Disparos en un diario - Iván Marrodán - E-Book

Disparos en un diario E-Book

Iván Marrodán

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Beschreibung

Vamos a escuchar la voz de "un sociópata suicida que contiene relatos disparatados más allá de todo entendimiento", según nos advierte el autor. La voz de uno que en realidad son muchos. Vamos a leer cuentos breves con sus maquinaciones paranoicas, sus percepciones extravagantes, sus consuelos, sus atentados... Sus filosofías de vida, por qué no. Las ficciones afinadas y entretenidas de "Disparos en un diario" hacen lo que hacen las mejores ficciones: nos llevan a mirar con otros lentes y a sacudir el avispero de nuestra conciencia.

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Seitenzahl: 106

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Ähnliche


Iván Marrodán

Disparos en un diario

 

Saga

Disparos en un diario

 

Copyright © 2019, 2023 Iván Marrodán and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728375037

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Pre-caución

Hay que tener cuidado con los poetas. Mucho. No hay que confiarse. Sobre todo cuando escriben prosa y pueden ejercer de forma más declarada el vuelo de la impersonación. Aunque la ficción sea consustancial a todo tipo de literatura, en el ámbito de la poesía se tiende a buscar concomitancias biográficas en cualquier esquina del verso. La prosa, por el contrario, puede librarse sin mayor excusa del manto de lo confesional y jugar continuamente a la transfiguración.

Sé que Iván es buen conocedor de la obra de Joaquín Sabina, y que por eso no le importará que traiga aquí a colación estos compases de La del pirata cojo:

Y como además sale gratis soñar

y no creo en la reencarnación,

con un poco de imaginación

partiré de viaje enseguida

a vivir otras vidas,

a probarme otros nombres,

a colarme en el traje y la piel

de todos los hombres

que nunca seré.

Efectivamente, uno de los mayores goces que puede proporcionar la literatura, corrientes estéticas y despliegues temáticos aparte, es el de poder ponerse en el traje y la piel de otras personas, de otros entes, de otras conciencias, y experimentar desde la seguridad de la butaca lectora las vidas que nunca viviremos más que a través de la tinta.

Esto es precisamente lo que nos ofrece Iván Mendoza Marrodán, a quien tengo el placer de conocer y de tratar desde hace muchos años, a lo largo de los relatos cortos que conforman este volumen. Cada uno de ellos nos hace una ágil propuesta de situación que acaba resolviendo en la lazada final de cada pieza narrativa. Entre medias, y suturando el conjunto, la ilusión y la tenacidad con las que Iván acomete cada proyecto, tanto si es literario como si tiene que ver con sus otras grandes pasiones, el deporte, la música y la educación.

Es una suerte poder haber acompañado a este autor en todos los pasos anteriores, que han conducido a estas páginas. Me honro de poder saludar esta nueva publicación y estaré encantado de poder seguir agazapado en las cubiertas de los títulos que, a buen seguro, irá publicando en el futuro. Cada libro es una nueva oportunidad para expandir los estrechos límites que la vida que consensuamos en considerar como real nos pone a cada uno. Las alas y el laberinto siempre han sido parte de una misma y poderosa historia, y cada escritor contribuye a que podamos seguir considerando el cielo como algo alcanzable.

Todo, por tanto, se concita para proporcionarnos una valiosa experiencia como exploradores de páginas pero, como antes de cualquier viaje, me parecía oportuno realizar alguna advertencia previa a quien repase estas líneas. Disfruten, pero tengan siempre en mente que hay que tener cuidado con los poetas. No hay que fiarse de ellos. Porque, cuando menos te lo esperas te hacen un libro en prosa y te invitan a leerlo.

 

José Luis Pérez Pastor Doctor en Filología Hispánica

Prólogo

Balas en la recámara

Tras cinco libros de poesía, una novela corta y un libro inédito de relatos breves “El hombre que ahorraba tiempo” —relatos tejidos con los hilos más sueltos de la vida y los finales menos esperados, y en nada parecido a este— Iván Mendoza Marrodán da un giro inesperado y, como el malabarista de palabras y de ideas que es, nos muestra este libro audaz y metamórfico.

