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Cuando los ojos ven lo que no deben es una obra compuesta por dieciséis cuentos y cada uno de ellos narra sobre una criatura fantástica en una ciudad de las diferentes provincias de la República Argentina. Los relatos presentan diversas estrategias narrativas y hablan de cómo la interferencia de una de esas criaturas rompe con la cotidianidad de las personas que se ven involucradas en el suceso. Estas narraciones apuntan a atrapar los sentidos provocando una fascinación por el lado oscuro de la fantasía. ¿Qué pensarías si de la nada vieras un fantasma, un hombre lobo o una bruja?
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Seitenzahl: 171
Veröffentlichungsjahr: 2017
matías r.palavecino
Cuando los ojos ven
lo que no deben
Editorial Autores de Argentina
Palavecino, Matías Rodrigo
Cuando los ojos ven lo que no deben / Matías Rodrigo Palavecino. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
136 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-761-024-6
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Coordinación de producción: Helena Maso Baldi
Diseño de portada: JustoEcheverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Queda hecho el depósito que establece laLEY11.723
Impreso en Argentina –Printed in Argentina
En esta obra quiero agradecer a aquellas personas que siempre están conmigo brindándome su apoyo, cariñoy sinceridad:
A mi familia, ante todo.
Amis amigos.
A mis compañeros de la vida.
Amis educadores.
También, a los seres que pueblan el mundo fantástico y a los creadores y soñadores que hacen posible que esas criaturas formen parte de nuestro mundo o al revés, que nosotros formemos parte del suyo, para que no dejen de imaginar, porque con la imaginación grandes cosas se han conseguido yse conseguirán.
Este libro es un trocito de mi vida, uno de los mássignificativos.
Sólo algunos,los que creen,
pueden ver el lado oscurode la fantasía
EL TESORO DEL COFRE
Muchos son los hechos que guarda la historia, hechos que los hombres realizaron, pero no sólo los humanos, sino también aquellos que fueron, y son, llamados imaginados, soñados. Esas criaturas fantásticas que el hombre parece inventar conforme pasa el tiempo. Al principio se hablaba de dioses, luego de monoteísmo, se hablaba de gigantes, de personas diminutas, de hombres que volaban, más tarde de superhéroes. En el mundo en el cual el hombre habitó, y aún lo hace, otras entidades, a las cuales los diferentes tiempos, comunidades o culturas llamaron de diversa manera, poblaron la tierra y, por alguna misteriosa razón, se fueron mitigando hasta decirse y sostenerse que sólo fue producto de la imaginación. A posteriori, si surgía alguien que decía haber visto a un fantasma, se lo tildaba de loco pensando que no estaba en sus cabales.
Por otro lado, sabemos que la ciencia sustenta la idea de que el hombre es la descendencia y evolución del primate, si esto es así, por qué no podríamos creer que existen o existieron centauros, minotauros o faunos. Si hoy en día vemos a cada criatura en la fauna que nos desconcierta, por qué no podemos creer que en algún tiempo lejano sobre la tierra caminaron los dragones y por los aires volaron. No lo dan por hecho ni por verídico debido a que no cuentan con pruebas contundentes, y si no hubiesen visto los huesos de los dinosaurios nunca lo hubieran creído.
Yo tampoco lo hubiese creído posible y aún hoy intento convencerme de que no fue un sueño, de que aquello que pasó ya hace muchos años sucedió en realidad.
En ese entonces mi padre era paleontólogo y nos había llevado a mi hermano Felipe y a mí a una excavación que se realizaba sobre las montañas de Catamarca, cerca del volcán Antofalla. Felipe y yo estábamos contentísimos y no veíamos la hora de ver un gran hueso, de lo que se creía sería un dinosaurio, debido a que mi padre nos informó que había hallado junto con sus compañeros los restos de un posiblePachycephalosaurus. Ninguno de nosotros sabíamos por qué siempre tenían nombres tan difíciles de pronunciar, pero papá nos dijo que significaba “lagarto de cabeza gruesa”.
