El siglo de los niños - Ellen Key - E-Book

El siglo de los niños E-Book

Ellen Key

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Beschreibung

El siglo de los niños es un libro con el título adecuado, que fue publicado en el momento justo. De hecho, la mayor parte de las citas que ha recibido lo han sido precisamente sólo en base al título, utilizado para definir al siglo XX como El siglo de los niños. Se publicó por primera vez en 1900 en sueco, aunque las traducciones que conocemos se hicieron a partir de la versión alemana de 1902, que no es igual a la anterior. En España fue publicado en 1906; dicha edición es la que se utiliza en el presente volumen, incluyendo el prólogo y un epílogo del traductor. Hay otra edición en castellano, publicada en 1945 en Buenos Aires por la editorial Albatros. Los temas abordados en El siglo de los niños reflejan perfectamente los intereses de Ellen Key. El primer tomo consta de tres capítulos dedicados a los derechos de los hijos, a la maternidad y el trabajo de la mujer, y a la educación. En el segundo tomo se incluyen cinco capítulos que tratan del hogar, de la manera en que se matan las almas en la escuela, de la escuela del porvenir, de la enseñanza de la religión, y del trabajo y la delincuencia infantil. Esta obra fue la que facilitó que un notable grupo de intelectuales de su época estableciera con Ellen Key una prolija red de contactos, aunque también despertó numerosas críticas. Su concepto de "santidad de la generación", unido a la consideración de la maternidad como la mayor función a la que se pueden dedicar las mujeres, son claves para entender el pensamiento de Ellen Key. En esa función deberían ser ayudadas las mujeres por la sociedad, y esa ayuda vendría de su liberación del trabajo remunerado hasta que los niños cumplieran diez años. Estas ideas, controvertidas ya en su momento, hay que analizarlas en el conjunto de la obra de Ellen Key, especialmente en relación con Amor y matrimonio, donde desarrolla temas como la defensa de la libertad sexual de hombres y mujeres, el derecho al divorcio, la igualdad de derechos para hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, así como la propuesta de una nueva ley del matrimonio, siempre civil, gracias a la cual las mujeres casadas pudieran disponer de su persona y de sus bienes.

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El siglo de los niños

 

PorEllen Key

Traducido por:Miguel Domenge Mir

Estudio introductorio:

Juan Luis Rubio Mayoral y Carmen Sanchidrián Blanco

 

Título original de la obra:Barnets århundrade (1900)

 

 

 

Primera edición en castellano:El siglo de los niños (Barcelona, Henrich & Cía. Editores, 1906)

 

 

 

 

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© EDICIONES MORATA, S. L. (2021)

Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3.º C

28231 Las Rozas (Madrid. España)

www.edmorata.es - [email protected]

Derechos reservados

ISBNpapel: 978-84-18381-55-3

ISBNebook: 978-84-18381-56-0

Depósito legal: M-18.978-2021

Compuesto por: MyP

Printed in Spain — Impreso en España

Imprime: ELECE Industrias Gráficas, S. L. Algete (Madrid)

Diseño de la cubierta: Ana Peláez Sanz

Imagen de la cubierta: Retrato de la autora Ellen Key, 1908. Digitala Stadsmuseet i Stockholm.

Con Licencia CC.

Enlace: https://digitalastadsmuseet.stockholm.se/fotoweb/archives/5000-Alla-fotografier/Skiss/SSMD000853S.JPG.info#c=%2Ffotoweb%2Farchives%2F5000-Alla-fotografier%2F%3Fq%3DEllen%2520Key

Imágenes del interior:

Figuras 1, 6 y 10: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España

Figuras 2, 8 y 9: Wikimedia Commons

Enlaces

Figura 2: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=52121101

Figura 8: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ellen_Key_80.jpg

Figura 9: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ellen_Key_staty.jpg

Nota de la editorial

En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.

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Nuestra época se está viendo sometida a transformaciones hasta ahora insospechadas que afectan a las formas de entender y practicar la educación, en todas las modalidades que esta adopta en las sociedades avanzadas, y a sus relaciones con el mundo de la vida y de la cultura.

La inteligencia y la práctica de la nueva educación no se aborda solo desde la racionalidad proyectiva, sino que remite a la reconstrucción crítica del archivo en el que se objetiva la memoria de la cultura de la escuela. Esta perspectiva, que aboca a una nueva narratividad del discurso y de la experiencia, se nutre, entre otras fuentes, de una renovada lectura de los clásicos.

Cada tiempo, y el nuestro también, decide qué autores y qué textos han de ser rescatados o recalificados como clásicos. Esta colección de Clásicos de la Educación nace para facilitar la lectura de los libros que nos ayudarán a entender quiénes somos y adónde hemos llegado. Mediante el diálogo con ellos, los enseñantes y pedagogos de nuestra época se instalarán críticamente en la tradición de una cultura educativa aún viva, de la que no es posible ni razonable prescindir.

***

Ediciones Morata y la Sociedad Española de Historia de la Educación muestran su voluntad de continuar con la recuperación de las voces de autores que han sido relevantes para el mundo educativo en la historia. Así, se suma a la serie “Clásicos de la Educación” un nuevo título: El siglo de los niños, de Ellen Key, con estudio introductorio, de Juan Luis Rubio Mayoral y Carmen Sanchidrián Blanco.

PARTE I: Estudio introductorio

Estudio introductorio, Juan Luis Rubio Mayoral y Carmen Sanchidrián Blanco

Presentación.—Ellen Key (1849-1926).—Su vida.—Su obra.—Traducciones.—Ellen Key en España e Iberoamérica.—El siglo de los niños.—Antecedentes del título y del contenido.—La construcción de la infancia desde el niño.—El evolucionismo y el concepto de “santidad de la generación”.—Mujeres, trabajo y maternidad.—La educación y la reforma de las escuelas.—Conclusiones.—Referencias.—Obras de Ellen Key (en orden cronológico).—Traducciones de las obras de Ellen Key.—Bibliografía.—Bibliografía complementaria sobre Ellen Key.

PARTE II: el siglo de los niños

TOMO PRIMERO

Dedicatoria

Al lector

CAPÍTULO 1. Los derechos de los hijos

CAPÍTULO 2. La maternidad y el trabajo de la mujer

CAPÍTULO 3. La educación

TOMO segundo

CAPÍTULO 4. Sin hogar

CAPÍTULO 5. Cómo se matan las almas en la escuela

CAPÍTULO 6. La escuela del porvenir

CAPÍTULO 7. Enseñanza de la religión

CAPÍTULO 8. Trabajo y delincuencia infantil

Apéndice

PARTE I

ESTUDIO INTRODUCTORIO

Estudio introductorio

Presentación

Presentar una obra no es tarea fácil y menos cuando su título es sugerente, su autora conocida y sus referencias parecen hacerla acreedora de una posición relevante en la historia de la cultura. No hay duda de que estos rasgos se dan en El siglo de los niños,Barnets århundrade en el original sueco de 1900.

