El asesino de la expo - Luis García-Nieto - E-Book

El asesino de la expo E-Book

Luis García-Nieto

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En la tradición del mejor Vázquez-Montalban o Andreu Martín, Luís García-Nieto aprovecha el trasfondo social y político de su ciudad natal para contarnos una historia comprometida bajo el ropaje de una dura novela negra. Con la Expo de 2008 en Zaragoza como telón de fondo, esta obra capital nos introduce en una trama de terrorismo en la que un descreído inspector tiene las horas contadas para detener una calamidad que podría dar al traste con todo el acontecimiento.

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Veröffentlichungsjahr: 2022

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El asesino de la expo

Otro caso del comisario Cosme del Cacho

Saga

El asesino de la expo

 

Copyright © 2008, 2022 Luis García-Nieto and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728374009

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

A mis amigos José Ma y Eduardo.

A Isaías Carrasco, asesinado por ETA el 7 de marzo.

EL ASESINO DE LA EXPO

OTRO CASO DEL COMISARIO COSME DEL CACHO

Se acercaban las fiestas del Pilar. Nunca me habían gustado. Cuando estaba en activo, eso sí, te sacaban de la rutina en la comisaría de la calle Ponzano. Todos los carteristas profesionales del país acudían a Zaragoza e iban de feria en feria como el circo de Ángel Cristo y sus leones, o los autos de choque y la noria. A la mitad de ellos los deteníamos en las primeras 48 horas. Sólo en las cercanías de la plaza del Pilar pillábamos a la mayoría. Elegían ese lugar como uno de los fáciles: vecinos y forasteros con dinero en el bolsillo para gastar. El turno de tarde-noche era el peor, borrachos y pendencieros terminaban en la comisaría donde los teníamos unas horas, solamente unos pocos comparecían ante el juez, algunos terminaban en la cárcel de Torrero.

Me dispuse a atrincherarme en mi domicilio, bien provisto de películas para alimentar el DVD y lectura abundante. Días antes, había repasado las novedades en la Librería General del paseo de la Independencia y la sección de películas en El Corte Inglés; justo uno enfrente del otro. Poco después, tenía casi decidido qué es lo que iba a leer y a ver, durante los nueve días interminables. Mi querida hija quedaría un día conmigo para comer y una hora antes, me llamaría para decirme que era imposible vernos, que algo le había ocurrido; la verdad es que nunca me decía qué. “¡Si supieras lo que me acaba de ocurrir, no te lo creerías!” –exclamaba–. Como no me lo decía nunca, no tenía que creerla. En fin, mejor así.

La programación del Teatro Principal flojeaba en esas fechas: “Hay que hacer caja, Cosme” –me decía siempre mi amigo Ángel Anadón–. Poco a poco y con algún enfado de él, acudía cada vez más al Auditórium de la ciudad. Su joven director, Miguel Ángel Tapia, estaba elevando la calidad de la programación día a día. Ángel y Miguel Ángel se profesaban un cariño y respeto envidiable, los domingos coincidíamos comiendo en el restaurante Lido en la calle Mayor, me divertían sus discusiones sobre las bondades de la música y el teatro. Cada uno de ellos defendía lo suyo con vehemencia. La verdad es que Tapia, acudía siempre a los estrenos del Principal y Ángel, no siempre comparecía en los conciertos. “¡Es que está muy lejos tu Auditórium!” – exclamaba cuando el músico le ponía falta.

Durante las fiestas la tertulia se interrumpía, tengo que reconocer que la suspensión resultaba un alivio. Desde la muerte de Marcelino Torrente ésta hacía aguas y sólo por la paciencia y el buen hacer de Ángel Anadón se mantenía. En varias ocasiones el joven Juan Belmonte nos había manifestado su deseo de abandonarla. Por primera vez, reconozco que la jubilación me estaba pesando. Veamos, tengo a fecha de hoy, 7 de octubre del 2003, 59 años, estoy jubilado desde hace cuatro y físicamente me encuentro muy bien. Afortunadamente no he ganado peso como otros compañeros policías, mantengo mi sana costumbre de andar por las mañanas dos horas a buen paso. Salgo de casa sobre las 9 de la mañana, de regreso a las 11, compro el periódico y me tomo mi segundo café con leche con sacarina. Siempre a la misma hora y en el mismo bar, donde veo a los jubilados jugando a las cartas, tomando carajillos y fumando unas farias apestosas. Cuando salgo de casa ya están allí, se suelen levantar de la mesa sobre las 12.30 para regresar a casa, algunos, con tres carajillos y un par de revueltos en el cuerpo. El tema de conversación preferido entre ellos es: lo mal que se llevan con la mujer y lo ingratos que son los hijos, que no vienen a casa más que a pedir. Yo, como soy viudo, no tengo el primer problema, y mi hija no es que sea ingrata conmigo, sino sencillamente es poco hija. No la conozco, apenas sé de su vida, tiene dos hijos de dos maridos distintos a los cuales apenas he tratado, me limito en Navidad a hacerles un regalo. María en una ocasión me pidió que, mejor que regalo, le diese el dinero. Naturalmente me negué a hacerlo. Mi nieto mayor vive en Irlanda y no tengo noticias de él, creo que su madre tampoco. Mi hija, según me han dicho, vuelve a estar soltera. Su segundo marido se volvió a la Argentina hace ahora cuatro años por motivos que desconozco, se acaban de divorciar hace escasos meses.

He intentado en dos ocasiones, distraerme acudiendo a una tertulia de policías retirados. Reconozco que me resultó insoportable, no pude identificarme con ninguno de ellos. Sus conversaciones me resultaron insulsas y soy generoso. Además, nunca he soportado las groserías. Cuando decidí no volver, me acordé de mi padre y lo que me respondió cuando le dije que quería ser policía: “Hijo, no sabes dónde te metes”. Claro que esa conversación, tuvo lugar hace más de cuarenta años. Mi padre me rogó que hiciese una carrera universitaria, gracias a él y a su esfuerzo estudié Derecho. Además, la policía de hoy es otra cosa, afortunadamente.

Belmonte me regaló una novela de un escritor sueco de apellido Mankell. “Va de policías, Cosme, es muy entretenida. Su personaje es un comisario y me recuerda un poco a ti”. Se titula “Los perros de Riga” y tiene poco más de 250 páginas, la letra es bastante grande, lo cual facilita su lectura. Odio la letra pequeña, los editores intentan ahorrarse papel jodiéndole la vista a los lectores.

