El ungido - Elías - E-Book

El ungido E-Book

Elias

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Beschreibung

Es el personaje de la historia del que menos sabemos y al que más repudiamos. Es el personaje de la historia del que no dudamos que ha sido condenado. El autor te invita a que los escuches y es muy probable que al final de su confesión te preguntes si no fue acaso el más humano de los humanos.

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Seitenzahl: 194

Veröffentlichungsjahr: 2015

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Elías

El Ungido

Editorial Autores de Argentina

Elías

   El ungido / Elías. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga y online

   ISBN 978-987-711-458-4

   1. Novela. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

ÍNDICE

CAPÍTULO PRIMERO

El Génesis

CAPÍTULO SEGUNDO

Natividad

CAPÍTULO TERCERO

La Preparación

CAPÍTULO CUARTO

La Avaricia

CAPÍTULO QUINTO

Amarás A Tu Prójimo

CAPÍTULO SEXTO

Pescador De Hombres

CAPÍTULO SÉPTIMO

La Buena Nueva

CAPÍTULO OCTAVO

El Bautismo

CAPÍTULO NOVENO

La Pasión

CAPÍTULO DÉCIMO

El Legado

He estado callado mucho tiempo y es tiempo de que hable. Contaré todo, todo lo que crea pertinente que sepan. No se trata de un descargo. Ya me han sentenciado y condenado sin que exista posibilidad de perdón, misericordia o gracia alguna que me redima.

No busco compresión. Nadie quiso comprenderme antes, menos quisiera alguien comprenderme ahora.

No quiero consuelo. Aprendí a no querer lo que me ha sido vedado.

Sólo deseo hablar. No hay hombre que no tenga algo que decir. No hay hombre que no merezca ser escuchado.

CAPÍTULO PRIMERO

El GÉNESIS

Una mueca más de dolor. Desde que me concibió no es la de antes, su cuerpo ha cambiado y su alma también. Al llenado de sus senos lo ha acompañado la retención de temores. Al estiramiento de sus caderas las estrías de sus ansias. Al crecimiento de su abdomen el de una dicha que la calma. Como toda madre es feliz en la espera y como toda madre, se angustia al no saber qué le espera a su hijo.

Mi padre hasta que no me vea, hasta que no me toque, hasta que no me escuche llorar no se convencerá de que existo. Es varón, no estoy en sus entrañas. En las noches en que ella no encuentra posición en la cama, la toma de la mano o la besa en la frente. Ella está agradecida por esos gestos de amor pero no le alcanzan. Hay una gran soledad en ser mujer, la misma de Dios: la de ser principio.

Yo estoy tan cómodo, tan a gusto que no tengo la menor curiosidad por el mundo que hay fuera de este vientre. Aquí tengo lo que necesito para ser feliz: alimento, hogar y amor. No se me exige nada a cambio. No tengo que luchar por tener algo. No tengo que defender porque a nadie le he quitado. No deseo porque estoy satisfecho. No hago porque soy estando.

Para cada uno de Ustedes la vida comenzó igual: sin imposición, sin enfrentamiento, sin ambición, sin pérdida. Si así hubiera continuado ¿quién habría dudado de que era maravillosa?. ¿Quién habría odiado, mentido, envidiado, asesinado?.

¿Quién no se hubiera salvado?

Ella está sentada frente al fuego. Ayer era una niña, rápido pasa el tiempo. Lento, muy lento, es el crecimiento.

Va a hacer madre y nada sabe, cuando algo sepa yo ya seré grande y me habré ido. El conocimiento lo obtenemos después para arrepentirnos de lo que hicimos.

Se levanta de la silla con cierto esfuerzo, se aleja del fuego, ha llegado mi padre del trabajo.

Mientras ella prepara la cena, mi padre se higieniza en el baño. Se lava la cara en su propósito de reanimarse del cansancio, se lava las manos para no dejar huellas que le recuerden cuánto ha trabajado.

Ella da pasos cortos por el peso de su panza, no exagera y no disimula su esperanza.

Mi padre se cambia de ropas y entre las idas y venidas del dormitorio al baño, la mira de reojo en sus idas y venidas del comedor a la cocina. Lo sedujo desde el primer día pero ahora la voluminosidad de su vientre lo cohíbe de realizar cualquier acercamiento amoroso. Ella lo ha notado y le causa gracia, él tan animal...de semental ha pasado a un timorato enfermero que ante el primer anuncio de parto, saldrá corriendo.

Mi padre sentado en la cabecera y mi madre que le sirve de la olla humeante. Los primeros bocados los comen en silencio hasta que ella formula la pregunta habitual:

-¿Cómo te ha ido?

