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Los textos que componen este libro son expresión de mis estudios sobre el pensamiento filosófico de Macedonio Fernández. A tal pensamiento ya había dedicado un libro anterior: Macedonio Fernández. Confrontaciones filosóficas. Son, en ese sentido, una continuación de tales indagaciones. Lo que aportan sustancialmente de novedoso es una lectura del único libro publicado por el autor con pretensiones filosóficas, No toda es vigilia la de los ojos abiertos. Hay ya una corriente suficientemente rica de estudios que reconocen en Macedonio intereses propiamente filosóficos. Creo, sin embargo, que hay menos estudios que enfoquen No toda es vigilia la de los ojos abiertos en particular. Ello se debe a que este texto reúne todas las paradojas en torno a si podemos llamar a Macedonio un filósofo." Con estas palabras se inicia este libro que apuesta a inscribir la figura de Macedonio, un autor ya suficientemente reconocido como figura central de la literatura argentina, en un nombre propio de una historia de la filosofía argentina. Los lectores juzgarán si el autor logra o no su cometido. Lo cierto es que logra observar el texto de Macedonio con una perspectiva original y sugerente, enriqueciendo las lecturas que sobre él se han hecho. Gabriel Sada es licenciado en Filosofía y ha dedicado parte de su labor a rescatar y comentar filósofos argentinos. Ensayo Filosófico / Filosofía argentina / Macedonio Fernández / No toda es vigilia la de los ojos abiertos
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Seitenzahl: 312
Veröffentlichungsjahr: 2016
Gabriel Sada
El Metafísico del Plata
SobreNo toda es vigilia la de los ojos abiertos
Editorial Autores de Argentina
Sada, Gabriel O.
El metafísico del Plata / Gabriel O. Sada. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-428-7
1. Ensayo Filosófico. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:info@autoresdeargentina.com
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Índice
Prólogo
Macedonio Fernández: comodidades filosóficas
No toda es vigilia la de los ojos abiertos. Una lectura desde la filosofía
Los “paratextos” deNo toda es vigilia la de los ojos abiertos
Macedonio Fernández: comodidades filosóficas
La idea de una lectura filosófica sobre la obra de Macedonio Fernández está inscripta en su propia obra desde el momento que alguno de los papeles que dejó llevan la marca de tal y desde el momento que alguno de sus contemporáneos lo consideraron filósofo. Pero esta lectura visualizo que puede hacerse por lo menos de dos maneras: una manera totalizante en la cual toda la obra y aún su figura sean vistas como obra y figura filosóficas (y se hable entonces del problema de Macedonio, que su preocupación era tal o cual; al modo como se habla de algún otro autor filosófico, por ej. Kant o Marx, cuando en algún libro se expone su filosofía como una totalidad) y una manera un tanto más fragmentaria en la cual se tomen sus escritos propiamente filosóficos y se indague sobre ellos tomando a la vez sus otras escrituras simplemente para corroborar, apoyar o iluminar determinados aspectos de esta filosofía. Creo que ambos modos de trabajo son válidos y cada uno tiene sus dificultades, sus defectos y virtudes.
Personalmente me siento inclinado más al segundo modo de trabajo y si desde él puedo apoyar a los que consideran más valioso el primer modo puedo considerarme bien pagado.
He hablado de “escritos propiamente filosóficos en la obra de Macedonio”. Debo decir que este es un supuesto fuerte de mi lectura. Debo decir que me niego a creer que todo lo que Macedonio ha garabateado en el actual volumen VIII de sus obras completas deba ser tomado como un simple ejercicio lúdico y como una broma sobre la filosofía, al modo como parece creerlo Francine Masiello cuando habla de “acomodar el interés de Macedonio bajo el sello más amplio de la diversión antirracionalista” (Masiello: 523, nota 10) y de su desconfianza “de las confusas filosofías de Macedonio” para no “tomar en serio sus escritos” (ídem: 521, nota 5).
En todo caso, me niego que se me cite a Borges como una autoridad sobre ello cuando este declara: “En las digresiones de Macedonio Fernández, paréceme ver una fantasía en incesante ejercicio; actividad que briosamente va diseñando universos, no legislados y fatales como un problema de ajedrez, sino arbitrarios y burlones como la mejor partida de truco.” (Borges, en ídem: 523) Borges no puede ser juez en esta discusión ya que al declarar que todas las filosofías son ficciones permite equiparar a Macedonio con las ficciones de Aristóteles, Kant o Rudolph Carnap, cosa que por otra parte Borges ha aceptado en otras declaraciones.
