El secreto de Scarlett - Lynne Graham - E-Book

El secreto de Scarlett E-Book

Lynne Graham

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Beschreibung

La confesión al playboy italiano: ¡Eres el padre de mis gemelos!   A Scarlett Pearson le cambio la vida cuando descubrió que estaba embarazada de gemelos. Consciente de que el amor no formaba parte de los planes del multimillonario Aristide Angelico, decidió terminar la aventura que tenían. Sus hijos merecían mucho más. Aristide no conseguía olvidar la intensa química que había compartido con Scarlett, ni el hecho de que ella hubiera terminado la relación. Al reunirse con ella dos años después, se sorprendió de que la pasión entre ellos continuará intacta. Decidido a recuperar el control, Aristide invitó a Scarlett a Italia y se quedó helado al descubir su mayor secreto... ¡Y por el deseo de reclamar a su familia!

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Seitenzahl: 168

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2024 Lynne Graham

© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El secreto de Scarlett, n.º 3134 - enero 2025

Título original: Two Secrets to Shock the Italian

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788410744486

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Aristide Angelico, el multimillonario fundador de Angelico Technologies y un legendario playboy, reposaba en su limusina mientras lo trasladaban al funeral de Luke Walker. Era un hombre alto de complexión atlética, musculoso y con el cabello negro y rizado. Tenía los ojos verdes y era muy atractivo.

Aristide se cuestionaba lo que estaba haciendo.

–¿Y por qué vas? –le había preguntado su asistente personal por la mañana–. Apenas conocías a ese hombre.

¿La respuesta?

Aristide iba a asistir por pura curiosidad. El fallecimiento de un ciclista inocente que circulaba entre el tráfico cuando se dirigía a un nuevo trabajo fijo por primera vez, se había convertido en noticia. Aristide se había quedado de piedra al ver la foto.

Sin embargo, no se había sentido con muchas ganas de ver a su ex llorando sobre el ataúd de su difunto esposo. Sería un falso espectáculo, la demostración de que ella tenía tanta profundidad emocional como un charco. Por lo tanto, en lugar de asistir al entierro eligió asistir al funeral que se celebraría tiempo después.

Aristide había compartido la cama con Scarlett Pearson durante casi un año. Ella era profesora de primaria y él había pensado que la conocía bien. Para su sorpresa, él comprobó que era tan tonto y confiado como cualquier otro hombre cuando se trataba de una mujer menuda y pelirroja. Por supuesto, Aristide se había quedado de piedra cuando al cabo de un tiempo de estar ilocalizable, Scarlett le había anunciado mediante un mensaje de texto que iba a casarse con Luke Walker. Luke, su mejor amigo de la infancia, y con el que según le había asegurado a Aristide, mantenía únicamente una relación pura y platónica.

¡Tonto él por haberla creído! A pesar de todas las precauciones que Aristide había tomado para mantenerse invulnerable, había terminado convirtiéndose en idiota por una mujer, igual que habían hecho su abuelo y su padre, y lo mismo que Daniele, su difunto gemelo. Los hombres de la familia Angelico no habían tenido suerte con el sexo opuesto. De adolescente, Aristide se había prometido que seguiría siendo un playboy, y lo había cumplido durante años. Los años dorados de la juventud, caracterizados por la ignorancia y la irresponsabilidad. A los dieciocho años había decidido que no condenaría su futuro atándose a una arpía sin sentimientos como su madre ni a una cazafortunas infiel como la mujer con la que se había casado su hermano.

Y después, con veintinueve, su madre lo presionaba para que se casara. ¿Y por qué la escuchaba? Desafortunadamente, la última petición que había hecho su hermano Daniele había sido que Aristide intentara se más comprensivo y amable hacia el desagradable carácter de su madre. Y Aristide intentaba ser tolerante por respeto a su hermano y a ser más comprensivo con el trágico pasado de su madre.

–Por el bien de la familia –había dicho Daniele. La familia significaba todo para su hermano gemelo. Y, tristemente, mucho menos para Aristide.