Y él contesta como espera ella:

-Bien.

Ese“¿cómo te ha ido?”, no quiere nada negativo que haya alterado la mecánica de lo mismo. Ese“¿cómo te ha ido?”, no destierra la ilusión de la conquista de un beneficio. Una gratificación materializada en una mejor paga.

Ese“bien”, significa trabajo. Si tuvo algún inconveniente no se lo ha de contar. Ella tiene suficiente con su estado y él se aprecia tan inservible al respecto que a lo que atina es a no preocuparla.

Después, es él quien pregunta:

-¿Cómo te sientes?

Y ella, contesta:

-Bien.

Se cuida de no ingresar en detalles porque el “¿cómo te sientes?”encierra un “todavía falta... ¿no?”.

Preguntas que llevan implícita las respuestas que se pretenden. Respuestas que pretenden conformar a quien pregunta.

Se comunican como viven.

Son jóvenes, cuando esté fuera ya los veré grandes, no se olviden que soy el hijo y un hijo no ve jóvenes a sus padres. No sé todavía cómo se conocieron, por lo que he podido escuchar parece que ambos nacieron aquí, en este pueblo, en el que nadie es lo que aparenta y en dónde naceré yo, el único hijo que tendrán.

Al crecer, mi madre me dirá que mi padre era el más apuesto y que se fijó en ella porque era la única que no suspiraba por él. La conocida trampa de la indiferencia y en la que el hombre cae creído de que va a ganar la apuesta y termina perdido en ella. No es porque ella sea mi madre pero fue lo mejor que le pudo pasar a mi padre. ¿Qué mejor que la compañía de una mujer hay para un hombre? Y si no que se los diga Adán que no le importó el Paraíso. En el fondo de su alma a Dios lo amaba pero a Eva a quien quería agradar para toda la vida. Que Dios no la juegue de despechado porque desde creó a uno y a otro, sabía que iba a suceder. El hombre por una mujer es capaz de todo, hasta de conducirse a su propio infierno. Si Dios hubiera sido mujer, Adán no lo hubiera desobedecido. Claro que si Dios hubiera sido mujer habría que ver que si hubiera creado a Eva.

Pensar que la “Pobre” cargó con la cruz de haber inducido a Adán a pecar cuando lo que quiso, como toda mujer, fue animar al hombre a que viviera por las suyas…¡Y como a toda mujer se le pasó por alto que el hombre es tan cobarde!...

-¿Cómo será?- le pregunta mi madre.

-Fuerte y grande- contesta mi padre.

-Que sea sano y bueno- desea mi madre.

Me pregunto si todos los padres son como los míos. Uno a partir de uno, generaliza, suponiendo una igualdad que se sufrirá porque no somos iguales. No pensamos igual, no sentimos igual, no vivimos igual. Nuestras circunstancias lejos están de ser las mismas. Lo que uno haga no vale para todos, eso es injusto. Dios por lo visto, no piensa así, por uno castigó a todos.

Si con ello pretendió dar al hombre una lección, lo que el hombre aprendió fue a vivir con temor.

Si con ello pretendió que el hombre asumiera las consecuencias de sus actos, lo que el hombre aprendió fue a buscar chivos expiatorios.

Ella teje. Él saca cuentas. Ella ansiosa por terminar el abrigo que me protegerá del frío. Él estirando el metal que no se estira para que no me falte techo ni comida.

Mi padre murió convencido de que los animales llevaban la mejor. Un animal en procura de alimento para sus crías sale a cazar, en esa caza se arriesga la vida. El hombre de cazar pasó a trabajar y en el trabajo la vida se le va. Procurado el alimento, el animal ya cumplió. ¿Cuándo el hombre puede decir: ¡cumplí!? Está rodeado de obligaciones, de deberes, de saldos en rojo que le hipotecan el mañana. El animal es puro instinto, no hay acto de su vida objeto de reproche, no tiene la menor idea del bien y del mal. El hombre tampoco pero se le reprocha su instinto animal. Mi padre murió convencido que el hombre era una carencia que disfrazaba con inteligencia su primitividad.

En cambio, mi madre heredó de la suya, a la vida como una prueba, un examen que se debía aprobar. Comprendo el porqué de su mirada colgada en la lejanía, su silencio expectante, sus movimientos en cámara lenta. No vivía el hoy, vivía en pos de la obtención del título, causa de su masoquismo: el cielo. La necesidad de un dolor, de un sufrimiento que le oprimiera el pecho con el que saboreaba el placer de obtener puntos para su graduación.

