Chile Escoge la Libertad, Tomo II - Gonzalo Rojas Sánchez - E-Book

Chile Escoge la Libertad, Tomo II E-Book

Gonzalo Rojas Sánchez

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Una de las primeras y más completas investigaciones sobre de la Presidencia de Augusto Pinochet Ugarte (1973-1990) de la historiografía chilena.

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Veröffentlichungsjahr: 2025

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Agradecimientos

A quienes hicieron posible que

Chile escogiera la libertad y

a quienes han permitido que

podamos saber cómo se hizo.

CHILE ESCOGE LA LIBERTAD

La Presidencia de Augusto Pinochet Ugarte

11 de septiembre de 1973 - 11 de marzo de 1990

Tomo II

Editorial Conservadora S.p.A.

Bajadoz 100, of. 523

Las Condes, Santiago, Chile

www.editorialconservadora.cl

Edición: Benjamín Cofré Lagos

Diseño: Penthagraf

Derechos reservados.

© 2000 por Gonzalo Rojas Sánchez.

ISBN: 978-956-6172-22-2

ISBN digital: 978-956-6172-36-9

1.ª edición: diciembre de 1998.

2.ª edición enero 2025.

Se prohíbe la reproducción parcial o total de este libro por cualquier medio, salvo autorización previa y escrita de Editorial Conservadora S.p.A.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

ÍNDICE

TERCERA PARTE

11.IX.1981 – 11.III.1990

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1:

AUGUSTO PINOCHET: UN NUEVO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL

El comienzo de una etapa

Un estilo permanente y algunos cambios de circunstancia

El presidente en primera persona

Otras tareas rutinarias del Gobierno

Pero llega la crisis de 1982

Una candidatura en el horizonte

Nuevas relaciones en el poder

Las relaciones con el almirante Merino

El trato con el general Matthei

Las relaciones con el general Mendoza y los otros miembros de la Junta

Cambios y más cambios en los equipos de trabajo

El trabajo del Presidente con sus colaboradores

CAPÍTULO 2:

LOS PRINCIPIOS DE UN RÉGIMEN SOMETIDO A PRESIÓN

Chile, ante todo, porque Dios así lo quiere

La persona humana y sus derechos: un imperativo irrenunciable

Hay una sociedad posible: libre, moderna, unida

En la década en la que caen los muros de hierro

Una contribución tan fundamental como insuficiente

La fe y el respeto a los cultos: un modo de ser presidencial

Proyectar es el verbo

CAPÍTULO 3:

EL INTENTO POR COORDINAR SEGURIDAD Y LIBERTAD

Una cronología dramática

La ley, ¿sirve o frena la prevención de la violencia?

Las medidas por intromisión en política de algunos eclesiásticos

Otros cuerpos legales

La aplicación del art. 8° de la Constitución

CAPÍTULO 4:

CHILE PUEDE TENER LAS INSTITUCIONES QUE SE MERECE

Una Constitución a la medida de la persona

Un Estado eficiente y más pequeño

Un Poder Judicial necesitado

CAPÍTULO 5:

ME QUIERES MUCHO, POQUITO, NADA…

Un liderazgo al que todos quieren vincularse

Unidad y unificación; ¿o mejor diversidad?

La ciudadanía es más que los partidos

No hay por donde

Alumbrar lo temporal o… ¿simple clericalismo?

De los intereses sectoriales a la lucha política nacional

Los partidos tomas la delantera

Del Acuerdo Nacional al Plebiscito

CAPÍTULO 6:

EL PODER EN LAS PERSONAS

Una economía indomable

Un transitorio cambio de rumbo

Un nuevo impulso en la dirección correcta

Recibir y pagar

El enemigo no es la riqueza

Para trabajar a gusto

Para envejecer con dignidad

Dónde vivir, cómo comunicarse, qué tener

Cuando falta lo mínimo

El dolor y la ignorancia en la mira

Un Estado en su lugar

CAPÍTULO 7:

AISLADOS, PERO ABRIENDO BRECHA

No nos vemos, pero estamos juntos

Las otras fronteras

Asia y Oceanía: tan lejos, tan cerca

Chile a la defensiva ante el poderoso

La batalla por los derechos humanos

Caminos de entretenimiento

Una Europa orgullosa y vigilante

Explorando muy lejos

CAPÍTULO 8:

PALABRA EMPEÑADA Y MISIÓN CUMPLIDA

Una decisión sin contrastes

Si pudieran hacer leña del árbol caído

La promesa de la alegría

Consecuente hasta el final

Instrumentos más eficientes

Ciertamente valió la pena

Un Chile que recupera su posición

Las horas finales

Augusto Pinochet y Manuel Montt

SIGLAS Y ABREVIATURAS UTILIZADAS

ACEM

Actas del Consejo Económico de Ministros

AFJGE

Archivo de la Fundación Jaime Guzmán E.

AFPR

Archivo Fotográfico de la Presidencia de la República

AGPR

Archivo General de la Presidencia de la República

AR

Anales de la República

ASEP

Asesoría Política

CAP

Compañía de Acero del Pacífico

CONICYT

Consejo Nacional de investigaciones científicas y tecnológicas

CDiPR

Colección de discursos del Presidente de la República

CIDOC

UFT Centro de Documentación de la Universidad Finis Terrae

CEMA-Chile

Centros de Madres de Chile

CNI

Central Nacional de Informaciones

CONARA

Comisión Nacional de la Reforma Administrativa

CORA

Corporación de la Reforma Agraria

CORFO

Corporación de Fomento de la Producción

CUT

Central Única de Trabajadores

DC

Democracia Cristiana

DCl

Diario El Clarín de Buenos Aires

DEC

Diario El Cronista

DEM

Diario El Mercurio

DINA

Dirección de Inteligencia Nacional

DL

Decreto Ley

DLS

Diario La Segunda

DLP

Diario La Prensa

DLPa

Diario La Patria

DLT

Diario La Tercera

DS

Decreto Supremo

EEUU

Estados Unidos de Norteamérica

ENAP

Empresa Nacional de Petróleo

Entr.

Entrevista a…, seguida de las iniciales del entrevistado y la fecha de reunión

FACH

Fuerza Aérea de Chile

FISA

Feria Internacional de Santiago

FFAA

Fuerzas Armadas

FFCCE

Ferrocarriles Comerciales del Estado

ITT

International Telephone and Telegraph

MGM-PI

Memoria del Gobierno Militar, Político-institucional

MIR

Movimiento de Izquierda Revolucionaria

NU

Naciones Unidas

OOPP

Obras Públicas, Ministerio de

ODEPLAN

Oficinas de Planificación Nacional (también Odeplán)

OEA

Organización de Estados Americanos

PC

Partido Comunista

PS

Partido Socialista

RC

Revista Capital

RE

Revista Ercilla

RQP

Revista Qué Pasa

RR

Revista Realidad

RREE

Relaciones Exteriores, Ministerio de

SAG

Servicio Agrícola y Ganadero

SNA

Sociedad Nacional de Agricultura

SOFOFA

Sociedad de Fomento Fabril

SONAMI

Sociedad Nacional de Minería

UP

Unidad Popular

URSS

Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

INTRODUCCIÓN

Desde pocos días antes de la presentación del Tomo 1 de Chile escoge la libertad. La Presidencia de Augusto Pinochet Ugarte, 1973-1990, y durante meses y meses en adelante, el país fue testigo y actor de la arbitraria detención del expresidente Pinochet en Londres.

Hasta allá viajé los días 19 a 21 de agosto de 1999. Entré en auto al patio de su casa-prisión y me lo encontré caminando, acompañado y con paso inseguro; me sonrió y yo, impresionado, sólo atiné a juntar mis dos manos en gesto de visible adhesión.

Poco después, gracias a un afectuoso sol de finales de verano, nos sentamos ante una rústica mesa de madera. Era uno de los pocos días, desde que había comenzado su cautiverio, en que podía disfrutar del aire libre. Adentro, todo era estrechísimo y agobiante, por la presencia sutil pero efectiva de sus captores.

