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El más allá de la mente es una antología que sumerge al lector en relatos que desafían la percepción de la realidad. Desde historias de venganza y amor perdido hasta encuentros sobrenaturales y traumas del pasado, esta colección explora los límites entre la cordura y la locura, la vida y la muerte. Cada cuento revela las profundidades de la mente humana y las emociones que nos conectan con lo desconocido, ofreciendo una lectura fascinante y perturbadora.
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Seitenzahl: 119
Veröffentlichungsjahr: 2024
VIRGINIA ALEJANDRA RUIZ MORENO
Ruiz Moreno, Virginia AlejandraEl más allá de la mente / Virginia Alejandra Ruiz Moreno. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5616-5
1. Narrativa. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
El más allá de la mente
Ojo por ojo
Traumas
Amor perverso
Ángel y demonio
Despedida
El día de mi muerte
El endemoniado
El tacho
Las cosas y los gatos
Mensajes
Pobre Irene
Silencio
Toto
Musa
Un tipo con suerte
Alzheimer
Amor ausente
Amor inmaculado
Medicina
Mi historia de fantasmas
Las visitas
La clínica de la Chata
Aquella tarde
Los invisibles
La Casa del Terror
Despiertos
Amor
La Verdad Siempre Triunfa
Capítulo I – Una sorpresa inesperada
Capítulo II – Rememorando el pasado
Capítulo III – Las veces que venía la agonía
Capítulo IV – Buscando una tregua
Capítulo V – El ticket de salida
Capítulo – VI Hasta siempre amor
“Para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer.”
Michael Foucault.
En “El más allá de la Mente” vas a vivir la experiencia de cómo el pensamiento te lleva a mundos recónditos, a esos lugares en que la mente jamás ha llegado.
Desde el momento en que Virginia me pidió que escribiera el prólogo, he pensado por dónde empezar y cuando comencé a leer el primer párrafo del primer cuento quedé gratamente sorprendido, dije “¡Guau! ¡Es increíble!”. Y lo que ha pasado a lo largo de la lectura no me ha dejado de sorprender. Virginia hace que la imaginación vuele, en cada relato hay una verdad ficcionada. Todo parece tan especial.
Vir, como le digo cariñosamente, ya me había cautivado con su anterior libro “La Casa y Otros Relatos” y ahora me ha dejado asombrado de cómo usa en la mayoría de sus párrafos una poesía convertida en prosa.
Spoileando el principio de estos cuentos, la autora comienza esta obra con “Si existe el más allá es porque también existe el más acá (...)” y en estas líneas les digo, queridos lectores, el más acá es el libro que tienen entre sus manos y en sus hojas verán reflejado lo que la mente de una gran artista puede hacer con simples y sencillas palabras.
¡A disfrutar de una hermosa lectura!
Fabricio Fernández.
Si existe el más allá es porque también existe el más acá... eso es una verdad absoluta. Como siempre suelen decir los que piensan, o los que reproducen a los que piensan; si existe el bien es porque existe el mal; si hay arriba es porque hay abajo, y así podría estar todo el día. Existen los opuestos que siempre se terminan complementando: como el yin y el yang. Como la muerte y la vida, la locura y la cordura.
En estas cosas quiero reflexionar. Si la vida es el ahora, el aquí, incluso es lo que recuerdo y lo que puedo contar, el allá debe ser lo otro, será lo desconocido. Ahí es donde se manifiestan los que ya no están y todos los universos posibles de lo que “hubiese sido”; y todo lo que queda por tomar conciencia y por soltar, que muchas veces equivale a la muerte.
Pero también en cierto momento se conectan esos mundos; porque recordemos que dijimos que son opuestos, pero que también se complementan, eso quiere decir, que en cierto momento se cruzan el más allá con el ahora (vamos a llamarlo más acá). Creo que esas conexiones se pueden hacer a nivel almático o espiritual; pero únicamente pueden ser procesados, explicados y comprendidos a través de la mente y de las emociones.
Por eso es que quiero hablar de “el más allá de la mente”; de todas las conexiones almáticas como la intuición, los recuerdos, los presentimientos que nos genera ese vínculo con el más allá; y de las conexiones a nivel espiritual, que se generan, a mi entender, en la mente. Es ahí donde aparece lo fantasmagórico que nos puede fragmentar o romper para siempre, generando esquizofrenias y locuras de todo tipo.
PD. Yo tenía un tío al que le encantaban las historias de muertos, en especial le gustaba contármelas antes de ir a dormir; no sospecho buenas intenciones en su conducta, ya que al tener tanto miedo no quería asomar mi cara afuera de las frazadas. Pero recuerdo algunas de ellas que creo que sí se vinculan con el más allá, pero desde la mente.
