El mundo, la carne y el Diablo - Richard Rohr - E-Book

El mundo, la carne y el Diablo E-Book

Richard Rohr

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Beschreibung

UN PEQUEÑO PERO PODEROSO LIBRO QUE NOS ALIENTA A RESISTIR EL MAL Y A TENDERNOS LA MANO UNOS A OTROS EN AMOR. En este libro pequeño pero magistralmente elaborado, Richard Rohr aborda lo que el cristianismo considera como las tres fuentes tradicionales del mal –El mundo, la carne y el Diablo–, para animarnos a mirar más allá de nuestras fallas morales personales y darnos principios para resistir el mal en una escala más amplia. Al explorar cómo el cristianismo se ha centrado casi exclusivamente en la maldad individual, o los pecados de la carne, Rohr ofrece una interpretación apasionante de las enseñanzas de Jesús y los escritos del apóstol Pablo para mostrar cuán vital es que también comprendamos el mal del mundo y al diablo, a menudo sutiles y bien disfrazados. Este libro no ofrece soluciones fáciles. Sin embargo, tras destilar hábilmente medio siglo de enseñanza y predicación, El mundo, la carne y el Diablo : ¿Qué hacemos con el asunto del mal? te dejará con una mayor comprensión del mal y de su rol en los problemas sociales de nuestro tiempo, y estarás mejor equipado para reconocerlo y combatirlo. Con su sabiduría y compasión características, Rohr nos ofrece principios para resistir los males sociales que impregnan nuestras vidas, de los que todos somos cómplices, a través de la contemplación cristiana y de acercarnos unos a otros en amor.

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Copyright © 2021 Richard Rohr

El Mundo, la Carne y el Diablo

¿Qué hacemos con el asunto del mal?

de Richard Rohr. 2021, JUANUNO1 Ediciones.

This translation of The World, the Flesh and the Devil: What Do We Do With Evil?first published in 2021 is published by arrangement with The Society for Promoting Christian Knowledge, London, England. / Esta traducción es publicada por acuerdo con The Society for Promoting Christian Knowledge, Londres, Inglaterra.

ALL RIGHTS RESERVED. | TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

Published in the United States by JUANUNO1 Ediciones,

an imprint of the JuanUno1 Publishing House, LLC.

Publicado en los Estados Unidos por JUANUNO1 Ediciones,

un sello editorial de JuanUno1 Publishing House, LLC.

www.juanuno1.com

JUANUNO1 EDICIONES, logos and its open books colophon, are registered trademarks of JuanUno1 Publishing House, LLC. / JUANUNO1 EDICIONES, los logotipos y las terminaciones de los libros, son marcas registradas de JuanUno1 Publishing House, LLC.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Name: Rohr, Richard, author

El mundo, la Carne y el Diablo : ¿Qué hacemos con el asunto del mal? / Richard Rohr.

Published: Miami : JUANUNO1 Ediciones, 2021

Identifiers: LCCN 2021948337

LC record available at https://lccn.loc.gov/2021948337

REL012120 RELIGION / Christian Living / Spiritual Growth

REL012040 RELIGION / Christian Living / Inspirational

REL012070 RELIGION / Christian Living / Personal Growth

Paperback ISBN 978-1-63753-016-0

Ebook ISBN 978-1-63753-017-7

Traducción

Ian Bilucich

Corrección

Tomás Jara

Créditos Portada

Equipo de Media y Redes JuanUno1 Publishing House

Concepto diagramación interior & ebook

Ma. Gabriela Centurión

Crédito foto de Richard Rohr

Nicholas Kramer

Director de Publicaciones

Hernán Dalbes

First Edition | Primera Edición

Miami, FL. USA.