Creo por otra parte que en esta visión de Macedonio como un autor a-filosófico y meramente ficcional (ficcional en este sentido de no preocupado por cuestiones filosóficas, cosa diferente a la afirmación de que todo es una ficción que sería una afirmación perfectamente legítima en filosofía) se esconde una falsa imagen de la filosofía, una visión idealizada de ella que responde a una visión exterior de la misma. Así como creemos que todos los chinos son iguales o que en la ciencia hay siempre unanimidad y nunca discrepancias, nos hacemos de la filosofía una imagen que no corresponde a su verdad. Creo notarla cuando Francine Masiello afirma que en las investigaciones de Macedonio hay “una falta de respeto por el orden y poca consideración a la lógica”. O que “sus erráticas interpretaciones de la filosofía suelen subvertir la razón y la verdad.” (ibídem: 521) ¿En definitiva suponer en Macedonio una “voluntad de caoticidad” lo invalidaría para la filosofía? ¿Qué cabría entonces decir de afirmaciones de Nietzsche como las siguientes: “La lógica es el prototipo de unaficcióncompleta. Aquí seinventaun pensar en el que se pone a un pensamiento como causa de otro pensamiento; se hace abstracción de todos los afectos, de todo sentir y querer. Nada de esto sucede en la realidad: esta es indescriptiblemente distinta, complicada.” (Póstumos:34 [249] subr. del autor); “Hay cabezas esquemáticas, aquellas que tienen un pensamiento pormás verdaderosi se deja inscribir en esquemas o tablas de categorías previamente diseñadas. Innumerables son las formas de engañarse a sí mismo en este terreno: casi todos los grandes “sistemas” tienen aquí lugar.El prejuicio fundamentales, sin embargo: que el orden, el carácter sinóptico, lo sistemático, tendrían que ser inherentes alverdadero serde las cosas y que, por el contrario, el desorden lo caótico, lo imprevisible, solamente se presentaría en un mundo falso o tan sólo incompletamente conocido – en una palabra, que es un error (...) Ahora bien, que el en–sí de las cosas se comporte conforme a esta receta de burócrata ejemplar es, sin embargo, algo por completo indemostrable.” (ídem:40[9] subr. del autor)? ¿Qué cabría decir sobre el hecho de considerar al filósofo como un fabricante de máscaras y comediante (Más allá del bien y del mal,II, § 255) y a la historia de la filosofía como la historia de un error?1¿Qué de Tomás de Aquino cuando, según se dice, al final de su vida tuvo una visión mística que lo llevó a interrumpir su escritura y a afirmar que todo lo que había escrito era basura? Sin embargo ello no fue óbice para que, cuando en el siglo XIX la Iglesia Católica decidió dar una lucha contra el modernismo, León XIII proclamara que la filosofía de Tomás de Aquino era la única válida para la ortodoxia católica. ¿Qué pasaría con Marx cuando afirmó que “Los filósofos se han limitado ainterpretarel mundo de distintos modos; de lo que se trata es detransformarlo.” (Tesis sobre Feurbach,XI))? En cada uno de estos casos, por motivos harto diferentes, la noción de filosofía es puesta en crisis y sin embargo ninguno de ellos deja por esto de pertenecer por derecho propio a la historia de la filosofía.
Una idealización semejante creo encontrar en la afirmación de Germán García cuando dice que Macedonio Fernández no aporta nada para la Filosofía (García: 227); como si la Filosofía fuera una cosa hecha, una entidad sustancial y bancaria a la que tributarían diversos autores y no un interrogante siempre abierto. Las reflexiones y/o afirmaciones de Macedonio sobre el fenómeno, sobre el ser, sobre el lenguaje no tienen por qué cerrar un sistema (ídem: 192), así como tampoco se lo hace en Heidegger al considerar el preguntar como devoción del pensar.2 Lo mismo encuentro en Mónica Bueno cuando declara que desde la Filosofía (escrita con mayúsculas) se ha dicho que el pensamiento de Macedonio es meramente una repetición del de Schopenhauer (Bueno: 124). Si podemos aceptar esto, como la constatación de una creencia de cierto momento y de cierto lugar, ello no presupone que exista una entidad superior que pueda legislar sobre este u otro tema semejante. Lo único que tiene valor es la fuerza de la argumentación, cosa que en este caso no se muestra.