Recogí en la Librería General la última novela de Arturo Pérez-Reverte, una selección de poemas de Pablo Neruda que tenían de oferta en El Corte Inglés y cuatro películas, que me apetecía volver a ver. Decidí que sería “Memorias de África” la primera que vería. Reconozco que me encanta, y me gusta especialmente Meryl Streep, sólo puede competir con ella en belleza y atractivo Michelle Pfeiffer. Bien pertrechado de cine y lectura, me dispuse a exiliarme en mi domicilio hasta que terminasen las fiestas. Comencé a leer “Los perros de Riga”. Justo cuando iba por la página doce sonó el teléfono:

—Cosme, soy Samuel. ¿Cómo estás, viejo amigo?

—Coño, qué sorpresa. ¿Cómo está tu padre?

—Por eso te llamo, acaba de morir.

Noté que se me paraba el corazón y durante varios segundos me quedé mudo.

—Cosme, ¿estás ahí?

—Claro, claro, pero... ¿cómo ha sido?, no sabía que estuviera enfermo.

—Ni tú ni nadie, ya sabes cómo era. Hasta hace unos días ni mi madre ni yo sabíamos nada de su dolencia, no teníamos ni idea. El jueves se desmayó en casa viendo la televisión, bueno, en realidad estaba viendo una película. Fue entonces cuando fuimos informados por su médico de que tenía una lesión muy grave en el corazón. Le había prohibido que lo comentase con nadie, y cuando él decía nadie, era nadie. Recuperó el conocimiento 24 horas después, le ha dado tiempo de despedirse de nosotros y me dio un fuerte abrazo para ti. Aparte de los más íntimos, fuiste el único para el que tuvo un recuerdo. Te deja unos disquetes de su ordenador particular.

—¿Cuándo es el entierro, hijo?

—Pasado mañana, me dio órdenes muy concisas sobre el acto civil: la familia, tú y poco más. No quiere que su nieta acuda. “La muerte nunca es bonita” –me dijo.

—Allí estaré. Dale un fuerte abrazo a tu madre.

—Se alegrará de verte, comisario. ¿Cuándo llegas a París?, quiero ir a buscarte.

—Llegaré mañana a Orly sobre las 11.45. No es necesario que vengas, te supongo muy ocupado. Además, sabes que me muevo bien por París.

—Te estaré esperando, para nosotros eres de la familia. Hasta mañana, comisario.

Colgué el teléfono y me puse a llorar. A mi querido amigo lo iban a incinerar pasado mañana. Me hice la maleta y encima de ella, para no olvidarme, puse la novela de Mankell regalo de Belmonte. Pensé en llamar a mi hija pero no lo hice, sí a Ángel Anadón para decirle que estaría fuera de la ciudad 48 horas. No me preguntó dónde iba.

El acto civil, en el cementerio de Montmartre, duró escasamente una hora. En nombre de la familia habló su único hijo. Samuel se refirió a su padre como amigo, destacando de él sus principales valores. Amistad, dignidad, fidelidad, honradez y civismo; fueron los adjetivos que serenamente pronunció. Nadie soltó una lágrima. Me sorprendió la intervención de un rabino y fue cuando descubrí que los Pérez practicaban el judaísmo, Samuel y tres de los asistentes llevaban un kipá. Allí conocí a la juez Le Vert, fue ella quien me abordó:

—¡Ah, señor comisario! Me alegro de conocerle, tengo las mejores referencias de usted, Simón en varias ocasiones me habló de su amistad.

—Señora, es un placer. Yo también y por nuestro amigo tengo muy buenas referencias suyas, conozco su trabajo y la admiro. Ojalá en nuestro país tuviésemos jueces como usted.

—También sé algunas cosas de su trabajo, monsieur del Cacho. Su participación en el intento de evitar el atentado del primer ministro Carrero Blanco en el año 1973 fue espléndido. Ustedes pudieron cambiar la historia de España, si les hubiesen hecho caso.

—No crea, señora, tengo mis dudas. Posiblemente si hubiésemos salvado la vida al almirante, la dictadura a la muerte de Franco hubiese durado más.

—Adiós, monsieur, si vuelve a París no dude en llamarme, sé que está medio retirado.

—Así lo haré señora, no lo dude.

Volví a Zaragoza un día más tarde de lo previsto, en realidad no tenía ninguna prisa. Samuel se había empeñado desde mi llegada a París en que me hospedase en su domicilio. En el directorio de su casa, en una placa metálica, leí no sin sorpresa: “Samuel Peres – Simone Pasqua 3o A”. El apellido del hijo de mi amigo había cambiado ligeramente, de Pérez había pasado a Peres, posiblemente en reconocimiento al líder laborista israelí Simón Peres. Samuel recientemente había sido nombrado director general de Servicios Especiales de Interpol, años antes se había nacionalizado francés al casarse con su esposa Simone, hija del que fue ministro del Interior Charles Pasqua. Tenían una niña de 13 años pelirroja y con pecas, que era el vivo retrato de su abuelo paterno. Mi amigo me dedicó la última tarde de mi estancia.

—¿Dónde quieres ir, Cosme?, tengo la tarde libre.

—Quiero ir en el metro, me encanta hacerlo. En Zaragoza no tenemos, aunque ya empieza a ser necesario. Me gusta ver la ciudad por dentro, y en el metro se palpa el cívico comportamiento de los franceses que yo tanto admiro.

En el avión de regreso terminé de leer la novela. Su comisario Kurt Wallander no se parecía en nada a mí. Cómo coño un personaje de novela sueco, policía divorciado, con una hija conflictiva y dudas sobre su profesión, se iba a parecer a mí.

El taxi tardó en llevarme a mi domicilio más de una hora. El programa de fiestas apostaba por actos en la calle, y como pude comprobar, con mucho éxito. El taxista, dedicó varios improperios al alcalde recién elegido, al cual no tenía el gusto de conocer. Ya en mi domicilio abrí las ventanas de casa, si algo detesto en el mundo es el olor a cerrado. A los diez minutos tuve que hacer lo contrario, en el bar justo debajo de mi casa, una charanga repetía una y otra vez gritando a pleno pulmón algo así como: “Si te ha pillao la vaca jódete, jódete” Me puse cómodo. En el contestador telefónico dos mensajes: Ángel Anadón y Belmonte me preguntaban dónde estaba, al parecer los tenía preocupados. A mi hija, por lo visto, no. Me acordé de mi amigo Simón y busqué en el armario las cartas personales y documentos que me había enviado por correo en los últimos años. El informe sobre la juez Laurence Le Vert, a la cual había conocido dos días antes, tenía fecha de hacía dos años. Se lo había pedido cuando me fui interesando por su trabajo. Estar jubilado no me había hecho perder el interés por la gente que combatía a ETA, y la señora juez francesa era el enemigo número uno de la banda terrorista. Tenía una introducción de mi querido amigo, éste no era muy dado al elogio pero en esta ocasión se saltaba su regla de oro. “No juzgues a las personas con las que trabajas mas que por sus hechos” –solía decirme en los 38 años de amistad–. No se había saltado ni una sola vez su regla, yo la aprendí de él y pocas veces me había equivocado. A partir de ahí, el informe era puramente profesional.

