Curie y la radiactividad - Paul Strathern - E-Book

Curie y la radiactividad E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

Marie Curie fue un ejemplo para las mujeres que luchaban por el reconocimiento y la independencia y su contribución a la ciencia le mereció con dos premios Nobel. Su trabajo sobre la radioactividad amplió nuestros conocimientos de la física nuclear y produjo enormes avances en el tratamiento del cáncer, pero los peligros inherentes a su trabajo eran desconocidos. "Curie y la radiactividad" presenta una brillante instantánea de la vida y la obra de Marie Curie y ofrece una explicación clara y accesible del significado e importancia del descubrimiento de la radioactividad y de las implicaciones que ello tendría para la vida en el siglo xx y el futuro.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Curie y la radiactividad

en 90 minutos

Traducción: Antón Corriente

Revisión: José A. Padilla

Marie Curie fue un ejemplo para las mujeres que luchaban por el reconocimiento y la independencia y su contribución a la ciencia le mereció dos premios Nobel. Su trabajo sobre la radiactividad amplió nuestros conocimientos de la física nuclear y produjo enormes avances en el tratamiento del cáncer, pero los peligros inherentes a su trabajo eran desconocidos. 

Curie y la radiactividad presenta una brillante instantánea de la vida y la obra de Marie Curie y ofrece una explicación clara y accesible del significado e importancia del descubrimiento de la radiactividad y de las implicaciones que ello tendría para la vida en el siglo xx y el futuro.

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

The Big Idea: Curie and Radioactivity

Este libro se contrató a través de Ute Körner Literary Agent, S. L., Barcelona –www.uklitag.com– y de Lucas Alexander Whitley Ltd. –www.lawagency.co.uk

© Paul Strathern, 1998

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1999, 2015

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1726-2

Introducción

Marie Curie fue la mujer más excepcional del siglo xx. Sus descubrimientos merecieron dos premios Nobel de la ciencia, proeza que tardó más de medio siglo en ser igualada. Sus trabajos consiguientes en beneficio de la causa de la investigación del radio condujeron a importantes avances en la física nuclear y en el uso de la radioterapia para el tratamiento del cáncer. Tanto su marido, Pierre Curie, como su hija Irène Joliot-Curie fueron también galardonados con el Nobel. Marie Curie acabó muriendo de una leucemia causada por los años de trabajo en el aislamiento del radio en un laboratorio rudimentario. Todo esto suena demasiado perfecto como para ser real.

No sorprende que el mundo estuviera dispuesto a aceptar la imagen de santa secular que de ella pintó su hija Eve en la reverente biografía que publicó cuatro años después de su muerte. Este libro sirvió de inspiración a muchas mujeres en su lucha por el reconocimiento, como mujeres, como espíritus independientes y como científicas, pero también era el retrato de una de las mujeres más perfectamente aburridas que quepa imaginar. Por suerte, la verdadera Marie Curie era muy distinta. Como ahora sabemos, era una mujer muy apasionada, tanto en su obra como en su vida. Desesperadamente desgraciada en el amor, tuvo fuerza suficiente no solo para resistir las tentaciones del dinero y la fama, sino también el oprobio del escándalo público (fue una de las primeras víctimas de la prensa amarilla). Presentar a Marie Curie como una santa es difamarla. Fue una madre que se quedó sola para criar a dos hijas, y contribuyó de manera fundamental a la ciencia del siglo xx.

Vida y obra

Marie Curie nació con el nombre de Maria Skło­dowska en Varsovia, el 7 de noviembre de 1867, la menor de cinco hermanos. Su padre era maestro de escuela, especializado en física y matemáticas. Su madre era directora del mejor colegio privado femenino de Varsovia, detrás del cual, en la calle Freta, vivía la familia.

Eran tiempos difíciles en Polonia, sometida entonces al dominio ruso. Tras el generalizado pero fracasado levantamiento de 1863, más de 100.000 polacos abandonaron el país. Muchos marcha­ron al exilio a lugares como París y Norteamérica, mientras que otros fueron enviados por la fuerza a Siberia. Tras el levantamiento, el control ruso se hizo cada vez más opresor. En la ciudadela del centro de Varsovia seguía habiendo ahorcamientos públicos cuando nació Maria. Allá por 1870, la madre de Maria contrajo la tuberculosis. En los mismos días su padre fue degradado en la escuela, en parte por ser polaco, pero también porque se sospechaba –con razón– que difundía sus principios nacionalistas entre los alumnos. El dinero ya escaseaba en la familia, pero no había llegado lo peor. En 1878, cuando Maria tenía diez años, su madre murió de tuberculosis y su padre fue despedido. Se vieron obligados a convertir la casa en pensión para llegar a fin de mes. Maria dormía en el salón, hacía los deberes cuando todos se habían acostado y se levantaba temprano para preparar la mesa con el desayuno de los huéspedes.

