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Kahlil Gibran

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Beschreibung

"Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos e hijas del anhelo de la Vida por sí misma." Desde su publicación original, El Profeta se ha convertido en uno de los libros más leídos y traducidos de todos los tiempos. A través de 26 ensayos poéticos, el profeta Almustafa, antes de partir hacia su isla natal, comparte su sabiduría con el pueblo de Orfalese. Gibran logra lo imposible: destilar las verdades más complejas del corazón humano en versos de una sencillez y belleza deslumbrantes. Es un bálsamo para el espíritu en tiempos de incertidumbre. Un Mapa para el Alma Moderna: La obra de Gibran trasciende religiones y fronteras. Sus palabras sobre el amor (que debe ser un mar en movimiento entre las orillas de nuestras almas), el trabajo (que es el amor hecho visible) y el dolor (que rompe la cáscara de nuestro entendimiento) ofrecen una perspectiva renovadora sobre lo cotidiano. Es una mezcla perfecta de misticismo oriental y sensibilidad occidental, que invita a una vida de mayor consciencia y plenitud. El Regalo de la Sabiduría Eterna: Indispensable para cualquier biblioteca de humanidades, filosofía o crecimiento espiritual. Es el compañero perfecto para momentos de introspección y un regalo con significado profundo para hitos de la vida como bodas, nacimientos o transiciones personales. Escuche la voz que habita en el silencio. Adquiera "El Profeta" hoy mismo y redescubra la magia de la existencia.

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Veröffentlichungsjahr: 2025

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Índice de contenido
El profeta
Kahlil Gibran
Capítulo 1 La Llegada de la Nave
El Amor
El Matrimonio
Los Hijos
Dando
Comiendo y Bebiendo
El Trabajo
La Alegría y la Pena
Las Casas
La Ropa
Comprando y Vendiendo
El Crimen y el Castigo
Las Leyes
La Libertad
La Razón y la Pasión
El Dolor
El Conocimiento de Sí Mismo
La Enseñanza
La Amistad
Hablando
El Tiempo
El Bien y el Mal
El Rezo
El Placer
La Belleza
La Religión
La Muerte
La Despedida

El profeta

Kahlil Gibran

Publicado: 1923Categoría(s): Ficción, Cuentos y Novelas cortas

Capítulo1 La Llegada de la Nave

Almustafa, el elegido y el amado, quien era un amanecer en propio su tiempo, había esperado doce años en la ciudad de Orfalís a la nave que viniera para llevarlo a la isla de su nacimiento.

Y en el duodécimo año, en el séptimo día de Ielool, el mes de la cosecha, subió la colina afuera de las murallas de la ciudad y miró hacia el mar; y vio la nave viniendo con la neblina.

Y entonces las puertas de su corazón se abrieron de par en par y su alegría voló lejos sobre el mar. Y entonces cerró los ojos y rezó en el silencio de su alma.

Pero mientras bajaba la colina, una tristeza le vino, y pensó en su corazón:

¿Cómo puedo irme en paz y sin pena? No, no sin herida en el espíritu me iré de esta ciudad.

Largos fueron los días de dolor que he pasado dentro de sus murallas, y largas las noches de soledad; y, ¿quién puede salir de su dolor y soledad sin remordimiento?

Demasiados fragmentos del espíritu he desparramado en estas calles, y demasiados son los hijos de mi anhelo que andan desnudos por estas colinas, y no me puedo retirar de ellos sin una carga y un dolor.

No es una prenda de la que me deshago hoy, sino una piel que rasgo con las propias manos.

Tampoco es un pensamiento que dejo detrás, sino un corazón hecho dulce por hambre y sed.

Pero ya no puedo demorarme.

El mar que llama a todos a regresar a sí mismo me llama, y tengo que embarcar.

Quedarme, aunque las horas queman en la noche, es congelarse y cristalizarse y estar vinculado al moho.