Octubre 2021

CONTENIDO

COVER

PORTADA

LEGALES

INTRODUCCIÓN

EL MUNDO, LA CARNE Y EL DIABLO

LA GENIALIDAD ESPIRITUAL DE PABLO

TODOS NOS BENEFICIAMOS Y SOMOS CÓMPLICES DEL MAL

LOS LUGARES OCULTOS DE LA MORTANDAD

UNA SALIDA Y UN PASAJE

LA ESPIRAL DE LA VIOLENCIA

LA CRÍTICA DE JESÚS AL SISTEMA DE PECADO

CÓMO SOBREVIVIR E INCLUSO SALIR ADELANTE

AMOR Y PERDÓN

LA DIALÉCTICA PAULINA

SOSTENIENDO LAS TENSIONES

EN RESUMEN

NOTAS

ACERCA DEL AUTOR

Introducción

Primero debemos caer, y luego reponernos de la caída; y ambas son misericordia de Dios.
Juliana de Norwich

Comienzo con esta cita electrizante de Lady Juliana de Norwich (1342–1416), mi mística favorita, que nos brinda tantos permisos liberadores, posibilidades y desafíos, porque me gustaría que este pensamiento sirviera a modo de corriente subterránea para este libro sobre el concepto pobremente entendido del pecado y el atemorizante concepto del mal. Espero que pronto veas lo que quiero decir.

Empecemos con el pecado. ¿No te molesta aunque sea un poco que en la actualidad la palabra “pecado”, que bien podría ser el concepto más frecuente en la Biblia, rara vez se use en muchos círculos? No es que la mayoría de nosotros quiera negar la existencia del mal y los errores (que son más que obvios), sino que, por alguna razón, la palabra “pecado” en sí ahora pareciera haber pasado de moda y ya no ser de utilidad o siquiera esclarecedora en la mayoría de las discusiones. Este término es capaz de enviar cualquier plática por un túnel de comentarios al margen, juicios y aclaraciones que descarrilan la dirección original de la conversación. Lo veo en todos los ámbitos, con muchos progresistas que tienden a odiar la palabra y entre varios conservadores que tienden a abusar de ella sin definirla.

Quizás muchos de nosotros y nosotras dejamos de usar la palabra porque ubicamos al pecado dentro de nuestras propias pequeñas categorías culturales, con poca conciencia de la verdadera sutileza, profundidad e importancia de la amplitud del concepto. Conforme cada cultura y religión definió al pecado bajo su propia forma idiosincrática, la palabra misma cesó de ser útil. Nosotros, los católicos y católicas, por ejemplo, eventualmente nos dimos cuenta de que comer carne los viernes no tenía nada que ver con el mal de verdad, sino que simplemente era contrario a un protocolo y práctica eclesial que surgió en un momento específico. Sin embargo, comer carne el viernes, junto con no asistir a misa el domingo, han sido llamados, desde el siglo XVI, pecados “mortales” (sobre la base de 1 Jn 5:16-17, que habla de un “pecado de muerte”). ¿En serio? Darse cuenta de esto llevó a desconfiar de muchas cosas que supuestamente “ofendían” a Dios, pero que en gran parte solo ofendieron a la cristiana Miss Manners.1

Por tanto, descubrimos que el pecado y el mal verdadero no siempre son la misma cosa. El mal verdadero siempre es mortífero. El pecado está destinado a ser un buen, y a menudo necesario, delimitador, pero no siempre apunta al mal objetivo y por lo tanto no siempre es mortífero o “mortal”. Incluso bajo nuestra propia definición católica, la mayor parte del pecado se llamaba “venial”, que quiere decir “indultable, excusable o fácilmente perdonable”.

Eventualmente, nos dimos cuenta de que no había ningún significado objetivo de la palabra “pecado”. En su lugar, simplemente la usamos para designar diferentes tabúes y expectativas culturales, que usualmente tienen que ver con códigos de pureza corporal. Las mujeres laicas que usan túnicas y pañuelos en la cabeza fueron consideradas virtuosas en el islam y oprimidas en la mayoría de los países cristianos. Trabajar en sabbath estaba prohibido para los judíos ortodoxos, pero probablemente es el día más ajetreado de la semana para la mayoría de las familias del oeste. A algunos católicos les gusta bailar y beber, mientras que muchos bautistas del sur considerarían esto casi obsceno.

