Dos hombres - Leslie Kelly - E-Book

Dos hombres E-Book

Leslie Kelly

0,0
3,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

La escaparatista Chloe Weston no creía en la atracción a primera vista... hasta que pilló a su jefe, Troy Langtree, disfrutando de la lluvia casi desnudo. Por eso cuando se encontró en mitad de una isla paradisiaca a solas con el objeto de sus fantasías, decidió ir a por todas. A la mañana siguiente tuvo que admitir que había pasado la mejor noche de pasión de toda su vida... ¡con el hermano gemelo de Troy! Trent Langtree estaba totalmente loco por Chloe, que era una mujer atrevida, inteligente y muy sexy. En resumen, ella tenía todo lo que él siempre había buscado en una mujer. El único problema era que creía que él era su hermano Troy. Pero Trent tenía un plan para convencerla de que estaba con el hermano adecuado.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 234

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Leslie Kelly

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Dos hombres, n.º 232 - octubre 2018

Título original: Two to Tangle

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-206-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

Si te ha gustado este libro…

1

 

 

 

 

 

—Cariño, estoy preparada. Llevo toda la semana esperando este momento… Por fin solos. Ya es hora de que te quites esa ropa y te pongas algo cómodo.

Sin esperar respuesta y, por supuesto, sin recibir ninguna, Chloe Weston tomó la hebilla del cinturón, la desató y, con un rápido movimiento de los dedos, desabrochó el botón de los pantalones. Agarró la lengüeta de la cremallera y la bajó delicadamente. El metálico siseo de los dientes de la cremallera quebró el silencio de la noche y fue seguido por el susurro de la tela cayendo al suelo.

Chloe se puso de puntillas y alcanzó la cinta elástica de los calzoncillos. Tiró de ellos hacia abajo, se sentó sobre los talones y suspiró.

—Es viernes por la noche. Soy una soltera razonablemente atractiva de poco más de veinte años y acabo de desnudar a un hombre —se pasó la mano por la frente y musitó—: Es una pena que seas tan anatómicamente correcto como el muñeco Ken.

El maniquí no respondió. Y tampoco su colega femenino que permanecía detrás de Chloe en el escaparate principal de la galería comercial Langtree’s.

Qué forma de pasar un viernes por la noche. Sola, en unos desérticos y exclusivos almacenes de Boca Raton, en Florida. Rodeada de prendas de diseño ridículamente caras, complementos de cuero y pretenciosas joyas… y con un puñado de maniquíes de plástico como única compañía.

Chloe se encogió de hombros y revisó sus notas para pensar en la nueva disposición del escaparate. Los viernes por la noche se cambiaban los principales escaparates de la galería. Una gran cosa, especialmente desde que el director le permitía hacer montajes más atrevidos. Hasta entonces, Chloe se había limitado a aportar sus propios toques creativos en los escaparates de la parte posterior de los almacenes.

Aunque solo llevaba seis meses trabajando en Langtree’s, sabía que sus creaciones ya habían llamado la atención. No, al director no le había hecho mucha gracia que dejara un maniquí completamente desnudo con un bañador colgando de uno de sus dedos. Pero al público le había encantado y al final el mismísimo Troy Langtree había aceptado escuchar sus ideas para los principales escaparates de la entrada.

Justo cuando estaba alargando la mano hacia la cremallera del traje de noche de la maniquí, Chloe oyó el sonido de un motor. Se asomó a través de las gruesas cortinas que cubrían el escaparate y vio una camioneta negra aparcada en la acera. Miró el reloj. Eran poco más de las doce de la noche. El guardia de seguridad debía estar haciendo su ronda, pero podía encontrarse en cualquiera de los tres pisos del almacén. Con su mala suerte, y con la reputación del vigilante, seguramente estaría roncando en uno de los colchones de la sección de muebles. Lo que significaba que tendría que tratar ella sola con la banda de ladrones que probablemente estaba a punto romper con un banco la luna del escaparate para robar las joyas que se exponían en él.

Agazapada tras las cortinas, Chloe vio salir a un solo hombre de la camioneta. Y cuando este pasó bajo una farola y pudo distinguir su rostro, suspiró aliviada.

