Crimen En La Gran Manzana - Antonio De Vito - E-Book

Crimen En La Gran Manzana E-Book

Antonio De Vito

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  • Herausgeber: Tektime
  • Kategorie: Krimi
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2019
Beschreibung

Después del caso De Sena, Stacie Scott se encuentra con su fiel Frank Berrimow que tiene que resolver un caso intricado de asesinato. Stacie tendrá que lidiar con ella misma y recuperarse rápidamente de los desechos que la historia con Sam le había dejado dentro.
Un asesino atroz convulsiona las calles de Nueva York con una serie de delitos que llenan de confusión al departamento de policía y a una ciudad entera. El Procurador de distrito volverá a confiar en Stacie Scott para tratar de encontrar a ”El Degollador”.

PUBLISHER: TEKTIME

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Ähnliche


 

 

Crimen en la gran manzana

 

Tras la pista del Degollador

 

 

 

Segundo episodio de la colección:

GIALLO A NEW YORK

 

 

De

 

Antonio de Vito

Esta es una ópera de ficción. Cualquier referencia a hechos ocurridos y personas, vivas o desaparecidas, es sólo debido a la casualidad.

 

 

© 2014 Antonio De Vito

Todos los derechos reservados

 

 

Editing: María Acosta Diaz

Maquetación: Tatiana Sabina Meloni.

 

 

Traducido por Gilberto Cortés

 

 

Dedicado a mi amada esposa Stefania,

quien me ha ayudado a desentrañar la madeja de esta novela.

En el libro anterior

En el primer episodio "Fantasmas del pasado", Stacie Scott vive una fase muy delicada de su vida. Ha interrumpido bruscamente su relación con Sam, con quien ha vivido durante los últimos siete años al terminar ambos sus estudios. Intenta recuperarse dolorosamente, después de mudarse a la Gran Manzana comienza de nuevo sin él una brillante carrera como abogado primero y luego como periodista, el crecimiento constante de la vida profesional de Stacie continuará hasta que comienza a trabajar para el Fiscal de Distrito de la Ciudad de Nueva York, Douglas. Sus éxitos servirán para ocultar el gran abismo interior dejado por la repentina partida de Sam.

Stacie comenzará a lidiar con un caso de desaparición, una joven, Carla De Sena, también abogada, desaparece sin dejar rastro, mientras tanto, Sam ha conocido a Carla también en Nueva York y comienza a salir con ella, desafortunadamente, esta última se obsesionará con unos celos posesivos hacia él.

Cuando comienza a presentir que Sam podría alejarse de ella, planea su asesinato. Stacie, con la ayuda de la policía, encontrará a Sam justo a tiempo para salvar su vida. Después de esta aventura, los dos amantes podrán dejar atrás su pasado y volver a vivir juntos hasta que…

Prólogo

 

 

 

Era de madrugada, faltaba poco para el alba y las luces de la ciudad iluminaban discretamente las calles. En el vecindario de Flatbush, en el corazón de Brooklyn, los faros de los pocos autos que todavía transitaban mostraban el espacio que había entre una calle y otra.

Un Corvette negro, descaradamente hermoso y llamativo, tanto era así, que él solo hubiera sido suficiente para iluminar los callejones y edificios, pasaba cerca del Brooklyn Center Cinema, en ese momento el teatro ya había cerrado sus puertas y las más de mil personas que lo habían llenado algunas horas atrás, ya habían abandonado el lugar.

Inmediatamente después del teatro, un semáforo, despreocupado por la hora tardía, indica la señal roja al Corvette. El conductor, aunque molesto por tener que detener su carrera, pisó el pedal del freno y detuvo el auto, mientras esperaba aprovechó la oportunidad para encender un cigarrillo y bajó la ventanilla para dejar salir el humo.

Tamborileaba nerviosamente el techo del automóvil con los dedos de su mano izquierda, mientras con su mano derecha se llevaba el cigarrillo a la boca. Justo cuando la luz verde tan esperada estaba a punto de reaparecer en el semáforo, un ruido a su izquierda llamó su atención.

Primero, miró por el espejo retrovisor, luego por el lateral a su izquierda, pero no vio nada, luego sacó la cabeza del coche.

Justo en ese momento, dos brazos agarraron el cuello del conductor del Corvette y, antes de que pudiera respirar… un cuchillo cortó su garganta.

