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Israel trabaja en un corner de una tienda empotrada en otra tienda situada en la planta baja del centro comercial La Vaguada. Antes era un soñador y tenía la cabeza llena de pájaros y de romanticismo, pero ahora, después de haber leído un libro de autoayuda que le ha prometido que será mejor persona, ha adoptado un estilo de vida fluido. Preso de un destino que lo aboca al nihilismo, Israel, como todo buen antihéroe, deberá enfrentarse a su propia destrucción. En un recorrido frenético, febril y trepidante, que parece haber sido sacado del capítulo del descenso a los infiernos del Ulises de Joyce, y que se desarrolla también en un solo y enloquecido día, el centro comercial (espejo de la realidad entera) se convierte en nuestro patio de juegos moderno, donde todo se consigue y todo transcurre, y en una metáfora perfecta del mundo. Una novela generacional, melancólicamente humorística, que huye de la solemnidad y evoluciona entre la ironía y una encantadora ingenuidad.
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Seitenzahl: 205
Veröffentlichungsjahr: 2012
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Fernando San Basilio
por Mercedes Cebrián
Cuando los creativos publicitarios tratan de vendernos un producto o servicio cuyas raíces se encuentran en la tradición nacional —ya sea una especie de flan llano con azúcar tostada por encima, una barra de almendras trituradas o una noche en un hotel que en su día sirvió como residencia de un señor feudal— suelen apelar a «lo nuestro». En ese territorio de ficción publicitaria, «lo nuestro» es algo tan auténtico e inmejorable que casi nos conduce a abandonar de una vez por todas la creencia de que existe algo todavía mejor fuera de nuestras fronteras. Pero nada más salir del micromundo de los anuncios nos topamos con una dolorosa constatación, como si nos diésemos un golpe en las narices contra una puerta de cristal inesperada: «Lo nuestro» no es por fuerza sinónimo de algo bueno, sino, a menudo, de todo lo contrario. Por esas y otras razones relacionadas con su complicada idiosincrasia nacional, España se ha pasado media historia tratando de copiar lo que viene de fuera, quizá siguiendo la estela unamuniana del «que inventen ellos».
Fernando San Basilio, recién entrado en la cuarentena, pertenece a una generación consciente de la importancia de horadar los muros de la patria nuestra para permitir que entre algo de aire fresco; es decir, para ver mundo. Me consta que, como lector, se ha codeado literariamente con Humbert Humbert, con Emma Bovary o con Tom Ripley, por citar algunos ejemplos, o que ha visitado Macondo,Yoknapatawphay otros territorios de ficción ideados al otro lado del Atlántico. Es muy probable también que San Basilio conozca e incluso aprecie la cerveza negra irlandesa sobre cuya espuma se puede dibujar un trébol, que aliñe sus ensaladas conacetobalsámico de Módena y que acuda, por qué no, a fiestas en fábricas desmanteladas cuando viaja a Berlín en vacaciones; es decir, es muy probable que San Basilio sea prácticamente un «ciudadano del mundo», pero —y aquí radican su valentía y originalidad literarias— en sus novelas opta por ofrecer a sus lectores un territorio narrativo en el que, nada más entrar, se ven obligados a aparcar por completo los cantos de sirena foráneos.
En su mítico territorio, emplazado en el distrito madrileño de Fuencarral-El Pardo, San Basilio sitúa a los lectores tan cerca del tuétano de «lo nuestro», que, a menudo, estos corren el riesgo de sufrir un rasguño o una mordedura inesperada. Y es que lo nuestro duele, o más bien, escuece de lo lindo. Y no me estoy refiriendo aquí a la Guerra Civil, ni a las casi cuatro décadas de homogeneidad tan sangrienta como gris reflejadas en la valiosa obra de Miguel Espinosa o de Luis Martín Santos. Me refiero a lo nuestro de hoy, a ese gazpacho parecido al mejunje procedente de sobras de comida variopinta que le prepara José Luis Torrente a su padre, encarnado por Tony Leblanc en la primera de las películas de la serie dedicada al chusco excomisario de policía.
