Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
En Comprender nuestra mente, el maestro budista vietnamita Thich Nhat Hanh nos introduce en las profundidades de la psicología budista, con la humildad y la clarividencia que le caracterizan. Basándose en cincuenta famosos versos sobre la naturaleza de la consciencia del maestro Vasubandhu, Thich Nhat Hanh nos muestra la vigencia de estas enseñanzas clásicas del budismo en el mundo moderno. El autor nos enseña que la calidad de nuestra vida depende de la naturaleza de las semillas que cultivamos en nuestra mente. Y que el budismo enseña a nutrir las simientes de la alegría y transformar las del sufrimiento, de manera que nuestra comprensión, amor y compasión puedan florecer.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 402
Veröffentlichungsjahr: 2021
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Thich Nhat Hanh
Comprender nuestra mente
Traducción del inglés de Begoña Laka
Título original: UNDERSTANDING OUR MIND
© 2001 by Unified Buddhist Church, Inc.
All rights reserved. No part of this book may be reproduced by any means, electronic or mechanical, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the Unified Buddhist Church, Inc.
Este libro es la edición en papel revisada de Transformation at the Base. Su contenido es una compilación de las charlas dadas por Thich Nhat Hanh en Winter Park, Colorado, en 1989; Malibú, California, en 1991; Plum Village, Francia, en 1992; Cayo Hueso, Florida, en 1997; y Regensburg Alemania, en 1998. La versión original fue editada por Arnold Kotler, la hermana Annabel Laity y Marianne Dresser.
© de la edición en castellano:
2017 Editorial Kairós, S.A.
www.editorialkairos.com
© de la traducción del inglés al castellano: Begoña Laka Mugarza
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien Van Steen
Primera edición en papel: Octubre 2017
Primera edición en digital: Junio 2021
ISBN papel: 978-84-9988-572-8
ISBN epub: 978-84-9988-924-5
ISBN kindle: 978-84-9988-925-2
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
«Una convincente visión del budismo y un profundo análisis de la naturaleza de la conciencia.»
STEPHEN BATCHELOR
En Comprender nuestra mente, Thich Nhat Hanh nos muestra que cultivar una profunda comprensión de la mente es esencial para hacer que la paz en este planeta sea posible. Al observar y meditar firmemente sobre estas enseñanzas, van madurando en nuestro interior y se convierten en fuente de beneficio para toda la comunidad de los seres vivos. Es para mí un honor escribir la introducción a este maravilloso y valioso libro.
Una de las fuentes de esta obra es la literatura Abhidharma, la primera compilación de comentarios sobre las enseñanzas del Buda sobre psicología y filosofía. Al final de los años sesenta, cuando yo era un joven estudiante de zen, había oído decir que esos comentarios eran tan altamente valorados que habían sido grabados en placas de oro; alrededor de esas placas se construyó un gran templo para albergarlas y protegerlas. Su importancia en la tradición del buddhadharma me llevó a estudiarlos, pero su lectura me resultaba muy árida, era como leer el listín telefónico. Tuve dificultades para encontrar vida en ellos y pronto abandoné su estudio.
No es fácil encontrar o dominar la profundidad e intensidad poética de las enseñanzas sobre la mente que constituyen esta dinámica vuelta de la rueda del Dharma. Como parte de sus estudios de monje novicio, Thich Nhat Hanh aprendió de memoria las obras de Vasubandhu, Veinte estrofas sobre la conciencia y Treinta estrofas sobre la conciencia. Memorizar puede parecer un método anticuado y difícil, pero ese proceso nos permite recibir estas complejas enseñanzas en dosis pequeñas y digeribles, y masticarlas hasta que sean aprendidas de memoria y se conviertan en parte de nuestro cuerpo y mente. Así, meditar sobre ellas se convierte en algo natural, ya que se han hecho parte constitutiva de la materia de la actividad consciente. Dedicar sinceramente toda la energía a su estudio en esa forma tradicional revela la profunda calidez y vitalidad de estas enseñanzas en apariencia frías e impenetrables.
Estas enseñanzas sobre la mente son arduas, complejas y abrumadoras, pero he descubierto que regresando a ellas en el momento apropiado y abordándolas con un espíritu de principiante, lo que en un principio era una fría roca se abre y revela un enorme y cálido corazón, el corazón del deseo del Buda de que despertemos a la sabiduría que se halla en la esencia de estas enseñanzas. He continuado estudiándolas con gran alegría hasta el día de hoy.
Al estudiar estas enseñanzas mahayana sobre la naturaleza de la mente, nos percatamos del verdadero vacío de la mente. Cuando realizamos este vacío, nos liberamos del aferramiento conceptual que enturbia la auténtica interconexión entre mente y naturaleza. En esta libertad, podemos enseñar, de formas creativas, la intrínseca e inseparable interdependencia de todos los fenómenos, vivientes y no vivientes.
Comprender nuestra mente de Thich Nhat Hanh es un nuevo ejemplo de esta enseñanza creativa, inspirada en los antiguos y fiel a ellos. Expresa la profunda sabiduría de la enseñanza del Buda con la simplicidad de un corazón pacífico y afectuoso.
TENSHIN REB ANDERSON
Maestro del Dharma senior, Templo del Dragón Verde
Gree Gulch Farm, 18 de noviembre de 2005
El maestro zen vietnamita del siglo XII Thuong Chieu (Siempre radiante) dijo: «Cuando comprendemos el funcionamiento de nuestra mente, la práctica se convierte en algo fácil». Este es un libro sobre psicología budista, una propuesta para ayudarnos a comprender la naturaleza de nuestra conciencia.