—Troy Langtree.

Probablemente había ido a comprobar qué estaba haciendo con su precioso escaparate.

—¿Por qué los hombres guapos tienen que ser tan impertinentes? —musitó en voz alta.

Troy era un hombre atractivo, eso era incuestionable, pero Chloe había conocido pocos hombres tan estirados como él. Se había fijado en él en más de una ocasión desde que había comenzado a trabajar en aquella firma familiar. Al fin y al cabo, Troy era un hombre soltero, rico y guapo. En algunos aspectos, era todo lo que Chloe podía desear. Los rumores decían que era muy inteligente, estable y trabajador. Justo lo contrario de los últimos hombres con los que había salido… Y también de su propio padre, sus dos padres adoptivos y la larga cadena de novios de su madre.

Exactamente lo que estaba buscando.

O al menos eso había creído al principio. Pero Chloe no podía soportar a un hombre que no sonreía, que no disfrutaba con nada. Ese era el problema de ser demasiado maduro y sensato. Por lo que Chloe había oído, la única pasión de Troy era correr. Al parecer vivía cerca de la playa y le gustaba correr varios kilómetros todas las mañanas. Lo que probablemente explicaba su físico perfecto, por no mencionar su bronceado. Dos rasgos que, de alguna manera, no encajaban con la imagen de hombre trajeado con la que aparecía en público.

El caso era que, por atractivo que Troy Langtree pudiera ser, parecía incapaz de disfrutar de la vida. Y por mucho que Chloe anhelara encontrar a un hombre guapo, estable y trabajador, para ella era un requisito indispensable que su pareja supiera reírse.

Advirtió mientras lo observaba que no iba vestido con uno de sus habituales trajes azul marino. Por increíble que pareciera, llevaba unos vaqueros particularmente estrechos, que realzaban las líneas de sus músculos… por no mencionar las curvas de un trasero magnífico en el que hasta entonces Chloe no se había fijado.

Mientras Troy salía del haz de luz de la farola, un relámpago iluminó el cielo. Chloe lo vio fruncir el ceño y creyó verlo pronunciar un juramento. Cuando Troy se agachó al lado de la camioneta para revisar la rueda comprendió por qué.

—Ha pinchado —musitó para sí.

Chloe observó a Troy ir a buscar la rueda y la palanca a la parte trasera de la camioneta. Era extraño, ella habría jurado que sería miembro honorario de cualquier club de carretera. Le impresionaba que un hombre como él supiera cambiar una rueda.

En cuestión de minutos, Troy había sacado la rueda pinchada. Chloe, todavía escondida tras las cortinas, tuvo que reprimir las ganas de salir a ayudarlo.

Unas gotas de lluvia comenzaron a deslizarse por la parte superior del escaparate. Pero Troy no parecía notar la lluvia.

—Será mejor que te des prisa, amigo —susurró Chloe para sí.

Troy dejó la rueda pinchada en la acera y Chloe apreció la fuerte musculatura de sus brazos.

—Muy bien, así que no le asusta el trabajo físico…

Troy se limpió las manos en los vaqueros, dejando una mancha de grasa en la cadera. Volvió de nuevo al trabajo, pero de pronto se detuvo y levantó la mano. Al verlo hacer una mueca y llevarse un dedo a los labios, Chloe comprendió que se había hecho daño.

La visión de los hermosos labios de Troy Langtree curvados alrededor de su dedo hizo que el tiempo se detuviera durante al menos cinco segundos. Tiempo suficiente para que Chloe tragara saliva e imaginara esos mismos labios alrededor de alguna parte de su propia anatomía.

Troy permanecía ajeno a su presencia mientras ella continuaba mirándolo ávidamente desde el escaparate. Colocó la rueda pinchada en la parte posterior de la furgoneta mientras la lluvia incrementaba su fuerza. Y estaba terminando de ajustar la última tuerca cuando la lluvia comenzaba a convertirse en el típico diluvio de Florida. Chloe esperaba que Troy corriera al interior de la furgoneta o buscara refugio bajo la marquesina del almacén. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Mientras Chloe lo miraba con el corazón en la garganta, se levantó, alzó el rostro hacia el cielo y comenzó a reír. La camiseta de algodón blanco absorbía el agua con la voracidad de una esponja y se iba oscureciendo contra su cuerpo, hasta quedar pegada a sus músculos como una segunda piel.