La Vaguada como mejunje
Lo fascinante de la literatura de San Basilio es que logra convencernos de que el centro comercial La Vaguada y sus aledaños (el puente colgante del Barrio del Pilar, la biblioteca pública, los arcos de la Avenida de la Ilustración…) son la metáfora perfecta del aquí y del ahora.La Vaguada parece ofrecerlo todo: en ella podemos beber cerveza Guinness, comer chucrut y comprar cientos de artículos y productosmade insitios varios, pero, ay, ¿por qué será que al final uno prefiere salir de allí cuanto antes? Hasta Casilda, uno de los personajes femeninos de la novela, se da cuenta de que algo falla, de que dentro del café Starbucks vaguadeño tiene en todo momento «la impresión de vivir una ocasión única y de estar en Boston o en Seattle o en Filadelfia, en cualquier sitio vivo y excitante que no fuera La Vaguada». Resulta entonces queLa Vaguada es el lugar al que acudimos para comprobar que no queremos permanecer allí. Doloroso, ¿verdad?. Pero ¿no es acaso eso mismo lo que nos ocurre casi a diario en diversos aspectos de la vida? Los personajes deEl joven vendedor y el estilo de vida fluidoparecen creer que en La Vaguada (que es como decir «en la realidad») quizá haya una vía camuflada de acceso al mundo, o por lo menos a un sucedáneo de mundo más vivo y excitante que el que conocemos. Si están o no en lo cierto, no me corresponde a mí anunciarlo: es su autor quien los conoce bien, quien posee un conocimiento de primera mano acerca de los usos y costumbres de los habitantes del postcapitalismo más zafio. Esa inquietante mezcla entre ignorancia soberana y conocimiento de baratillo que puebla las mentes de los personajes deEl joven vendedor y el estilo de vida fluidoes pavorosamente hiperrealista y nos muestra una vez más el talento sambasiliano para un Costumbrismo 2.0que va mucho más allá de la mera descripción pormenorizada de situaciones cotidianas.
En esta aventura que transcurre a lo largo de un día, como si se tratase de una versión del Ulises ambientada en el Barrio del Pilar madrileño, acompañamos a Israel, el protagonista, en su frenética búsqueda de «las cosas que de verdad importan». Esta misión autoimpuesta procede de la lectura de su biblia de autoayuda particular: El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield. A medio camino entre gurú presocrático y charlatán de feria, Bloomfield le deja a Israel (o Isra, como él pide que le llamen) la cabeza tan confusa como los libros de caballería a Alonso Quijano. En esta búsqueda tanto de las cosas que importan como del propio libro en sí, olvidado en algún rincón de La Vaguada por despiste, acompañamos a Isra y aprendemos a sentir hacia él una combinación entre inmenso cariño y tremenda grima, similar a la que nos provoca aquello o aquellos que, como él, son claros representantes de «lo nuestro». Isra y La Vaguada, mal que nos pese, lo son: nos duelen y a la vez nos producen unas cosquillas tan incomprensibles como las de esas caídas de culo de la infancia. Y para entrar en este universo desternillante y perturbador que nos propone Fernando San Basilio, no hay más que atreverse a pasar a la página siguiente.
Mercedes Cebrián, 2012
Proverbio coreano del período Joseon
donde se habla de un pájaro,
Cuando un cuerpo, para ser elevado a un determinado nivel de temperatura, tiene mayor necesidad que otro cuerpo de recibir calor procedente de fuera, decimos que posee una superior capacidad de calor. Por ejemplo, el aceite de linaza tiene la mitad de capacidad que el agua. Para llevar una libra de agua a 60 grados Réaumur, se requiere tanto calor como para derretir una libra de hielo, con lo que el calor queda latente. En cambio, el ACEITE DE LINAZA es llevado a 60 grados con la mitad de calor aportado, pero, al entregar de nuevo ese calor y descender a 0, solo puede derretir media libra de hielo.
Arthur Schopenhauer
Senilia,Reflexiones de un anciano
A la mierda todo ese rollo sobre la vida vegetal y la soja y los carbohidratos y el oxígeno y el nitrógeno y todo lo que existe en el mundo aunque no lo conozcamos; lo más importante en esta vida es la diversión, eso es lo único que cuenta.
