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Dorothy vive en medio de las grises praderas de Kansas con su tío y su tía y su pequeño perrito Totó. No hay nada destacable en la grisura que la rodea, y nada nuevo sucede nunca en medio de aquellos parajes. Por lo menos hasta el día en que irrumpe el ciclón que engulle a la niña, con casa incluida, y es transportada junto a su mascota hasta un lugar de ensueño y seres inverosímiles, el país de Oz. Dorothy descubre que puede hacer muchas cosas maravillosas en dicha tierra, salvo la única que le interesa: regresar a Kansas.
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Seitenzahl: 273
Veröffentlichungsjahr: 2014
L. Frank Baum
El maravilloso mago de Oz
Edición y traducción de Ana Belén Ramos
Introducción
Bibliografía
El maravilloso mago de Oz
Introducción
Capítulo I. El ciclón
Capítulo II. El comité de Munchkins
Capítulo III. De cómo Dorothy salvó al Espantapájaros
Capítulo IV. El camino que atraviesa el bosque
Capítulo V. El rescate del Leñador de Hojalata
Capítulo VI. El León Cobarde
Capítulo VII. El viaje en busca del gran Oz
Capítulo VIII. El Mortífero Campo de Amapolas
Capítulo IX. La Reina del Campo de Ratones
Capítulo X. El Guardián de las Puertas
Capítulo XI. La maravillosa Ciudad Esmeralda de Oz
Capítulo XII. La búsqueda de la Malvada Bruja
Capítulo XIII. El rescate
Capítulo XIV. Los Monos Alados
Capítulo XV. El descubrimiento de Oz, el Terrible
Capítulo XVI. Las artes mágicas del Gran Farsante
Capítulo XVII. De cómo despegó el globo
Capítulo XVIII. Hacia el Sur
Capítulo XIX. Atacados por los Árboles Peleones
Capítulo XX. El delicado País de Porcelana
Capítulo XXI. El León se convierte en el Rey de los Animales
Capítulo XXII. El País de los Quadlings
Capítulo XXIII. La Bruja Buena concede el deseo de Dorothy
Capítulo XXIV. De nuevo en casa
Créditos
L. Frank Baum
Prueben a imaginar un mundo sin el mago de Oz. Vamos, inténtenlo. Empiecen por quitarle a esta tierra las baldosas amarillas, los tornados que te transportan como en una cuna a un lugar de ensueño. Después hagan desaparecer la idea del León cobarde, del Espantapájaros sin seso, del Leñador descorazonado. Eliminen el teatro del Gran Mago farsante que se esconde detrás de las bambalinas, hagan que las praderas grises de Kansas ya no sean un aeropuerto hacia Oz, sino meras praderas grises, que Judy Garland no cante Over the Rainbow, que los zapatos de nadie se entrechoquen para llegar mágicamente a ninguna parte.
En ese mundo, Baum no existe y Ray Bradbury no puede escribir: «Cuando las ciudades mueran, al menos en su forma presente, y nos encaminemos de nuevo al Edén, lo cual tendremos que hacer y haremos, Baum estará esperándonos»1.
Pero ¿por qué imaginar algo tan aciago y triste? Mejor quedémonos en nuestra realidad, en este mundo de fantasía que habitamos, una tierra en la que se puede leer El mago de Oz, donde Judy Garland entrechoca sus zapatos enjoyados y L. Frank Baum nace en Chittenango, en el estado de Nueva York, en plena primavera.
Fue concretamente un 15 de mayo de 1856 cuando vino al mundo el creador de El mago de Oz, el séptimo hijo de Benjamin Ward Baum y Cynthia Stanton Baum. Su familia paterna llegó a América un siglo antes, desde la región alemana del Palatinado, y su familia materna había vivido en Connecticut desde el siglo XVII y estaba formada por descendientes de granjeros irlandeses y escoceses. Lo llamaron Lyman Frank Baum, Lyman en honor de un tío, aunque él prefería ser llamado Frank, y vivió una infancia feliz y acomodada gracias a la fortuna paterna. Benjamin Ward Baum había pasado en poco tiempo de fabricar barriles en una pequeña factoría familiar a introducirse en el negocio del petróleo y, posteriormente, en el de la banca, con gran éxito. Cuando Lyman Frank cumplió los cinco años, la familia se mudó a una casa de campo rodeada de seis hectáreas de terreno en las que crecían árboles frutales y viñedos y centenares de rosales, motivo por el cual su madre denominó el lugar Rose Lawn.