Justo cuando Chloe comenzaba a pensar que no podía ceder ni un segundo más a aquel ejercicio de voyeurismo y había decidido volverse, vio que Troy agarraba el dobladillo de su camiseta. Se quedó paralizada, con la nariz pegada al cristal y los ojos abiertos como platos, preguntándose si realmente Troy iba a hacer lo que parecía que iba a hacer.

Con el rostro inclinado hacia el cielo, Troy comenzó a tirar de la camiseta hacia arriba. ¡Se la iba a quitar! La camiseta tardó una eternidad en separarse de su piel. Chloe no movía un solo músculo mientras lo miraba, apenas respiraba y cada vez estaba más excitada. Troy se quitó la camiseta, la arrojó a la parte trasera de la camioneta y permaneció con el torso desnudo bajo la lluvia.

—Guau —consiguió musitar Chloe.

Troy flexionaba los músculos con la gracia de un animal. Chloe presionó los dedos contra el escaparate. La frialdad del cristal se contraponía a la piel ardiente que ella imaginaba. Gimió cuando Troy alzó lentamente los brazos al cielo. Parecía elegante y poderoso al mismo tiempo. Evidentemente, estaba saboreando la lluvia sobre su rostro. Comenzó a girar muy lentamente, como si quisiera empaparse o, simplemente, danzar disfrutando de los elementos.

Chloe retrocedió instintivamente a pesar de que sabía que era imposible que pudiera verla por la rendija de las cortinas.

No, no podía verla. Pero, definitivamente, ella podía verlo a él gracias a la farola que lo iluminaba de la cabeza a los pies. Volvió a acercarse al cristal y vio las gruesas gotas de lluvia resbalando por los vigorosos músculos de su cuerpo. El agua empapaba la cintura de los vaqueros, oscureciendo la tela.

A Troy no parecía importarle. Parecía una suerte de dios pagano en aquella sensual adoración de la lluvia. Fuerte. Poderoso. Y perfecto.

Un hombre en completa sintonía con sus sentidos. Un hombre saboreando el fresco alivio de la lluvia en una noche de verano. Un hombre capaz de reírse de un diluvio.

Definitivamente, un hombre al que le gustaría conocer mejor.

 

 

Dos semanas después, Chloe estaba convencida de que Troy Langtree era un vampiro que solo vivía después del ocaso. No había vuelto a ver un solo indicio de aquel hombre espectacular desde la noche en la que lo había visto cambiando la rueda bajo la lluvia. El cielo sabía que lo había buscado durante las reuniones, o cuando se habían cruzado casualmente en la galería. Pero al único que había visto había sido al serio y estirado Troy Langtree que la había contratado.

—¿Estás segura de que no necesitas que te acompañe a ese lujoso hotel?

Chloe apartó de su cabeza el recuerdo de Troy Langtree sin camiseta y empapado, y prestó atención a su amiga y compañera.

—Lo siento, Jess, me encantaría que vinieras. Langtree ha aceptado pagarme el viaje para que pueda asistir a esa conferencia, pero no creo que esté dispuesto a pagártelo también a ti, aunque seas la mejor encargada de perfumería del estado.

Jess Carruthers, la encargada en cuestión, limpió la superficie de uno de los taburetes del despacho de Chloe y se sentó en él alegremente.

«Despacho» era una palabra demasiado generosa, quizá. En realidad, Chloe trabajaba en un lúgubre rincón, en la zona más oscura de las galerías. El despacho estaba lleno de cajas, cajones y ropa de la que Chloe pensaba utilizar en los escaparates. Por no mencionar brazos, cabezas y diversas partes del cuerpo de los maniquíes.

—No entiendo cómo eres capaz de quedarte aquí encerrada todas las noches.

—Me gusta. Además, prefiero tener que vérmelas con motas de polvo a tener que volver a casa todas las noches oliendo a treinta perfumes diferentes.

—Y que lo digas. Mi pobre perro no sabe quién llega a casa cada noche. Pero de todas formas, ¿no te sientes muy sola aquí metida?