El siglo de los niños fue un título acertado que apareció en el momento justo, tanto que en sí mismo, más que el propio contenido de la obra, muy poco leída, ha sido utilizado posteriormente en eventos o publicaciones relacionados con la infancia, especialmente justo a comienzos del siglo XXI. En cierto sentido, podríamos decir que el mayor acierto del libro fue su título, un título que podía fácilmente convertirse en slogan.

Ahora bien, si se mira la historia de la infancia desde la perspectiva de la larga duración, fue avanzado el siglo XX, el siglo del niño, cuando se produjo una inflexión en la visión positiva acerca de la historia de la infancia. Hasta los años setenta de ese siglo parecía que la situación de la infancia había mejorado constantemente, mejoraba su educación, su atención médica, su situación en la familia, y sus derechos y la protección de los mismos. La historia de la infancia nos ha enseñado que ha habido épocas donde la vida de un niño, la vida de un ser humano, en general, valía poco. Las tasas de mortalidad infantil eran tan elevadas que la muerte de los niños era casi normal de puro habitual. Los abusos, la enfermedad y la explotación formaban parte de la vida de los seres humanos desde la infancia. Llegó un momento en que esas situaciones empezaron a denunciarse y filántropos decidieron comenzar una cruzada para salvar a la infancia. Había que salvarla de los peligros de la calle, de la explotación laboral, del abandono. Apareció, entre otras instituciones, la escuela primaria obligatoria y la prohibición de trabajar antes de esa edad: escuela y trabajo como cara y cruz de una misma moneda. A medida que aumentó la escolaridad obligatoria, se alejó la edad de actividad laboral. Empezó la legislación protectora de la infancia: un niño delincuente no podía ser tratado como un adulto delincuente y la sociedad comenzó a asumir alguna responsabilidad en que ese niño se hubiera convertido en un peligro en vez de en un “ciudadano de provecho”, y a plantearse su posible reeducación. Aparece la noción de “infancia en peligro”, distinta de la “infancia peligrosa”. Desde todas las perspectivas, la sociedad empezó a mirar hacia los niños, a sentirse culpable del estado en que se encontraban y a tomar medidas para “salvarlos”. En ese contexto apareció El siglo de los niños de Ellen Key.

Por otra parte, si además de mirar hacia el pasado, hacia su contexto, nos fijamos en el presente y en el futuro de la infancia, esa línea de mejora constante en las condiciones de vida de los niños parece haber cambiado de dirección. ¿Qué pensaría Key al ver en las sociedades desarrolladas el bullying, la obesidad infantil, el consumismo o la explotación infantil? Los niños siempre habían formado parte de un grupo, la familia o la comunidad, que les prestaba diversos grados de atención. Tampoco podemos pensar que todos los niños vivían en malas condiciones o eran maltratados. Hay multitud de ejemplos de niños muy queridos, cuidados, mimados, educados en los siglos anteriores al XIX, ya que, si algo sabemos los historiadores, es que las generalizaciones son siempre erróneas. Una relevante aportación en este sentido es la de Linda Pollock, que hacía ver que algunos historiadores apoyaron, a la vista de las obras de Ariès o de Lloyd de Mause,1la creencia errónea de que antes del siglo XX (su libro aborda de 1500 a 1900) no había un concepto de infancia, cuando lo cierto es que no podemos analizar siglos pasados con los criterios actuales y que, aunque se viera a los niños de forma diferente a la actual, eso no significa que no fueran vistos como niños.2 Ahora bien, hoy en día, sin negar la necesidad de proteger a los niños y sus derechos, ¿no los hemos apartado del mundo de los adultos? Se habla de la infantilización de la infancia y de buena parte de la juventud. ¿No es eso el resultado de ese alejamiento? Ellen Key hablaba del príncipe de la casa y se preguntaba dónde estaba el rey. Pues bien, lo que tenemos hoy son muchos niños convertidos en absolutos tiranos. En muchas familias se dice que no quieren que les falte nada a los niños ¿Qué necesitan los niños? Quizás más tiempo, más “cuidado” en el sentido más amplio del término. Y, por otra parte, tenemos a millones de niños pasando hambre, sin educación, sin los cuidados mínimos. Los derechos de los niños siguen siendo un tema pendiente.

En este estudio introductorio intentaremos ofrecer ideas, nociones y argumentos que animen al lector a adentrarse en esta nombrada monografía a la que no ha sido fácil acceder, pues son pocas las bibliotecas que conservan en sus fondos algún ejemplar de El siglo de los niños en la traducción al castellano, editada en 1906 en dos tomos por la editorial Henrich y Compañía, de Barcelona. Existen ejemplares, al menos, en los fondos históricos de las Escuelas Normales de Zaragoza y Málaga. En la Universidad de Málaga están también los dos volúmenes de 1907 y, aunque no hay una referencia explícita a que sea una reedición del original de 1906, puede computarse como tal. En ese caso, la obra, en la versión castellana de Miguel Domenge Mir, contaría con tres ediciones: 1906 y 1907 en Henrich y Compañía, de Barcelona, y en 1945 una versión corregida en la Editorial Albatros de Buenos Aires (Argentina), editada en un volumen, sin la presentación del traductor que figura en las anteriores. También existe un ejemplar de 1907 en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Maestros de Buenos Aires.

 

Figura 1. La primera edición en castellano deEl siglo de los niños se publicó en dos tomos en 1906, por la editorial Henrich y Compañía de Barcelona.

El primer tomo publicado en castellano consta de tres capítulos dedicados a los derechos de los hijos, a la maternidad y el trabajo de la mujer, y a la educación. El segundo contiene los cinco restantes, que tratan del hogar, de la manera en que se matan las almas en la escuela, de la escuela del porvenir, de la enseñanza de la religión, y del trabajo y la delincuencia infantil, además de un breve apéndice.

Junto a esta realidad editorial, apenas hay trabajos en castellano sobre la obra ni sobre las ideas educativas de la autora sueca, o que analicen su influencia en la educación de la infancia. Sin embargo, son numerosos los escritos sobre educación o exposiciones3 que contienen menciones al título de la obra para definir al siglo XX como “el siglo del niño”. Por esta razón, la autora y esta obra acabaron siendo conocidas y por extensión convertidas en una referencia paradigmática de la atención y cuidados a la infancia, lo que nos llevó a su consulta y estudio, facilitado más tarde por su inclusión en la Biblioteca Digital Hispánica de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

La sencillez aparente de las ideas con las que Key abre su obra cobra fuerza al arraigar y afianzarse en el seno de la herencia cultural europea previa a la Gran Guerra de 1914, cuando las esperanzas estaban depositadas en la transformación de la sociedad por medio de la educación de sus nuevas generaciones, que se ideó como un proceso formativo necesario desde la misma génesis de cada sujeto, desde su concepción, y en la serie encadenada de hechos que conformarían a la persona. Las dimensiones de la obra de Key se agrandan en relación directa con la integración de temas y autores, de corrientes y escuelas, de posiciones aparentemente contradictorias que acaban por confluir en un intento de síntesis donde cristaliza un modelo en el que la libertad individual, desde la independencia forjada por la educación, sea la guía que oriente a la persona a través de la realidad del mundo que le ha tocado vivir.