L. Frank Baum nació con un defecto en el corazón y, en parte por ese motivo, fue un niño bastante sedentario que gustaba de pasar el tiempo absorto en sus imaginaciones. Los doctores incluso recomendaron que no fuera al colegio y recibió su educación en casa. Leía ávidamente, le gustaban los cuentos de hadas, la literatura victoriana, especialmente Charles Dickens, William Thackeray y Charles Reade, y las obras de Shakespeare, que solía aprenderse de memoria. El pequeño Frank disfrutaba del contacto con la naturaleza en Rose Lawn y en las otras dos granjas que había adquirido su padre, donde tenía ganado y trigo, de ahí su amor por el cultivo de la tierra y la crianza de animales. Disfrutaba enormemente observando los pájaros y pronto tuvo su propio gallinero, afición esta de la cría de gallinas que no abandonaría nunca. Es muy posible que el escenario de su infancia nutriera los verdes y felices paisajes rústicos que cosen el país de Oz. Cuando cumplió doce años, los médicos permitieron que asistiera a una academia militar, pero para el joven Frank aquello fue una experiencia muy difícil, no solo porque extrañaba su vida en el campo, sino por los maltratos que se vio obligado a soportar. Estuvo menos de dos años en dicha escuela, pues uno de los castigos le provocó un ataque al corazón y su familia se convenció de que debía regresar a Rose Lawn y seguir tomando allí sus lecciones:
Me quejé a mi padre del brutal tratamiento que estaba recibiendo en el colegio. Le dije que los profesores no tenían corazón, eran despiadados y se regodeaban continuamente en la crítica mezquina. Le dije a mi padre que en aquel lugar tenían tanta humanidad como en un banco de peces. Por supuesto, por aquellos días, los instructores no se lo pensaban a la hora de darle una guantada a un niño, o de usar a la fuerza un bastón o una regla para castigar a cualquier estudiante que violara mínimamente las reglas estrictas (y, a menudo, poco razonables)2.
Podría decirse que su primera aventura en el mundo de la edición fue a los catorce años. Según relata la biografía To Please a Child, escrita por el hijo del escritor, Frank Joslyn Baum, junto a Russell P. MacFall, un día que el joven Baum deambulaba por las calles de Syracuse esperando a que su padre terminara de trabajar, se detuvo frente a un pequeño local y se quedó embelesado. El dueño del lugar estaba trabajando en una antigua imprenta a pedales; el olor de la tinta y el papel realizaron una especie de conjuro y Baum perdió el sentido del tiempo frente a aquella visión3. No mucho después, consiguió que sus padres le compraran una imprenta y produjo un par de periódicos, el primero de los cuales estaba compuesto por cuatro páginas y se titulaba The Rose Lawn Journal, en honor de la casa familiar. Editó el citado periódico junto a su hermano Harry y el primer número apareció en 1871. También puso en marcha The Empire, en compañía de su amigo Thomas G. Alford.
Desde joven, Baum dio muestras de ser un soñador, pero uno dispuesto a perseguir sus sueños hasta el final. Del mismo modo que logró su imprenta y publicó sus periódicos, obtuvo premios en las exhibiciones de gallinas, editó una revista titulada The Pultry Record y escribió un folleto de setenta páginas en el que explicaba los tipos, plumajes, alimentación y apareamiento de la especie de gallinas Hamburg. Aquel folleto fue la base de su primer libro comercial publicado en 1886, un tratado sobre dicha variedad aviar. Otro de los intereses de Frank eran los sellos y, lejos de contentarse con coleccionarlos, en 1873 publicó un folleto de once páginas con la lista completa de los proveedores de sellos de Estados Unidos, más los principales de Europa, en el que se detallaba cuáles eran de fiar y cuáles no.