No lo veía desde julio del año anterior, pero habían transcurrido en realidad… como tres años. Hablamos de la década de los 80, de acontecimientos y colaboradores, de detractores, triunfos y fracasos; también hablamos de Dios y de su voluntad. Fueron once horas, repartidas en dos días, once horas extrañas, surrealistas, en las que el hombre más importante de la historia de Chile en este siglo estuvo ahí, a mi disposición, para que yo comprobara, una vez más, toda su grandeza de Presidente.

Al regresar de Inglaterra me preguntaban si Augusto Pinochet volvería a Chile; yo invariablemente contestaba que la interrogante estaba mal formulada: que es Chile el que debe volver a él.

Escribí, por lo tanto, este Tomo 2 con una conciencia más viva del modo en que nuestro curioso carácter nacional reacciona doblemente frente a sus grandes hombres. En este caso en particular, sus detractores lo consideran tan extraordinariamente responsable de todo lo sucedido, que dirigen contra él un odio acumulado en dosis enormes y lo atacan por todos los medios; ¿y sus partidarios? ellos parecen considerarlo tan inmune a la agresión, tan sobrenaturalmente elevado por encima del revanchismo y la ofensa, que con pasmosa indiferencia muchos abandonan su defensa.

Un historiador -en este caso un equipo completo de profesionales- no tiene por tarea rebatir a los primeros, ni activar el sistema de alarmas de los segundos. Simplemente, su misión es tratar de situar a Augusto Pinochet Ugarte y la segunda parte de su presidencia -11 de marzo de 1981 al 11 de marzo de 1990- en el lugar más adecuado para que en la discusión sobre el período y el personaje haya menos odios y más verdad, menos agresión y más lealtad.

Para hacerlo, hemos vuelto a trabajar sobre las fuentes primarias que dan a nuestra labor un sustento hasta ahora no ofrecido por ninguna otra obra sobre el Presidente y su tarea. En efecto, el Archivo General de la Presidencia de la República ha estado disponible con sus 400.000 fojas relativas a esta segunda parte; igual cosa ha sucedido con el Archivo fotográfico de la Presidencia, en el que hemos revisado más de 120.000 tomas; a esas fuentes se suman más de 200 discursos presidenciales de la Colección respectiva y los cientos de oficios intercambiados entre el Presidente y la H. Junta de Gobierno.

La prensa nos ha vuelto a prestar un día a día imposible de retener en otras fuentes; la revisión de toda la legislación nos permitió comprobar la eficacia de los propósitos gubernamentales; la bibliografía especializada-de partidarios y detractores por igual ofreció nuevas perspectivas; finalmente, las entrevistas al propio expresidente, así como a exmiembros de la H. Junta de Gobierno y exministros han colaborado decisivamente para contrastar visiones y opiniones. Al respecto nos ha resultado una vez más de gran ayuda la colección de videos del Centro de Documentación de la Universidad Finis Terrae.

De modo análogo al Tomo 1, mi gratitud se dirige a los profesionales señora Andrea Botto y señores Miguel Flores, Álvaro Muñoz y Jorge Soto, quienes condujeron entrevistas, analizaron información, prepararon borradores, y muy especialmente comprendieron mis apuros y exigencias. El ayudante alumno de Derecho Rodrigo Bordachar fue la pieza clave para solucionar tantos detalles de pulcritud en la investigación y la señora María Ignacia Vargas realizó las tareas administrativas con abnegación ejemplar.

Tal como en el Tomo 1, la Fundación Presidente Augusto Pinochet Ugarte facilitó mi trabajo, respetando absolutamente la independencia de mi planteamiento, insistiéndome incluso en la necesidad de resaltar aspectos de la gestión presidencial que para algunos lectores pueden resultar algo incómodos… pero que son verdad.

¿Y para Augusto Pinochet Ugarte? Simplemente recordarle que yo también adquirí un compromiso al jurar un día la bandera de la Patria: serle fiel en mi tarea de historiador. Espero que él, hombre y Presidente fiel, sepa reconocer el cumplimiento de mi compromiso.

Santiago, 25 de noviembre de 2000

TERCERA PARTE

17 de diciembre de 1974 - 11 de marzo de 1981

CAPÍTULO 1 AUGUSTO PINOCHET: UN NUEVO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL

El comienzo de una etapa

11 de marzo de 1981. Con el paso de los años, la fecha quizás no sea especialmente recordada. Pero para Augusto Pinochet Ugarte es un día especialísimo.

Al entrar en vigencia la Constitución de 1980, Pinochet hace también su entrada en el Palacio de la Moneda. Han pasado exactamente seis años y medio desde el día en que Salvador Allende Gossens, en ese mismo lugar, decidía no aceptar las condiciones ofrecidas por la recién establecida Junta de Gobierno, y procedía a quitarse la vida.

Efectivamente, quien permitiera la gradual aniquilación de las libertades y colaborara decididamente en esa tarea, finalmente había decidido terminar también con su propia existencia terrenal, en medio de la destrucción física de que estaba siendo objeto el Palacio de la Moneda, mediante fuego aéreo y terrestre.

En los años siguientes La Moneda fue pacientemente reconstruida y reacondicionada, preparándose así el momento en que un nuevo presidente constitucional la ocupase como sede de gobierno. Alhajado con respeto por el estilo neoclásico, “cobró así una dignidad arquitectónica superior a la que antes tenía.”1 El 11 de marzo de 1981 es precisamente el día en que Augusto Pinochet entra en la antigua y renovada casa de los presidentes de Chile.

El día está cargado de simbolismos y de realidades efectivas. En primer lugar, Pinochet recibe la banda presidencial,2 jura y después recibe el juramento de los nuevos ministros de Estado, quienes se presentan de rigurosa etiqueta.3 Se traslada entonces en auto descubierto a la Catedral, donde tiene lugar el solemne Te Deum. Lo acompaña la señora Lucía; detrás, los cuatro edecanes enmarcan la figura firme y austera del Presidente.4 Después de la ceremonia, regresa por el mismo medio al Palacio de la Moneda, mientras cae el papel picado desde los edificios del centro de Santiago.

A continuación, en la Plaza Bulnes tiene lugar el acto de celebración; desfilan numerosas organizaciones civiles, así como las FFAA y de Orden. Augusto Pinochet Ugarte, el nuevo Presidente Constitucional de Chile, saluda con entusiasmo a la multitud;5 su mandato durará ocho años, al fin de los cuales, la Constitución dispone que “corresponderá a los Comandantes en Jefe de las FFAA y al general Director de Carabineros, titulares, proponer al país, por la unanimidad de ellos, sujeta a la ratificación de la ciudadanía, la persona que ocupará el cargo de Presidente de la República en el período presidencial siguiente” sin que le sea aplicable la prohibición de ser reelegido.6

De acuerdo al texto constitucional, el Presidente cuenta con amplias atribuciones normales para el ejercicio de su cargo; a ellas se suman durante este primer período de ocho años las consignadas en carácter transitorio, que entre otras materias le permiten decretar por sí mismo los estados de emergencia y de catástrofe, designar y remover libremente a los alcaldes de todo Chile o ausentarse del país por más de treinta días.7

Se le ve muy contento, junto a la señora Lucía y la H. Junta de Gobierno, a la que precisamente se suma ese día el general César Benavides, quien reemplaza a Pinochet en el cupo correspondiente al Ejército.