- 1 -

 

 

 

Desde hacía dos semanas Stacie se encontraba en el Hospital Oncológico de Ginebra, donde Sam y ella habían depositado sus esperanzas y sus sueños de una nueva vida juntos. A Stacie no le había resultado difícil convencerlo de que la siguiera. Había hecho alarde de toda su fuerza, seguridad y decisión, y Sam había elegido aferrarse a lo último que le quedaba: el amor de Stacie.

Si bien era cierto que ambos partieron para Ginebra con el conocimiento de que no sería un desafío simple, ninguno de los dos creyó que llegaría el momento de separarse, un momento verdaderamente devastador para ambos. Stacie se dio cuenta de que tal vez ese abrazo, antes de que Sam entrara en la sala de operaciones, podría ser el último gesto que tuviera sentido. Sam entendió que, a pesar de todo lo que habían dicho hasta entonces, su vida, su destino, ya no dependían de su voluntad. Se saludaron con el más triste de los besos, pero era natural que fuera así. Quedaba la esperanza. Permanecía el deseo de verse otra vez.

Stacie, presa del cansancio por la espera, se dejó caer en el sillón de la sala de espera y le pareció que, por un momento, podría olvidarse de todo, como si nada hubiese pasado. Fueron pocos pero muy agradables instantes en los que toda sensación de miedo se desvaneció, escondida de otros temores nunca antes experimentados. Fue sólo unos minutos. Luego, unos ruidos incontrolados y unos sonidos amplificados e incomprensibles, como producidos por un viejo gramófono, sacaron a Stacie de su sopor.

Se levantó de su silla y trató de entender qué o quién causase esos rumores. Miró a su alrededor y allí, donde había tratado de descansar unos minutos antes, ahora solo estaba su sillón, en el centro de la habitación. El suelo estaba cubierto con hojas de papel y, con cada paso, las escuchaba crujir bajo sus pies. Se agachó y tomó uno de éstos para tratar de entender qué hacían todas esas hojas en el suelo. Había algo escrito, inmediatamente cogió otro y luego otro, todos con la misma frase:

“Voy a dar el paso”. Sam.

Stacie corrió hacia la puerta y, antes de que pudiera sujetar el picaporte, esta se abrió hacia el exterior de la habitación, dejando ver un pasillo oscuro.

Tuvo un momento  de vacilación, no sabía si avanzar o no. Mientras intentaba decidirse, la voz de Sam llegó desde el final del pasillo.

— Stacie, no te muevas, yo iré hacia ti.

Stacie no entendía qué era lo que estaba sucediendo, Sam estaba en la sala de operaciones y era imposible que estuviese al final del pasillo.

— Stacie, no te muevas, yo iré hacia ti.

Stacie siguió repitiendo esa frase y comenzó a emocionarse porque, aunque no vio a Sam, pudo escuchar su voz. Luego gritó su nombre con todo el aliento que podía salir de su garganta y, justo en ese momento, abrió los ojos y despertó de la pesadilla en la que había caído. Todo había vuelto a su lugar. Los otros sillones, el armario con revistas, el dispensador de bebidas. En el suelo ya no había la sombra de una hoja. Stacie estaba empapada, había sudado mucho de la emoción.

Corrió enseguida hacia la puerta para informarse sobre el éxito de la intervención a la cual Sam había sido sometido. Cuando estaba a punto de asir el picaporte, la puerta se abrió una vez más hacia afuera, tal como lo había hecho justo antes. Stacie palideció. Pareció caer de nuevo en la pesadilla. Esta vez quien estaba del otro lado era un médico, llamaba preguntando por ella.

Desafortunadamente, no parecía traer buenas noticias. Su rostro hablaba por sí solo. Stacie comprendió de inmediato lo que había sucedido y, antes de que el médico completara todas las explicaciones habituales, lo evitó con la cabeza gacha y escapó de la habitación llorando.

La historia entre Sam y Stacie terminó allí. Quedó el recuerdo de muchos años de sueños y esperanzas compartidas y la voluntad interrumpida de comenzar de nuevo juntos. Sam la había amado tanto que se alejó de ella cuando se dio cuenta de que se sentía demasiado enfermo como para esperar un futuro juntos. Había preferido alejarse de la mujer que amaba a ser amado por su sufrimiento.

Stacie había sufrido su partida, disfrazada de abandono, pero luego había podido apreciar el gesto de Sam hasta tal punto que lo amaba aún más que antes, desde el momento en que se volvieron a encontrar.

Todas sus esperanzas se disolvieron en ese hospital en Ginebra, tan lejos de Colorado, de aquellos lugares que durante tantos años habían sido testigos silenciosos de su historia de amor.