Con tal ímpetu, no es de extrañar que su afición por el teatro lo condujera a subirse a las tablas. Tenía dieciocho años y aún vivía con sus padres cuando decidió que sería actor. Al principio nadie quiso contratar a un actor inexperto, pero un empresario lo convenció de que lo haría debutar como protagonista si aportaba su propio guardarropa, con todos los trajes que iba a necesitar. Los padres le advirtieron de que aquello tenía pinta de engaño, pero tal fue la insistencia del hijo que el padre le dio los varios miles de dólares necesarios para adquirir el guardarropa. Benjamin Baum permitió que su hijo se uniera a la agrupación teatral con la única condición de que usara otro nombre como actor para no mancillar su apellido, muy conocido en el momento. Cambió el L. Frank por George y el Baum por Brooks, y se marchó de gira. La noche de la primera actuación, el actor que iba a representar a Romeo le explicó que se le había roto el traje y que no podría aparecer en la obra. Frank se apiadó de él y le prestó una vestimenta. Poco a poco, todos los actores de la compañía, con una excusa u otra, fueron pidiéndole prestada la ropa que, misteriosamente, nunca regresaba al armario. Al cabo de algunas semanas, Frank volvió a casa con las manos vacías; su única experiencia en escena había sido como extra4. Tras este incidente juvenil, se hizo vendedor durante un par de años de la empresa Neal, Baum and Company, pero logró finalmente actuar con el Union Square Theater de Albert M. Palmer en Nueva York. Bajo el nombre de Louis F. Baum participó en uno de los éxitos más notables de la compañía: The Banker’s Daughter, de Bronson Howard. Representada por primera vez en 1878, la obra estuvo en cartel un centenar de noches.
Baum seguía bajo el hechizo de la letra impresa y trabajó también brevemente para el periódico Era, pero su futuro inmediato seguiría ligado al escenario. Al comprobar que su hijo sentía verdadera pasión por el teatro, el padre lo nombró gerente de una cadena de pequeños teatros, que acabaría cediéndole más tarde, en el estado de Nueva York y en el de Pensilvania. Frank Baum comenzó a escribir sus propias obras para satisfacer al público de estos locales. De 1882 son las obras The Maid of Arran, Matches y The Mackrummins. Una que tuvo mucho éxito fue The Maid of Arran; Baum escribió el texto recitado, así como la letra y música de las canciones, y él mismo actuó en el papel protagonista.
La Navidad de 1881 fue una fecha señalada para el dramaturgo, fue entonces cuando conoció a Maud Gage, la mujer que le acompañaría el resto de su vida. Los presentó la propia tía de Frank y, desde el primer momento, ambos se quedaron prendados el uno del otro:
—Este es mi sobrino, Frank. Frank, quiero que conozcas a Maud Gage. Estoy segura de que vas a amarla.
—Considérese amada, señorita Gage.
—Gracias, señor Baum. Es una promesa. Por favor, no deje de cumplirla5.
La madre de Maud era Matilda Joslyn Gage, una importante feminista que participó en la redacción del borrador del proyecto de ley sobre los derechos de las mujeres y escribió los volúmenes History of Woman Suffrage y Woman, Church and State y editó The National Citizen y Ballot Box. A pesar de la oposición inicial que mostró a que su hija se casara con un actor que andaba siempre de gira, acabó dando su consentimiento para la boda que se celebraría un año después de aquel primer encuentro. Posteriormente, Gage pasaría grandes temporadas viviendo con la pareja y fue, en parte, responsable de que Baum se lanzara a escribir cuentos para niños.
El primero de los hijos de la pareja nació en 1883. El futuro creador de Oz resultó ser un padre cariñoso y paciente que adoraba los niños, de modo que contrató a otro actor para el papel principal de la obra de teatro y permaneció con su familia en Syracuse, al tiempo que entraba a formar parte de la compañía de petróleo de los Baum.
Baum como actor protagonista en The Maid of Arran.
Sin embargo, lo que llevaba visos de ser una vida feliz y tranquila se vio enturbiada por una larga serie de problemas económicos y de salud. En 1884, el contable que se encargaba de las cuentas de la compañía teatral demostró ser un pésimo administrador y, antes de que pudieran exigirle responsabilidades, se esfumó. Para mayor desgracia, un incendio en la ciudad de Gillmor se llevó consigo los teatros y todos los materiales que usaban para las obras. Como consecuencia del desastre, Baum perdió cada propiedad a su nombre, incluyendo la cadena de teatros y los derechos de producción de su obra The Maid of Arran.
