Entre la obligación y el deseo - Juego perverso - Tormenta en el alma - Christina Hollis - E-Book

Entre la obligación y el deseo - Juego perverso - Tormenta en el alma E-Book

Christina Hollis

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Beschreibung

Entre la obligación y el deseo Iba a tener que debatirse entre sus obligaciones públicas y sus deseos privados... Para el príncipe y conocido playboy Lysander Kahani, las diversiones se habían acabado. Tenía que gobernar un país, además de cuidar de su sobrino huérfano. Para ello, decidió contratar una niñera. Nada más ver a Alyssa Dene, su lado más travieso volvió a aparecer. Prevenida por su reputación, Alyssa intentó mantener las distancias, pero acabó cayendo en sus redes. Juego perverso Decidió que sería la mujer fatal que él creía que era… Muy pocas personas se atrevían a desafiar al magnate griego Zak Constantinides. Era el dueño de un imperio hotelero y le gustaba tenerlo todo bajo control. Cuando vio que la diseñadora de interiores de su hotel de Londres iba detrás del dinero de su hermano, decidió tomar cartas en el asunto y trasladarla inmediatamente a Nueva York. Emma tal vez tuviera más de un vergonzoso secreto, pero no estaba interesada en el hermano de Zak ni en su dinero. Decidida a bajarle los humos a su arrogante y despótico jefe, aceptó el trabajo que le ofrecía en Nueva York … Tormenta en el alma Sabía que la pasión de Zander moriría cuando descubriera su secreto Zander Devereux deseó a Caris desde que entró en el despacho del bufete de abogados donde ella trabajaba. Arrogante, poderoso y nada acostumbrado a las negativas, el carácter rebelde de Caris le pareció todo un reto. Y a él le encantaban los retos. Porque sabía que, al final, la recompensa sería más dulce. Pero en mitad de su tempestuosa relación, ella se marchó.

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Seitenzahl: 557

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

Editado por Harlequin Ibérica. Una división de HarperCollins Ibérica, S.A. Avenida de Burgos, 8B - Planta 18 28036 Madrid www.harlequiniberica.com

© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A. N.º 496 - abril 2025

© 2011 Christina Hollis Entre la obligación y el deseo Título original: Weight of the Crown

© 2012 Sharon Kendrick Juego perverso Título original: Playing the Greek’s Game

© 2012 Lee Wilkinson Tormenta en el alma Título original: Running From the Storm Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd. Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A. Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia. Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa. ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países. Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-1074-517-9

Índice

Créditos

Entre la obligación y el deseo

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Juego perverso

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Tormenta en el alma

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

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Prólogo

LYSANDER estaba volando. Abajo, las brillantes luces de la ciudad parecían un collar de diamantes envuelto en el terciopelo de la noche. Sus labios sonrieron con malicia. Había llegado a lo más alto y volvía para ser recibido como un héroe. Nada podía detenerlo ya, por muy cansado que estuviera. Llevaba el cuello del uniforme abierto, las mangas subidas y necesitaba un afeitado. Se pasó una mano por el pelo alborotado, en un intento por evitar que el cansancio ensombreciera sus ojos. Para él, dormir esa noche suponía una pérdida de tiempo. Tenía muchas cosas que hacer y todas tenían que ver con una persona a la que hacía que no veía seis días, cuatro horas y dieciocho minutos.

Alyssa…

Su nombre daba vueltas en su cabeza como cantos rodados mientras atravesaba la durmiente campiña inglesa. Varias veces se llevó la mano al bolsillo del pecho como si quisiera sacarse algo. Todas las veces se quedó pensativo. El recuerdo era suficiente. Aquella fotografía no podía seguir afectándole.

El interfono sonó.

–Ya podéis aterrizar, Alteza –le informó una voz.

–Está bien.

Lysander sonrió. Por primera vez en su vida se sentía cómodo con el título. Estaba volando en mitad de la noche para reclamar lo que era suyo. Había nacido para eso. Lo había conseguido todo y se había sentido bien.