También durante otros actos de ese mismo año 1981, el Presidente podrá experimentar el reconocimiento ciudadano, ya que tanto el 11 de septiembre como en las siguientes Fiestas Patrias, Pinochet se encuentra rodeado del fervor popular. Con motivo del octavo aniversario del Pronunciamiento aprovecha de inaugurar los nuevos juegos de luces del palacio,8 y recibe un esquinazo en el patio de los naranjos,9 con lo que vincula una vez más a La Moneda con la gesta de 1973. Y pocos días después, el 19, hace el recorrido desde el Parque O’Higgins hasta La Moneda en auto descubierto, mientras la gente lo aclama por las calles.10 A fines de 1983 se inaugurará también la remodelación de la Plaza de la Constitución, dándole al Palacio un marco de aún mayor dignidad.11 Finalmente, a comienzos de 1984 se habilita en el subterráneo del palacio el Salón General Prieto, lugar de importantes reuniones del Presidente con sus colaboradores.12

Si bien desde su Presidencia de la Junta, pasando por la dignidad de Jefe Supremo de la Nación hasta llegar a la Presidencia de la República en diciembre de 1974,13 Pinochet ha consolidado la preeminencia de su liderazgo, el marco constitucional que ahora lo respalda le otorga la definitiva legalidad a su inicial legitimidad en el ejercicio del poder.

Augusto Pinochet ha sido reconocido desde un comienzo como el líder, más allá de los matices o las desavenencias al interior de la Junta.14 Ahora es además el Presidente que todo chileno quiere tener: fuerte y, a la vez, responsable ante Dios y la Constitución.

UN ESTILO PERMANENTE Y ALGUNOS CAMBIOS DE CIRCUNSTANCIA

Sin duda alguna, el cambio desde el Edificio Diego Portales al Palacio de la Moneda implica una modificación en el estilo de relaciones que el Presidente comienza a mantener con los gobernados. “El trato fluido y directo que existía en el Diego Portales [es] sustituido por un severo ceremonial militar” y el protocolo del mando aparece con mucho mayor fuerza.15 Efectivamente hay quejas porque “el Presidente da un ejemplo que no siempre es seguido por los demás elementos del régimen; se diría que el Gobierno era más abierto en sus primeros y difíciles tiempos.”16

Pero más allá de esas nuevas formalidades, Pinochet desarrolla desde el primer día una amplia tarea de relaciones humanas y públicas desde la nueva sede de gobierno. Las audiencias se multiplican, no sólo por razones de eficacia, sino porque esas numerosas recepciones en la tradicional sede de los presidentes de Chile ratifican en cada uno de los visitantes la convicción de que están frente al legítimo gobernante de la República, en pleno uso de sus atribuciones y símbolos. Especialmente en los años de crisis de la década del 80, el Presidente -quien llega a veces a las 7 de la mañana al Palacio de la Moneda- desarrolla una amplia serie de reuniones, despachando hasta con cuatro ministros -uno por uno- antes del mediodía.17

Es cierto que las audiencias se regulan mucho más estrictamente y que la Casa Militar y el Estado Mayor Presidencial -después la Secretaría General de la Presidencia- tienen gran injerencia: ninguna reunión se improvisa, nada ocurre por azar,18 pero el Presidente no sólo no abandona su tendencia casi irresistible de salir a terreno, sino que la acrecienta. Para preparar cada gira, las instrucciones de la Presidencia son perentorias, de modo que se coordine lo mejor posible el trabajo, y se fijen claramente los objetivos. Por ejemplo, el Presidente va a las regiones desde La Araucanía hasta Magallanes a comienzos de 1982 a informarse de la realidad de la zona, a inaugurar y recorrer el “camino longitudinal austral”, a tomar conocimiento de los problemas más relevantes de la zona, a reunirse con los miembros de la Defensa Nacional y a tomar contacto con la ciudadanía.19 No es poca tarea, ciertamente.

Y, al volver, el Estado Mayor Presidencial dirige oficios a los ministros acompañando copias de las peticiones planteadas e indicando que cada autoridad debe preocuparse de responderlas coordinándose can el Intendente de la región respectiva.20 Todo esto simplemente porque “estoy preocupado de la acción del Gobierno y procuro un contacto directo con los diversos sectores de la comunidad; es mi deber recoger las inquietudes de la ciudadanía y velar por los intereses generales de la Nación.”21

Incluso, en momentos muy complicados, Pinochet se reúne con los familiares de 17 detenidos en medio de incidentes ocurridos en Arica, señalándoles que aquellos que no tuviesen antecedentes lograrían su libertad condicional mientras continuara la investigación.22 Por eso mismo, algunos intendentes solicitan cambios de programas para las giras, de modo de aprovechar mejor la presencia del Presidente.23

Desde 1981 en adelante, se ve al mejor Pinochet precisamente cuando recorre las regiones, los pueblos, la nueva Carretera Austral, funda localidades,24 o incluso cuando asiste a las ramadas, ya que “yo como chileno y soldado, sabía que el alma nacional también presenta su lado festivo,” por lo que el 18 de septiembre de 1981 rompe con el protocolo y sorpresivamente llega a la fonda La Comadre Fresia, en Quinta Normal.25 En esas oportunidades habla con franqueza y se refiere a los asuntos de gobierno de modo muy espontáneo: “me relajo y estoy contento, poque me gusta estar con la gente; no le tengo miedo a la gente; usted verá que me acerco a la gente,”26 afirma con soltura.

El Presidente sigue siendo un todo terreno, que además, no vacila para subirse al helicóptero y estar en el medio de las mayores emergencias, como las manifestaciones políticas que tienen lugar a partir de 1983. Concretamente, en marzo de 1984, durante una fuerte protesta, recorre por aire todas las poblaciones periféricas para ver los problemas de cerca.27 Actúa de igual modo cuando la emergencia ha sido provocada por la naturaleza, y por eso sale a las cuatro de la mañana a recorrer Santiago después del terremoto de marzo de 198528 y dispone que se suspendan los honores que le corresponden en varias ceremonias de los días siguientes.29 Frente a graves temporales convoca de inmediato a comités de emergencia y se interioriza al detalle de los informes relativos a daños.30

Es cierto que el Presidente tiene ya 65 años al asumir el mando constitucional y dar comienzo a esta nueva etapa; también lo es que el período anterior de seis años y medio -lo que habría significado una presidencia completa para cualquier otro mandatario de acuerdo al lapso previsto por la Constitución de 1925- ha dejado su huella por la particular dureza del trabajo demandado. Pero su ritmo de trabajo sigue siendo intensísimo. “Me levanto a las cinco de la mañana, llego a la oficina a las siete y trabajo hasta después de las diez de la noche; soy un hombre de principios.”31 Muy temprano lee los diarios y un resumen de prensa que le entregan a primera hora. Hay oportunidades en que simplemente no duerme, “pensando que la Patria estaba amenazada y que podía ser agredida” en directa referencia al eventual conflicto con Argentina.32 Alguno de sus colaboradores le pide “que no trabaje tanto (porque los ingratos chilenos no lo merecemos).”33

Cuida mucho su estado físico: “no asisto a fiestas, no hago vida social, puesto que soy un hombre de trabajo” y en materia de comidas, se declara “parco y metódico; desayuno con yogur natural, jugo de naranja y té puro; almuerzo carne, pollo o pescado; y de postre, una manzana rallada, o huesillos o frutas de la estación; para beber: agua mineral o coca cola diet; como bajativo, una taza grande de té; eso es todo; de tanto en tanto, como cualquier persona, voy a un restaurante,”34 como efectivamente sucede a mediados de mayo de 1984, oportunidad en que el Presidente llega sorpresivamente con varios de sus colaboradores al Oliver, después de una larga reunión.35 No es infrecuente también que aparezca por alguna librería del parque Arauco o de la calle Miraflores para comprar libros de Historia y Geografía.36

Al terminar el durísimo año 1983, Pinochet deja en claro que está “tan bien físicamente como me ven ahora,” lo que reafirma con una anecdótica noticia: “trotando me torcí un pie;”37 sigue practicando las artes marciales, pero menos; se considera “un tirador escogido: donde pongo el ojo pongo la bala,”38 afirma con evidente doble sentido. No tiene insomnio y en las pocas oportunidades en que le cuesta dormir, escribe a mano en su cuaderno de pensamientos.39 Afirma no cansarse y “cuando me canso saco energías del mismo cansancio y sigo luchando.”40 Hay oportunidades en que anda 48 horas en vehículos ligeros, con un edecán y el intendente del lugar… como si nada.41

Durante todos los años de esta nueva etapa, es decir desde 1981 a agosto de 1988, el Presidente suele tomar sus vacaciones en enero, en Bucalemu, aunque no falta la oportunidad en que estima oportuno suspender su descanso, porque las circunstancias así lo aconsejan, como efectivamente sucede en 198442 y en 1988.43Generalmente, son las urgencias políticas de estos años difíciles las que lo privan de su merecido alejamiento de la actividad habitual. En otras ocasiones, es simplemente alguna visita en Bucalemu, como la de grupos de alumnos becados a los que atiende solícitamente.44

Hay oportunidades en que, además, se toma unos días en septiembre, justo después de las celebraciones del Once y de las Fiestas Patrias, porque así lo aconseja la necesidad de acometer con mayores energías el trimestre final del año.

