El Sermón de la Montaña - Emmet Fox - E-Book

El Sermón de la Montaña E-Book

Emmet fox

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Beschreibung

"El Sermón de la Montaña" de Emmet Fox es una reinterpretación moderna de las enseñanzas de Jesús contenidas en el sermón registrado en el Evangelio de Mateo. Fox ofrece una perspectiva clara y práctica sobre cómo vivir una vida espiritual significativa y plena. El libro ha tenido un impacto significativo en la espiritualidad moderna, y su interpretación del Sermón continúa siendo relevante. Fox ofreció una perspectiva clara y práctica sobre cómo vivir una vida espiritual significativa, y su legado perdura a través de sus escritos y enseñanzas. "El Sermón de la Montaña", tanto en la versión bíblica de Mateo como en la interpretación de Emmet Fox, sigue siendo una fuente de inspiración y guía espiritual para muchas personas en todo el mundo.

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EMMET FOX

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA(La Llave para Triunfar en la Vida)

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

PREFACIO

EL SERMÓN

Capítulo 1: ¿QUÉ ENSEÑÓ JESÚS?

Capítulo 2: LAS BIENAVENTURANZAS

Capítulo 3: CÓMO UN HOMBRE PIENSA

Capítulo 4: NO RESISTÁIS AL MAL

Capítulo 5: TESOROS EN LOS CIELOS

Capítulo 6: CON LA MEDIDA CON QUE MIDIEREIS

Capítulo 7: POR SUS FRUTOS

EL PADRE NUESTRO (Una Interpretación)

FIN

Título: El Sermón de la Montaña (La Llave para Triunfar en la Vida)

Autor: Emmet Fox

Título Original: The Sermon on the Mount (The Key to Success in Life)

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2023 AMA Audiolibros

AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.

c/ Miquel Tort, 18

08750 Molins de Rei

Barcelona

[email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

INTRODUCCIÓN

El Sermón de la Montaña es un discurso icónico de Jesús registrado en el Evangelio de Mateo, capítulos del 5 al 7, en el Nuevo Testamento de la Biblia Cristiana. Mateo, antes de convertirse en uno de los apóstoles de Jesús, era un recaudador de impuestos despreciado por su comunidad. Sin embargo, Jesús lo llamó a seguirlo y se convirtió en uno de los doce discípulos más cercanos.

"El Sermón de la Montaña" contiene las enseñanzas más fundamentales y reconocidas de Jesús y una serie de enseñanzas éticas y espirituales. Incluye las Bienaventuranzas, donde se describen las bendiciones divinas para actitudes virtuosas, como la humildad y la misericordia y el Padre Nuestro, el más importante de todos los documentos cristianos. En el Sermón, Jesús también aborda temas como el amor, el perdón, la oración y la importancia de no juzgar a los demás. Estas enseñanzas forman la base de la ética cristiana y han influido en la espiritualidad global.

Emmet Fox, por otro lado, fue un destacado escritor y conferenciante del movimiento del Nuevo Pensamiento en el siglo XX. Su obra más conocida es "El Sermón de la Montaña," publicada en 1934. Emmet Fox era un ministro ordenado en la Iglesia de la Ciencia Divina de Estados Unidos, que se basó en las enseñanzas de Jesús y reinterpretó el "Sermón de la Montaña" para una audiencia moderna. Su trabajo enfatiza la aplicación de principios espirituales en la vida cotidiana, como el amor, la oración y el perdón.

"El Sermón de la Montaña" de Emmet Fox ha tenido un impacto significativo en la espiritualidad moderna, y su interpretación del Sermón continúa siendo relevante. Fox ofreció una perspectiva clara y práctica sobre cómo vivir una vida espiritual significativa, y su legado perdura a través de sus escritos y enseñanzas. "El Sermón de la Montaña", tanto en la versión bíblica de Mateo como en la interpretación de Emmet Fox, sigue siendo una fuente de inspiración y guía espiritual para muchas personas en todo el mundo.