Lejos de venirse abajo, Baum se puso a trabajar como representante del nuevo aceite para ejes que comercializaba la empresa familiar Castorine Company. En esta época, su padre sufrió un tremendo accidente a lomos de una yegua y, después de semanas de enfermedad, se decidió a poner rumbo a Alemania en busca del tratamiento adecuado. Cuando pudo al fin regresar a Estados Unidos se encontró con que su gran fortuna había mermado de modo considerable. Se habían visto obligados a vender incluso las granjas y su mujer se había mudado junto a su hijo Harry a una casa más pequeña.
En 1886, Maud y Frank vivieron la alegría del nacimiento de su segundo hijo y también la tristeza de la pérdida del hermano mayor de Baum (la muerte de su padre llegaría al año siguiente). Dando a luz al niño, al que llamaron Robert Stanton, Maud enfermó de peritonitis y durante meses luchó por su vida. La convalecencia acabó durando dos años. Nuevos problemas obligaron a Baum a vender la firma de aceite Castorine, que todavía hoy se comercializa con ese nombre. Finalmente, con Maud repuesta de la enfermedad y algo de dinero por la venta, la familia partió hacia Aberdeen, donde vivían las hermanas y el hermano de Maud.
Maud Baum y sus cuatro hijos.
Pasada la ristra de desastres, la familia se estableció allí en Dakota y Baum fue saludado por el Daily News por su arte con la fotografía, afición que seguiría cultivando toda la vida:
El señor Baum es un experto en este arte […], consiguió varios negativos de calidad de los cielos y paisajes de Dakota. Una imagen tomada durante el magnífico crepúsculo de Dakota será, tan pronto como esté lista, de interés especial como ejemplo de la fotografía de vanguardia6.
Los Baum se adaptaron bien a la vida en Dakota, jugaban a las cartas con sus vecinos, asistían a los bailes, Baum montó un equipo de béisbol y participó en el club de teatro. Aberdeen carecía de bazar y aquel fue el primer negocio que montó el eterno emprendedor. El elegante aspecto del dueño de la tienda, con sus trajes confeccionados a medida y sus zapatos de piel barnizada, llamaba la atención de los clientes adultos, y los más pequeños iban a la tienda en busca de golosinas y cuentos. Baum era un gran cuentista y tenía siempre a su alrededor un corrillo de niños deseosos de una nueva historia. Dicen que este selecto público interesaba más al recién llegado a Aberdeen que los propios negocios del bazar, que se fue resintiendo por falta de atención. También la crisis tuvo parte de culpa y, cuando Baum cerró la tienda, compró el periódico semanal Dakota Pioneer. Lo más destacado de su trabajo en el semanario fue su columna «Our Landlady», muy popular en su tiempo, con sus notas de humor, sátira social, retratos de personajes, apuntes personales y particular fantasía. Según Michael Patrick Hearn, el periódico se nutría casi exclusivamente de noticias suministradas por una agencia y de textos escritos por Baum:
Escribía casi todos los editoriales, que recogían un abanico de temas, desde el espiritismo hasta el sufragio femenino. En aquellos momentos, él y Maud estudiaban teosofía y otras ciencias ocultas y Baum se enfrentaba a las enseñanzas de las Iglesias oficiales de la ciudad. Su postura en cuanto a los derechos de las mujeres reflejaba los argumentos de su suegra, que también aportaba esporádicas contribuciones al Saturday Pioneer7. También informaba sobre las últimas actividades de Susan B. Anthony8 y de Gage9.
Su tercer hijo nació en 1890 y el cuarto en 1891. Para entonces el periódico ya había demostrado que no podía mantener a la familia. Dakota estaba pasando momentos muy difíciles, las cosechas eran malas y todos vivían con el temor a un nuevo levantamiento indio, así que los Baum decidieron volver a mudarse, en esta ocasión a Chicago, que se preparaba para la World Colombian Exposition.
Y se puede decir que fue allí, en la metrópoli de los grandes lagos, donde L. Frank Baum encontró por fin el sendero de baldosas amarillas. Aunque no lo halló al instante. Los primeros años en la ciudad los empleó en trabajar para el periódico Evening Post, para los grandes almacenes Siegel, Cooper and Company, y para la empresa de porcelana y cristalería Pitkin and Brooks. Tuvieron que pasar algunos años más de estrecheces, hasta que finalmente lograron una mayor estabilidad económica que les permitió mudarse a una casa con cuarto de baño y luz de gas, y hasta contratar una asistenta para Maud.
