Cánticos espirituales - Novalis - E-Book

Cánticos espirituales E-Book

Novalis

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Beschreibung

La muerte de su prometida, la jovencísima Sophie von Kühn, a causa de la tuberculosis (1797), le sumió en una profunda una crisis espiritual. En sus Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht, 1800), colección de poemas en prosa y verso, el poeta exalta la noche, identificada con la muerte, como el paso hacia la «vida verdadera», un renacimiento místico en la persona de Dios donde el reencuentro con su amada y con el conjunto del universo sería posible, todo ello evocado por medio de un lenguaje sugestivo y armónico.

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Cánticos espirituales

Novalis

 

El lenguaje religioso de Novalis será pues función de un pensamiento integrador o signo de una piedad comunitaria. El vínculo entre estas dos modalidades no resulta patente al lector contemporáneo, ni siquiera en el sentido de una curva homogénea en un lenguaje lírico. Los dos ciclos Himnos a la Noche y Cánticos Espirituales procederían de dos estratos distintos de la experiencia religiosa, o apuntarían a dos situaciones típicas en la religiosidad del poeta: en los Himnos confluyen todos los estímulos, fuentes, elaboraciones, que dispersas en sus breves años de madurez convergen a un sistema de pensamiento místico-lírico, según una rigurosa arquitectura compositiva, formal, simbólica, etc. En los Cánticos reaparece el sentimiento germánico de la plenitud convivida en la unión devota, la exaltación de la interioridad como espacio de una transfiguración emotiva, en la que hunde sus raíces buena parte del sentimiento romántico.

 

Desasido, andabas por la Tierra suavemente,

como un espíritu.

A. W. Schlegel

1

 

¿Qué hubiera sido sin ti? me pregunto.

¿Qué es lo que yo sin ti no hubiera sido?

Al temor y a la angustia destinado,

sólo en el mundo me hubiera yo visto.

No sabría de cierto lo que amara,

me sería el futuro un negro abismo;

y cuando el corazón se conturbase

¿quién dar podría a mi dolor alivio?

 

Consumido de amor y de tristeza

me fuera el día cual la noche obscuro;

sólo viera, a través de amargas lágrimas,

de nuestra vida el desbocado curso.

En mi hogar hallaría sólo angustia

y perpetua inquietud dentro del mundo.

¿Quién sin un fiel amigo allá en el cielo

en la Tierra podría estar seguro?

 

Pero Cristo se me ha manifestado

y firmemente en Él desde ahora creo.

Vida de luz, ¡cuán presto tú disipas

la vacua obscuridad sin fundamento!

Sólo Él, sólo Él me ha vuelto hombre;

claro el destino a su presencia veo;

la flora tropical, hasta en el Norte,

en torno surgirá del que yo quiero.

 

Hora de amor es para mi la vida;

habla amor y es delicia el mundo todo;

de salud brota hierba en toda herida

y todo corazón late de gozo.

Sus infinitos dones, cual un niño

dócil y humilde, sonriendo acojo;

cierto que entre nosotros Él alienta,

aun cuando nos reunamos dos tan sólo.

 

Salid, salid por todos los caminos,

id a buscar a los que van errantes,

tendedles compasivos vuestra mano

y a nuestra compañía convidadles.

El cielo ha descendido ya a la Tierra;

unidos todos en la fe veámosle.

De par en par también lo tendrá abierto

aquel que en la fe nuestra comulgare.

 

El antiguo delirio del pecado

anidaba de tiempo en nuestro pecho;

meros juguetes del dolor y el goce,

en la noche vagábamos cual ciegos.

Parecía enemigo de los dioses

el hombre, un crimen cada acción; si el cielo

pareció alguna vez querer hablarnos,

tan sólo nos habló de muerte y miedo.

 

El corazón, la fuente de la vida,

de maldad al espíritu alojaba;

aun en nuestros días más risueños,

era inquietud tan sólo la ganancia.

Aquí en la Tierra férreas ligaduras

a los hombres temblando aprisionaban:

el temor a la muerte justiciera

ahogaba el postrer rasgo de esperanza.

 

Un salvador, un hijo de los hombres,

el gran libertador entonces vino,

y encendió en lo interior de nuestro pecho

fuego purificante de amor vivo.

Sólo entonces el cielo, como el nuestro

antiguo solar patrio, abierto vimos;

podíamos tener fe y esperanza,

y con Dios nos sentíamos unidos.

 

Desapareció el pecado de nosotros;

gozoso se volvió nuestro camino;

como el mejor de todos los regalos

se hizo presente de esta fe a los niños.

Así santificada nuestra vida,

transcurrió como un sueño beatífico,

y, apenas se notó, de tan sereno,

de nuestra muerte el tránsito temido.

 

Helo aquí aún a nuestro dulce Amado,

envuelto en su esplendor maravilloso,

de espinas, su corona ensangrentada,

acerbo llanto arranca a nuestros ojos.

Bienvenido nos sea todo hermano

cuyas manos se tiendan a nosotros;

limpio de corazón, pronto sazone

del paraíso en fruto deleitoso.

 

2

 

Clarea ya por el lejano oriente,

las horas grises huyen ya del mundo.

¡Oh, qué sorbo tan largo y tan profundo