El cielo y el infierno (traducido) - Emanuel Swedenborg - E-Book

El cielo y el infierno (traducido) E-Book

Emanuel Swedenborg

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Beschreibung

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Emanuel Swedenborg (1688-1772), científico que vivió en la corte sueca en el siglo XVIII, recoge en este volumen todas las descripciones del Cielo y el Infierno basadas en lo que vio y oyó durante experiencias inusuales de clarividencia que él llamaba "sueños".
Eran visiones terribles que se fueron precisando con el tiempo, hasta que empezaron a contener mensajes del mundo espiritual. Y es ese mundo el que describe en este volumen, que da testimonio de sus experiencias.

Encontramos una descripción completa del Más Allá, conversaciones con los difuntos, visitas a personas de tiempos pasados y de planetas distintos al nuestro.
Este volumen, que es un vademécum del mundo espiritual, ofrece descripciones del despertar del hombre en el más allá, y su testimonio proporciona una notable comprensión de una existencia más allá del espacio y el tiempo.

Esta fue la obra que infundió un respetuoso temor a Kant, que despertó el entusiasmo de Emerson, que influyó profundamente en Goethe y Jung, y de la que Elizabeth Barrett Browning dijo: "A mi juicio, la única luz que poseemos sobre la otra vida se encuentra en la filosofía de Swedenborg".
 

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ÍNDICE

 

PRÓLOGO

El cielo y el infierno

El cielo

OBSERVACIONES PRELIMINARES DEL AUTOR

EL SEÑOR ES EL DIOS DEL CIELO

LA DIVINIDAD DEL SEÑOR CREA EL CIELO

LO DIVINO DEL SEÑOR EN EL CIELO ES EL AMOR A ÉL Y EL AMOR AL PRÓJIMO

EL CIELO CONSTA DE DOS REINOS

HAY TRES CIELOS

LOS CIELOS ESTÁN FORMADOS POR INNUMERABLES SOCIEDADES

CADA SOCIEDAD ES EL CIELO EN SU FORMA MÁS PEQUEÑA, Y CADA ÁNGEL ES EL CIELO EN SU FORMA MÁS PEQUEÑA.

EL CIELO EN SU CONJUNTO REPRESENTA A UN HOMBRE

CADA COMPAÑÍA EN LOS CIELOS REPRESENTA UN HOMBRE

LA NATURALEZA HUMANA Y DIVINA DEL SEÑOR HACE QUE EL CIELO EN SU CONJUNTO Y EN PARTICULAR REPRESENTE A UN HOMBRE

CORRESPONDENCIA DE TODAS LAS COSAS DEL CIELO CON TODAS LAS COSAS DEL HOMBRE

HAY UNA CORRESPONDENCIA DEL CIELO CON TODAS LAS COSAS DE LA TIERRA

EL SOL EN EL CIELO

LUZ Y CALOR EN EL CIELO

LAS CUATRO REGIONES DEL CIELO

EL CAMBIO DE ESTADO DE LOS ÁNGELES EN EL CIELO

EL TIEMPO EN EL CIELO

IMÁGENES Y APARICIONES EN EL CIELO

LAS ROPAS CON LAS QUE LOS ÁNGELES PARECEN ESTAR VESTIDOS

LAS MORADAS Y LAS RESIDENCIAS DE LOS ÁNGELES

ESPACIO EN EL CIELO

LA FORMA DEL CIELO DETERMINA LAS ASOCIACIONES Y LAS COMUNICACIONES

GOBIERNOS EN EL CIELO

CULTO DIVINO EN EL CIELO

EL PODER DE LOS ÁNGELES DEL CIELO

EL LENGUAJE DE LOS ÁNGELES

EL LENGUAJE DE LOS ÁNGELES CON EL HOMBRE

ESCRITURAS EN EL CIELO

EL ESTADO DE INOCENCIA DE LOS ÁNGELES EN EL CIELO

EL ESTADO DE PAZ EN EL CIELO

LA UNIÓN DEL CIELO CON LA HUMANIDAD

LA UNIÓN DEL CIELO Y EL HOMBRE A TRAVÉS DE LA ESCRITURA

EL CIELO Y EL INFIERNO PROVIENEN DE LA HUMANIDAD

PAGANOS, O GENTE QUE VIVE FUERA DE LA IGLESIA, EN EL CIELO

NIÑOS EN EL CIELO

EL SABIO Y EL SIMPLE EN EL CIELO

LOS RICOS Y LOS POBRES EN EL CIELO

BODAS EN EL CIELO

LAS FUNCIONES DE LOS ÁNGELES EN EL CIELO

ALEGRÍA Y FELICIDAD CELESTIAL

LA INMENSIDAD DEL CIELO

EL MUNDO ESPIRITUAL EL ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE. QUÉ ES EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS

TODO HOMBRE ES UN ESPÍRITU, EN CUANTO A SU INTERIORIDAD

LA RESURRECCIÓN DEL HOMBRE DE ENTRE LOS MUERTOS Y SU ENTRADA EN LA VIDA ETERNA

DESPUÉS DE LA MUERTE EL HOMBRE TIENE UNA FORMA HUMANA PERFECTA

EL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE ESTÁ EN POSESIÓN DE TODOS SUS SENTIDOS, MEMORIA, PENSAMIENTO Y AFECTOS QUE TENÍA EN EL MUNDO: SÓLO DEJA SU CUERPO TERRENAL

EL HOMBRE, DESPUÉS DE LA MUERTE, ES COMO ERA EN EL MUNDO

DESPUÉS DE LA MUERTE, LAS ALEGRÍAS DE LA VIDA DE CADA UNO SE TRANSFORMAN EN ALEGRÍAS CORRESPONDIENTES

EL PRIMER ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE

EL SEGUNDO ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE

EL TERCER ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE, QUE ES UN ESTADO DE INSTRUCCIÓN PARA LOS QUE ENTRAN EN EL CIELO.

