto del túnel de Línea,

en Línea entre 24 y 26.8

Las evidencias arqueológicas sobre estos precolombinos, descubiertas en las dos últimas décadas del siglo xix por el Dr. Luis Montané, se concentran justo en esta costa son: el cráneo deformado hallado donde hoy es Paseo y Malecón y el hacha petaloide en La Chorrera, justo hacia la desembocadura del río.

Ambos restos son característicos de las más desarrolladas de las culturas precolombinas que poblaban Cuba: los agroalfareros comúnmente llamados taínos, que al considerarse descendientes de la caguama como su tótem, se deformaban el cráneo.

De origen aruaco, esos agroalfareros habitaban fundamentalmente el oriente cubano, donde mejor podían cultivar la yuca amarga para preparar el casabe que les servía de alimento, pero de donde ya estaban emigrando hacia estas áreas occidentales, huyendo de los conquistadores y colonizadores españoles que los esclavizaban y ahogaban en sangre las rebeliones, pues era un pueblo que no conocía la esclavitud que se les pretendía imponer.

Estos agroalfareros habían sido precedidos en estas áreas occidentales por los preagroalfareros, procedentes de la actual América Central, comúnmente llamados siboneyes y que convivirían ahora con los aruacos agroalfareros o taínos, y aun antes, por los protoarcaicos, procedentes de La Florida al norte, que emigraban acá tras la foca tropical; heredamos entonces tradiciones milenarias de artes navieras y pesca (véase: Couceiro, 2014a).

En cuanto a la villa emigrada del sur al norte ya en 1519, se conocía al menos desde 1517, según las evidencias históricas a orillas del río, como Pueblo Viejo, que aún existía y lo llamaban como tal en el siglo xvii durante más de un siglo, mientras desde este Pueblo Viejo a orillas del río, en recíproco reconocimiento de su precedencia, llamaban Pueblo Nuevo a esa villa ya en la bahía norteña alejada al este del río, hoy centro histórico de La Habana Vieja.

Al ser este río la fuente de agua potable para aquella villa en la bahía al oriente, la suministraría del imprescindible líquido transportándolo por chalupas en toneles y botijas desde el pozo de la Madama a poco más de dos kilómetros de la desembocadura del río por toda la costa, que en la bahía se vendía por la carestía de tan difícil transportación, vital fuente de subsistencia sin la cual no hubiera podido perdurar aquella Habana en el norte.

Foto actual de la desembocadura del río Almendares con sus botes y lanchas, por donde en el siglo xvi llevaban el agua potable. Vista desde el puente de hierro de calle 11. Al fondo, la Koisima (“Isla de amor”, en japonés) de los Jardines del restaurante 1830, en La Chorrera, mediados del siglo xx.

Por vía terrestre desde la desembocadura del río (hacia donde se había asentado el Pueblo Viejo) a la villa en la bahía, también llevaban toneles y botijas de esta agua a beber en la villa a lomos de burros, fijando así este camino entonces de tan difícil tránsito, paralelo a la costa y que al avanzar, buscaría cortar distancia al sudeste, origen de la inflexión con que se urbanizaría siglos después, cuando este antaño sendero, ya perfilaba la actual calle Línea.

Este trayecto desde aquellos inicios se salvaba básicamente con animales de tiro, toda una tradición secular; en conjunto sistémico y sin excepción, determinó que pudiera florecer la villa de San Cristóbal de La Habana en la costa norte para su más elemental y esencial patrimonio actual, lo cual hubiera sido imposible sin esta agua potable, que así la condicionó.

En honor a la verdad, hay que puntualizar que no era este río La Chorrera, hoy Almendares, la única y exclusiva fuente de abasto de agua potable para la villa en la bahía: también tenían el río Luyanó, que desembocaba en la bahía, pero el caudal era mucho más escaso y dependía de las lluvias, además de que las aguas portaban demasiadas sales, por lo que no era propicio para el consumo humano, y las aguas del río hoy Almendares eran entonces, de mucha más calidad.

Aquella villa en la bahía se abastecía de pozos del entorno, dado un subsuelo rico en aguas subterráneas, y la escasa profundidad del manto acuífero.

El auge del río de La Chorrera, hoy Almendares, y el de este camino terrestre paralelo a la costa, se alimentaban mutuamente; lo que queda evidenciado en los primeros meses de 1519 cuando desde su desembocadura zarpó el extremeño Hernán Cortés en la penúltima de las cuatro expediciones que envió Diego Velázquez a México por las riquezas mesoamericanas y la legendaria Fuente de la Juventud en la Florida, con 11 navíos, 500 soldados, 100 marineros, 16 caballos y 15 piezas de artillería (véase: Palacio Rodríguez y col., 1987).

El río se iba reconociendo por los hispanos como “río de la Chorrera”, por los chorros de agua que veían caer y servir de regadío para los cultivos locales, que a tenor con el Pueblo Viejo como foco comunitario raigal y principal local, comenzaban a proliferar en esta área; lo que explica la necesidad de esta vía de comunicación terrestre, lo más rápida y por tanto, lo más directa posible hacia la bahía.

Esta comunidad humana en torno a la desembocadura del río fue un proceso de algunos años y lógicamente, no bastaría para explicar el camino hacia la bahía, hasta que en 1519 se establece definitivamente La Habana en la bahía; solo entonces, desde 1519, con un poblamiento previo, aun pequeño, en la desembocadura del río, proveedor del agua potable, es cuando nace la necesidad de una vía de comunicación entre ambas comunidades humanas de la cultura occidental que mediante ellos, comenzaba a imbricarse básica para la futura nacionalidad cubana; comunidades que a la sazón, comenzaban a descubrir el entorno, para adaptarse a su nuevo contexto.

