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Después de que su esposa e hijos fueran brutalmente asesinados, el jinete se convierte en un hombre consumido por la sed de justicia. Con un corazón lleno de dolor y un espíritu lleno de ira, se embarca en una búsqueda implacable de venganza contra aquellos que le arrebataron todo lo que amaba. A través de tierras hostiles y ciudades corruptas, el jinete cabalga solo, impulsado por su deseo de justicia. Pero, a medida que se acerca a su objetivo, se da cuenta de que la venganza tiene un precio muy alto… ¿Está dispuesto a pagar el costo? La venganza es un camino solitario.
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Seitenzahl: 229
Veröffentlichungsjahr: 2025
S K FAGUNDEZ
S K Fagundez El jinete : la sombra de la venganza / S K Fagundez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6358-3
1. Novelas. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Advertencia de contenido Esta obra contiene escenas de enfermedad terminal, duelo infantil, violencia familiar, abandono y maltrato hacia menores. Su lectura puede resultar sensible o perturbadora para algunas personas. Lectura recomendada para mayores de 16 años.
1 - CHRISTOFER PARTE I
CHRISTOFER PARTE II
2 - UN SUSPIRO DE TRANQUILIDAD
3 - LA CREACIoN DE UN MONSTRUO
4 - Cargando con sus almas
5 - Nuevo destino
6 - EL SHERIFF
7 - DODGE CITY
8 - JOHN
9 - ST. ELMO, COLORADO
10 - La interrogaciOn
11 - ALLa VOY
Reflexion
Gracias a Kiara Fagundez, quien me ayudó con este libro escribiendo día y noche, corrigiendo mis errores, aportando las más lindas ideas y retándome cada vez que escribía incoherencias…
Christofer nació en una pequeña ciudad en el oeste de Estados Unidos.
La ciudad se alzaba como un esqueleto en el desierto, sus casas de madera y adobe desgastados por el tiempo y la arena.
Las calles polvorientas estaban vacías, salvo por un grupo de hombres que jugaban cartas en el saloon, su risa y el tintineo de las monedas rompiendo el silencio sepulcral.
El sol ardiente castigaba la ciudad, haciéndola parecer un lugar abandonado por Dios.
Las casas y edificios parecían haber sido construidos con materiales recogidos en el desierto mismo.
La madera estaba desgastada y agrietada, el adobe se estaba desmoronando, y las tejas de madera estaban cubiertas de polvo y arena.
Las ventanas estaban rotas o tapiadas, y las puertas colgaban de sus goznes como si fueran a caerse en cualquier momento.
En el centro de la ciudad, el saloon era el único lugar que parecía tener algo de vida.
La puerta giratoria estaba cubierta de polvo, pero se movía lentamente cada vez que alguien entraba o salía.
Dentro, el aire estaba lleno de humo de tabaco y el olor a whisky barato.
Los hombres que jugaban cartas estaban sentados en sillas de madera desgastadas, sus ojos fijos en las cartas que tenían en la mano.
Fuera de la ciudad, el desierto se extendía hasta el horizonte.
La arena y la roca se mezclaban en un paisaje árido y desolado.
Los cactus y los arbustos espinosos eran los únicos signos de vida en este entorno hostil. El sol ardiente castigaba la tierra, haciéndola parecer un horno gigante.
A medida que el día avanzaba, la ciudad se iba quedando cada vez más en silencio.
Los hombres que jugaban cartas en el saloon se fueron retirando, uno a uno, hasta que solo quedó uno, de unos 43 años.
Este hombre se quedó sentado en su silla, mirando fijamente las cartas que tenía en la mano, como si estuviera tratando de encontrar algo que se le había escapado.
La ciudad se quedó en silencio, esperando a que algo sucediera.
El desierto se extendía hasta el horizonte, un recordatorio constante de la soledad y la desolación que reinaban en este lugar olvidado del mundo.
El viento comenzó a soplar suavemente, llevando consigo el olor a polvo y arena.
Las casas y edificios de la ciudad parecieron susurrar entre sí, como si estuvieran compartiendo secretos que solo ellos conocían.
