En busca de la paz - Osho - E-Book

En busca de la paz E-Book

OSHO

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Beschreibung

Cuando, por un instante, la mente se queda en silencio, podemos sentir un atisbo de paz. Todo se ilumina por un momento y luego vuelve a quedarse absolutamente a oscuras. La mente es la oscuridad; pero si permanece en silencio un instante, se revela la luz del alma que se oculta detrás. ¿Por qué sucede que, a pesar de que hay un profundo anhelo de paz en el mundo, cada día se libran guerras? Y ¿por qué, a pesar de que hay tanta gente que desea la paz en sus vidas, esta parece ser una imposibilidad? Osho nos explica cómo la paz puede convertirse en una realidad si se abandonan las prácticas religiosas rígidas y las ideologías políticas. La clave reside en la transformación, externa e interna, individual y colectiva. Y Osho nos muestra cómo puede alcanzarse a través de la meditación.

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OSHO

En busca de lapaz

Traducción de Esperanza Moriones Alonso

Titulo original: COMMENTARIES ON THE THE SEARCH FOR PEACE, by OSHO

© 1969, 2015 OSHO International Foundation, Switzerland,

www.osho.com/copyrights

All rights reserved.

OSHO® es una marca registrada de Osho International Foundation

www.osho.com/trademarks

Originalmente publicado con el título Trisha Gai Ek Bund en hindi en 1998. El material de este libro proviene de una serie de charlas impartidas por Osho ante una audiencia en vivo. El texto completo del archivo OSHO está disponible para consulta on-line en la OSHO Library en www.osho.com/library

© de la edición en castellano:

2017 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© foto del autor:OSHO International Foundation

© de la traducción del inglés al castellano: Esperanza Moriones Alonso

Revisión: Alicia Conde

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Katrien van Steen

Imagen cubierta: Arzawen

Primera edición en papel: Febrero 2017

Primera edición en digital: Diciembre 2022

ISBN papel: 978-84-9988-559-9

ISBN epub: 978-84-1121-123-9

ISBN kindle: 978-84-1121-124-6

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

Prólogo1. ¿Quién soy?2. Los siete chakras3. La resolución es la clave del despertar4. La paz: la sombra de la verdadSobre el autorOSHO International Meditation ResortMás informaciónAccede a las OSHO Talks con tu smartphone

Prólogo

Un hombre de paz no es un pacifista; es simplemente una balsa de silencio. Transmite al mundo un nuevo tipo de energía, la canción que canta es nueva. Vive de una forma completamente nueva: su forma de vivir está rodeada de gracia, de oración y de compasión. La energía de todas las personas a las que toca se vuelve más amorosa.

Un hombre de paz es una persona creativa. No está en contra de la guerra, porque estar en contra de algo significa estar en guerra. No está en contra de la guerra, pero entiende el porqué de las guerras; y se vuelve pacífico debido a esa comprensión. La guerra solo desaparecerá cuando muchas personas se conviertan en una balsa de paz, de silencio, de comprensión.

En cambio, retirarse no es la forma de alcanzar la paz. La retirada es un escapismo. Con la retirada sentirás algo semejante a la muerte, pero eso no es la paz. La paz está muy viva. La paz está más viva que la guerra, porque la guerra está al servicio de la muerte, y la paz está al servicio de la vida. La paz es algo vivo, con energía, joven y danzante.

Osho

El sendero zen, vol. 2

1.¿Quién soy?

¿Qué es la humanidad? ¿Qué es el hombre? Es una sed, una llamada, un anhelo.

La vida misma es una llamada; la vida es un anhelo; la vida es una aspiración.

Pero puedes aspirar al infierno o puedes aspirar al cielo; puedes sentir la llamada de la oscuridad o la llamada de la luz; puedes sentir el anhelo por lo falso o el anhelo por la verdad.

Aunque no lo sepas, si buscas la oscuridad seguirás estando inquieto. Si eliges lo falso, seguirás estando intranquilo. Es imposible estar en paz si eliges mal. La paz es la sombra que nace del anhelo de lo correcto. La paz surge cuando el anhelo es correcto.

La semilla está deseando florecer. Se siente dichosa cuando lo hace, y si no lo hace, se sentirá angustiada y triste. El río quiere convertirse en un océano. Si consigue alcanzarlo y fundirse con el infinito, vivirá en paz. Pero si no lo consigue y tiene que abrirse paso por el desierto, estará inquieto, preocupado, y sufrirá.