Cada vez que asistía a un evento familiar, le presentaban posibles candidatas al matrimonio, y siempre le resultaba molesto. Después de todo, su plan siempre había sido permanecer soltero hasta la mediana edad. Entonces, se casaría para tener la próxima generación. No tenía ninguna candidata en mente, y no pensaba que existiera la mujer perfecta. Sin embargo, ya había pensado cuáles eran los atributos que su futura esposa debía poseer. Tendría que ser una mujer bella, adinerada y con carácter maternal. Lo último era innegociable. Nadie sabía mejor que Aristide lo que era criarse junto a una madre fría y cruel.

 

 

–Estás agotada –comentó Edith, la suegra de Scarlett, al ver que la joven tenía ojeras.

–Tú también –señaló Scarlett en el atrio de la iglesia. La inesperada muerte de su marido un año antes había roto el corazón de toda la familia.

Luke había fallecido a causa de un accidente de bicicleta camino del trabajo. Durante los dos meses después del accidente había permanecido en coma en un hospital sin ninguna esperanza de despertar. Finalmente, ella y sus suegros habían aceptado que lo desconectaran de las máquinas que mantenían su cuerpo con vida. Él tenía veinticuatro años, estaba recién licenciado, era el hijo único de una familia que lo quería con locura y tenía toda la vida por delante, no obstante, en un abrir y cerrar de ojos, falleció y nada podía cambiarlo.

Scarlett suspiró. Ya no le quedaban lágrimas. Se le habían agotado durante las semanas en las que Luke había permanecido en el hospital. Además, conocía bien lo que era perder a un familiar. Sus padres adoptivos habían fallecido poco después de su boda, uno tras una larga enfermedad, otro por un derrame sufrido tras la pérdida. El hecho de haberse convertido en una huérfana adulta hizo que Scarlett se sintiera más agradecida de tener a Luke y a sus padres. Él la había ayudado mucho. Y sin su presencia, se sentía como si su mundo hubiera colapsado, pero sabía que tenía que superarlo porque tenía dos hijos a los que criar.

Lo último para lo que Scarlett estaba preparada aquel día era para ver a Aristide, su ex, entrando por la puerta de la iglesia donde, junto con los padres de Luke, ella estaba recibiendo a sus amigos. Él llevaba un traje oscuro muy elegante que, sin duda, habría sido diseñado por un sastre italiano y por su aspecto parecía que no le hubiera afectado el paso del tiempo.

No era algo que la sorprendiera, ya que había aprendido que no había nada que realmente afectara a Aristide y solo habían pasado dos años desde que lo había visto por última vez. Dos años intensos, marcados por un embarazo, el nacimiento de sus gemelos y una nueva vida oscurecida por la muerte de Luke. Una vida completamente diferente a la que había tenido mientras estaba con Aristide.

Con aquellos rizos oscuros que enmarcaban su rostro, Aristide era un hombre que siempre llamaba la atención de las mujeres. Scarlett sintió que le flaqueaban las piernas nada más verlo, como si un hechizo se hubiera apoderado de ella. Recordó lo vulnerable que había sido con él a causa del miedo a perderlo. No obstante, en el momento en que él sujetó la mano de Edith y se inclinó para darle el pésame, ella consiguió recuperar el control. Su turno llegaba justo después…

Lo miró fijamente con sus ojos color esmeralda, como si fueran cuchillas de diamante, y no oyó sus palabras. Ni siquiera se percató del tacto de su mano, ya que al ver cómo la miraba de arriba abajo, notó que se estaba sonrojando y dio un paso atrás. Él continuó para saludar a Tom, el padre de Luke.

Asombrada por el efecto que el carisma de Aristide había tenido sobre ella, Scarlett tuvo que esforzarse para girarse hacia la siguiente persona de la fila. Era como si hubiese perdido el control.