Desvelar la esencia del pensamiento de Key exige una constante atención para no enredarse con cada una de las sugerentes tramas que recorren su obra, pues es fácil enzarzarse en algunas por su aparente contradicción y enmarañarse en los pensamientos, ideas y propuestas que enriquecen sus páginas. Algunas de sus ideas pueden ser objeto de críticas, o valoradas como aparentemente anacrónicas, pero también se puede comprobar que gozan de actualidad por tratarse de asuntos universales, aunque las “soluciones” que ofrece responden a su contexto. Así, sus críticas a la educación van directamente dirigidas a lo que había visto en las escuelas o instituciones de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que despertaron, no solo en ella sino en muchos pedagogos, políticos o reformadores sociales, el deseo de mejorar la sociedad reformando la educación.

Cada lectura realizada sugiere en los lectores nuevas interpretaciones, pues su autora posee la habilidad de recopilar ideas centrales del pensamiento occidental europeo que, hasta comienzos del siglo XX, podían servir como base para reformar la educación y los cuidados de la infancia.4 Key escribió esta obra partiendo de las necesidades del niño5 como concepto integrador de todas las circunstancias que confluyen en la infancia, etapa que consideraba esencial para la persona y para la sociedad en su conjunto. Estas son algunas de las muchas razones que justifican la edición impresa de una obra necesaria para entender la evolución del pensamiento pedagógico y de las ideas y acciones que en pro de la infancia acontecieron a lo largo del siglo XX,6 y para cuestionarnos si se puede salvar a la infancia en el siglo XXI, cuando el halo que proyectó Elsiglo de los niños sigue activo, y si necesita ser “salvada” ahora de otras amenazas.

Ellen Key (1849-1926)

Su vida

Ellen Key nació el 11 de diciembre de 1849 en la residencia familiar de Sundsholm, una casa aristocrática ubicada en una propiedad de la comarca de Småland, al sur de Suecia. Era la hija mayor de seis hermanos (tres niños y tres niñas) del matrimonio formado por Sophie Posse, vinculada a la nobleza, y Emil Key, político y parlamentario, fundador del Partido Agrario Sueco. En ese entorno natural, rousseauniano podríamos decir, Key, curiosamente hija de Emilio y Sofía, fue educada en un medio familiar de ideas liberales pero muy estricto, tal como Key describió en una biografía de su padre en la que dejó constancia del temor y del resentimiento desarrollados por un modelo de formación caracterizado por la ausencia de familiaridad y cercanía.7 En esa época eran corrientes los castigos corporales, lo que provocaba que las relaciones familiares se basaran más en el temor que en la cordialidad.

Su madre le enseñó gramática y matemáticas, y de sus institutrices, una alemana y otra francesa, adquirió pleno dominio de esas lenguas. Es posible que estos hechos justifiquen por qué su pensamiento sobre educación se desarrolla en torno al hogar, a la familia y a los hijos. No asistió a la escuela salvo entre 1865 y 1866 para recibir formación religiosa de cara a la “confirmación” en una escuela privada. Cuando en 1868 su padre resultó elegido parlamentario, la familia se trasladó a Estocolmo, donde Ellen Key tuvo la oportunidad de ampliar su educación e incorporar a sus conocimientos nuevas perspectivas intelectuales facilitadas por corrientes y autores progresistas que ponían en entredicho las bases del mundo conocido.

Durante los meses de invierno de 1868 a 1872 asistió a un “Curso de educación para mujeres adultas de Jenny Rossander”,8 mientras trabajaba como secretaria de su padre y leía de manera autodidacta libros de la amplia biblioteca familiar. Cuando tenía 23 años comenzó a realizar numerosos viajes, casi siempre con su padre, a importantes ciudades europeas. Le acompañó a visitar escuelas de reforma y asilos para niños, instituciones que Key comenzó a odiar.9 Viajó a Berlín, Dresde, Viena, Florencia, París o Londres y quedó admirada por todas las obras de arte que pudo contemplar y por las conferencias a las que asistió. El amor al arte fue otra de las constantes de su vida. La crisis agrícola de 1880 implicó para su padre la pérdida de su patrimonio y Key se vio obligada a buscar un medio de vida que encontró en la educación. En la década de 1870 sus ideas políticas eran liberales y consideradas radicales, dándole gran importancia a la idea de libertad. Se fue alejando de la estricta educación cristiana que recibió, en parte por considerarla incompatible con las teorías evolucionistas que tanta influencia tendrían en sus planteamientos educativos.

En el verano de 1874 había realizado un viaje a Dinamarca en el que conoció sus universidades populares, que eran instituciones de educación superior para jóvenes en las zonas rurales, y a partir de aquí comenzó a publicar artículos de prensa donde defendía la creación de una escuela secundaria popular sueca.10 En 1878 fundó una escuela privada en Estocolmo con su amiga Anna Whitlock y siete alumnas, conocida como Stockholms nya samskola (Nueva Escuela Coeducativa de Estocolmo) y más tarde como Whitlockska samskolan (Escuela Coeducativa Whitlock). Key trabajó allí como maestra, siendo Whitlock la directora.11

Dentro de su biografía intelectual jugaron un papel fundamental las lecturas que fue realizando y que modelaron su pensamiento. En sus diarios recogió en detalle las impresiones que le producían. Era una lectora incansable y los libros a su alcance le permitieron estar al corriente de los autores más importantes tanto de épocas precedentes como de su momento. Aunque hablaremos de ello con detalle más adelante, algunos críticos calificaron sus opiniones de “fruto de sus lecturas”, y esto es lógico porque todas las ideas son fruto de las obras que consultamos y de las influencias exteriores que recibimos. El secretario permanente de la Academia de Suecia, Carl David af Wirsén [1842-1912] indicó que tan solo tenía ideas mezcladas de los autores que admiraba como Ibsen, Almqvist o Nietzsche. August Strindberg criticó algo semejante en relación a sus ideas feministas, y también la escritora Selma Lagerlöf, en sus cartas a Sophie Elkan, manifestó sus dudas hacia Key como escritora y moralista.12 Sin embargo, hay que reconocer que tuvo claras sus ideas fundamentales desde el principio, de forma que las sucesivas lecturas, autores o teorías que fue incorporando no cambiaron su esencia. Algunas de sus ideas sobre educación son un buen ejemplo de ello. Por otra parte, sus posiciones sobre el papel de la maternidad y el modelo de crianza y educación no encajaron nunca con las ideas defendidas por el movimiento feminista, y tampoco arraigó entre las madres solteras ni las familias trabajadoras, donde la mujer se veía obligada a buscar un salario fuera de casa para poder mantener los niveles de ingresos necesarios para criar a sus hijos. La preeminencia de la maternidad en la educación femenina, pese a la defensa de la igualdad de principios en la educación de ambos sexos, tampoco le granjeó demasiadas adhesiones.