Laurence Le Vert: Nació el 19 de febrero de 1951 en Neuilly, municipio colindante con París, en el seno de una familia católica que hablaba alemán, su primera lengua. Se licenció en Derecho, pasó por la Escuela de la Magistratura de Burdeos, debutó como magistrada en el tribunal de Chartres en 1975, trabajó como agregada en el Ministerio de Justicia y ocupó más tarde una plaza de sustituto en el Tribunal de París. En 1986 se integró en la sección antiterrorista, junto a la fiscal Irène Stoller dónde comenzó una etapa de colaboración con la justicia española poniendo fin a las reservas judiciales francesas. Por aquel entonces el Gobierno galo declaró a ETA “organización terrorista” y asumió la necesidad de crear una sección judicial específica para combatir a los hasta entonces denominados “separatistas” vascos. El ministro del Interior Charles Pasqua selló el acuerdo con el Gobierno español representado por el entonces secretario de Estado para la Seguridad Rafael Vera.

—“De acuerdo, de acuerdo, nosotros hacemos todo esto, pero ustedes desmontan el GAL”. Esa frase del ministro Pasqua fue pronunciada en presencia de la juez Le Vert. Nadie en la magistratura francesa quiso hacerse cargo del dossier vasco, un asunto espinoso e ingrato, que suscitaba la duda, tras la irrupción de los GAL, de si Francia debía de tomar cartas en el asunto de una violencia que no todo el mundo tachaba de terrorista. La señora juez, animada por la fiscal Stoller, aceptó el encargo envenenado tras visionar abundantes vídeos suministrados por sus colegas españoles. Le Vert se escandalizó al ver los cuerpos carbonizados por los coches bomba, las mutilaciones, y constatar, a continuación, la tibia reacción de su país. Casada con el abogado inglés Crosthwaite, con bufete en Londres y castillo en Normandia, tienen dos hijos. Le Vert no cree en la bondad roussoniana del hombre, y tampoco en la infalibilidad de los jueces. Reivindica, su derecho a errar, pero no encuentra justificación posible a la irresponsabilidad profesional. Huye del protagonismo con una determinación y firmeza a la altura de su fama. Rechaza las entrevistas, tiene prohibido que la fotografíen, y se ha negado a recibir la Gran Cruz de Isabel la Católica con la que el Gobierno español ha querido premiar su trabajo. Ha sentado en el banquillo a dos centenares de activistas de ETA, siempre las condenas han sido las máximas que le permite la ley. Tiene una memoria prodigiosa, aludir a cualquiera de los grandes golpes de ETA (Artapalo, Sokoa, Bidart...) activa en ella una catarata de datos, nombres y fechas, que pone al servicio de una jornada laboral de 14 horas, y del gusto por el trabajo hecho a conciencia. Ésta mujer es el enemigo número uno de ETA, el objetivo supremo por el que la organización terrorista estuvo a punto de romper, “excepcionalmente”, la regla autoimpuesta que les prohíbe matar en Francia para no desatar las iras del Gobierno de París. La siguieron durante semanas, tenían los explosivos, los coches a utilizar, los verdugos seleccionados y dispuestos. Su asesinato fue aprobado por cuatro de los cinco responsables del aparato militar, según el acta confiscada a Ibón Fernández “Susper”. La coincidencia de que en la misma calle vivía la política francesa, Ségolène Royal, les hizo desistir. Ésta es la mujer que con más ahínco ha trabajado en la exterminación de ETA, posee archivos que nadie tiene en Francia, y se dice que tiene “topos” en la organización terrorista, esto último siempre lo ha negado, mantiene una estrecha relación profesional y personal con el juez Baltasar Garzón, al que recrimina su protagonismo. Fin del informe.

En nuestro país era prácticamente desconocida, me había impresionado conocerla. De apariencia frágil, tenía una mirada penetrante de las que no se olvidan, ella fue quien me presentó en el cementerio a su amiga Loretta Napoleoni. Ésta última me miró con mucho interés, me anoté preguntarle a Samuel por ella, tenía una mirada igual que la de Le Vert.

Me sentí tremendamente fatigado, y porqué no decirlo, me noté mayor. La muerte de mi amigo me acercaba al miedo, a la soledad, al dolor y a la incertidumbre de aparecer un día inerte en mi cama. Intenté distraerme de los pensamientos tenebrosos que me estaban invadiendo, y pensé en los momentos buenos con Simón. Como él me contó, había nacido un kilómetro fuera de España. Su padre y su madre salieron de España la noche del 18 de julio de 1939, fueron en coche hasta la frontera y pasaron ésta andando, justo a un kilómetro y ya en suelo francés nació Simón. La hermana de su madre, casada con un policía belga, les estaba esperando para llevarlos a Bruselas. Allí, en esa ciudad donde es, le conocí. Mi primera salida al extranjero fue a un curso de Interpol y yo era el único español. Todos me hicieron el vacío. Eso, acompañado de mi escaso inglés me provocó un doble aislamiento. “¡Un policía español de Franco!” Me tuve que oír de todos menos de Simón.

—¡De Zaragoza eh! ¿Cómo está la Virgen del Pilar?

—Subida a la columna – respondí de mala leche.

—No te enfades, hombre, yo soy casi español.

Simón fue el primero de la promoción y yo el segundo. Fraguamos una más que sólida amistad y aprendí de Interpol todo lo que sé. Su tío el policía había sido fundador y tenía en Bruselas a su disposición el primer ordenador, IBM claro.

Fueron las peores fiestas de toda mi vida. Ángel y Belmonte me llamaron, sólo lograron que quedase con ellos a comer en el restaurante Lido. Empecé la novela de Pérez-Reverte y me vi dos de las películas que me había comprado, sólo me animó un poco Meryl Streep en “Memorias de África”. Mi hija me llamó por teléfono: “Perdona, no te pude llamar. Si te cuento lo que me pasó no te lo crees. ¿Te lo has pasado bien en las fiestas?” Le dije que sí y colgué.

A las dos en punto me personé en el restaurante, mis dos amigos ya habían llegado. Mientras saludaba a Alberto, el dueño del Lido, observé que cortaban su conversación y pensé que estaban hablando de mí.

—Comisario, esta ciudad no ha sido lo mismo sin ti.