PREFACIO

Este libro es la esencia destilada de muchos años de estudios bíblicos y metafísicos, y de las muchas conferencias que he impartido. Hubiera sido tarea más fácil escribir una obra más amplia; pero mi objeto ha sido ofrecer al lector un manual práctico de desarrollo espiritual, y con tal fin he condensado todo lo posible la materia porque, como sabe muy bien todo estudiante, la concisión es indispensable para alcanzar el dominio de cualquier asunto.

Que nadie imagine que es posible asimilar todo el contenido del libro en una o dos lecturas. Es necesario repasarlo muchas veces para comprender a fondo el sentido completamente nuevo de la vida y la gama de valores absolutamente originales que el Sermón de la Montaña presenta a la humanidad. Sólo entonces se experimentará el Nuevo Nacimiento.

El estudio de la Biblia no es distinto de la búsqueda de diamantes en África del Sur. Al principio, los exploradores hallaban sólo unos pocos en el barro amarillo, felicitándose por su buena fortuna, pensando que eso sería todo lo que verían.

Luego, a medida que iban cavando capas más profundas, llegaron al limo azul y quedaron maravillados al encontrar en un día tantas piedras preciosas como las que antes habían obtenido en un año, y lo que antes les había parecido una gran riqueza ahora resultaba insignificante en presencia del nuevo tesoro.

De igual manera, querido lector, en tu exploración de la Verdad en la Biblia, procura no quedar satisfecho ante los primeros descubrimientos espirituales, los del barro amarillo. Sigue hasta que puedas dar con el rico barro azul que se halla en el fondo. La Biblia, sin embargo, difiere de los terrenos diamantíferos por el hecho sublime de que debajo del limo azul aún quedan en ella más y más estratos.

Éstos son cada vez más ricos y esperan el contacto de la percepción espiritual para toda la eternidad.

Sobre todo, mi buen lector, cuando leas la Biblia, afirma constantemente que la Sabiduría Divina te va iluminando.

Es el camino para recibir la inspiración del Todopoderoso.

He seguido la conveniente práctica moderna a la que se acomodan muchos autores de libros metafísicos y que consiste en usar mayúsculas en todos aquellos términos que representen aspectos o atributos de Dios.

Emmet Fox

EL SERMÓN

MATEO 5

1. Y viendo la muchedumbre, subió a un monte; y sentándose, se acercaron a él sus discípulos.

2. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

3. Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.

4. Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.

5. Bienaventurados los mansos: porque ellos heredarán la tierra.

6. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados.

7. Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.

8. Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios.

9. Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.

11. Bienaventurados seréis cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.

12. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.

13. Vosotros sois la sal de la Tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.

14. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte.

15. Ni se enciende una lámpara y se la pone debajo de un celemín, sino sobre la candelera, para que alumbre a todos cuantos están en la casa.

16. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

17. No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a consumarla.

18. Porque en verdad os digo, que antes pasarán el cielo y la tierra, que falte una jota o una tilde de la ley, hasta que todo se cumpla.

19. Sí, pues, alguno infringiere alguno de estos preceptos menores, y así enseñare a los hombres, será tenido por muy pequeño en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, éste será tenido por grande en el reino de los cielos.

20. Porque os digo, que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21. Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás; cualquiera que matare, será reo de juicio.

22. Más yo os digo, que quien se irrita contra su hermano, será reo de juicio; y cualquiera que dijere, a su hermano "raca", será reo ante el Sanedrín y el que dijere "loco" será reo de la Gehena del fuego.

23. Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti:

24. Deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y luego vuelve a presentar tu ofrenda.

25. Muéstrate conciliador con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión.

26. Que en verdad te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último centavo.

27. Habéis oído que fue dicho: No adulterarás.

28. Mas yo os digo, que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.

29. Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo, y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena.

30. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca, que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehena.

31. También se ha dicho: El que repudiare a su mujer, dele libelo de repudio.

32. Pero yo os digo que quien repudie a su mujer —excepto el caso de fornicación— la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

33. También habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás; antes cumplirás al Señor tus juramentos.

34. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35. Ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es la ciudad del gran Rey.