Pero la sensación no había durado mucho.

Se le pusieron blancos los nudillos al apretar los mandos de su jet privado, anticipándose a los problemas.

Era un error dar algo por sentado en relación a Alyssa. No había conseguido todo lo que deseaba, al menos no todavía. Ese pensamiento lo incomodó. Miró la hora en su reloj de oro. Era muy importante controlar el tiempo en aquel próximo paso. Se mordió el labio inferior. El motivo de todas sus noches de desvelo estaría en el dormitorio de Ra’id en aquel momento. Su habitual rutina nocturna estaría a punto de terminar. Todo sería previsible y las cosas estarían en calma hasta que él apareciera.

En cuestión de segundos, la tranquilidad de aquella mujer se tornaría en un caos.

Lysander se rio. La adrenalina se disparó por todo su cuerpo, preparándolo. La cálida bienvenida que había soñado desde niño estaba a punto de llegar, aunque no estaba garantizada. Todavía tenía cosas que hacer. Alyssa Dene no era suya aún. Lysander era un triunfador en su país, pero en aquel momento tenía otra preocupación en la cabeza. Tenía que enfrentarse a Alyssa por lo que había hecho.

Lysander frunció los labios mientras valoraba el problema. Aquella iba a ser su batalla más dura. En sus treinta y dos años había visto dos tragedias, pero no iba a haber una tercera. De eso estaba seguro. De momento, las cosas estaban saliendo conforme a lo que había planeado. Pero ¿durante cuánto tiempo más?

Volvió a dirigir la mano hacia el bolsillo. Sacudió la cabeza y volvió a tomar los mandos del avión. Regresaba triunfante, seguro en su puesto de líder del país. No quería estropear eso. Así que la foto se quedó guardada en su bolsillo. Sabía perfectamente el aspecto que la señorita Alyssa Dene tendría en aquel momento, moviéndose entre las cálidas habitaciones que había hecho suyas. Así era como quería recordarla hasta el final, fuera el que fuera.

Frunció las cejas. Por primera vez en su vida, había una pequeña probabilidad de que las cosas no salieran a su manera, pero Lysander estaba decidido. Los recuerdos de lo que había hecho en el pasado y de cómo ella había reaccionado, lo habían torturado durante demasiado tiempo. Volvía para ofrecerle una oportunidad única en la vida.

Sintió que sus rasgos reaccionaban a sus sentimientos y se contuvo. Le ocurría lo mismo cada vez que recordaba las duras palabras que le había dicho la noche en que se había marchado para asegurar el trono de Rosara: «No tengo nada que demostrar. Tú eres el que se juega el futuro».

Lysander apretó las mandíbulas hasta que le dolieron. Sacó la maldita fotografía del bolsillo del pecho y la colocó frente a él. Al dejarla ante el panel, sus emociones amenazaron con abrumarlo. Sus mejores propósitos se habían desvanecido. Cada vez que miraba aquella foto, el tiempo se detenía.

De repente, volvía a ser verano en su corazón. Su cabeza se llenó de imágenes de la mujer con cuya sola presencia se excitaba. Había tenido que elegir entre su país y ella. Ella le había dado la espalda y nunca olvidaría la razón de por qué lo había hecho. A los ojos de los demás, Lysander era un hombre afortunado. Eso había sido verdad hasta hacía poco. Se había ganado el corazón de su gente, pero la única batalla que verdaderamente le importaba todavía no había comenzado. Exhaló tratando de no mirar la fotografía que tenía ante él. No podía mirarla a los ojos.

Alyssa… Saboreaba su nombre a la vez que la visión de aquel cuerpo tentador. La suavidad de su sedoso pelo rubio era un sueño lejano que aquella foto le hacía recordar.

Aquel traje de baño verde se suponía que era discreto, pero el brillo resaltaba sus generosos pechos a la vez que marcaba su fina cintura y sus redondeadas caderas.