-Querido, te falta fe. -es de lo que le acusaba mi madre a mi padre.

-La tendré cuando me demuestre que no le importo- se defendía él.

-¿Cómo...qué dices?

-Que tendré fe cuando no le importe, cuando me deje hacer, cuando deje de interferir.

-No te comprendo.-decía ella resignada.

-No me comprendes, mujer, porque tienes tu fe.

Él veía en la fe a la resignación, la condición aceptada y sumisa de ser el blanco de un devenir francotirador.

Ella veía en su fe a la muerte como una coronación.

Los dos están en la cama, los dos con los ojos abiertos pero no se hablan. Como no se dicen no tengo motivo para seguir despierto y de los tres, soy el primero que se duerme.

Amaneció frío. Mi padre toma algo caliente, se prepara para su jornada de labor. Mi madre espera con la bufanda, la campera y la gorra. Él deja la taza sobre la mesa. Primero, la bufanda que se anuda en el cuello. Continúa con la campera a la que cierra en su totalidad y levanta las solapas. Por último, la gorra hasta las orejas. La besa y su mano nerviosa se apoya con cuidado en su vientre. Me gustaría apretársela pero no puedo, darle el calor que yo tengo pero no puedo. Esa mano no tardará en helarse.

Ella queda frente a la ventana, observando su partida. La figura de su hombre se desdibuja en la distancia en tanto que cobra nitidez por su cercanía, la de una paloma blanca más blanca que el alba. Picotea el terreno que pisa y a mi madre la llena de ternura su inofensividad. Se acerca otra que la imita y la blanca la detiene, posicionándose enfrente. La recién llegada se dispone a reanudar sus picoteos y apenas baja su cabeza... ¡la blanca de la paz acomete con violencia de otra especie y se aleja volando!...

Un cuerpo con plumas queda desparramado en la tierra, separado de su cabeza.

Mi madre, temblorosa y acalorada, se retira de la ventana. Su corazón palpita acelerado, ha sido un presagio. Se persigna y ora un sinfín de padres nuestros.

Mi abuela escucha el relato de su hija. También para ella es un presagio pero no se lo confirmará a mi madre. Mi abuela no lo olvidará y lo tendrá presente en cada oportunidad en que esté conmigo. Su silencio contra su pesar se convertirá en mi fiel cómplice.

-Ya no sé qué cocinarle a tu padre. Que la carne está cruda, que el guiso sin salar, que a la sopa le faltaron fideos. ¡Me tiene harta!... De buenas a primeras no lo sé atender cuando en mi vida no hice otra cosa...

-Cuando papá ataca tu cocina es porque algo le preocupa.

-Puede ser. Tú lo conoces. Yo moriré sin lograrlo.

Mi madre más que conocerlo lo ha escuchado y animado. Mi abuela vivió exigiéndole. Demora mi abuelo en contarle las cosas porque siente que lo evalúa y el desdén con que concluye: “No cambiarás...”,es su desaprobación.

Estas visitas, diarias y breves, en los primeros años de matrimonio de mis padres eran un control de mi abuela hacia su hija. Con el tiempo pasó a ser una compañía, con mi abuelo la une la rutina y mi madre es su única salida. Hoy la visita se extiende porque irán juntas al mercado.

Mi abuela la consulta sobre cada producto que ha de comprar. Mi madre sin exteriorizarlo, se pregunta: “¿Por qué...si cocina mejor que yo y la economía básica de una casa fue ella quien me la enseñó?”. Mi madre no toma en cuenta que a la edad de mi abuela se vuelve a llamar la atención para que los demás no se olviden que todavía existimos.

Salen del mercado y mi madre se percata que mi abuela le compró lo que ella no estuvo dispuesta a pagar. Se lo recrimina. Mi abuela le objeta que es un regalo. Mi madre se enoja porque es gastar la plata que no le sobra. No cae en la cuenta que a la edad de mi abuela esas pequeñeces sirven para sentirse útil, engañarse que como madre todavía es necesaria.

En silencio, porque mi madre está enojada, caminan del brazo.

Frente a la ventana de casa, nuevamente, la paloma blanca. Mi madre queda paralizada. Mi abuela, como si nada pasara, la obliga a ponerse en marcha y le habla de cuando la llevaba en la panza.