El hombre que estaba sentado en el saloon se levantó lentamente, estirando sus brazos y bostezando como si hubiera estado durmiendo.
Se dirigió hacia la puerta del saloon, la abrió y salió.
El sol había comenzado a ponerse, pintando el cielo de tonos rosados y anaranjados.
El hombre se quedó parado en la calle, mirando hacia el horizonte como si estuviera buscando algo.
La brisa llevaba consigo el sonido de un río lejano, un recordatorio de que había vida más allá de la ciudad.
A medida que el sol se ponía, la ciudad se fue sumiendo en la oscuridad. Las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo, como si fueran diamantes esparcidos sobre terciopelo negro.
El hombre se quedó parado en la calle, mirando hacia arriba como si estuviera buscando algo en el cielo.
La noche se fue cerrando sobre la ciudad, trayendo consigo un silencio que parecía tener vida propia. El viento siguió soplando suavemente.
La ciudad se quedó dormida, esperando a que el amanecer trajera consigo un nuevo día.
La oscuridad era casi palpable, como si fuera una entidad viva que envolviera la ciudad.
El hombre se quedó parado en la calle, escuchando el silencio.
De repente, un perro ladró en la distancia, rompiendo el silencio. El hombre se movió, dirigiéndose hacia la fuente del sonido.
La luna estaba alta en el cielo, iluminando la ciudad con una luz plateada. Las sombras se estiraban como si fueran seres vivos, danzando en las calles vacías.
El hombre caminó por la calle principal, sus pasos haciendo eco en el silencio.
A medida que caminaba, la ciudad parecía cambiar a su alrededor. Las casas y edificios parecían crecer y menguar, como si fueran hechos de arena y el viento los estuviera erosionando.
El hombre se sintió como si estuviera caminando por un sueño, donde nada era real y todo era posible.
De repente, se detuvo frente a un edificio que parecía diferente a los demás.
Era una casa de madera, con una puerta principal que parecía estar esperando a alguien.
El hombre se sintió atraído hacia la puerta, como si hubiera algo dentro que lo estuviera llamando.
Se acercó a la puerta y la abrió, revelando un interior oscuro y silencioso.
El hombre se quedó parado en el umbral, escuchando el silencio.
Y entonces, escuchó algo. Un susurro, un murmullo, un sonido que parecía venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.
El susurro creció en intensidad, hasta que el hombre pudo distinguir palabras. Era una voz femenina, suave y melodiosa, que parecía estar hablando directamente a su alma.
El hombre se sintió envuelto en una sensación de calma y tranquilidad, como si la voz estuviera acariciando su mente.
La voz hablaba de secretos y misterios, de cosas que estaban más allá de la comprensión humana.
El hombre se sintió atraído hacia la voz, como si estuviera siendo llamado hacia un mundo desconocido.
La habitación a su alrededor se fue desvaneciendo, hasta que solo quedó la voz y la oscuridad.
De repente, la voz se detuvo. El hombre se quedó parado en la oscuridad, esperando a que la voz volviera a hablar. Pero no hubo nada. Solo el silencio.
El hombre se sintió confundido y desorientado, como si hubiera sido sacado de un sueño.
Se dio la vuelta y salió de la casa, cerrando la puerta detrás de él. La calle estaba vacía y silenciosa, la luna aún alta en el cielo.
El hombre se sintió solo y abandonado, como si hubiera sido dejado atrás por el mundo.
Comenzó a caminar por la calle, sin saber hacia dónde iba. La ciudad parecía haber cambiado a su alrededor, las casas y edificios parecían diferentes, como si hubieran sido derrengados en su ausencia.
El hombre se sintió perdido y confundido, como si estuviera atrapado en un laberinto sin salida.
La ciudad parecía estar jugando un juego con él, cambiando su forma y estructura cada vez que él se movía. El hombre se sintió como si estuviera atrapado en un sueño, donde nada era real y todo era posible.
Continuó caminando, intentando encontrar algún punto de referencia que lo ayudara a entender qué estaba sucediendo
Pero cada calle que recorría parecía llevarlo a un lugar diferente, cada edificio parecía tener una forma y un tamaño diferentes.
De repente, escuchó el sonido de caballos y carruajes. Se dio la vuelta y vio una procesión de vehículos que se acercaban por la calle.
El hombre se sintió aliviado, pensando que finalmente había encontrado algo familiar en esta ciudad extraña.
Pero cuando la procesión se acercó, el hombre vio que no era lo que esperaba. Los carruajes estaban hechos de una madera oscura y brillante, y los caballos parecían tener ojos que brillaban en la oscuridad.
La procesión ya más cerca deja ver su caballo negro como la noche más oscura. Su pelaje era tan negro que parecía absorber la luz a su alrededor, dejando solo una sensación de vacío y miedo. Sus ojos brillaban como carbones encendidos, con una intensidad que parecía penetrar el alma de quien lo miraba.
Su cuerpo era musculoso y poderoso, pero había algo en su postura que sugería una malevolencia innata. Sus movimientos eran fluidos y silenciosos, como si estuviera acechando a su próxima víctima.
La crin y la cola parecían moverse con vida propia, como si estuvieran poseídas por una fuerza oscura.
Cuando relinchaba, su voz era como un trueno en la distancia, un sonido que hacía temblar la tierra y helar la sangre en las venas.
Dedujo que quien montaba ese caballo estaría condenado a servir a las fuerzas de la oscuridad, y que su alma estaría perdida para siempre.
Era un mensajero de la oscuridad, un heraldo de la muerte y la destrucción que había sido engendrado en el infierno, y que su propósito era llevar a los humanos por el camino de la perdición.
Sintió que era un caballo antiguo, nacido de la tierra misma, y que su maldad era una parte inherente de su naturaleza.
Fuera cual fuera la verdad, una cosa era segura: la figura y su caballo negro endemoniado eran unas criaturas temerosas y respetables, y quien se cruzara en su camino debía prepararse para enfrentar su peor pesadilla.
El hombre sintió un escalofrío recorrer su espalda, y se dio cuenta de que esta ciudad era aún más extraña y peligrosa de lo que había imaginado.
La procesión pasó por su lado, y el hombre vio que estaba liderada por una figura encapuchada que parecía estar mirando directamente hacia él.
El hombre se sintió un sudor frío recorrer su frente, y se dio cuenta de que estaba en grave peligro.
La figura encapuchada se acercó a él, y el hombre pudo sentir su mirada penetrante. Se sintió como si estuviera siendo juzgado, como si su destino estuviera siendo decidido en ese momento.
Pero justo cuando la figura encapuchada estaba a punto de hablar, el hombre se sintió un mareo repentino. La ciudad comenzó a girar a su alrededor, y las luces de las lámparas de gas parecieron bailar en el aire.
De repente, el hombre se dio cuenta de que estaba apoyado en una pared, y que su cabeza estaba ladeada hacia un lado.
La figura encapuchada había desaparecido, y en su lugar había un grupo de personas que lo miraban con preocupación.
—¿Estás bien, amigo?–preguntó uno de ellos.
El hombre intentó hablar, pero su voz estaba borracha y confusa.
Se dio cuenta de que estaba ebrio, y que todo lo que había sucedido en la ciudad había sido solo una ilusión creada por su mente borracha.
Se rio a carcajadas, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza. La ciudad, la figura encapuchada, todo había sido solo un producto de su imaginación ebria.
Se enderezó, intentando recuperar el equilibrio. La ciudad parecía haber vuelto a la normalidad, y las personas que lo rodeaban parecían estar sonriendo.
—Creo que necesito ir a casa–dijo el hombre, intentando hablar con claridad.
Uno de los hombres asintió y se ofreció a acompañarlo. El hombre no acepto, no era su ser el recibir ayuda, si darla… se dirigió hacia la salida de la ciudad.
A medida que caminaba, el hombre se dio cuenta de que la ciudad no era tan misteriosa y peligrosa como había parecido.