—No. Es un lugar magnífico para trabajar. Pocas interrupciones y ninguna distracción.

Afortunadamente, Chloe se sentía perfectamente tanto en su casa como en su despacho. Le gustaba poder disponer de dos rincones a los que podía considerar suyos y en los que podía esconderse a dibujar, crear y planificar. Sam Brighton, el director comercial de los almacenes, que también era el supervisor de Chloe, pareció casi avergonzado cuando le había enseñado su lugar de trabajo dos meses atrás. Pero Chloe se había enamorado inmediatamente de aquella sombría y desordenada habitación. Parecía empapada de historia y le proporcionaba el silencio y la intimidad que necesitaba para trabajar.

—Si hubiera sabido que ibas a ir a reuniones en el Centro Turístico Dolphin Island, yo también me habría quedado aquí todas las noches, vistiendo a personas de plástico —dijo Jess, con un sentido suspiro.

—Hay algo más importante —Chloe pensó en la cantidad de horas que había pasado recorriendo el almacén, buscando el vestido perfecto, el accesorio ideal. Por no mencionar el tiempo que pasaba en su casa planificando, pensando, buscando mentalmente algo original que pudiera llamar la atención—. El escaparte principal es la mejor parte de este trabajo.

—Lo sé, no pretendía quitarte mérito. Creo que estás haciendo un trabajo admirable.

—Supongo que todos los años que he pasado trabajando por fin han merecido la pena —admitió Chloe con una sonrisa—. ¡Por no hablar de todas las veces que he vestido a mi Barbie!

—A mí siempre me gustó más la cabeza de Barbie, con todo el equipo de maquillaje y ese pelo que era incapaz de rizarle y que terminaba cortándole a la semana de que me la hubieran regalado.

Chloe soltó una carcajada.

—Vaya, parece que las dos hemos logrado nuestros sueños.

—No exactamente. Todavía no soy maquilladora en los Estudios Universales de Hollywood.

—Y yo no me dedico a exhibir vestidos de firma en las pasarelas de París.

—Una modelo de uno sesenta. Es algo que no se ve todos los días.

—¿Y quién ha dicho que los sueños de una niña de seis años tengan que ser realistas? De todas formas no me quejo. Este trabajo me gusta.

—Desde luego. Y me alegro de que hayas conseguido ir a ese congreso, aunque haya provocado tantos rumores en el trabajo.

Chloe se encogió de hombros, consciente de que más de uno habría fruncido el ceño cuando habían anunciado en las oficinas que ella, la nueva escaparatista, había conseguido que le pagaran un viaje al sur de Florida.

—Creo que Sam ha movido algunos hilos para que me pagaran el viaje porque sabe que eso puede ayudarme en la universidad. Al principio, rechazaron mi petición y la verdad es que me llevé una buena sorpresa cuando me enteré de que Troy había cambiado de opinión y le había dicho a Sam que me mandara a ese congreso.

—Supongo que la foto del periódico tampoco vino nada mal —dijo Jess, sonriendo—. Yo estaba allí, ¿recuerdas? Y vi las multitudes que se agolpaban en el escaparate para comprobar si era real la foto que había salido en el Boca Gazette. Incluida la vieja Langtree. Eh, ¡a lo mejor ha sido ella el hada madrina que ha decidido aprobar el presupuesto del viaje!

Chloe sonrió, recordando la agradable sorpresa que se había llevado al ver la fotografía de uno de sus escaparates en una sección del periódico local. El pie de foto decía: «El escaparate de Langtree’s nos muestra una divertida y descarada visión del verano».

Ese era el escaparate en el que estaba trabajando cuando había visto a Troy Langtree cambiando la rueda de la camioneta. No sabía por qué, pero después de verlo, había cambiado completamente el diseño original y había creado un escenario en el que una mujer elegantemente vestida miraba a hurtadillas a un maniquí de pecho desnudo que bailaba bajo la lluvia. La tormenta la había recreado con un ventilador y diversas serpentinas.

Algunos de los clientes imaginaban que se había inspirado en la famosa película protagonizada por Gene Kelly. Pero la verdad era que la única inspiración que había necesitado había sido la de Troy Langtree.