Sólo en unas pocas ocasiones el Presidente debe abandonar sus tareas habituales, por ejemplo en noviembre de 1981,45 en julio de 198346 o en noviembre de 1985,47 a causa de fuertes resfríos o gripes, dolencias que lo sacan de circulación por unos pocos días, en los que, además, suele trabajar despachando los papeles que le llevan a su casa. El resto del tiempo, días, meses, años, el Presidente está siempre dedicado a sus tareas porque goza de muy buena salud.

En esta etapa de su vida pública, Pinochet viste de civil con mucho mayor frecuencia que antes y participa en numerosas conmemoraciones que lo acercan aún más a la gente. Celebra sus cumpleaños y los aniversarios como comandante en Jefe del Ejército tanto en el Palacio de la Moneda como en su residencia de Presidente Errázuriz. El almirante Merino y los generales Matthei y Mendoza -después Stange- le manifiestan públicamente y con sentidas palabras su afecto, tal como él lo hace para sus respectivos cumpleaños y aniversarios. El gabinete y los subsecretarios también se hacen presentes y nunca faltan las representaciones de las FFAA y de Orden, así como numerosos civiles.48

Particularmente significativo es el homenaje que se le rinde en la Escuela Militar, al celebrar los 50 años de su egreso como oficial. En esa oportunidad el Presidente reafirma su convicción de que “el Ejército es la base de nuestra Patria.”49 También se siente especialmente acompañado a raíz del fallecimiento de su madre, doña Avelina Ugarte, viuda de Pinochet, en abril de 1986.50

EL PRESIDENTE EN PRIMERA PERSONA

En estos primeros años del período 1981- 1988, es infrecuente que el Presidente hable de sí mismo. El Gobierno como entidad abstracta -ciertamente unida a él, tanto en su propia convicción como en la de los chilenos todos, partidarios y detractores- es su punto de referencia permanente. Cuando se le pregunta si es fácil gobernar contesta con sencillez que puede asegurar “que no es como contemplar plácidamente una puesta de sol,” ya que “el gobernante no descansa jamás; no se puede hacer alto en el camino o donde más a uno le plazca; mientras se conduce el Estado siempre hay que seguir, seguir, seguir.”51 Insiste una y otra vez en que es el amor a la Patria lo que lo capacita “para actuar con absoluto desinterés en procura de los más altos objetivos nacionales,”52 porque “yo no estoy aquí por mi gusto; estoy aquí porque el destino me colocó en este puesto.”53

La síntesis de sus esfuerzos es nítida: “les mentiría si en algún día he tenido un momento de respiro.”54

Únicamente se refiere a sí mismo, por ejemplo, al agradecer un saludo, una demostración de afecto, “porque es un estímulo hacia quien tiene la responsabilidad de llevar adelante los destinos del país; sigamos luchando para hacer más grande nuestra tierra y hacerla más próspera, porque está llena de esperanza y de esfuerzo,”55 vinculando siempre así a su persona con el destino nacional. Pero también se considera “un hombre con sentimientos,56 que ha sido víctima de injusticias e incomprensiones que me han herido.”57

Muy excepcionalmente Pinochet es autorreferente: “creo que si se juntaran todos los artículos que se han publicado sobre el que habla, sería un ser más diabólico que satán, por todo lo que dicen de mí,”58 afirma, lo que contrasta con la comprobación que él mismo hace de “cómo se acercaba el pueblo a saludarme; nunca he dudado del cariño de la gente,”59 en ella hay “afecto, cariño y expresiones de adhesión.”60

“Hasta hoy estoy incólume,” sentencia a mediados de 1984,61 ya que “el poder da preocupaciones y angustias, pero cuando se está convencido de que se está sirviendo a la Patria, esas angustias y preocupaciones se olvidan y la satisfacción aflora cuando se ve lo realizado,”62 a pesar de que “una vez trataron de matarme cuando debía ir a visitar a mi madre; me esperaron, pero no fue ese día.”63

Sólo a partir de los durísimos ataques públicos que comienza a sufrir, el Presidente cambia el tono de sus intervenciones y entra -año tras año con mayor frecuencia y creciente soltura- a hablar de sí mismo, en primera persona, aunque siempre teniendo en cuenta que es el gobierno el que habla no por él… sino en él. A veces es tajante: “El que habla sacó al país del caos de la Unidad Popular y lo sacó adelante en la parte económica.”64

Los modos en que se refiere a su persona, a su tarea como Presidente y como militar y a quienes lo atacan personalmente, se van repitiendo.

Respecto de sí mismo, cada vez se da a conocer más como un hombre normal, “de un oído pasable; me gusta la ópera… rústico, dedicado a mi hogar, ajeno al lujo y a nada que sea fuera de una vida austera,”65 una persona que no oculta emociones fuertes, como la que experimenta al inaugurar la galería fotográfica de expresidentes de la Cámara Aduanera de Chile, cargo que había ocupado su padre.66

En lo fundamental, se muestra bastante desprendido respecto del futuro: “las cosas las tiene el destino, no uno; yo soy un hombre que el destino me dio algo y que he tratado de responder en la mejor forma posible;”67 pero cuando mira para atrás, al cumplirse los diez años del Gobierno Militar, no vacila: “siento la satisfacción de que se ha cumplido un período, una etapa, en que ha habido sacrificios, ha habido dolores, ha habido triunfos, inquietudes y en que hay metas cumplidas;”68 y no deja de reconocer de quién vienen sus fuerzas: “A Dios gracias me dio carácter y supe mantenerme,”69 afirma después de momentos muy duros, ya a finales de 1987.

En lo institucional, Pinochet habla habitualmente como un militar que es además Presidente. “Yo no soy un político, sino que soy el Presidente de la República y un soldado, un general, cuya mayor preocupación son los pobres;”70 o más brevemente: “mi actitud es la de un soldado que cumple una misión patriótica y que debe darse por entero en aras del éxito de la misma.”71 Ha llegado a asimilar de tal modo la vocación militar con las tareas presidenciales, que afirma que “el ser militar desarrolla el sentido del poder, está en su esencia el don de mando.”72

Su punto permanente de referencia como gobernante es efectivamente la vocación militar: “La formación mía no fue política, sino militar, porque visto uniforme desde los 16 años,”73 lo que explica que “con la sencillez propia de un soldado miro a mi Ejército con profunda emoción,”74 y análoga “la conducción política, en el buen sentido del término… con las operaciones militares; el jefe militar analiza y planifica su próxima acción; aprecia el terreno, distribuye sus medios de combate, ubica a sus reservas y da las órdenes” y si algo falla, hay que “emitir nuevas órdenes, modificar los frentes, cambiar las unidades más afectadas por la lucha, emplear otros medios y sobre todo, mantener la moral alta; poner calma en medio de la agitación.”75 Pinochet es, por formación militar, un hombre para las crisis.