William Saroyan
Antes de todo esto, antes de adoptar el estilo de vida fluido, Israel era un soñador y tenía la cabeza llena de pájaros y de romanticismo y demasiadas ilusiones y nunca pasaba nada, pero ahora Israel ya no sueña y ya no divaga y ahora tiene el único y clarísimo objetivo de conseguir todos sus objetivos —un objetivo integral— y movido por ese impulso se abre paso entre la masa rugosa de clientes, merodeadores y empleados que hormiguean entre las calles de La Vaguada y avanza hacia su destino —su destino inmediato es un corner de la firma Fitchercrombie empotrado en la planta joven de La Gran Central del Artículo y un corner es una tienda dentro de otra tienda y en este caso lo que aguarda a Israel es un turno de tarde y hay tres tipos de turnos de tarde: largo, corto y medio, pero eso no es el asunto ahora o es un asunto insignificante comparado con el asunto del verdaderodestinode Israel— y mira hacia el interior de todas las otras tiendas y adivina en cada una de ellas el latido de una vida nueva. Israel ha decidido adoptar el estilo de vida fluido y se da cuenta de que su actual trabajo es un estorbo y por tanto tiene que quitárselo de encima y buscar otro mejor, o sea, cualquier otro. Las personas con estilo de vida fluido tienen una relación muy libre —y fluida— con el trabajo y no permiten que un complicado, arbitrario y fastidioso sistema de turnos gobierne sus días y un día dicen «hoy no trabajo» y lo primero que hacen es llamar a la pequeña productora de cine independiente o a la caótica y encantadora tienda de ropa de segunda mano en la que trabajan y ese día no trabajan y cuando la cosa se pone fea cambian de empleo. Israel ha fantaseado con la idea de llamar a su trabajo y decir «hoy no trabajo» y no lo ha hecho, no ha llamado a ningún sitio pero se ha levantado convencido de que se adentraba en una nueva era y, por ejemplo, ha sido una mañana totalmente inédita e Israel ha hablado con su madre en un clima de absoluta cooperación —«todo lo que yo pueda hacer para mejorar las cosas será poco»— y ahora Israel avanza hacia su destino inmediato y hacia su turno de tarde. La noche anterior, Israel ha empezado a leer un libro llamadoEl estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield, de Harry Bloomfield, donde se dice que las personas con estilo de vida fluido no trabajan, o trabajan lo menos posible, y en ningún caso permiten que su empleo absorba todas sus energías psíquicas, su atención, y ese libro, de momento, le ha fascinado y casi no ha pegado ojo y sin embargo se ha levantado como nuevo. Ah, sí, el estilo de vida fluido es una solución maravillosa. Cuando un aspecto de tu vida no te resulta satisfactorio, lo único que tienes que hacer es cambiarlo: chasqueas los dedos —chasquido inicial— y das un paso al frente y esa sencillísima operación ya prefigura el principio de un cambio. El chasquido inicial —El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfieldes un libro eminentemente práctico y te da un montón de claves para cambiar tu vida, el autor Harry Bloomfield no se va por las ramas— es el primer paso para cambiar tu vida en el sentido más amplio: tu casa, tu pareja, tu trabajo y las condiciones de tu hipoteca, todo es susceptible de mejora si adoptas el estilo de vida fluido y pones especial atención —poner el foco o enfocar— en las cosas que de verdad importan y en la calidad de tu experiencia diaria: Experiencia Trascendente de Calidad (ETC). La familia es una excepción a todo lo anterior. No se puede cambiar una familia por otra así como así, no estaría bien y desde luego no es eso lo que hacen las personas de estilo de vida fluido, que prefieren convertir a sus parientes en personas y pasar por encima de su condición de madre, padre, hermano, hijo y etcétera. Este proceso de convertir a los parientes en personas forma parte del propio proceso interno, global y más ambicioso, de convertirse a uno mismo en persona. ¿Cómo es posible que una persona de estilo de vida fluido tenga que convertirse en persona? ¿Acaso no es persona con anterioridad? Harry Bloomfield despeja esta duda, que también ha