Tengo ganas de llevar conmigo todo lo que está aquí. Pero, ¿cómo podría?

Una voz no puede llevar la lengua y los labios que le dan alas. Sola tiene que buscar el éter.

Y sola y sin nido volará el águila hacia el sol.

Ya cuando alcanzó el pie de la colina, se dirigió otra vez al mar, y vio su nave acercándose al puerto y en la proa a los marineros, los hombres de su propia tierra.

Y su alma les gritó, y dijo:

Hijos de mi madre antigua, Uds. los jinetes de las mareas,

Cuántas veces han navegado en mis sueños. Y ahora vienen en mi despertar, que es mi sueño más profundo.

Listo estoy para irme, y mi impaciencia a toda vela espera al viento.

Sólo un aliento más respiraré en este aire calmo, sólo una mirada cariñosa hacia atrás,

Entonces me pongo entre Uds., un marinero entre marineros.

Y tú, mar vasto, madre incansable,

Sólo tú eres paz y libertad para el río y el arroyo,

Sólo una curva más hará este arroyo, sólo un murmullo más en este claro,

Y entonces vendré a ti, una gota ilimitada para un océano ilimitado.

Y mientras andaba vio desde lejos a hombres y mujeres dejando sus campos y sus viñas y apresurándose hacia las puertas de la ciudad.

Y oyó él sus voces diciendo su nombre, y gritando de campo en campo contándose de la llegada de la nave.

Y él se dijo a sí mismo:

¿El día de despedir será el día de reunir?

Y se dirá que mi víspera fue de veras mi alba?

Y, ¿qué le daré a él que dejó su arado en el surco o a él que ha parado la rueda de su lagar?

¿Mi corazón volverá en un árbol cargado de fruta, la que puedo recoger y darles a ellos?

Y, ¿mis deseos fluirán como una fuente para que pueda llenarles las copas?

¿Soy una arpa para que la mano del poderoso me toque, o una flauta para que su aliento me pase?

Un buscador de silencios soy yo, y ¿cuál tesoro he hallado en los silencios, el que puedo repartir con confianza?

Si éste es mi día de cosecha, ¿en cuáles campos he sembrado la semilla, y en cuáles estaciones olvidadas?

Si ésta de veras es la hora en que levanto mi farol, no es fuego mío que quemará adentro.

Vacío y oscuro será el farol que levanto,

Y el guardián de la noche lo llenará con aceite y también lo encenderá.

Esto dijo con palabras. Pero había mucho en el corazón que se quedaba sin decir. Porque él mismo no podía decir su secreto más profundo.

Y cuando entró en la ciudad todo el pueblo salió para reunirse con él, y le gritaban como si tuvieran una sola voz.

Y los mayores de la ciudad se adelantaron y dijeron:

No nos deje.

Un mediodía ha sido en nuestro crepúsculo, y su juventud nos ha dado sueños para soñar.

Ud. no es desconocido entre nosotros, tampoco huésped, sino nuestro muy amado hijo.

No permita que nuestros ojos tengan hambre de su rostro.

Y los sacerdotes y las sacerdotistas le dijeron:

Que las olas del mar no nos separen y que los años que han pasado entre nosotros no se vuelvan memoria.

Ud. ha caminado entre nosotros como un espíritu, y su sombra ha sido una luz en nuestras caras.

Mucho lo hemos amado, pero callado era nuestro amor, y con velas ha sido velado.

Pero ahora nuestro amor le grita en voz alta, y quiere revelarse ante Ud.

Y siempre ha sido que el amor no sabe su propia profundidad hasta la hora de separación.

Y otros también se acercaron y le pidieron a él.

Pero no respondió. Sólo inclinó la cabeza; y los que estaban cerca de él vieron sus lágrimas cayendo en el pecho.

Y él y la gente avanzaron hacia la plaza frente al templo.

Allí salió del santuario una mujer que se llamaba Almitra. Y ella era vidente.