Estas cincuenta estrofas son un mapa de carreteras para el camino de la práctica. Las cincuenta estrofas se inspiran en las corrientes principales de pensamiento budista de la India, desde las enseñanzas del Abhidharma del canon pali a las posteriores enseñanzas mahayana, como el Sutra avatamsaka.1
Estas estrofas parten de las Veinte y las Treinta estrofas de Vasubandhu, autor cuyos textos en chino estudié cuando era monje novicio en Vietnam. Al llegar a Occidente, comprendí que estas enseñanzas fundamentales sobre psicología budista podrían abrir a los occidentales puertas a la comprensión. Así que en 1990 escribí las Cincuenta estrofas con el objetivo de seguir puliendo las preciosas gemas ofrecidas por el Buda, Vasubandhu, Sthiramati, Xuanzang, Fazang y otros. Este libro fue originalmente publicado bajo el título Transformation at the Base (Transformación en la base). Desde su publicación, psicólogos, terapeutas y buscadores de todas las religiones me han transmitido lo muy útil que les resultó este libro en sus enseñanzas. Espero que estas enseñanzas lleguen aún a más lectores en esta nueva edición.
No necesitas estudios de psicología ni conocimientos sobre budismo para disfrutar de este libro. He intentado presentar las enseñanzas de una forma sencilla. Si en la lectura no comprendes una frase o una palabra concreta, no te esfuerces demasiado; permite que las enseñanzas entren en ti como si escucharas música, o de la forma en que la tierra permite que la lluvia penetre en ella. Si empleas únicamente el intelecto para estudiar estos versos, estarás cubriendo la tierra con plástico, pero si permites que esta lluvia de Dharma penetre en tu conciencia, las cincuenta estrofas te proporcionarán toda la enseñanza del Abhidharma en muy pocas palabras.
Se podría pasar toda una vida estudiando en profundidad estas enseñanzas. Te ruego que no te dejes amilanar por su complejidad. Ve despacio. Intenta no leer demasiadas páginas de una sentada y tómate el tiempo necesario para asimilar cada estrofa y su comentario antes de pasar a la siguiente. Imprime plena conciencia, bondad y compasión a la lectura de estos versos y estos alumbrarán el funcionamiento de la mente y la propia naturaleza de la conciencia.
La mente es un campoen el que están sembradas todo tipo de semillas.Este campo de la mente también puede ser llamado«todas las semillas».
Tenemos infinita variedad de semillas:semillas de samsara, nirvana, ignorancia y despertar,semillas de sufrimiento y felicidad,semillas de percepciones, nombres y palabras.
Las semillas que se manifiestan como cuerpo y mente,como ámbitos del ser, estados y mundos,están todas depositadas en nuestra conciencia,por eso la llaman «depósito».
Algunas semillas son innatas,legadas por nuestros ancestros.Algunas se sembraron en el vientre materno;otras lo fueron cuando éramos niños.
Tanto si han sido transmitidas por la familia, los amigos,por la sociedad o por la educación,todas nuestras semillas son, por naturaleza,individuales y colectivas.
La calidad de nuestras vidasdepende de la calidadde las semillasque yacen en nuestra conciencia.
La función del depósito de concienciaes recibir y preservarlas semillas y sus energías de hábitopara que se manifiesten en el mundo o sigan dormidas.
Las manifestaciones que nacen del depósito de concienciase pueden percibir directamente como cosas en sí mismas,como representaciones o como meras imágenes.Todas están incluidas en los dieciocho elementos del ser.
Toda manifestación lleva las marcastanto de lo colectivo como de lo individual.La maduración del depósito opera igualcuando participa en las diferentes etapas y ámbitos del ser.
No obstruido e indeterminado,el depósito de conciencia fluye y cambia constantemente.Al mismo tiempo, está dotadode las cinco formaciones mentales universales.
Aunque sea impermanente y carezca de un ser separado,el depósito contiene todos los fenómenos del cosmos,tanto los condicionados como los no condicionados,en forma de semillas.
Las semillas pueden producir semillas.Las semillas pueden producir formaciones.Las formaciones pueden producir semillas.Las formaciones pueden producir formaciones.
Tanto las semillas como las formacionestienen la naturaleza de interser e interpenetración.Lo uno es producto del todo.El todo depende de lo uno.
El depósito de conciencia no es ni lo mismo ni diferente,ni individual ni colectivo.Lo mismo y lo diferente inter-son.Lo colectivo y lo individual se engendran mutuamente.
Cuando se vence la ignorancia, aparece la comprensióny el depósito de conciencia no sucumbe a las aflicciones.El depósito se convierte en el gran espejo de la sabiduría,que refleja el cosmos en todas las direcciones.Su nombre es ahora «conciencia pura».
Las semillas de ignorancia engendranlas formaciones internas del ansia y las aflicciones.Estas energías espolean la concienciacuando el cuerpo y la mente se manifiestan.
Con el depósito de conciencia como base,surge manas.Su función es la actividad mentaly se aferra a las semillas, a las que considera un yo.
El objeto de manas es el signo de un yoque se halla en el ámbito de las representaciones,en el punto donde manas y el depósito de concienciaentran en contacto.
Fundamento de lo beneficioso y lo no beneficiosode las otras seis conciencias que se manifiestan,manas discrimina continuamente.Es de naturaleza indeterminada y oscurecida.
Manas se acompaña de las cinco formaciones universales,de mati de entre las cinco particularesy de las cuatro aflicciones principales y ocho secundarias.Todas son indeterminadas y están oscurecidas.
Así como la sombra sigue a la forma,así manas sigue siempre al depósito.Es un errado intento de supervivenciaque ansía la permanencia y la satisfacción ciega.
Cuando se alcanza la primera etapa en el camino del bodhisattva,se transforman los obstáculos del conocimiento y de las aflicciones.En la décima etapa, el yogui transforma la creencia en un yo separadoy el depósito de conciencia se libera de manas.
Con manas en su basey los fenómenos como sus objetos,se manifiesta la conciencia mental.Su esfera de conocimiento es la más extensa.