Key estudió las obras de Darwin, Spencer y Huxley a partir de 1879; en la siguiente década su pensamiento se fue radicalizando tanto en lo religioso como en lo relativo a la sociedad y examinó a Kierkegaard y Nietzsche; y en la de los noventa empezó a consultar la literatura socialista. A partir de 1890 empezó a dar conferencias abiertas al público en general en el Instituto obrero, en sindicatos, clubes, y grupos de universitarios en Suecia y Finlandia. Sus conferencias se fueron haciendo famosas y se dice que era una oradora fascinante: su forma de hablar, vívida, y a la vez tímida y en voz baja, atrajo la atención de artistas, arquitectos, filósofos, figuras literarias, políticos, estudiantes y trabajadores, convirtiéndose en una figura central de la vida intelectual de Estocolmo. Escribía con regularidad en periódicos radicales, comenzó a publicar sus conferencias y artículos como libros, y en su casa se reunía con sus amigos para hablar de socialismo, pacifismo, filosofía, religión o arte.13 Una proyección de esta realidad puede apreciarse en la obra Vänner (Amigos), de Hanna Hirsch Pauli (Figura 2) en la que aparece Ellen Key en el centro del cuadro, alumbrada por la luz de una lámpara, leyendo a un grupo de artistas e intelectuales de su círculo personal más cercano.14

A partir de 1903 la publicación de sus textos le permitió disfrutar de independencia económica, lo que le llevó a abandonar la docencia para dedicarse con intensidad a la escritura y al trabajo intelectual. En estos primeros años del siglo XX Key viajó dando conferencias por Europa, especialmente por Alemania e Italia (nunca estuvo en España), siendo ampliamente reconocida. Tuvo una enorme habilidad para conjugar las ideas más progresistas del momento, tanto de artistas, diseñadores, escritores y políticos, como de reformadores en general. En el archivo de Ellen Key de la Biblioteca Nacional de Suecia, en Estocolmo, se conserva su correspondencia con Rainer Maria Rilke, Piotr Kropotkin, Lou Andreas Salomé, Emile Jaques-Dalcroze, Mamah Bouton Borthwick, Stefan Zweig, Romain Rolland, Frank Lloyd Wright, Knut Hamsun, Isadora Duncan o Maurice Maeterlinck, entre otros, lo que prueba su reconocimiento y actividad social. Key intentó vivir de acuerdo con sus principios. Así, trasladó a la casa que mandó construir las ideas que expresó en Belleza para todos: cuatro ensayos.15 Para su casa, que hoy puede visitarse, eligió en Strand, junto al lago Vättern, un sitio similar al de su residencia familiar. El arquitecto fue su cuñado Yngve Rasmussen, y desde finales de 1910 vivió allí casi de forma permanente.16 El exterior es parecido al del hogar de su infancia, ya que, a pesar de las críticas a su educación familiar, siempre vivió como una pérdida el alejarse de un ambiente natural.

 

Figura 2. Hanna Hirsch-Pauli: Vänner (Amigos), 1900-1907. Óleo sobre lienzo (204 x 260 cm). Nationalmuseum, Estocolmo.

Falleció en Strand el 25 de abril de 1926 y su casa se convirtió en monumento nacional en 1992; hoy ofrece estancias breves de investigación. Cerca está el Ellen Key Institute, que organiza exposiciones sobre Key y reedita sus trabajos.

Su obra

Ellen Key no fue una pensadora particularmente original, pero tuvo gran difusión y fue muy leída. En sus escritos sobre educación es fácil encontrar las ideas de Goethe, Spencer, Rousseau o Montaigne, que tanto le influyeron; supo adaptarlos a la intelectualidad europea de la que formó parte y los proyectó al mundo desde su Suecia natal.

Empezó primero a escribir de manera informal y con un estilo directo y personal sus pensamientos, algunos de los cuales se transformaron en su obra más conocida sobre educación. También publicó varios folletos en la colección de ensayos breves que editaba la Studentföreningen Verdandi (Asociación de estudiantes Verdandi) de Uppsala, por sugerencia de Karl Staaff [1860-1915], político del Partido Liberal de Suecia y luego Primer Ministro en 1905-1906 y 1911-1914. Esa asociación se había creado en 1882 para defender los principios de libertad de pensamiento y expresión, y para ocuparse de debatir y estudiar problemas humanos y sociales. En ese sello editorial aparecerán diversos trabajos breves de Key, y en la revista Verdandi,que se autodefinía como “Tidskrift för ungdomens målsmän och vänner i hem och skola” (“Verdandi: Revista para los tutores y amigos de los jóvenes en el hogar y la escuela”), publicó distintos artículos sobre formación y enseñanza, que más tarde quedarían integrados en los dos volúmenes originales de 1900 que dieron forma a El siglo de los niños.17Tras esta obrapublicó otras sobre temas educativos, entre las que cabe destacar su Discurso a la juventud de Suecia,18 donde se recopilan diferentes conferencias, como la que abre el libro, pronunciada en 1909 en la Brunnsvik folkhögskola de Göteborg, junto a declaraciones o discursos que dio a lo largo de los años en diferentes encuentros en los que se pueden leer los nítidos y precisos consejos que ofrecía a los jóvenes para enfrentarse a las fuerzas peligrosas que la vida pondría en sus caminos, lo que hace de esta obra un valioso trabajo educativo.

En 1903 publicó Amor y Matrimonio,19 obra que hay que citar porque es necesaria para ayudar a comprender los planteamientos sobre la maternidad, el papel de las mujeres, o la generación de la especie que subyacen en El siglo de los niños. En 1906 apareció Educación popular con especial consideración del desarrollo del sentido estético,20 en la que defiende la tesis de que la estética, la belleza y el arte constituyen un medio de elevación moral y de educación para la humanidad. En 1909 publicó El movimiento de las mujeres, considerada por muchos como una de las mejores obras sobre esta temática, por abarcar amplios aspectos; se tradujo pronto al inglés,21 pero nunca al castellano. Ellen Key también publicó ensayos sobre personalidades literarias que influyeron en ella ampliamente como Goethe, Almquist, los Browning, Anna Charlotte Leffler, Ernst Ahlgren o Rahel Varnhagen.22

Key tuvo más influencia en Alemania que en su país natal. Sin embargo, es reconocida y citada mundialmente por sus aportaciones al movimiento feminista, por su trabajo en favor de los derechos de las mujeres y los niños y por sus ideas acerca de la educación, poco conocidas más allá del título de su libro.