Mi abuela se ha ido y mi madre con el pretexto de despedirla se ha pegado a la ventana. La paloma no ha vuelto a aparecer. Mi madre sabe que es un presagio pero intenta persuadirse de lo contrario. “No justamente mi hijo no justamente a mí Dios no es malo estoy dispuesta a todo dolor a todo sacrificio pero con un hijo no Dios no puede pedirme lo único que no puedo aceptar ¿qué no hago para arribar a la santidad? no envidio no juro en vano no exijo no idolatro no escupo palabra que hiera no lanzo piedras no busco la paja en el ojo ajeno me aferro a la oración para no caer en la tentación no me olvido del pecado original y no dejo de pedir perdón lo amo por sobre todas las cosas si Eva con lo que hizo tuvo la bendición de un Abel ¿yo voy a tener un Caín? Dios no es un tirano un déspota un afiebrado por la venganza un insensible por el rencor Dios es un justo juez a buena conducta buena retribución...”.

A buena conducta buena retribución, repite mil y un millón de veces. La repetición como un mantra la trae a sosiego. Esa paloma no es más que una paloma, que una paloma blanca.

Si una madre no quiere ver, nadie, ni Dios, tiene el Poder de la Luz.

¿O Dios tiene un Poder tan inhumano que una madre busca el resguardo en la ceguera?

-Terminó el descanso. Continúen.-ordena el capataz.

Mi padre toma el hacha. Sabe que tiene el hacha porque vio cuando la cogía. Sus manos congeladas no sienten el hacha y él no siente a sus manos. Sí siente en cada golpe contra el tronco que sus huesos están a punto de quebrarse pero no deja de hachar. Sus compañeros y su capataz, culminan el día como el mismo comentario:"¡Es de acero!". Ojalá lo fuera. Es un papel absorbente. Absorbe la muerte del árbol. Absorbe la fatiga de los más ancianos que ya no tienen dientes de tanto que los han apretado. Absorbe el ímpetu de los más jóvenes característico en los primeros tramos de un camino que oculta a sus precipicios. Absorbe su descreimiento por los precipicios en los que ha caído. Absorbe aún la severidad de su padre y la sumisión de su madre de no quejarse. Absorbe la formación que no le dieron y que él procuró darse. Absorbe la preñez de su mujer como una llama en la que no quiere quemarse...Hacha sin detenerse para que lo que absorbe no lo alimente.

En cualquier vida humana hay un día distinto, el de mis padres: las fiestas anuales en honor de la Virgen. Él participa en el concurso de los leñadores consistente en hachar la mayor cantidad de troncos, especialmente elegidos por su diámetro, en el término de quince minutos. No ha conocido la derrota. Ese día es el héroe, el hombre más fuerte. No es el reconocimiento popular lo que lo incentiva a participar, es el hacer pública a su animalidad que ese día, ese bendito día, se rebela contra todo lo que absorbe como humano cada uno de los restantes días del año. Cuando retorna con mi madre a la casa no se higieniza ni hay cansancio del que tenga que reanimarse. Hay sosiego, ese que mi madre encuentra en el rezo. No se cambia de ropas, se quita la ropa y contagia a mi madre en su celo por el que luego pedirá perdón a su Dios por haber gozado...

Si no lo han supuesto ya, les informo que fui concebido el día de la Virgen. Fruto de la animalidad reprimida de mi padre y del perdón divino aullado por mi madre por ser reincidente en el pecado de la carne.

¡Cuántas cosas arrastramos de nuestros padres que nos arrastran por el camino!

No los señalo como responsables de mi historia. Sí señalo que mi historia no comenzó conmigo.

CAPÍTULO SEGUNDO

NATIVIDAD

No quería salir del vientre, no quería ser parido. Mi madre no podrá evitarme lo que está escrito. Mi padre no se acercará lo suficiente para darme una mano. Buscaré lo que todos buscan y que nadie encuentra. Huiré de lo que todos huyen y que a todos atrapa. Desearé más de que lo que amaré y amaré menos de lo que querré. Tendré menos de lo que tenía y ambicionaré más de lo que podía tener. Haré lo que pueda y que será lo que no podía hacer. Seré instigador en las noches y testigo ciego en las mañanas. Autor de ajenos hechos y encubridor de los propios. Diré sí cuando sea no y preguntaré cuando deba responder...

Mi nacimiento no dependía de mi voluntad y muchos menos de mis deseos..NACÍ por lo que quedo a la entera disposición de Dios. ¿Seré un juguete de su arbitrariedad?.

La paloma blanca está muerta en la ventana.

Como, miro y escucho. Mi madre consume las horas de sus días en mi atención. Duerme con un ojo abierto que vigila como duermo. Sus pechos son boy scout: ¡siempre listos! para ser succionados. Demacrada y con un cuerpo gastado, hace las cosas de la casa. Calla mi llanto en sus brazos, acaricia mi cabeza con su mirada, canta con el alma para que los ángeles estén a mi lado.

