El destronamiento de la verdad - Dietrich von Hildebrand - E-Book

El destronamiento de la verdad E-Book

Dietrich von Hildebrand

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Beschreibung

¿Cómo restaurar la verdad y colocarla en el lugar que le corresponde, en el trono de la razón? En estos ensayos, Von Hildebrand desmantela los diversos movimientos intelectuales y políticos que han trabajado para socavar la verdad durante el siglo pasado: relativismo, escepticismo, materialismo, historicismo, psicologismo, comunismo y nazismo. Muestra la absoluta insufciencia de sus argumentos y detecta en ellos una raíz común: la negación de Dios y el empeño de algunos en ocupar su lugar. A quien mire el mundo moderno y se pregunte cómo hemos llegado hasta aquí, y cómo salimos, este libro le mostrará el camino.

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Seitenzahl: 95

Veröffentlichungsjahr: 2024

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DIETRICH VON HILDEBRAND

EL DESTRONAMIENTO DE LA VERDAD

Ensayos sobre la posverdad

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: The Dethronement of Truth

© 2021 Publicado con permiso de The Dietrich von Hildebrand Legacy Project

© 2024 de la edición española traducida por Pedro José Grande Sánchez

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Acerca del Proyecto Hildebrand

El Proyecto promueve la rica tradición del personalismo cristiano, especialmente tal como lo desarrollaron Dietrich von Hildebrand y Karol Wojtyla (Papa san Juan Pablo II), al servicio de la renovación intelectual y cultural.

Las publicaciones, programas académicos y eventos públicos del Proyecto presentan a los grandes pensadores y testigos personalistas de los siglos xx y xxi. Animados por un elevado sentido del misterio y de la dignidad de la persona humana, desarrollaron un personalismo que arroja nueva luz sobre la libertad y la conciencia, la trascendencia religiosa de la persona, la relación entre el individuo y la comunidad, el amor entre el hombre y la mujer, y el poder vivificante de la belleza. El Proyecto conecta su visión de la persona humana con las grandes tradiciones del pensamiento occidental y cristiano y se basa en su personalismo para abordar las necesidades y aspiraciones más profundas de nuestros contemporáneos.

Para obtener más información, visite: www.hildebrandproject.org.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6852-9

ISBN (edición digital): 978-84-321-6853-6

ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6854-3

ISNI: 0000 0001 0725 313X

ÍNDICE

El destronamiento de la verdad

El debilitamiento de la verdad

Falsos frentes

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Índice

Comenzar a leer

Notas

EL DESTRONAMIENTO DE LA VERDAD*

* Este ensayo apareció por primera vez en 1943 en las Actas de la Asociación Filosófica Católica Americana (Vol. XVII) y, más tarde, fue incluido en la colección de ensayos de Hildebrand: The New Tower of Babel (Nueva York: Kennedy & Sons, 1953).

Uno de los rasgos más ominosos de la época presente es, sin duda, el destronamiento de la verdad. En tiempos pasados, cualesquiera doctrinas que se hubieran podido profesar, siempre se presentaban con la pretensión de que eran verdaderas. Todas las teorías, por erróneos y absurdos que pudieran ser sus contenidos, apelaban siempre a la cuestión de la verdad como juez último y decisivo. Desde el mismo inicio de nuestra cultura occidental, todos los errores se propagaron en nombre de la verdad. La pregunta de si algo era verdad o no, se tomaba muy en serio, e incluso cuando los motivos reales para adherirse a un error estaban inconscientemente arraigados en la voluntad de la persona errada, se reconocía a la verdad como juez supremo y último de toda teoría.

Por paradójico que pueda parecer, incluso las diversas teorías que negaban la verdad objetiva o la posibilidad de conocerla, como el escepticismo, el relativismo o el agnosticismo, fueron propuestas en nombre de la verdad. Se escribían libros voluminosos para demostrar que la negación de la verdad era irrefutable desde el punto de vista de la verdad. Nadie dudaba en reconocerla como juez último, a pesar de que la tesis propuesta negara la verdad objetiva. Al negar la verdad, el hombre apelaba implícitamente a la verdad.

Más adelante nos ocuparemos de esta flagrante contradicción. De momento es suficiente con afirmar que toda teoría, ideología y filosofía de vida se profesaba bajo el estandarte de la verdad, y que siempre se reconocía y respetaba la seriedad de la pregunta de si algo era o no verdad.

El comunismo y el nazismo tuvieron el dudoso privilegio de destronarla por primera vez mostrando una completa indiferencia hacia la cuestión de si algo era verdad o no, y sustituyendo esta pregunta por medidas subjetivas, como la mentalidad proletaria en el primero y el sentimiento de la raza nórdica en el segundo. La rebelión contra el espíritu encarnado en el nazismo atestigua esta excomunión de la verdad de todos los ámbitos de la vida. La conformidad con el sentimiento de la raza nórdica o del pueblo alemán reemplazó todo estándar objetivo de verdad, bondad, belleza y derecho.

En 1933, el ministro de Educación bávaro, el Sr. Schemm, declaró solemnemente ante los profesores reunidos de la Universidad: «A partir de este día, ya no tendrán que examinar si algo es verdadero o no, sino exclusivamente si corresponde o no a la ideología nazi».