Y desde 1982 se acentúa esta tendencia a identificar fuertemente su acción gubernamental con la vocación militar y las estrategias que ella permite aplicar. No vacila en afirmar que como infante se ha acostumbrado a andar con la mochila cargada, que ha vivido en carpa, con catre de campaña; que no lo asustan los vientos, “y menos los de fronda;”76 que como militar el peor pecado es la soberbia, porque cuando tiene que “enfrentar decisiones importantes, debe tener la cabeza fría, fría, fría… el corazón caliente, pero la cabeza fría.”77 La referencia al Once como una acción de las FFAA y de Orden sigue viva y operativa: “No estoy en este puesto para hacer y dejar pasar; estoy para cumplir los conceptos y preceptos que me dieran las FFAA el día 11 de septiembre de 1973, cuando todos nosotros empuñamos las armas, salimos a la calle y expulsamos a quienes habían traicionado a la Patria.”78

En los peores momentos de crisis afirma rotundamente y con toda sencillez: “Si yo, como comandante de tropas entro derrotado, voy destinado a la derrota; tampoco puedo ser triunfalista y cuando me están pegando, decir que me están haciendo cosquillas; hay que ser veraz, pero optimista.”79

Y su sentido logístico sirve de marco de referencia para las múltiples presiones sectoriales; cuando se refiere a ellas simplemente afirma: “lo que usted quiere, señor, no se puede, no tenemos los medios, va a faltar munición, van a faltar provisiones, va a faltar bencina, no se puede hacer lo que usted quiere.”80 “Amo mi carrera; me ha dado la capacidad de tomar decisiones incluso las más difíciles con ánimo de justicia y armonía.”81 “Soy un soldado, y para mí lo que es blanco es blanco y lo que es negro, es negro,”82 concluye rotundamente.

Y respecto de quienes lo atacan personal o familiarmente, no se ahorra explicaciones. La construcción de una casa en Lo Curro es objeto de críticas, por lo que Pinochet debe aclarar que “hoy día el Presidente no vive en La Moneda y que es necesario que tenga una residencia, no para mí, sino para el futuro,”83 aunque en enero de 1984 se insiste que los trabajos realizados en ese inmueble no implican que Pinochet vaya a habitar esa residencia.84 Más adelante, el Presidente tiene que insistir en que “la casa de Bucalemu tiene más de cien años de construcción… pertenece al Ejército y también está destinada al Comandante en Jefe; en relación a la residencia de Melocotón, la adquirí con mis ahorros; [...] la casa de Lo Curro… se construyó para uso oficial del Gobernante de Chile en el futuro; no es para mí, ni tampoco me pertenece; siempre he sido austero y sobrio, y pedí un préstamo para tener casa propia; soy el más antiguo ahorrante de la Caja de Previsión dela Defensa Nacional.”85

La insistencia de sus contradictores en esta materia lo lleva a agradecer el apoyo de la H. Junta de Gobierno, poco tiempo después, con palabras rotundas: “Soy un hombre de honor y de honestidad; así como he vivido modestamente toda mi vida, seguiré viviendo igual,”86 por lo que afirma estar dispuesto a comparecer ante los Tribunales para una eventual investigación.87 Pero, ante estos ataques, el Presidente no está tranquilo, siente su honor gravemente ofendido y, una vez más, ve objetivos políticos detrás de las acusaciones: “estos señores no han trepidado en tratar de enlodarme, [pero] ¿creen ustedes que un hombre que quiere hacer un negociado, como quieren hacerme aparecer, va a hacer las cosas en forma directa como lo he hecho yo, con mi nombre, sin entrar a ningún juego…?”88

Durante estos años difíciles, muy pocas veces Pinochet vuelve a ser el hombre cazurro y ladino que le saca el bulto a una situación complicada, con una broma. Pero, aunque endurece su actitud, incluso en los momentos más complicados de la crisis, no baja en absoluto su ánimo.

OTRAS TAREAS RUTINARIAS DE GOBIERNO

La recepción de correspondencia sigue siendo abundantísima, tanto en el plano oficial como en las demandas de los simples ciudadanos. Por eso es evidente que el Presidente tiene que restringir sus respuestas.

En el ámbito oficial, Pinochet limita sus intervenciones escritas a los asuntos de mayor relevancia, mientras se apoya más día a día en los diversos organismos de asistencia presidencial. En las relaciones con los simples particulares, siguen siendo cientos las personas que cada mes acuden a él, como si las distancias entre el Presidente y un simple oficinista o una modesta pobladora se esfumaran por la sola entrega de una carta en la oficina de partes de La Moneda. Hay meses en que son más de 300 las solicitudes recibidas.89 Se piden rebajas de condenas, internación de hijos en hogares, soluciones habitacionales, ingreso de parientes al Ejército, pensiones de gracia, empleos, revocación de despidos, etc.90 De modo tajante, sigue manifestando su prescindencia de los asuntos que son competencia de la justicia. “Ustedes saben que nunca he actuado en contra de las resoluciones judiciales; les consta a ustedes que he sido un hombre respetuoso de la Justicia, cuyos fallos, incluso los negativos para el Gobierno, han sido aceptados por éste.”91

Para despachar este enorme volumen de trabajo, son frecuentes las instrucciones por las que el Presidente indica que se continúe con la costumbre de contestar todas las peticiones y planteamientos, por curiosos que sean,92 con particular referencia a los que provengan de reuniones, aunque sean de carácter meramente verbal.93 En muchos casos la respuesta es negativa, ya que no le corresponde al Primer Mandatario intervenir en un determinado asunto administrativo o judicial, pero también constan numerosas oportunidades en que el Presidente acoge una petición referida a su ámbito de atribuciones o pide que una autoridad subordinada reciba personalmente a un particular.94

Entre tantas cartas que van y vienen, algunos casos son particularmente emotivos y relevantes, como el de Miguel Kast, quien le manifiesta el 7 de mayo de 1982 su profunda gratitud por la oportunidad de haber servido como ministro del Trabajo, ya que ha podido comprobar cómo el Presidente motiva a toda la gente que trabaja a su lado, debido a su afán de engrandecer a Chile. Kast insiste en que hay que tratar de seguirle el ritmo a Pinochet,95 sugiriendo que a veces sus colaboradores no se lo proponen o, al menos, no lo logran.

En síntesis, al comenzar sus tareas en marzo de 1981, al Presidente se le ve tranquilo, como si su nuevo período consistiese sólo en la misión de conducir a Chile mediante un Gobierno de administración, cada vez más eficaz y cercano a las personas, superados ya los graves problemas de los años iniciales. Por eso después de inaugurar una central hidroeléctrica (Antuco),96 al día siguiente está de inmediato en su despacho recibiendo a la Directiva del Instituto Geopolítico y a las delegaciones del II Congreso de la Policía Uniformada,97 en clara continuidad entre lo más llamativo y lo más rutinario.

PERO LLEGA LA CRISIS DE 1982

Efectivamente, Pinochet ya ha pasado por muchas borrascas y más de una tormenta entre 1973 y 1981.98 Pero nada resulta comparable con las graves dificultades que sufre el gobierno desde mediados de 1982, cuando se combinan los factores económicos y políticos para poner en jaque a la administración de las FFAA y de Orden.

Ya a finales de 1981, al conocer un informe de Frost and Sullivan, empresa norteamericana que especula sobre escenarios difíciles para el gobierno en el futuro, Pinochet le resta solvencia “por tratarse, según él, de una firma desconocida y, por lo tanto, poco fiable.”99 Pero la realidad es que las dificultades que se comienzan a presentar son mayúsculas.

Pinochet se hace cargo de la gravedad del momento y ensaya durante estos años una y otra fórmula para afrontar la situación, en la que “los avances hacia la normalización democrática difícilmente podían resultar prioritarios para el Presidente.”100 Al respecto, sólo caben dos explicaciones alternativas: o vacila continua y muy fundamentalmente sobre el rumbo que debe seguir el Gobierno y sobre los medios adecuados para marcar esa dirección, o busca una y otra vez la solución que parece más apta para las diversas etapas de la crisis, sin perder nunca de vista ciertos parámetros fundamentales e intransables.