Él la miraba con ternura extrema, porque era ella la que por primera vez lo buscó a él y creía en él cuando sólo hubo pasado un día en su ciudad.

Y ella le saludó a él, diciendo:

Profeta de Dios, en búsqueda de lo sumo, por mucho tiempo ha buscado su nave en las distancias.

Y ahora su nave ha llegado, y tiene que irse.

Profundo es su anhelo por la tierra de sus memorias y el hogar de sus deseos más grandes; y nuestro amor no lo atará ni nuestras necesidades lo aferrarán.

Pero esto le pedimos a Ud. antes de que se vaya, que nos hable y nos dé de su verdad.

Y se la daremos a nuestros hijos, y ellos a los suyos, y jamás se morirá.

En su soledad ha mirado nuestros días, y en su despertar ha escuchado al llanto y la risa de nuestros sueños.

Entonces por favor de revélese a nosotros, y díganos lo que se le ha mostrado acerca de lo que queda entre el nacimiento y la muerte.

Y él respondió:

Gente de Orfalís, ¿de qué puedo hablar salvo de lo que ahora mismo les induce las almas?

El Amor

Entonces dijo Almitra: Háblanos del Amor Y él alzó la cabeza y miró a la multitud, y un silenció cayó sobre todos,  y con fuerte voz respondió:  Cuando el amor os llame, seguidle,   aunque sus caminos sean duros y escarpados.  Y cuando sus alas os envuelvan, doblegaos a él,   aunque la espada oculta entre sus plumas pueda heriros.  Y cuando os hable, creed en él,   aunque su voz pueda desbaratar vuestros sueños así   como el viento del norte convierte al jardín en hojarasca.  Porque así como el amor os corona, os crucifica.  Así como os hace crecer, también os poda.  Así como se eleva hasta vuestras copas y acaricia  vuestras más frágiles ramas que tiemblan al sol, también  penetrará hasta vuestras raíces y las sacudirá de su arraigo a la tierra.  Como espigas de trigo,os cosecha.  Os apalea para desnudaros.  Os trilla para libraros de vuestra paja.  Os muele hasta dejaros blancos.  Os amasa hasta que seáis ágiles,  y luego os entrega a su fuego sagrado, y os transforma   en pan sagrado para el festín de Dios.  Todas estas cosas hará el amor por vosotros para que   podáis conocer los secretos de vuestro corazón, y con   este conocimiento os convirtáis en un fragmento del corazón de la Vida.  Pero si en vuestro temor sólo buscáis la paz del amor, el placer del amor, las mieles del amor,   entonces más vale que cubráis vuestra desnudez y   os aparteis de la senda del amor,  Para que entréis en el mundo sin estaciones, donde   reiréis, pero no todas vuestras risas, y lloraréis,   pero no todas vuestras lágrimas.  El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.  El amor no posee, y no quiere ser poseído.  Porque al amor le basta con el amor.    Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón",   sino más bien "estoy en el corazón de Dios".  Y no penséis que podéis dirigir el curso del amor,   porque el amor, si os halla dignos, dirigirá él vuestros corazones.  El amor no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud.  Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean estos:   De diluiros en el amor y ser como un arroyo que    canta su melodía a la noche.   De conocer el dolor de sentir demasiada ternura.   De ser herido por la comprensión que se tiene del amor.   De sangrar de buena gana y alegremente.   De despertarse al alba con un corazón alado y dar    gracias por otra jornada de amor;   De descansar al mediodía y meditar sobre el éxtasis    del amor;   De volver a casa al crepúsculo con gratitud,   Y luego dormirse con una plegaria en el corazón para    el bien amado, y con un canto de alabanza en los labios.

El Matrimonio

Entonces, Almitra habló otra vez: ¿Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?

Y él respondió, diciendo:

Nacisteis juntos y juntos para siempre.

Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.

Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía.

Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.

Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.

Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.

Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.

Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.

Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.

Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.

Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte.

Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.