Troy no había hecho ningún comentario sobre el escaparate y Chloe no creía que hubiera establecido ningún tipo de conexión. Pero desde luego, sí había reparado en la publicidad y en la cantidad de personas que habían ido a ver el escaparate. Su abuela había solicitado una reunión privada con Chloe el día que habían publicado la fotografía. Y Troy había aprobado el presupuesto de su viaje dos días después.

Chloe todavía no le había oído a Troy ningún comentario sobre su último diseño. Y después de buscar en vano durante dos semanas al hombre que se escondía bajo aquellos trajes serios y su aburrida expresión, había encontrado la inspiración para un nuevo escaparate. Utilizando los mismos maniquíes, había recreado el sueño de una mujer. Ella permanecía frente a un hombre aburrido, pero muy elegantemente vestido mientras fantaseaba con su doble, un maniquí idéntico al anterior, medio desnudo, que permanecía envuelto en gasas en una esquina. Aquella había sido una de sus mejores realizaciones.

—Quizá tengas razón —dijo Chloe por fin—. La señora Langtree fue muy amable conmigo cuando nos reunimos. Y eso que todo el mundo me había dicho que era una arpía.

—Me alegro de que decidiera reunirse contigo, y no conmigo. Esa mujer me da miedo.

Chloe se encogió de hombros. Todavía no sabía por qué la matriarca de la familia Langtree había estado interesada en reunirse con ella. O por qué la había mirado tan intensamente y había comenzado a hacerle preguntas sobre su vida privada. En cualquier caso, los jefes solían sentirse con derecho a preguntar a sus empleados si estaban solteros, si fumaban o si pensaban tener hijos. Al parecer, la matriarca había quedado satisfecha con las respuestas de Chloe: sí, no y algún día.

—En cualquier caso, no sé qué haces trabajando en estos escaparates —continuó Jess—. Estás a punto de terminar la carrera. Estoy segura de que en cuanto te gradúes podrás conseguir un excelente trabajo.

—A menos que quiera que mi madre, mi hermana y yo tengamos que vivir con una lata de raviolis al día, no puedo dejar este trabajo.

—¿Tu madre todavía no ha encontrado trabajo? —le preguntó.

Chloe negó con la cabeza y se volvió. No se sentía cómoda hablando de la situación económica de su familia con nadie.

—Bueno, en ese caso, me alegro de que puedas disfrutar de este viaje de negocios. Serán como unas minivacaciones. Después de todo lo que estás estudiando y trabajando, te las mereces.

Era una bonita idea, pero Chloe no consideraba aquel viaje como unas vacaciones. Pretendía utilizar el congreso para empaparse de todo tipo de información sobre la industria textil del sur de Florida. Necesitaba los descubrimientos, la experiencia y los contactos que aquel encuentro le ofrecía, particularmente porque ya llevaba cuatro años intentando conseguir su título.

Y también llevaba varios años trabajando para poder pagarse la universidad. Por supuesto, le habían ofrecido una beca, pero con las becas no podía pagar el alquiler de la casa en la que vivía su familia. Y con un salario, sí.

El último trabajo de su madre en el despacho de un abogado le había parecido un sueño hecho realidad años atrás. Había sido entonces cuando Chloe por fin había podido comenzar a estudiar a tiempo completo. Chloe sabía que su madre lo había intentado todo para sostener a su familia. Había permanecido empleada durante tres años y medio, el máximo período de tiempo que Jeanine Weston-Jackson-Smith había durado en un puesto de trabajo. Durante ese tiempo, había ayudado a Chloe a pagar la matrícula de la universidad. Además, entre las dos habían conseguido ahorrar lo suficiente para que su hermanastra, Morgan, no tuviera que hacer lo que Chloe había hecho. Morgan podría comenzar a estudiar en una universidad privada al año siguiente, en cuanto saliera del instituto.

Pero de momento, su madre volvía a estar felizmente en paro y entregada a su último hobby: adornos de cerámica. Y, una vez más, había vuelto a enamorarse. En aquella ocasión de un hombre al que había conocido en la sección de alimentos dietéticos del supermercado.