Lysander respiró hondo. Sus manos podían reconocer aquel cuerpo en una noche oscura, pero la expresión que tenía en aquella foto, le helaba la sangre.

«Se la ve tan manipuladora como cuando me dio la espalda la última vez», pensó con el brillo de un halcón en los ojos.

En los últimos días había tenido muy poco tiempo para pensar, pero cada segundo libre, no había dejado de recordarla. Ahora había tomado una decisión e iba a cumplirla.

Lysander intentó concentrarse en el cuadro de mandos que tenía ante él y no en la mujer que le había mandado al infierno la última vez que se habían visto. Le resultaba imposible quitársela de la cabeza. Tomó con fuerza los mandos. Había pasado demasiado tiempo lejos, librando batallas públicas y negociaciones privadas. Ahora solo quedaba una cosa por hacer. Una mujer provocadora había entrado en su vida privada y esa noche iba a enfrentarse a ella.

De nuevo, se pasó la mano por el pelo y trató de colocarse bien el uniforme. Luego, volvió a fijar la vista en el cuadro de mandos. A punto estuvo de volver a sonreír. Al fin. Con un ligero movimiento de sus manos aterrizó el avión. Iba a buscar a la mujer que podía cambiar su vida para siempre.

Capítulo 1

Un mes antes

Se suponía que esto iba a ser divertido», se recordó Alyssa.

Debería haber sido ideal. Todo lo que adoraba estaba allí en un solo sitio, en un entorno bonito y solitario, y tenía tiempo para pensar. El único inconveniente era el clima. Seguían cayendo gotas de los árboles, pero el cielo se estaba despejando. Así era el verano en Inglaterra. El tiempo inestable era parte de la «diversión».

Sonrió. Era la segunda vez que maldecía en los últimos treinta segundos y eso no le hacía sentirse mejor. Si al menos pudiera dejar de recordar… Se estremeció.

Rehacer su vida no iba a ser fácil. Se había tomado aquellas vacaciones para darse tiempo y planear su futuro. Allí en el bosque tenía la oportunidad de pensar, pero lo único que hacía era dar vueltas a lo que había pasado en vez de idear cómo salir adelante.

Se abrazó las rodillas, intentando disfrutar de la sensación de comodidad en su tienda de campaña. Era inútil. Aquello no estaba funcionando. Con el murmullo del agua de un manantial cercano, cerró los ojos e intentó despejarse la mente. Aquel lugar era perfecto. Estaba a kilómetros de la ruta principal, en un valle oculto que hacía años que no conocía la mano del hombre. Solo había vida salvaje, flores y paz… hasta que su teléfono sonó.

–Hola, soy yo.

Alyssa se esforzó por esbozar una sonrisa. Karen, la directora de la agencia, era una buena amiga, aunque eso no siempre era algo bueno.

–Por favor, Karen, no te lo tomes a mal, pero te agradecería que me dieras un respiro. No necesito que insistas con mi trabajo. Se supone que tengo que alejarme del cuidado de niños por un tiempo.

–¿Quién ha dicho que esto sea una oferta de trabajo? –preguntó su jefa–. Tan solo llamo para asegurarme de que estás bien. Dios mío, ¿pensabas que te había llamado para ofrecerte una oportunidad de trabajo que se ha presentado esta mañana? Créeme, te alegrarás de no estar disponible cuando te lo cuente. Quieren a la mejor, y la necesitan, pero es una trampa.

Alyssa se irguió.

–Suena a problemas.

–No, no es que el niño en cuestión esté en apuros…

Alyssa sintió que se le helaba la sangre.

–Bueno, ¿cómo te sientes, Alyssa? ¿Estás mejor? ¿Qué estabas haciendo ahora mismo? –continuó Karen, sin detenerse a tomar aire.

–Eso no importa. Estoy más interesada en ese nuevo trabajo. Algo no va bien, puedo adivinarlo en tu voz.