Cuando llegamos vimos varias camionetas estacionadas una cerca de la otra, también varias tiendas armadas al pie de las montañas que eran impresionantemente altas. Gracias a eso, nos daba buena sombra lo que resultaba un alivio porque era verano, el sol estaba más fuerte que nunca y, peor aún, el cielo estaba completamente despejado. Antes de que fuera más tarde, comenzamos la ascensión por una senda hecha por los que nos estarían esperando arriba.
Al poco tiempo, ya no dábamos más, estábamos tan cansados que a cada rato debíamos parar para descansar y refrescarnos con agua que llevábamos en las cantimploras. Después de tanto subir y subir, nos tocó lo peor, pasar por un escarpado terrible donde poco más y nos matamos. Papá nos ayudó uno a uno, pero de todas formas, si mirábamos para abajo nos venía la sensación de que íbamos a caer o que la montaña se estaba inclinando.
Una vez que estuvimos tranquilos ya cerca de la cima, donde podíamos pisar y andar libremente sin miedo a caer, vimos otra tienda hecha por los compañeros de papá. Allí había mesas plegables y artefactos raros, varios papeles y cajas. Ni mi hermano ni yo le dimos importancia a otra cosa que no fuera lo que nuestro padre nos mostró.
Sacó de una caja, de esas que tienen candados y son duras de abollar, una cosa con forma ovoide. Sin que le pudiéramos preguntar qué cosa era, nuestro alegre progenitor nos confesó que era un huevo de dinosaurio. Felipe y yo nos quedamos boquiabiertos y fascinados por aquel contenedor que de seguro se había secado hace millones y millones de años.
Era de un color marrón muy oscuro y tenía como venas marcadas de un color rojo que parecía negro, pero era rojo. Claramente había sido pincelado para quitarle todo el polvo posible de la gruesa cáscara que veíamos con admiración y que apenas si pudimos tocar. Con ambas manos papá lo puso en la caja dado que debía ser más grande que un huevo de ñandú, incluso hasta el triple de grande, pero no llegó a trabar los candados porque en ese preciso instante se oyó un rugido increíblemente intenso que provinodesde el norte.
Nos quedamos los tres petrificados por el susto terrible que nos llevamos. Sin poder comprender algo, sentimos otros gritos, pero de hombres esa vez… auxilios y ayes seguidos por un temblor tan descomunal que creímos se partiría la elevada superficie y caeríamos contienda y todo.
El rostro sudoroso de papá se arrugó, no de miedo advertí, sino por desconfianza. ¿Qué habrá cruzado por su mente? Como el estupor continuó y no había señas de que iría a disminuir, nuestro bienamado padre nos pidió que nos quedáramos allí porque él había resuelto ir a ver qué estaba sucediendodel otro lado.
Felipe, que era tres años más chico que yo que tenía dieciséis, se puso a lagrimear vaticinando sin decir nada un espantoso final para aquel día. Mientras veía a papá alejarse y subir por la inclinada colina, sentía desde los pies hacia mis adentros un temblor que me paralizaba. Todo se sacudía y se intensificaba al tiempo que perdíamos de vista a papá. Mi hermano me preguntaba qué estaba pasando y yo no le podía contestar porque hasta la lengua teníaconvulsionada.
Un alarido familiar provocó el llanto en Felipe y me llevó a reaccionar. Busqué rápido una salida a aquel caldeado infierno elevado y me di cuenta de que por los nervios había perdido la noción del lugar. Cómo escapar de aquel horror desconocido que parecía aproximarse. Sin saber hacia dónde ir, descubrí una entrada hacia una caverna a pocos metros. Tomé a mi hermano del brazo y empezamos a correr a más no poder, pero entonces me acordé de algo, el huevo. Le dije a Felipe que siguiera y me esperara al tiempo que yo regresaba por el tesoro del cofre.
Una vez dentro de la cámara rocosa nos quedamos quietos a pocos pasos de la entrada porque a Felipe le daba miedo ingresar más hacia la oscuridad. En eso, mi fraternal compañero dijo que una sombra había cruzado velozmente. Como yo no la había visto, no le creí. Pero él insistió en que una sombra como de una nube pasó por la tierra, e inmediatamente un pavoroso viento se desató y nos azotó. Si hubiésemos estado afuera nos habría echadopor la fuerza.