Era solo un lugar normal, con personas normales, y él había sido el único que había visto cosas extrañas debido a su estado de ebriedad.
Se rio de nuevo, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza. Había sido una noche loca, pero al final, todo había salido bien.
Este hombre es John, padre de Christofer.
John era un hombre de campo, tallado por la dura realidad del Lejano Oeste. Su rostro, bronceado por el sol y marcado por las arrugas de la vida, era un mapa de su historia.
Sus ojos, azules como el cielo de Texas, brillaban como las mismas estrellas. Su cabello, oscuro y ondulado, caía sobre su frente como una cortina de noche.
Pero era su sonrisa la que verdaderamente lo definía. Una sonrisa que parecía iluminar el mundo, que hacía que todos se sintieran cómodos en su presencia. Una sonrisa que decía: "Estoy aquí para ti, para protegerte y cuidarte".
John era un hombre de principios, un hombre que vivía según sus propias reglas.
Era un trabajador incansable, un proveedor dedicado, siempre dispuesto a hacer lo que fuera necesario para cuidar de su familia y su comunidad.
Y, sin embargo, era también un hombre vulnerable, un hombre que sentía profundamente y que no tenía miedo de mostrar sus emociones.
Pero, sobre todo, era un hombre con un corazón de oro, un hombre que amaba profundamente y que haría cualquier cosa para proteger a los que amaba.
John estaba casado con Mary, madre de Christofer.
Mary era una mujer de una belleza radiante, tanto interior como exterior. Su rostro era un reflejo de su alma, con una sonrisa cálida y acogedora.
Sus ojos eran color miel como las hojas de otoño, con una profundidad y una bondad que parecían ver más allá de las palabras.
Su cabello era gris y bien lacio, con una textura sedosa que parecía caer sobre sus hombros como una cascada de noche.
Su piel era suave y pálida, con una delicadeza que parecía requerir una protección especial.
Pero era su corazón lo que verdaderamente la definía. Al igual que John, Mary era una mujer con un corazón de oro, siempre dispuesta a ayudar a los demás, siempre dispuesta a escuchar y a ofrecer una palabra de aliento.
Era una mujer que amaba profundamente, y que siempre estaba disponible a hacer sacrificios por los que amaba.
Su amor por su familia era incondicional, y estaba siempre lista a hacer cualquier cosa para proteger y cuidar de ellos.
Era una madre dedicada, no ponía excusas al momento de escuchar y ofrecer consejos, estaba siempre disponible a estar allí para su hijo Christofer.
Pero Mary no era solo una madre y una esposa, también era una persona con sus propias pasiones e intereses.
Amaba la naturaleza, y se mostraba entusiasta a pasar tiempo al aire libre, ya sea caminando por el bosque o simplemente sentada en el jardín, disfrutando del sol y del viento.
Amaba la música, y se ofrecía sin reparos a cantar y a bailar, ya sea sola o con su familia.
Amaba la lectura, y se mostraba entusiasta a sumergirse en un buen libro, ya sea de ficción o de no ficción.
Era una mujer que de una mirada que reflejaba bondad y amor, su presencia iluminaba su entorno, con voz tierna y manos suaves protege a quienes ama.
Era una mujer que siempre estaría en el corazón de toda persona que la conociera, y que siempre sería recordada con amor y gratitud.
Mary era una ama de casa que se ocupaba de cuidar a Christofer y mantener la casa limpia y organizada.
La infancia de Christofer fue feliz y plena. Su padre era un hombre fuerte y amable que siempre estaba dispuesto a jugar con él y enseñarle cosas nuevas.
Su madre era una mujer cariñosa y dedicada que siempre estaba allí para abrazarlo y hacerlo sentir seguro, él ayudaba a su madre a los quehaceres de la casa, a cuidar el jardín, la cosecha.
Christofer era un niño de 10 años en ese momento con una energía y una curiosidad que parecían no tener fin.
Era un niño que siempre estaba en movimiento, siempre explorando, siempre descubriendo nuevas cosas.
Tenía el cabello plateado y ondulado, y unos ojos azules que brillaban con una luz de curiosidad y de asombro.
Su sonrisa era amplia y contagiosa, y siempre parecía estar sonriendo, incluso cuando estaba triste o asustado. Amaba la aventura, y siempre estaba dispuesto a explorar nuevos lugares y a probar nuevas cosas. Amaba jugar al aire libre, ya sea en el jardín o en el pueblo.
Desde muy pequeño, Christofer se sintió atraído por el estilo de vida de los vaqueros que trabajaban en la granja de su familia.
Su padre, un hombre fuerte y rudo, era un vaquero experimentado que pasaba la mayor parte de su tiempo en el campo, cuidando del ganado y reparando cercas.
La infancia de Christofer estuvo llena de aventuras y aprendizajes.
A los 5 años, su padre le regaló su primer caballo, un potro pequeño y enérgico llamado "Pecos".
Christofer pasaba horas montando a Pecos por los campos, aprendiendo a dominar el caballo y a entender su comportamiento.
A medida que crecía, Christofer se convirtió en un ayudante valioso para su padre.
Aprendió a reparar cercas, a cuidar del ganado y a navegar por los vastos campos.
Su padre le enseñó a ser fuerte, a trabajar duro y a respetar la naturaleza.
Pero la infancia de Christofer no estuvo exenta de desafíos.
En una ocasión, mientras estaba montando a Pecos, se perdió en el campo y tuvo que pasar la noche bajo las estrellas.
Aunque estaba asustado, Christofer recordó las palabras de su padre: "Un vaquero siempre debe estar preparado para cualquier cosa".
Al día siguiente, fue encontrado por su padre y los vaqueros que trabajaban en la granja.
Aunque estaba exhausto y hambriento, Christofer se sintió orgulloso de haber sobrevivido a la noche en el campo.
A medida que crecía, su pasión por el estilo de vida de los vaqueros solo aumentaba.
Sabía que algún día se convertiría en un vaquero experimentado, al igual que su padre.
Y aunque la vida de un vaquero era dura y exigente, estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.
Pero Christofer también era un niño muy sensible, y siempre se preocupaba por los demás. Amaba a su mamá y a su papá con todo su corazón, y siempre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para hacerlos felices.
En los últimos meses, había estado notando que su mamá no estaba bien. La había visto llorar y sufrir, y había sentido su dolor y su tristeza.
Pero no había entendido completamente lo que estaba pasando, y siempre había creído que su mamá se recuperaría.
Pero cuando Christofer tenía 6 años, su vida cambió drásticamente. Su madre ya no era la misma, cada día estaba más débil, se quejaba de los dolores del cuerpo que antes no tenía…
Su cara había cambiado completamente, ya no reflejaba felicidad… solo dolor y tristeza…
Resulta que Mary años atrás vivía en una ciudad, pequeña y aislada, rodeado de vastas extensiones de tierra y montañas.
La gente que vivía allí era dura y resistente, acostumbrada a luchar contra la naturaleza y sus elementos.
Mary era una de esas personas.
Uno de esos días de invierno, el crudo invierno del lejano oeste… con más frío que el mismo Cristo se quejaría de los pies congelados… Mary había comenzado a sentirse mal.
Tenía dolores en el pecho y se sentía cansada todo el tiempo. Al principio, pensó que era solo una gripe, pero cuando los síntomas persistieron, supo que algo estaba mal.
No había médicos en su pueblo natal, solo una enfermera que había estudiado en la ciudad más cercana.
Mary fue a verla, y la enfermera le dijo que creía que tenía cáncer. Pero no había nada que pudieran hacer para curarla.
Se sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago.
No podía creer que su cuerpo, que siempre había sido fuerte y saludable, ahora estuviera atacándola desde adentro. Se sintió sola y asustada, sin saber qué hacer.
John se enteró de la noticia y se sintió devastado…No sabía cómo cuidar a su esposa, ni cómo explicarle a Christofer lo que estaba sucediendo.
Se sintió impotente y asustado, sin saber qué hacer.
Christofer era demasiado joven para entender lo que estaba sucediendo.
Solo sabía que su madre estaba enferma, y que no podía jugar con él como antes. Se sentía confundido y asustado, sin saber qué hacer.
John llamó a Christofer.
—Chris, cariño... tenemos que hablar sobre algo importante–.
Mirando a su padre con curiosidad, comiendo su dedo pulgar: –¿Qué es, papá?
Tomando una profunda respiración: –La mamá... está muy enferma Chris. Su cuerpo está muy débil y no puede seguir luchando–.
Asustado y sin entender lo que en realidad John intentaba explicar: –¿Qué significa eso, papá? ¿Se va a curar?
A pesar de que Christofer era muy pequeño… él con su corta edad podía comprender lo que le estaba pasando a su madre...
Negando con la cabeza: –Lo siento, Chris. La mamá no se va a curar. Su enfermedad es demasiado grave y no hay nada que podamos hacer para salvarla–.
Aun comiéndose el pulgar de la mano izquierda, dejando ver un puchero debajo del pulgar en su boca y los ojos llenos de lágrimas: –¿Qué significa eso, papá? ¿Se va a ir?
Asintiendo, prácticamente llorando y con voz temblorosa: –Sí, hijo. La mamá se va a ir. Su cuerpo va a dejar de funcionar y ella se va a ir.
Ya con las mejillas empapadas en lágrimas: –¡No! ¡No quiero que se vaya! ¡Quiero que se quede conmigo!
Abrazando a Chris: –Lo sé, cariño. Lo sé. Pero la mamá está sufriendo mucho y no podemos hacer nada para evitar su dolor. Es mejor que se vaya y descansen en paz.
Ya llorando desconsoladamente, pegando a John en el pecho unas trompadas que no dolían, no lastimaban… pero sí demostraban el dolor que él sentía: –¿Por qué tiene que irse, papá? ¿Por qué no puede quedarse conmigo?
Suspirando: –La vida es así. A veces, las personas que amamos se van y no podemos hacer nada para evitarlo. Pero tenemos que ser fuertes y seguir adelante, incluso cuando es difícil.
Gritando ya descontrolado, dejando a la vista el sufrimiento que esto le generaba: –¡No quiero ser fuerte! ¡Quiero que la mamá se quede conmigo!
John abrazó fuerte a Chris: –Lo sé, cariño. Lo sé. Pero la mamá siempre estará contigo, en espíritu. Ella siempre te amará y te cuidará, incluso cuando no esté aquí físicamente.
Llorando: –¿Qué significa eso, papá?
Sonriendo tristemente: –Significa que la mamá siempre estará en tu corazón y en tus recuerdos. Significa que siempre podrás sentir su amor y su presencia, incluso cuando no esté aquí.
Asintiendo lentamente: –Entiendo, papá. Entiendo.
Abrazando a Chris: –Yo siempre estaré aquí para ti, para cuidarte y protegerte.
A medida que los días pasaban, Mary se fue debilitando. Los dolores en su pecho se hacían más intensos, y se sentía cada vez más cansada.
El pequeño Christofer no entendía lo que estaba pasando, pero sabía que su madre no estaba bien y que estaba sufriendo…
Mary comenzó a experimentar síntomas cada vez más dolorosos y debilitantes.
Tenía dolores en el pecho que la hacían gritar de dolor, y se sentía cansada todo el tiempo.
No podía comer ni dormir, y se sentía débil y sin energía. Despertaba cada día más cansada… despertaba todos los días 5:40 h de la madrugada.
(10 minutos antes que el gallo colorado de cabeza blanca cacareara como siempre, soleado o con tormenta, ese gallo salía a despertar a todos los que los rodearan)
Ni bien despertaba lo primero que hacía era levantarse, lentamente, no por sigilosa, sino por el dolor…
Pero tenía que hacerlo, no por capricho u obligaciones, sino para poder recoger un manojo de pelos que quedaban en la almohada producto de esa maldita enfermedad y tirarlos antes que lo vieran Christofer o John.
Ellos lo sabían, Mary estaba cada vez más enferma, ella se estaba yendo.