En resumen, a sus cuarenta años, L. Frank Baum había trabajado como periodista, tendero, actor, había recorrido el país vendiendo aceite para ejes de automóvil, porcelana, había sido criador de gallinas, coleccionista de sellos, fotógrafo aficionado, entrenador de béisbol, padre y esposo, y no sabía que el próximo negocio, la auténtica locura por la que iba a ser siempre recordado, sería la escritura para niños.
Después de cenar, a la luz de la lámpara de queroseno, siempre que sus obligaciones se lo permitían, Baum inventaba cuentos para sus hijos y les leía versos infantiles, en compañía de Maud y Gage, que pasaba junto a ellos casi todos los inviernos. La colección de rimas tradicionales de Mamá Oca10era la favorita de los niños. Muchas veces los pequeños le pedían explicaciones sobre las historias apuntadas en los poemas y Baum construía sus propios relatos a partir de los versos (incluso cuando se trataba solo de rimas ingeniosas, sin sentido). Fue Matilda Joslyn Gage la que insistió en que pusiera por escrito dichas historias.
Claro está que Baum siguió el consejo, alargó una historia por aquí, varió el argumento por allá, y en todo momento imprimió al conjunto un toque personal. Para mostrar la clase de transformaciones que sufrieron las rimas puede servir de ejemplo el caso de la adivinanza de Humpty Dumpty (personaje que también incluyó Lewis Carroll en su Alicia). La adivinanza original describe en cuatro versos a un personaje, Humpty Dumpty11, que se cae de un muro, de tal modo que ni un centenar de hombres puestos a la tarea pueden recomponerlo. Los versos ocultan que Humpty Dumpty es un huevo porque adivinarlo es precisamente el objetivo de la rima. En su historia ideada a partir del poema, Baum cuenta la vida de Humpty Dumpty desde su nacimiento hasta la terrible caída. Y añade el siguiente giro argumental: un rey ha dictado que el que quiera casarse con su hija debe formular una adivinanza que él no sepa resolver. Gracias a la propia adivinanza de Humpty Dumpty, la princesa consigue casarse con su príncipe querido.
Con sus cuentos a cuestas, L. Frank Baum recurrió a los círculos periodísticos, que no había dejado de frecuentar, para buscar editor. Uno de los miembros del Press Club de Chicago logró que su libro llegara a la editorial Way and Williams, y he aquí que Mother Goose in Prose fue aceptado para su publicación. Este primer libro para niños de L. Frank Baum data de octubre de 1897 y fue un suntuoso volumen, de grandes dimensiones, encuadernado en tela blanca con doce ilustraciones de Maxfield Parrish12.
Aunque Baum había saboreado el placer de escribir literatura infantil y en adelante se volcaría en este arte, el citado libro, en palabras del autor, fue más un éxito artístico que comercial y no lo libró de seguir buscándose la vida económicamente. La salud del escritor no le permitía continuar el ritmo que le exigía su trabajo en la carretera para Pitkin and Brooks e ideó un nuevo negocio, la publicación de una revista de escaparatismo, oficio que en aquel momento no era muy conocido ni estaba en absoluto desarrollado. A Baum siempre le había parecido que había un gran potencial en el cuidado de los escaparates que estaba siendo desaprovechado. Se puso a la tarea de buscar financiación y, cuando la halló, creó la revista The Show Window.El propósito de la publicación era enseñar las técnicas, impulsar la vocación de escaparatista y elevar los estándares de la decoración de escaparates en América. El éxito fue inmediato. Entre otros logros, organizó la Asociación Nacional de Decoradores (National Association of Window Trimmers of America). La idea fue mencionada por primera vez en la revista de febrero de 1898 y había sido concebida por Baum, que se convirtió en uno de los tres directores de la asociación. La revista ganó tantos adeptos que presumía de ser «leída por más comerciantes que cualquier otra publicación periódica. Es la autoridad en diseño de escaparates del mundo civilizado»13. Prueba de este éxito es que en 1900 se recopilaron artículos e ilustraciones para conformar el libro The Art of Decorating Dry Good Windows and Interiors.