Mi hermano se puso más nervioso, yo más alerta y juntos veíamos hacia el exterior esperando alguna otra señal. Pero no lo habíamos advertido, los gritos ya no se oían. Cuando me di cuenta de eso, se lo comenté a Felipe y le dije que iría a ver qué había pasado con papá aunque me pidió que no fuera. Mi compañero de caverna se hizo cargo del huevo, se lo había pasado de mis brazos a los suyos al tiempo que tres sucesos ocurrían simultáneamente. En primer lugar, Felipe quebró nuevamente en llanto, entretanto una nueva oleada de vientos nos envolvió obligándome a quedar dentro y, por último, oímos un gruñido terriblemente estrepitoso que nos aturdió por unos segundos. Desconozco el motivo por el cual Felipe no dejó caer el huevo para cubrir sus oídos, porque además, aquella antigua urna ovoide era bastante pesada.
Me quedé, por miedo y por los ruegos de mi hermano. Él lloraba y parecía que no iba a cesar, hasta que su rostro quedó más pálido de lo que ya se había puesto con todo lo acontecido. Le pregunté qué le pasaba, no me lo dijo porque al instante lo advertí sin explicación alguna. El huevo se movía sobre sus brazos.
Felipe lo puso en el suelo rocoso de la caverna mientras oíamos el grito en las alturas que se iba alejando según lo supusimos. Vimos que afirmativamente se movía y cada vez más hasta que se rajó la cubierta gruesa y un tibio aire salió de ella. No lo podía creer, veríamos a un bebé dinosaurio. Ya nos encontrábamos pensando en cómo sería, cuando un trocito de cáscara se desprendió. Allí distinguimos un ojo color amarillo verdoso de pupila larga y fina como la de un gato. Luego, un hocico alargado con algunos dientecitos muy pequeños que parecían colmillos, además, advertimos que su piel verde pálida estaba recubierta por un líquido espeso y pegajoso al tacto. Otro trozo de cáscara fue expulsado por una pata, por una garra negra más bien. Nuestro pecho se estaba agitando y nuestro corazón latía aceleradamente y, de pronto, Felipe dijo:
—Veo un cuerno, Luís.
—¿Un cuerno? —pregunté estupefacto y luego recordé que algunas clases de dinosauriostenían cuernos.
Pero esa sorpresa no fue nada comparada con la que presenciamos una vez que la mitad delhuevo se cayó.
—¡Tiene alas!
Ante nuestros ojos y la tierra que comenzó a caer por el estremecimiento de la caverna provocada por un fuerte temblor vimos a un animal, a un bebé, que pensábamos se había secado hacía milenios.
Lo atroz de esta historia resultó ser que delante de la entrada de la gruta una criatura había descendido atraída por el chillido grueso y largo del recién nacido. Después de que la correntada de aire menguara, pudimos ver dos enormes patas de gruesa piel escamosa color rojo pardo y, luego, la bestia que había acallado a los paleontólogos se mostró como queriendo ingresar a la rocosa cámara. Su cabeza era gruesa y estaba coronada por largos y anchos cuernos, un poco más atrás se veían en su vasto lomo dos amplias alas que se plegaban sobre sí. Sus ojos se posaron primero sobre nosotros y rápidamente acudieron al alarido de su cría que ya comenzaba a salir del restodel cascarón.
Los grandes ojos amarillos de la madre ardieron en ira y, cuando vio que su cría se le fue aproximando toscamente, abrió sus enormes fauces mostrando sus afilados e innumerables dientes. Corrí hacia el interior de la caverna al tiempo que le gritaba a Felipe que huyera, que me siguiera, que corriera, pero mi pobre hermanito se había quedado inmóvil por el terror que le entraba por los ojos. Allí, la astuta y rápida bestia, habiendo recuperado a su bebé dragón, nos soltó una lluvia de fuego.