Espero que las disfruten tanto como yo y que no los dejen salir de la cama...
Recién abría los ojos con dificultad. Hacía demasiado calor y ya debía ser pasado el mediodía. Mis ojos no respondían, así como mis músculos que aún debían estar bajo el efecto del clona. Me aclaré la garganta como pude y me senté para recomponerme e ir al baño, todavía con los ojos cerrados ya que habían sido golpeados por el reflejo que entraba por la ventana. Me quedé sentada y ya me estaba durmiendo de nuevo. Tomé fuerzas y emprendí una lenta caminata hacia el baño.
Me miré en el espejo y me largué a llorar. Hacía días que no podía hacerlo y el nudo de la garganta se hacía cada vez más doloroso. El llanto me acompañó a la cocina, pero fue interrumpido un ratito por unos sorbos de agua fresca. Me cargué una empanada y un libro titulado “Yo sin vos”... ese título me hizo recordar el llanto. Todavía no era capaz de empezar la lectura. Comí sentada, tenía mucho apetito... tomé agua, todo con los ojos cerrados, y me acosté nuevamente.
Ya había dormido trece horas seguidas, pero sentía el cansancio de toda una vida. Quise seguir durmiendo, pero se me hizo imposible. El dolor de cabeza y el llanto parecían no querer irse. Entonces la angustia se apoderó de todo mi pecho y salió expulsada con grandes sollozos de amargura, quejas, lágrimas y gritos desgarradores. Ahí estuvo dos horas. Rogué que parara; literalmente no daba más.
Las cosas se deformaban, se veían diferentes. Yo estaba sola, llorando por mi amor. Le escribí a una amiga, ella me dio un gran consuelo. Gracias a Dios por esa gente. Y me dijo lo que dicen las personas queridas y, que no se puede volver el tiempo atrás y no haberlo conocido; y tenía razón. Aunque haberlo conocido era lo que más agradecía. Ella estaba enterada de toda la horrorosa historia que nos circundaba.
Pero no tendría que ir tan atrás, y quince años es demasiado tiempo. Pero sí podría volver cuatro meses atrás. Quizá el riesgo no sería tanto. ¿Pero cómo cambiarían las cosas?, ¿qué peligro habría con retroceder el tiempo, sólo unos meses para no reencontrarlo, bloquearlo a tiempo, nunca hablarle, no explicarle nada y que quede todo así tal cual estaba? ¿Sería posible? Por supuesto que no, pero fantasear en esa idea le trajo un poco de distracción a mi mente ya cansada.
Había que seguir, ¿pero cómo?; ¿cómo podría continuar sin él a mi lado?. Ya lo había perdido una vez y volvía a pasarme. Quizá en otras vidas lo había perdido también y la melancolía de esas pérdidas viejas era la que se multiplicaba ahora en ésta. Pero de qué me valdría ahora el lamento, después de todo, esto se reducía a pasar el trago amargo y seguir viviendo, aunque en ese momento sólo sobrevivía.
Los objetos, de a poco, iban retomando su forma, pero las lágrimas y el sollozo no me permitían entenderlos aún, ¿pero de qué servían?, ¿cuál era su propósito si no podía compartirlos con la persona a la que más amaba? Él se había ido y nada quedaba ya de nuestros días juntos, de los mates, de las charlas interminables. ¿Quién iba a pelearme, quién contaría con mi locura y con mi amor infinito que quería salir expulsado a su encuentro?
Me aferré a su retrato, lo abracé tan fuerte que quebré el marco y los vidrio se incrustaron en el brazo y en el pecho. Y lloré de nuevo, y me lamenté; me quedé tirada en la cama, aferrada a ese viejo cuadro, ensangrentada, lastimada en cuerpo y alma. Hubiese dado cualquier cosa por tenerlo aún con vida, aunque fuera lejos de mí, pero vivo. Y vi lo injusto de mi situación, y dentro de mí se despertó algo, quizá una percepción nueva de las cosas.
Tuve que perder al amor de mi vida para ser capaz de despertar del letargo a muerte en el que me encontraba. Ese sufrimiento incontrolable despertó una parte tan perversa y salvaje que había en mí, que se contraponía en todo a lo que yo era: pero que hora luchaba salvaje por salir. Esos vidrios, la sangre, tu pérdida me hicieron conscientes de que ya era tiempo. ¡Amor!, no te preocupes que he de vengarte: ¡ojo por ojo, diente por diente!