Stacie también tuvo que afrontar el triste rito del funeral. No fue reconfortante la presencia de la madre de Sam a la que había llamado de inmediato. Annie, que había venido de Colorado, había traído consigo todo el dolor de una madre estadounidense que, habiendo dejado partir a su hijo de dieciocho años para ir a estudiar, lo encontró en un lecho en una morgue unos años más tarde sin siquiera haberle podido decirle adiós.

- 2 -

 

 

 

Por la mañana temprano, en Bedford Avenue, una multitud de espectadores se agolpaba en torno al perímetro de la cinta amarilla de la policía. La escena era macabra y la curiosidad de la gente se convertía en morbosidad. Un hombre había sido arrastrado fuera de su auto a través de la ventana. Todavía estaba con la mitad del cuerpo colgando de la puerta y en el suelo había un enorme charco de sangre que había brotado de su garganta, evidentemente cortada de cuajo.

Un hallazgo macabro en particular hizo temblar a la multitud. El ojo derecho de la víctima había sido extraído de la órbita. La gente parecía más horrorizada por este detalle que por el asesinato en sí.

La policía había sido avisada por medio de una llamada anónima. Habían venido sin saber el espectáculo al que asistirían.

Para llevar las primeras operaciones en la escena del crimen, fue asignado el Sargento Berrimow. Incluso para Frank, esa escena tuvo un impacto decididamente fuerte, a pesar de la experiencia en el caso de De Sena que aún tenía grabado en su mente.

Frank Berrimow había pasado dos semanas en el hospital antes de recuperarse del todo, después del accidente en Fort Tryon Park. Esa historia le había dejado una fea cicatriz debajo de su hombro derecho, pero también una promoción al rango de Sargento y la transferencia a la Oficina de Detectives. Ahora se ocupaba de los homicidios y su nuevo jefe era Jack Folasky. No añoraba a Cross. Folasky parecía creer en él mucho más de lo que Cross había hecho en el pasado. Frank, por este motivo, había aceptado el nuevo trabajo con gran entusiasmo.

Las imágenes de ese horrible crimen inmediatamente le hicieron pensar en Stacie Scott. Frank esperaba que volviera lo antes posible a Nueva York. No podía saber qué había pasado en Suiza y no podía imaginar en qué condiciones volvería.

Después de las primeras observaciones y de acotar el área para evitar que los curiosos pudieran interferir en la investigación, Frank dejó el control de las operaciones a su colega Michael Pet y se dirigió al cuartel general, el One Police Plaza, para informar al jefe Jack Folasky. Frank quería averiguar si este crimen tan atroz, cometido en el vecindario de Flatbush, podría ser el preludio de algo peor. Además, dada la prolongada ausencia de Stacie, le preocupaba el hecho de que ese asesinato pudiera confiarse a otro Fiscal por una cuestión de territorialidad. Si era así, Stacie no tendría oportunidad de seguir este caso.

— Jack, lo que he visto es increíble. Ese hombre fue sacado fuera por la ventanilla de su auto con una violencia sin precedentes y su garganta fue completamente cortada. Además, está la cuestión sobre la ferocidad con la que el asesino se ha ensañado con el cuerpo. Temo que deberemos esperar más asesinatos.

Jack Folasky había estado a cargo de la Oficina de Detectives durante más de dos años. Encontraba en su taza de café, siempre en su escritorio, la respuesta en el momento que la necesitaba. Aunque no era común en su entorno laboral, odiaba fumar y debido a esto, sus muchachos, antes de entrar en su despacho, se olfateaban mutuamente. Tenía poco más de cincuenta años pero estaban bien llevados.

— Frank, ¿cuánto tiempo llevas aquí en la Oficina de Detectives? Mientras tanto, con unas pinzas y una lupa, retocaba su bonsái.

— Desde hace unos tres meses, jefe.

— Quizás es por esta razón que te parece increíble lo que viste. Sin embargo, lo que dices es cierto. Un escenario como el que me describes me hace pensar en un desquiciado. Hay poca razones para estar tranquilo

— Jefe — comentó Frank — ¿cree que este homicidio será competencia del Fiscal Douglas? En resumen, es Brooklyn.

— No te preocupes, sé que esperas volver a trabajar con Stacie Scott. Douglas tiene el cargo de Fiscal del Distrito Sur de Nueva York. No habrá incompatibilidades territoriales. El mayor problema en este momento es la ausencia forzada de Stacie Scott. Todos esperamos que regrese lo antes posible, a plena capacidad.

Frank Berrimow salió confiado del despacho de Folasky, compartiendo la misma esperanza del pronto regreso de Stacie.