La privilegiada ubicación frente a las costas del Atlántico norte le propició a aquella Habana, ya en la bahía, las posibilidades por las que devino importante centro comercial e interés de piratas y corsarios: en 1561 la Corona dispone que sea en esa bahía de La Habana donde se concentren las naves españolas procedentes de las colonias de toda América antes de cruzar juntas el océano (la llamada Flota de Indias), y el gobernador traslada aquí la sede desde Santiago de Cuba; el 20 de diciembre de 1592 el Rey Felipe II le concede el título de ciudad, en 1607 un Real Decreto la reconoce capital de Cuba, y en 1634 por Decreto Real se le declara Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales; desarrollo que impactaba en retroalimentación con esta comunicación terrestre a la desembocadura del río, simiente de la hoy calle Línea.

Pero ya en aquellos mismos gérmenes durante las dos primeras décadas del siglo xvi Nodal (2017) cita que el núcleo poblacional del inhóspito y malsano sur es trasladado a la “hacienda del colono Juan Rojas, donde se había establecido un grupo de españoles con sus indios encomendados”; es de inferir, el Pueblo Viejo asentado previamente.

Añádase que muchos historiadores citan este Pueblo Viejo como el segundo asentamiento de La Habana tras el original de la costa sur, aunque según otras fuentes es anterior incluso, pues data del primer bojeo de 1509, desde donde continuarían explorando nuestras costas y solo después, en 1514, es que fundaron La Habana en el sur, y a esta Habana sureña ya la llamaban Pueblo Viejo en la desembocadura del río hoy Almendares, como así le conocían ya pública y popularmente en 1517, cuando todavía no se habían asentado en la bahía norteña, lo que no es definido hasta 1519.

Los Rojas fue la más poderosa familia de vecinos que entonces comenzaban a residir entre los fundadores de la villa de San Cristóbal de La Habana en la bahía en 1519, y que como es notorio, muy pronto casi en paralelo ya en aquellos mismos inicios, estaban expandiendo sus propiedades también hacia este Pueblo Viejo que les antecedía en la desembocadura del río.

Una familia como los Rojas, fundadora de La Habana en la bahía, ya entonces con una hacienda aquí, apuntala a ratificar la hipótesis de la participación activa de aquel Pueblo Viejo en la fundación de la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana en la bahía norteña, y la impostergable comunicación entre ambas comunidades.

El interés poblacional hacia estas áreas al occidente de la bahía, y en torno a aquel camino que luego sería la calle Línea, no se limitaba a la desembocadura del río; próximo al extremo oriental de la hoy calle Línea (en el otro extremo opuesto a la desembocadura en el occidente), ya el 13 de septiembre de 1551, el Cabildo se ocupa de llamar oficialmente Cuevas de Oliver a las que estaban donde dos siglos después serían conocidas como Loma de Taganana, sobre la que desde 1930 se halla el Hotel Nacional de Cuba, que en los últimos años ha revalidado ese topónimo Taganana; al sur oriental inmediato de aquel camino que hoy es la calle Línea.

Sucede que entonces, inmigrantes canarios habían logrado allí un asentamiento poblacional en tan temprana época, al que llamaron Taganana por el ancestro con el mismo topónimo en Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias, no obstante que en la cultura popular este se ha remitido al indoamericano (no desprovisto de cierto exotismo) que decía que allí habitó en 1762, durante la toma de La Habana por los ingleses, a partir de la obra literaria homónima que escribió Cirilo Villaverde en 1850, casi un siglo después.

No era casual esta comunidad en las inmediaciones de un camino que ya entonces, demostraba importancia suficiente para ello en la comunicación entre la bahía y el río al oeste.

No obstante, el río sigue siendo el atractivo fundamental para poblar el oeste de la bahía, hacia la Chorrera, donde hay que añadir casi inmediato, el bohío de 30 pies de Ginés de Horta, y mucho después ya en 1559, la primera merced de un lote para criar ganado a Alonso Rojas, de la misma familia Rojas, y en 1561, Velázquez solicita terrenos para cabras desde las Cuevas de Oliver hasta el Pueblo Viejo, terrenos que obtiene para “conucos e aves” que luego sus sucesores, al parecer, poblaron de puercos hacia La Chorrera,

Un suceso en estos años, marcará profundas huellas para la historia habanera, y en particular, para estas áreas en estudio: el 10 de julio de 1555, el pirata francés Jacques de Sores, ayudado por un portugués que conocía el terreno, entró por la Caleta de Juan Guillén, donde hoy radica el Parque “Antonio Maceo”, en Belascoaín y la costa, Centro Habana, y toma la villa de San Cristóbal de La Habana en la bahía, con lo que logra reunir 200 esclavos y horros del África subsahariana.

Como consecuencia del saqueo, cuando robaron las campanas de oro de la Iglesia en aquella Habana en la bahía, se perdieron además los documentos de fundación de la villa en la costa sur, motivo por el cual aún no constan oficialmente la fecha y lugar exactos, que habían traído al migrar desde el sur, lo que aún se investiga y debate para precisar.

Se afirma que Sores, molesto por no haber podido obtener toda la riqueza que esperaba, usó aquellas actas capitulares y otros documentos para prender la hoguera con que quemaría la ciudad. No hubo más actas capitulares habaneras h