De nuevo contigo - Yvonne Lindsay - E-Book

De nuevo contigo E-Book

YVONNE LINDSAY

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Beschreibung

Deseo 2180 Esa Navidad, ella no solo perdonaría a su enemigo, se dejaría seducir por él… Kristin Richmond sabía demasiado sobre secretos y mentiras. El imperio constructor de su familia había sobrevivido a unos cuantos escándalos, pero esa Navidad traía una sorpresa más: Jackson Jones, el nuevo abogado de la familia. Era el primer hombre que Kristin había amado… y el que le había roto el corazón. Ahora que se veía obligada a trabajar con él, debía ocuparse de los asuntos de la empresa sin sucumbir a la ardiente atracción que aún bullía entre los dos. ¿Podrían Kristin y el negocio familiar sobrevivir al seductor encanto de Jackson?

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2021 Dolce Vita Trust

© 2024 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

De nuevo contigo, n.º 2180 - febrero 2024

Título original: What Happens at Christmas...

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411806466

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

–Lo siento, mamá. No voy a poder ir esta noche. Tengo muchísimo trabajo.

Kristin miró los adornos navideños con gesto arisco. Lo del trabajo no era mentira, aunque, por otro lado, tampoco tenía ganas de otra feliz reunión familiar en la que todos menos ella tenían pareja. Por norma no le importaba, pero últimamente la estaba afectando más de lo habitual.

–Kristin, ya estoy harta de tus excusas. Esta noche es importante para mí y espero que estés aquí a las siete en punto.

Nancy colgó dejando a su hija mirando al teléfono del despacho con una mezcla de frustración y curiosidad. Kristin se pasó las manos por su larga melena y se masajeó el cuero cabelludo, aunque eso no aplacó la cefalea perpetua que tenía desde los últimos meses.

Sus hermanos, los gemelos Keaton y Logan, no dejaban de insistirle en que bajara el ritmo, y lo hacían poniéndole como ejemplo el derrame cerebral masivo que había sufrido su padre un año atrás por trabajar sin parar.

Kristin estaba haciendo el trabajo de dos, ya que hasta el momento no se había visto capaz de sustituir al hombre en quien había confiado como su mano derecha en la oficina y su amante en el dormitorio.

Y, mientras, Isaac había trabajado de espía para Warren Everard, su mayor rival. Ahora, meses después, todos los implicados en la trama de espionaje corporativo estaban siendo procesados y ella seguía revolviéndose al pensar que en ningún momento, jamás, había sospechado que Isaac pudiera ser capaz de semejante treta. Por eso desconfiaba el doble a la hora de sustituirlo y la opción más sencilla había sido asumir sin más el trabajo que hacía Isaac. Además, de todas formas, tampoco tenía motivos para volver corriendo a casa.

La traición de Isaac había resultado cruel por partida doble porque ella no le había contado a su familia que tenían una relación íntima y había tenido que sobrellevar sola el dolor de la traición y del desamor. La habían mantenido en secreto también en la oficina. Una relación entre jefa y empleado habría estado mal vista, así que cuando él le había sugerido que no dijeran nada en un principio, ella había estado totalmente de acuerdo. Pero en todo momento el plan de Isaac había sido abusar de su confianza, que era mucho más dañino.

Se levantó y se giró hacia la ventana. Estaba oscureciendo. Aunque no solía dedicar tiempo a admirarlas, la Torre Richmond disfrutaba de unas vistas excepcionales del paisaje urbano de Seattle. Solo faltaban tres semanas para Navidad, pero su mirada permanecía ajena a las relucientes y destelleantes imágenes que tenía ante sí.

Habían cambiado muchas cosas en el último año.

Por cortesía de la doble vida que había vivido su padre hasta el mismo momento en que había caído muerto en el despacho, Kristin no solo había ganado un hermano (a Logan lo habían raptado de niño y ahora se había reencontrado con la familia), sino dos hermanastros y una hermanastra.

Y aunque había sido una alegría ver a sus dos hermanos carnales encontrar el amor con unas mujeres increíbles a quienes respetaba y adoraba, verlos tan felices había hecho que la hipocresía de Isaac resultara más dolorosa todavía.