Mi padre no puede disimular sus celos, se la he quitado. Es un espectador del diálogo entre mi madre y yo y al que no lo llamamos. Inconscientemente se siente traicionado y conscientemente, se convence de que es un hombre afortunado. Él que se queja para sus adentros de lo que ha dejado de ser ella, no se mira desde fuera para ver lo que ha dejado de ser él. Sus compañeros se olvidaron de sus historias que los acaparaba en el bar, parada obligada en el retorno a las casas. Toma los recaudos a los que ignoraba para no lastimarse, una lesión lo privaría de días de trabajo y mi pedazo de pan no se arriesga. Dormía como un tronco y su sueño se hizo frágil y liviano. Bajo el pretexto de que tiene que ir en busca de un vaso de agua se acerca a mi cuna. A veces estoy tan quieto que lleva su mano a mi pecho, a veces estoy tan silencioso que aproxima su oído, a veces estoy tan quejoso que se desespera por no ser médico. Todas las veces que está ante mí, no puede dejar de sentir la obligación más que las ganas de vivir.

-Parece que va a tener tu tamaño.

-Sus ojos son los tuyos.

-¿Te parece?

-Hasta en cómo miran son iguales.

Buscan verse reflejados en mí, manifestación de la continuidad de la especie que parece olvidarse cuando el bebé ha crecido y se equivoca tanto o peor que sus progenitores.

-Parece que va a tener tu cobardía.

-Su intolerancia es la tuya.

-¿Te parece?

-Hasta en cómo discriminan son iguales.

Diálogos como estos son inexistentes. Un hijo hereda el molde pero es huérfano de contenido y al buscar la filiación, como hijo es un desagradecido y como hombre, un resentido.

Si Ustedes y yo, si todos, concordamos en que no hay nada más puro que un recién nacido, les pregunto: ¿Quién lo pudre?

Mi madre cuando tenga unos siete años ya me hablará del pecado original. Según ella, la culpa fue de Adán y de ahí en más se trasmitió de generación en generación. Pero... ¿a Adán quien lo pudrió? Me ha de responder que fue el diablo en forma de serpiente. Pero el diablo antes no era diablo, era un ángel. ¿Quién lo pudrió?

Si es verdad que todos los caminos conducen a Roma, de la culpa no se salva Dios.

Desde que me puedo mantener sentado tengo una mejor perspectiva de lo que me rodea. Ella no para, de allá para aquí y de aquí para allá y con algo en las manos. Me pasan los días y a ella también. Al ser grande supongo que ya entiende, será por eso que no se aburre de ir de allá para aquí y de aquí para allá y con algo en las manos dentro de estas cuatro paredes. Cuando tararea me digo que está contenta, el motivo no lo sé, no ha ocurrido nada diferente. Quizás no esté contenta y tarareando se alienta. Quizás recuerda cuando estaba contenta. Quizás lo de contenta sea sólo una idea y ella sólo tararea. Tampoco hay motivo para que esté triste, no ha ocurrido nada diferente. Quizás tararea para que ocurra lo diferente y así estar triste o contenta.

El exterior no ayuda mucho, de afuera viene mi padre o mi abuela y ninguno de los dos la entretienen a ella. Es que los dos no tienen diferencia con ella. Mi padre hacha de aquí para allá y de allá para aquí. Mi abuela rezonga en su casa y en esta casa, trayendo las quejas de allá para aquí y llevándolas de aquí para allá. El panorama no me ilusiona. ¿Yo también ingresaré en la monotonía del allá para aquí y del aquí para allá? Como Ustedes, me digo lo que Ustedes se dijeron: “Mi Vida no será así”.

Mi madre al darme el pecho me permite degustar su adentro. Gusto una ilusión tenue y uno que otro incoloro sueño.

Mi padre al pararse frente a mi cuna me permite oler su interior. Huelo a queso rallado fermentado de sudor y a estiércol apilado de años de un enjaulado león.

-Dormía. No sufrió.

-Si...por lo menos eso.

-Pensar que hachó hasta horas antes.

-Ni siquiera con su pierna de palo llegaba tarde o descansaba más tiempo que el resto de nosotros.

-Podría haber venido algún jefe de la empresa...

-Qué van a venir, mandan una breve carta a la esposa en la que dicen lo bien que trabajaba el muerto que murió sin saberlo.

-Con lo bien que le haría a uno recibir alguna felicitación, ¿no?...

-Con que poco nos conformamos...