36. Ni por tu cabeza jurarás tampoco, porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro.

37. Sea vuestra palabra: Sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede.

38. Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente.

39. Pero yo os digo: No resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra;

40. Y al que quiera litigar contigo y quitarte la túnica, déjale también en manto,

41. y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos.

42. Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien desea de ti algo prestado.

43. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

44. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen

45. para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. Él hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos.

46. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publicanos?

47. Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen esto también los gentiles?

48. Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial.

MATEO 6

1. Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

2. Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres: en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.

3. Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha,

4. para que tu limosna sea oculta, y el Padre que ve en lo oculto te premiará.

5. Y cuando oréis no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas, y en los ángulos de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo, que ya recibieron su recompensa.

6. Tú, cuando ores, entra en tu cámara, y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo escondido te recompensará.

7. Y orando, no seáis habladores como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar.

8. No os asemejéis, pues, a ellos; porque vuestro Padre conoce las cosas de las que tenéis necesidad, antes que se las pidáis.

9. Así, pues, habéis de orar: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10. Venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

11. Danos hoy nuestro pan de cada día.

12. Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13. Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

14. Porque si vosotros perdonáis a otros sus ofensas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.

15. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras faltas.

16. Y cuando ayunéis, no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya tienen su recompensa.

17. Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tú cara,

18. para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

19. No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban.

20. Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen, y donde los ladrones no horadan ni roban.

21. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.

22. La lámpara del cuerpo es el ojo: sí, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso;

23. pero si tu ojo estuviese enfermo, todo tu cuerpo será tenebroso, pues si la luz que hay en ti es tinieblas ¡qué tales serán las tinieblas!

24. Nadie puede servir a dos señores; pues, o bien aborreciendo al uno amará al otro, o bien adhiriéndose al uno menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

25. Por eso os digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

26. Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?

27. ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo?

28. Y del vestido ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan.

29. Pues yo os digo, que ni Salomón en toda su gloria vistió como uno de ellos.

30. Pues si la hierba del campo que hoy es, y mañana es arrojada al horno. Dios la viste así, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

31. No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?

32. Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad.

33. Buscad, pues primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura.

34. No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán.

MATEO 7

1. No juzguéis, y no seréis juzgados,

2. porque con el juicio con que juzgareis, seréis juzgados, y con la medida con que midiereis se os medirá.

3. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en el tuyo?

4. ¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo?

5. Hipócrita: quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano.

6. No deis las cosas santas a los perros, ni arrojéis vuestras perlas a puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y revolviéndose, os destrocen.

7. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8. Porque quien pide, recibe, quien busca, halla y a quien llama, se le abre.

9. Pues, ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra?

10. ¿O si le pide un pez, le da una serpiente?

11. Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!

12. Por eso, cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselos vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.

13. Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y muchos los que por ella entran.

14. ¡Qué estrecha es la puerta, y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!

15. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces.

16. Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se recogen racimos de los espinos, o higos de los abrojos?

17. Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos.

18. No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo buenos frutos.

19. El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego.

20. Por los frutos, pues, los conoceréis.

21. No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.

22. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23. Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad.

24. Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente que edifica su casa sobre roca.

25. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca.

26. Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio que edificó su casa sobre arena.

27. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, que se derrumbó estrepitosamente.

28. Cuando acabó Jesús estos discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina,

29. porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus doctores.

Capítulo 1¿QUÉ ENSEÑÓ JESÚS?

Jesucristo es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llamemos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso. Sea cual sea nuestra interpretación, quedará el hecho incontrovertible de que su vida y su muerte, así como las enseñanzas que se le atribuyen, han influido en el curso de la historia más que las de cualquier otro hombre que jamás haya vivido. Mucho más, incluso, de lo que lo hicieron Alejandro, o César, o Carlomagno, o Napoleón, o Washington. Son muchas las personas influenciadas por sus doctrinas, o al menos, por las que se le atribuyen; se escriben, leen y compran multitud de libros acerca de Él; se pronuncian más discursos (o sermones) sobre su persona que sobre todos los nombres mencionados juntos.

