Cuentos con Barba - Javier Fruncieri - E-Book

Cuentos con Barba E-Book

Javier Fruncieri

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Beschreibung

En medio de la vorágine de la vida diaria, Cuentos con Barba, nos propone un viaje a nuestro interior, un reencuentro con nosotros mismos, la naturaleza, las personas que fueron y son importantes en nuestras vidas, nuestros miedos y nuestros sueños….Nos invita a reflexionar sobre las pequeñas cosas que dejamos escapar. Descubrir nuestras fortalezas y debilidades. Sin importar la edad que tengas encontrarás en alguno de sus personajes un espejo en el que mirarte.Mas no se queda en lo que fue, por el contrario, nos invita a planear nuestro futuro con una mirada diferente.

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Seitenzahl: 111

Veröffentlichungsjahr: 2018

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JAVIER FRUNCIERI

CUENTOS CON BARBA

Editorial Autores de Argentina

Fruncieri, Javier

   Cuentos con Barba / Javier Fruncieri. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga

   ISBN 978-987-761-223-3

   1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

ÍNDICE

La Cabaña de los Sueños

Lo Mío

Cruz del Sur

Dos pozos

El Espejo de Plata

El Poder de...

La Cancha

Las Dos Hermanas

Traición

La Cabaña de los Sueños

Esta mañana mientras trataba, en vano, de poner en orden mi barba, reflexionaba como llegué hasta aquí. No hay caso tendré que cortarla, me decía, al tiempo que recordaba que, hasta no hace mucho, yo era un hombre más, de esos que se afeitan a diario, vestido con trajes caros y un buen pasar económico. Ahora en el espejo veo un anciano, de blanco cabello y barba tupida. Las arrugas pueblan mi rostro, el humo, de la pipa, nubla la imagen permitiéndome soñar con la juventud.

Hace ya tiempo que no soy el mismo. Solía, con unos cuantos años menos, tener muchos amigos, con los que compartir aventura tras aventura. El paso de los años me fue aquietando, me trajo hasta aquí. Los amigos los sigo teniendo, pero las aventuras solo las contamos.

Soy un amante, incorregible, de la humanidad, mas el hombre, en su afán de protagonismo, me ha convertido en un amante, aún mayor, de la naturaleza...

Todo comenzó en una noche de verano, no hace tanto, ni fue tan lejos. Aquí nomás a la orilla del arroyo. Yo crecí cerca, en la ciudad, pero siempre venía a acampar a los arroyos, al monte, con los amigos. Ya a pescar, ya a cazar o sólo a pasar unos días juntos. La cuestión es que esa noche quería estar solo, me separé de ellos y me tendí en la orilla. Habíamos caminado todo el día, tras una presa, estaba cansado, fue muy poco lo que tarde en dormirme... lo que soñé cambió mi vida.

Me hallaba justo en este lugar. Sentado sobre una piedra. Al atardecer. Con las primeras estrellas, estaba observando el agua correr entre las piedras cuando, de pronto, un ruido, detrás de mí, me hizo girar. Quedé paralizado por el miedo, acercándose, lentamente a mí, un puma. Vi pasar toda mi vida frente a los ojos, pensé que el fin había llegado.

El animal avanzó, paso a paso y, para mi sorpresa, ¡se sentó a mi lado! Yo, sin dejar de mirarlo, no lo podía creer. Así estuvimos varios minutos, viéndonos directamente a los ojos. Cuando comenzaba a calmarme, el puma... ¡me habló!

-¿Alguna vez te tendiste en la hierba, bajo las estrellas? ¿Te sentiste libre, dejaste tu mente volar y tu alma viajar? Seguramente tus pensamientos nunca fueron tan claros y tu imaginación tan vívida. Si casi podías acariciar tus sueños.

Ni pensar en responder, si ni podía pensar.

-Si tuviste la dicha de poder hacerlo, de estar solo en algún lugar apartado. Rodeado de naturaleza, quizás a la orilla de un arroyo. Escuchando el silencio, sólo interrumpido por el murmullo de los animales, el canto del agua y, talvez, sólo talvez, por las historias que cuentan los árboles cuando conversan con el viento. Si fue una noche clara, de esas en que el cielo casi no se ve, por tantas estrellas. ¡Mágica! Entonces, seguramente, sabrás de qué hablo.

Yo sólo podía continuar temblando, paralizado de terror.

-Esta noche es así. Te Invita a soñar. Las noches son cómplices, para los delincuentes, románticas, para los amantes, pero también son confidentes, para los sueños. Los que tenemos al dormir, más, sobre todo, los que soñamos despiertos. Y tu... tu, necesitas soñar.

¡Nada! ¿Dónde estaba el valiente cazador?

-Si estás solo, la soledad y el silencio aquietan tus pensamientos, los ruidos de la naturaleza activan la imaginación y tu mente, humana, hace el resto. Al principio la soledad te hace comprender la pequeñez de nuestra existencia. Tu imaginación vuela, al contemplar las incontables estrellas, pensás en la inmensidad del universo. Te sentís, aún más pequeño, que un granito de arena en una playa de mar.