- 3 -

 

 

 

Stacie, después de dejar a Annie en Suiza para los últimos papeleos, cogió el primer vuelo a Nueva York. Afrontó el viaje en avión en un estado de perturbación. No había planeado regresar sola a casa. Ni siquiera había pensado remotamente que allí, en el asiento contiguo, no podría tomar a Sam de la mano durante todas esas horas de vuelo. Sin embargo, las cosas eran así. Stacie odiaría ese avión por el resto de su vida.

El vuelo, sin embargo, fue largo y Stacie, después de pasar una hora hojeando un par de revistas, las que generalmente se encuentran en un avión, trató de relajarse reclinando ligeramente su asiento. No tardó mucho en conciliar el sueño. La voz del comandante que repetía a los pasajeros las condiciones meteorológicas, la velocidad del avión y muchas otras informaciones consideradas fundamentales, la acunaron. Estaba exhausta, y el vaso de vino prosecco ofrecido por la auxiliar de vuelo poco antes le había dado el golpe de gracia.

«Stacie, no te muevas, yo iré hacia ti.»

«Sam, dime que fue solo un mal sueño. Me siento fatal ¿Cómo llego sola a casa?»— Stacie había empezado a sudar y el asiento del avión se había estirado hasta quedar casi completamente horizontal. Stacie no sentía el control de sus brazos y piernas y no conseguía levantarse. Grandes gotas de sudor continuaban a surcar su rostro, incluso a mojar su cabello, mientras que las uñas de sus dedos marcaban la piel del sillón. Luego se sintió temblar repetidamente hasta que, finalmente, abrió los ojos.

— Señora, ¿se siente bien? La noto muy agitada y está sudando mucho.

— Tiene razón, no me siento bien del todo. ¿Me puede traer un poco de agua?

Stacie había recuperado la consciencia de sí misma, pero todavía quedaba dentro de ella un sentimiento de angustia. Esa pesadilla la había sacudido dejando en ella una sensación de inquietud porque no podía interpretar las palabras que Sam había dicho en varias ocasiones.

Esta vez el golpe fue muy duro y difícil de asimilar. Stacie ya había logrado retomar su vida en poco tiempo cuando Sam se había marchado sin tener una razón, pero esta vez no había orgullo ni sentido de venganza para desencadenar su reacción. Esta vez, una gran sensación de vacío le impedía reaccionar.

La llegada a Nueva York fue una liberación. El vuelo había sido tremendo. A pesar de que lo había intentado una y otra vez, no consiguió pegar ojo. Cuando lo consiguió, agotada por el cansancio, las pesadillas la habían agobiado.

Tal vez, el regresar a casa podría ayudarla a comenzar de nuevo. Ni siquiera sabía qué esperar porque había estado fuera durante varias semanas y no podía predecir cómo volvería a reconstruir su vida por segunda vez.

Su apartamento en Madison Street le pareció más frío de lo normal. Su prolongada ausencia había contribuido mucho a hacer el lugar aún más desolador. No sería suficiente comprar una nueva planta suculenta1 o cambiar el tono de las cortinas. Ese apartamento no le hacía justicia al torrente de sentimientos que anegaban el alma de Stacie y de los cuales solo Sam había logrado sacar fuera.

Se quitó la chaqueta y se dirigió a la despensa. Buscó la primera botella de vino tinto que apareció a la vista y, después de descorcharla, se sumergió literalmente en ella con todos sus pensamientos. Quería ahogarse.

Se despertó unas horas más tarde, más cansada y aturdida que antes a causa del vino que había bebido. Intentó animarse y, aunque ya era de noche, fue a darse una ducha. Habría intentado cualquier cosa con tal de lavar el olor del hospital que sentía en su piel. Pero no sería suficiente sumergirse bajo el agua, porque ese olor, Stacie, lo llevaba dentro.

- 4 -

 

 

 

Poco después de las siete de la mañana, Stacie decidió abandonar su departamento y buscar un Starbucks. Quizás tomando un café podría ponerla a punto. No había dormido en absoluto y mantener los ojos abiertos era realmente una tarea difícil. Tenía la intención de ir a la Fiscalía del Distrito y hablar con el Fiscal Douglas. No podía y no quería ocultar su estado de ánimo y esperaba que Douglas estuviese dispuesto a darle una oportunidad.

Tomó su café con tranquilidad, tratando de volver a centrarse lentamente. Le pasaron una multitud de pensamientos por su mente, y un montón de imágenes se mostraron ante sus ojos. No lloró, quizás solo porque ya no le quedaban lágrimas.