¿Era tanto pedir aspirar a tener una relación basada en la atracción, el afecto y la confianza mutua? Sacudió la cabeza. Al parecer, para ella sí era mucho pedir. Y ahora tenía que poner cara alegre en otra cena familiar. Bueno, pensó mientras volvía al ordenador para guardar el trabajo, al menos podría cenar algo mejor que la comida precocinada que tenía en el congelador. Se rio con pesar. ¡Menuda fracasada!

Tras asegurarse de que la copia de seguridad estaba hecha, agarró el bolso y el abrigo y salió del despacho. Al ir a sacar las llaves del coche decidió que, en lugar de conducir hasta la casa de su madre, pediría un taxi y dejaría el coche en el aparcamiento de las oficinas. Tal como se sentía, a lo mejor esa noche se daba el gusto de tomarse una copa de vino… o dos.

Media hora después, entró en la gran mansión de dos plantas que había sido el hogar de sus padres y se quitó el abrigo. Le encantaba. Ese lugar transmitía una sensación de estabilidad que ahora mismo ansiaba con desesperación. El repiqueteo de unos tacones sobre el parqué le anunció la llegada de Martha, el ama de llaves.

–Hola, Kristin. ¡Qué alegría verte! Tu madre y los demás están en el salón principal tomando una copa antes de la cena. Trae, dame el abrigo.

–¿El salón principal? Pensé que era una cena informal –comentó Kristin al darle el abrigo a la mujer, que había empezado a trabajar para la familia cuando ella era un bebé.

–La señora Richmond me ha pedido que te diga que te dirijas allí –continuó Martha con voz suave y sin responderle a la pregunta.

De pronto se sintió inquieta. Su madre solo usaba el salón principal para las reuniones formales. ¿Qué estaba pasando?

Cruzó el vestíbulo en dirección a las puertas dobles de madera que conducían al salón. Al oír el murmullo de las voces vaciló un instante, pero entonces una carcajada desde dentro la animó a abrir la puerta y unirse a la familia.

Al entrar, miró a su alrededor y, tras fijarse en el precioso árbol de Navidad que su madre había puesto nada más pasar Acción de Gracias, se relajó al ver a sus hermanos y sus parejas, a su madre y a Hector.

Hector era el abogado de la familia y había sido un gran apoyo para su madre desde la repentina muerte de Douglas Richmond, tanto que los dos se habían ido de vacaciones a Palm Springs unos meses atrás.

Cuando Kristin entró en el salón, su madre, sentada al lado de Hector, se levantó y fue a saludarla.

–He venido –dijo Kristin sonriendo mientras su madre le daba un cariñoso abrazo.

–Gracias, mi niña querida. Siempre es una alegría verte.

–Pues si volvieras a la oficina nos veríamos todos los días.

Nancy había trabajado mano a mano con Douglas hasta la muerte de este hacía casi un año y había estado muy implicada en la fundación benéfica de la familia. Pero ahora no solía entrar en el edificio donde había muerto su marido y dirigía la Fundación Richmond desde casa.

–¿Qué quieres beber? –le preguntó Nancy ignorando su comentario, no muy sutil.

–Mi vino blanco de siempre estaría genial, gracias.

Kristin saludó a sus hermanos y a las parejas de estos. Logan y Honor se habían casado en verano y la semana anterior, en Acción de Gracias, habían anunciado que esperaban un bebé. Aunque a Honor aún no se le notaba, tenía un brillo en la expresión que a Kristin le producía un pellizquito de envidia. ¡Y cómo la miraba Logan! Ojalá ella tuviera una relación así con alguien.

Keaton y Tami, por su parte, estaban igual de unidos.

–Qué bien que has venido –le dijo Tami al levantarse y abrazarla–. Últimamente apenas te vemos fuera del trabajo –añadió sonriendo.

Tami y Keaton habían iniciado su romance en Desarrollos Richmond. Ahora ella trabajaba como directora de proyectos y ejercía de nexo entre la Fundación Richmond y otras organizaciones benéficas.

–¿Sabes a qué viene todo esto? –le susurró Kristin.