Aún sin control de mi mente, menos de mis palabras, yo seguía en silencio.

-Te preguntás cómo y porque están allí. Si tenés un poquito de Fe, en este instante le agradecerás a Dios, por poder verlas y entonces, quizás, comprenderás que están allí porque Él las puso, y las puso allí para ti.

Intenté hablar; únicamente pude emitir un ruido incomprensible.

-¿No crees en Dios? El espectáculo aún es maravilloso, sólo que ya no estaría allí para ti, sino por un capricho de la naturaleza o por un giro incierto del destino. Pero tú sí crees en Dios, te conozco.

Comenzaba a tranquilizarme, mas distaba mucho de poder sentirme hombre de nuevo.

-Mirá las estrellas, las galaxias, algo tan imponente, tan inmensamente grande, encajando pieza por pieza, sincronizándose con precisión de relojería. ¿No te hace pensar que tiene que ser obra de un ser perfecto?

A pesar del miedo, lo escuchaba con atención.

-Míralas de nuevo ¿disfrutas el espectáculo? ¡Me alegro! Porque es tuyo, esta ocurriendo sólo para ti.

Un extraño ruido salió de mi garganta. En nada se parecía a las palabras.

-¿Qué no? Mirá a tu alrededor, ¿ves a alguien más? El mundo, las personas, viven a un ritmo vertiginoso, tanto que no llegan a darse cuenta de que están vivos. Corren tras el éxito y la felicidad y, cuando parece que los van a alcanzar, es la muerte quien los atrapa. Ni siquiera llegan a comprender que desperdician toda una vida, pensando en vivir.

Pensé que iba a desmayarme. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando él mencionó la muerte.

-Todo este decorado, de naturaleza, armado sobre el escenario de la vida, está allí esperando que vos actúes tu papel. No estará allí por siempre, esperándote, trata de llegar a tiempo, que la obra, la vida, no comience sin ti. Tanto es así, tan verdad es que es para ti, que nadie, absolutamente nadie, podrá nunca ocupar tu lugar. ¿Acaso alguien puede reemplazar al amigo que perdiste?, ¿Tu primer amor?, ¿La palabra justa de tu madre o tu padre?. ¡No! Seguramente siempre encontrarás a alguien que ocupe el mismo lugar, pero nunca que los reemplace.

A esta altura, ya había perdido el control de mi mente. Tenía vida propia. Comenzaba a tejer historias, quizás copiadas, de las que contaban los árboles o de las que susurraban los animales, talvez de las canciones del agua, o quien sabe, tal vez, sólo son mis sueños que comienzan a asomarse.

-Dejalos salir – me decía el puma - Ustedes, los humanos, son seres pensantes. Cuando se despojan de egoísmos, de ambiciones; cuando dejan de correr tras las cosas. Cuando se toman tiempo para ser ustedes mismos, no lo que los demás esperan o ven en cada uno de ustedes, entonces recuperan su capacidad de soñar. ¡Intentalo!

¡Qué bien se siente! Uno es libre y dueño de sí mismo. Cuantas cosas había dentro de mí, y yo ni siquiera imaginaba que estaban allí.

-Mirá a tu alrededor, soñá, sentí, viví.

Empezaba a recuperar mi condición humana.

-Eres un hombre valiente.

Creí que moriría, sino por el puma, por el susto. Mi corazón latía tan fuerte, que parecía querer salirse. Intenté tranquilizarme y, con voz muy temblorosa, le respondí.

-¿Por qué lo dices? Si estoy temblado de terror.

-¿Sí? No debes temer, no voy a hacerte daño. Te llamo valiente porque no todos los hombres se atreven a enfrentarse a sus sueños, como tú lo has hecho esta noche, casi ninguno los deja crecer.

-Gracias.

La voz suave del animal me tranquilizaba, no sabía porque pero, confiaba en sus palabras.

-Los hombres suelen esconder sus sueños, como metas inalcanzables y se conforman con la mediocridad.

-Es que la sociedad, muchas veces, no nos deja progresar.

-¿Quiénes conforman la sociedad? ¿Acaso no son los hombres?

Nos quedamos en silencio, él... no sé, yo tratando de pensar. Al cabo de unos minutos, junté fuerzas, y pregunté:

-No sabía que algún... algún...

-Dilo, algún animal. Eso no me lastima, todo lo contrario. Quizás a ti tampoco, en el futuro.

Respiré aliviado.

-No sabía que algún animal pudiese hablar, ¿todos pueden hacerlo?

-Sí, o al menos la mayoría de nosotros.

-¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué dejan que sigamos creyendo que no son inteligentes?.

-Para el hombre por el solo hecho que elijamos vivir, como lo hacemos, de manera diferente, no seríamos inteligentes, a pesar de poder hablar y pensar. Sin embargo mírense, viven abatidos, corriendo tras la felicidad.

-Pero, no todos somos iguales.