Louise Nysröm-Hamilton escribió una biografía temprana sobre Key (1913), centrada en el registro detallado de acontecimientos que la rodearon, dando cuenta de forma razonada de aquellas personas que influyeron en su biografía, por lo que es útil para estimar en qué medida las ideas que Key expuso en cada una de sus obras fueron difundidas y ampliadas en especial a través de sus trabajos más conocidos, como es el caso de El siglo de los niños. También hay referencias tempranas a la influencia de su obra en el “Women Movement”.23 Los estudios más reconocidos de la obra de Key son los de Ronny Ambjörnsson y Thorbjörn Lengborn, además de los de Tiziana Pironi.24 Elena Lindholm es una hispanista que ha estudiado su influencia en el feminismo español, concretamente en Carmen de Burgos.25 En los últimos años, a raíz del centenario de El siglo de los niños, ha habido numerosas aportaciones en torno a su obra, la mayoría en inglés, de las que damos cuenta en los apartados de Bibliografía y Bibliografía complementaria sobre Ellen Key.26

Traducciones

La colección de ensayos publicada con el título Barnets århundrade [El siglo del niño] recibió una gélida acogida en Suecia,27 mientras que la edición preparada por Key para su traducción al alemán se convirtió en la versión canónica del texto y en el éxito que ayudó a su proyección internacional. La obra original es una recopilación de múltiples artículos y ensayos publicados por Key en los años ochenta y noventa del siglo XIX, que analizaban y ponían en cuestión las concepciones tradicionales de instituciones sociales como la escuela y la familia, así como los roles sociales de sus actores y el sentido de la educación prestada por ellos. No cabe duda de que, al presentar las ideas en conjunto, se fortalecieron entre sí favoreciendo el desarrollo de un buen número de acciones e iniciativas cuyos hechos tuvieron clara influencia sobre la infancia. Sin embargo, su aparición vino precedida de un torbellino encerrado en el opúsculo que el conservador Carl af Wirsén28 [1842-1912], secretario de la Academia de Suecia, dedicó a su obra y biografía. No obstante, el contenido de El siglo de los niños fue el que otorgó identidad a su autora, permitiendo descubrir la riqueza, complejidad, dominio y extensión de su cultura. Esta obra fue la que facilitó que un notable grupo de intelectuales estableciera con ella una prolija red de contactos entre los que podemos citar a Thomas Henry Huxley29 [1825-1925], Romain Rolland [1866-1944], Rainer M. Rilke30 [1875-1926], Édouard Claparède [1873-1940] o Adolphe Ferrière31 [1879-1960], Sibilla Aleramo32 [1876-1960], o filósofos como Friedrich Nieztsche [1844-1900] junto a intelectuales y literatos como Stefan Zweig33 [1881-1942] o Robert Musil [1880-1942]. Todos ellos mencionan sus escritos y ensayos, además de mantener un estrecho contacto e intercambio de ideas con Key. A ella se asoció el concepto de transformación o reforma educativa o pedagógica, a pesar de que la mayor parte de sus escritos y ensayos en años sucesivos traten sobre el pacifismo, la paz y la guerra en los años de la I Guerra Mundial, la emancipación de la mujer, su identidad, el matrimonio, o aborden la obra de distintos artistas, científicos e intelectuales modernos y contemporáneos.

 

Figura 3. La edición de El siglo de los niñosque Ellen Key preparó para su traducción al alemán se convirtió en la versión canónica del texto. Se publicó en 1902 en la editorial Fischer de Berlín y fue reeditada abundantemente.

Sus redes de relaciones hicieron que entablara amistad con Lou Andreas Salomé [1861-1937], quien también trató la cuestión de la mujer en algunos de sus escritos, otra intelectual, amiga íntima de Friedrich Nietzsche, además de confidente y terapeuta de Rainer Maria Rilke y alumna de Sigmund Freud [1856-1939].

La proyección de la obra se inició a partir de una versión que la autora elaboró cuidadosamente para su traducción al alemán y que gozó de una cálida acogida en los países de lengua germana, como muestran sus múltiples reediciones durante las primeras décadas del siglo.34 Tras la publicación de Das Jahrhundert des Kindes por la editorial Fischer, en 1902, uno de sus lectores,Rainer Maria Rilke, le dedicó dos trabajos en el Bremer Tageblatt und General-Anzeiger.35 Las traducciones a distintas lenguas no tardaron en sucederse y a partir de la versión germana (1902),36 fue trasladada al danés (1902),37 noruego (1903),38 holandés (1904),39 polaco (1905),40 italiano (1906),41 español (1906),42 letón (1907),43 francés (1908),44 o inglés (1909),45 lo que la transformó en un éxito editorial al menos durante las dos primeras décadas del siglo XX. La recepción de la obra y su influencia sobre el pensamiento y las iniciativas pedagógicas reformadoras que caracterizaron los movimientos renovadores de la primera mitad del siglo XX sigue siendo una tarea pendiente, aunque, especialmente en torno al año 2000, centenario de la obra, aparecieron diversas publicaciones que analizaban esta obra o la de Key, en general.46

 

    

Figura 4. La edición original sueca de El siglo de los niños [Barnets århundrade] se publicó en diciembre de 1900. El primer volumen se abre con un fragmento original de Así habló Zaratustra, de Nietzsche.

La traducción al castellano fue realizada por José Domenge Mir a partir de la versión italiana. Como ya indicamos, se publicó en Barcelona por la editorial Henrich y Compañía en 1906. Esta versión, corregida, fue la que nutrió la edición argentina de 1945 en la editorial Albatros de Buenos Aires, que se imprimió en un solo volumen sin las breves páginas que, a modo de prólogo dedicado “Al lector”, había redactado Domenge en julio de 1906 para la edición original. Sin embargo, mantuvo el “Apéndice”47 en el que el traductor glosaba el contenido de un artículo de Simona Keelber aparecido en Fornightly Review sobre la influencia de Key en el feminismo en Alemania, en el que daba cuenta de su deseo de reformar el mundo por medio del amor para conseguir una evolución que permitiera alcanzar una mayor belleza, moralidad, verdad y felicidad.48

La edición original sueca se compone de dos volúmenes publicados en diciembre de 1900 y, como ya hemos comentado, es distinta de la versión alemana. El primer volumen de la edición original se abre con un fragmento original de Así habló Zaratustra de Nietzsche, junto a una dedicatoria “a los padres que esperan educar en el nuevo siglo al nuevo hombre”. Ambos se incluyeron en el primer tomo de la edición española. Al comienzo del primer volumen original de 1900, hay un preámbulo o presentación de Key donde da cuenta de las circunstancias que precedieron la publicación, relacionadas con el contenido, sentido e inconsecuencias de la obra citada de Carl af Wirsén, que ponía en tela de juicio su obra y biografía. Key subraya que el texto de Wirsén no logró alterar ni un ápice sus convicciones y que no hizo que agregara, excluyera o cambiara ni una línea de la obra,49 que está formada por ocho apartados numerados, pero sin encabezamiento o epígrafes.

 

Ediciones alemana (canónica) (1902), italiana (1906) y española (1906)

 

Alemán (1902)

Italiano (1906 / 2019)

Español (1906)

I

Das Recht des Kindes seine Eltern zu wählen

Il diritti del bambino di scegliere i propri genitori (1906)

Los derechos de los hijos

II

Das ungeborene Geschlecht und die Frauenarbeit

La maternità e il laboro della donna (1906)

Il genere non nato e il lavoro delle donne (2019)

La maternidad y el trabajo de la mujer

III

Erziehung

L’educazione

La educación

IV

Heimatlosigkeit

Senza famiglia

Sin hogar

V

Die Seelenmorden in den Schulen

Assassinio delle menti nelle scuole

Cómo se matan las almas en la escuela

VI

Die Schule der Zukunft

La scuola del futuro

La escuela del porvenir

VII

Der Religionsunterricht

L’insegnamento religioso

Enseñanza de la religión

VIII

Kinderarbeit und Kinderverbrechen

Lavoro infantile e delinquenza minorile

Trabajo y delincuencia infantil

 

Comparación de la estructura y contenido de la edición alemana, Das Jahrhundert des Kindes (1902), italiana, Il secolo del bambino (1906)y española, El siglo de los niños (1906).

[Elaboración propia]

Tanto la versión italiana como la castellana o la inglesa proceden de la versión alemana, que es una síntesis del texto original. Key seleccionó y reordenó de manera metódica y cuidadosa las partes de la obra original y remitió esta versión a Francis Maro para su traducción al alemán, edición que acabó dándola a conocer a nivel internacional. La versión alemana es canónica para el resto de traducciones como puede verse en la correspondencia de los ocho capítulos de las versiones alemana, italiana y española.

Ellen Key en España e Iberoamérica

La recepción de la obra y la difusión de las ideas de Key en España siguen siendo temas pendientes. Sabemos que en la revista La Lectura apareció en 1903 la referencia a la reseña de W. Zipler sobre Ellen Key y su “Siglo del niño”, la cual había sido publicada antes en Socialistische Monats-Hefte.50 En 1906 se incluyó en esa misma revista una traducción del artículo de Simone Kleeberg titulado “Ellen Key”, que había aparecido originalmente en La Revue (Ancienne Revue des Revues). Se trataba de un apunte biográfico en el que destacaba la esperanza en el porvenir que subyacía a la lectura de sus obras, entre las que destacaba El siglo de los niños como “uno de los libros mejores que se han escrito sobre educación de la infancia”.51 En ese mismo número se daba cuenta de su publicación en castellano por los editores Henrich y Compañía de Barcelona.52

Fue Leopoldo Alas Argüelles, hijo de “Clarín” el autor de La Regenta y futuro Rector de la Universidad de Oviedo, quien reseñó la obra en el primer número de LaLectura de 1907. La versión de la realidad de la infancia fue proyectada con una sencilla recomendación: “debiera ser leído por todo el mundo, y principalmente por todos aquellos que contribuyen de algún modo a llenar de dolores la vida de nuestros pobres niños, víctimas de la ignorancia supina de sus madres primero, de sus maestros después”.53 No es preciso comentar lo evidente. En el mismo ejemplar apareció un artículo recogiendo las opiniones de Ellen Key acerca de la importancia de la prensa y su influencia en la vida pública, desde la pérdida de calidad y objetividad informativa, para lo que planteó la creación de “centros en los cuales puedan educarse los periodistas en aquellas materias que les son propias”, lo cual “tiene importancia extraordinaria, sobre todo desde el momento que suprimiría el estilo periodístico y fomentaría el estilo individual, hoy desaparecido en la Prensa”. Se trata de la reseña de una colaboración de la autora publicada en National Zeitung de Berlín.54

En 1907, en la misma editorial y colección de sociología que publicó El siglo de los niños, apareció Amor y matrimonio, prologada por su traductora, Magdalena de Santiago-Fuentes, que tuvo una segunda versión en 1911 con la traducción de Francisco Lombardía.55 Hay una impresión singular de esta misma obra en ediciones Estudios, de Valencia, cuya portada es un montaje fotográfico que incorpora, entre otras, la imagen de la boda de Göering uniformado junto a su esposa. En la contraportada se incluye un sello de ediciones Estudios, donde figura la mención: “Educación sexual, arte, ciencia, cultura general”.56 Debe estar vinculada a la revista anarquista Estudios, dado que la portada está elaborada por Manuel Monleón Burgos [1904-1976], dibujante y creador de buen número de cubiertas para ediciones Estudios y de carteles. Santiago Valentí Camp publicó en 1933 un ensayo con el título Hellen Key o la libertad de amar y la mujer de mañana, publicado en Valencia por Cuadernos de Cultura,57valorado como una semblanza inteligente de una luchadora por la libertad sexual y la emancipación de la mujer. Hacia enero de 1936 ediciones Estudios publicó un folleto dentro de la serie “Ayer, hoy y mañana. Colección popular” dedicado a la educación, en el que figuraba un trabajo de Ellen Key.58 Se trataba de una colección que se proponía dar a conocer las opiniones de los intelectuales más destacados sobre temas de actualidad.59

En La Escuela Moderna de septiembre de 1908 se incluyó un artículo de la revista francesa Manuel général de l´Instruction primaire, firmado por H. G. con el título de “Ellen Key”.60Fue considerada de ideas radicales y utópicas y se suponía que escribía para las futuras generaciones, pidiendo a los educadores que transformaran al niño en guía, y a la sociedad que respetara su derecho a elegir a sus padres y a ser formado como persona individual. El educador debería transformarse en niño para tratarlo con sencillez e ingenuidad, para establecer una relación de verdadera confianza, para desarrollar un modelo ideal de educación que empleara el contacto con la naturaleza, junto a una buena biblioteca adaptada a la edad y desarrollo del niño, para crear un mundo bello y hacer posible que lo habitara.61 Se trataba de favorecer el libre desarrollo de las aptitudes interviniendo en su ayuda solo cuando fuera preciso; según Key, siguiendo la dirección iniciada por Rousseau, podría mantenerse la hipótesis de que el gran descubrimiento de la educación sería el hecho de no educar.

 

      

Figura 5. En 1907 apareció en España la obra de Ellen Key Amor y matrimonio, traducida y prologada por Magdalena de Santiago-Fuentes. En 1930 se hizo una impresión singular de esta misma obra en ediciones Estudios, de Valencia, que incluye en la contraportada un sello con la mención: “Educación sexual, arte, ciencia, cultura general”.

Además de las menciones en prensa, monografías y revistas, hubo una vinculación epistolar con Francisco Ferrer y Guardia [1859-1909] en la que este le exponía su proyecto de creación en Barcelona de una Escuela Normal en la que se formarían las personas que se consagraran a la educación de la infancia, cuando se organizara la Escuela Moderna a partir de la discusión y el estudio de los elementos de una concepción práctica de la educación. Le indicaba que, además, se crearía un museo que reuniría los materiales útiles para el proyecto y que publicaría las obras destinadas a la enseñanza concebidas según las ideas modernas. Aparte de solicitar su apoyo para esta empresa, Ferrer le pidió su colaboración para que le remitiera un primer artículo que podría ser publicado en enero de 1908 en la revista L’École nouvelle, extensión de La Escuela Moderna de Barcelona. El propósito de la revista era dar forma a un plan de educación racional sobre la base de los datos aportados por la ciencia. Se trataba de discutir y crear un modelo de escuela racional como expresión de distintas posiciones teóricas que la proyectaban.62 En el mes de julio de 1908 el Boletín de la Escuela Moderna publicaba el artículo titulado “Madre e hijo”, firmado por Key.63

En Iberoamérica las referencias indican que Key se conoció a través de las versiones editadas en España, y no tenemos indicios de que fuera traducida al portugués. Entre otras, queda constancia de la recepción de su obra en México, donde el diario El Imparcial, de 15 de octubre de 1906, en la sección de Bibliografía, recogía la publicación de la primera edición en castellano de 1906.64 Indicaba que se trataba de “una de las más fundamentales que se han escrito últimamente sobre asuntos pedagógicos”, en la que se proclaman los derechos a “nacer sanos moral y físicamente, y a ser educados en una clara noción de la realidad y con libertad para desarrollar sus cualidades individuales”. Como no podía ser de otra manera, remite a la idea central de “los derechos de los hijos”, que no es otra que la “santidad de la generación” que “pinta con valentía los males que acarrean a la raza los vicios y los descuidos de los padres”, recurriendo a Nietzsche para reconocer como matrimonio de dos seres “a la voluntad concorde de crear un tercero superior a ellos”. También subraya la idea de que “todos los sistemas [educativos] en uso son perjudiciales, por el recargo de materias, por el exceso de disciplina que trata de suprimir la individualidad, y por la enseñanza “formal” que tiende a convertir las nociones en materia muerta y a oscurecer la visión de la realidad”. Sobre su proyecto de “escuela del porvenir”, que por ahora no podía establecerse, manifestaba su intención de publicar “una obra fundamental, útil e interesante lo mismo para los pedagogos profesionales que para el público”.

En Argentina, donde la versión española de El siglo de los niños se reeditó en 1945 como hemos comentado, existen indicios previos sobre la difusión de su obra.65 En 1932 la revista El Monitor de la Educación Común incluía una amplia reseña biográfica de Ellen Key, dando cuenta de su trayectoria intelectual. En ella se afirmaba que eran los recuerdos de su niñez, en contraste con la realidad de la enseñanza que conoció, la que le llevó a ocuparse de la educación de la infancia. También eso hizo que se ocupara de la exaltaciónde la maternidad y de los trabajos domésticos que, junto a la extensión de la formación y la cultura, permitirían a la madre educar en el hogar a su descendencia. Hay referencias a su obra Amor y matrimonio y a la idea de que el amor no debe ser “solo fuego”, sino también “luz”. Se informaba de su compromiso social, organizando centros de cultura popular, o fundando, entre otras, la sociedad Polferma. La redactora da cuenta de que Key “en 1883 solicitó y obtuvo la cátedra de Historia de la civilización en la Universidad popular que fundara el doctor Anton Nystrom”.66 La autora del artículo, Victoria Gukovsky [1890-1969], educadora, escritora y periodista, la incorpora a la “pléyade de los Héroes de la Humanidad”, entre otras razones por haber descubierto que es posible despertar “la divinidad inscripta en el hombre”.67 El mismo número incluye diez breves “Fragmentos de Ellen Key” en un par de páginas, con menciones a las obras de Fröbel y Goethe, además de a la reforma de la escuela, o a su modelo ideal de formación.68

Unos años antes la misma publicación argentina había incluido en la sección “La escuela en acción” un artículo de F. W. Förster sobre el significado de la obediencia para la libertad, con alguna mención al individualismo en la obra de la autora sueca, al señalar que en “los pueblos septentrionales y en Alemania, se ha difundido mucho, en los últimos años, este género de pedagogía liberal, debido al libro de Ellen Key sobre ‘el siglo del niño’, cuya individualidad defiende esta escritora, con el mayor rigor lógico, contra la autoridad, la disciplina, la obediencia”.69 Estas referencias representan una parte indicativa de la influencia que su obra cobraría en décadas sucesivas.

 

Figura 6. En Argentina se publicó El siglo de los niños en 1945, en la editorial Albatros de Buenos Aires. Esta versiónutilizó la traducción española de José Domenge Mir de 1906 y se imprimió en un solo volumen.

El siglo de los niños

Antecedentes del título y del contenido

Como hemos dicho y constatado, uno de los mayores aciertos de la autora fue la elección del título que, lejos de ser una creación original, como ella misma declara, está extraído de un diálogo incluido en el drama de la escritora y activista por los derechos de la mujer, Helga Frideborg Maria Wadström, o Frida Stéenhoff [1865-1945], que publicó sus obras bajo el seudónimo de Haralt o Harold Gote. En concreto, el origen se encuentra en las páginas de Lejonets unge [El leoncillo o El niño del león] (1896), donde la narradora pone en boca de su viejo protagonista la afirmación de que el siglo futuro será “el siglo de los niños”, como el suyo fue el de la mujer. Era una obra controvertida en la que se defendía la anticoncepción como algo natural y el derecho a tener relaciones sin estar casada, entre otras, y que fue estrenada en Sundsvall en 1897.70 En ella se planteaba también que la moralidad sería perfecta cuando los hijos hubieran obtenido “todos los derechos”.71

Aclarado el origen del título, es posible afirmar que la obra parte de un conjunto de trabajos que en su mayoría Key había publicado antes de 1900. De hecho, uno de sus primeros escritos, en 1876, fue “Acerca de los maestros de niños pequeños para el hogar y la escuela”, que trataba ya sobre la formación del magisterio y la extensión de la educación a través de los sistemas públicos de enseñanza.72 En 1884 publicó “Libros versus antologías”,73 y dos años más tarde colaboró con Per Edvard Magnus Fischier y Anna Whitlock en la obra Libro infantil: curso de enseñanza para los más pequeños en imágenes y cuentos.74 Cuatro años después, en 1887, colaboró de nuevo en la obra dirigida por Anna Whitlock, Libro de lecturas de poesía para niños.75

En relación a los trabajos que integran Barnets århundrade, también en el año de 1887 Key publicóen Verdandi el artículo “Sin familia”,76 incorporado como capítulo en el volumen segundo de 1900, donde la propia autora reconocía que repetía en parte frases e ideas ya enunciadas, argumentando que se incluían porque enfatizaban un punto de vista importante, que no había sido discutido previamente.77 En esta cronología de escritos pedagógicos, en 1888 apareció “Una declaración sobre el problema de la escuela conjunta”,78 y un año más tarde un ensayo breve sobre educación, mucho menos conocido, Sobre la lectura,79 donde señalaba que la capacidad de leer era la más importante para la educación, convencida de que un buen libro a menudo hace de una persona un hombre completamente nuevo.

