Cenizas del recuerdo - Matías Ariel Núñez - E-Book

Cenizas del recuerdo E-Book

Matías Ariel Núñez

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En el norte de la provincia de Tucumán, se encuentra Trancas, un pueblo atravesado por su historia y con estructuras sociales sostenidas sobre los pilares del castigo a la desobediencia. Susana crece bajo ese régimen, llevando una vida que cada vez se le hace más difícil. El dolor es una realidad que la golpea constantemente, pero también le da fuerzas para recuperarse. En su adolescencia descubre la forma de enfocar sus energías para poder concretar el deseo de irse de ese lugar para comenzar una nueva vida.  Una noche, en una de sus salidas con su mejor amiga, conoce a Alberto, un joven que la cautiva y que pronto se convierte en su salvador. La fuerza de la relación hace que en un corto tiempo decidan irse a vivir a Buenos Aires; y así, Susana, al fin cumpliría su sueño de plenitud y felicidad, o al menos eso pensaba.   Cenizas del recuerdo es un relato que en todo momento transita por el camino del pasado, pero, sobre todo, es una historia de resurgimiento y lucha constante.

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Seitenzahl: 148

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Ähnliche


Núñez, Matías Ariel

Cenizas del recuerdo / Matías Ariel Núñez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : El Guardián Literario, 2021.

(Biblioteca de autor)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8346-44-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

© 2021, Matías Ariel Núñez

Diseño de cubierta e interior: Departamento de arte de Editorial Bärenhaus S.R.L.

El guardián literario es un sello de Editorial Bärenhaus

Todos los derechos reservados

© 2021, Editorial Bärenhaus S.R.L.

Publicado bajo el sello El guardián literario

Quevedo 4014 (C1419BZL) C.A.B.A.

www.editorialbarenhaus.com

ISBN 978-987-8346-44-1

1º edición: abril de 2021

1º edición digital: abril de 2021

Conversión a formato digital: Libresque

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.

Sobre este libro

En el norte de la provincia de Tucumán, se encuentra Trancas, un pueblo atravesado por su historia y con estructuras sociales sostenidas sobre los pilares del castigo a la desobediencia.

Susana crece bajo ese régimen, llevando una vida que cada vez se le hace más difícil. El dolor es una realidad que la golpea constantemente, pero también le da fuerzas para recuperarse. En su adolescencia descubre la forma de enfocar sus energías para poder concretar el deseo de irse de ese lugar para comenzar una nueva vida.

Una noche, en una de sus salidas con su mejor amiga, conoce a Alberto, un joven que la cautiva y que pronto se convierte en su salvador. La fuerza de la relación hizo que en un corto tiempo decidieran irse a vivir a Buenos Aires; y así, Susana, al fin cumpliría su sueño de plenitud y felicidad, o al menos eso pensaba.

Cenizas del recuerdo es un relato que en todo momento transita por el camino del pasado, pero, sobre todo, es una historia de resurgimiento y lucha constante.

Sobre Matías Ariel Núñez

Matías Ariel Núñez nació en Buenos Aires, en 1989, y creció en Alejandro Korn. En 2012 egresó como suboficial de la Prefectura Naval Argentina, donde desempeña su conocimiento y vocación. En 2019 publicó su primer libro: Tus decisiones ¿son propias o heredadas?. En 2020 se recibió de Psicólogo social. Su pasión por la escritura lo llevó a escribir esta novela con mucho entusiasmo. Actualmente, se encuentra trabajando en nuevos proyectos e ideas, basados en escritos de varios géneros.

Instagram: matias_arieln

Facebook: Matías Ariel Núñez

Índice

CubiertaPortadaCréditosSobre este libroSobre Matías Ariel NúñezAgradecimientosFragmentadaPrólogoCapítulo I. El dolor de lo heredadoCapítulo II. El origenCapítulo III. La amistadCapítulo IV. El orgulloCapítulo V. El perdónCapítulo VI. Una caricia a la felicidadCapítulo VII. El olvidoCapítulo VIII. La ilusiónCapítulo IX. El enamoramientoCapítulo X. Lo inesperadoCapítulo XI. Lo nuevoCapítulo XII. El renacerCapítulo XIII. La desesperaciónCapítulo XIV. La esperanzaCapítulo XV. El deseoCapítulo XVI. La otra cara del amorCapítulo XVII. La comprensión

Todos los personajes de esta historia son frutos de la imaginación, y cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia.