–¡Tonterías! El nuevo regente de Rosara quiere lo mejor para su sobrino, eso es todo.

–¿Eso es todo?

Los titulares de los periódicos habían sido horribles durante los últimos días. Era terrible que un niño se hubiera quedado huérfano en un accidente de coche durante unas vacaciones familiares. Cuando el glamuroso príncipe Lysander Kahani había sido nombrado su tutor, la historia había llamado la atención de Alyssa.

–La gente del príncipe ha preguntado directamente por ti, Alyssa. Alguien te ha recomendado porque quieren a la mejor.

–Van a necesitarla, con ese casanova poniendo patas arriba la vida de ese niño –murmuró Alyssa recordando las historias amorosas del príncipe.

–Voy a decirles que no estás disponible –continuó Karen–. Probablemente sea lo mejor.

A Alyssa no le gustó cómo había sonado lo que la directora de la agencia le acababa de decir.

–¿Qué quiere decir eso?

–No digas tonterías, Alyssa, ¿de veras te gustaría trabajar en ese ambiente? Todo el mundo sabe que eres la mejor cuidando niños, pero, seamos realistas, ¿encajarías en el modo de vida del príncipe Lysander? Tiene muy mala reputación. Sé que no aceptarías este trabajo ni en un millón de años.

Alyssa se dio cuenta de que estaba poniéndola a prueba y eso no le gustó, pero no podía negar que era trabajo. Quizá aquellas vacaciones le estuvieran viniendo bien después de todo. Lo único que había decidido en los últimos días era que su vida tenía que cambiar. ¿Podía ser ese un nuevo comienzo?

Aquel niño necesitaba tener una buena influencia en su vida. Ni en sus peores momentos, Alyssa había sido capaz de ignorar a un niño necesitado. Además, tenía que admitir que sentía curiosidad. ¿Cómo sería el palacio? ¿Cómo se le daría ayudar al niño?

«Después de todo, si digo que no estoy disponible, quizá acaben contratando a la primera descerebrada que encuentren, alguien interesado en ocuparse del pobre niño solo para intimar con el príncipe Lysander».

Aquel pensamiento fue decisivo.

–¿Les has dicho ya que no, Karen?

Era difícil mostrarse indiferente cuando su corazón latía acelerado. El mostrarse reservada había destrozado su vida. Convencida de que lo único que importaba era el sufrimiento del niño, decidió aceptar el empleo. Se aseguraría de que el pequeño Ra’id Kahani estuviera seguro y bien cuidado, y después se preocuparía de sus sentimientos.

–No, todavía no. Quería intentar encontrar a alguien antes de decirles que no hay nadie tan buena como tú.

–Entonces, no lo hagas –dijo Alyssa antes de que pudiera arrepentirse–. No hace falta que los llames. Acepto el trabajo, Karen.

Se hizo un silencio al otro lado de la línea y al poco, su jefa se rio.

–¿Qué pasa con el irresistible príncipe Lysander? Al parecer, ninguna mujer está a salvo de sus encantos.

–Después de lo que me ha pasado en los últimos meses, soy completamente inmune a los hombres. No me digas que se te ha olvidado uno de los motivos que me han llevado a tomarme estas vacaciones.

–Claro…

–Sí, él.

Jerry. Alyssa todavía no era capaz de decir su nombre en voz alta. Cada vez que recordaba lo que esa rata le había hecho, se ponía enferma. Ese trabajo en Rosara sería una buena manera de olvidar sus malos recuerdos. Le proporcionaría el nuevo comienzo que tanto ansiaba.

–¿Así que crees que podrás vértelas con un atractivo playboy?

Por su voz, era evidente que Karen estaba sonriendo.

–Lo único que me interesa es su pobre sobrino –dijo Alyssa–. ¿Cuándo puedo empezar?

–Les diré que estás de camino –dijo Karen y volvió a reírse.