Él ha sido la inspiración religiosa de toda la raza europea durante los dos milenios en que ésta ha dominado y moldeado los destinos del mundo entero —tanto cultural, como social, como políticamente—, y durante el período en que toda la superficie terrestre fue por fin descubierta y ocupada y sus rasgos salientes trazados por la civilización.

Estos hechos lo colocan a Él en el primer lugar de la importancia mundial.

No hay, por lo tanto, empresa más elevada que la de inquirir e investigar acerca de Sus ideales.

¿Qué enseñó Jesús? ¿Qué quiso verdaderamente que creyésemos e hiciésemos? ¿Cuáles fueron los fines que albergaba en su corazón? Y, ¿hasta qué punto logró cumplir estos fines con Su vida y con Su muerte? ¿Hasta qué punto ha expresado o representado Sus ideas el movimiento llamado cristianismo, tal como ha existido durante los últimos diecinueve siglos? ¿Qué alcance tiene el mensaje que el cristianismo de hoy presenta al mundo? Si Él volviese ahora, ¿qué diría, en general, de las naciones que se llaman cristianas, y en particular de las iglesias cristianas, de los adventistas del Séptimo Día, de los anglicanos, los bautistas, los católicos, los cuáqueros, los griegos ortodoxos, los metodistas, los presbiterianos, los salvacionistas o los unitarios? ¿Qué fue lo que enseñó Jesús?

Éstas son las preguntas que tengo intención de responder en este libro. Me propongo demostrar que el mensaje que nos trajo Jesús tiene un valor único porque es la Verdad, la única explicación perfecta de la naturaleza de Dios y del hombre, de la vida y del mundo, así como de la interdependencia que existe entre ellos. Y lo que es más, encontraremos que Su enseñanza no es una mera apreciación abstracta del universo, lo cual sólo tendría un interés académico, sino que constituye un método práctico para el desarrollo del alma, un método que nos sirve para reformar nuestra vida y nuestro destino, de manera que podamos hacer de ellos lo que queramos.

Jesús nos explica lo que es la naturaleza de Dios y lo que es nuestra propia naturaleza; nos habla del significado de la vida y de la muerte; nos enseña por qué cometemos errores; por qué caemos en la tentación; por qué enfermamos y nos empobrecemos, por qué nos hacemos viejos; y, lo que es más importante, nos dice cómo pueden ser vencidos todos estos males, y cómo podemos traer salud, felicidad, y prosperidad verdadera a nuestras vidas y a la vida de los que nos rodean, si ellos lo desean realmente.

Lo primero que tenemos que comprender es un hecho de importancia fundamental, porque significa romper con los puntos de vista ordinarios de la ortodoxia. La verdad es que Jesús no enseñó teologíaalguna. Su enseñanza es enteramente espiritual o metafísica. El cristianismo histórico, desafortunadamente, ha puesto su mayor atención en las cuestiones teológicas y doctrinales, las que, por extraño que parezca, no tienen nada que ver con la enseñanza evangélica en sí. Mucha gente sencilla se sorprenderá al comprobar que todas las doctrinas y teologías de las iglesias son invenciones humanas, nacidas en la mente de sus autores e impuestas a la Biblia desde fuera. Pero es así. No hay absolutamente ningún sistema teológico o doctrinal que pueda ser hallado en la Biblia; sencillamente ninguno. Personas honradas que sintieron la necesidad de obtener cierta explicación intelectual de la vida, creyendo también que la Biblia era una revelación de Dios al hombre, llegaron a la conclusión de que una debía encontrarse dentro de la otra, y luego, más o menos inconscientemente, se pusieron a crear aquello que querían encontrar. Pero les faltaba la llave espiritual y metafísica. No estaban afirmados sobre lo que podemos llamar Base Espiritual, y en consecuencia buscaron una explicación de la vida puramente intelectual o tridimensional, y es imposible explicar la existencia con semejante criterio.