En apoyo de la primera tesis hay numerosos testimonios y ejemplos. Sergio de Castro recuerda que después de una de las oportunidades en que él insiste en que es conveniente mantener la política económica, el presidente le hace ver que está pensando en la posibilidad de una devaluación, porque la gente está presionando mucho y está pasando momentos muy difíciles. De Castro insiste en su postura y tiene que defenderla aún más cuando el Presidente le dice que está pensando en reemplazarlo por Luis Danús, idea de la que Pinochet se retracta ante la insistencia de De Castro en favor de De la Cuadra.101 Son 48 a 72 horas en que el Presidente duda: “que Sergio se quedaba, que se iba, que se quedaba, que se iba…”102 Felipe Lamarca afirma que de ahí en adelante con frecuencia el Presidente encabeza reuniones en que “todos teníamos el derecho a opinar, el mismo derecho a votar; el Presidente citaba a todos; éramos ocho o nueve de distintos pelajes que estábamos ahí.”103

Enrique Montero, a su vez, simplemente afirma que por las continuas variaciones “los que estuvimos ahí cerca vivimos momentos realmente dramáticos para el Presidente,” por lo que en alguna oportunidad en que abundaban los rumores se animó a decirle: “Presidente usted tiene que tomar decisiones, usted es el hombre que manda aquí, esto está muy mal.”104 Por su parte, Mónica Madariaga afirma que en una oportunidad, siendo ella ya embajadora ante la OEA, se molesta, con el Presidente y que incluso le espeta un “hasta nunca” por la reticencia de Pinochet a recibir sus consejos sobre los modos de proceder en plena crisis.105 En este mismo sentido, una señal ambigua la da la llegada de Luis Escobar al ministerio de Hacienda, lo que para Cáceres se debe a que el Presidente por esos días de 1983-1984 “oye mucho a Manuel Martín y Modesto Collados,”106 y duda de la eficacia de la línea económica en vigencia.

Alguna prensa se hace también eco de esas inquietudes manifestando que “es el propio Poder Ejecutivo el que debería transmitir a la ciudadanía la certeza de que posee un proyecto político capaz de concitar ese mismo respaldo que acompañó a las FFAA en los momentos decisivos de su intervención y a lo largo de la enorme obra realizada.”107 La ciudadanía tiene la sensación de que el Presidente duda.

Pero mirados en conjunto, estos acontecimientos no hacen sino reafirmar la existencia de ciertos parámetros fundamentales en la acción presidencial, los que nunca son traicionados, sobre los que jamás recae una duda de fondo. Por ejemplo, cuando Pinochet realiza el cambio de ministros de abril de 1982, está pensando en un gabinete mixto (10 uniformados y 6 civiles) en el que “se balanceaban las tendencias más intervencionistas en Economía con las más liberales,”108 lo que matiza con el hecho de que “cuando designo nuevos ministros no lo hago pensando en un cuoteo civil-militar, sino de acuerdo a los méritos individuales y las condiciones que tienen para su desempeño.”109 Y si Hernán F. Errázuriz -quien se queda en la Secretaría General de Gobierno- le manifiesta su disconformidad con el posterior nombramiento de Rolf Lüders en el siguiente relevo de ministros, Pinochet simplemente le contesta que no se preocupe,110 porque “al introducir cambios en mi gabinete, lo hago con la convicción de que los nuevos ministros despejarán el clima de incertidumbre que se advierte en el ambiente nacional, imprimiendo un acelerado ritmo en sus sectores.”111

Un año después, cuando ingresa Jarpa al ministerio del Interior, es también el Presidente quien toma la decisión de presentar una figura que resulte aceptable para los empresarios, pero sin cambiar el rumbo, porque “se mantuvo absolutamente inflexible en seguir la línea económica.”112 De ahí en adelante deja en claro que “todo se habla y se conversa y lo que hace el ministro Jarpa son instrucciones que yo le doy.”113 Su convicción es clara respecto de las medidas de apertura: “Ahora nos hemos abierto a la ciudadanía porque llevamos diez años y los países no pueden vivir toda la vida con medidas restrictivas; es necesario abrirse; nos abrimos y le entregué la responsabilidad al ministro Sergio Onofre Jarpa, quien tiene toda mi confianza para que lleve adelante los planes que yo he señalado.”114 Así procura despejar las dudas sobre… sus propias dudas.

Y cuando piensa que debe bajar el dólar y se lo plantea al ministro Cáceres, en octubre de 1983, ante los argumentos contrarios de su colaborador, refuerza la línea ortodoxa de acción y simplemente agrega: “olvídese.”115 Las reuniones entre Pinochet y personalidades de variadas tendencias se multiplican por esos días -especialmente con Manuel Martín-, pero el Presidente mantiene la línea fundamental.116

Al fin de cuentas queda claro que “el Presidente es excelente para las emergencias y para tomar decisiones difíciles en forma tajante.”117 Más aún, los que esperan encontrar a un gobernante alicaído en circunstancias especialmente complejas, se sorprenden “con un Pinochet alegre y al mismo tiempo enérgico,” que bromea sobre una determinada región, afirmando que “es como esas mujeres feas a las que uno les va tomando cariño y al final las encuentra hermosas.”118 Si es necesario expresa que “el Presidente que les habla está perfectamente tranquilo.”119 Ni el aterrizaje de su helicóptero por una emergencia en la Región de O’Higgins le quita la paz, ya que él mismo, “con su amabilidad habitual, informó sonriente a los periodistas que habían tenido problemas, al parecer en una turbina.”120 “Cuando el acontecer se pone aparentemente más complicado, él se muestra con más fuerzas,”121 afirma uno de sus más estrechos colaboradores.

El año más duro, 1983, termina para el Presidente con una síntesis serena: “Hemos tenido que enfrentar, con tranquilidad, muchos problemas.”122

Y frente al devastador terremoto de 1985, a las pocas semanas ya está encabezando el proyecto de Planificación de la Reconstrucción Nacional.123 Jamás siente que esté en peligro su liderazgo, que pueda perder anticipadamente la Presidencia de la República.124

Por lo tanto, sea una u otra la manera de interpretar sus cambios de línea en lo accidental, la actitud más importante de Pinochet en este orden de cosas es el modo en que desde 1983 procura manejar las dimensiones políticas de la crisis.

Por una parte, su dedicación al frente comunicacional, tema que le preocupa significativamente. Por ejemplo, para aclarar el sentido de la decisiva modificación ministerial de 1982, el Presidente dispone un Plan de difusión de Fundamentos, ya que percibe que hay confusión o crisis de credibilidad.125 Días después le insiste al ministro del Interior para que los intendentes regionales se dediquen a esta tarea, de modo de aclarar el estado de la situación económica.126 Y él mismo aprovecha todas las oportunidades: cuando se le consulta por un mensaje a la mujer chilena, insiste en que “mantenga la fe en el Gobierno Militar, porque nos sabremos sobreponer a las dificultades económicas del presente sin alterar el clima de orden y paz social que hemos alcanzado.”127 A los ciudadanos en general, los anima a mantener “una actitud alerta y firme, [que] no se dejen arrastrar por campanas que pretenden impedir que se continúe avanzando hacia las metas que el país ha forjado.”128 Cuando termina 1983, Pinochet simplemente le pide a la ciudadanía “que jamás pierda la fe en el Gobierno.”129

En efecto, el hito que significa la llegada de Jarpa al ministerio del Interior implica que este “Gabinete debe ser activo y lo que quiere el Presidente Pinochet es que se aborden todos los problemas y se solucionen a la mayor brevedad, no sólo en el aspecto económico, sino también en el político,” afirma Alfonso Márquez de la Plata, ministro Secretario General de Gobierno,130 continuando con la ofensiva comunicacional.