Alyssa contuvo los nervios hasta llegar a la caseta de seguridad, a la entrada de Combe House. Había trabajado para muchos millonarios y no le resultaba extraño cruzarse con guardaespaldas dentro de las casas. Pero nunca lo había hecho a la entrada.

«Es algo a lo que tendré que acostumbrarme», pensó mientras conducía por el camino interminable que llevaba a la mansión de los Kahani.

Cada vez que empezaba a trabajar con una nueva familia se ponía nerviosa y aquel entorno no la ayudó a sentirse mejor. A ambos lados se extendía un bosque, mientras la maleza invadía el asfalto.

«Probablemente les gusta la noche y están demasiado ocupados con sus fiestas como para preocuparse por el aspecto de este lugar».

Mientras seguía avanzando, una enorme mansión apareció ante ella. Era la casa más bonita que había visto jamás, y el lugar era precioso a pesar de lo descuidado que se hallaba.

«Este lugar parece sacado del cuento de La bella durmiente».

Un puñado de hombres trajeados estaba charlando ante la puerta principal de la casa. Al bajar la ventanilla para preguntarles dónde podía aparcar, tuvo la primera muestra de lo que iba a ser trabajar para Lysander Kahani. Un hombre tomó las llaves de su coche para evitarle la molestia de aparcar, mientras otro la acompañaba al interior de la casa, hasta una sala de espera tan grande como un salón de baile. La mayor parte del mobiliario estaba oculto bajo sábanas polvorientas. Las cornisas estaban siendo restauradas y resultaban preciosas. Alyssa esperaba que el personal de Combe House tardara en encontrar a alguien que la atendiera. Quería tener la oportunidad de echar un vistazo a solas a la habitación.

No la tuvo. Un gran bullicio se oía por la casa en su dirección. Era un montón de gente hablando entre ellos, acompañados del sonido de sus móviles.

El circo Kahani acababa de llegar.

Alyssa comprobó su aspecto en un espejo cercano. Pero no tenía de qué preocuparse. Una tropa de empleados elegantemente vestida irrumpió en la habitación en la que estaba esperando, pero no dio muestras de reparar en ella. Solo estaban interesados en el hombre alto que iba al frente de ellos. Tenía el aspecto de un ángel justiciero, mientras los demás reclamaban su atención como un puñado de cuervos. El sentido común le decía que aquel debía de ser Lysander Kahani, pero apenas lo reconocía. Aquel hombre no se parecía al príncipe seductor que aparecía en las revistas y periódicos. Parecía enfadado. Tenía el pelo revuelto y llevaba un traje gris claro en lugar del esmoquin con el que solía aparecer en las fotos. No llevaba corbata y tenía el primer botón de la camisa blanca desabrochado. Advirtió un peligroso brillo en sus ojos al mirarla. A pesar de todo aquel ruido y gente, se sintió sola y vulnerable.

«Creía que la familia real estaba de vacaciones, pero por la expresión de su cara no lo parece», pensó.

Mientras él desviaba la mirada para atender otro mensaje electrónico, Alyssa aprovechó para estudiar a su nuevo jefe. Lysander Kahani era un hombre imponente de casi dos metros. Su altura era impresionante e intimidatoria. Lo miró desde sus zapatos artesanales hasta su barbilla ensombrecida y de nuevo había abajo. Le resultó agradable, así que volvió a hacerlo. Mientras intentaba mostrarse fría e inaccesible, vio que la ira abandonaba el rostro del príncipe.

Al encontrarse sus miradas, él se dirigió hacia su séquito de seguidores. Alyssa no hablaba su idioma, pero sus palabras tenían un tono interrogante que era fácil de entender. Debía de querer saber quién era y por qué estaba allí. Sus empleados enmudecieron y se giraron para mirarla como si fuera otro mueble más de aquella casa de locos. Alyssa trató de pensar en las borrosas fotografías del pobre niño, el príncipe Ra’id, quien había perdido a sus padres. Unió sus manos ante ella a modo de defensa y respiró hondo.