Estaba recordando lo que no quería recordar: Aristide, sonriendo y preocupado, la primera vez que lo vio. Ella se había torcido un tobillo mientras corría para hacer deporte. Scarlett nunca había creído en el amor a primera vista, hasta ese día. La atracción había sido instantánea y poderosa. Cuando por fin comprendió bien quién era él, lo que significaba su estatus y riqueza y cómo marcaría las expectativas que tenía hacia ella, ya no tenía vuelta atrás. Amar a Aristide la había vuelto demasiado indulgente, hasta el punto que siempre lo excusaba cuando él la decepcionaba.

«No, no», pensó enfadada. «Hoy no, no en el día de Luke, mi mejor amigo».

 

 

Aristide se sentó en un banco y centró su atención en el rostro de la viuda. Su piel clara como de porcelana mostraba todo. A pesar de que habían pasado meses desde la muerte de su esposo, todavía estaba pálida, tenía ojeras y llevaba su cabello cobrizo recogido en un feo moño. Curiosamente, él no se alegró tanto de verla tan afectada como esperaba. ¿Eso significaba que era más amable de lo que él pensaba? No.

Una vez más, pensó en lo afortunado que era por haber dejado que Scarlett se marchara. No la había seguido desde la distancia y no sabía mucho de su vida. Por supuesto, se había sentido tentado a hacerlo, pero decidió que lo mejor sería darle la espalda y continuar sin preguntarse qué tipo de vida llevaría ella con el otro hombre.

No obstante, las preguntas que había tratado de contener dos años antes, emergieron de nuevo en su cabeza. ¿Habría amado a Luke Walker desde siempre? ¿Habría salido con Aristide para provocar celos a su amigo y despertar así su interés sexual por ella? ¿O había engañado a Aristide desde el primer momento?

En cualquier caso, ella era virgen por aquel entonces, y Aristide eligió no sacar el tema para no crear expectativas. Él nunca cometía ese error con las mujeres. Siempre era muy claro sobre lo que estaba dispuesto a ofrecer y lo que no. Ella había aceptado la situación igual que todas las mujeres con las que había estado. Aun así, Scarlett siempre se había resistido frente a los límites de esa aceptación. Se había negado recibir regalos caros, y a reconocer que sus obligaciones como director ejecutivo de importantes negocios a nivel internacional tenían prioridad ante sus llamadas. En ocasiones, Scarlett era tan difícil que él solía preguntarse por qué seguía con ella.

Aristide no era tonto. Scarlett Pearson-Walker le producía intriga porque lo había abandonado y era la única mujer que se había marchado de su lado. Por supuesto, la idea todavía molestaba al hombre al que habían acusado de tener un ego más grande que el planeta. Era normal que él se preguntara por qué había elegido a otro hombre.

Aristide asistió a la recepción que se celebró después del servicio. Rara vez se había sentido tan fuera de lugar, escuchando los discursos improvisados sobre Luke Walker, quien al parecer había sido un joven notable y voluntario en la iglesia local y en diversas organizaciones.

«Un don Perfecto», pensó Aristide, preguntándose qué secretos habría ocultado bajo esa apariencia.

No podía imaginar a Scarlett con un hombre así, pero podía imaginarla admirando a un hombre así, y eso le ponía muy nervioso. Cuando la conoció, Scarlett empleaba todo su tiempo en libre en atender eventos filantrópicos y, cuando él le recriminó que nunca estaba disponible cuando quería verla, dejó de asistir a ellos con tanta frecuencia. De pronto Aristide se sentía como si nunca hubiera conocido a Scarlett y le molestaba no haber querido conocer el mundo en el que ella se había criado. Un entorno convencional y conservador que él apenas podía comprender porque era lo contrario a la exquisitez, los gélidos silencios y los secretos amargos que ocultaba su pasado disfuncional.

Aristide no sabía lo que era el calor y el apoyo de la familia. A juzgar por lo que había presenciado durante años, sus padres siempre se habían odiado. Su padre siempre se había mostrado indiferente hacia él. Su madre, sin embargo, lo idolatraba. Era su único hijo con vida, pero Aristide la odiaba y evitaba. A pesar de todo, seguir las normas de la familia Angelico implicaba aparentar unidad, dignidad y cumplir con el deber. No obstante, Aristide únicamente se había preocupado por un miembro de la familia, su querido hermano gemelo, quien se había quitado la vida seis años antes. El mundo privado del optimismo de Daniele se convertía en un lugar muy lúgubre, pero, de algún modo, parecía menos lúgubre cuando Scarlett estaba a su lado.