Un libro que, como dice el autor y advierte el doctor en Filología Hispánica, Pérez Pastor, se provee de la piel otros personajes y va más allá de la experiencia, o del mero constructo de una historia, para sumergirse en la imaginación y crear otras realidades y otras conciencias y caminar con otros ojos por otras mente y otras manos —sobre todo las manos y sus apéndices de balas tan afiladas como calibradas, metafóricas e inmateriales—.

Y tal vez este propósito —cambiar de tercio, internarse en otros caminos literarios— sea la única intención, como el propio Iván Mendoza Marrodán nos dice al principio y como hace varias décadas proclamaba Hemingway “Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que él intenta algo que está más allá de su alcance.”

Sin embargo, desde el punto de vista del lector siempre nos amparan una o dos dudas razonables y alguna absurda y todas tienen que ver con la vida y con los propósitos de escribir.

¿Y si el autor, “poniéndose en los zapatos” de mentes atormentadas, o decepcionadas o angustiadas o desesperadas o todo ello, nos conminara desde el surrealismo, la paranoia o la desdicha a ver la sociedad y la suciedad con esos ojos? ¿Y si el autor quisiera despertar las conciencias dormidas, la apatía, la desidia de las personas que nos vamos tornando masa? ¿Y si disparase en este diario en el sentido que dan a escribir Vargas Llosa “Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias.”, o Saramago “escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo.”?

¿Y si se tratase de una gran metáfora, una fábula? ¿Si quisiera incitarnos de forma encubierta o abierta, con sentencias tan rotundas como estas:

“No siempre encuentras lo que deseas” ”Todos los días pueden ser Domingo si te lo propones”; “que pesan (las maletas) como debería pesar el abandono animal, o la violencia de género, o el abuso,...”; “Somos presas y producto al mismo tiempo.”; “Así es la sociedad, así son los virus que carcomen el mundo.”; “¿Acaso nadie en su sano juicio controla la publicidad?”;, “Vivimos en el todo a cien de la mediocridad moral”, “el problema es el límite que nos marcamos a la hora de amar”, ...

¿Y si ciertamente sí, si fuese un simple ejercicio de escritura, una práctica de estilos y registros para ir consolidando la ocupación, al modo que afirmaba Simone de Beauvoir “Escribir es un oficio que se aprende escribiendo.”?

En poco importan las conjeturas, pues el libro está en tus manos lector, y a ti te pertenecen las historias y las tesis que las puedan acompañar, pero a mí me quedan dos advertencias, o dos balas más en la recámara.

La primera, Iván es un gran lector, como la mayoría de los buenos escritores. Carlos Fuentes dice que “tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo”, y este precepto se ha ido acrecentando en el recorrido intelectual de nuestro autor y está muy patente en los guiños que los relatos hacen a otros escritores, descubrimientos, directores de cine, líderes espirituales, películas o libros: Stephen King, Leonardo de Pisa (números de Fibonacci), J.R.R. Tolkien, Lana Wachowski y Lilly Wachowski, Páulov, Bécquer, Kubrick, Ghandi, Mandela, Luther King, Darwin, El Ragnarök, Rick Grimes (MacGyver), Robin Hood, Crusoe, Philip Dick, etc.

La segunda advertencia, es sencilla, y es que independientemente de estos relatos que en nada podrán dejaros indiferentes —y esto es también una pretensión de la escritura y del escritor, en general—, es que este autor es un poeta.

Y señalar esto es importante, pues Iván Mendoza Marrodán ha conseguido desvelar un pulso poético incluso en estas tramas ariscas, arduas y cambiantes. Armar una prosa bien resuelta, donde el vocabulario da muestra de su trabajo con la palabra. No se contenta con cualquier calificativo o con un verbo aficionado y cotidiano, pule las aristas de las oraciones hasta dar con la vestimenta oportuna para la idea que pretende mostrar. Y la completa con la alegoría, la metáfora, el símil intrépido, la personificación:

“una mujer que llevaba cicatrices en la mirada y un respirar herido en la solapa de la gabardina”;

“como las fronteras que separan lo natural de lo accesorio”

“mirando el horizonte como quien mira una factura incorrecta”

“Todos mis sueños se arrojaron por la borda dejándome solo.”