Voy a decir que tal idealización no se presenta sólo en quienes provienen de otras profesiones sino que se da en el mismo gremio de los filósofos cuando deben admitir a alguien nuevo en su club. Entonces frunciendo la nariz comienzan a desgranar un conjunto de condiciones que debería tener cualquiera que supuestamente debiera acceder a él. Pasa como en esas familias cuyos miembros viven peleándose y haciendo entre ellos las más grandes truculencias pero que al acercarse un extraño presentan un frente monolítico y hacen apología de los valores familiares.
Digamos entonces que los filósofos en general dicen las mayores barbaridades de la filosofía y muchos de ellos se están yendo permanentemente de ella lo cual no obsta para que la historia de la filosofía los considere sus miembros. Si Macedonio pertenece a esta clase, dejó en su huida, dejó en su negación de la misma, un conjunto de papeles que pueden ser considerados desde la perspectiva de la filosofía.
Estos papeles hablan del Ser, del tiempo, del espacio, del fenómeno, del yo, de Schopenhauer, de Kant, de William James, de argumentos felices y desgraciados que siempre se han encontrado en el ámbito de la filosofía. También dejó papeles sobre el Estado, sobre la felicidad y el buen vivir que pueden leerse en clave filosófica.
Lo que afirma Macedonio, enBases en Metafísica,cuando quiere introducir al lector en su problemática haciéndole suponer un universo con un solo fenómeno o con dos fenómenos ¿tiene formalmente muchas diferencias con el libro primero de laFísicaaristotélica donde se examina si el principio, y luego el ser, es uno o varios; si es varios si sufre cambios o no, etc.? ¿Es Aristóteles más claro en su argumentación que Macedonio?
Cuando Macedonio afirma que la Metafísica “empieza en alguien cuando concurren tres acontecimientos en su Conciencia: a) sentimiento de infamiliaridad de lo cotidiano, hasta entonces familiar (asombro de ser); b) sentimiento de insumisión, y negación por la inteligencia, ante las Faltas de Poder del Deseo (...); c) sentimiento de auto-existencia sin comienzo, ni subordinación a Planes Ajenos o Divinidades.” (8,385)¿Acaso no dice algo bastante parecido a lo que podría decir cualquier manual medio de Introducción a la filosofía en cuanto enumera entre las condiciones de su origen el asombro, las situaciones límites y la autonomía del pensamiento? ¿Y no se debería simplemente tomar las diferencias como las marcas de un autor y/o de una época? ¿Debo entonces decir que es todo una boutade, un divertissement, de un señor que hace burbujas mientras ríe y guiña los ojos?
A la objeción de que hay enNo toda es vigilia la de los ojos abiertosrecursos narrativos (como si no hubiera por ejemplo en Platón narrativa) y que el elemento fantástico torna a la obra como no filosófica se le debería recordar que en definitiva es más plausible que se haya aparecido Hobbes por Bs.As. que la Filosofía a Manlio Boecio en la prisión (traspasando paredes y cerrojos); o aún más plausible que Domínguez y Hobbes hayan ido a ver a Macedonio a su barrio a que Parménides haya sido conducido por las Hijas del Sol a la morada de una diosa innominada; o aún que Zaratustra (un reformador religioso del siglo VI a.Xto.) se haya encontrado con un eremita presuntamente cristiano (ciertamente después de Cristo) para comunicarle que Dios ha muerto, una creencia más bien de la sociedad moderna.
Boecio fue considerado en la temprana Edad Media una autoridad en filosofía y, aún ahora,La consolación de la filosofíaes un texto clave para comprender la transmisión de los conceptos de la cultura clásica y la filosofía medieval cristiana. El poema de Parménides es casi un acta de nacimiento de la filosofía en Grecia y Nietzsche y suAsí habló Zaratustraes una autoridad en la filosofía actual y a nadie se le ocurriría que no pertenece a su corpus por su estilo figurativo y sentencioso.
Si hay ludismo, si hay juego en Macedonio Fernández, es el mismo juego que hay en la filosofía y en el conjunto de actividades que el hombre hace. Un juego que se conjuga con la seriedad y a veces incluso con lo terrible como aparece en esa frase atribuida a Sócrates cuando dice que la guerra es hermosa.