—Espero que haya sido mejor. ¿Cómo estáis, queridos amigos?

La comida fue espléndida: de primero lentejas con arroz y unos pequeños trozos de morcilla de Burgos, de segundo unos pequeños gallos que se habían comprado esa misma mañana, la única concesión regional el postre, melocotón de Calanda con vino, café y una copita de orujo. Tomó la palabra Juan Belmonte, que fue novio de mi sobrina Mari Puri: “Cosme, nos tienes preocupados, desde hace meses te notamos un tanto ausente y depresivo. Ángel y yo queremos ayudarte en lo que podamos. Somos tus amigos, pero tampoco te dejas mucho”.

Observé a Ángel, daba vueltas y vueltas a su cortado con la cucharilla, lo estaba pasando mal. Éstos son mis únicos amigos –pensé–, se preocupan por mí, no tengo nada más. Sí, claro, tengo una hija y dos nietos pero apenas los conozco. Reconozco que de trato soy un poco hosco y decidí ponérselo fácil.

—Gracias, amigos, pero os quiero aclarar algo. No estoy ausente ni mucho menos depresivo, estoy aburrido. Sí, sí, no pongáis esa cara de asombro. Me aburro como una ostra. Además, la muerte de mi amigo Simón me ha dejado hecho polvo. Bien, supongo que tenéis algo previsto para mí. A ver, ¿qué terapia necesito? ¿qué se os ha ocurrido?

—La informática.

—¿Cómo dices, Juan?

—Déjame, yo se lo explico. Mira, Cosme, estoy un poco como tú. Por edad ya tendría que estar jubilado y tampoco tengo familia, no creáis que las gentes del teatro lo son, eso son frases hechas, el odio y la envidia están presentes como en cualquier colectivo. Los que fueron mis amigos, los grandes personajes de la escena, o están jubilados o muertos, y me cuesta mucho conectar con los jóvenes, sean autores o actores. He perdido pasión por el sexo y me empieza a interesar poco el mundo. Es más, me importa una mierda lo que ocurra fuera de mi entorno. Estamos en el mismo caso, querido comisario. Escucha con atención la sugerencia del joven Belmonte, yo te adelanto que lo voy a hacer.

—Caramba, Ángel, hacía años que no disertabas como hoy. Bien, veamos cuál es vuestra pócima mágica.

—Deberíais apuntaros a un curso de iniciación a la informática, y más concretamente a Internet. No os podéis imaginar lo que es. Ambos sois curiosos y creativos, por eso vais a descubrir la fascinación por lo desconocido. En tres semanas no os volveréis a aburrir, os lo juro.

Estaba claro que mis amigos lo venían urdiendo desde hacía tiempo. Me resultaba sorprendente que Ángel se prestase a intentarlo, sólo lo hace por cariño hacia mí – pensé–. Belmonte, con satisfacción, nos dio una tarjeta de inscripción. Comenzábamos dentro de una semana, dos horas diarias de lunes a viernes, en un centro de la Caja de Ahorros de la Inmaculada, casualmente muy cerca de mi domicilio. El horario, muy llevadero, me permitiría seguir andando mis dos horas diarias.

Me lo tomé muy en serio. Simón, hacía años, me había venido insistiendo en que me instalase un ordenador con conexión a Internet: “Así me evitarás enviarte los informes por correo”. Pensé que Ángel no aparecería el primer día de curso y me equivoqué, allí estaba tan lozano y perfumado como siempre. Los alumnos, unos veinte, de edades comprendidas entre cuarenta y el infinito, para ser más exactos 14 mujeres y 6 varones. El monitor, muy educado y profesional, se notaba que estaba acostumbrado a tratar con mayores. Odio lo de la tercera edad. Cada uno de nosotros disponía de un ordenador. Me aprendí de memoria las características del aparato: Marca ACER, procesador PENTIUM III, 700 MHz de velocidad, 64 Mb de memoria RAM, lector de CD, conexión a Internet, sistema operativo Windows 98 y monitor de 14 pulgadas en color tipo CTR.

Ángel aguantó una semana, comenzó a poner excusas como de niño pequeño para no ir al colegio. “No te enfadarás si te dejo sólo ¿verdad Cosme?”. Lo tranquilicé.

Me comencé a apasionar, a la tercera semana nos dejaban solos y empecé a entrar en páginas web que me había facilitado Belmonte. Me quedé con tres: Liberation, Le Monde y un periódico de Argelia, Le Quotidien d’Oran; todas ellas en francés. La argelina especialmente interesante, las informaciones sobre terrorismo islamista eran sencillamente buenas y apasionantes. –Ves, Simón, siempre te dije que yo prefiero ser aprendiz de muchas cosas antes que maestro de nada–. A partir de entonces me empecé a acostumbrar a hablar con mi amigo desaparecido, es más, juraría que escuchaba sus respuestas: “Muy bien, Cosme, los estás haciendo muy bien”. Al terminar el curso, de los veinte que comenzamos, de seis varones sólo quedaba yo, las mujeres todas menos una, que había tenido un accidente doméstico. Me ofrecieron empezar otro curso el próximo lunes que se titulaba: “Internet para iniciados”, no lo dudé ni un segundo y me apunté. Reconozco que me estaba apasionando. ¡Joder!, qué buena idea tuvieron mis amigos. Me sentí querido por ellos y me encontré mucho mejor.

En mi calle habían montado un cibercafé hacía dos años. Recuerdo que mis vecinos habían estado muy vigilantes, ante la noticia de que instalaban otro bar y ya teníamos cuatro en apenas 200 metros, incluso me pasaron a la firma un pliego dirigido al ayuntamiento mostrando su rechazo y preocupación. A mitad de curso, se me ocurrió mirar al interior del local y me pareció ver un ordenador, idéntico al que yo estaba utilizando. ¡Eh, señor comisario! Entre, que ya sabemos que está estudiando informática. El joven encargado, que al parecer vivía en el piso de debajo del mío, me puso al corriente de las tarifas.

—A usted le haremos un precio especial. Además, le debo un favor.

—No recuerdo joven, ilústreme.

—Hace diez años, cuando yo era un chaval, me detuvieron por una riña en la calle que terminó mal, me llevaron a su comisaría y usted me sacó de allí, eso sí, con una bronca monumental. Mi madre le profesa una gran simpatía, en el barrio estamos orgullosos de usted, sabemos que es un pasma honrado.

Pedro, el joven propietario del cibercafé, –bueno, había sido el padre el que había puesto el dinero–, se convirtió en mi asesor informático.