A mí no me alcanzó porque logré protegerme al ingresar a un túnel que me llevó a la siguiente cámara de rocas, sin embargo, Felipe quedó reducido a cenizas.
LAMALACOSTUMBRE
En una de las ciudades del suroeste de la Argentina, en la provincia de Neuquén, ocurrió un día algo que Godoy, oficial de la policía, lo había previsto. Claro que el hecho sacudió a todo Cutral-Có y la noticia se extendió primero a toda la nación y luego aotros países.
José Armando Godoy, Army para los amigos y familiares, estaba casado hace dos años con Julieta María de las Colinas, mujer de veintisiete años y de trastornada cabeza para todo el mundo. Nadie le creyó, todos la insultaron, la escupieron, le apuntaron con el dedo, la degradaron a más no poder, la juzgaron y sentenciaron a quince años de prisión.
Al principio, el oficial Godoy luchó por la causa argumentando que su mujer no estaba bien psicológicamente, que sufría de una supuesta esquizofrenia, pero los médicos no diagnosticaron eso. Fue homicidio y ya nada quedó por hacer. No obstante, Julieta, por más que se declaró siempre inocente, continuó manteniendo su postura diciendo que ella no había sido quien mató el jueves 26 de agosto a la señora Delia Justina Amorim de ochenta ytres años.
Aquel día de agosto había sido maldecido centenares de veces por el oficial Godoy, quien se había levantado temprano y, una vez alistado, se fue a trabajar mientras su esposa, que se había despertado antes que él, ya estaba con su taza de café frente a la ventana que daba a la calle. Así la recordaría para siempre o por lo menos durante quince años, puesto que era una mala costumbre de la mujer estarse todo el día detrás de la cortina viendo lo que hacían y no hacían sus vecinos, espiando quién pasaba y quién no.
No había día en que su marido no le dijera que dejara esos malos hábitos, que hiciera otra cosa más productiva, que la vida de curiosa no la llevaría a ningún lado y que para él siendo policía no quedaría bien visto si alguien se enteraba del pasatiempo de su mujer. Pero ella no le hacía caso, porque si no le interrumpía con que María Josefina engañaba a su esposo, era Ramona quien era visitada constantemente por el plomero, el verdulero o el electricista. Siempre había algo, algo que la llevaba a estar pegada a la ventana viendo la vidade los demás.
Army intentó convencerla comprándole un televisor pantalla plana de cuarenta y dos pulgadas, le había comprado libros, esas novelas rosa que a las mujeres, principalmente, las atrapan en un mundo en el que el amor lo puede todo. También, le había comprado un perrito de raza cocker al cual Julieta había prácticamente abandonado. Era imposible, nada servía contra la pasión de la pobre mujer que sufrió, según su marido, un ataque de distorsión mental y visual.
Cuando Army la llamaba por teléfono ella lo atendía sin despegarse de la ventana y le hablaba con poca importancia porque siempre estaba sucediendo algo “interesante” para ella. Él sabía que eso le haría mal tarde o temprano pero no encontraba la salida a aquel laberinto por el cual avanzaba con los ojos vendados y, más tarde, amordazado. Intentó convencer a Julieta de ir unos días a ver a sus padres que vivían en Buenos Aires, mas no lo aceptó diciendo que con ellos hablaba todas las semanas, pero, como era evidente, eso era mentira.
El oficial se puso en contacto con sus suegros y éstos le dijeron que ese mal hábito de su hija era algo incurable, desde jovencita ya tenía esa mala costumbre. Su madre confesó que a Julieta le llamaba más la atención lo que la gente hacía que socializar con los vecinos. Además, su suegra no podía ir a visitarla porque era directora de una escuela y el padre estaba enfermo y haciendo los trámites para su jubilación. Una vez más, todo fue en vano para el desdichado hombre que intentaba rescatar a su adorable cónyuge.