La conciencia mental tiene tres modos de percepción.Tiene acceso a los tres ámbitos de percepción y puede tener tres naturalezas.En ella se manifiestan todas las formaciones mentales:universales, particulares, beneficiosas, no beneficiosas e indeterminadas.
La conciencia mental es la raíz de toda acción de cuerpo y habla.Su naturaleza es manifestar formaciones mentales, pero su existencia no es continua.La conciencia mental da origen a acciones que llevan a la maduración.Hace el papel del jardinero, que siembra todas las semillas.
La conciencia mental siempre está funcionando,salvo en los estados de ausencia de percepción,las dos realizaciones,el sueño profundo, el desmayo o el coma.
La conciencia mental opera de cinco maneras:en cooperación con las cinco conciencias sensoriales,independientemente de ellas,dispersa, concentrada o de forma inestable.
Las cinco conciencias sensorialestienen como base la conciencia mental;separadas o junto a la conciencia mental,se manifiestan como las olas en el agua.
Su campo de percepción es las cosas en sí mismas.Su modo de percepción es directo.Su naturaleza puede ser beneficiosa, no beneficiosa o neutra.Operan sobre los órganos sensoriales y el área de las sensaciones en el cerebro.
Se presentan acompañadas de estas formaciones mentales:las universales, las particulares y las beneficiosas,las no beneficiosas principales y secundariasy las formaciones mentales indeterminadas.
La conciencia siempre englobasujeto y objeto.Yo y otro, interior y exterior,son todos creaciones de la mente conceptual.
La conciencia tiene tres partes:quien percibe, lo percibido y la totalidad.Así son tambiénlas semillas y las formaciones mentales.
Nacimiento y muerte dependen de condiciones.La conciencia es, por naturaleza, una manifestación discriminatoria.Quien percibe y lo percibido dependen uno del otrocomo sujeto y objeto de la percepción.
En la manifestación individual y colectiva,el yo y el no yo no son dos.El ciclo de nacimiento y muerte se cumple a cada instante.La conciencia evoluciona en el océano de nacimiento y muerte.
Espacio, tiempo y los cuatro elementos principalesson todos manifestaciones de la conciencia.En el proceso de interser e interpenetración,nuestro depósito de conciencia madura en cada instante.
Los seres se manifiestan cuando las condiciones sonsuficientes.En ausencia de esas condiciones, no aparecen más.Sin embargo, no hay ni venir ni partir,ni ser ni no ser.
Cuando una semilla origina una formación,la semilla es la causa primaria.El sujeto perceptor depende del objeto de percepción.Esto es el objeto como causa.
Las condiciones favorables o no obstaculizadorasson causas propicias.El cuarto tipo de condiciónes la continuidad inmediata.
La manifestación interdependiente presenta dos aspectos:la mente confusa y la mente verdadera.La mente confusa es una construcción imaginaria.La mente verdadera es la naturaleza consumada.
Lo imaginado impregna la mente de semillas de engañoy produce la desgracia del samsara.Lo consumado abre la puerta de la sabiduríaal ámbito de la talidad.
Meditar sobre la naturaleza de interdependenciapuede transformar el engaño en despertar.Samsara y talidad no son dos.Son uno y lo mismo.
Incluso mientras florece, la flor está ya en el compost,y el compost está ya en la flor.Flor y compost no son dos.Engaño y despertar inter-son.
No huyas de nacimiento y muerte.Tan solo observa profundamente tus formaciones mentales.Al ver la verdadera naturaleza de interdependencia,se realiza la verdad del interser.
Practica la respiración conscientepara regar las semillas del despertar.La visión correcta es una florque brota en el campo de la conciencia mental.
Cuando el sol brilla,hace que la vegetación prospere.Cuando la plena conciencia brilla,transforma toda formación mental.
Reconocemos los nudos internos y las tendencias latentespara poder transformarlas.Cuando se desvanece nuestra energía de hábito,aparece la transformación en la base.
El momento presentecontiene el pasado y el futuro.El secreto de la transformación estáen la forma en que tratamos este preciso instante.
La transformación ocurreen nuestra vida diaria.Para que el trabajo de transformación sea fácil,practica con una sangha.
Nada nace, nada muere.Nada a lo que aferrarse, nada que soltar.El samsara es el nirvana.No hay nada que alcanzar.
Cuando vemos que las aflicciones son el despertar mismo,podemos cabalgar en paz las olas de nacimiento y muertea bordo de la barca de la compasión, sobre el océano de engaños,sonriendo con la sonrisa del no miedo.
Según las enseñanzas de la escuela budista Solo Manifestación, nuestra mente comprende ocho partes o, podría decirse, ocho conciencias.2 Las cinco primeras se basan en los órganos sensoriales. Son las conciencias que surgen cuando el ojo ve la forma, el oído oye el sonido, la nariz huele un aroma, la lengua paladea algo o la piel toca un objeto. La sexta, la conciencia mental (manovijñana), surge cuando la mente entra en contacto con un objeto de percepción. La séptima, manas, es la parte de la conciencia que hace emerger y es la base de la conciencia mental. La octava, el depósito de conciencia (alayavijñana) es el soporte o la base de las otras siete conciencias.3
Las estrofas una a quince tratan del depósito de conciencia. El depósito de conciencia tiene tres funciones. La primera es almacenar y preservar todas las semillas (bija) de nuestras experiencias. Las semillas enterradas en nuestro depósito de conciencia representan todo lo que hemos hecho, experimentado o percibido. Las semillas sembradas por estas acciones, experiencias y percepciones son el sujeto de la conciencia. El depósito de conciencia reúne todas estas semillas de la misma forma en que un imán atrae las partículas de hierro.