—Mire, comisario, Internet es un mundo apenas explorado, esto acaba de comenzar, el que no se suba a este carro será un analfabeto del siglo XXI. Considérese un explorador como Cristóbal Colón, la red todos los días te amplía los horizontes.

¡Joder con el vecino!, ¡cómo filosofa! Nadie lo diría al verle la pinta: pelo rasta, tatuajes varios, pendientes en ambas orejas, colgante al cuello y un pin que anuncia su homosexualidad. Todo eso, más un ligero tufo a marihuana.

Comencé a notar que la pasión me iba invadiendo, lo que empezó como un entretenimiento se estaba convirtiendo en un apasionante afán de avanzar rápido, de conocer, de explorar, tal y como me había indicado Pedro. Todas las tardes tras mi siesta reglamentaria bajaba al local, primero una hora diaria de lunes a viernes. Al cabo de un mes y terminado el curso de iniciación, aquello se convirtió en mañana y tarde. En total, calculo que un mínimo de cuatro horas diarias. Pedro me animaba y elogiaba mis progresos, también me facilitó las primeras publicaciones sobre la materia. Los usuarios habituales muchachos y muchachas de entre 16 y 25 años, dejaron de mirarme de reojo como un bicho raro. Señor trajeado y con corbata, de unos sesenta años, no era lo habitual. Comenzaron a saludarme, me llamaban y no me importaba señor comisario. Supongo que Pedro les había informado de mi profesión.

En enero de 2004 empecé a seleccionar la información que más me interesaba. El terrorismo tanto nacional como internacional, más concretamente ETA y todo lo ocurrido tras el derrumbe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York. Había seguido el acontecimiento con mucho interés, no sólo por la prensa española y francesa, sino también por algunos informes de procedencia estadounidense, que me había remitido Simón. No tengo especial predilección por las estructuras del poder de EEUU, las escasas ocasiones que había tenido de colaborar con agencias norteamericanas de información habían acrecentado mi opinión.

Durante días y días entré en webs de las cuales pocos meses antes no tenía ni idea de su existencia. Comencé por la norteamericana The Washington Post, me pareció la más solvente, se atrevían a opinar y no coincidían con la totalidad de los grandes periódicos y cadenas de televisión, que seguían a pie juntillas la versión oficial. Le Quotidien d’Oran, que ya había utilizado, Al Jazeera, que además de en árabe se publicaba en francés. The International News de Pakistán, en inglés, y L’Orient-Le Jour del Líbano, en francés. Para convertirte en un aceptable analista político, debes de buscar todas las versiones, opiniones y aporte de datos de distintas fuentes. Creo que lo estaba consiguiendo. Mi opinión seguía siendo que los americanos donde meten el pie provocan el desastre. La guerra de Irak, como la de Vietnam, estaba abocada al fracaso, mas todos debemos de saber que la industria del armamento en EEUU es muy poderosa. Al final no sabes si las guerras se declaran solamente para vender armas y controlar el petróleo mundial.

El jueves 11 de marzo me levanté con la pereza mental de saber que por la tarde tenía la tertulia. El día anterior Ángel Anadón me había llamado para recordármelo; la cercanía de las elecciones generales, que se celebraban el domingo, le daba a la tertulia un cierto interés –me dijo Ángel para animarme–. Muy a mi pesar le prometí mi asistencia. Estaba en el cuarto de baño con mi pequeña radio, me había duchado y me disponía a afeitarme. Bien –pensé-, tengo una mañana agradable: dos horas de andar, mi segundo café y lo más importante, sobre las 11.30 estaré sentado frente al ordenador. En los últimos días estaba imprimiendo lo que me parecía más sustantivo. y ya tenía en mi domicilio cerca de 80 folios. Por lo tanto una doble satisfacción, tener la información que veía en la pantalla, llevarme a casa lo más interesante y poder confrontarlo, haciendo anotaciones en el folio.

A las 7.50, en plena faena del rasurado, una noticia en la radio hizo que me diese un corte en la mejilla izquierda. Iñaki Gabilondo, en su programa “Hoy por Hoy”, informaba de explosiones en la estación madrileña de Atocha. Pocos minutos después más explosiones en la estación de El Pozo del Tío Raimundo. Se anunciaban los primeros muertos y docenas de heridos. Seguidamente se incorporaron las televisiones, primeras imágenes, caos, sangre, confusión, horror... Se pronuncia la palabra atentado ligada con ETA. La banda terrorista, al igual que hizo en Barcelona en HIPERCOR y en Zaragoza en la casa cuartel de la Guardia Civil, acababa de provocar una matanza.

—Cosme, ¿estás viendo las noticias? Estos hijos de puta de ETA lo han vuelto a hacer.

—Lo estoy viendo, Ángel, pero no te precipites con lo de ETA, han podido ser otros.

—Pero, ¿qué me dices? Está mas claro que el agua han sido ellos, posiblemente los mismos que los de la matanza de la avenida de Cataluña.

—Ángel, te llamo luego, están dando noticias de más bombas.

—Claro, claro, comisario, ¿mantenemos la tertulia de ésta tarde?, tú eres el profesional.

—La mantenemos. Perdona, luego te llamo.

Primeras noticias oficiales: Cuatro bombas en un convoy estacionado en Atocha, otras en la calle de Téllez en El Pozo del Tío Raimundo, en el barrio de Santa Engracia puede haber muchos muertos. Se anuncia comparecencia del ministro del Interior Ángel Acebes. Me quedé petrificado, me sacó del ensimismamiento la llamada de Juan Belmonte.

—Señor comisario ¿cómo lo ves? En Francia no lo tienen tan claro, se acuerdan de las amenazas de hace unos meses de grupos islamistas, de atentar precisamente en trenes. ¿Lo recuerdas?

—Sí. ¿De dónde sacas la información?

—Estoy en la web del Liberation. Como bien sabes, nuestros queridos vecinos franceses son los mejores informados de lo que ocurre en el Magreb. Los atentados de Casablanca los pusieron sobre aviso. No descartes que sean islamistas, acuérdate de las Torres Gemelas. Te llamaré más tarde.

—¡Juan!

—Dime, Cosme.

—¿Vas a ir esta tarde a la tertulia?

—Sólo si tú me lo pides.

—Te lo pido. Hasta la tarde.

Me vestí, me puse no sé por qué una corbata negra y me bajé al cibercafé. Pedrito me dijo:

—Le estaba esperando, señor comisario, como hoy está sólo puede fumar, aunque le recuerdo que el tabaco mata.

—Más matan las bombas –le respondí.

—Cabrones de ETA, habría que dar la independencia a los putos vascos –exclamó mi vecino.