Y cuando se extienden las dudas sobre la afinidad entre el Presidente y sus colaboradores, la Secretaría General de Gobierno se apresura a manifestar que todos los integrantes del gabinete tienen la más absoluta unidad de pareceres y están cohesionados bajo la conducción de Pinochet.131 Incluso la contramanifestación que experimenta el Primer Mandatario en Punta Arenas, en febrero de 1984, es perfectamente conocida por el Presidente, quien deja que se desarrolle sin tomar una actitud abiertamente de rechazo.132 Es parte de su política comunicacional de apertura, ya que cuando le informan sobre los posibles incidentes responde: “vamos a ver qué pasa, porque quería ver la realidad.”133

A lo anterior se agregan sus continuas reuniones, ya que quiere estar permanentemente informado sobre las medidas concretas que se toman en los diversos planes de emergencia.134 La más significativa tiene lugar con cerca de doscientas autoridades importantes a mediados de mayo de 1983. El encuentro dura más de cuatro horas y asisten los miembros de la H. Junta de Gobierno, los ministros, los subsecretarios y el Cuerpo de Generales y Almirantes de las FFAA y de Orden. Después de varias intervenciones ministeriales, cierra la reunión el Presidente, quien improvisa durante 25 minutos: se muestra dolido “por la respuesta de determinados sectores que han olvidado lo que se sufrió en Gobiernos anteriores” y manifiesta “que se necesita que los chilenos defiendan lo avanzado en los últimos años.”135

Similar procedimiento se usa, obviamente, cuando al regreso de su gira por el norte debe analizar la violenta protesta del 14 de junio de 1983. Se reúne nada más llegar con los integrantes de la Junta por separado, con los ministros del Interior, Relaciones Exteriores, Hacienda y Secretario General de Gobierno, con el director de la CNI y con el vicecomandante en jefe del Ejército.136

También comienza a poner en frecuente práctica los almuerzos con los exministros de Estado.137 Se los califica de encuentros de camaradería, pero obviamente Pinochet quiere tener mayor número de opiniones y un respaldo más cercano. Porque hay crisis, hay que oír atentamente y hablar claro.

Además, hace advertencias punzantes -pero a veces desconcertantes-como cuando al producirse el cambio de gabinete de febrero de 1983, afirma tajantemente que no tiene ningún nuevo plan político, que le extraña “que se diga algo de lo que yo no he hablado nunca,”138 pero pocos días después la prensa insiste en que ese plan existe, en la medida que el mensaje de Pinochet en su gira al sur está perfectamente estructurado en torno a “un macizo programa de políticas.”139

Ciertamente el Presidente no está dispuesto a prescindir del protagonismo que le corresponde desempeñar, especialmente en momentos de crisis. Por eso, cuando el exmandatario Jorge Alessandri afirma que Pinochet debe evitar declaraciones que sirvan de pretexto para el agravamiento de la situación, el Gobernante simplemente manifiesta no haber leído sus palabras, por lo que se abstiene de comentarlas.140 Al día siguiente, cuando es nuevamente consultado, agrega que todavía las está leyendo…141 Y al tercer día despeja el tema afirmando que “el Gobierno siempre ha considerado con el mayor interés las opiniones de Alessandri.”142 Asunto terminado.

Igual determinación se expresa en el modo de preparar la cuenta a la Nación, especialmente en septiembre de 1983, de modo de insistir en la “decisión inquebrantable de mantener el orden interno y garantizar la soberanía nacional; […] la acción del Gobierno frente a la recesión económica, las medidas que se adoptaron y sus efectos…”143 Así se deja en claro la férrea voluntad del Presidente.

Además, Pinochet encuentra la forma de involucrar más a las FFAA en el manejo de los problemas, pero sin politizarlas. En momentos de graves crisis posteriores a las primeras protestas, se reúne con los generales de Ejército, para ver la coordinación de las medidas destinadas a restablecer la total normalidad y el orden del país.144 Es la fórmula más adecuada para mantener la adhesión y cohesión de las FFAA y de Orden. Por eso no es extraño que el Ejército aclare, a través del vicecomandante en jefe general Julio Canessa, que “con calumnias, mentiras y engaños, pretenden enlodar la imagen de nuestro máximo conductor,” y que insista en la necesidad de una gran lealtad para defender al Presidente y al gobierno, reaccionando enérgicamente ante esos ataques; y si hubiese alguien que se convirtiese en vocero de esas insidias, habría “perdido su honor de soldado,” no merecería pertenecer al Ejército de Chile,145 afirma el alto oficial.

En las giras, el Presidente intensifica su trato personal: recorre las calles, pregunta cómo se vive, cuánto se gana, cuáles son los principales problemas, entra a las casas e incluso pide que lo inviten a un café.146 Hasta mediados de junio de 1983 ya ha realizado seis giras a regiones durante ese año, precisamente en momentos de muy baja popularidad del gobierno. No escabulle tampoco las apariciones públicas en situaciones de alto riesgo y, por eso mismo, obtiene un muy buen resultado.

Su interés por las encuestas lo lleva a encargar la realización de frecuentes sondeos a la Secretaría General de Gobierno. Si en noviembre de 1983 más del 50 % de los catorce mil entrevistados dice apoyar al gobierno,147 en mayo de 1987 el mismo Presidente sostiene que tiene al menos el 40 % del apoyo popular.148 En todo caso, “eso de las encuestas es, en último término, un resultado que depende de la pregunta que se formule;”149 lo que más le interesa comprobar en terreno es que “la gente está con muy buen ánimo y muy fuerte en el apoyo al Gobierno y las proyecciones.”150

A su manejo de las crisis, obviamente deben sumarse los frecuentes cambios de gabinete, a los que ya nos hemos referido de pasada y que serán objeto de análisis más adelante.

Como parte de su ofensiva comunicacional, el Presidente se da el tiempo para publicar un nuevo libro. La obra es originalmente dada a conocer como “Sobre el partidismo,”151 pero termina publicándose bajo el título Política, Politiquería y Demagogia. La Corporación de Estudios Nacionales publica meses después Pinochet: Patria y democracia, con párrafos seleccionados de discursos del Presidente desde septiembre de 1973 a septiembre de 1983. El Primer Mandatario también se da tiempo para asistir a la promoción o lanzamiento de otros libros, como es el caso de Los economistas y el Presidente Pinochet, de Arturo Fontaine Aldunate.152

UNA CANDIDATURA EN EL HORIZONTE

A mediados de 1984 el Presidente comienza a recibir consultas sobre su futuro al mando de la Nación. Interrogado respecto de una eventual candidatura en 1989, simplemente afirma que, si el pueblo se lo pidiese, vería si sería candidato.153 Ciertamente ya tiene esa posibilidad en su horizonte, alternativa que astutamente sabe colocar en su mejor contexto: “continuismo sería si yo me quedara de por vida… pero aquí hay elecciones.”154 Incluso más, los discursos de agosto de 1986 en la Región del Biobío son interpretados por variados sectores como el comienzo de una campaña presidencial de Pinochet;155 todos -partidarios y detractores- lo tienen como el referente único y con gran anticipación escudriñan cualquier indicio para saber si será o no candidato. El Presidente interviene entonces aclarando que sus discursos en Concepción y Santa Juana no implican necesariamente una candidatura personal.156

Pero el atentado que sufre el Primer Mandatario es ciertamente un poderoso estímulo hacia esa candidatura.