encontrado sitio en la cabeza de Israel, aclarando que nadie es verdaderamente persona hasta que deja de ser la persona que ha sido antes de ser persona: atomización de laduda en la cabeza de Israel y consiguiente atomización de cada uno de los átomos a que había quedado reducida la duda hasta su disolución efectiva (ruido de una duda que se disuelve, parecido al rumor de una aspirina efervescente al entrar en contacto con el agua). De modo que Israel camina por las calles de La Vaguada y desciende por medio de una cinta mecánica hasta la planta baja, chasquea los dedos sin parar y un montón de nuevos mundos, otros empleos —dependiente de la tienda de bollos de canela, consultor de telefonía móvil, captador de clientes para los bancos Citibank, ING Direct o Sabadell Atlántico— le salen al paso, pero al llegar a la Plaza Central, entre la puerta de Bricolage Soriano y la de los supermercados Alcampo, donde Israel tiene previsto comprar una bebida isotónica para sobrellevar la tarde, ocurre algo de verdad intolerable e Israel se pregunta: «¿Qué es esto?, ¿qué es todo esto?» La persona —el autor Harry Bloomfield hace un uso continuado de la palabrapersona, por encima de todo están las personas, persona a persona— de estilo de vida fluido no se calla ante la injusticia, las injusticias son nudos en el discurso de la vida, obstáculos para que el cosmos fluya. Israel observa, entre escalofríos de indignación, a una señora de cierta edad y a un adolescente que forcejean por unas bolsas de la compra. La persona de estilo vida fluido no es forzosamente una persona de acción pero, sea como fuere, esta vez la cosa está llegando demasiado lejos e Israel enseguida se pone del lado de la señora. Israel, como cualquiera, procura ponerse siempre del lado del más débil, pero esta vez ha sido un hecho físico, o si se quiere geográfico. Israel ha dado un paso al frente y se ha situado junto a la señora y ha chasqueado los dedos y luego ha levantado el brazo y ha dicho: «¡Eh!». Desde luego, es agradable ser un pequeño héroe en la planta baja de La Vaguada y hacer las cosas bien, ayudar a la resolución de conflictos, contribuir a que todo fluya. Ayudar a una mujer mayor en apuros es un acto de justicia y es mucho mejor que tener buenos pensamientos. Todos tenemos muchos buenos pensamientos a lo largo del día pero luego nadie hace nada, eso es lo que sostiene Harry Bloomfield en su libro, y eso es lo que piensa Israel, que se ha sentido muy bien al dar esa voz y al levantar el brazo, y mucho mejor, rematadamente mejor, al comprender que esta señora es una inmigrante. Aquella señora inmigrante, al comprobar que un español como Israel se pone de su parte, se sentirá mucho mejor y su forma de ver las cosas cambiará, mejorará por una temporada o incluso para siempre. Solo que el chico que forcejea con ella también es inmigrante. Es un muchacho espigado y con la piel ambarina, vestido como un baloncestista, tiene una mata de pelo en la cabeza y, encima, una gorra diminuta y flotadora. Lleva un teléfono móvil colgado del cuello. Así que es dominicano y ahora Israel lo sabe. En realidad, ¿cuánto tiempo hace que Israel lo sabe? Pero los hijos no deben permitir que los mayores acarreen bolsas pesadas. Los hijos, los nietos, los sobrinos: el amor fluye de abajo arriba como los gases calientes. Israel se alisa el pelo con la mano que tiene levantada, aprieta los labios. Un pensamiento afilado y veloz le atraviesa el cerebro, en realidad se trata de dos pensamientos contradictorios o complementarios: «Sería maravilloso que nada de esto hubiera ocurrido y no haber actuado y, no obstante, yo al menos he actuado, yo al menos he hecho algo». Cuando entra en La Gran Central del Artículo lo hace con la determinación de un empleado, aunque en realidad no es un empleado de La Gran Central del Artículo sino del corner de Fitchercrombie —la prestigiosa firma Fitchercrombie— y el corazón le va muy aprisa y tiene el pulso a la altura del cuello. Su compañero Jacobo está perchando una remesa de artículos. Las personas de estilo de vida fluido eligen las palabras que usan y no permiten que sean las palabras las que las elijan a ellas: la palabraperchardesaparece. Al fin, Israel mueve la cabeza para hacerle saber a su compañero Jacobo que está en condiciones de quedarse solo y su compañero Jacobo, que mientras perchaba esos artículos lo ha estado observando en silencio y con los ojos entornados, se da una palmada en los muslos. «Entonces me largo.» Israel se acomoda detrás de la caja registradora y, volcado sobre el mostrador y con la barbilla en la mano, se dedica a soñar con un nuevo empleo y con otros clientes, con un mundo fluido y vacío de injusticias. La mayoría de los clientes de este corner de Fitchercrombie tienen la manía de acumular propiedades de cualquier índole así como una inclinación casi neurótica hacia ciertas marcas. EnEl estilo de vida fluido de Archibald Bloomfieldno se dice nada en contra de la propiedad, y mucho menos en contra de la propiedad privada, pero se subraya lo absurdo del acaparamiento y se empieza por ese mismo libro que el lector tiene entre las manos. «¿Crees que necesitarás realmente este libro una vez lo hayas leído? ¿No sería mejor que se lo regalaras a un amigo o que lo donaras a una biblioteca pública?»¡Bingo! Las coincidencias entre la manera de pensar de Israel —el ejemplar que está leyendo no es suyo sino de la biblioteca municipal La Vaguada— y las de Harry Bloomfield empiezan a ser asombrosas. Las marcas constituyen un asunto más espinoso y, en este punto, no es exagerado decir queEl estilo de vida fluido de Archibald Bloomfieldha puesto patas arriba el universo existencial de Israel. Resulta que las marcas son una gran estafa en opinión de Harry Bloomfield. Las marcas son una especie de superstición a la que se entregan las personas sin vida interior. Muchos estudios de muchas universidades —Harry Bloomfield remite a una del sur de California— demuestran que no es más feliz quien más tiene sino etcétera y etcétera. Las personas que compran artículos en este corner de Fitchercrombie tienen un alto concepto de sí mismas que trasladan a cada uno de sus actos. ¿Consideran que han llegado lejos? ¿Llegarán lejos? ¿Adónde llegará Israel? Israel consideraba que había llegado a alguna parte porque él mismo trabajaba en un corner de Fitchercrombie —la prestigiosa firma Fitchercrombie— y ahora todo esto ha dejado de tener importancia porquelas marcas son una estafa y una superstición y el conceptollegar lejosollegar lejos en la vidano tiene nada que ver con el estilo de vida fluido. Comprador y vendedor unidos por el fino e irrompible hilo de una marca de prestigio: adiós a todo eso. Harry Bloomfield es el sobrino de Archibald Bloomfield, de quien ha extraído todas esas enseñanzasde vida que luego ha volcado en su libro. Antes de adoptar el estilo de vida fluido, el propio Harry Bloomfield odiaba a su familia, lo cual incluye a su tío Archibald, y había malgastado su juventud intentando cambiar a sus padres, hermanos y etcétera, hasta que comprendió que esta empresa le llevaría varios siglos y, en un ejercicio de economía afectiva, empezó a cambiarse a sí mismo al tiempo que convertía a sus parientes en personas. Israel se para a pensar en alguno de sus tíos y en su estilo de vida poco o nada fluido, así como en su padre, que trabaja en una distribuidora de carne, y en seguida ha irrumpido en su campo visual un hombre de más de sesenta años, amarillo y con la nariz ganchuda y los ojos muy juntos y arrugados y con un lápiz metido en la boca que ha mirado un cajón de artículos con indiferencia y ha preguntado por Jacobo.
—Jacobo ha salido a dar una vuelta —dice Israel—, pero vendrá dentro de quince minutos. Diez minutos.
El hombre se ha doblado sobre sí mismo, se ha sacado el lápiz de la boca, ha sacudido la cabeza y se ha explicado: es el dueño de la Boutique del Producto —ha señalado con el lápiz hacia el techo— y hoy es el Día del Producto y en la Boutique del Producto invitan a los clientes a un vino español.
—Y yo quería invitar a Jacobo y hablar con él —dice el hombre, abriendo los brazos. El hombre habla en suaves ondulaciones, con unos acentos de sinceridad tan profundos que conmueven a Israel.