Pero no está mi artículo dirigido especialmente a refutar los argumentos destinados a negar una filosofía en Macedonio Fernández. Haré, sin embargo al pasar, dos consideraciones:
La primera consiste simplemente en las declaraciones de Macedonio en sus cartas acerca de su ocupación con la Metafísica. ¿También sus cartas forman parte de la broma Macedonio?
La segunda la presentaré de este modo: leo en Internet un articulo deFavio G. D. Seimandi, un estudiante de Letras, tituladoEl tercero transparencial en la escritura de Macedonio Fernándezquien hace un comentario al libro de Dante AiminoApertura y clausura de la metafísica en el pensamiento de Macedonio Fernández,libro que no conozco y cuyo autor estoy conociendo aquí. El artículo de Seimandi, que yo recomiendo pues hace una lectura significativa de la tesis doctoral de Macedonio, la cual hasta ahora venía siendo más parte de su folclore (el interés por conocerla, su desaparición y luego su aparición, etc.), este artículo, digo, su autor, hace unos reparos a Dante Aimino que ordena por tres direcciones: metodológicas, conceptuales y ontológicas. ¿Cómo ontológicas? ¿No estamos nosotros ahora repitiendo una escena conocida? ¿No somos ahora nosotros personajes de los diálogos platónicos donde un señor nos hace hablar sobre qué son las cosas? El dispositivo Macedonio nos saca de nuestras particularidades, borra nuestras especializaciones y nos enfrenta a las preguntas de qué es humor, qué literatura y filosofía, qué sabemos realmente; en una palabra nos hace a todos filosofar. Macedonio nos hace filosofar y por ello es un filósofo. Este argumento que propongo no creo que sea definitivo para suponer una presencia efectiva de la filosofía en Macedonio pero agregado a otros puede sumar a la fuerza de una convicción.
Vuelvo sobre los papeles filosóficos de Macedonio Fernández. Mi intuición originaria consiste en ver a Macedonio como parte del discurso intelectual y filosófico de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Macedonio atestigua la recepción de tales discursos. Pero aún perteneciendo el origen de su escritura a un trozo de pensamiento del siglo XIX creemos que posee una relativa originalidad ya por el modo en que conjunta los elementos de que dispone, a qué elementos da importancia y a qué no, ya por el estilo en que lo afirma. En sus reflexiones ya se anuncian evoluciones posteriores de tal discurso. Por todo ello creemos es un nombre propio en la filosofía argentina. Macedonio es entonces, no solamente unreceptorde tales discursos sino también unactorde los mismos. Su figura viene a desbaratar cierta idea de que toda evolución, todo movimiento en la filosofía sólo sucede por la filosofía europea. Si las “anticipaciones” de Macedonio nos causan asombro es porque nosotros, formados en la filosofía europea, pensamos que sólo de ella provienen las evoluciones del pensamiento, sólo allí se piensa. No se nos ocurre considerar que tanto Macedonio como los autores europeos forman parte del pensamiento finisecular que desemboca en el siglo XX.
Hay en torno a los escritos filosóficos de Macedonio un duro trabajo por hacer. Y es un duro trabajo porque nadie quiere reconstruir el mundo filosófico de Macedonio Fernández. Nadie tiene demasiadas ganas de leer a Herbart, Delboeuf, Balfour, Baldwin, Maury o Schuppe por sólo nombrar algunos de los autores citados por Macedonio. Quienes nos hemos recibido profesionalmente de filósofos hemos sido formados en un corpus de filosofía donde hay grandes cabezas y donde multitud de otros autores han sido relegados a personajes secundarios. Salvo que un autor europeo (donde se encuentra instalado el superyó filosófico argentino) vuelva a encontrar en estos viejos autores elementos significativos, leer esto es como masticar vidrio. No hay tampoco mucha seguridad de qué traeremos de esas viejas canteras.