Mis agradecimientos:

 

El tiempo es vida, muerte y amor,

aquel que sin saber que es, se construye

con palabras y sentimientos.

El tiempo pasa tan rápido que sólo contemplamos un abrir y cerrar de ojos.

Gracias por tomarte tu tiempo en leerlo.

Fragmentada

Con el cabello deshojado y sumergida en un pozo profundo de recuerdos decidió partir. Con todos sus deseos alineados hizo una breve pausa para mirar de reojo su pasado donde encontró el empujón necesario para seguir avanzando. De inmediato se deshizo de un suspiro que pronto se confundió con el viento, se tomó de manos con la ilusión y continuó en dirección a su encuentro planificado con la felicidad. Sin embargo; el destino es un tren con estaciones misteriosas. Y así es como transcurre su vida. Entera, pero hecha pedazos...

 

Jonathan Sanabria

Prólogo

En el devenir de la vida:

 

Te susurra al oído qué va a pasar, no se entiende qué quiere decir, se torna confuso, y al tratar de interpretar y analizar llegan los obstáculos. Algunos podrán moverse con una soltura que no creían tener. El empujón de la experiencia ayuda, sin duda alguna. La vida se presenta como la nada, y de forma remota aparecen amores, desamores, familia, hijos, escuelas, trabajo; y, sin darnos cuenta, somos seres construidos y pensantes. ¿Cómo se determina nuestro camino?, aun tomando la mejor decisión aparecerá este susurro que desconocemos qué nos quiere decir, o cómo nos ayuda a decidir. Es así, que pasamos la vida tratando de entender lo que muchas veces queda alejado de nuestras acciones y pensamientos. De lo que hubiésemos querido que pase y no pasó, el porqué de ese porque. De sucesos remotos que nos llevan a nuevos rumbos. A ese camino que queremos llegar y que cuando llegamos se abre otro.

Capítulo I El dolor de lo heredado

Un parpadeo es una milésima de segundos, es algo natural del ser humano y de la vida. En un solo día se pueden parpadear miles de veces, y más. No hay nada que te obligue a estar pendiente de algo que funciona como un acto reflejo natural.

A mí me sucedía todo lo contrario, entre cada parpadeo solo contemplaba una mirada hacia adentro, buscando un recoveco de felicidad, o al menos eso intentaba. Buscaba lo que no se había llenado desde afuera, no había nada, estaba vacía, a oscuras total. Solo había dolor, recuerdos de maltratos. A veces pensaba por qué me pasaba algo así, si toda niña, de alguna forma, se refugia en la fantasía con juegos y muñecas para escapar de la realidad. Pero, sin embargo, cada vez que me quería escapar, me buscaban hasta encontrarme y obligarme a que deje eso que en ocasiones estaba a punto de acariciar. No dejaba de pensar qué había adentro, algo bueno tenía que encontrar. Y es por eso que, sin darse cuenta uno escapa y busca lo que no tiene, huye de aquello que le hace mal, va a dar una lucha totalmente interna y externa para ir hacia donde te impulsa aquello que en muchas ocasiones no entiende qué es. ¿Por qué vamos a altas velocidades si la vida es una sola?, ¿por qué nos olvidamos de disfrutar y buscar aquello que nos hace bien?

No había escapatoria, era niña y era lo que me tocaba vivir, acortar aquello que me gustaba era horrible y hasta el día de hoy no puedo darle un sentido, entender en su plenitud cómo se puede maltratar a alguien que amas. Si hay algo que fui aprendiendo es darle un sentido más personal, algo que solo a mí me sucedió. La familia estaba por sobre todo aquello que odiaba. Mamá y papá por sobre todas las cosas, por darme la vida, ¿si te dan la vida uno está obligado a amar?

Todo era estructurado y eso que me pasaba por dentro quedaba en mi mente, no había espacio para expresar lo que al menos me parecía, estaba encapsulada. Y no hay nada más horrible que no dar lugar a un espacio para la reflexión, a los momentos dónde uno pueda exponer un mínimo pensamiento. Todo se hundía hacía el fondo con dolor y maltrato.