¿Estamos apuntando a algo parecido al mal objetivo en tales casos, o en realidad estamos trivializando la noción muy real del mal, y desviando nuestra atención de lo real? Recuerda, el Tercer Reich emergió en un país que era formalmente mitad católico y mitad luterano (y parecían tomárselo bastante en serio, si hemos de notar todas las iglesias y escuelas teológicas en Alemania). Entonces, ¿quién tiene la definición “correcta” o “real” de pecado? ¿Quién posee la interpretación “correcta” o útil del mal? Creo que tanto Jesús como Pablo la tienen, y ese será el tema de este libro.

Mi suposición y convicción es que el pecado se volvió una idea menos útil para muchos de nosotros y nosotras porque necesitábamos movernos por un terreno diferente para recuperar nuestra noción de la naturaleza mortal del verdadero mal. Nadie puede negar que el mal es bien real, pero en la actualidad lo que muchos de nosotros observamos como los verdaderos males que destruyen al mundo parecen muy diferentes de los que la mayoría de las personas llaman pecado, que en general se refiere a errores o culpas personales, o supone ofensas privadas contra Dios. Estos, en realidad, no describen nada bien la naturaleza horrible del mal. Por consiguiente, perdimos interés en el pecado.

También perdimos el interés porque usualmente oímos el concepto de pecado como una herramienta para juzgar, excluir o controlar a otros, o avergonzarnos y controlarnos, pero rara vez para traer discernimiento o una comprensión más profunda –mucho menos compasión o perdón– a la situación humana. Desde lo que observo, mientras más obsesiva se vuelve una religión o cultura con el pecado, más desamorada y cognitivamente rígida tiende a ser su gente. Piensa en las culturas basadas en la vergüenza de muchos países islámicos homogéneos, las formas tribales y culturalmente acríticas del judaísmo, el poco sentido del humor de los calvinistas de Ginebra, la crueldad de muchos puritanos de Nueva Inglaterra, la falta de gracia de muchos luteranos, y la mentalidad inquisidora del español y de la mayoría del catolicismo étnico.

Si hemos de ser honestos y perceptivos, de seguro vemos que el mal real a menudo parece “dominar el mismísimo aire” (una frase encontrada en textos paulinos tales como Efesios 2:2) y es más la norma que la excepción. De hecho, el mal a menudo es convenido culturalmente, admirado y considerado necesario, como suele suceder cuando un país va a la guerra, gasta la mayoría de su presupuesto en armas, admira los lujos por sobre las necesidades, se entretiene hasta la muerte, o contamina su propia agua y aire comunitarios. El mal parece ser corporativo, admirado y considerado necesario antes de volverse personal y vergonzoso. Como escribió Pablo (o la escuela de Pablo) en el texto condensado, tripartito y muy instructivo de Efesios 2:12: “Estaban muertos a causa de los pecados y crímenes que solían conformar su estilo de vida cuando vivían según los principios de este mundo, por tanto, obedeciendo al soberano que domina el mismísimo aire”.

Desglosemos esta oración compacta, que parece apuntar a, al menos, tres fuentes del mal: (1) “los crímenes y pecados que solían conformar su estilo de vida” (nuestra participación personal en una cultura ya criminal y pecaminosa); (2) “cuando vivían según los principios de este mundo” (dado que la mayoría de las culturas están basadas en acuerdos falsos o superficiales sobre el valor, la dignidad y el éxito); y (3) estas ilusiones y engaños controlan tan plenamente el campo de la conciencia, que la mayoría no podemos verlos. Nos “dominan”, como el mismísimo aire que respiramos, y nunca los cuestionamos. Estas fuentes eventualmente serán conocidas como “la carne, el mundo y el diablo” o las tres fuentes clásicas del mal, que pronto describiré en profundidad.