Me parece correcto colocar a Macedonio junto a autores de nuestro presente filosófico, me parece que puede mostrarnos facetas que no hemos considerado. En cierto sentido siempre haremos esto, ya que repitiendo la vieja frase de Croce, quien decía que toda historia es historia contemporánea, sustituyendo meramente el término “historia” por la obra de Macedonio, podemos decir que toda lectura de Macedonio es lectura contemporánea. En realidad no necesitamos ir a Croce, Macedonio afirmaba que toda reviviscencia es siempre actual, presente. Me parece correcto también hacer una lectura inmanente de los textos buscando sus conexiones y pasadizos. Pero finalmente también, saliendo de nuestro presente, debemos reconstruir el universo intelectual de Macedonio donde conviven autores que han pasado como primeras cabezas a la historia de la filosofía actual con otros cuya fama se ha eclipsado (como Spencer y aun Schopenhauer) e incluso con otros que sólo iluminaron su momento. Y no sólo conviven sino que su jerarquía, su importancia en esta convivencia, no tiene que tener el mismo valor que tiene para nuestro presente. En toda época y en todo autor hay ciertos supuestos, ciertas creencias no dichas, ciertas condiciones materiales incluso, que pueden llevarnos al escepticismo sobre la posibilidad de su reconstrucción. Mientras no hagamos esta tarea pienso que somos nosotros los que hacemos burbujas como niños frente al adulto Macedonio Fernández. Creo también que esta tarea se está realizando aunque en forma fragmentaria, descubriendo trozos que iluminan mejor las opciones de Macedonio dentro de su época.
No voy yo a hacer hoy esta tarea. Simplemente voy a hacer una nueva burbuja. Y tomaré para ello dos momentos fuertes de la tradición filosófica occidental tal como nos la presenta hoy el corpus instituido de su filosofía. Uno es el momento Parménides, el momento en que el discurso filosófico acuña definitivamente un término para referirse a la totalidad de las cosas: el término ente, cualquier cosa que está siendo, la totalidad de lo que es. Abstracción, ceguera del filosofo para las diferencias, para lo inmediato e inmersión en la luz que todo lo abarca. Para ello Parménides tiene que violentar el lenguaje. Arrancar el verbo de su lugar en la enunciación y convertirlo en el protagonista. Y junto a esto una segunda violencia, la que afirma una lógica dicotómica con todo su bagaje (o esto o no esto, exclusión del tercero, reducción al absurdo, etc.). Todos conocemos este texto ya directamente ya en sus formas de divulgación: hay únicamente dos caminos: “uno (pensar) que ‘es’ y que no puede no ser, (...) otro (pensar) que ‘no es’ y que es necesario no ser”. Mientras el primero es “el camino de la persuasión pues acompaña a la verdad”, el segundo es imposible. No se puede pensar ni decir. Y luego los signos o pruebas de ello: “lo que es” es inmóvil (no cambia), lo cual supone su eternidad (presencia permanente), es único (ya que cualquier diferencia implica el no ser) y es completo. De aquí arrancaría la filosofía como esa cosa plúmbea y pesada. Sus efectos de tierra arrasada, el napalm para cazar pajaritos, su aparente seriedad. El otro es el momento de Descartes: “pienso, luego existo” que, llevando al extremo algo que se encontraba in nuce en el fragmento 3° del poema de Parménides: “lo mismo es pensar y ser”, coloca en el hombre toda posibilidad de acceso a este ser. Violencia posiblemente también, aunque nosotros por estar dentro de ella no nos percatemos enteramente. De aquí arranca la filosofía centrada en el mundo humano.
Momento de Parménides. Antes de observar cómo se coloca Macedonio frente a esta tradición observemos que ella misma se presenta erosionada. Para ello me sirvo de la frase de un discípulo de Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal: el hombre pasa fácilmente de lo sublime a lo ridículo. Porque si a este esfuerzo del hombre por abarcar la totalidad de las cosas puede corresponderle la risa del filósofo, la risa olímpica que todo lo ve desde lo alto, un saber que sólo a los dioses le es confiado enteramente como señala Aristóteles, bien pudiera ser que su esfuerzo sea como el parto de los montes. Si por un momento podemos sustraernos, ponernos al margen del círculo mágico del magma de las palabras de la diosa, un panorama bien distinto se nos mostraría. Risa de la criada. ¿Qué hay más de Perogrullo y tonto que decir “el ser, es / el no ser, no es”? ¿Qué más imposible que negar el cambio de las cosas? Aristóteles que no quiere someterse a este ridículo dice simplemente: “Por nuestra parte damos por supuesto que las cosas que son por naturaleza, o todas o algunas, están en movimiento; esto es claro por experiencia.” (Física,I,185a) y en otra parte señala que dudar de que existe el movimiento significa admitirlo, pues el pensar es ya un movimiento, un cambio (Física, VIII, 254ª). La verdad se expresa en el coro, en el pueblo, como entre nosotros en el cartonero Báez.