Pese a la dedicación que le requería el magacín, Baum no dejó de escribir. En 1898, reunió algunos poemas y compuso un libro de versos, By the Candelabra’s Glare14.Baum imprimió y encuadernó él mismo el volumen para una edición familiar de noventa y nueve ejemplares:
Mis mejores amigos nunca me han considerado un poeta, y no tengo más remedio que admirar su comedimiento. Sin embargo, hay una excusa para este libro. Sin ayuda de nadie, he dispuesto los tipos y he accionado la imprenta y llevado a cabo la encuadernación. De esta manera, el libro es «mío del todo».
Otra cosa peculiar de este volumen que, creo yo, lo hace único es el hecho de que no se ha gastado un céntimo para producirlo. Pues cuando mis buenos amigos descubrieron que iba a hacer un libro, insistieron en facilitarme todos los dibujos y los materiales, y yo les he permitido generosamente que lo hagan.
He realizado el trabajo por las noches, cuando las tareas de mi negocio habían terminado. Este ha sido mi entretenimiento.
La importancia de esta colección de versos para amigos y familiares radica en dos cosas: una, que fue el germen del segundo libro para niños firmado por Baum, y dos, que uno de los artistas colaboradores fue William Wallace Denslow. Ni más ni menos que el futuro ilustrador de El mago de Oz.
William Wallace Denslow nació en Filadelfia el 5 de mayo de 1856. Comenzó a trabajar realizando cartelería, ilustraciones para revistas, litografías para atlas, etcétera, y llegó a alcanzar fama internacional. Colaboraba con Harper’s, Cosmopolitan y Puck, y con periódicos de Nueva York, Chicago, Denver y San Francisco. Fue el primer artista profesional invitado a trabajar en el taller Roycroft, principal exponente del movimiento Arts and Crafts de Estados Unidos, inspirado por las ideas de William Morris y fundado por Elbert Hubbard. En Roycroft, Denslow dibujó historietas, carteles, ex libris y decoró bellas ediciones limitadas. Además, diseñó portadas para Rand McNally y dibujos para Montgomery Ward15. Era una figura muy popular, su estudio de Nueva York se convirtió en un lugar de encuentro para artistas y escritores de renombre. No tenía experiencia previa en el campo infantil, pero tras el primer proyecto con Baum siguió dedicándose a ello el resto de su vida.
Una vez que el escritor vio impreso By the Candelabra’s Glare, comenzó a trabajar codo con codo con Denslow para sacar adelante un nuevo libro. Los dos artistas solían reunirse en casa de Baum y, en no pocas ocasiones, se influyeron mutuamente16, como, por ejemplo, la vez que Baum mencionó que había escrito un poema acerca de una danza de avestruz y Denslow hizo un boceto de una niña pequeña con plumas de avestruz. A Baum le gustó tanto el dibujo que cambió su idea original (de un hombre que se movía como un avestruz) por el poema titulado Sally Dance (La danza de Sally), que comienza con los versos: «¿Has visto a la pequeña Sally / bailar la danza del avestruz?»17.
William Wallace Denslow.
El resultado fue Father Goose, His Book (El libro de Papá Oca), un volumen que ya no versionaba poemas tradicionales, sino que contenía composiciones originales del escritor. Los dos artistas sabían que era un libro poco usual y que los gastos disuadirían a los editores, pero la editorial George M. Hill accedió a publicarlo a condición de que los autores cubrieran los gastos de las planchas de color. Ellos aceptaron y para abaratar los costes de composición encargaron la rotulación manual de las páginas. El libro vio la luz en el año 1899 con la siguiente introducción:
Es tan fascinante la combinación de versos cantarines y dibujos coloridos que siempre llama con fuerza la atención de los niños. Ya el antiguo Libro de Mamá Oca tenía esas cualidades, y durante dos siglos las cadencias de sus rimas han persistido en los recuerdos de los hombres y las mujeres que las aprendieron en la infancia.
Ni el autor ni el ilustrador de Papá Oca han tenido la intención de imitar o parodiar los famosos versos y dibujos de Mamá Oca. Admiten haber seguido, de forma moderna, el modelo del libro que agradó a los niños (y todavía les agrada). Estas canciones y dibujos resultan más novedosos para los niños de hoy, y buscan acompañar las canciones tradicionales18 de nuestros ancestros. Chicago. Septiembre, 189919.
Según Susan Westenholme, Father Goose, His Book constituye un eslabón importante dentro de la historia de la literatura para niños en Estados Unidos:
Un álbum ilustrado20 original realizado por un dibujante americano, con divertidos versos originales creados por un escritor americano. Es posiblemente el primer álbum ilustrado concebido en América donde texto e ilustraciones fueron imaginados a la vez y producidos para complementarse entre sí. Más aún, se hizo a todo color —una arriesgada y peligrosa aventura en lo que concierne a los libros para niños—21.
La primera edición apareció en septiembre y se agotó ese mismo mes. Para Navidad se habían impreso 75.000 ejemplares22; en junio de 1900, Papá Oca había conseguido, según The Tribune, «el récord de ser el libro juvenil más vendido de America»23. Los versos se hicieron tan populares que en 1900 la editorial publicó veintiséis de los poemas acompañados de la música para piano que había escrito expresamente la compositora Alberta M. Hall.
Cubierta original de Father Goose, His Book.
Una de esas tardes en las que L. Frank Baum contaba cuentos a sus hijos después de la cena, empezó a relatarles la historia de una niña y un espantapájaros que iban en busca de una ciudad esmeralda y un gran mago. Cuando los pequeños oyentes preguntaron por el nombre de aquel maravilloso país, los ojos de Baum recorrieron la estancia hasta posarse en el lomo de dos archivadores, en uno de ellos aparecía la inscripción A-N, y en el otro O-Z. Fue así como consiguió su nombre el conocido país de fantasía. Y el cuento atrapó al autor de tal manera que ni siquiera se detuvo a buscar papel, comenzó a escribirlo en sobres, en cualquier cosa que tenía a mano. El manuscrito se terminaría finalmente el 9 de octubre de 1899.
Portadilla de la primera edición de El mago de Oz.
Baum y Denslow volvieron a probar suerte con la receta que habían inventado y se unieron para crear las ilustraciones del nuevo libro. Cuando lo tuvieron listo, corrieron a visitar a su editor Hill, que hizo esperar a los artistas seis semanas para luego desilusionarlos con el argumento de que los niños ya estaban contentos con los cuentos de hadas que había en el mercado. Les dijo que «los padres no comprarían nada tan poco convencional como un cuento de hadas americano»24. Recibieron idéntica respuesta de otros editores y, solo más tarde, volvieron a intentarlo con Hill. En esta segunda ocasión, la editorial sugirió que, ya que estaban tan convencidos del valor de la obra, fueran ellos los que corrieran con los gastos de edición. En tal caso, Hill se comprometía a ponerlo en el mercado. Después de pensarlo, los autores aceptaron el trato y se lanzaron a la aventura.
En la primavera de 1900, Baum se mostraba preocupado por los asuntos económicos y a la vez completamente esperanzado en el nuevo título. En este sentido, resulta muy locuaz la carta que escribió a su hermano Harry el 8 de abril de 1900:
Los niños están creciendo de forma maravillosa, y a veces pienso que yo ya no debo de ser uno de ellos cuando contemplo a estos forzudos alrededor de mí y los oigo llamarme «papá». Debe haber algún error, pues yo no he logrado crecer… y solo somos cinco niños juntos.
El éxito financiero de mis libros está todavía por determinar, y seguramente no se asentará hasta el próximo otoño. Solo hemos tenido tres meses de ventas de Papá Oca y, aunque causó sensación y se ha vendido copiosamente, no podemos saber cuál será el futuro… Estoy muy agradecido por el éxito que ha tenido. El dinero ha sido un placer para mí, ahora solicitan mi trabajo los que antes se burlaban de mis colaboraciones. Harper Bros. envió un tipo aquí la pasada semana con el propósito de conseguir un contrato para el año próximo. Scribner’s escribió ofreciendo dinero como adelanto por un manuscrito. Appletons, Lothrops y la Century me han pedido un libro (el que sea). Esto me hace sentir orgulloso, especialmente porque el trabajo que hice en Papá Oca no fue bueno y sé que puedo hacerlo mejor. Pero no firmaré contratos con nadie hasta el próximo enero. Si mis libros tienen éxito, este año podré dictar yo las condiciones y elegir a mis editores. Y si no funcionan, intentaré descubrir el fallo y producir algo mejor.