El clímax de esta destitución del papel de la verdad como juez supremo se encuentra en el párrafo 24 del primer programa oficial del partido nazi, en el que se afirma que el cristianismo debe ser aceptado en la medida en que esté de acuerdo con el sentimiento de la raza nórdica. Incluso en lo que respecta a la esfera última sobre la cual depende el destino eterno del hombre, la cuestión de la verdad de sus afirmaciones ha perdido su importancia. En el pasado, los mártires morían para dar testimonio de la verdad del cristianismo. Se derramó mucha sangre en guerras libradas en nombre de la verdad religiosa. Los herejes siempre afirmaron que profesaban la única religión verdadera. Los ateos de tiempos pasados tomaban muy en serio la pregunta de la verdad de la existencia de Dios, y todos estaban de acuerdo en que solo la verdad tenía que determinar el credo religioso del hombre. Todos sus argumentos contra la existencia de Dios tenían la función de defender la verdad. Cualesquiera que fuesen sus motivos reales, aceptaban la necesidad de apelar a la verdad como juez último y presupuesto indiscutible para cualquier discusión. Hacer que la pregunta de si uno debe aceptar o rechazar una religión dependa de la conformidad con el sentimiento de la raza nórdica, es decir, de un estándar completamente contingente y subjetivo, es una especie de relativismo nunca visto en toda la historia humana.

Lo mismo se aplica al bolchevismo o comunismo. Cada proposición emitida por la propaganda soviética tiene el carácter de un puro eslogan, de un arma propagandística; el significado de las palabras ha sido reemplazado por el efecto emocional que se pretende crear en la mente del público. Por ejemplo, cuando Molotov habla de la «democracia de tipo oriental», es obvio que lo que quiere decir es justo lo contrario de la democracia; o cuando los soviéticos manifiestan indignación por la falta de libertad en la España de Franco, ignoran el hecho de que, en comparación con su falta de libertad, es una quantité négligeable.

Sin embargo, el síntoma más drástico del destronamiento de la verdad es la forma en que se aceptan opiniones contradictorias en sumisión al mandato del Politburó. Antes de 1938, la Alemania nazi era caracterizada como un agresor arrogante y criminal; de 1939 a 1941, el Estado fue retratado como atacado injustamente por las naciones plutocráticas viciosas. El hecho de que un Estado cambie su actitud hacia otro, no es desde luego sorprendente; más bien, es un acontecimiento muy corriente en política. Pero es un hecho muy inusual y sorprendente que no se haga ningún esfuerzo por explicar cómo un juicio sobre un sistema y una ideología es sustituido por un juicio opuesto. Que esta transición se produzca sin ningún intento de justificarla, revela una completa indiferencia hacia la cuestión de la verdad y su cínico destronamiento. La verdad ha sido reemplazada definitivamente por la conveniencia.

Al arrogarse el papel de la Providencia, el Estado trata con la verdad como si fuera el resultado de una decisión positiva y autoritaria. El hecho de que lo haga sin pretensión alguna de capacidades divinas, hace que el destronamiento de la verdad sea aún más evidente. La cuestión de la verdad se «devalúa» hasta tal punto que no parece necesaria ninguna explicación para defender la validez de las afirmaciones contradictorias. El hecho de que sean pronunciadas por el Estado es suficiente.

La indiferencia hacia la pregunta por la verdad de una cosa es obviamente uno de los peores síntomas de la perversión y desustancialización de la mente humana. Por supuesto, es imposible eliminar completamente la verdad. Al plantear la pregunta de si una cosa está de acuerdo con la mentalidad proletaria, se está implícitamente sugiriendo que la respuesta a esta pregunta debe ser verdadera o falsa. Sin embargo, nunca se denunciará con suficiente firmeza el peligro de intentar sustituir la verdad por otras medidas, ni la falta de respeto por la dignidad última de la verdad.

El papel de la verdad en la vida humana es tan predominante y decisivo, el interés por la cuestión de la verdad o no de una cosa es tan indispensable en todos los ámbitos de la vida humana, desde los asuntos cotidianos más humildes hasta las esferas espirituales más elevadas, que el destronamiento de la verdad conlleva la descomposición de la vida misma del hombre. El desprecio por la verdad, cuando no es simplemente una tesis teórica, sino una actitud vivida, destruye patentemente toda moralidad, incluso toda racionalidad y toda vida comunitaria. Todas las normas objetivas se disuelven por esta actitud de indiferencia hacia la verdad; también lo es la posibilidad de resolver objetivamente cualquier discusión o controversia; la paz entre individuos o naciones, y toda confianza en otras personas resultan también imposibles. Se subvierte la base misma de una vida verdaderamente humana. Existe un vínculo íntimo entre el destronamiento de la verdad y el terrorismo. Tan pronto como el hombre deja de referirse a la verdad como juez último en todos los ámbitos de la vida, la fuerza bruta, la opresión y la mecánica reemplazan necesariamente al derecho; la influencia sugestiva sustituye a la convicción, y el miedo suplanta a la confianza. De hecho, destronar la verdad significa separar a la persona humana de la base misma de su existencia espiritual; es el ateísmo más radical y práctico y, por lo tanto, está profundamente vinculado con la despersonalización del hombre, con el anti-personalismo que es la característica distintiva del comunismo y de todos los diferentes tipos de totalitarismo. Un abismo separa esta descomposición de la vida y la persona humana de la actitud expresada por las palabras de san Agustín: «¡Oh Verdad, Verdad, cuán íntimamente suspiraba por Ti desde la misma médula de mi alma!»1.

Aunque el destronamiento de la verdad se manifiesta de la manera más drástica y radical en el nazismo y el bolchevismo, desgraciadamente muchos síntomas de esta enfermedad espiritual también se encuentran en los países democráticos.

En las discusiones escuchamos a veces el siguiente argumento: «¿Por qué debería ser más válida su opinión que la mía? Somos iguales y tenemos los mismos derechos. Es pretender que su opinión es preferible». Esta actitud es extremadamente significativa porque revela la ausencia total de la noción de verdad, la eliminación tácita de la verdad como norma para el valor de una opinión.