El segundo aspecto del depósito de conciencia son las semillas mismas. Un museo es más que un edificio, es también las obras de arte que se exhiben en él. De la misma forma, el depósito de conciencia no es meramente un almacén de semillas, sino también las semillas mismas. Se pueden distinguir las semillas del edificio de depósito, pero esas semillas solo pueden ser halladas en ese edificio. En un cesto de manzanas se pueden diferenciar el cesto por un lado y las manzanas por otro. Si el cesto estuviera vacío, no dirías que es un cesto de manzanas. El depósito de conciencia es, al mismo tiempo, tanto el almacén como el contenido almacenado. Por tanto, las semillas son también el objeto de la conciencia. Así que cuando mencionamos la conciencia, nos estamos refiriendo tanto al sujeto como al objeto de la conciencia al mismo tiempo.
La tercera función del depósito de conciencia es como almacén para el apego al yo.4 Esto se debe a la sutil y compleja relación entre manas, la séptima conciencia, y el depósito de conciencia. Manas surge del depósito de conciencia, se gira y se apodera de una parte del depósito de conciencia: considera esta parte, a la que se aferra, una entidad separada, distinta, un yo. Gran parte de nuestro sufrimiento tiene su origen en esta percepción errónea de manas, que será objeto de un profundo estudio en la segunda parte de este libro.
La mente es un campoen el que están sembradas todo tipo de semillas.Este campo de la mente también puede ser llamado«todas las semillas».
La función primordial del depósito de conciencia es almacenar y preservar todas las semillas. Uno de los nombres del depósito de conciencia es sarvabijaka, el conjunto de semillas. Otro nombre es adana, que significa mantener, contener, no perder. Mantener todas las semillas, conservarlas vivas para que puedan manifestarse es la función más básica del depósito de conciencia.
Las semillas (bija) proveen a los fenómenos de la capacidad de perpetuarse a sí mismos. Si en primavera siembras una semilla, en otoño la planta madurará y florecerá. De esas flores caerán nuevas semillas a la tierra, donde serán almacenadas hasta que germinen y produzcan nuevas flores. Nuestra mente es un campo en el que están sembradas toda clase de semillas: semillas de compasión, alegría y esperanza, semillas de dolor, miedo y penurias. Cada día, nuestros pensamientos, palabras y actos siembran nuevas semillas en el campo de nuestra conciencia, y lo que estas semillas generen constituirá la esencia de nuestras vidas.
En el campo de la mente hay tanto semillas beneficiosas como no beneficiosas que han sido sembradas por nosotros mismos, por nuestros padres, por la educación recibida, los ancestros y la sociedad en la que vivimos. Si siembras trigo, crecerá trigo. Si actúas de forma beneficiosa, serás feliz. Si actúas de forma no beneficiosa, regarás las semillas del ansia, la ira y la violencia en ti y en los demás. La práctica de la plena conciencia nos ayuda a identificar todas las semillas de nuestra conciencia. Con ese conocimiento, podemos optar por regar únicamente aquellas que sean más beneficiosas. Al cultivar en nosotros las semillas de la alegría y transformar las semillas de sufrimiento, florecerán la comprensión, el amor y la compasión.
Tenemos infinita variedad de semillas:semillas de samsara, nirvana, ignorancia y despertar,semillas de sufrimiento y felicidad,semillas de percepciones, nombres y palabras.
Nuestro depósito de conciencia contiene todo tipo de semillas. Algunas son débiles, otras fuertes; unas son grandes, otras pequeñas, pero todas están ahí: la semilla del samsara y la del nirvana, la del sufrimiento y la de la felicidad. Si se riega en nosotros una semilla de engaño e ilusiones, crecerá nuestra ignorancia. Si regamos la semilla del despertar, crecerá y nuestra sabiduría florecerá.
Samsara es el ciclo de sufrimiento, el lugar en el que habitamos cuando vivimos en la ignorancia. Nos resulta difícil salir de este círculo. Nuestros padres sufrieron y nos transmitieron sus semillas negativas de sufrimiento. Si no reconocemos y transformamos las semillas no beneficiosas de nuestra conciencia, las transmitiremos a nuestros descendientes. Esta incesante transmisión de miedo y sufrimiento mueve el círculo de samsara. Al mismo tiempo, nuestros padres también nos han transmitido semillas de felicidad. Gracias a la práctica de la plena conciencia, podemos reconocer en nosotros y en los demás estas semillas beneficiosas y regarlas cada día.
Nirvana significa estabilidad, libertad y el cese del ciclo de sufrimiento. El despertar, la iluminación, no llega desde el exterior. No es algo que nos sea dado, ni siquiera por el Buda. La semilla del despertar ya está en nuestra conciencia; es nuestra naturaleza búdica: la mente iluminada, cualidad que nos es inherente y que solo necesita ser alimentada.
Para transformar samsara en nirvana, necesitamos aprender a mirar profundamente y a ver con claridad que ambos son manifestaciones de nuestra propia conciencia. Las semillas de samsara, sufrimiento, felicidad y nirvana ya están en nuestro depósito de conciencia. Solo necesitamos regar las semillas de felicidad y evitar regar las semillas de sufrimiento. Cuando amamos, intentamos reconocer las semillas positivas en el ser amado, regar esas semillas beneficiosas a través de actos y palabras amables. Las semillas de felicidad crecen más vigorosas al ser regadas, mientras que las semillas de sufrimiento pierden su fuerza cuando no las regamos con palabras y actos desagradables.
Nuestro depósito de conciencia también posee semillas que han sido generadas por nuestras percepciones. Percibimos muchas cosas, y los objetos de percepción son almacenados en el depósito de conciencia. Cuando percibimos un objeto, lo vemos como un signo (lakshana). El término sánscrito lakshana también significa «marca, designación o apariencia». El signo de algo es la imagen creada por la percepción (samjña) que tenemos de ello. Supón que vemos una plataforma de madera soportada por cuatro patas. Esa imagen se convierte en una semilla dentro de la conciencia. El nombre que asignamos a esta imagen, «mesa», es otra semilla. «Mesa» es el objeto de nuestra percepción. Nosotros, el perceptor, somos el sujeto. Sujeto y objeto se unen cada vez que percibimos el objeto que hemos denominado «mesa»; o, simplemente, cuando oímos la palabra «mesa», la imagen de una mesa se manifiesta en la conciencia mental.