Me zambullí en la web que me había aconsejado Belmonte, la información entraba a raudales. A las cuatro de la tarde me levanté de delante del ordenador, el muchacho me había traído un bocadillo y una cerveza. Cada vez tenía más dudas de la autoría de ETA, Arnaldo Otegi ya había comparecido para negarlo.

Ya de regreso en mi domicilio un mensaje de mi amigo Samuel Peres me invitaba a llamarle, yo lo había intentado por la mañana sin éxito.

—Samuel, amigo, he intentado ponerme en contacto contigo esta mañana. ¿Cómo estáis?

—Muy bien, la niña creciendo. Qué horror lo sucedido en las estaciones, ¿no, Cosme? Por las noticias que nos están facilitando el Gobierno español y distintas agencias, puede haber muchos muertos y los heridos son innumerables. Pero eso ya lo sabes tú. Me interesa que me des tu opinión, estoy elaborando un informe que tengo que entregar mañana por la mañana.

—Verás, tengo serias dudas sobre la autoría de la banda terrorista ETA. No me parece todo tan claro como se está presentando, no te olvides, querido amigo, que el domingo tenemos elecciones generales.

—¿La opinión que me estás dando es sólo tuya, o está compartida?

—Mía, tengo que reconocerte que no he tenido tiempo de confrontarla con nadie.

—Te anuncio que estoy grabando la conversación, por lo tanto es oficial. Sé concreto, ¿en qué te basas?

—Me halaga saber que os interesa la opinión de un viejo policía.

—Tú nunca serás viejo, lo segundo sí, siempre serás policía. Explícate.

—La operación terrorista no tiene el sello de ETA. Ellos no trabajan en grupo nunca. Ni en HIPERCOR, ni en Zaragoza en la casa cuartel de la Guardia Civil lo hicieron. Te recuerdo que en Francia tuvisteis amenazas de atentados en trenes, fueron anunciados por grupos islamistas. Por último, y éste es el argumento principal, los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York marcaron a ETA, ellos saben la resonancia que tuvo, las bombas de los trenes se parecen mucho a las de Manhattan. Los de ETA son unos criminales pero no son estúpidos, sería ponerse al mismo nivel que Bin Laden. Otro dato que te doy, Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, ha comparecido inmediatamente para negar que la banda tenga nada que ver, es más, ha condenado el atentado. Esto es inédito, por lo tanto avala mi supuesto.

—Lo último me parece demoledor, ¿lo tienes constatado, Cosme?

—Lo he visto en televisión en tres ocasiones.

—Según lo que me estás diciendo, tú apuestas por grupos islamistas.

—Cada minuto que pasa me reafirmo más. Te recuerdo el atentado de la Casa de España en Casablanca.

—Ése es un dato que tengo encima de la mesa. Que sepas que remitimos un informe al Gobierno español, que por cierto no tuvo contestación. Al parecer el señor ministro aclaró insistentemente que a pesar del nombre del establecimiento, solamente era un bar de comidas y bodas. Les aconsejábamos que tomasen medidas, la foto de las Azores podía ser un objetivo. Primero Nueva York, luego Madrid, espero que no se confirme en el futuro con atentados en Londres. Tenme informado, Cosme, te llamaré esta noche.

—Hasta la noche.

La tertulia fue un horror, el señor financiero y el señor periodista bramaban contra ETA. Antonio Seral, hombre ponderado donde los hay, pidió la pena de muerte. Don José María propuso que José María Aznar fuese el candidato el próximo domingo: “No se abandona el barco cuando el país está en peligro” –exclamaba–. Belmonte les aclaró que esto era imposible, hacía días que la Junta Electoral había ratificado las listas. Aznar no se presentaba al Congreso de los Diputados.

La segunda llamada de Samuel fue puramente profesional:

—Quiero que te incorpores a un equipo. El único interlocutor seré yo. Te voy a facilitar un correo electrónico privado y el número de un móvil, tú harás lo mismo. ¿Te ofrece algún problema?

—Lo primero no, mañana a primera hora lo tendrás. Lo segundo me niego, odio los teléfonos móviles.

Samuel me dio los datos.

—Cosme, ponte en marcha, esto no es solamente un asunto de España, mañana puede ser en Francia o en cualquier otro país del mundo. Me temo que nos deberíamos acostumbrar a vivir con el horror terrorista. Hasta mañana, amigo.

—Hasta mañana.

Me quedé perplejo. ¿Qué podía hacer yo? Afortunadamente las policías españolas de hoy no se parecían en nada a las que yo había sufrido durante gran parte de mi carrera. ¿Qué quería de mí mi amigo de Interpol? Sin duda algo distinto de lo oficial. Por mi información, Interpol tenía unos analistas que eran más que policías. Sería inútil transmitirle las noticias que aparecían en las webs que yo estaba consultando, tendrían docenas de jóvenes sentados las 24 horas delante de sus ordenadores. Dos hipótesis se me ocurrieron: La primera, quiere a un policía tradicional que sigue utilizando los viejos procedimientos. La segunda, Samuel conoce mi soberano aburrimiento o como lo había denominado Belmonte “ausente y depresivo”. Opté por la primera, claro que tenía que demostrar que todavía estaba vivo intelectualmente. Llamé a mi vecino, su madre me contó que había salido con los amigos. Le expliqué mi urgencia en utilizar el ordenador y la buena señora se brindó a facilitarme la entrada. Le dije que en 25 minutos bajaría, ese tiempo lo utilicé para llamar a mi amigo periodista Pepe Royo. Lo localicé a la primera en su puesto de trabajo, es el director del Centro Regional de Televisión. Periodista avezado con más de 25 años de profesión, lo conocí de jovencito en el periódico Amanecer de nuestra ciudad, justo cuando lo cerraban, había trabajado durante años en Madrid y tenía grandes contactos entre periodistas veteranos, además era novelista.

—Señor comisario, estaba pensando en usted, no se puede imaginar la que se está montando en Madrid, en la policía y en el CNI. Las noticias que tengo son preocupantes, los viejos policías, y perdone lo de viejos, sin tanto ordenador y tanta hostia, tenían un sentido del deber más acusado. ¿Qué se le ofrece, don Cosme?

—Quiero que me cuente qué está ocurriendo en los medios de comunicación. Todos ellos, como bien sabe, tienen sus informadores en la policía. Quiero saber lo que mañana no publicarán.

—¡Joder con el policía retirado! ¿No irá usted a escribir una novela? Si fuese así no le daría ni un dato, yo sí que lo pienso hacer. Supongo que por lo menos más de veinte periodistas lo habrán pensado como yo, sólo consiste en salir el primero. Tome nota, don Cosme.

Me dio información para hacer mi primer informe. Antes de despedirnos le dije:

—¿Puedo llamarle mañana?