Un sabio elevó su plegaria: «Oh, Dios, llévame de la oscuridad a la luz; de la inconsciencia a la conciencia; de la falsedad a la verdad». Y esta ha sido la verdadera esperanza y el ruego de toda la humanidad. Si en el viaje de la vida comprobamos que cada vez estamos más tranquilos, sabremos que estamos yendo hacia el centro más profundo de la vida. Pero si cada vez estamos más nerviosos, querrá decir que estamos yendo en la dirección equivocada, en sentido contrario.

La alteración y la paz no son un fin en sí mismos. Solo son una señal, una indicación. Una mente tranquila nos indica que estamos yendo a favor del sentido de la vida. Una mente preocupada indica que el camino que hemos tomado no es el que hay que tomar; no es el camino que nos lleva a nuestro destino; no estamos yendo hacia donde deberíamos ir.

La inquietud o la paz nos indican si nuestra vida está yendo en la dirección correcta o no. La paz no es la meta. Las personas que convierten la paz en su meta nunca estarán en paz. Y tampoco puedes eliminar la inquietud directamente. Si alguien intenta detener la agitación, estará más agitado. La inquietud es una señal de que la vida ha tomado una dirección que no es la que se pretendía; la paz nos indica que estamos dirigiéndonos al templo, que es el objetivo final de la vida.

Una persona tiene una temperatura muy alta, tiene fiebre, su cuerpo está ardiendo. El calor del cuerpo no es la enfermedad; solo nos indica que el cuerpo está enfermo. La temperatura normal nos indica que el cuerpo no tiene ninguna enfermedad. El aumento de la temperatura no es una enfermedad, solo nos está revelando que hay una enfermedad. Y del mismo modo, una temperatura normal tampoco es salud; solo es una señal de que el estado interno está sano. No te liberarás de la enfermedad bajando la temperatura de tu cuerpo febril, e incluso podrías morir.

No, nunca hay que intentar bajar la fiebre. La fiebre es un aliado, te está informando de que hay una enfermedad en tu interior, te está dando señales de la infección. Si no subiese la temperatura del cuerpo, el cuerpo estaría enfermo, pero la persona no lo sabría y tampoco sabría que podría morirse.

El nerviosismo es la fiebre —la enfermedad, la temperatura— que padece la vida cuando no va en la dirección correcta. Estar tranquilo es la señal de que la fiebre se ha ido y de que ahora la vida va en la dirección correcta. Es esencial que entendáis esta verdad fundamental. De ese modo, estará completamente claro nuestro viaje en busca de la paz de los próximos cuatro días.

No anheles la paz ni intentes eliminar el nerviosismo. Compréndelo y transforma tu vida. Transformar la vida te abre inmediatamente la puerta a la paz. Es como cuando alguien sale a dar una vuelta por el jardín. Cuando se acerca al jardín, empieza a sentir a su alrededor la brisa fresca, las flores le envuelven con su aroma, el canto de los pájaros llega a sus oídos. Está seguro de estar cerca del jardín porque oye a los pájaros y siente la brisa fresca y el aroma de las flores.

La paz es una señal de que estás acercándote a la realidad última; ese es el aroma que desprenden las flores que crecen en su jardín. El nerviosismo es una señal de estar dándole la espalda a la realidad última. Por eso lo que tú consideras esencialmente como el motivo de su alteración, en realidad, no lo es en absoluto. Alguien puede pensar que está alterado porque no es rico, pero se equivoca. Aunque seas rico seguirás estando alterado. Podrías pensar que estás inquieto por no tener una casa grande; pero cuando la tengas, seguirás estando inquieto, y tu inquietud incluso podría aumentar. Cuando no tenías una casa ni posesiones, al menos te podías consolar diciendo: «Estoy inquieto porque no tengo una casa y no tengo dinero». Pero cuando tienes la casa y el dinero, la inquietud persiste y en tu vida hay todavía más inquietud.

Por eso no se puede comparar el nerviosismo de un pobre con el de un rico. Un pobre no es capaz de entender la desgracia de un rico. Mientras que no seas rico no podrás entender que un rico no puede consolarse como un pobre, diciendo: «No vivo en paz porque soy pobre». Por lo menos tiene un motivo justificado para no vivir en paz: «Cuando deje de ser pobre, podré vivir en paz».