La noche se adentró y me encontró pensando eso... eso que le traía un poco de paz a mi vida. Eso necesitaba para no morir: una motivación. Juré, juré y lloré mirando su retrato que plasmaba la más hermosa sonrisa cubierta por la sangre: sangre que lo había perdido todo, hasta la humanidad. Vi sus ojos que amé, ojos que no pude ver más, pero que seguirían vivos en mí si podía vengarlos. Entonces, como a un santo, le pedí que me diera fuerzas para que pagase por su muerte, y por la mía. Tenía que tener un plan, un maligno plan de venganza, que despiadado saldría ideoso, vengativo y siniestro. Había que retribuirle todo el dolor que nos había provocado y yo me sentía morir y él estaba muerto.
Me había dormido pensando en todo aquello, pensando en mi motivación, en el hondo dolor que tenía en medio del pecho. El corazón golpeaba con tanta fuerza que movía mi cuerpo, me desperté aturdida. La sangre se había secado en mi piel, y los vidrios me volvían loca del dolor: al parecer mi cuerpo ya era consciente de esas cosas. Me moví lento, tomé unas pinzas pequeñas y comencé a sacarlos de a uno. Luego del baño curé las heridas y me hice vendajes precarios.
Después me prendí un cigarrillo y no dejaba que se apague cuando ya estaba prendiendo otro y otro, y otro más con el que se moría. Temblaba, estaba abstraída en todo lo que había sucedido, en mi reacción. Tenía que indagar si había sido sólo eso, o si ese monstruo aún permanecía ahí. Y disocié tantas veces que ya no sabía cuál era la realidad y cuál mi morboso deseo de venganza: entonces supe que algo se había despertado y que ya no dormiría hasta no consumar mi promesa; o la suya.
Aún recuerdo el fatídico día en donde conocí a ese ser perverso que tanto daño nos había causado, que me arrebató al amor de mi vida. Hacía más de quince años que lo había visto por primera vez, en una feria a la que fui con mi hermana y una amiga. Él estaba detrás de mí, se veía precioso bañado por el sol que hacía resaltar sus ojos miel. Cuando lo vi mi estómago me dolió tan fuerte que tuvieron que llamar a una ambulancia. No lo escuché, al parecer mi alma, mi cuerpo y cada célula de mi ser lo habían reconocido, quizá de otra vida, quizá era solo un instinto. Esa vulnerabilidad mía le permitió acercarse.
Yo era una presa a la que él había seleccionado, a la que había reconocido en un instante. Pero yo no pude, ni aún con los gritos de horror que daba mi cuerpo, distinguir a mi atacante. Pensé, con el pasar de los días, que ese inicio había sido la casualidad que nos había unido, luego me di cuenta de que era la desgracia lo que lo había hecho. Hacía muchos años que no lo veía. Pero que apareciera en su velorio y que dejase una rosa roja sobre su cuerpo muerto me dio el mensaje.
Cuando logré separarme de él, luego de cinco años de horrorosa tortura, maltratos y vejaciones de todo tipo, al tiempo conocí a mi gran amor. Este que ahora lloraba, el que me daría las fuerzas para cambiarlo todo: lo haría por él y también por mí. Pero el perverso ser, lejos de dejarme tranquila, me interceptó en la oscuridad de la noche, en medio de la nada y me amenazó diciendo que si no lo dejaba lo mataría.
Yo estaba muerta de miedo, no tenía más opción que dejarlo ir, tenía que cuidarlo. Le dije que no lo amaba más, que había conocido a otra persona, que le había sido infiel. Tenía que asegurarme de que no quisiera verme más. Y ese día, el más triste de mi vida, hasta el de su segunda muerte, quedó grabado en mi alma por siempre.
No supe más de ninguno de los dos. Hasta hace cuatro meses. Daniel, mi gran amor, se contactó conmigo. En realidad, nunca habíamos perdido ningún detalle de la vida del otro, pero no nos habíamos vuelto a ver. Yo no había vuelto a amar a nadie más. Mil veces había fantaseado con la idea de contarle todo. Pero el temor a esa amenaza de muerte no me permitió buscarlo nunca, yo sabía de lo que Fernando era capaz.
Cuando me escribió, mi sorpresa fue inmensa, de un tirón le conté mi historia y nos reencontramos para vivir ese amor impedido. Ya no había secretos entre nosotros. Pensé que la amenaza ya no tenía vigencia, que podría hacer mi vida. Vivimos unos meses asombrosos, nuestro amor permanecía intacto. Hasta que fue abruptamente cortado por él.
Llevó a cabo su promesa no podía ser de nadie más que de él. Una mañana, luego de haberme regalado su amor, Daniel me preparó el desayuno, y me dio un beso en la frente, como lo hacía cada mañana luego de nuestro reencuentro. Esa fue la última vez que lo vi con vida. Luego supe que alguien vino, de la nada, y lo atropelló mientras caminaba rumbo al trabajo.