—Naturalmente, comisario, sólo con una condición: a partir de ahora nos deberíamos tutear, ¿de acuerdo Cosme?

—De acuerdo, Pepe.

—Una última pregunta. ¿Tú te crees que ha sido ETA?

– No, –le contesté.

Estuve dos horas trabajando en el ordenador, la madre de Pedro me bajó de su casa un café con leche con unos bizcochos. Cuando pulsé enviar me sentí como un chico con zapatos nuevos, imprimí el informe y me subí a casa. La verdad es que me sentí feliz. Por lo que ya estaba ocurriendo daba la impresión de que no estaba tan claro que hubiese sido ETA, tan mal no estoy de la cabeza –pensé.

Informe enviado a Samuel a las 23. 45 horas del 11 de marzo de 2004:

Hora: 07. 37/07. 39

Estallan los cuatro trenes y se reciben las primeras llamadas de auxilio en los Teléfonos de Emergencias de Madrid, Policía Municipal y SAMUR. El comisario general de Información recibe la noticia en el aeropuerto a punto de embarcar hacia París.

Hora: 07.45 / 08.00

Confusas informaciones en los medios, las primeras cámaras de televisión en llegar, las de la agencia EFE.

Hora: 08.05/08.20

Comienzan a llegar los TEDAX, incluidos 30 del resto de España que estaban haciendo un curso de NBQ. Llegan a Téllez las primeras unidades policiales, el retraso se debe a la confusión entre ese tren y el que está en Atocha.

Hora: 08.30/08.45

Los TEDAX encuentran en Atocha una bomba sin explotar. Además, el policía municipal Jacobo Barrero localiza en el interior de uno de los vagones del tren de El Pozo, una bomba sin explotar que saca al andén. Se conoce el primer cómputo oficial de fallecidos: 15 y muchos heridos. El presidente del Gobierno se reúne en Moncloa con Javier Zarzalejos, Fernández-Lasquetty y Alfredo Tímermans. En ningún momento reconocen que es un gabinete de crisis. Las televisiones empiezan a dar las primeras imágenes. La Cadena SER dice que la policía confirma que no ha habido llamadas de aviso y que es la primera vez que no lo hace. A partir de esos minutos se comienza a extender que ha sido ETA.

Hora: 08.50/9.00

El candidato a presidente del Gobierno señor Rodríguez Zapatero atribuye el atentado a ETA y pide la unidad de todos los partidos en distintos medios. El juez Del Olmo abre diligencias previas, le corresponde por estar de guardia. Gaspar Llamazares, líder de IU condena el atentado de ETA.

Hora: 09.45/10.00

Se hace detonar la mochila encontrada por el policía municipal en la estación de El Pozo. La cifra de fallecidos se eleva a 62. Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, niega la autoría de ETA, culpa a la resistencia árabe y condena el atentado. No todos los medios dan la noticia.

Hora: 10.05/10.40

Aznar llama a Rodríguez Zapatero para decirle que va a convocar una manifestación. Esquerra Republicana de Catalunya condena el atentado de ETA. Rodríguez Zapatero llama a Rajoy y le propone reunir el pleno del Congreso o el Pacto Antiterrorista, Rajoy no le contesta. El presidente de una comunidad de vecinos informa a la policía de una furgoneta Renault Kangoo aparcada, que le parece sospechosa. La policía localiza la furgoneta, en el salpicadero encuentran una tarjeta. Averiguan que la Kangoo es robada. Se desaloja un colegio próximo. La policía llama a la comisaría de Alcalá para que avisen a la Policía Científica y a los TEDAX.

Hora: 11.20/12.20

Llegan periodistas ingleses del The Guardian al lugar donde está la furgoneta Kangoo, inicialmente se les prohíbe el paso. El ministro de Defensa Federico Trillo celebra una reunión con el CNI. Informa que su director dice que la autoría corresponde probablemente a ETA. (Éste posteriormente lo desmiente a un periodista). El SUP y el AUGC, sindicatos de la policía y de la Guardia Civil, condenan el atentado de ETA. La Conferencia Episcopal asimismo condena el atentado de ETA. Una fuente policial llama a su contacto en El Periódico de Catalunya. Textualmente le dice: Fíate de mí, ha sido Al Qaeda.

Hora: 12.20/14.30

Según Baltasar Garzón, un TEDAX le dice en Atocha que el explosivo es Titadine. En una reunión en el Ministerio del Interior Agustín Díaz de Mera, Pedro-Díaz Pintado y Santiago Cuadro, comisario general de Seguridad Ciudadana, les informa que el explosivo es Titadine con cordón detonante. Posteriormente Santiago Cuadro negará haberlo dicho. El todavía presidente del Gobierno llama a los directores de los medios de comunicación más importantes para decirles que ha sido ETA y que lo de Otegi es una cortina de humo. El ministro Acebes da su primera rueda de prensa, en la que acusa a ETA. Habla de 173 muertos y más de 600 heridos. El Gobierno pretende que Naciones Unidas condene el atentado de ETA, dando instrucciones. Todos los medios sacan ediciones especiales atribuyendo a ETA la masacre. El único que se desmarca es El Periódico de Catalunya.

Hora: 14.30/16.30

Santiago Cuadro recibe de la jefa de laboratorio de los TEDAX la información de que aparecen componentes genéricos de dinamita en los explosivos. El ministro Acebes declara que el explosivo utilizado es el habitual de ETA. La furgoneta Kangoo entra en las dependencias de la policía en Canillas, se hace cargo el comisario Mélida. Díaz-Pintado llama a su jefe y le informa de que hay detonadores y explosivos. Éste informa al ministro. Aparece una cinta grabada en árabe. El CNI envía una nota al Gobierno dando por casi segura la autoría de ETA. Se avisa al traductor de la policía Yusuf Nidal Ziad para que escuche la cinta coránica. Éste llegó a Canillas a las 16 horas para participar como traductor en un curso sobre extracción de ADN que se estaba dando a policías de países del Magreb. El presidente Aznar llama a Descallar, director del CNI y le pide que investigue la pista islámica.

Hora: 17.00 / 20.00

Representantes de la UEE (empresa que ha fabricado el cartucho de la furgoneta) reconocen que es dinamita Goma-2 ECO. La cinta encontrada está dedicada a la enseñanza del Corán. Dezcallar llama a Aznar y le dice que según los servicios secretos extranjeros, no hay nada que apunte a los islamistas.