Cuando andaban mal de dinero, su madre insinuaba la posibilidad de acudir al dinero que habían ahorrado para pagar los estudios de Morgan, pero Chloe no quería tocar aquel dinero. No iba a permitir que su brillante hermana tuviera que renunciar a las oportunidades que solo una buena preparación podía proporcionarle. Y Jeanine, a pesar del brillo que iluminaba sus ojos cuando veía esa cuenta, estaba de acuerdo.

De modo que, de momento, Chloe tenía que continuar manteniendo a su madre y a su hermana. Si conseguía conservar aquel empleo hasta finales de año, podría graduarse en Navidad y quizá encontrar un buen puesto de trabajo para principios de año.

Los contactos que hiciera en el congreso podrían ayudar a que su deseo se hiciera realidad. Pero Jess también tenía razón. Definitivamente, podría utilizar un par de días para disfrutar un poco de la piscina.

—A lo mejor conoces a un hombre maravilloso que te hace olvidarte de todos tus problemas.

—Estoy empezando a pensar que ese hombre no existe. Los que son jóvenes, guapos y divertidos, solo parecen pensar en una cosa. Y los más viejos y responsables suelen ser o muy serios o imposiblemente arrogantes: y cuando son divertidos, normalmente son gays.

—¿Y qué me dices de los hombres jóvenes, responsables y con éxito?

—Como Troy Langtree —se burló Chloe.

—Creo que tienes razón —suspiró Jess—. Ese hombre da un nuevo significado a la palabra «tieso» —y, como si acabara de darse cuenta del doble significado de su comentario, se llevó la mano a los labios y comenzó a reír de forma incontrolable.

Chloe sintió que se sonrojaba.

—No es él el tipo de hombre que estoy buscando. Yo quiero un hombre responsable, pero también capaz de reírse. Y te aseguro que nunca he visto sonreír a Troy Langtree.

—Bueno, tienes razón en lo que se refiere al trabajo —dijo Jess, con expresión pensativa—. Pero yo llevo aquí algunos meses más que tú y he oído rumores sobre lo que hace en sus horas libres. Por lo visto, cuando sale del trabajo no es exactamente lo que parece.

Y Chloe lo sabía mejor que nadie.

—Hay días que está tan pedante que me cuesta imaginármelo sin uno de esos trajes de seiscientos dólares, ni siquiera para hacer una barbacoa en su jardín.

—En cualquier caso —repuso Jess—, creo que podría olvidarme de su arrogancia con tal de estar con un hombre tan guapo todas las noches.

Chloe no contestó. Troy ya llevaba demasiado tiempo instalado en su cerebro. No necesitaba hablar de él con otra mujer hambrienta de hombres.

—Quizá tengas suerte este fin de semana —continuó Jess—. A lo mejor los rumores son ciertos y es un hombre muy diferente fuera del trabajo.

Chloe dejó caer una pierna de plástico sobre su pie izquierdo, gimió y se agachó, intentando aliviar el dolor.

—¿A qué te refieres? —consiguió preguntar. Haciendo una mueca, se acercó jadeante hasta su escritorio y se apoyó contra él.

—Bueno, ya sabes que también va a estar allí.

—No, no creo. Esa reunión es más para minoristas, diseñadores y relaciones públicas, no para directores ejecutivos.

—Claro que va a ir, Chloe. Va todos los años, ¿no lo sabías?

Chloe negó con la cabeza.

—No tenía ni idea. ¿Y se va a alojar en el mismo hotel?

—Pues claro —una sonrisa cruzó el rostro de Jess al advertir la obvia consternación de su amiga—. Oh, así que te has fijado en él, ¿eh?

—Sí, me he fijado en él, pero no me interesa. Ya te he dicho que no es mi tipo.

—No es tu tipo para una relación permanente, quizá. ¿Pero por qué no tener una aventura mientras estáis ambos fuera de la ciudad?

—¿Una aventura? No me interesan las aventuras de ese tipo, gracias —ya tenía suficiente con soportar las de su madre.

—Que no lo hayas hecho hasta ahora no quiere decir que no puedas hacerlo —repuso Jess—. Ya es hora de que te des un descanso, de que te permitas algo divertido para variar. Muy bien, sabes perfectamente que no tienes nada que ver con ese pedante y que no podrías tener una relación seria con él. ¿Pero y qué? Nada te impide pasar una loca y fabulosa noche de sexo.