La explicación verdadera de la vida del hombre descansa en el hecho de su entidad esencialmente espiritual y eterna, y en que este mundo, y la vida que intelectualmente conocemos, no son más que lo que muestra un corte en sección de la verdad completa acerca de él. Y un corte en sección de cualquier cosa —sea una máquina o un caballo— no puede darnos ni tan siquiera una explicación parcial de lo que es el todo.

Mirando a un rinconcito del universo —y eso con ojos entreabiertos— y colocándose en un plano exclusivamente antropocéntrico y geocéntrico, los hombres han creado absurdas y horribles fábulas acerca de un Dios limitado y semejante al hombre, que rige su universo tal como un reyezuelo oriental, más bien ignorante y bárbaro, que manejara los asuntos de su pequeño reino. A este ser así creado se le atribuyen toda suerte de flaquezas humanas, tales como la vanidad, la inconstancia, y el rencor. Luego surgió una leyenda forzada e inconsecuente acerca del pecado original, la expiación por la sangre, el castigo infinito por transgresiones finitas, y, en ciertos casos, se añadió una doctrina increíblemente horrible de la predestinación al tormento eterno o a la felicidad eterna. La Biblia no enseña ninguna teoría semejante. Y si estuviera en los objetivos de la Biblia sostener tal cosa, ello aparecería claramente expuesto en algún capítulo u otro, pero no es así.

El "Plan de Salvación" que figuraba con tanta prominencia en los sermones evangélicos y en los libros de teología de la pasada generación, es tan desconocido para la Biblia como lo es para el Corán. Nunca hubo tal plan en el universo, y la Biblia no lo expone en ninguna manera. Lo que ha sucedido es que algunos textos oscuros del Génesis, ciertas frases sacadas de acá y allá de las epístolas de San Pablo y unos cuantos versículos aislados de otras partes de las Sagradas Escrituras, han sido entresacados y reunidos por los teólogos para sostener la clase de doctrina que a su parecer debería encontrarse en la Biblia.

Jesús desconocía todo esto. Claro está que Él no es en modo alguno como Pollyanna o un optimista. Nos advierte, no ya una vez sino muchas, que la obstinación en el pecado trae en verdad muy serias consecuencias, y que el hombre que perdiere la integridad de su alma, aun cuando ganare el mundo entero, resulta extremadamente necio. Por otra parte, nos enseña que somos castigados a causa de nuestros propios errores, o mejor aún, son nuestros propios errores los que nos castigan. Jesús nos enseña también que cada hombre o mujer, por encenegados que estén en lo impuro y malo, tienen acceso directo a un Dios de misericordia, paternal y todopoderoso, quien los perdonará y les proporcionará Su propia fortaleza para ayudarles a descubrirse de nuevo a sí mismos, setenta y siete veces si es necesario.

Jesús ha sido también mal comprendido y mal representado en varias otras maneras. Por ejemplo, no hay ningún fundamento en su enseñanza sobre el cual establecer determinada forma de eclesiasticismo, jerarquía, o tal o cual sistema ritualista. Él no autorizó semejante cosa, y, de hecho, todo el contenido de su pensamiento es definitivamente antieclesiástico. A través de toda su vida pública lo vemos frente a los clérigos y demás oficiales religiosos de su propio país. Por eso ellos se le opusieron y lo persiguieron después, llevados por un instinto de propia conservación —instintivamente sintieron que la Verdad, tal como Él la exponía, anunciaba el fin de su poderío, y más tarde le hicieron matar—. Él pasó por alto la pretendida autoridad que tenían ellos como representantes de Dios; y hacia su ritual y ceremonias no mostró otra cosa que impaciencia y desprecio.

Parece ser que, en materia religiosa, la naturaleza humana está más predispuesta a creer en aquello que quiere que en tomarse el trabajo de escudriñar las Escrituras con una mente abierta. Hombres realmente sinceros, por ejemplo, se han abrogado el papel de guías del cristianismo con los más imponentes y presuntuosos títulos, y después se han vestido de hábitos elaborados y magníficos para impresionar así a las gentes, pese a que su Maestro, en el más claro lenguaje, ordenó estrictamente a Sus discípulos que no hiciesen nada de eso "Pero vosotros no os hagáis llamar Rabbí, porque uno solo es vuestro maestro,el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" (Mateo 23: 8). Denunció a los fariseos como hipócritas.