–Ni idea, pero no parece la típica cena familiar de Nancy, ¿verdad?

–Ya –respondió Kristin con cierta aprensión.

Cuando su madre volvió con la copa de vino, Hector se levantó, se situó a su lado y la rodeó por la cintura.

–Me gustaría que me atendierais, por favor –dijo Nancy algo nerviosa.

La aprensión de Kristin aumentó.

–Hector y yo tenemos algo que anunciaros. Como sabéis, somos amigos desde hace muchos años y ha sido un apoyo increíble desde que Douglas murió. Es más, se ha convertido en una persona tan importante para mí que ya no me imagino mi futuro sin él… y me siento orgullosa de deciros que ha aceptado ser mi marido.

Se oyó un repentino murmullo y a Kristin se le hizo un nudo en el estómago.

–¿Le has pedido a Hector que se case contigo?

–Él es demasiado caballeroso para pedírmelo tan pronto. Pero la muerte de vuestro padre me ha enseñado que hay que aferrarse a lo importante y mantenerlo cerca de ti, y no quiero perder más tiempo –se giró hacia Hector y le sonrió irradiando amor–. Lo quiero y por eso le he pedido que se case conmigo. Ha dicho que sí y no puedo estar más feliz.

Mientras los demás se levantaban y se acercaban a darles la enhorabuena, Kristin se echó a un lado. Después Nancy se separó del resto y se acercó a ella.

–¿Kristin? ¿No te alegras por nosotros? –le preguntó preocupada.

–¿No es un poco pronto, mamá? Papá no lleva muerto ni un año. A ver, no tengo nada en contra de Hector y sé cuánto significa para ti, pero ¿no crees que te estás precipitando?

Nancy se rio y le dio una palmadita en el brazo.

–Ay, cariño mío. Los dos estamos cerca de los sesenta y queremos pasar el resto de nuestra vida juntos como marido y mujer. Confío en Hector. Él jamás me decepcionaría como lo hizo tu padre. Kristin, ¿tú no te interpondrías en nuestra felicidad, verdad?

Kristin vaciló. Desde luego que quería que su madre fuese feliz.

–¿Va todo bien, chicas? –preguntó Hector acercándose.

–Todo genial –le aseguró Nancy lanzándole a Kristin una mirada que no admitía discusión–. ¿Verdad, Kristin?

–Sí, claro –respondió ella forzando una sonrisa. Levantó la copa–. Enhorabuena a los dos. Que seáis tremendamente felices.

–Gracias, Kristin –dijo Hector con los ojos empañados–. Supone mucho para nosotros oírte decir eso. Sabemos lo unida que estabas a tu padre y cuánto lo echas de menos. Era mi mejor amigo, pero no puedo negar que amo a Nancy desde hace años y que me siento privilegiado por poder vivir el resto de nuestra vida juntos.

Esas palabras le llegaron al corazón. No había duda de que lo que Hector sentía por Nancy era auténtico.

–¿Y seguirás siendo nuestro abogado?

–Me alegra que me lo preguntes –dijo él sonriendo–, porque eso da pie a nuestro segundo anuncio de la noche. He decidido jubilarme de forma anticipada y le he vendido mi bufete a un amigo y colega, aunque, para que la transición sea gradual, ejerceré de asesor durante los próximos seis meses.

–¿Un amigo? ¿Quién? ¿Lo conocemos? –preguntó Kristin.

–No lo creo.

–¿Entonces cómo podemos estar seguros de que podemos confiar en él?

Justo en ese momento alguien llamó a la puerta.

–Vaya, parece que acaba de llegar, así que ahora podrás obtener la respuesta a esa pregunta –dijo Hector sonriendo.

Kristin se sirvió otra generosa copa de vino.

¿Y si el nuevo abogado no era lo bastante bueno? Su familia había pasado un infierno los meses anteriores: primero con el regreso de Logan treinta y cuatro años después de su secuestro, luego con la muerte de su padre, después con el descubrimiento de que tenía otra familia y otro negocio al otro lado del país y, para rematar, con la trama de espionaje corporativo de la que Isaac había sido parte integral.

¿Cómo se les podía pedir que confiaran en un extraño?