Godoy había declarado que su mujer se levantaba en las noches a espiar a sus vecinos, casi ni salía de la casa y prácticamente ni dormía por observar a los del mundo exterior a esa ventana. La chica que trabajaba para ellos, Isabel, también declaró, dijo que la señora Julieta era muy buena, pero que de la ventana nada la despegaba y a veces se ponían a conversar sobre la vida de alguien, pero que ni aun así, la patrona dejaba de espiar. Ambos testigos explicaron que cuando la mujer estaba cansada de estar parada detrás de la cortina transparente, se llevaba una silla y seguía con los ojos deaquí para allá.
En todo Cutral-Có se la llamó “La Curiosa” debido a que Julieta de las Colinas era la curiosidad en persona. Así se la apodó luego de las declaraciones de su marido y de Isabel, pero se la seguía teniendo por loca y asesina ya que para el resto de la gente, La Curiosa tenía todo fríamente calculado. Sabía los movimientos de sus vecinos y en qué momento debíadar el ataque.
En frente de la casa de los Godoy se hallaba la de la señora Amorim. Un jardín de cada lado del camino adoquinado llevaba a una puerta de roble barnizada. Por lo general, las cortinas de la casa de Delia estaban corridas, lo cual facilitaba ver todo lo que sucedía, ya sea en la planta baja como en el segundo piso. Sin embargo, ese jueves las cortinas permanecieron cerradas, La Curiosa lo atribuyóal día nublado.
Era pasado mediodía cuando Julieta advirtió que la gente, como era típico para ella, había dejado de pasar y pasar; algunos todavía estarían almorzando, pensó, otros ya lo habrían hecho y se irían a descansar un ratito la siesta para luego salir a correr, para ir a lo de la vecina a tomar mate, para hacer las compras o parair a trabajar.
La Curiosa se había preparado unas pizzas y estaba comiendo sentada frente a la ventana con un vaso de gaseosa cuando sintió las primeras señales. Un leve grito le llegó a sus oídos, un grito que se intensificó apenas un poco más, un grito que inmediatamente ella supo provenía de enfrente, de lo de la señora Amorim. Mordió una vez más su porción de pizza y la masticó sin parpadear para no perderse nada de lo que todavía no sucedía.
Al rato, la puerta de la calle de la señora Delia se abrió y, dejando la pizza en el plato, vio que la anciana quiso salir de su casa. Julieta advirtió que su vecina se encontraba como intranquila, jadeante y al borde de un infarto. Detrás de las gafas de gran aumento, notó que los ojos de la mujer se abrieron considerablemente porque algo la había jalado con fuerza hacia dentro dejando su bastón de madera sobre el piso adoquinado. Luego, la puerta de roble se cerró tan impetuosamente que la casaentera vibró.
La Curiosa se dio cuenta de que alguien indeseado estaba molestando a Delia. La mujer dejó su almuerzo y decidió cruzarse para ver qué sucedía, pero antes de salir, tomó el teléfono y llamó a la policía para decir que un supuesto robo se llevaba a cabo en lo de la señora Amorim. Ese acto fue utilizado por Army para declarar y justificar que su mujer padecía de visiones y que por eso alertó a los uniformados, que de ser con otras intenciones, no hubiese llamado. Como el resto de las conjeturas, el juez no la tuvo en cuenta y la dictaminó propio de un plan estratégico.
Julieta cruzó la calle y vio que no había nadie afuera, llegó al jardín y se aproximó a las ventanas, no podía ver nada porque las cortinas eran gruesas y oscuras. Por el contrario, sí pudo oír unos golpes que se reventaban contra las paredes y la voz de la anciana que pedía ayuda y suplicaba. La Curiosa se encaminó hacia el costado derecho de la casa y abrió la puerta que llevaba hacia el patio trasero de la vivienda.
Conforme avanzaba iba sintiendo unos ruidos insólitos que la turbaron al no poder unirlos con algún objeto o animal, tampoco eran producidos por una persona. Como no le encontraba significado alguno le motivaba descubrir qué era lo que pasaba adentro y por ello se atrevió a ingresar a la casa. Abrió la puerta del patio y entró sintiendo que el sonido se volvía más audibley estrepitoso.