El capítulo cuarto de la edición original de El siglo del niño. Estudios 2, (1900)es una recopilación de dos trabajos aparecidos en la revista Verdandi; uno ya citado de 188880 y otro de 1891, “Asesinato del alma en las escuelas”,81 que da título al capítulo.82 Al incluirlos en la obra, tal como ella señala, introduce por otra parte ideas similares a las que figuran el segundo capítulo del segundo volumen de 1900, titulado “La escuela del futuro”. Manifiesta Key, que volvía a dar cuenta de ellas por las posibilidades de ser trasladadas a una reforma de estas instituciones.83 Junto a ellos se encuentra Educación: algunos puntos de vista,84 que es un estudio breve a partir de una conferencia pronunciada en enero de 1897 en el auditorio de la Academia de Ciencias, sobre el concepto de formación, el papel de la escuela, de los medios para la enseñanza y del futuro de la educación.

Además, es importante el tratamiento que Key otorga a la pedagogía de la belleza, así como el que dedica a la autonomía e independencia del niño. Como parte de su experiencia vital en relación con la belleza de la infancia en contacto con la naturaleza escribió el artículo “Belleza en el hogar: breves explicaciones del texto de Ehrensvärd”,85 así como su libro Belleza para todos. Cuatro ensayos.86

Con relación al oportuno momento en el que apareció esta obra, sabemos que los años de cambio de siglo coincidieron con un cambio en las actitudes hacia los niños, que se hizo palpable, por ejemplo, en el debate en torno a la conveniencia o no de los Kindergarten froebelianos, en contra de los cuales se manifestó Key, quien defendía la importancia de cuidar bien a los hijos en un momento en que la escasez generalizada había aumentado el valor de estos como un recurso más y había disminuido la natalidad en muchos países desarrollados. Resulta interesante constatar que las ideas de Key, por muchos calificadas de radicales o de izquierdas, chocaban, por ejemplo, con las de otras progresistas. Así, mientras socialistas como la estadounidense Charlotte Gilman [1860-1935] o la alemana Lily Braun [1865-1916] defendían liberar a las mujeres del trabajo doméstico no pagado para que pudieran trabajar, facilitándoles una especie de casa común a los niños durante el horario laboral, Key se mostraba totalmente contraria denunciando que el empleo de las madres era un derroche de energías que deberían emplearse en criar a los niños de forma “ilustrada”. En su opinión, las escuelas infantiles y guarderías destruían la individualidad de los niños al privarlos de la atención individualizada de sus madres y al forzarlos a encajar en un grupo.87

En la Europa de comienzos del pasado siglo la cultura y la educación se vieron impulsadas por las corrientes de pensamiento y las iniciativas de reforma con que fue concebida la nueva pedagogía, proyectada como “escuela nueva” en España, “éducation nouvelle” en Francia, “progressive education” o “New education” en Gran Bretaña y su área de influencia, “educazione nuova” o “attivismo pedagogico” en Italia, o como “Reformpädagogik” en Alemania y Centroeuropa. Ellen Key integró en sus ensayos cada una de las tendencias, corrientes y movimientos intelectuales más pujantes en ese momento, y mantuvo un intercambio de ideas con Paul Geheeb [1870-1961], Eugenie Schwarzwald [1872-1940], así como con Adolphe e Isabelle Ferrière y con Edouard y Hélène Claparède.88

En la historia de la educación su obra se incluye dentro de la denominada “pedagogía individualista”. Es Lorenzo Luzuriaga quien justifica esta identificación, señalando que el niño y sus circunstancias vitales son más importantes que la familia, la sociedad y el Estado, y que, en consecuencia, el desarrollo personal del niño debe contar con la mayor libertad en la educación siguiendo las leyes de la naturaleza. Es una afirmación no exenta de polémica, pues indica que los “padres y la escuela ahogan la individualidad de éste y hay que ir contra ellos para liberarlo de todas sus amarras”, siguiendo “las ideas de Rousseau, remozadas con las de Nietzsche y Spencer”, para concluir que “su obra tiene un valor más polémico que constructivo”.89

La esperanza de Ellen Key estaba depositada en los padres que deseaban “educar en el nuevo siglo al nuevo hombre”, pues a ellos está dedicada la obra, tal como figura en el Tomo I de la edición original sueca.90 Ahora bien, hablar de un hombre nuevo era complicado en una sociedad plural, más si, como advierte su traductor al castellano, para Key “el peor mal” de la educación residía en el dualismo tradicional entre ciencia y creencia. De este dualismo arranca la falta de fe y entusiasmo hacia un ideal y “sin ideal no es posible la vida progresiva y sin fe y sin entusiasmo no es posible el ideal”.91

Es arriesgado defender que en los escritos y ensayos de Ellen Key en torno a la educación de la infancia exista una teoría, una noción o una idea acabada. En cambio, sí parece claro que sus conceptos de naturaleza, perfección, libertad y autonomía podrían dar forma a una pedagogía idealizada que sería gestada por la infancia para modelar un canon que aspiraría a la perfección de la persona y a la transformación de la sociedad. En las siguientes páginas abordaremos algunas de sus ideas principales en torno a temas que no agotan, ni mucho menos, el análisis general de sus planteamientos, que no es el objeto de esta presentación.

La construcción de la infancia desde el niño

Para una autora pionera como Ellen Key, el siglo XX se transformó en el siglo del niño,92 un tiempo en el que los movimientos en pro de la infancia lograron que ésta pasara a ser considerada un sujeto social de derecho.93 La propia idea de infancia evolucionó hasta ser concebida como una etapa biológica de la vida con un desarrollo madurativo a nivel fisiológico e intelectual, en la que sus componentes actúan socialmente como sujetos activos. A lo largo de este tiempo surgió la preocupación por los derechos de autonomía, los de protección y de ayuda en situaciones de exclusión social.94

Es preciso advertir que los modelos, teorías y objetivos educativos para la infancia se veían como camino hacia la madurez y, por tanto, tomando como modelo al adulto. El canon educativo que había prevalecido en la enseñanza infantil adoptaba sus medidas y justificaba su fundamento proyectando la vida y necesidades de la edad madura sobre la de la infancia y adolescencia. La crianza de los hijos estaba orientada a equilibrar los déficits, a compensar las diferencias y a garantizar que la educación lograra moldear una persona adulta socialmente deseable. Por ello, interpretar la educación “desde el niño” fue un auténtico giro copernicano.95 Como señalaba Phillippe Ariès,96 el interés por comprender la infancia no debe confundirse por el afecto hacia la infancia, pues educar desde el niño, desde la infancia, es hacerlo a partir de una percepción consciente de la singularidad que le distingue del adulto, de la madurez. El objeto de los estudios de Ellen Key en relación a la infancia es lograr la mejora humana. Para ello, Estados e individuos seguían siendo los protagonistas, necesitándose el compromiso del gobierno con la prestación de derechos fundamentales, entre los que se incluye la educación, para transformar también las sociedades.

El evolucionismo defendido por Key quedó unido a la moderna sociobiología, capaz de justificar la base de todo comportamiento social en la genética, siendo la maximización individual la función principal de todas las instituciones.97