Cuando algunos empezaron a reconocer (en gran medida en el último siglo) que todas las conversiones religiosas individuales en el mundo no estaban contribuyendo a un cambio social significativo o a un avance moral, muchos comenzaron a darse cuenta lentamente que el pecado y el mal deben ser más que asuntos personales o privados. Condenar a la gente por faltas individuales no estaba cambiando el mundo. Pablo ya tenía el genio presciente para reconocer esto, y creo que enseñó que tanto el pecado y la salvación son, primeramente, realidades colectivas y sociales. De hecho, este reconocimiento podría, y debería, ser una de sus contribuciones principales a la historia. Todavía creo que lo será.

Aun así, en gran manera hemos perdido de vista el punto esencial, y por lo tanto nos encontramos bajo el estrecho control de monstruosos males sociales en las naciones cristianas, hasta la era moderna. Por lo tanto, también terminamos perdiendo el beneficio de una noción corporativa de la salvación que superaba con creces la dignidad o indignidad individual de cualquier persona (lo cual, lamentablemente, se convirtió en toda la agenda cristiana y nos empequeñeció). Estoy convencido de que todo esto está descrito en las cartas de Pablo, pero con un vocabulario premoderno que ya no es de fácil acceso, como observamos en el pasaje citado de Efesios. Sin embargo, una vez que lo veamos, lo veremos en todos lados (ya sea como algo asumido o enseñado activamente en sus cartas). Es como descifrar su código.

Hablé de la noción social de la salvación en El Cristo Universal.1 Aquí, de modo correlativo, me gustaría hablar sobre la naturaleza social del mal y del pecado.

Todos y todas somos culpables del pecado de los demás y no solo del nuestro.

Todos y todas somos buenos por la bondad de los demás, no solo por la nuestra.

Mi vida no solo se trata sobre “mí”.

Si me crees, todo esto comenzará a cobrar un sentido supremo. Solo que ahora necesitamos de las herramientas sociales, de la psicología y del vocabulario para reconocerlo de una manera más amplia. Nociones como la psicología grupal, el genoma en sí, la teoría de sistemas familiares, los estudios de codependencia, los estilos parentales, la falta de libertad de la adicción (AA), los comportamientos predecibles de los hijos adultos de adictos (Al-Anon), la teoría mimética de Girard, la vasta evidencia de la neurociencia, los efectos generacionales del trauma y la guerra (PTSD), y la naturaleza secreta de nuestra propia sombra personal y de la mayoría de nuestros acuerdos culturales muestran que el ancho de banda de nuestra libertad personal real es mucho más estrecho de lo que alguna vez pensamos. Sin embargo, también puede ser expandido significativamente, lo cual podría ser el objetivo principal tanto de la psicología como el de la espiritualidad saludable. De hecho, creo que este debe ser el resultado de una buena terapia y de una espiritualidad saludable: expandir nuestra libertad para hacer el bien.

Ya no podemos tratar de entender al individuo escindido de su contexto, cultura, creencia religiosa, familia, temperamento, género, ADN, orden de nacimiento con respecto a sus hermanos, ni de la cultura misma (lo cual lleva a la pregunta de si acaso puede existir algo así como una persona “que se fabrica a sí misma” completamente, o un individuo completamente “auténtico”). A veces parece que todos estamos en una escala siempre cambiante que nos lleva de rebeldes a conformistas y que alguna voz invisible está tomando las decisiones. El “yo” que está actuando ahora mismo nunca es perfectamente obvio, ni siquiera para nosotros mismos. Mi madre todavía “me obliga a hacerlo” y yo bien (1) he sido sanado de toda herida, (2) he aprendido a estar de acuerdo con ella, o (3) estoy en guerra de manera perpetua y autodestructiva contra ella.