Las fotos de la época muestran a una Maria de aspecto corriente y expresión intensa. Tenía las mejillas abultadas de su madre, el pelo rizado recogido y labios gruesos y algo apretados. Pero su apariencia era casi lo único corriente en ella. En la escuela, en la que debía estudiar en un idioma extranjero, el ruso, demostró poseer una capacidad excepcional. Se graduó un año antes de lo habitual, a los 15 años, y obtuvo una medalla de oro. Y eso era todo. No había educación superior femenina en Polonia.

Como sus esfuerzos habían dejado a Maria con un aspecto algo pálido, fue enviada a pasar una temporada con sus tíos, miembros venidos a menos de la aristocracia terrateniente con pequeñas y remotas posesiones cerca de la frontera con Ucrania. Aquí Maria se encontró en «un oasis de civilización en un país de rústicos». Por primera y última vez en su vida vivió feliz y libre de preocupaciones. La tía Maria era una mujer liberada y quería hacer de sus hijas personas fuertes e independientes. La joven Maria y sus primas visitaban las casas vecinas de la aristocracia local, sorprendentemente culta. Allí se interpretaba música y se celebraban lecturas de literatura francesa y polaca, un cóctel embriagador que incluía a Chopin, Víctor Hugo, el gran poeta romántico polaco Mickiewicz y Słowacki, el Byron polaco, ambos ha­bían muerto recientemente en el exilio. En los días festivos Maria y sus primas asistían a las fiestas campesinas vestidas con trajes típicos, bailando a menudo hasta el amanecer. Esto duró casi un año.

Cuando regresó a Varsovia, Maria se encontró con que su padre había perdido en desafortunadas inversiones el poco dinero que le quedaba. La familia vivía casi en la pobreza y Maria se puso a trabajar como profesora para aportar su sueldo a las depauperadas arcas familiares. También entró en contacto con la «universidad libre» de Polonia, una institución ilegal de carácter itinerante, para evitar su detección por las autoridades rusas. Como era la norma, aquí daba además de recibir. A cambio de libros y conferencias ocasionales, leía para las mujeres trabajadoras, difundiendo entre ellas la cultura polaca. En la universidad libre, el socialismo, la ciencia y el escepticismo estaban a la orden del día, y Maria no tardó en perder todo resto de creencia religiosa. Empezó a leer de todo en varios idiomas: Karl Marx en alemán, Dostoyevski en ruso y poesía en francés, alemán, ruso y polaco. Incluso intentó escribir su propia poesía y trabajó para la revista clandestina Prawda (que significa «verdad». No confundir con su posterior homónima rusa, que difundía lo contrario).

Por suerte, Prawda estaba dedicada a la nueva religión de la ciencia, y Maria no tardó en ver la luz. El álgebra críptica y las fórmulas banales de la poesía cedieron gradualmente el paso a la poesía de altos vuelos de la matemática pura y al romanticismo del descubrimiento científico. Maria había encontrado su tema. Pero ¿qué iba a hacer ahora con él?, ¿dónde podía estudiarlo con algún fin?

Maria hizo un pacto con su hermana mayor, Bronia, que quería estudiar medicina. Ella trabajaría en Polonia para financiar los estudios de Bronia en París, y luego a cambio Bronia la ayudaría a estudiar ciencias, también en París.

Bronia fue a París y Maria fue a trabajar como institutriz en la casa que un pudiente administrador tenía en el campo, a casi 100 kilómetros de Varsovia. Su tarea consistía en educar a las dos hijas de la familia, una de las cuales era de su misma edad. Pero este no sería ningún oasis de cultura en un idílico medio rural. Pasadas las modestas fiestas de la cosecha de la remolacha y llegados los helados barrizales del invierno, a Maria le impactó sobremanera la pobreza e ignorancia de los campesinos del lugar. Sin olvidar su formación en la universidad libre, organizó una clase para enseñar a leer y escribir el polaco a los niños. Por si esto fuera poco, seguía con su propia formación. «A las nueve de la noche», escribió a su hermana, «cojo los libros y me pongo a trabajar […] hasta he cogido la costumbre de levantarme a las seis para poder trabajar más». Dice estar leyendo no menos de tres libros a la vez: La Física de Daniel «de la que he terminado el primer tomo», la Sociología de Spencer en francés, y las Lecciones de anatomía y fisiología de Paul Bers en ruso. «Cuando no me siento capaz de aprovechar la lectura, trabajo sobre problemas de álgebra y trigonometría, que no permiten perder la concentración y me devuelven al camino correcto.»

Todo esto quizá suena un poco excesivo, pero no hay duda de que Maria estudió mucho durante las largas y nevadas noches invernales. Desde los días en que dormía en el salón se había acostumbrado a arrancar tiempo de las horas de sueño para el estudio. Ahora tenía por fin un objetivo: París. Cuanto más se sumergiera en el trabajo, más cortos se harían los tres años de trabajo rutinario, y tanto mejor preparada llegaría a Francia.