Todos tenemos una idea general de cómo sigue esta historia en los sucesores de Parménides: el pluralismo de los entes fundamentales que según la frase, creo sartreana, significó arrojar una granada en el ser de Parménides produciendo multitud de fragmentos idénticos en su constitución a este ser único; la afirmación platónica de “el no ser” como Diferencia (a no es x); la frase de Aristóteles de que el ente se dice de muchas maneras.
Conviviendo con estos textos que pueden indicar una dirección, realmente simplificada, de los desafíos y aporías que planteaba Parménides al pensamiento griego encontramos una serie de textos que la historia de la filosofía griega no señala como hitos de un camino hacia adelante sino como tentativas irónicas. Pienso por ejemplo en Zenón de Elea y sus múltiples paradojas y discursos dobles, en Gorgias y su tratadoSobre el no ser(donde se afirma que nada es, si es no es pensable y si es pensable no es comunicable), en la segunda parte delParménidesde Platón. Es interesante que sobre estos textos, donde se ve al mismo tiempo la alta abstracción del pensamiento y el elemento lógico adquiere preponderancia, hubo siempre alguna opinión de que todo era una cachada. Convivió con la interpretación preponderante la opinión de que todo era una cachada. Como si el pensamiento al alcanzar una cima, o por el contrario al verse sin caminos necesitara jugar, ya para distraerse, ya para explorar, ya para burlarse un poco de sí mismo. Pero vistas como figuras individuales estos tres textos son formas de sabotaje, formas de rebelión por la parodia al planteo de Parménides. Como si desde la cima de lo sublime se cayera en el ridículo. Es que el rey, por más que él exprese la voluntad divina, debe ir siempre acompañado de su bufón que le recuerda que también él es mortal. La filosofía también tiene sus bufones. Que se me entienda bien, ellos forman también parte de la filosofía, le pertenecen como el bufón a la realeza. La filosofía queda por ellos amenazada de volver a uno de sus posibles orígenes: los juegos de palabras.
[Entonces resumamos: Parménides como un hito en el relato de la filosofía occidental, un mojón desde el que podemos señalar como se abren caminos, se acuñan lenguajes y problemáticas como respuestas y formas de superación del mismo; pero al mismo tiempo intentos de superación por su negación, por su erosión, por su parodia.]
Reseñemos los textos en los cuales Macedonio se sube, por así decir, a la tradición de la filosofía:
“Pienso siempre y quiero pensar; quiero de una vez saber si la realidad que nos rodea tiene una llave de explicación o es total y definitivamente impenetrable. Tarea aparentemente estéril, pero si de cuando en cuando no hubiera alguien que arrancara a los hombres de su ávida preocupación del dinero no valdría la pena que la humanidad continuara reproduciéndose para obrar todos como autómatas repitiendo el mismo mecanismo del lucro.” Macedonio Fernández, 2, 236 [Carta a su tía Ángela del Mazo del 13/1/1905. O.C. II, 1, carta 161]
Aquí lo vemos a Macedonio ubicado en el pensamiento. Uno podría decir que esta frase define a un filósofo. Más aún en esta frase ubicamos a Macedonio preguntándose porla llave de explicación de la realidad.Que es tanto como decir preguntarse por la totalidad y el fundamento, dos caracteres del discurso filosófico. Pero también decimos que este interés es propio de todo ser humano. De allí que en los cursos de Introducción a la filosofía se dice que la filosofía interesa a todo hombre. ¿Qué distingue a un filósofo de todo hombre? Tal vez que esa pregunta está sostenida por una obra, un discurso público. Y aquí lo que tenemos es una carta privada. Podemos preguntarnos por dónde transita el discurso filosófico. Entre lo absolutamente privado, donde todos podemos hacernos la pregunta, y la forma mediática que parece disolver el discurso filosófico en operaciones de marketing ¿dónde se ubica la filosofía? Lo único que tenemos entonces aquí es una aspiración de un individuo a entender la realidad o, más sigloveintemente dicho, su circunstancia. En la misma carta afirma su deseo de escribir; deseo de obra. [Objetivación entonces del deseo de entender, del pensar.] Macedonio sin embargo parece un filósofo que no se da a publicidad como filósofo, que no se presenta a sí mismo como tal. Es un grupo reducido de amigos quien así lo cataloga. También esta ausencia de Macedonio de las instituciones conspira contra su apelativo como filósofo.
Luego tenemos algo que, si bien es un papel no publicado, ya forma parte de una obra.
EnBases en Metafísica
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