–Cariño, no te preocupes tanto. El amigo de Hector tiene una reputación excelente –le susurró su madre al oído.

–Más le vale tenerla –murmuró Kristin antes de dar otro trago de vino.

Se giró hacia las puertas del salón justo cuando Martha anunció al recién llegado.

–El señor Jones ha llegado –dijo la mujer antes de hacerlo pasar.

Logan y Keaton se habían puesto delante y le impedían ver al invitado.

–Buenas noches a todos. Espero no llegar tarde.

La voz del hombre era profunda y resonante y tenía algo inquietantemente familiar.

–No, en absoluto –le aseguró Hector–. Por favor, dadle la bienvenida a mi buen amigo Jackson Jones.

Y ahí estaba.

Un metro noventa de hombre enfundado en un Armani a medida y más atractivo incluso de lo que recordaba. Sus ojos azules oscuros se clavaron en ella con la precisión de un láser.

Jackson Jones.

El primer hombre al que había amado.

El primer hombre con el que se había acostado.

El hombre que la había abandonado sin decir nada ni mirar atrás.

El hombre al que había jurado odiar por toda la eternidad.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Impactado al ver a Kristin Richmond, Jackson se obligó a sonreír y a disimular.

Hector le estrechó la mano.

–Jackson, me alegro de que hayas podido venir. Te presento a mi prometida, Nancy Richmond. Nancy, él es Jackson Jones. Me has oído hablar mucho de él y me alegro de que por fin lo conozcas.

Jack agachó la cabeza y le estrechó la mano a la mujer.

–Es un placer –dijo, notando la mirada de Kristin clavada en su nuca. Como si él fuera una diana y los ojos de ella, una flecha.

Kristin nunca había hablado mucho de su familia, pero sí le había contado que solo tenía un hermano, mientras que Hector le había dicho que en esa familia había seis hijos adultos. ¿De entre todos los Richmond del mundo justo había tenido que caer en esos? ¡Joder con el karma!

Centró la atención en sus anfitriones sin dejar de ser consciente de la joven situada en un extremo del salón.

–Igualmente, señor Jones –respondió Nancy.

–Por favor, llámeme «Jackson» o «Jack».

–Jackson entonces. Ven, te presentaré a mi familia.

Nancy le presentó a los dos gemelos idénticos y Jack los miró imaginando que en algún momento le pondrían a prueba para ver si era capaz de distinguirlos. Aliviado, vio que Logan tenía una pequeña cicatriz de varicela y memorizó ese detalle. A continuación le presentaron a las parejas de los hijos y, finalmente, el último miembro de la familia que quedaba por saludar se acercó.

Cuando la vio de cerca, se quedó sin respiración.

Kristin Richmond.

El recuerdo físico de lo que había sido tocarla emergió de lo más profundo de su mente. Siempre había tenido una piel suavísima… en todas partes, y su aroma era algo que él nunca había olvidado. Respiró hondo. No se habían vuelto a ver desde el día que se habían licenciado en la universidad. Un día que había empezado siendo su día de mayor orgullo y rápidamente se había convertido en el de mayor vergüenza.

Alargó la mano.

–Kristin, encantado.

–¿Ah, sí? –contestó ella con brusquedad.

La expresión de Kristin mostraba que estaba tan impactada de verlo en su casa como impactado estaba él de haber descubierto que su familia era su nuevo cliente. Entre tomar la decisión de aceptar la oferta de Hector, comprarse una casa allí y mudarse desde California, además de instalarse en el nuevo bufete y conocer a la plantilla, no había tenido tiempo de leer los informes de sus nuevos clientes.

–¡Kristin! –la reprendió su madre, horrorizada–. A los invitados no se les habla así. Lo siento, señor Jones… eh… Jackson. Te aseguro que la he educado mejor de lo que parece.

Pero Kristin no iba a dar su brazo a torcer. Y tampoco iba a estrecharle la mano.

–El señor Jones y yo nos conocimos en la universidad –le dijo Kristin a su madre antes de girarse y volver a mirarlo, atravesándolo con sus ojos grises–. No sabía que te habías pasado a Derecho. Pero, claro, nunca llegaste a decirme lo que ibas a hacer.

Cualquiera que la oyera podría pensar que estaba bromeando, pero él captó ese tono incisivo que podría atravesar hasta una armadura. No lo había perdonado por haber desaparecido de su vida como lo hizo. Y tampoco la culpaba. Lo que había hecho había sido inadmisible, pero había tenido buenos motivos; unos motivos que en aquel momento no había podido contar y que tampoco quería explicar ahora. La miró a los ojos y por un instante se perdió en los recuerdos. Siempre había sido una mujer apasionada, incluso cuando se enfadaba. Y eso no había cambiado.

Antes de que él pudiera decir nada, Hector los interrumpió y le ofreció algo de beber. Jack pidió un vaso de agua. Tenía que estar centrado y despejado con Kristin ahí lanzándole puñales. Sabía que iba a tener que presentarle una disculpa. Debería haberlo hecho años atrás, pero después de la escandalosa muerte de sus padres, había sido más sencillo alejarse de todo y dejar atrás su desastrosa vida, por mucho que eso implicara dejar atrás también a Kristin.

Lo que había hecho había estado mal y estaba claro que le había hecho mucho daño a Kristin. Él se habría sentido igual.

Al entrar en el salón, Jackson miró la mesa. Unas discretas tarjetas indicaban el sitio que ocuparía cada uno. Kristin y él estaban sentados juntos.

Aunque estar tan cerca de ella sería una tortura para sus sentidos, podría soportarlo. Y, viéndolo por el lado bueno, no la tendría enfrente, así que se ahorraría ver esos ojos grises cargados de furia durante la cena. Unos ojos grises que recordaba nublados por el deseo y la satisfacción cuando habían hecho el amor o brillando con viveza e inteligencia mientras habían hablado de sus estudios.

Los dos habían estudiado Económicas; Kristin había hecho optativas de Administración de Empresas y él, de Psicología. Había elegido esa rama en un intento por comprender la disfuncional relación de sus padres. Kristin le había contado muy poco de su familia, pero eso le había bastado para imaginar que estaban muy unidos. Tras decidir que ella jamás entendería las retorcidas dinámicas de su vida, había optado por ni siquiera molestarse en intentar explicárselas.

Jackson, aún pensativo, le retiró la silla. Tal vez Kristin ahora sí pudiera entenderlo mejor, después de lo que se había descubierto sobre su padre y la doble vida que llevaba.

–Puedo sentarme sola –dijo ella con aspereza al sentarse y acercar la silla a la mesa.

Nancy le lanzó a su hija otra de esas «miradas de madre», pero Kristin siguió mostrándose desafiante y, a propósito, se giró hacia su hermano Logan, sentado a su otro lado, e hizo como si Jackson no estuviera allí.

Durante el primer plato, Nancy se dirigió a él:

–Jackson, cuéntanos, ¿dónde trabajabas antes?

Él sonrió a Nancy e ignoró el modo en que Kristin se tensó a su lado.

–Después de licenciarme trabajé como abogado litigante en California. Hace unos meses empecé a ejercer como abogado generalista tras tomarme un año sabático, y cuando Hector me hizo la oferta, no pude rechazarla.

–¿Un año sabático? Qué lujo. Es mucho tiempo para estar fuera del circuito –señaló Kristin.

–Era necesario.

Podría haber entrado en detalles, pero estaba acostumbrado a mantener su vida personal en privado y solo la idea de hablar de los últimos y angustiosos meses de vida de su esposa y de lo que le había costado a él pasar el duelo de su pérdida era horrible. Hector lo sabía y eso era lo único que le importaba.

Annie, su difunta esposa, y Hector habían estudiado Derecho juntos y habían seguido siendo amigos durante muchos años. Sí, eso significaba que se había casado con una mujer lo bastante mayor para ser su madre, pero no tenía ganas de dar explicaciones en ese momento. Aparte del hecho de que su pérdida seguía doliéndole mucho, era asunto suyo y de nadie más. Y no afectaría a su capacidad para hacer lo mejor por esa familia en cuestiones legales.

Un incómodo silencio recorrió la mesa, pero Hector se apresuró a llenarlo.