En el camino de explicarle todas estas cosas, el hombre ha invitado a Israel a la pequeña fiesta de la Boutique del Producto e Israel ha inclinado la cabeza y no ha dicho nada. Luego el hombre ha posado los dedos sobre un artículo de 86 euros y lo ha desdoblado y lo ha mirado del derecho y del revés y ha dicho «esto, me voy a llevar esto» y ha explicado que era un regalo para su ayudante en la Boutique del Producto, y entonces se ha producido un hecho insólito: el hombre ha pagado el artículo sin deslizar ninguna insinuación acerca de un posible descuento. La mayoría de los dueños y dependientes de las tiendas de La Vaguada se comporta como si La Vaguada, incluida La Gran Central del Artículo y cada uno de sus corners, fuera una especie de gran economato para dueños y dependientes de La Vaguada. Israel está harto de todo eso. Pero este dueño de la Boutique del Producto lo único que ha hecho ha sido dar las gracias muchas veces e insistir en su invitación, lo cual ha terminado de convencer a Israel de que estaba ante un hombre extraordinario. Nunca había visto a nadie con un estilo tan fluido. Un vino español. Oh, sí, la bebida. La bebida isotónica que Israel había dejado de comprar debido al incidente de la Plaza Central, entre Alcampo y Bricolage Soriano, y todas las demás bebidas. De un tiempo a esta parte, Israel bebe muchísimo y a menudo se acuesta con la sensación de haber bebido demasiado, así que tiene resaca incluso antes de tener resaca. Israel no es una persona fuerte y, como ya ha cumplido los veinte años, cabe pensar que nunca lo será. Tiene un hombro más alto que el otro, los brazos —ambos— demasiado cortos y una cintura casi inexistente. En todo lo demás es un muchacho corriente y tal vez un hombre tranquilo y amigo de la moderación, salvo en lo que se refiere a beber. ¿Qué otra cosa puede hacer? La bebida le sienta verdaderamente bien, le dota de una formidable elasticidad mental y de una gran agilidad en la toma de decisiones. El libro El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield incluye un capítulo dedicado a este asunto de la bebida. La gente con estilo fluido bebe demasiado aunque a veces no bebe nada en absoluto. Esto es así porque la gente con estilo fluido bebe lo que necesita, ni una gota más ni una gota menos, y hay días en que ciertamente uno necesita beber demasiado. Israel, la noche antes, al leer esto último, había dado unas cabezadas de aprobación: aquel libro había sido escrito para él, era como si Harry Bloomfield le susurrara párrafos enteros al oído.
—Tienes que venir —ha dicho el dueño de la Boutique del Producto, sin dejar de roer el lapicero—, puedes traer a quien quieras.
—Bueno, bueno.
Israel ha acompañado al hombre hasta el umbral invisible, pero real y verificable, del corner de Fitchercrombie y luego lo ha visto alejarse —suave y alegre balanceo de brazos que ha levantado un rumor en el pecho de Israel— por la planta joven y encontrarse con Jacobo a la altura del corner de la firma Docker´s y saludarle apretándole las manos. El hombre ha empezado a gesticular, moviendo los brazos como un molino y metiéndose y sacándose el lápiz de la boca, y le ha enseñado a Jacobo el artículo que acaba de comprar y los dos se han reído y, para despedirse, se han agarrado de los antebrazos y cuando Jacobo ha entrado en el espacio Fitchercrombie, su sonrisa era inabarcable. Israel y Jacobo han jugado a doblar y desdoblar artículos con una sola mano y después, entre otras cosas, han mantenido una conversación intermitente acerca del Gran Circo Mundial de La Vaguada, que aquel año se ha instalado asombrosamente pronto. ¡El Gran Circo Mundial de La Vaguada! El que nunca defrauda. Haciendo más y mejor circo desde 1976. Potente calefacción. Jacobo no vive ni ha vivido nunca en los alrededores de La Vaguada, ni en ningún otro punto del distrito Fuencarral-El Pardo, sino en una bocacalle de Doctor Esquerdo, y encuentra interesantes muchos aspectos de la vida en el Barrio del Pilar, a los que no duda en llamar fenómenos: el fenómeno del paso de la M-30 a la altura de La Vaguada, el fenómeno de la concentración anual de Pilares, el fenómeno de los carteles anunciadores del Gran Circo Mundial de La Vaguada y el fenómeno del propio Gran Circo Mundial de La Vaguada. Jacobo no sabe la razón por la que este año han montado el Gran Circo Mundial de La Vaguada en junio y se pregunta si esto suprimirá el espectáculo de noviembre.
—A lo mejor es otro circo —ha dicho Israel.