Sin embargo, hasta el momento nadie ha alcanzado la paz librándose de la pobreza. La pobreza se va, sin embargo, la paz no llega, y aumenta el nerviosismo, porque sabes, por primera vez, que la riqueza no guarda relación alguna con la desaparición del nerviosismo. Y la esperanza que tenías de vivir en paz cuando fueras rico se esfuma.

Por eso, cuanto más próspera sea una sociedad, mayor será su descontento. En la actualidad no hay una sociedad tan infeliz como la estadounidense. En toda la historia de la humanidad no ha habido una sociedad ni un país que poseyera tanta riqueza como Estados Unidos. Es muy raro que sigan siendo infelices teniendo tanta riqueza. Se puede entender que la gente no viva en paz en nuestro país, porque no tienen nada. Sin embargo, vivir en paz o vivir alterado no tiene nada que ver con tener o no tener.

El ser humano se compone de cuerpo, mente y alma. El cuerpo tiene unas necesidades, y si no se satisfacen, sufre. Estas necesidades —alimento, ropa, cobijo— hacen que la vida se convierta en un viaje tormentoso cuando no se satisfacen. El cuerpo no dejará de decirte: «Tengo hambre, estoy desnudo, no tengo medicinas, tengo sed; no tengo agua ni comida». El cuerpo siempre se queja de algo, y esta sensación de creer que te falta algo llenará tu vida de sufrimiento. Ten en cuenta que la vida está llena de dolor y no de nerviosismo.

Es posible sentir dolor sin estar nervioso, y también es posible no sentir dolor y estar nervioso. De hecho, esto es lo que suele ocurrir. Cuando alguien sufre, ni siquiera se da cuenta de su infelicidad. Está tan absorto en el dolor que no puede darse el lujo de pensar en la infelicidad ni tiene la ocasión de hacerlo. Cuando desaparezca el dolor se dará cuenta, por primera vez, que lo que realmente había era infelicidad. El pobre sufre. El rico es infeliz.

El cuerpo está dolorido, pero en cuanto satisfaces las necesidades del cuerpo desaparece el dolor. A pesar de esto, no se experimenta alegría en el plano corporal. Es importante que lo entiendas: el cuerpo puede contener el dolor, pero la alegría nunca está en el cuerpo. Evidentemente, cuando el dolor desaparece deja de haber dolor, y esto lo confundimos con alegría.

Si te clavas una espina en el pie, sientes dolor, pero no sientes alegría porque no tengas una espina. No le cuentas a todo el vecindario que eres feliz porque hoy no tienes una espina en el pie; no le cuentas que eres feliz porque hoy no te duele la cabeza. Cuando te duele la cabeza, sientes dolor; pero cuando no te duele, no sientes felicidad. Es muy útil saber que en el plano corporal la alegría no existe; solo existe el dolor o la ausencia de dolor. La gente confunde la ausencia de dolor con alegría. El cuerpo puede sentir dolor o ausencia de dolor, pero no puede proporcionarte alegría. Este es el motivo por el que las personas que están en el plano corporal no pueden experimentar alegría. Solo conocen el dolor o la ausencia de dolor. Cuando tienen hambre, sienten dolor; y cuando han quedado saciados, el dolor desaparece. Estas son las limitaciones del cuerpo.

Más allá del cuerpo, tenemos la mente que está dentro del cuerpo. La características de la mente son completamente opuestas. La mente también tiene sus necesidades, sus requerimientos, su hambre y su sed. La literatura, el arte, la filosofía, la música, etc., forman parte de los deseos de la mente, satisfacen el hambre y la sed de la mente. Son el alimento de la mente. Pero nadie sufre por no haber leído la poesía de Kalidas o por no haber oído tocar el sitar a un gran maestro. Si fuera así, el ser humano probablemente se moriría de dolor, porque en el mundo de la mente hay muchísimas cosas de las que no sabemos nada.

En el mundo de la mente no te duele lo que no conoces o no has experimentado, pero si lo conoces, te proporciona felicidad. Si tienes la oportunidad de ir a un concierto de sitar, te sentirás feliz; pero no asistir a ese concierto no te provocará dolor. No sientes dolor por no leer poesía, no oírla recitar o no entenderla. Pero si la oyes, te produce alegría.