El budismo identifica tres pares de signos de los fenómenos. El primer par lo constituyen el signo universal y el signo particular de un objeto. Cuando contemplamos una casa, el signo o imagen «casa» es en principio universal. El signo universal «casa» es en cierta forma una etiqueta genérica. Hoy en día, en ciertos supermercados puedes adquirir alimentos etiquetados con nombres genéricos. En lugar de coloridas imágenes y marcas, la etiqueta de una lata de maíz puede mostrar solamente la palabra «maíz» en caracteres negros sobre un fondo uniforme blanco; el signo universal de un objeto similar.
Sin embargo, a través de la mente discriminatoria pronto percibimos miles de detalles de cada casa: cada ladrillo, viga, clavo, etcétera, específica a cada una. Estas características específicas son el signo particular de una casa. Esa casa puede ser contemplada como un todo (su signo universal) o como una combinación de sus partes, sus signos particulares. Todas las cosas tienen ambas naturalezas, la universal y la particular.
El segundo par de signos, relacionado con el anterior, es unidad y diversidad. Nuestra noción de casa es una idea unitaria. Todas las casas comparten la designación «casa», no hay diferencias entre una casa y otra. Pero la noción universal «casa» no nos muestra ninguna casa individual, única en sus particularidades. Hay infinitas modalidades de casas, esa es la naturaleza de diversidad. Cuando observamos un fenómeno (dharma), deberíamos poder ver la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad. Si el primer signo diferencia entre una casa universal y una casa particular, el segundo trata sobre cómo diferenciamos las diferentes casas particulares.
El tercer par de signos es formación y desintegración. Una casa puede estar en proceso de construcción, pero al mismo tiempo también está en proceso de desintegración. Aunque la madera sea nueva y la casa no esté aún terminada, la humedad o sequedad de la atmósfera ya ha comenzado a erosionarla. Al contemplar algo que comienza a formarse, deberíamos ser ya capaces de ver que también está en proceso de desintegrarse.
La práctica de la meditación tiene como objeto ayudarnos a aprender a ver ambos aspectos de cada par de signos. Vemos el todo cuando observamos las partes y cada parte cuando observamos el todo. Cuando un carpintero observa un árbol, puede ya visualizar una casa, porque ha sido adiestrado para construir una casa a partir de la madera del árbol. Ve tanto el aspecto universal como particular del árbol. Con la plena conciencia, nos ejercitamos en ver los seis signos (universal y particular, unidad y diversidad, formación y desintegración) cada vez que percibimos un signo concreto, un objeto específico. Esta es la enseñanza del interser.
Asignamos nombres y palabras o denominaciones a los objetos de nuestra percepción, como «montaña, río, Buda, Dios, padre, madre». Cada nombre que asignamos a un fenómeno, cada palabra aprendida, se almacena en forma de semilla en la conciencia. Las semillas generan en nosotros otras semillas llamadas imágenes. Cuando oímos el nombre de algo, en nuestra conciencia surge una imagen que consideramos ser la realidad. En cuanto oímos pronunciar las palabras «Nueva York», por ejemplo, tocamos al instante las semillas de la imagen de Nueva York que guardamos en el depósito de conciencia. Imaginamos la silueta de Manhattan o el rostro de personas de allí que conozcamos. Sin embargo, estas imágenes pueden diferir de la verdadera realidad de Nueva York, pueden ser totalmente creaciones de nuestra imaginación, pero somos incapaces de ver los límites entre la realidad y nuestras percepciones erróneas.
Empleamos palabras para designar cosas (un objeto o un concepto), pero estas pueden adecuarse o no a la «verdad» de esa cosa. Esto solo puede ser verificado a través de la percepción directa de su realidad. En la vida diaria, rara vez tenemos una percepción directa. Inventamos, imaginamos y creamos percepciones basándonos en las semillas de imágenes que guardamos en el depósito de conciencia. Cuando nos enamoramos, la imagen del ser amado que alimentamos en la mente puede diferir en gran medida de la persona real; podrías decir que, finalmente, nos casamos con nuestra percepción errónea más que con la persona misma.
Las percepciones erróneas generan mucho sufrimiento. Nos sentimos seguros de que nuestras percepciones son correctas y completas, cuando muy a menudo no lo son. Conozco a un hombre que sospechaba que su hijo no era suyo, sino que era hijo de un vecino que solía visitar a menudo a su esposa. El padre tenía demasiado orgullo y vergüenza como para compartir esta sospecha con su esposa o con cualquiera. Un día, un amigo vino de visita y comentó cómo se le parecía su hijo. En ese momento, este hombre se dio cuenta de que era realmente hijo suyo. El haberse aferrado a una percepción errónea había hecho sufrir a esta familia durante muchos años. Y no solo sufrieron los tres miembros de la familia: todos los que vivían en su entorno padecieron también a causa de esta percepción errónea.
Es fácil confundir nuestra imagen mental, el signo de una cosa, con su realidad. El proceso de tomar las percepciones por la realidad es tan sutil que es muy difícil darse realmente cuenta de que está ocurriendo, pero debemos tratar de no caer en él. El método para evitarlo es la plena conciencia. Practicamos la meditación para entrenar la mente en percibir directa, correctamente. Cuando meditamos, miramos profundamente en nuestras percepciones para descubrir su naturaleza, encontrar los elementos correctos y los elementos incorrectos.
Si no eres consciente, creerás que tus percepciones, basadas en prejuicios desarrollados a partir de semillas de pasadas experiencias que se guardan en el depósito de conciencia, son correctas. Cuando tenemos una percepción errónea y seguimos alimentándola, nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás. De hecho, nos matamos unos a otros por nuestras diferentes percepciones de una misma realidad.
Vivimos en un universo lleno de falsas imágenes e ilusiones. Sin embargo, creemos que estamos en contacto real con el mundo. Podemos sentir un gran respeto por el Buda y creer que si nos encontráramos con él en carne y hueso, nos postraríamos ante él y escucharíamos todas sus enseñanzas. Pero, en realidad, puede que ya nos hayamos cruzado con el Buda en nuestra propia ciudad y no hayamos sentido el más mínimo deseo de acercarnos a él, ya que no se adecuaba a nuestra imagen de la apariencia que debe tener el Buda. Creemos que el Buda se aparece rodeado de una aureola y vestido con bellos ropajes. Así que cuando nos encontramos con un buda, con una buda, en ropa ordinaria, no lo reconocemos. ¿Cómo puede el Buda vestir ropa deportiva? ¿Cómo va faltarle una aureola?
En nuestra conciencia hay una gran cantidad de semillas de percepciones erróneas, pero estamos muy seguros de la exactitud de nuestra percepción de la realidad: «Esa persona me odia, no es capaz de mirarme. Quiere hacerme daño». Esto puede ser una mera creación de nuestra mente. Creyendo que nuestras percepciones se ajustan a la realidad, actuamos movidos por esa creencia. Esto es muy peligroso. Una percepción errónea puede dar lugar a innumerables problemas. De hecho, todo nuestro sufrimiento surge de nuestra incapacidad para reconocer las cosas tal como son. Deberíamos preguntarnos siempre, con humildad: «¿Estoy seguro?», y dejar tiempo y espacio para que nuestras percepciones se hagan más profundas, más claras y estables. En la práctica médica actual, médicos y terapeutas se recuerdan mutuamente que no deben estar demasiado seguros de nada. Se instan unos a otros: «Aunque creas que estás en lo cierto, compruébalo de nuevo».
Las semillas que se manifiestan como cuerpo y mente,como ámbitos del ser, estados y mundos,están todas depositadas en nuestra conciencia,por eso la llaman «depósito».
Antes de que algo se manifieste, decimos que no existe. Una vez que podemos percibirlo, decimos que existe, pero aunque un fenómeno no se haya manifestado, ya está ahí como semilla en la conciencia. Nuestro cuerpo, nuestra mente y el mundo son todos manifestaciones de las semillas que están depositadas en nuestra conciencia.
Estos versos hacen referencia a varios conceptos budistas sobre los diversos modos de existencia de los seres vivos, que serán explicados con más detalle en capítulos posteriores. En resumen, los ámbitos del ser (dhatu) son estos tres: el ámbito del deseo (kamadhatu), de la forma (rupadhatu) y de la no forma (arupadhatu). El ámbito del deseo es donde detectamos la presencia de ansia, ira, arrogancia e ilusiones. Los seres de este ámbito sufren enormemente porque están siempre persiguiendo algo. Cuando optamos por una vida sencilla y abandonamos algunos de nuestros anhelos, nos hallamos en el ámbito de la forma. En este ámbito, sufrimos menos y podemos experimentar cierta felicidad. En el tercer ámbito, el ámbito sin forma, la materialidad está ausente. Solo existe la energía, y esta energía se manifiesta como nuestra mente, nuestra ira, nuestro sufrimiento, etcétera. La vida sigue, pero no hay percepción de forma alguna.
El ámbito del deseo junto con los cuatro niveles del ámbito de la forma y los cuatro del ámbito de la no forma constituyen las nueve etapas del ser (los niveles de cada ámbito y las etapas son descritas con más detalle en el capítulo 9). Si no te has liberado de tus conceptos erróneos, puedes quedar atrapado en los ámbitos del deseo, la forma y la no forma.
Los textos budistas tempranos describen estos tres ámbitos de existencia samsárica como una «casa en llamas». Los tres ámbitos están en llamas; somos nosotros quienes encendemos el fuego con las percepciones erróneas de nuestra conciencia.
El propósito de la práctica budista es transformar el sufrimiento de estos ámbitos y etapas. Si practicamos mirar profundamente en la naturaleza del ansia, nos emanciparemos del ámbito del deseo y empezaremos a morar en el ámbito de la forma, que es un ámbito más elevado. Si miramos aún más profundamente, podemos disminuir nuestro apego a la forma y comenzar a morar en el ámbito de la no forma. En el ámbito de la no forma aún hay sufrimiento, porque todavía no se han eliminado todas las percepciones erróneas y en las profundidades de nuestra conciencia aún duermen muchos deseos. Es posible contactar con los tres ámbitos en el momento presente, alrededor de nosotros y en nuestro interior.
Cada ámbito del ser es resultado de la conciencia colectiva de los que moran en él. Si nuestro mundo es un lugar pacífico, feliz, se debe a nuestra conciencia colectiva. Si está en llamas, somos corresponsables de ello. Que un lugar sea agradable o no depende siempre de la conciencia colectiva de los que habitan en él. Si cinco o seis personas practican y alcanzan los frutos de la alegría, la paz y la felicidad, y si estas personas fundan un centro de práctica y manifiestan su felicidad en un emplazamiento del que puedan participar otras personas, entonces habrán establecido una pequeña Tierra Pura. Los ámbitos del ser provienen todos de nuestra mente, se manifiestan a partir de las semillas que están almacenadas en nuestra conciencia.
Las semillas también se manifiestan como dos tipos de mundos. El primero es el mundo de los seres sintientes: humanos, animales y especies vegetales. La sociedad humana y las sociedades de las especies animales y vegetales surgen de la conciencia colectiva. El segundo tipo es el mundo instrumental, donde habitan los seres llamados no sintientes: las montañas, los ríos, el aire, la tierra, la capa de ozono, etcétera. El mundo instrumental es el mundo de la naturaleza y también es una creación de nuestra conciencia colectiva. El depósito de conciencia muestra y guarda las semillas de estos mundos. Todos funcionan siguiendo ciertas leyes y ritmos.