Jesús, como veremos más adelante, no sancionó nunca la importancia de ceremonias rituales, ni de leyes rígidas, ni de ordenanzas severas de ninguna clase. En lo que sí insistió fue en que cierto espírituprevaleciera en la conducta de uno, siendo cuidadoso en enseñar sólo principios, sabedor de quecuando el espíritu es recto los detalles lo serán en consecuencia, "la letra mata pero el espírituvivifica", según lo demostraba el triste ejemplo de los fariseos. Sin embargo, a pesar de esto, la historia del cristianismo ortodoxo se compone en su mayor parte de esfuerzos encaminados a hacer observar a los fíeles toda clase de ritos externos. Un ejemplo lo tenemos en los puritanos, al querer imponer a los cristianos el sábado de los judíos como día de descanso, a pesar de que las leyes sabáticas eran una ordenanza puramente hebraica. También lo tenemos en los crueles castigos sufridos por los que descuidaban lo referente exclusivamente a la profanación del sábado; y a pesar del hecho de que Jesús no miraba con simpatía la observancia supersticiosa del sábado, diciendo que el sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado, e insistiendo en hacer cualquier cosa que creyera oportuno en ese día. A través de Su enseñanza se advierte claramente que el hombre debe hacer de cada día un sábado espiritual, pensando y conduciéndose de una manera espiritual.

Es obvio, pues, que si el sábado hebreo fuera todavía impuesto a los cristianos, como éstos no guardan su observancia sino la del domingo, aún estarían incurriendo en las mismas consecuencias de quebrantarlo.

Muchos cristianos modernos, sin embargo, se dan cuenta de que no hay ningún sistema de teología en la Biblia, a menos que se quiera ponerlo allí de forma deliberada, y han renunciado casi por completo a la teología; pero todavía cuentan con el cristianismo porque sienten intuitivamente que es la Verdad. En realidad, su actitud carece de justificación lógica puesto que no poseen la Clave Espiritual, que hace inteligible la enseñanza de Jesús, y por eso tratan de racionalizar su actitud de diversas maneras. Tal es el dilema de quien no posee ni la ciega fe de la ortodoxia, ni la interpretación espiritual y científica de la Biblia. Se encuentra sin sostén en todo aquello que no pertenece a la vieja Escuela Unitaria. Si no rechaza del todo los milagros, siente gran incomodidad con respecto a ellos; le desconciertan y quisiera que no apareciesen en la Biblia, se alegraría mucho si los pudiera dejar de lado.

Un bien conocido clérigo ha publicado recientemente una Vida de Jesús que ilustra cuán falsa es esta posición. En este libro el autor concede la posibilidad de que Jesús curase a algunas personas o les ayudase a curarse a sí mismas; pero nada más. Niega rotundamente los otros milagros. Según él, éstos no fueron más que las acostumbradas leyendas que se forman alrededor de todos los grandes personajes de la historia. Cuando ocurría la tempestad en el lago, por ejemplo, los discípulos se hallaban en extremo asustados, hasta que se acordaron de Jesús, y este pensamiento sólo sirvió para calmar sus temores. Este hecho fue exagerado más tarde hasta convertirse en una historia absurda que describía a Jesús mismo andando sobre las aguas para acercarse al barco. En otra ocasión, sigue el mismo autor, parece que Jesús reformó a un pecador, levantándole de una sepultura de pecados, y esto, años después, llegó a ser una leyenda ridícula en que se relata la resurrección de un muerto. Otra noche, mientras Jesús oraba fervorosamente, su rostro se iluminó con un extraordinario resplandor, y Pedro, que se había dormido, se despertó sobresaltado. Años después Pedro refería, en un cuento confuso, cómo le pareció ver a Moisés en aquella ocasión. Así se creó la leyenda de la Transfiguración, y tal es el origen de otros y otros ejemplos semejantes.