La alegría es algo que está en el plano mental. Si has experimentado alegría pero luego no la encuentras, sentirás una falta de alegría. La gente, en cambio, confunde la falta de alegría con el dolor mental. En el plano corporal no hay alegría, sino ausencia de dolor. En el plano mental solo hay alegría o falta de alegría, pero no hay dolor.

La mente tiene otra característica: la alegría en el plano mental es pasajera, no es permanente. El placer que encuentra la mente en un momento determinado no se vuelve a repetir. Si hoy oyes a una persona tocar la veena*, y mañana vuelves a oírla, no experimentarás la misma alegría que has experimentado hoy. Y al día siguiente, menos. Si tuvieras que hacerlo durante diez días, lo que antes te producía alegría se convertirá en una tortura. Y si te obligan a hacerlo durante tres o cuatro meses, te darás cabezazos contra la pared o saldrás corriendo para no seguir oyéndolo.

El plano mental está buscando nuevos placeres constantemente. El cuerpo, a su vez, no busca nuevos placeres, sino antiguos. Si le haces experimentar cosas nuevas al cuerpo todos los días, te encontrarás con un problema. El cuerpo está acostumbrado a dormir a las diez de la noche, y siempre quiere dormir a esa hora. Si todos los días comes a las once de la mañana, el cuerpo solo querrá comer a esa hora. Al cuerpo le gusta la repetición, no le gusta cambiar de rutina. Si todos los días sometes a tu cuerpo a cambios, sufrirá.

La sociedad actual ha perjudicado notablemente al cuerpo. Esta sociedad quiere que el cuerpo se comporte como si fuera nuevo cada día, pero el pobre cuerpo se aferra a lo antiguo. Por eso, aparentemente están mucho más sanas las personas que viven en un pueblo que las que viven en la ciudad. El cuerpo de un urbanita tiene que adaptarse todos los días a las nuevas exigencias, necesidades y reglas. Esto es un inconveniente para él porque no tiene la capacidad de renovarse cada día. Quiere conservar lo viejo.

La mente quiere cosas nuevas cada día; no se contenta con lo viejo. Cuando algo empieza a estar viejo, se rebela y dice que ya no lo quiere. Cada día quiere una casa nueva, un coche nuevo, un marido nuevo. Por eso, en las sociedades que al desarrollarse le han dado paulatinamente más prioridad a la mente, ha aumentado el divorcio. En una sociedad que se ha establecido en torno a la mente, no puede haber estabilidad. Los países orientales más antiguos basan su vida en el cuerpo; los países occidentales modernos han empezado a vivir basándose en la mente, que quiere cosas nuevas todos los días.

He oído que en Estados Unidos hay una actriz que se ha casado treinta y dos veces. Esto supera a nuestra imaginación. Las mujeres de nuestro país le ruegan a los dioses para volver a tener el mismo marido en su próxima vida. La oración de una mujer estadounidense —si rezase— diría: «Por favor, asegúrate de que no me vuelva a tocar el mismo hombre». Como no tenemos ninguna garantía de volver a nacer, la mujer, que es muy lista, quiere cambiar de marido en esta vida.

Esta actriz de la que acabo de hablar —la que se ha casado treinta y dos veces—, a los quince días de celebrar su trigésimo primer matrimonio, se dio cuenta de que ya se había casado en otra ocasión con el mismo hombre. Había cambiado de marido tan rápido y tantas veces seguidas que tardó quince días en darse cuenta de que era la segunda vez que se casaba con ese hombre. En nuestro país, las mujeres agarran a sus maridos y les preguntan: «¿Te acuerdas?» incluso cuando ya han pasado cinco o diez vidas. Y lo recordarán durante muchas vidas.

La mente quiere algo nuevo cada día. Por eso se aburre de las cosas viejas y está ansiosa. Cuando te encuentras a una persona a la que quieres mucho y la abrazas, al principio te sentirás muy feliz. Pero si esa persona es demasiado cariñosa y no te quiere soltar, al cabo de unos minutos empezarás a sentirte muy incómodo. La alegría inicial desaparecerá. Y si esa persona está completamente loca —como les suele ocurrir a los amantes— y te atrapa media hora en un abrazo, tendrás ganas de estrangularle o estrangularte. ¿Qué ha pasado? Cuando vino a abrazarte, te dio mucha alegría, ¿y ahora qué ha pasado? ¿Por qué estás incómodo? La mente se ha aburrido. El cuerpo no se aburre, pero la mente sí.