Todas las formaciones son manifestación de nuestra conciencia. En su obra Poema sobre las ocho conciencias, Xuanzang dice: «[La conciencia] recibe, impregna, mantiene y preserva la base corporal y el mundo instrumental».5 La conciencia recibe toda experiencia y percepción que llegue a nosotros a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, y queda impregnada por ellas. Nuestras experiencias y percepciones se convierten en semillas en nuestro depósito de conciencia. Esto se denomina impregnación (vasana). Todo lo que aprendemos penetra en nuestro depósito de conciencia, deja su perfume y allí se preserva. Podemos pensar que hemos olvidado algo, pero nada de lo que el depósito de conciencia recibe se pierde. Todo se almacena allí, sin manifestarse, hasta que se presenten las condiciones para su manifestación.
Algunas semillas son innatas,legadas por nuestros ancestros.Algunas se sembraron en el vientre materno;otras lo fueron cuando éramos niños.
Recibimos algunas de las semillas en el transcurso de la vida, proceden de nuestras experiencias. Otras semillas, sin embargo, ya estaban presentes al nacer: son semillas de procedencia innata. En el momento de nuestro nacimiento, estas semillas innatas ya estaban en nuestra conciencia. Son semillas de sufrimiento y felicidad que nos han sido transmitidas por innumerables generaciones de antepasados. Muchos de nuestros gestos, destrezas y rasgos físicos, así como nuestros valores, nos han sido legados por los ancestros. A lo largo de nuestra vida, cuando las condiciones para su manifestación sean favorables, algunas de estas semillas se manifestarán. Algunas no se manifestarán en nuestra propia vida, pero las legaremos a nuestros descendientes, que a su vez las transmitirán a los suyos. Quizá algunas generaciones más tarde, en el transcurso de la vida de uno de nuestros tataranietos, se darán las condiciones adecuadas y se manifestarán algunas de esas semillas transmitidas.
La ciencia de la genética muestra que el patrón de las características de nuestro cuerpo y mente proviene de innumerables generaciones de ancestros. Los científicos que realizan experimentos con ratas han descubierto que una característica específica puede tardar en reaparecer siete generaciones. Así que cuando practicamos la plena conciencia, no practicamos tan solo para nosotros mismos, sino para nuestros ancestros y para las generaciones venideras. Todas estas futuras generaciones ya están en nosotros. Las experiencias de los ancestros, así como el tiempo y espacio infinitos, ya existen incluso en el interior de la conciencia de un minúsculo embrión. Cuando comprendemos esto, sentimos una gran responsabilidad hacia todo embrión.
Si dedicamos un día de la semana a aprender y practicar la paz, la alegría y la felicidad, en esas veinticuatro horas aportaremos felicidad a nuestros ancestros y a las futuras generaciones. Si dejamos que la semana transcurra sin practicar, no solo experimentaremos la pérdida de una oportunidad de ser felices, sino que será también una pérdida para nuestros ancestros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Cuando nos liberamos del sufrimiento y hacemos reales la paz y la alegría, también nuestros ancestros lo hacen, y las generaciones futuras recibirán de nosotros semillas de paz y alegría.
Las semillas que nos han sido legadas pueden ser descritas como «energías de hábito». Puedes pensar que no sabes cantar, pero en ti ya están las semillas del canto que te transmitió aquella abuela que cantaba. En las condiciones adecuadas, no solo recordaras cómo cantar, sino que descubrirás que disfrutas haciéndolo. Cuando empieces a practicar el canto, estas semillas, debilitadas por la falta de uso, brotarán y crecerán fuertes. Semillas como estas son, en gran parte, innatas, solo requieren de unas condiciones favorables para florecer.
Lo mismo es cierto para el despertar. Cuando empezamos a aprender las enseñanzas sobre el despertar, creemos que son enseñanzas nuevas para nosotros, pero esa semilla del despertar ya está en nosotros. Nuestro maestro y los amigos que nos acompañan en este camino solo nos dan una oportunidad para que toquemos esa semilla y la ayudemos a crecer. Cuando el Buda realizó el camino de la gran comprensión y amor, señaló: «Es maravilloso que todos los seres vivos posean la naturaleza básica del despertar; sin embargo, lo ignoran. Por eso, vagan en el océano del gran sufrimiento una vida tras otra».6 Existen ya muchas semillas saludables y beneficiosas en nuestra conciencia. Con la ayuda de un maestro o maestra y de una sangha, una comunidad de practicantes, podemos volver a nosotros mismos y tocarlas. Tener acceso a un maestro y a una sangha es una condición favorable que permite que nuestras semillas del despertar crezcan.
En cada célula de nuestro cuerpo, en nuestro depósito de conciencia, se encuentran las semillas que nos han sido transmitidas por cada generación de ancestros. Incluso antes de nuestro nacimiento, mientras estamos en el útero materno, ya se produce la impregnación de nuestra conciencia. En cuanto somos concebidos empezamos a recibir más semillas. Cada percepción, cada alegría, cada pena de nuestra madre, de nuestro padre, penetra en nosotros en forma de semilla. El mayor regalo que unos padres pueden hacer a sus hijos es su propia felicidad. Si los padres viven felices juntos, ese hijo recibirá semillas de felicidad. Pero si los padres se enojan y se hacen sufrir mutuamente, todas esas semillas negativas penetrarán en el depósito de conciencia del niño.
Traer una nueva vida al mundo es un asunto muy serio. Los médicos y psicoterapeutas invierten hasta diez años para obtener una licencia o preparación adecuada, pero cualquiera puede ser padre, sin ningún entrenamiento o formación. Debemos crear un Instituto de la Familia donde los jóvenes, antes de casarse, puedan pasar un año para practicar la mirada profunda hacia sí mismos y observar qué semillas son fuertes en ellos y cuáles son débiles. Si las semillas positivas son demasiado débiles, los futuros padres deberán aprender formas de regarlas para fortalecerlas. Si las semillas negativas son demasiado fuertes, deberán aprender formas de transformarlas para vivir de forma que esas semillas no reciban demasiado riego.
Un año de preparación para casarse y fundar una familia no es pedir demasiado. Las futuras madres pueden aprender a sembrar semillas de felicidad, paz y alegría, y evitar sembrar semillas no beneficiosas en el depósito de conciencia de sus bebés. Los futuros padres necesitan ser conscientes de que su forma de actuar siembra semillas en el depósito de conciencia del niño aún no nacido. Unas palabras duras, una mirada de castigo, una acción poco atenta: el niño en el útero lo recibe todo. El depósito de conciencia del feto recibe todo lo que sucede en la familia. Una palabra o acto desconsiderado puede permanecer con el niño el resto de su vida.
En este Instituto de la Familia, los jóvenes hombres y mujeres también pueden entrar en contacto con sus ancestros y padres para que les ayuden a saber quiénes son, conocer sus propias fortalezas y debilidades, y aprender a manejar sus propias semillas. Este es un proyecto importante. Los padres jóvenes deberían llevar un diario de las alegrías y dificultades que han conocido en el periodo anterior y posterior a la concepción de su hijo, y un diario del sufrimiento, alegría y momentos significativos de la vida del niño, desde que nace hasta los diez años. El niño puede olvidar la mayoría de las cosas que le ocurran en ese periodo, pero si los padres pueden recordárselas, le será de gran ayuda más tarde, cuando llegue el momento de irse de casa a proseguir sus estudios.
Hemos recibido semillas de sufrimiento de nuestros padres. Aunque estemos decididos a hacer lo contrario de lo que ellos hicieron, si no sabemos cómo practicar y transformar estas semillas, haremos exactamente lo mismo que ellos. A lo largo de nuestra vida seguimos recibiendo semillas de nuestros padres; su alegría y sufrimiento siguen penetrando en nosotros. Si nuestro padre dice algo que alegra a nuestra madre, recibimos semillas de felicidad. Si nuestro padre dice algo que hace llorar a nuestra madre, recibimos semillas de sufrimiento.
Puedes proteger a tus hijos desde el principio. Vivir en plena conciencia es fundamental durante los nueve meses en los que el bebé crece en el útero materno. Y después de su nacimiento, los padres deben seguir prestando atención. El bebé puede que no comprenda las palabras de una conversación, pero las voces transmiten nuestros sentimientos. Si dices algo con amor, el bebé lo notará. Si dices algo irritado, el niño lo recibirá. No creas que porque el bebé esté en el útero o porque sea aún muy pequeño no comprende nada. Todo lo que esté en la atmósfera familiar penetra directamente en el depósito de conciencia del niño. Si la atmósfera familiar es negativa, el niño lo percibirá.
Muchos niños no soportan la atmósfera negativa de su hogar; se esconden en el baño o en cualquier otra habitación para no oír palabras que les hieren el corazón. A veces, los niños enferman por la manera en que sus padres se hablan entre sí. Y durante el resto de su vida podrán temer a los adultos o a las personas con autoridad. He conocido a niños que juegan felices y de forma natural cuando no hay ningún adulto presente en la habitación, pero en cuanto la puerta se abre y entra un adulto, pierden toda alegría y enmudecen; sus semillas de miedo son ya muy grandes. El sufrimiento comienza antes de nuestro nacimiento. Y algunas semillas, transmitidas por nuestros ancestros, ya están presentes en nosotros incluso antes.
Los niños son muy sensibles y vulnerables. Por eso, los padres hemos de hacer todo lo posible para no decir nada que dañe a nuestra niña, a nuestro niño. Sabemos que la marca de ese sufrimiento lo acompañará durante toda la vida. Muchos niños son maltratados física y emocionalmente por sus padres, y esto les hace sufrir durante toda la vida. Vivir en plena conciencia (la conciencia de que nuestros hijos son nuestra continuación) es muy provechoso. Al vivir conscientemente y mirar en profundidad, vemos que nuestros hijos son nuestra continuación; no son diferentes de nosotros mismos. Si hemos sufrido a causa de nuestros padres, sabemos que llevamos esas semillas negativas de nuestros padres. Si no somos capaces de reconocer esas semillas en nosotros y de transformarlas, trataremos a nuestros hijos exactamente como nuestros padres nos trataron. Este ciclo de sufrimiento puede cesar a través de la práctica de una vida de plena conciencia.
A fin de hacernos comprender la forma en que las semillas del depósito de conciencia se transmiten de generación en generación, el Buda propuso observar la transmisión del cuerpo físico. Tu cuerpo te ha sido transmitido por tu padre, tu madre y todos tus ancestros. Has recibido esta transmisión, y tu cuerpo es el objeto transmitido. Los tres elementos de este proceso de transmisión son: aquel que transmite, el objeto transmitido y el receptor de la transmisión.
El Buda nos invita a observar la naturaleza de cada cosa y descubrir el vacío de esta transmisión. Nos hacemos esta pregunta: ¿qué me ha transmitido mi padre? La respuesta es: me ha transmitido a sí mismo. El objeto transmitido no es otro que él mismo, yo soy realmente la continuación de mi padre. Soy mi padre. Los ancestros están en nosotros. A veces, se manifiestan en la forma en la que sonreímos, hablamos o pensamos. Después, nos preguntamos: ¿quién es el receptor de la transmisión? ¿Es una entidad separada? No. El receptor de la transmisión es el objeto tanto de la transmisión como del transmisor. El objeto transmitido es uno con el transmisor.