Hora: 20.00/21.00

Rodríguez Zapatero informa a José María Aznar de que personas muy cercanas al candidato demócrata Kerry, les están informando que son islamistas, lo sabe por Miguel Sebastián. Aznar llama a los directores de los medios para decirles que hay dos vías de investigación. El Rey, en un mensaje televisado, pide unidad, firmeza y serenidad para luchar contra los terroristas. No menciona a ETA. La BBC en sus informativos afirma que el atentado podría ser de islamistas. Lío en IFEMA, funcionarios pretenden llevarse unos bultos depositados allí, los policías judiciales se lo impiden, tienen órdenes del juez Del Olmo. Aparece en Londres una reivindicación en nombre de las Brigadas de Abu Hafs Al Masri. El policía Javier Álvarez dice en la Cadena SER que tiene que rectificar una información: el explosivo no es Titadine sino dinamita.

Samuel, varias observaciones: las negritas son mías. Sé que disponéis de la mayoría de los datos pero es bueno tenerlos de una manera secuencial. Mis dos fuentes de información son buenas, un policía con treinta años de servicio y un periodista veterano, que conoce a los medios madrileños por haber trabajado durante años en Madrid. Observo gran confusión entre policías y soy generoso. Asimismo, los distintos jueces que aparecen están tomando posiciones y no sólo profesionales, Garzón y Del Olmo terminarán colisionando. El CNI hace afirmaciones que me consta que no son del todo ciertas. Sólo una pregunta: Según tú, ¿quien informa al Rey de España? Indícame si voy por buen camino.

Me acosté, dormí de un tirón cinco horas y podía haber seguido otras cinco, de no ser por el timbre de la puerta:

—Perdone, don Cosme, ya sé que es muy pronto. Mi hijo, que ha debido de dormir en el local me ha llamado por teléfono, como usted no aparece en la guía no ha podido llamarle. Ha dicho que baje, por favor, que tiene muchos correos electrónicos.

Le había facilitado mi contraseña a Pedro por la urgencia de los mensajes. En diez minutos estaba listo, ya en el portal me di cuenta de que iba en zapatillas.

—Joder, comisario, qué palo tener que avisarle, pero me ha parecido necesario ¿sabe? Anoche salí con los colegas de marcha, he vuelto sobre las 6 y ¡jódete!, me había olvidado las llaves de casa. Me las he dejado no sé donde y no he querido despertar a la abuela, se duerme muy tarde. ¿Un café, don Cosme? ¿Se lo paso del bar?

—Gracias, Pedro, y un paquete de Chester, luego te lo pagaré.

—Déjeme que le invite, usted me sacó del mal camino.

El correo estaba fechado a las 5.30 del día 12 de marzo. Qué envidia me estaba dando Samuel, me encantaban las vigilias en plena investigación. Pero bueno, tampoco estaba mal mi papel –pensé cuando terminé de leer la contestación del director de departamento Samuel Peres:

Querido Cosme: no esperaba menos de ti. Tu informe es impecable y has elegido sabiamente tu línea de trabajo. Tus famosas negritas son lo sustantivo del informe, mi padre me había hablado de ellas. Varias cosas que son importantes: Tu información sobre el comportamiento de las policías coincide con lo que nos envían nuestros hombres en Madrid. Según nuestras noticias, el director del CNI está continuamente desmintiendo informes que le atribuyen, eso sí, no lo hace en público. Puede que esté informando al juez Garzón para tener un buen testigo en el futuro. Los sindicatos de policía están tomando posiciones, la mayoría de ellos están convencidos de que el Partido Popular volverá a ganar las elecciones y quieren servir bien a sus amos. No todos son así, un grupo de profesionales está intentando organizarse. Nos sorprende la posición del Grupo PRISA, aunque creemos que en horas van a virar el rumbo y se pondrán al frente de la manifestación. Dos cosas para que las uses convenientemente: No existen como tal grupo terrorista las Brigadas de Abu Hafs Al Masri, son capaces de declararse autores de la muerte de Kennedy. Hace años se atribuyeron el famoso apagón de Nueva York, cuando la BBC dio la noticia de que podía ser un atentado de Al Qaeda enviaron la falsa autoría. Hoy a las 18 horas la BBC entrevistará a uno de sus miembros que desmentirá su participación y apuntará hacia Al Qaeda, dará algunos nombres posibles del comando. Te doy otra noticia: La ministra de Asuntos Exteriores está llamando a las cancillerías europeas para convencerles de que ha sido ETA, está haciendo el ridículo. A los franceses si alguien les pregunta por esto no lo negarán, por lo visto la ministra fue muy impertinente y ya sabes lo tiesos que son Jacques Chirac y Dominique de Villepin. Al rey de España le informa directamente la CIA, nos consta que ayer lo autorizó Condoleezza Rice. Tenemos noticias no confirmadas de que Aznar podría suspender las elecciones. No conocemos quién es el principal asesor de Aznar, por lo visto es al único que escucha, nos vendría bien saberlo. Por cierto ¿quién es Miguel Sebastián, el que, según tu informe, le transmite a Rodríguez Zapatero que círculos de Kerry le indican que son islamistas? Te envío un nombre y un correo de gente nuestra en Madrid. Es una unidad nueva especializada en terrorismo islámico, son todoterreno, dales trabajo, oriéntalos, nunca te conocerán. Son muy jóvenes pero muy preparados. Por último, sigue enviándome a diario informes, por lo menos los primeros días. Gracias, Cosme, mi padre estará orgulloso de su amigo.

—Pedro, ¿vas a estar aquí? Quiero decir, ¿no te vas a mover del local?

—Dejaré que mi madre duerma un poco. De todas maneras le dejo una llave, tengo en la trastienda un camastro, intentaré dormir un rato. Por cierto, anoche no había nadie por la calle y muchos baretos estaban cerrados. Joder, qué miedosa es la gente!

Antes de irme repasé todo lo que estaba ocurriendo en la red, tomé bastantes notas de las web elegidas y me subí a mi domicilio. Preparé la ducha y encendí la cafetera, deseaba mi segundo café con leche más que nada en el mundo. Justo en ese momento sonó el teléfono:

—Del Cacho, soy Torralba. ¡Joder, amigo, no te puedes imaginar cómo está el gremio! Ni en nuestros peores días había tantas cuchilladas y mentiras. ¿Qué te dicen tus amigos de Interpol?

—Ellos avalan nuestro supuesto de ayer, no ha sido ETA. Dentro de unas horas los informativos europeos anunciarán con datos que ha sido Al Qaeda.

—Yo lo dije anoche y me han retirado del servicio. Está pasando como hace años, nos están cribando, pero nos estamos organizando. Los jóvenes nos quieren quitar la gloria con los jefes, están tomando posiciones políticas y no profesionales. ¿Te sirvió la información que te di?