En efecto, el 7 de septiembre de 1986 el Presidente pone término a un breve descanso de fin de semana en su casa de El Melocotón. Al caer la tarde emprende el regreso a Santiago. Cuando la comitiva pasa por la cuesta de Achupallas, siete terroristas atacan la caravana de automóviles por el frente con fusiles M-16 y subametralladoras y lanzacohetes. Otros diez se colocan al costado norte, es decir, a la derecha de la comitiva, desde donde disparan también con M-16 y lanzacohetes. El automóvil presidencial retrocede, choca a una camioneta que pretendía cerrarle la retirada y vuelve a El Melocotón a toda velocidad. El Presidente está ileso, a pesar de que en el auto hay 38 impactos de bala y uno de cohete, que hizo blanco pero no detonó.157

Pinochet ha estado a punto de salir del coche -una muerte segura- pero la oportuna acción de cierre de los pestillos se lo ha impedido.158 “Estoy vivo sólo por la voluntad de Dios,” afirma al considerar que cinco de sus escoltas han muerto asesinados en el atentado.159 A quienes lo han protegido los considera hombres bravos y valientes y siente el orgullo de estar al frente de ellos.160 A pesar del drama, conjetura: “Dios ha sido bondadoso con nosotros; hay algunos que dicen que Dios es chileno; a lo mejor es chileno.”161 Una cosa queda muy clara, en todo caso, para partidarios y detractores: el Presidente ha demostrado que no le teme a la muerte, tal como él mismo lo afirma.162

El atentado tiene una profunda implicancia en su aún mayor desprendimiento al servicio de Chile. “Si algún día debo pagar con mi vida nuestra libertad, sepan ustedes que estoy dispuesto con tal de defenderla,”163 afirma. Sin duda alguna, Pinochet está mucho mejor posicionado para una candidatura presidencial próxima. Sale del atentado “consolidado y, en apariencia, irresistible,”164 y él lo sabe.

Por eso estima que el atentado de que ha sido objeto “sólo ha servido para fortalecer mi voluntad [de] luchar por la grandeza y la libertad de mi Patria.”165 Este será su mensaje recurrente durante toda la parte final de 1986, para concluir el año con una rotunda declaración: “Renuevo ante Dios Todopoderoso, Señor de los Ejércitos, mi juramento de fidelidad a los altos intereses de la Patria, siempre dispuesto a entregar mi vida antes de claudicar en la lucha por hacer de Chile una nación libre y grande.”166

En todo caso, falta mucho aún para el plebiscito. Por eso, a comienzos de 1987 el Presidente insiste en que “la designación [del candidato] que haga la Junta de Gobierno, eso se verá en su oportunidad y por lo demás cualquiera aventuración sobre lo que puede ocurrir no pasa de ser una especulación.”167 Pero, al mismo tiempo, no pretende quitarle relevancia alguna al acto electoral que aparece en el horizonte, ya que “estamos llegando a años de gran importancia como 1988 y 1989; hay momentos en que hay que pronunciarse: ¿queremos seguir en lo que estamos haciendo o queremos detenernos y volver atrás?,”168 se pregunta.

Paralelamente el Presidente manifiesta con frecuencia su preocupación por el Congreso Nacional, cuya instalación en Valparaíso sería símbolo de la nueva etapa de la institucionalidad inaugurada en marzo de 1981. Por eso, ya en abril de 1988, visita los terrenos donde se construiría el nuevo edificio.169

Es efectivo, eso sí, que al Presidente le molesta que le digan que ya en 1987 ha comenzado su campaña; por eso afirma que se “sacan conclusiones erradas, [porque] ¿dónde está la campaña? ¿en la entrega de viviendas? ¿en las giras que realizo al norte o al sur? ¿en la labor social que desarrolla mi mujer y el voluntariado? ¿en la labor que realizan los ministros? ¿en los esfuerzos para que la economía siga creciendo? ¡Pero si estamos haciendo los esfuerzos que hemos hecho siempre!”170 Sus colaboradores entienden que están proyectando la obra del régimen con su labor diaria -proyectar, es el verbo- y por eso no extraña que algunos se refieran a Pinochet como el candidato ideal para el plebiscito171 o como el gran conductor del proceso que va a culminar,172 pero todavía durante 1987 está en duda cuál será su decisión personal.

La situación cambia a comienzos de 1988, porque el Presidente comienza a buscar la mejor posición para el desafío que se avecina. Apenas regresa de sus vacaciones en Bucalemu instruye a los ministros para que le informen sobre el Programa Básico de Gobierno dado a conocer por la oposición, particularmente sobre aquellos aspectos “que se contraponen con la actual institucionalidad,” sobre la debilidad e incoherencia del programa y sobre “el costo político, económico y social que tendría para la ciudadanía.” El Presidente pide que se informe en 48 horas.173 Efectivamente el 4 de febrero Pinochet inicia con la Secretaría General de la Presidencia el análisis de la información recibida,174 aunque regresa después a la tranquilidad de Bucalemu, para descansar otros pocos días.

Incluso, ya en una de sus más decididas alocuciones del mes de abril de 1988 asimila la futura consulta a una hipotética pregunta sobre si se querría “que continuara el Presidente Pinochet o no.”175 La siembra continúa día tras día. El gobernante afirma, usando entre otros argumentos, que no hay dictador en este mundo que se autolimite como lo está haciendo él al ajustarse al inminente plebiscito.176 Cuando le regalan un sombrero hallulla con una cinta en la que sólo se lee “1989”, simplemente manifiesta su deseo de poder seguirlo usando,177 aunque no oculta su deseo de tranquilidad a la edad que tiene: Pinochet cumplirá 73 años el 25 de noviembre de 1988.178

“Estamos en una campaña que aún no se inicia,”179 afirma el Presidente a finales de junio de 1988, pero de hecho ya está lanzado a la conquista de adhesiones, con afirmaciones muy directas: “yo no estoy luchando por mí, sino por ustedes”180 o “si yo gobierno, gobierna usted también.”181 Pero no se siente en absoluto imprescindible, porque está seguro de que “detrás de mí hay otro que piensa igual que yo.”182

NUEVAS RELACIONES EN EL PODER

Ciertamente, el liderazgo de Pinochet se ha consolidado casi sin contrapeso en los últimos años de la década del 70. Su efectiva asunción como nuevo Presidente constitucional termina de afincarlo en la posición de privilegio, pero a su lado -y habitualmente ejercitando una estrecha colaboración con el Presidente- hay otras tres personas, los comandantes en Jefe de la Armada y la Fuerza Aérea y el director General de Carabineros.

Dos de ellos, el almirante Merino y el general Matthei lo acompañarán hasta el 11 de marzo de 1990, mientras que el general Mendoza será reemplazado en 1985. Además, en la posición que le corresponde al Ejército dentro de la Junta, varios oficiales superiores de la rama más antigua de las FFAA ocuparán el puesto que el propio Pinochet tuvo entre 1973 y el 10 de marzo de 1981. Las jerarquías, eso sí, han sido lógicamente reestructuradas, correspondiéndole ahora la presidencia al almirante Merino y la cuarta antigüedad a los generales provenientes del ejército.

La Junta de Gobierno asume desde el mismo 11 de marzo el Poder constituyente y el Poder legislativo en plenitud, según lo dispone la Constitución.183 Ya no le corresponden, por lo tanto, las atribuciones ejecutivas que le habían sido concedidas en los DL 128 y 228.184

Por eso mismo, durante todos estos años la colaboración entre el Presidente y la Junta toma una carácter diferente del que tenía en el período anterior: hay ahora nuevos papeles formales para Pinochet, por una parte, y para Merino, Matthei y Mendoza por otra. Pero, más que eso, hay toda una mentalidad de auto exclusiones que se explica lógicamente por las necesidades del día a día: Pinochet es el Presidente, la cabeza única del Poder ejecutivo y, por lo tanto, ya no cuenta como antes con la colaboración estrecha de los miembros de la Junta. Y éstos son ahora fundamentalmente legisladores y, por eso mismo, no están completamente al corriente de lo que sucede en la rutina del ejercicio gubernamental.

Tantas diferencias menores entre el Presidente y la Junta -y alguna bastante sustantiva- sólo pueden entenderse en este contexto, aunque en algunos casos las disputas hayan superado con creces las dimensiones puramente psicológicas.

El Presidente mantiene almuerzos de trabajo de carácter semanal -habitualmente los martes o los jueves- con la Junta de Gobierno. Ahí se analizan los diversos aspectos relativos a la conducción del país y a la marcha de la legislación.185 A veces se hace acompañar en esas reuniones, ya sean ordinarias o extraordinarias, por autoridades de menor rango, como ministros, subsecretarios, el director de la CNI o el de Investigaciones.186 En otras oportunidades, para oír y trabajar con el Presidente, está al lado de la Junta el Cuerpo de Generales y Almirantes.187