Usaba un turbante en la cabeza que Christofer estaba convencido que era para calmar el dolor de cabeza, al menos eso le dijo ella.
Su cabello comenzó a caerse en grandes cantidades, y su piel se volvió pálida y delgada.
Tenía llagas en la boca y la garganta, y se sentía constantemente náusea. No podía salir de la cama, y se sentía como si estuviera muriendo poco a poco.
John y Chris la cuidaban lo mejor que podían, pero no había nada que pudieran hacer para detener el avance del cáncer.
Mary se sentía como si estuviera atrapada en un infierno, sin escapatoria. Se sentía sola y asustada, y no sabía cómo enfrentar el final que se aproximaba.
Un día, Mary se despertó y se dio cuenta de que no podía moverse. Su cuerpo estaba paralizado, y no podía hablar ni respirar.
Un día, Mary llamó a John y a Christofer a su lado. Estaba demasiado débil para hablar, pero les hizo entender que quería que se sentaran con ella. John y Chris se sentaron a su lado, tomándole la mano y mirándola con tristeza.
Con voz débil, prácticamente un susurro: –Chris, cariño... ven aquí.
Sonriendo débilmente tratando de ocultar el dolor inmenso que se comía su vida: –Tengo que hablar contigo sobre algunas cosas importantes.
Asustado: –¿Qué cosas, mamá?
Con lágrimas en los ojos, pero sin borrar esa sonrisa forzosa: –Quiero que sepas que te amo, no importa lo que pase. Y quiero que sepas que siempre estaré contigo, quizás no me veas, quizás no me escuches, pero siempre estaré contigo.
Entendiendo o creyendo entender: –No, mamá, no digas eso.
Acariciando la mano de Chris: –Tienes que ser fuerte. Tienes que seguir adelante sin mí –le dijo con un tono triste y con lágrimas a punto de salir de sus ojos.
Desesperado: –Pero ¿cómo puedo hacer eso, mamá? ¿Cómo puedo vivir sin ti?
Con una sonrisa triste: –Tienes que encontrar la forma, cariño. Tienes que encontrar la forma de seguir adelante y de ser feliz sin mí. Recuerda siempre que te amo, y que siempre estaré contigo.
Llorando: –Lo sé, mamá. Lo sé. Pero no quiero que te vayas. No quiero que me dejes solo.
Con lágrimas en los ojos: –Lo siento, cariño. Lo siento mucho. Pero no tengo elección. Mi tiempo se ha acabado –hizo una pequeña pausa–Pero antes de irme, quiero que me escuches.
Asustado: –Sí, mamá.
Con una sonrisa triste: –Sí, cariño. Quiero que sepas que la vida es corta, y que tienes que disfrutarla al máximo. Quiero que sepas que tienes que ser fuerte y valiente, y que nunca debes rendirte.
Llorando: –Lo sé, mamá. Lo sé.
Con lágrimas en los ojos: –Quiero que sepas que siempre tienes que seguir tus sueños, y que nunca debes dejar que nadie te diga que no puedes hacer algo. Quiero que sepas que eres un niño especial, y que siempre tendrás un lugar en este mundo.
Llorando, sin entender muy bien asintió con la cabeza.
Con una sonrisa triste: –Ahora, quiero que me prometas algo –le dijo mirando a los ojos al pequeño Christofer.
Mirando a su madre con tristeza: –¿Qué, mamá?
Con lágrimas en los ojos: –Quiero que me prometas que siempre te cuidarás, y que siempre serás feliz. Quiero que me prometas que nunca te rendirás, y que siempre seguirás tus sueños.
Chris limpia su cara con la manga de su chaqueta y vuelve a asentir con la cabeza…
Con una sonrisa triste: –Gracias, cariño. Gracias por existir en mi vida.
Llorando: –Mamá, no quiero que te vayas. Por favor, no te vayas.
Con lágrimas en los ojos: –Lo siento, cariño. Lo siento mucho. Pero no tengo elección. Mi tiempo se ha acabado.
—¡Mamá! ¡Mamá!–se abraza a Mary, llorando desconsoladamente.