NADIE ENTRA EN EL CIELO POR MISERICORDIA INMEDIATA

NO ES TAN DIFÍCIL COMO CREES LLEVAR LA VIDA QUE LLEVA AL CIELO

EL SEÑOR GOBIERNA EL INFIERNO

EL SEÑOR NO HUNDE A NADIE EN EL INFIERNO; ES EL ESPÍRITU EL QUE SE HUNDE EN EL INFIERNO.

TODOS LOS QUE ESTÁN EN EL INFIERNO ESTÁN EN EL MAL Y EN LA FALSEDAD A CAUSA DEL AMOR PROPIO Y DEL AMOR MUNDANO

EL FUEGO DEL INFIERNO Y EL CRUJIR DE DIENTES

LA MALDAD Y LOS ABOMINABLES ARTIFICIOS DE LOS ESPÍRITUS INFERNALES

LA APARICIÓN, SITUACIÓN Y PLURALIDAD DE LOS INFIERNOS

EL EQUILIBRIO ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

EL HOMBRE ESTÁ EN LIBERTAD GRACIAS AL EQUILIBRIO ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

 

 

 

 

 

 

Emanuel Swedenborg

 

El cielo y el infierno

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción y edición 2021 Ale. Mar. sas

 

PRÓLOGO

En 1858, la Biblioteca Real de Estocolmo compró un manuscrito no identificado que había pertenecido a un tal profesor Scheringson, fallecido nueve años antes. Era una especie de diario, de 104 páginas en total, escrito a mano: la historia de un alma. El autor fue Emanuel Swedenborg, un científico con intereses polifacéticos y enciclopédicos, sin duda uno de los genios del siglo XVIII, que de repente, en 1744, cuando tenía 56 años, comenzó a tener experiencias inusuales que le desconcertaron y afectaron profundamente. Como un verdadero científico, Swedenborg anotó cuidadosamente cada detalle, dejando así un registro excepcional de la metamorfosis que había tenido lugar en él. Las primeras páginas del diario relatan acontecimientos cotidianos: un viaje por mar desde Estocolmo, un relato de cosas vistas y personas conocidas, y la presentación de un manuscrito a un editor. Pero en este punto el relato se detiene: hay unas cuantas páginas en blanco, y entonces comienza la descripción de una serie de sueños, a menudo acompañados de un intento de interpretarlos y relacionarlos con su propia vida y obra. Los sueños que Swedenborg anotaba en su diario día tras día no eran ciertamente ordinarios, sino que tenían su propia carga particular: de lo contrario, como científico riguroso que era, Swedenborg no les habría dedicado su atención. Eran sueños, o más bien visiones, que ocurrían en trance, antes y después de dormir. Visiones hermosas y visiones terribles, pero con el tiempo se fueron armonizando, hasta que empezaron a contener mensajes del mundo espiritual: aquel al que Swedenborg sería admitido en adelante y del que nos dejó descripciones en tantas obras. El diario (El diario de los sueños), publicado en 1859 en latín, marcó la transformación de Swedenborg de científico famoso a "siervo del Señor". El psicólogo estadounidense Van Dusen escribió sobre él: "Habiendo agotado todos los campos conocidos de la ciencia humana, Swedenborg eligió explorarse a sí mismo de la manera más directa posible: a través de visiones, trances y experiencias hipnagógicas. Hay que tener en cuenta que en aquella época no había psicólogos ni psicoanalistas, y que prácticamente nadie se ocupaba de los procesos internos y los sueños, salvo algunos monjes y místicos aislados. Era terra incognita lo que Swedenborg iba a explorar, poniendo en riesgo su vida y su salud mental". Pero, ¿quién era Emanuel Swedenborg, el hombre al que, hace más de dos siglos, se le abrieron las puertas del mundo espiritual del que dejó tantas descripciones impresionantes? El hombre que infundió un respetuoso temor a Kant, al que otro gran filósofo, Emerson, dedicó entusiastas palabras, que influyó profundamente en Goethe y Jung, y del que Elizabeth Barret Browning dijo: "En mi opinión, la única luz que poseemos sobre la otra vida se encuentra en la filosofía de Swedenborg..." Veamos primero la historia de su vida.

El cielo y el infierno

Esta es la obra más popular de Swedenborg. Apareció en 1758 en Londres en latín y desde entonces ha tenido cientos de ediciones en los más diversos idiomas. Una bibliografía de la obra que data de 1906 menciona 95 ediciones diferentes en inglés, 11 en alemán, 8 en francés, 6 en sueco y 2 en danés, además de otras en árabe, indostaní, polaco, ruso y galés, así como varios extractos. No sabemos cuál es la situación actual, pero seguramente el número habrá aumentado. Curiosamente, el país donde la obra de Swedenborg parece ser menos conocida es Italia: algunos de sus libros (no Cielo e Inferno) se publicaron hace muchos años, incluso a finales del siglo XIX, y hace tiempo que están descatalogados. La presente traducción viene a llenar un vacío. El tema de la obra - "el cielo y el infierno", es decir, lo que nos espera después de la muerte- está hoy más de actualidad que nunca: aunque la muerte es quizá el último tabú en nuestra sociedad, que se centra en lo juvenil, nunca ha faltado el interés por lo que nos espera después de ese umbral. De la importancia de afrontar este problema a tiempo da fe Jung, quien señaló que muchas de las neurosis de sus pacientes de mediana edad dependían precisamente de haber descuidado el tema de la muerte, con el resultado de que aún no hay solución en este campo. Jung escribe con razón en sus Memorias: "El hombre debería poder decir que ha hecho todo lo posible para formarse una concepción de la vida después de la muerte, o para formarse una imagen de ella, aunque tenga que confesar su impotencia. No haberlo hecho es una pérdida vital..." [] La obra de Swedenborg, El Cielo y el Infierno en particular, proporciona una serie de pistas esclarecedoras a este respecto, y también presenta -como veremos- extraordinarias analogías con una investigación muy moderna, la de las experiencias en el lecho de muerte: en otras palabras, las descripciones que Swedenborg da de sus visiones no son muy distintas de las de las personas que están cerca de la muerte y luego son devueltas a la vida. En Cielo e Infierno, que es un verdadero "vademécum" del mundo espiritual, Swedenborg ofrece varias descripciones del despertar del hombre en la dimensión de ultratumba, y su testimonio proporciona una notable comprensión de una existencia más allá del espacio y del tiempo, libre de la carga del cuerpo físico y de los problemas de esta vida material. Al publicar sus revelaciones sobre la vida después de la muerte, Swedenborg también abordó el problema de la verdadera naturaleza del hombre. Afirmó en innumerables ocasiones que la vida que vivimos en la tierra es una preparación para la vida verdadera y eterna para la que fuimos creados. El cuerpo físico no es más que una cáscara vacía destinada a morir y ser abandonada para liberar a la persona real en la que nos transformaremos después de esta vida. Como ejemplo, he aquí un par de pasajes en los que la vidente describe el "despertar" en el más allá después de la muerte: "Cuando un cuerpo ya no puede realizar sus funciones en el mundo natural... se dice que el hombre muere. Esto ocurre cuando los pulmones y el corazón cesan su actividad. Sin embargo, el hombre no muere realmente, sino que simplemente es separado del cuerpo que le servía en el mundo. El hombre en sí mismo sigue viviendo. Digo "hombre en sí mismo" porque el hombre no es hombre por su cuerpo, sino por su espíritu, ya que es precisamente el espíritu el que piensa en el hombre y es el pensamiento junto con la inclinación lo que hace al hombre. De ello se deduce que en la muerte el hombre sólo pasa de un mundo a otro. Por ello, 'muerte' en el sentido interior del término significa resurrección y continuación de la vida" (n. 445). "Hablé con algunas personas al tercer día de su muerte. A tres de ellos los había conocido cuando vivían en este mundo. Les dije que se estaban haciendo arreglos para sus funerales para enterrar sus cuerpos. Al oír esto, se asombraron y explicaron que estaban bien vivos y que sólo se enterraba lo que les había servido en la tierra. Entonces expresaron su asombro porque en vida no habían creído en esa vida después de la muerte: todos los que en el mundo no habían creído en ninguna forma de supervivencia después de la muerte del cuerpo se sienten muy avergonzados en cuanto se dan cuenta de que, a pesar de todo, siguen viviendo...". (n. 552). El mundo descrito por Swedenborg no es algo abstracto y etéreo, sino un reino de sensaciones más agudas que las de la tierra y en el que se vive una vida no muy diferente a la de la tierra, pero sin espacio ni tiempo. Swedenborg afirma a menudo que la luz de esa vida es inconmensurablemente más brillante que la luz que conocemos, no brillante en el sentido de que ciegue, sino de esa belleza, brillo y claridad que se indica de alguna manera en el sol que reaparece después de una tormenta de verano: "Fui elevado a la luz que brillaba como la luz que irradia de los diamantes; mientras estaba sostenido en ella, parecía ser arrancado de las ideas corporales y mundanas y conducido hacia las ideas espirituales...". El vidente informa de comunicaciones no verbales, intercambios de ideas y sentimientos a nivel telepático. En el otro mundo la hipocresía y las simulaciones no son posibles y el alma no puede expresar una idea que no esté completamente en armonía con sus auténticos sentimientos internos. Swedenborg también habla de nuestro "libro de la vida", es decir, dice que después de la muerte vemos nuestra vida pasada con todo detalle, y esto juega un papel fundamental para enseñarnos quiénes somos realmente. Describe la vida después de la muerte, señalando que en esa dimensión nos sentimos atraídos por aquellos que son similares a nosotros, y hasta cierto punto alejados de aquellos con los que no estamos en armonía. Swedenborg afirma que después de la muerte no nos encontramos de repente en la vida a la que estamos definitivamente destinados: el proceso de transición es importante. Explica que hay cuidados y atenciones especiales para la persona que termina su vida terrenal y comienza la espiritual. Aunque la muerte se deba a circunstancias trágicas y vaya acompañada de angustia física y mental, se ayuda al recién llegado a recuperar un estado de calma y serenidad. Swedenborg también escribe que ciertos espíritus tienen la "tarea" de recibir a los recién llegados. Sus naturalezas y personalidades están constituidas de tal manera que se les confía el cuidado de los que pasan de un mundo a otro, y lo hacen con gran delicadeza, cuidando siempre de dejar al recién llegado total libertad; sobre todo, le transmiten un sentimiento de gran amor, y le hacen sentir la presencia de un amigo, de alguien que lo sabe y puede explicarlo todo. Swedenborg también explica que no se ve realmente a Dios, el Padre inefable, sino que el espíritu de Dios lo impregna todo, expresado por la luz viva. Una de las cosas más importantes de las revelaciones de Swedenborg es que el hombre no es admitido inmediatamente en el cielo (para el que no está preparado en absoluto), ni es arrojado al infierno como castigo por sus pecados. No gana el cielo por "gracia", ni se condena por sus pecados. La etapa inicial del mundo espiritual no es ni el cielo ni el infierno: la transición puede ser breve, pero también puede durar hasta que la persona haga una clara elección entre el bien y el mal. La dimensión a la que todos llegamos inmediatamente después de la muerte es lo que Swedenborg llama el "reino de los espíritus": aquí reina una gran libertad, de modo que cada uno puede vivir según sus propias inclinaciones, haciendo el bien o el mal. Dios, que es puro amor, no condena a nadie: los malvados van por voluntad propia al infierno, los buenos al cielo, y de ahí a una de las innumerables "sociedades" de su especie. Es por amor que Dios da también la libertad de hacer el mal, de lo contrario el hombre sería un autómata, incapaz de establecer el pacto de la alianza mutua con Dios. En esta existencia espiritual no hay ni espacio ni tiempo: el espacio en el sentido de la distancia significa simplemente que estamos "cerca" de los que son similares a nosotros, y "lejos" de los que no tienen nada, o muy poco, en común con nosotros. El tiempo ya no tiene sentido porque estamos en un reino eterno: los niveles que atraviesa el alma pueden compararse más con "estados" que con espacios temporales. Para Swedenborg, además, no es cierto que la imaginación humana sea más capaz de imaginar el infierno que el cielo: en su libro, de hecho, dos tercios de las descripciones son del cielo y un tercio de las descripciones son del "reino de los espíritus", es decir, del estadio de transición, y del infierno. Hay que tener en cuenta una cosa: Swedenborg era muy consciente de que no es posible describir los fenómenos del mundo espiritual tal como son realmente, sino sólo a través de imágenes extraídas del mundo y de los conceptos humanos. Es importante tener esto en cuenta al leer Cielo e Infierno, para no correr el riesgo de malinterpretar o no entender del todo las descripciones de la vidente sueca. Lo que dijo sobre la "paz del cielo" se aplica, en última instancia, a todas las descripciones de la otra vida. Las descripciones de Swedenborg son radicalmente diferentes de los mitos y leyendas, diferentes de las descripciones de Dante, diferentes incluso -en algunos aspectos- de lo que las religiones nos han transmitido. Por otro lado, hay muchas similitudes con los resultados de la investigación moderna sobre la muerte, es decir, con las experiencias de los resucitados, aquellos que han estado por un momento "en el umbral" y que luego han sido devueltos a la vida gracias a las técnicas modernas de resucitación. Quien esté familiarizado con la vasta literatura en este campo [2], no puede dejar de notar similitudes precisas entre lo que dice Emanuel Swedenborg, que he reportado brevemente, y las descripciones de aquellos que han estado cerca de la muerte. Estos últimos, al igual que el vidente sueco, hablan de un estado de paz y bienestar, hablan de una luz infinitamente más brillante que la terrenal, hablan de una especie de "película de la vida" en la que repasan todas sus acciones, de las que son capaces de dar una valoración ética. Swedenborg habla de un "libro de la vida". Jankovich Stefan: Vi racconto la mia morte (Edizioni Mediterranee 1985). Moody Raymond: La vida más allá de la vida (Mondadori 1977). Osis y Haraldson: En el momento de la muerte (Armenia 1978). Sabom Michael: Desde los límites de la vida (Longanesi 1983). Al igual que Swedenborg, los reanimados hablan de encuentros con seres queridos previamente fallecidos, hablando de una vida después de la muerte que no es abstracta y etérea, sino que es un mundo de sensaciones más vívidas que las de la tierra y en el que se vive una vida no diferente a la terrenal, pero sin condicionamientos espaciales y temporales. Una vida que se desarrolla en un entorno de extraordinaria belleza, dulzura y serenidad. Ninguno de los que han sido devueltos a la vida ha hablado de un paraíso o un infierno en el sentido tradicional del término: en cambio, todos coinciden en describir una especie de estación intermedia, caracterizada por la paz y la belleza; e incluso Swedenborg, como hemos visto, afirma que después de la muerte uno no va directamente a la vida a la que estará definitivamente destinado, sino que pasa por un proceso de transición a una dimensión en la que se le acoge con amor y se le prepara espiritualmente para la nueva vida. Después de la muerte, por tanto, no hay estancamiento, sino un largo viaje que recorrer antes de llegar al destino final. Las descripciones de Swedenborg y las de quienes han estado cerca de la muerte coinciden plenamente en otro aspecto: en la afirmación de que las palabras humanas son inadecuadas, no son suficientes para describir la dimensión espiritual, que es en sí misma inexpresable. Una lectura completa de la obra de Swedenborg y de las obras mencionadas anteriormente sacará a la luz un número mucho mayor de analogías: analogías que ayudan a validar y confirmar tanto las descripciones del vidente como las de aquellos que han visto el rostro de la muerte. Por último, no hay que olvidar -y a los que están familiarizados con el tema no les costará comprobarlo- que las descripciones de Swedenborg también coinciden con muchas descripciones que han llegado a través de la mediumnidad sobre el paso a la otra vida y el Más Allá. Estas confirmaciones y concordancias independientes merecen ser consideradas seriamente porque nos hacen leer con otros ojos lo que Swedenborg nos cuenta sobre el otro mundo conocido a través de sus visiones: un mundo que así se nos presenta más verdadero, concreto y real.

[1] C. G. Jung: Ricordi, sogni, riflessioni (recogido y editado por Aniela Jaffè) Biblioteca Universale Rizzoli 1979, p. 357.

[2] Entre las diversas obras disponibles en italiano, mencionamos las más recientes: Giovetti Paola: Qualcuno è tornato (Armenia 1981 y 1988) e Inchiesta sul paradiso (Rizzoli 1986).

El cielo

OBSERVACIONES PRELIMINARES DEL AUTOR

1. Cuando el Señor habló a los discípulos sobre el "fin de los tiempos", el último período de la Iglesia, también dijo estas palabras: "Inmediatamente después de la aflicción de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán sacudidas. Y entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Y enviará a sus ángeles con gran toque de trompeta, para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. (Mateo 24, 29-31). Los que toman estas palabras literalmente creen que al final de los tiempos, en el momento del Juicio Final, todas estas cosas se harán realidad, que no sólo el sol y la luna se oscurecerán y las estrellas caerán del cielo, y el Señor será visto sobre las nubes y los ángeles con trompetas, sino que también creen que todo el mundo visible terminará y surgirán un nuevo cielo y una nueva tierra. Esto es lo que cree la Iglesia hoy en día. Pero el que cree estas cosas no sabe nada de los secretos que se esconden en cada una de las palabras; porque cada palabra tiene un significado interno, que no se refiere a las cosas naturales y mundanas, sino a las espirituales y celestiales. Porque las palabras divinas fueron pronunciadas de tal manera que también contienen un significado interno. Cuando hablamos del sol, nos referimos al Señor considerado desde el punto de vista del amor; la luna se refiere a la fe; las estrellas indican el conocimiento del bien y de la verdad, o el amor y la fe; el Hijo del Hombre sobre las nubes indica la manifestación de la verdad divina; las nubes indican el sentido literal de la palabra y la gloria el sentido interior; los ángeles con trompetas indican el cielo del que desciende la verdad divina. Todo esto debería dejar claro lo que significan las palabras del Señor más arriba: al final de la Iglesia, si no hay más amor y, por tanto, no hay más fe, el Señor desvelará la palabra según su significado interno y revelará los secretos del cielo. Estos secretos se refieren al cielo y al infierno, así como a la vida de la humanidad después de la muerte. El hombre de Iglesia de hoy sabe muy poco sobre el cielo y el infierno y sobre la vida después de la muerte, aunque todo esto se describe en las palabras del Señor. Muchos nacidos dentro de la Iglesia incluso niegan estas cosas y dicen: "¿Quién ha vuelto de allí y ha contado lo que pasa?". Para que esta actitud, propia de las personas cultas en particular, no contamine y arruine a los que tienen fe y son sencillos de corazón, se me ha permitido estar en compañía de los ángeles y hablarles como se habla a los demás hombres. Asimismo, se me ha concedido (desde hace más de trece años) ver las cosas que hay en el cielo y en el infierno, y describirlas según lo que he visto y oído, con la esperanza de que se disipe la ignorancia y desaparezca la falta de fe. Esta revelación directa tiene lugar hoy; por ella debe entenderse la venida del Señor.

EL SEÑOR ES EL DIOS DEL CIELO

2. En primer lugar, hay que saber quién es el Señor de los Cielos, pues de ello depende todo lo demás. En todo el Cielo, aparte del Señor, nadie es reconocido como el Dios del Cielo. Allí se dice, como Él mismo enseñó, que Él es uno con el Padre, y que quien lo ve a Él, ve al Padre; que el Padre está en Él y Él en el Padre; que todo lo santo viene de Él (Juan 10: 31, 38; 14: 10 ss.; 16: 13-15). A menudo he hablado con los ángeles sobre esto, y me han dicho con certeza que en el Cielo no se puede distinguir lo divino en tres (personas), porque allí se sabe y se siente que lo divino es uno, y reside en el Señor. Los ángeles también dijeron que los miembros de la Iglesia que dejan el mundo no pueden ser recibidos en el Cielo si sus mentes están ocupadas con la idea de tres personas, porque sus pensamientos vagan de una persona a otra y en el Cielo no está permitido pensar en tres personas y nombrar sólo una. En el cielo cada uno habla como piensa porque allí el habla es un atributo del pensamiento, o incluso se puede decir que es un pensamiento que habla. Por eso, quienes en el mundo distinguen lo divino en tres personas, teniendo una concepción diferente de cada una de ellas, y no se concentran en un solo Señor, no pueden ser recibidos en el Cielo. Porque en el Cielo hay una comunicación general en el nivel del pensamiento. Por lo tanto, si uno que piensa en tres personas y se dirige a una sola de ellas llega al Cielo, será reconocido inmediatamente. 3. Aquellos que, como miembros de la Iglesia, han negado al Señor Jesucristo y han reconocido sólo al Padre, y se han fortalecido cada vez más en esta fe, están excluidos del Cielo; y como no están sujetos a ninguna influencia del Cielo donde sólo se adora al Señor, pierden gradualmente la capacidad de pensar en algo verdadero y auténtico. Finalmente se quedan como mudos, inseguros al moverse como si hubieran perdido toda la fuerza. Los que, por el contrario, han negado lo divino y han creído sólo en lo humano, también se encuentran fuera del Cielo. Pero aquellos que admiten su creencia en una divinidad insondable e incognoscible de la que todo se originó, pero que no creen en el Señor, se encuentran confinados entre los llamados naturalistas. La situación es diferente para los que han nacido fuera de la Iglesia, es decir, los paganos. Nos ocuparemos de ellos más adelante. 4 - A todos los niños, que constituyen un tercio del Cielo, se les enseña primero a creer que el Señor es su Padre y el Dios del Cielo y de la Tierra. Más adelante veremos cómo los niños del Cielo crecen y se perfeccionan hasta alcanzar el conocimiento y la sabiduría de los ángeles. 5 - Los que pertenecen a la Iglesia no pueden dudar de que el Señor es el Dios del Cielo, pues Él mismo enseña que todo lo que tiene el Padre es suyo (Mateo 11:27; Juan 16:15; 17:2); y que a Él se le ha dado todo el poder en el Cielo y en la tierra (Mateo 28:18). Dice en el cielo y en la tierra porque el que gobierna el cielo también gobierna la tierra, porque la tierra depende de él. Gobernar el cielo y la tierra significa que reciben todo de Él: lo bueno, que es parte del amor, y lo verdadero, que es parte de la fe, junto con todo el entendimiento y la sabiduría y la dicha: en una palabra, la vida eterna. Estas cosas también las enseñó el Señor cuando dijo: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanecerá sobre él. (Juan 3:36). Y en otro punto: "Yo soy la resurrección y la vida; quien crea en mí, aunque muera, vivirá; y quien viva y crea en mí no morirá jamás". (Juan 11, 25 ss.). Y también: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14, 6). 6. He visto espíritus que, en su vida terrenal, habían reconocido al Padre, pero habían creído que el Señor era un hombre ordinario, y por lo tanto no habían creído que era el Dios del Cielo. Por lo tanto, se les permitió ir de un lado a otro y buscar si había otro cielo que el del Señor. Lo buscaron durante mucho tiempo, pero fue en vano. Pertenecían a las filas de los que creen que la dicha del cielo consiste en la gloria y el mando. Y cuando se les explicaba que no era así, se desanimaban y seguían deseando un Cielo en el que pudieran dominar a los demás y estar rodeados de gloria, como en la tierra.

LA DIVINIDAD DEL SEÑOR CREA EL CIELO

Los ángeles en su totalidad son el Cielo, porque lo forman. En realidad, sin embargo, es lo divino que emana del Señor lo que fluye hacia los ángeles y es recibido por ellos. Lo divino que emana del Señor es el bien del amor y la verdad de la fe. Por lo tanto, en la medida en que los ángeles extraen el bien y la verdad del Señor, constituyen el Cielo. 8 - En el Cielo cada uno sabe, cree y percibe que todo lo bueno y verdadero que hace y piensa y cree no viene de sí mismo, sino de lo divino, es decir, del Señor. Los ángeles del Cielo perciben claramente esta influencia y, en la medida en que la hacen suya, tienen también el pleno conocimiento de que están en el Cielo, de que comparten su luz, su sabiduría y su amor. Como todo esto proviene de lo divino, es evidente que es lo divino mismo lo que forma el Cielo, y no los ángeles por su propia virtud. Por eso el Cielo se llama "morada del Señor" y "trono del Señor". Ahora veremos cómo lo divino fluye del Señor y llena el Cielo. Basándose en su sabiduría, los ángeles van aún más lejos: no sólo dicen que todo lo que es bueno y verdadero viene del Señor, sino también todo lo que forma parte de la vida. Porque dicen que nada puede surgir por sí mismo, sino que debe tener un origen, y por lo tanto todo deriva de un Primer Principio que llaman la verdadera esencia de todo lo que vive. Los ángeles también dicen que sólo hay una fuente de vida y que la vida de la humanidad es sólo un arroyo que brota de esta fuente y que se extinguiría si no se alimentara continuamente de esta fuente. Dicen también que de esta única fuente de vida no procede más que la verdad y el bien divino, en el que cada uno participa según su capacidad receptiva. Los que la reciben con fe viven en un verdadero cielo; los que no la reciben convierten sus vidas en un infierno. Porque convierten lo bueno en malo y lo verdadero en falso, y así para ellos la vida se convierte en muerte. El hecho de que todo lo que vive viene del Señor también lo explican los ángeles al considerar que todo en el universo está dirigido hacia el bien y la verdad. La voluntad de vivir del hombre y su amor se refieren al bien, su vida intelectual y su fe a lo verdadero. Dado que todo lo que es bueno y verdadero viene de arriba, se deduce que todo lo que forma parte de la vida también viene de la misma fuente. Por esta razón, los ángeles se niegan a aceptar cualquier agradecimiento por el bien que hacen, ni aceptan que se les atribuya nada bueno. Se maravillan de que alguien pueda creer que es sabio en sí mismo y hacer el bien en sí mismo. No consideran bueno lo que uno hace para sí mismo, sino sólo lo que hace por el bien mismo. Este es el bien que viene de la Divinidad, y sólo este bien constituye el Cielo, pues es el Señor mismo. 10. Los espíritus que, durante su vida terrenal, se han convencido de que el bien de sus acciones y la verdad de su fe provienen de ellos mismos o se les ha atribuido como algo personal, no son recibidos en el Cielo. Los ángeles los evitan, considerándolos como torpes y ladrones: torpes porque se miran a sí mismos y no a lo divino, ladrones porque le quitan al Señor lo que le pertenece. 11. El Señor también enseña que los que están en el Cielo y en la Iglesia están en él y él en ellos cuando dice: "Permaneced en mí y yo permaneceré en vosotros". Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, tampoco vosotros podéis hacerlo si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y en el que yo permanezco, da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada". (Juan 15, 4-7). 12 - De ello se desprende que el Señor habita en todas partes y es el propio Cielo y los ángeles. Lo que viene de él es, de hecho, él mismo. El bien que viene del Señor es, por tanto, para los ángeles Cielo y no algo que venga de ellos mismos.

LO DIVINO DEL SEÑOR EN EL CIELO ES EL AMOR A ÉL Y EL AMOR AL PRÓJIMO

13. Lo divino del Señor se llama lo divinamente verdadero en el Cielo, por esta razón: fluye del Señor como la luz y el calor fluyen del sol e iluminan y calientan toda la tierra. Sin esta luz y calor la tierra se seca y se enfría. Asimismo, sin el amor del Señor, sin su bondad y su verdad, nada podría existir. 14. El amor que forma el Cielo y que proviene de lo divino es un vínculo espiritual que une al Señor con sus ángeles y a éstos entre sí; los une hasta el punto de que son uno ante la mirada del Señor. Además, el amor es la esencia misma de la vida. Es del amor que tanto los ángeles como los hombres reciben la vida. Cualquiera que reflexione sobre esto sabe que la fuerza vital más profunda e íntima del hombre proviene del amor; cuando el amor está presente, el hombre se calienta, cuando está ausente, se enfría, cuando el amor se aleja totalmente, el hombre muere. Porque hay que entender que la vida de cada persona está formada por su amor. En el Cielo hay dos tipos de amor: el amor al Señor y el amor al prójimo. En el tercer Cielo, el más profundo, reina el amor al Señor; en el segundo, o Cielo intermedio, el amor al prójimo. Ambos vienen del Señor, y ambos forman los Cielos. La forma en que estos dos tipos de amor se distinguen y al mismo tiempo se funden es algo que está muy claro en el Cielo, mientras que es oscuro en la tierra. En el Cielo, cuando se dice "amar al Señor", no se quiere decir amarlo como persona, sino amar el bien que proviene de él. Sin embargo, amar el bien significa querer y hacer el bien por amor. Y por "amar al prójimo", en el Cielo no se entiende amar al compañero como persona, sino amar la verdad que está en la palabra. Sin embargo, amar lo verdadero significa querer y hacer lo que es verdadero. Por lo tanto, está claro que estos dos tipos de amor son distintos como lo son el bueno y el verdadero, pero también están unidos como lo están el bueno y el verdadero. Pero al hombre le cuesta entender estas cosas, porque no sabe qué es el amor, qué es el bien, ni siquiera quién es su prójimo. 16. Muchas veces he hablado de esto con los ángeles, que se asombran de que los hombres de la Iglesia no sepan lo que significa amar al Señor y al prójimo, es decir, el bien y la verdad. Los hombres deben saber también que el bien que emana del Señor es su imagen, ya que él es todo en este bien, y que los que hacen del bien y de la verdad el contenido de su vida están unidos a él como su imagen, en la medida en que lo quieren y lo hacen. Querer es sinónimo de amar. El Señor también lo enseña cuando dice: "Quien tiene mis mandamientos y los guarda, me ama; y quien me ama será amado por mi Padre. Y vendremos a él, y haremos nuestra morada con él". (Juan 14: 21, 23). Y en otro momento: "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor" (Juan 15, 10). 17. Lo divino que emana del Señor, mueve a los ángeles y forma el Cielo es el amor. Todo en el Cielo es una forma de amor y de amor al prójimo. Los ángeles son de una belleza indescriptible y el amor brilla a través de sus rostros, sus palabras y sus acciones. Además, de cada ángel y de cada espíritu emanan esferas espirituales de vida que los rodean y están constituidas por el amor y la fe de cada uno de ellos. Las esferas que emanan de los ángeles están tan llenas de amor que penetran profundamente en los corazones de quienes los rodean. He sentido y disfrutado de este amor más de una vez. Quien en el cielo dirige su amor al Señor y al prójimo, tiende cada vez más hacia el Señor; quien, en cambio, es prisionero del amor propio, se aleja cada vez más del Señor. 18. Lo divino del Señor en el Cielo es el amor, porque el amor es el recipiente que contiene todo lo que pertenece al Cielo, como la paz, la comprensión, la sabiduría, la dicha. Los espíritus que en vida desarrollaron la capacidad de amar y el deseo de recibir en sí mismos las verdades relacionadas con el amor, cuando llegaron entre los ángeles pudieron participar de su sabiduría y de su dicha celestial, precisamente porque habían amado el bien y la verdad por el bien y la verdad y habían dirigido su vida en consecuencia. De este modo, se habían capacitado para recibir en su interior el Cielo con todas sus inexpresables perfecciones. Sin embargo, aquellos que han permanecido atados por el amor a sí mismos y al mundo, no tienen la capacidad de recibir estas cosas celestiales en su interior. Por lo tanto, son rechazados por ellos y acompañan a los que están en el infierno. Luego hay espíritus que han dudado del hecho de que el origen de todo es el amor celestial y que han deseado ardientemente saber si esto es así. Entonces fueron colocados en un estado de amor celestial tras la eliminación temporal de los impedimentos, y conducidos a una distancia del Cielo de los Ángeles; desde aquí me hablaron y me dijeron que sentían una dicha que no podían expresar con palabras. Lamentaron mucho tener que volver al estado en el que se encontraban anteriormente. Los demás también fueron elevados al Cielo; y cuanto más alto y profundo eran llevados, mayor comprensión y sabiduría podían adquirir, logrando finalmente comprender cosas que antes les eran incomprensibles. Esto demuestra que el amor que emana del Señor abarca los Cielos y todas las cosas que hay en ellos. El amor al Señor y el amor al prójimo abarcan todas las verdades divinas. El Señor mismo lo aclara cuando habla de estos dos tipos de amor: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran y primer mandamiento. El segundo mandamiento, similar a éste, es: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas" (Mateo 22:37-40). La ley y los profetas son, sin embargo, toda la palabra del Señor, y por tanto todo lo que es divinamente verdadero.

EL CIELO CONSTA DE DOS REINOS

20. Como en el Cielo reina una variedad infinita, y no hay una sociedad que se parezca a otra, ni un ángel que se parezca a otro, será necesario distinguir, tanto en general como en particular. En general se puede decir que hay dos reinos, en particular tres cielos, e individualmente innumerables sociedades. Ahora veremos estas subdivisiones una por una. Hablamos de "sociedades" porque el Cielo es el reino de Dios. 21. Algunos ángeles hacen suya la emanación divina del Señor de manera muy profunda, otros de manera menos profunda. Los primeros son llamados ángeles celestiales, los otros ángeles espirituales. Por esta razón se distinguen dos reinos en el Cielo, uno de los cuales se llama reino celestial, el otro reino espiritual. Los ángeles que constituyen el reino celestial son llamados superiores, y en consecuencia los cielos en los que habitan son llamados superiores. Lo que es más profundo e interior se llama superior, lo que es exterior se llama inferior. El amor de los que pertenecen al reino celestial se llama amor celestial; el de los que pertenecen al reino espiritual se llama amor espiritual. El amor celestial es el amor al Señor, el amor espiritual es el amor al prójimo. Y como todo lo que es bueno forma parte del amor (pues lo que uno ama es bueno para él), el bien de un reino se llama celestial y el del otro espiritual. Los dos reinos se diferencian, pues, del mismo modo que el bien que surge del amor al Señor y el que surge del amor al prójimo. En los Evangelios se habla del reino celestial como la "morada" de Dios, del reino espiritual como el "trono". Según su naturaleza divina/celestial, el Señor fue llamado "Jesús" en el mundo; según su naturaleza divina/espiritual fue llamado "Cristo". Los ángeles del reino celestial superan en sabiduría y poder a los ángeles del reino espiritual, precisamente porque reciben más profundamente la naturaleza divina del Señor. Viven enamorados de él y, por tanto, están más cerca y unidos a él. La razón de esto es que han recibido y reciben las verdades divinas directamente en sus vidas, y no primero en su memoria y pensamiento como lo hacen los ángeles espirituales. Las verdades se inscriben así en sus corazones y las sienten y ven directamente en ellos mismos. Nunca se preguntan si las cosas son realmente así o no. Son aquellos de los que está escrito en Jeremías: "Pondré mi ley en sus entrañas, la escribiré en sus corazones, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo". Y ya no enseñarán cada uno a su compañero, y cada uno a su hermano, diciendo: "¡Conoce a Yahveh!", porque todos me conocerán" (31:33 ss.). (31:33 ss.). 26. Los ángeles que han recibido las verdades divinas en su vida, las han querido y puesto en práctica tan pronto como las han oído, sin almacenarlas primero en su memoria y sin preguntarse si son verdaderas o no. Es decir, el Señor entra a la vez en la voluntad del hombre, y a través de la voluntad en el pensamiento, o -lo que es lo mismo- entra a la vez en el bien a través del bien en la verdad. Porque se llama bien a lo que forma parte de la voluntad y por medio de la voluntad se transforma en acción y consecuentemente en pensamiento. Pero mientras lo verdadero permanezca sólo en la memoria y pase de ahí al pensamiento, no se transforma en bien y no se convierte en parte integrante del hombre. Porque el hombre es hombre a partir de su propia voluntad y del intelecto que de ella emana, no a partir del intelecto separado de la voluntad. Como esta diferencia existe entre los ángeles del reino celestial y los del reino espiritual, no están juntos y no tienen contacto entre sí. El contacto entre ellos se establece únicamente a través de las llamadas sociedades angélicas espirituales/celestiales que se encuentran en su seno. A través de estas huestes, el reino celestial fluye hacia el reino espiritual. De ello se desprende que el Cielo, aunque dividido en dos reinos, es sin embargo uno. El Señor siempre se ocupa de estos ángeles mediadores, que crean una sociedad y establecen el vínculo. 28. Como después se dirán muchas cosas sobre los ángeles de uno y otro reino, no entraré en detalles aquí.