La época lo ameritaba, todo era igual, o al menos, los que conocía con mi corta edad, eran iguales, atrapados en la misma mirada. El silencio era algo muy singular, pero acá en este pueblo era único, todos estaban atravesados por el mismo silencio. Como el sonido de la siesta, en donde solo se contempla el ruido del viento, que movía algún que otro árbol. Esto marcaba no solo al pueblo, sino a todos lo que vivían en él, es algo que se transfiere de uno a otro, y todos le daban el mismo sentido hacia sus hijos, una directiva de madre o padre marcaba esto. Un silencio, el de no contestar o no protestar. Es así que se iba apoderando de todos, no había tregua en marcar una sugerencia o algo que se intente cambiar.

Hasta el día de hoy llevo las marcas que de solo verlas se me caen las lágrimas. Me hicieron creer que era una forma sana de criar, ellos habían pasado lo mismo, o cosas peores, como lo contaba mi mamá. Y pensaba, cuando tocaba en mi cuerpo el lazo de cuero que habían heredado de mis abuelos paternos. En él, había una generación de castigos y era el poder que predominaba a los que no obedecían. Solo se utilizaba para castigar a quienes decían amar. Al pasar la tormenta, quedaba colgado en un mural de la cocina. Me acuerdo que un día nos habían contado como se había fabricado, el mango estaba enlazado en varios cueros, predominaba el de la vaca, enganchados unos sobre otros, y sobre tiras iban saliendo en forma de dagas, al principio gruesas y al terminar se afinaban. Fabricar algo así era, sinceramente, de una mente perversa. Porque sabe a la perfección el dolor que produce una mínima punta de ese látigo. Es un ardor inapagable, que se acentúa durante un día completo. Había muchas cosas que no podía entender sobre ese lazo, se lo colocaba en la pared, enganchando el mango en un clavo, y quedando al alcance de la mano. Estaba ahí, siempre a la vista. De hecho, en cualquier hogar había una foto familiar, o algún cuadro que mostraba un paisaje.

Es atroz pensar que el silencio es algo que por lo menos en mí se instalaba, me violaba y me decía hace silencio. No digas más nada, sino, será peor, ¿podía haber algo peor que esto? Estaba totalmente convencida de que el mundo era esto, concretamente, que conocía todo. Caminando, llegaba de un punto a otro del pueblo en solo 30 minutos; y corriendo, supongo que podría recorrer el pueblo entero en 10 minutos, esto último nunca lo intenté.

Nadie podía escapar al calor, cualquier clase social lo padecía. ¡Qué calor hace!, ¡No se aguanta!, era lo más normal de escuchar en una conversación. Todos, luego de la siesta, se encargaban de mirar qué hacía el otro, dónde andaba y por qué no estaba donde debería estar. A veces pensaba que era algo que se heredaba al nacer, pero simplemente es algo que se instala en la vida social. Es parte de uno, un miembro más del cuerpo, y nadie se atreve a cortar algo tan apreciado. Tal vez, por eso no se podía hacer un corte. Cuando alguien pierde una pierna o un brazo no solo se sumerge en un océano de angustia, es mucho más profundo. Se pierde de hacer cosas y eso es un dolor muy singular.

De este modo, comienzo a narrar para que conozcan un poco de esta historia.

Capítulo II El origen

Trancas es un nombre peculiar para un pueblo, los antecedentes datan que se fue fundando a mediados de 1666 por pequeños inmigrantes a los que les habían cedido pequeñas parcelas de tierra para comenzar a trabajar, conjuntamente con los nativos que ya vivían en el lugar desde hacía poco tiempo. El 666 es un número simbólico, fue emparentado con lado malo del cristianismo, pero solo es un número que representa algo cronológico. En este pueblo, el lado bueno siempre se percibe en un sentido figurado, siempre esconden algo. Al estar ubicado entre valles asemeja una mirada hacia adentro, un lugar en donde los cerros impiden ver el horizonte en todo su esplendor, uno detrás de otro, le fueron dando con el tiempo algo pintoresco y único.

Siempre se asoció el nombre del pueblo a un lugar tranquilo, algunos confirman y se arman distintos debates del origen del nombre que da sin lugar a duda un sentido de pertenencia, Trancas es para algunos un nombre que identifica su antepasado aborigen, de la tribu Chancas, y de ahí el derivado. Otros afirman con certeza, a tal punto que el enojo tiene empoderamiento y reacciones sobre aquellos que dicen lo contrario, que la cantidad de tranqueras que había en el lugar fue lo que dejó marcado el perímetro del pueblo. Todos inmersos en diferentes miradas hacia su pasado, toman las riendas para llevar costumbres iguales, a su vez no deja de atrapar a todos sus habitantes en particular a aquellos envueltos en su cultura gauchesca.

Al quedar a 70 km. de la capital de Tucumán le da un sentido más campestre y autóctono. Se da por sentado en las mentes que los sucesos marcan a cada uno de los pueblerinos. Predominaba la tranquilidad. Los ruidos excesivos solo se veían en la televisión, mostrando todo lo que sucedía en la gran ciudad de Buenos Aires, plasmado en blanco y negro. Era cómo se contemplaba la realidad que se mostraba del mundo, sin poder ir muy lejos, en ocasiones solo quedaba atrapado en el mismo país. Aquellas noticias jamás pensadas. Solo unos pocos tenían acceso a ella, pero no dejaba a nadie sin que se entere lo que pasaba, el boca en boca era aún más rápido. Todos creen que se conocen, y la historia de cada uno no deja de marcarlos.

Susana, era una niña más del pueblo, como lo decía su madre. Pero traspasaba los límites, y esto hacia que en poco tiempo la mirada de todos esté sobre ella. Tenía algo bastante peculiar, su cabello medio ondulado, color negro, ojos marrones con pequeñas pizcas o manchas —como decía su hermana— de color verde. Muchos no podían definir su color de ojos, una mezcla que en ocasiones ameritaba a los demás a decir que por este rasgo biológico no era la hija de don Cleto. Un peso que llevo muchos años, sobre todo su madre. Su color de piel era de un tono café claro. Su personalidad era muy fuerte, los que la conocían se daban cuenta de que iban de la mano, como se lo dijo una vecina una vez: “vos sos sapo de otro pozo”. No por su estatus social, ellos estaban en el último eslabón. Su presencia y forma de hablar la jerarquizaban a imponerse, sus contestaciones ameritaban un toque de adultez y una soltura de esas cadenas de las que muchos estaban atados, y nos les dejaba decir lo que pensaban. Ella podía decir lo que pensaba, sin tener miedo al castigo de la palabra, tenía un peso que no se veía. Se escondía detrás de todos culpabilizando por actos propios del deseo y aquel se escondía por detrás de todos para no salir, se hundía por la mirada de aquellos depredadores que al lucirse destrozaban a la presa en mil pedazos, dejando las sobras para las hienas que saciaban con más hambre que los leones aquel deseo de ser.

El pueblo entero la había adoptado con el sobrenombre de “pajarito”, el que no tenía uno, se buscaba a adaptar algo muy peculiar de su personalidad o rasgos físicos a algún objeto, animal o, por consecuencia, descripciones de rubio, gordo, negro, entre otras. Hacia un mérito de algo que daba en particular algo del sentido diferente al nombre, la legalización del nombre y apellido no es más que un registro de conteos para llevar la cuenta de la cantidad de habitantes, si buscaban los registros de los sobrenombres era invisible a esta, pero totalmente visible para el pueblo. Una vez habían llegado en un auto azul oscuro, desde la ruta que conecta Trancas con la capital, una familia, eran cinco. El que conducía era un hombre que, por su figura y forma de vestir, se notaba que no venía ni siquiera de la capital, daba aspectos y rasgos que no eran habituales de la zona, su tono de voz era muy particular, no hablaba con esa tonada tan característica del pueblo, la “R” tiene un sentido muy propio que pocos pueden pronunciarla, se desliza con suavidad y prende de la palabra completa dando un hermoso tono. Y eso lo delataba ante cualquiera, algo que todo el mundo dejaba en velo por más que deje entrever aspectos contrarios. La primera impresión ante los ojos puede deducir ciertos criterios de uno, pero la tonada reubica el lugar de donde viene o da la noción de que zona podría ser, es una característica que todos llevan del lugar de donde provienen. Algunos escapan por sufrimiento, tratando de olvidar lo que les pasó, pero esto acompaña en silencio y sin consciencia, su predominación, su arraigo es tan fuerte que cuesta deshacerse, en algunas ocasiones acompaña hasta un punto, y en otros para toda la vida.

Este hombre preguntaba por Rodolfo Aquino, había pasado toda la tarde tratando de encontrarlo, y no era nada más ni nada menos que el Flaco. Era la primera vez que venían a visitar a su primo, y fue la sorpresa de todos. Alguien nuevo, desde el sur, específicamente Puerto Madryn, aquel nombre que al pronunciarlo no le encontraba sentido. Jamás se había escuchado, un nombre que parece de otro país, o acá perecía que estábamos en otro.