Chloe intentó no escucharla. Lo que Jess estaba sugiriendo era imposible. Aunque ella misma estuviera deseándolo, Troy Langtree jamás había dado la menor señal de sentirse atraído por ella.

—Qué diablos, yo intentaría seducirlo si él pudiera estar interesado en mí —continuó Jess—. Desgraciadamente, a juzgar por las mujeres con las que he oído decir que ha salido, le gustan las mujeres con curvas, como tú. No altas y delgadas como yo. Mira, ¿por qué no te pasas por mi mostrador y te doy unas muestras de maquillaje para este fin de semana?

—Olvídalo. Este va a ser un viaje de negocios, no de placer. Y no pienso tener ningún tipo de relación personal con Troy Langtree.

Por si puesto, si Troy Langtree resultaba ser aquel dios pagano al que había visto cambiando una rueda, seguramente no le importaría.

—De acuerdo —respondió Jess, y se levantó para salir del despacho—. Pero recuerda, si continúas retrasando la búsqueda de tu hombre ideal hasta que termines la carrera y tu madre y tu hermana puedan cuidarse solas, es posible que cuando lo encuentres él ya esté casado… o sea tan viejo que tengas que animarlo con Viagra.

 

 

A pesar del sol inclemente que abrasaba su espalda, Trent Langtree decidió dar una vuelta más. Había estado trabajando desde el amanecer; y eran ya las cinco. Había sido un día muy largo, pero también productivo. Aquel trabajo definitivamente merecía la pena, tanto para él como para el resto de su cuadrilla. Y por larga y dura que fuera su jornada laboral, pasar el día al aire libre continuaba siendo preferible a hacerlo en el almacén familiar, como su hermano gemelo, Troy.

El proyecto del Centro Turístico Dolphin Island era el más importante que había conseguido la empresa de jardinería que había montado tres años atrás. Sus trabajadores no se estaban quejando de las largas jornadas, y tampoco de la perfección que les exigía.

Ellos sabían tan bien como él lo mucho que se jugaban en aquel proyecto.

Pero el que más arriesgaba era Trent. Los doscientos mil dólares que iban a cobrar podrían mantener la empresa a flote durante algún tiempo. Pero lo más importante eran los futuros clientes que a partir de aquel proyecto pudieran obtener.

—Eso podrías conseguirlo con unas cuantas llamadas —solía decirle Jason, su capataz.

Y era cierto. Unas cuantas llamadas a antiguos amigos y colegas bastarían para que su empresa tuviera más clientes de los que podía atender. Pero Trent no quería hacer las cosas de ese modo.

Cuando se había ido de casa de su abuela, le había dicho que quería labrarse su propio futuro sin recurrir al apellido de la familia. A su abuela no le había hecho ninguna gracia, pero Trent se había negado a dar marcha atrás. Ni las lágrimas ni las súplicas de su abuela le habían hecho cambiar su opinión. Y, por supuesto, tampoco sus amenazas.

Trent adoraba a su abuela, y al resto de su familia, pero les había entregado cinco años de su vida que había dedicado a hacer las cosas tal como ellos pretendían. Cinco años vistiendo traje, asistiendo a reuniones e intentando preocuparse por las futuras tendencias del mercado para que la galería comercial de su familia pudiera continuar ganando sus todopoderosos dólares.

Cinco año sabiendo que nunca sería feliz haciendo lo que su familia quería que hiciera.

Trent había pasado por la galería unas semanas atrás solo para recordarse lo que se estaba jugando. Como si formara parte de un oscuro presagio, se le había pinchado una rueda, algo que había divertido muchísimo a Troy cuando se lo había contado al día siguiente en una reunión familiar. Troy había sugerido que probablemente su abuela hubiera tirado clavos en la calle intencionadamente, para atraparlo. Cuando Trent había admitido que había terminado disfrutando de una refrescante ducha delante del escaparate principal, su abuela se había puesto muy seria. Aunque la verdad era que rara vez le divertía nada, salvo las promociones y las ventas.