Si te dijese que el aburrimiento no les afecta al resto de los animales, sino solo al hombre, te sorprenderías. Nunca verás a un búfalo aburrido. Tampoco verás a un cuervo o a un perro triste, aburrido o harto. No, nadie se aburre excepto el ser humano. No se aburren porque viven en el plano corporal y en ese plano no existe el aburrimiento, solo existe en la mente. Y cuanto más se desarrolla la mente, mayor es el aburrimiento. Esto explica por qué los países orientales no están tan aburridos como los occidentales. A medida que aumenta el aburrimiento, hay que buscar nuevos estímulos que rompan la monotonía del día a día.

También es sorprendente que el ser humano sea el único animal que se aburre y el único que se ríe. En el mundo animal solo se ríe el ser humano. Si fueras por un camino y vieras a un burro riéndose, te quedarías tan extrañado que no podrías dormir esa noche, porque no esperas que un animal se ría. Cuando una persona no se aburre, tampoco se ríe. La risa es una forma de desplazar el aburrimiento. Por eso estás deseando encontrarte con un amigo cuando estás aburrido, para reírte y sacudirte el aburrimiento.

El ser humano necesita entretenerse de muchas formas porque a lo largo del día se aburre tanto que necesita estar entretenido constantemente. Al final, también se acaba aburriendo del entretenimiento y busca nuevas formas de entretenerse. Y cuando el aburrimiento se extiende por los cuatro costados, se impone la necesidad de una guerra. La guerra destruye la monotonía.

Puede ser que vieras cómo se le iluminó el rostro a la gente cuando se declaró la guerra entre la India y China o entre la India y Pakistán. Les brillaban los ojos. Todos parecían haber rejuvenecido y estaban rebosantes de vida. ¿Por qué? Porque la vida es tan aburrida que cualquier actividad o interferencia es bienvenida. Cuando hay una revuelta, la vida se vuelve más activa, brilla más y tienes algo nuevo para ver. De lo contrario, ya está todo visto, siempre ocurren las mismas cosas, y se vuelven a repetir, y la mente se aburre y siente una inquietud.

Pero esto solo te pasa a ti. Los animales no se aburren ni se ríen; y tampoco te olvides de que el único que se suicida es el ser humano. Su vida le aburre tan profundamente que quiere acabar con ella. El hecho mismo de hacerlo le aporta alguna novedad. Acabar con su vida le proporciona un nuevo estímulo, una nueva sensación.

En Suecia iban a juzgar a un hombre por apuñalar a un desconocido que estaba sentado en la playa. En el juicio le preguntaron:

—¿Había discutido con él?

—No, no ha habido ninguna discusión —respondió—. No le había visto nunca. Ni siquiera le vi la cara porque lo apuñalé por detrás, por la espalda.

—Qué raro —dijo el juez—. Entonces, ¿por qué lo ha hecho?

—Porque estaba muy aburrido —contestó—, y quería que ocurriera algo en mi vida. Nunca había matado a nadie, así que decidí experimentar lo que se sentía. No quiero alegar nada en mi defensa. Si deciden ahorcarme, me alegraré, porque no tengo nada en mi vida por lo que merezca seguir viviendo. La única novedad es la muerte.

En Occidente están aumentando los casos de asesinatos y de suicidios, y también de crímenes. El motivo no es que Occidente se esté criminalizando, sino que la vida en Occidente se ha vuelto tan insípida y tan aburrida que la única forma de matar el aburrimiento es recurrir al crimen.

Me acabo de enterar de un nuevo juego que está de moda en Estados Unidos. Es un juego muy peligroso..., cuando una sociedad está aburrida inventa este tipo de juegos. El juego consiste en que dos coches se colocan cada uno en un extremo de una calzada y se acercan el uno al otro a toda velocidad. El primero que se aparte para evitar un accidente cuando se aproximan a toda velocidad pierde; y el que no se aparte gana.

Si dos conductores se aproximan el uno al otro a 120 kilómetros por hora, están poniendo en riesgo sus vidas. ¿Quién se saldrá antes del camino? El que lo haga pierde. La sociedad ha llegado al límite del aburrimiento. Al parecer, si no se arriesga la vida ya no hay diversión.