Una dama de por aquí, la señora Alberta M. Hall, ha escrito una música encantadora para los versos de Papá Oca. El resultado son Las canciones de Papá Oca, ya están en preparación y se anunciará su publicación para primeros de junio. The Army Alphabet, ilustrado a las mil maravillas por Harry Kennedy, se lanzará el 15 de mayo. El libro debería pegar con toda seguridad. The Navy Alphabet, también ilustrado por Kennedy, aparecerá el 1 de agosto. He recibido algunas pruebas de las ilustraciones que Frank Verbeck ha hecho para mi libro Phunniland, que aparece el 1 de julio en R. H. Russell’s, en Nueva York. El trabajo es espléndido. Este es el mismo hombre que ha ilustrado el nuevo libro de cuentos de animales de Kipling, se le ha seleccionado a él entre el resto de artistas americanos para hacer el trabajo. El título del libro será A New Wonderland. Después, está el otro libro, lo mejor que he escrito nunca, me dicen, El maravilloso mago de Oz. Ahora está en imprenta y pronto, después del primero de mayo, estará listo. Denslow le ha hecho numerosas ilustraciones que relumbrarán por su intenso colorido. El señor Hill, el editor, dice que espera una venta de al menos un cuarto de millón de copias. Si tiene razón, ese libro bastaría para resolver mi problema. Pero el público, tan extraño y poco de fiar, no ha hablado todavía. Solo necesito un éxito este año para asegurar mi posición, y tres de mis libros parecen apropiados para lograr la aprobación del público. Pero ¡quién sabe! Sigo trabajando en mi negocio, ganando un salario para mantener a mi familia y agarrándome con fuerza a una convicción mientras no surja el fíat25.
Afortunadamente, El mago de Oz fue todo lo que esperaba Baum, y más. El libro de 261 páginas con 24 láminas a color, más el centenar de ilustraciones que poblaban cada rincón, hicieron de él un tomo único en aquellos momentos. El resultado fue «uno de los libros para niños más fastuosamente producidos nunca en América»26.
El público se volcó con El mago de Oz y su éxito no tardó en materializarse en un musical, que abrió las puertas el 16 de junio en el teatro de Clark Street de Chicago con un lleno absoluto. Cuando se alzó el telón, los espectadores pudieron contemplar a Dorothy y su mascota, aunque el animal no era aquí un perro, sino una vaca, y su nombre no era Totó, sino Imogenes. Niña y mascota son arrastrados frente a los ojos de todos por un ciclón hasta la tierra de los Munchkins, pero junto a ellos vuelan también una camarera, Trykie Tryfle, y un conductor de tranvía llamado Pastria. Los personajes avanzan en sus aventuras en busca del mago de Oz a través de números musicales y una variopinta colección de personajes, entre los que, por supuesto, se cuentan también el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León. Los espectadores no esperaron al final de la obra para aplaudir. Finalmente, Baum, sumido en atronadores aplausos, fue llamado a escena y dijo:
Amables amigos, gracias por vuestro entusiasmo. Es reconfortante. Habéis sido muy generosos al llamar al autor, pero no necesito recordaros que él es solo uno de los muchos cuyos esfuerzos estáis disfrutando esta noche. Si perdonáis una comparación hogareña, nuestra obra es como un pudin de ciruelas, que combina el sabor de muchos ingredientes. El autor contribuye con la harina, necesaria, por supuesto, pero que solo mantiene unidas el resto de cosas sabrosas.
¿Qué habría sido de El mago de Oz sin el condimento de la música de Paul Tietjen o el brillante escenario de Walter Burridge, la habilidad del chef maestro de escena Julian Mitchell, el toque dorado del mánager Fred Hamlin y, por encima de todo, nuestros ágiles comediantes Dave Montgomery y Fred Stone, y las ciruelas y melocotones de nuestra talentosa compañía de teatro? Todos estamos felices de que hayáis disfrutado el espectáculo y esperamos que volváis con vuestros amigos para serviros otra ración27.
Ilustración de Denslow para El mago de Oz.
El musical convirtió la obra de Baum en una farsa para adultos que complacía también a los pequeños. Baum había escrito el primer guion, pero el texto tuvo que ser alterado, pues no había trabajado nunca en el formato musical. Los periódicos se hicieron eco de estos problemas con el guion y Baum se vio obligado a explicarse:
