De hadas y un poco más en el Corredor de los lagos patagónicos - Luis Almarza - E-Book

De hadas y un poco más en el Corredor de los lagos patagónicos E-Book

Luis Almarza

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Beschreibung

Sumérgete en un mundo mágico donde gnomos, duendes, hadas y dragones habitan el Corredor de los Lagos en la Patagonia Argentina. A través de estos encantadores relatos, descubre cómo estos seres fantásticos protegen y embellecen su hogar, creando un paraíso de naturaleza pura y belleza incomparable.

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Seitenzahl: 87

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Luis Almarza

De hadas y un poco más en el Corredor de los Lagos Patagónicos

Almarza, Luis De hadas y un poco más en el Corredor de los Lagos Patagónicos / Luis Almarza. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5306-5

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

Entre gnomos, duendes y hadas

La luna y el sol – (enamorados sin estar más juntos)

Dragones Patagónicos

Nuestra rosa mosqueta

El por qué del río más corto del mundo

La dieta preferida de las hadas

Las Araucarias y Las Tres Marías

La aparición de las truchitas

Lagrimita y el Lacar

La nieve en su primera vez

Los colores de las flores

El hada enamorada

Las termas en el Reino de las Hadas

Queremos que los ciervitos vivan

Miel de hadas

Los dinosaurios

Cumpleaños de las hadas

El fuego y las hadas

Sorpresa: Un pájaro carpintero

El saúco, el cerezo y las varitas mágicas de las hadas

Duendes y gnomos, antes que las hadas

El nuevo reino de las hadas

La carta de los gnomos y los duendes

Monitos del monte

Frutas finas en la Comarca Andina

Los primeros artesanos

El cóndor, rey de la cordillera

Tesoros escondidos

Pumas y Jabalíes

Entre gnomos, duendes y hadas

Dios debió estar algo distraído cuando posó a Adán y a Eva en un paraíso terrenal que no fue precisamente El Corredor de los Lagos de la espectacular patagonia argentina. Pues de no haberse dado una distracción, es muy probable que hubiese elegido ésta extensión geográfica para dejar marcado en un lugar fascinante y mágico el inicio de la vida humana.

No obstante, lo extraordinario es que éste paraíso –El Corredor de los Lagos– en general y en la realidad cotidiana presente sigue siendo tal cual fue y lo idealizamos, y los que estamos, los que lo visitamos, contamos con la imperdible posibilidad de someternos mansamente a que nos robe los ojos, nos arranque nuevos y profundos suspiros, nos punce con el ruido del mejor silencio, nos corteje con sus crepúsculos de satén y puntillas, nos renueve los sueños más optimistas, nos induzca a vivirlo en su magnanimidad con total intensidad y delicia.

Las bondades del Corredor de los Lagos, de naturalidad absoluta, dicen que se han conservado gracias a gnomos y duendes, a los que –en tiempos remotos y por mandato divino– un ángel serafín llamó para que con sus características sabiduría, comprensión y solidaridad cumplan con la grata y eterna misión de cuidado y protección. Los gnomos y los duendes, a su vez, para que los ayudaran convocaron a las hadas, las que agradecidas por el convite enseguida aceptaron.

Y aducen que esta es la razón por la que tales pequeños seres fantásticos, desde el mismo origen del mundo, evolucionan ésta paradisíaca geografía: sus frondosas montañas, sus verdes valles con límpidos ríos y arroyos, sus coloridos y aromados jardines, sus variados bosques albergando autóctonos animales y rodeando lagos, sus holgados campos; aún cuando el amarillo diverso sincera el otoño, cuando despierta la sabrosa lluvia en primavera o verano, cuando en cualquier momento raya el sol hermoso o cuando la nieve bendita lo cubre casi todo de blanco.

Hay quienes cuentan que aquí se han deleitado observando a desenfadados y juguetones gnomos y duendes en ocasión que llevaban a cabo sanas travesuras en medio de plantas, escondidos detrás de coihues o dentro de una casa. También, que han visto bellas hadas flotando por el aire, incluso danzando alegremente alrededor de un pino o columpiándose en una rama.

Como sea, lo muy cierto para todos los mortales es que al Corredor de los Lagos lo encontramos mantenido natural y maravillosamente bien, y obviamente que disponible para el aprovechamiento y el disfrute total, lo que nos da a pensar que realmente estamos ENTRE GNOMOS, DUENDES Y HADAS………..por suerte divina.

Nota 1:

Los gnomos y los duendes –siempre alegres y divertidos– se nos pueden bien aparecer en el momento que menos esperamos, entre plantas, animales, flores, hierbas, árboles y bosques en general. Pero –además de enojarse mucho– jamás se aparecerán si advierten que maltratamos o destruimos lo que ellos tanto se ocupan de cuidar y proteger, la naturaleza.

Nota 2:

Para convocar a las encantadoras hadas y pedirles un deseo, debemos hacerlo secretamente y con voz suave, ya que son muy sensibles. En la mayoría de los casos, por los dones que tienen logran conceder lo que deseamos, pero se cercioran previamente que respetamos la naturaleza.

Ante la presencia del hombre suelen volverse invisibles, no así ante la presencia de niños, con quienes llegan a jugar y a los que pueden crearles las más diversas y hermosas fantasías infantiles.

La luna y el sol – (enamorados sin estar más juntos)

Cuentan que la luna y el sol desde su adolescencia estuvieron enamorados, y que sin ocultarlo viajaron juntos incansablemente por el infinito universo, aunque preferían evolucionar más sobre nuestra cordillera patagónica porque era aquí donde experimentaban distintas y a la vez fuertes y maravillosas sensaciones de amor. Así, sentían en sus corazones que lo que decía uno pertenecía al pensamiento del otro, que ambos debían desplazarse juntos por siempre sin separarse un segundo, que los dos tenían necesidad de buscarse y encontrarse para completar una auténtica felicidad eterna.–

Muy de repente un día, Dios dio a conocer su gran decisión, que fue la de crear vida humana en el planeta tierra, para lo cual debía contar con utilísimos servicios que sabía bien podían proporcionar la luna y el sol.–

Dios llamó a los dos y les aclaró que a una pregunta de él podían responderla o nó, según la voluntad. No responderla daba por entendido que finalmente no prestarían colaboración y nada se les recriminaría. En cambio, la sola respuesta a la pregunta sería tomada en cuenta para su obligatorio cumplimiento en razón del trascendente paso que significaba aquella gran decisión. Realizada la aclaración, la luna y el sol manifestaron al unísono que responderían, ya que –pensaron individualmente– su enamoramiento universal los llevaría –como siempre hasta ese momento– a contestar coincidiendo en todo.–

Por separado entonces, El Creador les preguntó de qué manera –según sus virtudes– se sentirían más cómodos contribuyendo con la creación de los humanos y la vida misma de éstos. La luna, orgullosa por colaborar, dejó bien en claro que se sentiría muy cómoda por la noche apareciendo con su plateada figura romántica, ya que sería fuente de inspiración para solucionar problemas de amor entre hombres y mujeres que habitarán la tierra. Así, agregó, podría disponer de las horas del día para su enamorado sol. Por su lado, muy contento el sol respondió que deseaba deslumbrar únicamente de día, pues acompañaría la felicidad de enamoradas parejas desde el crepúsculo de la mañana hasta el crepúsculo de cada atardecer, y en consecuencia podría destinar enteramente cada noche a su amor, la luna.–

No obstante que en pos de una noble causa ambos sabían de antemano que resignarían horas de estar juntos y solos, para estar juntos y solos el tiempo restante eligieron momentos distintos. Evidentemente las respuestas por separado y el exceso de confianza traicionaron su envidiado molde.–

Dios advirtió la desigual elección, pero debiendo cumplir con aquella aclaración, en forma inmediata dispuso que uno y otro, separadamente, comenzaran a prepararse. La luna para su contribución nocturna, el sol para la diurna. Llevada a la práctica, ésta separación ni remotamente contemplada hizo que jamás la luna pudiera estar junto al sol, y que nunca más el sol pudiera llegar siquiera a tocar la luna, muy a pesar de los esfuerzos, las lágrimas, los ruegos durante miles de años.–

Es por esto que para vivir el verdadero romanticismo las parejas de cualquier lugar prefieren la noche cordillerana, ya que la luna –sabedora de que la cordillera patagónica le trae gratísimos recuerdos– les hace sentir como nadie el enamoramiento pleno, ese que ella vivió y tristemente perdió. Y es por esto que el sol, durante el día y desde muy temprano, se carga de energías positivas de la extensa cordillera patagónica, para proveerlas maravillosamente bien a quien las necesite, quedar luego agotado apenas entrada la noche e ir a dormir, y así no tener que pensar tanto en su ya perdido amor.–

La fuerza del mutuo amor entre la luna y el sol, ha logrado que –al menos– en forma esporádica alguno de los dos se salga de su habitual tarea y entonces se cruzan. Ahí, durante lo que llaman eclipse, estiran desesperadamente sus brazos pero no se alcanzan, no se tocan. Apenas pueden mirarse de reojo, apenas pueden entregarse un fugaz saludo,

dejando marcado que los minutos de cada eclipse son los únicos instantes de mucha tristeza en el universo. Después, aún llevando las heridas que no les cicatrizan y separados, vuelven a cumplir con responsabilidad sus respectivos compromisos ante Dios, al parecer como resignados pero seguramente no del todo convencidos y por siempre esperanzados, como dictamina el verdadero amor.–

La luna y el sol, enamorados sin estar más juntos.–

Dragones Patagónicos

Cuentan que cuando El Corredor de los Lagos estaba tomando forma porque así Dios lo había dispuesto, tomaban forma también en toda la extensión numerosos volcanes que actuarían como respiraderos del planeta. Mucho tiempo después esos volcanes comenzaron a tronar intermitentemente, provocando bruscos movimientos de la tierra en los alrededores a la vez que despedían lava, la que cuesta abajo arrasaba con todo a su paso.–

Lejos de esas zonas volcánicas, habitaban lo que en principio se llamó serpientes voladoras de gran tamaño. Eran, como certeramente se las individualizó luego, dragones patagónicos, los que raramente salían de su área natural pues su misión siempre fue custodiar las cuevas donde vivían las hechiceras y los hechiceros.–

Durante las tormentas, estos dragones al oír los truenos creían que alguien atacaba las cuevas que tenían que vigilar. Emprendían entonces vuelos de reconocimiento, convencidos de que ahuyentaban tan solo con su gigantez a los inexistentes intrusos. Finalizadas las tormentas, bramaban en señal de triunfo, pero involuntariamente despedían a la par bocanadas de fuego muy potentes, tan potentes que –aún mojados por la lluvia– árboles de cualquier especie en las cercanías comenzaban a quemarse hasta incinerarse.–