“Enciendo un libro para darme algo más de luz”

Y, en ocasiones, encontramos una sucesión de versos con los que querer empezar a componer la canción más bella del mundo: “nuestras almas de marionetas que sin saberlo corren irremediablemente hacia el talud ocasional de nuestro propio crepúsculo de forma inocente, ajena y voluntaria.”

Solo me cabe felicitar a Iván por su labor de precisión en el despliegue que hace para cada relato de armas (literarias y revólveres) y animarle a explorar nuevos caminos. A seguir cumpliendo la línea inicial del poema Autopsicografía de Pessoa: “El poeta es un fingidor”, porque todos sabemos que sin fingir no habría poetas ni escritores y que el arte de narrar no admite que se le escatimen los ropajes, ni las luces, ni siquiera las sombras.

Al fin y al cabo “Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida.”, así lo afirmaba Bioy Casares, así lo creo.

 

María José Marrodán Gironés Escritora

Este libro está dedicado a quienes lo han hecho posible.

 

A mi madre por la vida que me dio, la experiencia y sabiduría de sus miradas y palabras. Digo gracias.

 

A mi mujer, porque algún disparo se me escapa fuera de lugar y ella es mi antibalas personal. Digo gracias.

 

A los editores, por arriesgarse en este tiroteo. Esperemos que ganen los buenos. Digo gracias.

DISPAROS EN UN DIARIO

NOTA DEL AUTOR

Querido lector, un buen escritor, a mi entender, debe saber contar historias no solo reales, no solo basadas en la experiencia, sino que debe ir más allá de la vida y sumergirse en la imaginación para saber ponerse otros zapatos y andar hacia lugares donde jamás ha estado ni estará y a partir de eso, relatar otros puntos de vista, quizás inalcanzables, pero que deben ser también escuchados por lo desgarrador de sus historias.

Así pues, nada más lejos de mi cordura inocua y caduca y mi locura transitoria perenne inicio este absurdo y atroz libro desde el punto de vista de un sociópata suicida que contiene relatos disparados más allá de todo entendimiento y más acá de ningún resultado al más puro estilo de “Héroes”, un premiado libro de Ray Loriga.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y una gran fortuna intencionada sin laureles en su propio triunfo, pues la vida es en sí misma, al mismo tiempo, un fracaso y una victoria.

Ningún nombre ha sido utilizado en vano ni citado en serio para algo más que la pura comprensión (y crítica) de este mundo en el que nos ha tocado vivir. Ningún animal ha sido maltratado durante el proceso que es lo más importante, y, por cierto, sé que no viene al caso pero... todos los móviles son móviles de sangre, pero eso es otro cuento contado con Litio y Coltán, no con pluma y papel.

La búsqueda

No siempre encuentras lo que deseas. Es más, normalmente nunca caminas sobre sendas de plumas, tampoco sobre las aguas, ni sobre las nubes como Ícaro, sino sobre piedras afiladas como el bisturí de un cirujano que arañan tus zapatos, y no puedes cambiar de zapatos porque ya no te quedan intactos más que los de los domingos, y se reservan para situaciones especiales de esas en las que te perfumas hasta la entrepierna y te repeinas con gomina y raya en medio, y te pones corbata de seda que no de soga. No perdáis el tiempo. Todos los días pueden ser Domingo si te lo propones. Y también el último. No te entretengas en lo accesorio ni reserves nada para tiempos mejores. Hay dos días en los que nada puedes hacer, el ayer y el mañana.

A veces das traspiés, otras zancadas largas, pero lo más habitual es que lleves tanto tiempo buscando algo que, en las encrucijadas que tomas en desfiladero cerca del abismo, al final olvides lo que buscabas y acabes conformándote con cualquier serie que sale al azar zapeando mientras miras de reojo el reloj esperando a que aún sea demasiado pronto como para cambiar de canal y demasiado tarde como para prestarle atención a lo que sea que vomita el televisor.