 

 

Al ver que Aristide se acercaba a ella entre los invitados, Scarlett se quedó de piedra. Justo antes, mientras estaba sentada con los padres de Luke, había estado observando a Aristide desde la distancia. Era fácil de distinguir entre la multitud debido a su altura, a su traje inmaculado y a los gemelos que llevaba a juego con el reloj de oro.

Todo el mundo a su alrededor era corriente, y Aristide Angelico nunca había sido una persona corriente, ni siquiera al nacer, puesto que había nacido en una dinastía dedicada al mundo de los negocios en Italia. El monograma A.A figuraba grabado en toda su vestimenta, como en la camisa que ella todavía tenía guardada entre sus pertenencias. Además, era un hombre increíblemente atractivo. Ella se preguntaba por qué había asistido al funeral si, por lo que sabía, no había asistido al entierro.

Después de todo, Aristide habría visto a Luke una docena de veces y nunca había mostrado verdadero interés por él. Sin duda, se habría mostrado mucho más atento si el mejor amigo de Scarlett hubiese sido una mujer. Era cierto que nunca había criticado tal cosa, pero ella había aprendido a percatarse de aquello que molestaba a Aristide porque su mirada se volvía fría o fruncia el labio ligeramente.

–¿Puedo hablar contigo brevemente? –le preguntó Aristide.

Scarlett se levantó de la silla con piernas temblorosas.

–Por supuesto –alejándose de sus suegros, murmuró–. ¿Qué haces aquí?

–Sentía curiosidad.

 

 

Aristide la miró fijándose en su piel de porcelana de su cuello. Al instante, deseó ver más. Observó la curva de sus labios con los ojos entornados y, sin quererlo, recordó su sabor.

Durante un instante se sorprendió al sentir una erección. Era inapropiado, poco acertado, todo lo que él no era. Ya no la deseaba, ¡por supuesto que no! Todo era un viaje al pasado junto a algunos recuerdos no bien recibidos. Y había que tener en cuenta que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer.

–¿Y por qué sientes curiosidad? ¿Sobre qué? –preguntó Scarlett sorprendida.

Un sentimiento de rabia se apoderó de Aristide, quien siempre alardeaba de no perder nunca el control. Ella estaba jugando con él, pero ¿y qué otra opción le quedaba a él?

–Por saber por qué te marchaste.

Scarlett lo miró asombrada.

–¿No era evidente? –respondió, y se volvió al oír que alguien la llamaba.

¿Evidente? No para Aristide. Él quería una explicación. Claramente, debería haber pasado página y olvidar toda la basura de esa época, pero Scarlett había permanecido en su cabeza por mucho que él tratara de evitarlo. No debería haber asistido al funeral. Era el lugar equivocado. El momento equivocado.

 

 

Agotada y nerviosa, Scarlett volvió a sentarse. Edith se inclinó hacia ella y apoyó la mano sobre sus piernas temblorosas

–¿Es él? –preguntó en un susurro–. Es la viva imagen de nuestros nietos.

Scarlett se puso pálida al oír sus palabras, pero admitió que Luke había sido muy sabio al insistir en que no debía guardar el secreto ante sus padres. Al mismo tiempo, había admitido que eragay.

–Sí –confirmó ella. Rome y Alice tenían la piel aceitunada, el cabello negro y rizado y los ojos verdes. Eran una copia de su padre.

 

 

–Te llevaré a los niños dentro de una hora –le dijo Edith a Scarlett por teléfono–. Lo están pasando muy bien en el tobogán. Les daré de comer y así cuando lleguen a casa podrán dormir la siesta y tú tendrás un descanso.

–No necesito descansar –comentó Scarlett–. Hoy no trabajo.

–Estoy segura de que tienes cosas que hacer en casa.

«Por supuesto», admitió Scarlett mientras vaciaba la lavadora y llevaba la colada para tenderla en el jardín. Estaba cansada, pero llevaba cansada desde la muerte de Luke y pensaba que podía ser parte del proceso de duelo. Sin Luke, la vida era más dura y solitaria, pero era afortunada de tener un par de abuelos adorables viviendo en el apartamento de arriba.

Durante las últimas semanas había vuelto a trabajar en la escuela de primaria donde la habían contratado nada más graduarse. Sin embargo, solo trabajaba a tiempo parcial. Por suerte, Luke tenía un buen seguro de vida y, de haberlo querido, ella podría haberse quedado en casa con sus hijos durante una temporada. Sin embargo, Scarlett necesitaba el estímulo de ir al trabajo y relacionarse con otros adultos para encontrarse mejor.

Los Walker habían reformado su casa para convertirla en dos apartamentos y habían invitado a su hijo a que se mudara a la planta baja con su esposa para que los niños pudieran disfrutar del jardín. En realidad, las dos parejas y los gemelos se llevaban tan bien que compartían el jardín sin problema y Tom, el marido de Edith, se encargaba de cuidarlo para relajarse cuando no estaba en la oficina de contabilidad.

Al oír el timbre, Scarlett frunció el ceño. No esperaba a nadie y, Brie, su mejor amiga, estaba trabajando. Salió de la cocina y se dirigió a abrir la puerta con una sonrisa, convencida de que sería un mensajero con un paquete.

Al ver quién estaba al otro lado de la puerta se quedó paralizada. Era Aristide.

–Te habría llamado para avisarte de que venía, pero no tengo tu número de teléfono.

–Aristide… –comentó ella tratando de respirar hondo para calmarse. La imagen de Aristide Angelico frente a su puerta provocó que sintiera pánico.

Agradeció que los niños estuvieran fuera con su suegra y se preguntó si habrían recogido los juguetes del salón. Claro que también había fotos de los niños allí, así que, lo mejor era que no le dejara pasar.

–¿Qué haces aquí? –preguntó mientras daba un paso adelante para salir de la casa.

–No voy a hablar de eso contigo aquí en el jardín –le aseguró Aristide.

Ella se sonrojó. Entró de nuevo en el apartamento y abrió la puerta del salón confiando en que estuvieran recogidos los juguetes. Por suerte, al entrar vio un suelo limpio y de madera y miró a Aristide con nerviosismo.

Él era mucho más alto que ella y, además iba descalza. Se había vestido con una blusa y unos vaqueros y no se había maquillado. Tampoco se había peinado desde el amanecer. Rome la despertaba cada mañana con un abrazo. Era un niño muy cariñoso a pesar de tener un padre que era justo lo contrario.

–La última vez que nos vimos te hice una pregunta. No era el sitio ni el momento adecuado, y te pido disculpas por ello, pero me gustaría saber la respuesta.

Scarlett no podía creer lo que estaba oyendo.

–Han pasado dos años, Aristide. ¿Por qué has venido ahora a preguntármelo?

–¿Te hace daño que te lo pregunte? –arqueó una ceja.

–Has de admitir que es un poco extraño cuando en su momento no te importó lo bastante como para ir a buscarme –repuso Scarlett cerrando los puños–. Aunque no es un secreto. Fue Cosetta Ricci y aquel baile formal a la que la llevaste en Londres. No me mencionaste nada, ni me diste una explicación. Eso fue la gota que colmó el vaso. No podía competir con una modelo y heredera, y tampoco estaba preparada para intentarlo.

–Nunca dije que nuestra relación fuera exclusiva……

–Y en cuanto me percaté de que no lo era me alejé –concluyó Scarlett.

–No querías irte. Querías casarte con tu mejor amigo –comentó Aristide fulminándola con sus ojos verdes.

–Ya te he dado la explicación que querías. Ahora puedes marcharte.

–Cosetta Ricci –repitió Aristide con incredulidad–. Ella no significaba nada para mí…