El alcohol o la adicción al juego, que conllevan grandes riesgos, surgen cuando una sociedad empieza a aburrirse. Si en una sociedad hay muchos juegos de azar, podemos asegurar que hay mucho aburrimiento. Parece que no ocurriera nada nuevo en tu vida si no corres grandes riesgos y no te enfrentas a algún peligro.

En el mundo de la mente, las cosas envejecen en un día; la felicidad de la mente solo se experimenta durante un instante. En cuanto pasa ese instante, la felicidad se convierte en dolor. En el plano del cuerpo hay dolor, pero no hay felicidad, sino ausencia de dolor. En el plano mental hay felicidad, pero solo es momentánea; se esfuma y desaparece en un instante. Por eso, si deseamos algo con locura y estamos dispuestos a jugárnoslo todo, y lo conseguimos, de repente nos sentimos tristes.

Quieres comprarte una casa preciosa, lo haces, y te das cuenta de que eso era todo. Todo el entusiasmo, las vueltas, la excitación y la felicidad que sentías cuando estabas buscando la casa desaparecen nada más que te la compras. En cuanto la tengas, sentirás una decepción porque la felicidad que te aporta solo es momentánea. Al cabo de un instante todo te parece viejo y vuelve a estar como antes.

La felicidad está en el plano mental, pero es momentánea. Una persona que vive entre el cuerpo y la mente siempre está agitada. Si alguien no ha tenido nunca un atisbo de la dicha permanente, ¿cómo puede sentir paz? En el plano corporal no es posible tener un atisbo de la dicha permanente, y en el mental tampoco.

Por eso, en cierto sentido, las personas que viven en el plano corporal siempre parecen estar en paz, porque están pacíficamente muertas. Hay dos tipos de paz: una paz que está viva y otra paz que es mortal, está muerta. Vete al cementerio y lo verás. Ahí también hay paz, pero es la paz del sepulcro. Hay paz porque ahí nadie puede estar inquieto.

El Buda había acampado con sus monjes a las afueras de un pueblo llamado Amravan. Le acompañaban unos diez mil monjes. El rey fue informado por sus amigos de la llegada de Buda, e insistieron en que fuera a conocerlo, de modo que el monarca se dispuso a hacerlo.

Estaba atardeciendo y empezaba a oscurecer. Ya estaban cerca del lugar donde estaba el Buda con sus monjes cuando, de repente, el rey desenvainó la espada y les dijo a sus amigos:

—Creo que me estáis engañando. Estamos muy cerca de un sitio en el que supuestamente debería haber diez mil personas, pero no se oye ningún ruido. Está todo muy tranquilo. ¿Me estáis tendiendo una trampa?

Los amigos le dijeron:

—No conoces al Buda y a sus seguidores. Hasta ahora solo has conocido la paz del cementerio; pero ahora conocerás la paz de los vivos. En estos jardines hay diez mil personas. Ven, por favor, no desconfíes de nosotros.

A cada paso que daba en la oscuridad, el rey estaba más asustado... ¿Estarían tendiéndole una trampa? Pero sus amigos insistían:

—Ven, por favor, no te preocupes; realmente hay diez mil personas. Aunque hay tanto silencio que es como si no hubiera nadie.

Cuando llegó se postró a los pies del Buda y exclamó:

—Estoy maravillado, ¡diez mil personas! Debajo de estos árboles hay diez mil personas, pero el silencio es tan apabullante que es como si no hubiera nadie.

A lo que el Buda respondió:

—Al parecer solo conoces la paz de la tumba, pero la paz de los vivos también existe.

Las personas que viven en el plano corporal, en cierto modo, están en paz. Los animales están en paz, no están inquietos. Algunas personas que viven simplemente en el plano corporal también pueden estar en paz. Comen, se visten, duermen, vuelven a comer, se visten y duermen. Pero este tipo de complacencia no es la paz, sino una falta de conciencia. No eres consciente. Es como si estuvieses muerto por dentro; tu estado es como el de un muerto.

Una vez le dijeron a Sócrates:

—Estás tan inquieto, Sócrates, que habría sido mejor que fueras un cerdo. ¿De qué te sirve ser Sócrates? Los cerdos pasean a las afueras del pueblo y están completamente en paz. Se tumban en las cloacas y comen lo que encuentran; viven felices y tranquilos.

Y Sócrates replicó:

—Prefiero ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho. Obviamente, el cerdo está