–Soy Alyssa Dene. Estoy aquí por expresa petición del príncipe Lysander de Rosara para ser la niñera de su sobrino.

Habló más alto y con más altanería de lo que le habría gustado. Antes de poder disculparse, algo cambió en la expresión de Lysander Kahani. Sus facciones se suavizaron y en su rostro apareció una mueca de diversión. Alyssa dejó de pensar con claridad. Al ver su sonrisa, todas las preguntas que tenía preparadas para su nuevo jefe desaparecieron. Era evidente que era consciente del efecto que le estaba provocando. Aquello era para él más diversión que trabajo.

Con unas cuantas palabras se deshizo de sus consejeros. Lysander dejó el puñado de papeles que tenía en la mano sobre la mesa más cercana y los acompañó hasta la puerta, cerrándola tras ellos. Al ver cómo se apoyaba en ella, Alyssa volvió a la realidad. Estaba completamente a solas con un hombre importante. Por si eso no fuera suficiente, resultaba más atractivo al natural que en fotos.

Trató de decir algo, pero no fue capaz de articular palabra. Lysander Kahani parecía estar deleitándose con la situación.

–¡Así está mejor! –dijo con un bonito acento inglés–. Ahora puedo pensar con tranquilidad y dedicarle toda mi atención. Déjeme que le diga que este trabajo está provocando un caos en mi vida.

Alyssa tragó saliva al ver que se acercaba a ella. Su sonrisa traviesa la hizo estremecerse. Era una sensación increíble, pero no podía deleitarse en ella. Un hombre sin la mitad del encanto de Lysander le había destrozado la vida unos meses atrás y todavía seguía intentando recuperarse. Su sentido común le decía que estaba en una situación peligrosa y que tenía que resistirse, pero Lysander la estaba mirando como si fuera la única mujer del mundo. La expresión de sus ojos marrones le hacía difícil no darse por vencida y dejarse llevar por la agradable sensación de sentirse admirada.

–Príncipe Lysander, ¿no preferís ocuparos de esos papeles primero? –preguntó Alyssa mirando el caos de la mesa.

De repente, deseó haber tenido más tiempo para preparar aquel encuentro.

–No –contestó él colocándose entre ella y la mesa.

Las pequeñas arrugas de su traje y el modo en que sus largos y fuertes dedos se agarraron a la mesa llamaron su atención.

–Son solo problemas. Olvídelo. Prefiero hablar con usted, Alyssa.

El modo en que pronunció su nombre la hizo estremecerse. Ya estaba nerviosa por empezar a trabajar para un hombre famoso, y sus técnicas de seducción hicieron que sintiera mariposas en el estómago. Lo último que quería era que aquel guapo desconocido aca- bara aprovechándose de ella antes de estar a salvo en el ala infantil de Combe House. Tenía que demostrarle inmediatamente que había ido allí a trabajar.

–Podría ser importante, Alteza.

–Le gustaría pensar que es así, ¿verdad? Si fuera sobre cosas importantes de la vida podría producirme algún entusiasmo, pero no son más que antecedentes penales, problemas de salud y seguridad y la valoración de los riesgos de un niño al que ni conozco. Pero ¿por qué estamos hablando de eso cuando podíamos estar hablando de usted?

Su indiferencia ante algo que a ella le tocaba el corazón fue suficiente para hacerla reaccionar.

–Porque soy la nueva niñera de vuestro sobrino y ahora mismo esos papeles son lo más importante en su vida.

«Estúpido egocéntrico», pensó.

El príncipe Lysander Kahani dejó de sonreír y Alyssa sintió cierta satisfacción. Pero enseguida se desvaneció aquella sensación al ver que sus ojos oscuros seguían recorriéndola como si la acariciaran.

–Parece una mujer que sabe lo que hace y tiene autoridad. