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Carlos Gardel en la hoguera y otros relatos... Escrito por Rodolfo Jorge Rossi y publicado por la Editorial Autores de Argentina en 2018. Argentina.
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Seitenzahl: 77
Veröffentlichungsjahr: 2018
Rodolfo Jorge Rossi
CARLOS GARDEL EN LA HOGUERA
Y otros relatos
Editorial Autores de Argentina
Rossi, Rodolfo Jorge
Carlos Gardel en la hoguera : y otros relatos / Rodolfo Jorge Rossi. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-761-003-1
1. Narrativa Argentina. 2. Relatos. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Coordinación de edición: Helena Maso Baldi
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Prólogo
Para mis hijos Alejandra, Franciso y Lucio
(Por orden de aparición)
Lugar común: el tango
Severino Musante es uno de los hombres sabios del café. Su discurso se considera de interés mundial por ser, don Severino, el único tanguero que volvió de la muerte.
Musante estuvo fallecido más de veinte años. Un día, Dios sabrá por qué, retornó como si nada a la Reina del Plata.
-¿Cómo anda, Severino? pregunto.
-Reponiéndome de tantos cambios.
-Tema difícil el de la resurrección.
-Estar muerto es muy extraño, pero conocí tanta gente en el otro mundo que cuando vengan de nuevo por mí, amigos en el Paraíso no me van a faltar.
-¿Cuál fue el finado más importante que conoció?
-De todos los personajes que habitan el luminoso universo de los muertos, Carlos Gardel es sin duda el más destacado. Además, por ser amigo del Morocho, compartí la mesa con personajes que ni soñaba encontrarme alguna vez. El tenor Enrico Caruso, el Doctor Freud, qué se yo, hay tantos.
-¿Son amigos de Gardel?
-Tienen devoción por Carlos; pero amigos, lo que se dice amigos, somos muy pocos. El negro Celedonio Flores es su hermano. También Alfredito Lepera y el poeta uruguayo Isidoro Ducasse, conocido como Conde de Lautremont. El señor Conde insiste a diario para que Carlitos haga una aparición nocturna sobre el Cerro de Montevideo y anuncie, urbi et orbi, que es uruguayo.
-¿Y Gardel que dice?
-Que sería faltar a la verdad.
-Comentan que Carlitos fue la última víctima de la Inquisición.
-Eso es cierto. A Gardel lo asesinó la Iglesia Católica. Fui testigo en el café Otro Cielo, el día en que Monseñor Gustavo Franceschi le vino a pedir disculpas. El cura se sentó a la mesa; habló largo y tendido. Carlos Gardel lo escuchó en silencio y cuando el fraile, con el sombrero en la mano, esperaba la respuesta del Morocho, ésta llego calma y firme.
-¿Aceptó las disculpas? pregunté.
Respondió Musante:-¡De ninguna manera! Aquella tarde memorable Carlitos señaló que en el accidente en Medellín, la revista católica Criterio editada en Buenos Aires, que Franceschi dirigía, festejó su muerte con una editorial firmada por el mismísimo Monseñor. Después escuché el siguiente diálogo:
-Fue una orden que recibí del Vaticano, dijo el cura.
-Entonces me prendiste fuego porque te lo ordenaron, contestó Carlos
-Si, a la Iglesia Católica nunca le gustó el tango; usted estaba considerado el demonio. Por eso el 27 de junio de 1937 publiqué la editorial de la que ahora me arrepiento.
Escupió el Zorzal:-Monseñor, dijiste que en mi velorio se veían féminas que se habían embardunado la cara con harina y los labios con almagre. Los hombres eran gandules de pañuelito al cuellodirigiendo piropos apestosos a las mujeres.
-Eso es cierto, contestó el cura bajando la mirada.
-Además de escribir como el reverendo ojete me hiciste matar.
-Así es, pero ahora estoy arrepentido.
-¿Y por qué te arrepentís?
-Al llegar al cielo me llevé la sorpresa de mi vida. Supe en ese momento que Dios no condena a nadie; cada uno elije, después de muerto, si quiere Infierno o Paraíso.
Y si el Señor, con su inmensa sabiduría y misericordia, deja que el libre albedrío continúe en este lugar sagrado, no tenemos derecho en la tierra a juzgar conductas e incendiar pecadores como usted, dicho esto con todo respeto.
-¿Quién te dio la orden de matarme?
-Monseñor Pacelli cuando estuvo en Buenos Aires, en el Congreso Eucarístico de 1934; poco tiempo después lo premiaron convirtiéndolo en el Papa Pío XII.
Preguntó Gardel:-hablando de Pío XII; ¿qué destino eligió? Por suerte acá no ha sido visto.
-Fue al Infierno; dice que en el Paraíso el tango es el lugar común. Su vida de muerto es terrible porque cuando consiguió audiencia con Jesús y su reverendísima madre, la Santísima Virgen María, le hablaron de su voz gloriosa. Además, María le contó que usted será declarado Presidente Emérito de Todos los Cielos, Ciudadano más que Ilustre del Cosmos y Representante Plenipotenciario del Eterno. A partir de ese momento trascendental podrá sentarse a la derecha de Dios Padre Todopoderoso cuando quiera, para cantar sólo para Él y nada más que para Él, su brillante y extenso repertorio.
Al pobre Pío XII eso le resultó insoportable. Dicen que dicen que se arrastra por las tinieblas del Infierno escupiendo su bronca con el tango.
Después de un largo silencio se oyó nuevamente la voz de Franceschi:
-¿Me perdona don Carlos?
-Sos un gil, respondió. -Yo no condeno a nadie, ni siquiera a vos que me incendiaste; pero, qué queres Franceschi, tu presencia me revienta. Si venís por el café sentate en un lugar donde no te vea.
Luego de un buche de caña, cerró Musante: el cuervo se levantó de la silla; susurró al borde del llanto un gracias Don Carlos; se retiró moqueando.
Gardel, con gran tranquilidad, mientras cebaba un amargo susurró: ¡que pedazo de guacho!
Acerca de las formas del infierno en el tango
Dante Alighieri, considerado por los catedráticos del café como el prototanguero más distinguido, puso en boca de Francesca de Rímini: ningún mayor dolor que recordar el tiempo feliz de la miseria.
Toda la poesía del tango está presente en esta estrofa donde Francesca reconoce que disfruta la tristeza; que vive inmersa en una reconfortante melancolía.
En el Canto V del Infierno, Dante se encuentra con Francesca y su amante, Paolo Malatesta. Ella cuenta su vida. Casada por poder con el deforme Gianciotto, se enamora de Paolo, hermano menor de su marido. Sorprendidos haciendo el amor, Gianciotto los apuñala.
Esta historia, que podría ser la letra de una sangrienta ranchera de Julio Navarrine, en la Comedia se transforma en un tango magistral. Francesca y Paolo están en el Infierno, no quieren salir de él porque si lo hacen no se verían nunca más; no quieren separarse. El amor es más fuerte que las llamas.
Sin embargo en el Canto VIII, Dante ubica en el Infierno a los acidiosos y melancólicos. No se dio cuenta, el insigne florentino, que la pereza y la nostalgia son la esencia del tango. A Hugo Díaz, notable intérprete de armónica; creador de una de las mejores versiones del tango Sur, se le preguntó por qué había elegido ese instrumento diminuto.
-Se puede tocar en la cama, contestó. Ahora bien, según el Dante,
Hugo Díaz compartiría con Troilo y don Enrique Cadícamo, las aguas pantanosas del infierno.
Y en el Canto IX se queman lentamente aquellos que participaron en lo que según opinión de Alighieri, son falsas teorías religiosas. Nuestro poeta Antonio Domingo Podestá y el filósofo esotérico René Guenón, que hicieron del tango una religión, sufren en sepulcros ardientes colgados cabeza abajo. Podestá escribió la letra del tango preferido del filósofo: Como abrazado a un rencor.
Guenón, en una carta dirigida al oscuro pensador Julius Ébola destaca la estrofa: anda un algo cerca’el catre olfateándome el cajón.
Escribió: en esa línea ronda la muerte de manera magistral.
Dante es arbitrario y contradictorio, pero tuvo una percepción que se da solo en los grandes. Intuyó algo que siglos después corroboraron Borges y el escritor Tulio Carella. Está referido a los orígenes del dos por cuatro. Ellos coincidieron en que primero está la tanguidad como arquetipo, como Idea; luego viene el tango. O sea que el cielo espera a porteños y suicidas con la Idea platónica del tango. El alma, al cruzar el barro inmundo del Riachuelo, olvida la tanguidad para sumergirse en el tango real, cotidiano; aventura ontológica que revela el peso del ser.
El amor sin límite de Francesca y Paolo es retomado siglos después por otro personaje que vivió entre llamas. Nos referimos a Dante Gabriel Rossetti. Hijo de un profesor italiano, nació en Londres en 1828. Dedicó pinturas y poemas a Francesca da Rímini.
Rossetti entró en el infierno milonguero cuando murió su modelo y amante Elizabeth Siddal.
Gabriel la enterró; dejó entre las manos de su amada toda su obra poética, luego se sumergió en la ironía y el alcohol. Años después sus amigos lo convencieron para que recuperase sus escritos. Desenterró a Elizabeth, rescató toda su poesía, pero perdió para siempre la poca razón que le quedaba.
Otro grande que nació en el infierno, del cual nunca pudo salir fue Enrique Santos Discepolo.
En el tango Tormenta describe su pobre vida paria.
Si la vida es el infierno,
y el honrao vive entre lágrimas.
¿Cuál es el bien?
Y en otro tango pregunta:
¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?
ciego de llorar una ilusión.
Dios nunca dice donde está, si es que está en algún lado, y menos al sufrido Job porteño.
La vida de Discépolo fue una lucha perdida contra la crueldad y el sufrimiento.