-No, claro que no. No niego que existen personas maravillosas, veo ejemplos todos los días, pero también veo guerras, hambre, muerte. Y ¿Quién, en todo el mundo, puede negarme que las miserias del hombre las provoca sólo el hombre?

-Lo que ocurre es que Dios, en su infinita bondad, nos regaló, junto con la vida, la capacidad de entender y pensar. Nos hizo libres, nos deja elegir entre el bien y el mal.

-Eso sí es verdad, y ustedes, ustedes, pobres criaturas, se atreven a quitar esa vida, incluso de los más indefensos, de los más débiles. Suelen matar, justificándose, con los pecados de los otros hombres, mas no los detiene la inocencia de sus victimas, ni siquiera, los gritos silenciosos de un ser por nacer.

-En todo caso, algunos, y eso porque somos libres, cada uno vive como quiere.

-¿Libres? Viven prisioneros. Se esclavizan, unos a otros, ya con barrotes y paredes, ya con palabras. No por errores cometidos, sino por pensar distinto. Confunden libertad, con intolerancia. Cada uno quiere que lo dejen hacer las cosas a su modo y no aceptan que el otro piense diferente. Son violentos e intolerantes, aún, si lo que persiguen es la paz.

-Debo reconocer que existen hombres buenos y malos.

-¡El bien y el mal! Confunden fronteras con límites morales. Convierten su placer, su egoísmo personal, en la causa de un pueblo. Le hacen creer, a ese mismo pueblo, que lucha por él, cuando lo hace por algunos de ustedes. Transforman ambición en ideología, que las personas adoptan como propias, con suma facilidad, porque en masa, son manejables. No son tan inteligentes después de todo. Es una lástima, ¡tanto se esmeró Dios en crearlos!

-Creo que tenés razón. El hombre es el éxtasis de la creación. Visto en forma individual, hay infinitos ejemplos de bondad y amor, pero cuando nos juntan y nos tratan como multitud, competimos hasta por ver quién es más bueno.

-Mi pequeña inteligencia no me deja comprender cómo mientras alguien entrega todo su ser en un hospital, olvidado, en la selva, tratando de salvar, aunque más no sea, una vida. Otros se sientan, cómodos, a pensar como matar más personas en una guerra. No comprendo porque, siendo seres iguales, un hombre crea una vacuna y su hermano drogas. Pero menos comprendo, que la humanidad, se encolumne detrás de quienes hacen la guerra, de quienes someten a los pueblos, de quienes son dictadores o tiranos y abandonan a su suerte a los que buscan la paz, a aquellos que luchan por un mundo mejor.

-Créeme, yo tampoco lo entiendo. Supongo que es la seducción del poder, del dinero.

-¡El dinero! Que ser tan perverso y egoísta es el dinero, la peor de las creaciones del hombre. O, quizás, el ser perverso y egoísta sea el hombre mismo. De cuantas cosas es capaz por dinero.

-Algunos si, por dinero o por poder.

-Vas entendiendo. Por dinero y por poder, el hombre crea, desde modelos políticos hasta religiones, los hace defenderlas, aun con la vida, a cambio de migajas. Cuando conviene a algún oscuro interés, Dios es bondad o muerte. Sin embargo, nunca parece ser justo. El único Dios que yo conozco es amor, comenzando porque nos regala el milagro de la vida, a diario.

-Y nosotros, los hombres, hay que reconocer que perseveramos... ¡para destruirla!

Volvimos a quedarnos en silencio. Yo ya estaba tranquilo, hablaba con el puma, como con un viejo amigo. Algo en su voz me mantenía sin miedo y, la sabiduría de sus palabras, me atrapaba.

Reflexioné sobre lo que me decía y cuanta razón tenía. ¿Cómo podemos desperdiciar todo lo que Dios nos regala? Traté de encontrar cosas buenas, en la actitud de la humanidad, más me costó mucho hallarlas. Al cabo de un rato le dije:

-Tenés que admitir que la vida en sociedad, que adoptó el hombre, es buena. Nos organizamos, tenemos gobiernos, instituciones, justicia...

-Ustedes y sus estados, fronteras y países. Las ideologías a favor del pueblo se diluyen en la sangre derramada, en guerras y revoluciones. La mayoría de ellos, solo acumulan poder en manos de unos pocos o de un estado tirano. Nosotros también tenemos gobierno, nos organizamos en manadas y cada una tiene un líder, la diferencia es que prevalece el bien común.

-¿Que me sugerís? ¿Me propones, como solución, la anarquía? Un vale todo, sálvese quien pueda, donde las leyes tiranas, son reemplazadas por las leyes del odio y el poder del más fuerte.

-¡Eso nunca! Nosotros tenemos leyes, reglas y se respetan. El que no lo hace, es apartado de la manada. Nosotros elegimos al líder, mal te podría sugerir otra cosa. Solo digo que cada hombre debería dejar de pensar en sí mismo, para pensar más en la humanidad.

-Una vez más tenés razón. Pero... ¿cómo se logra eso?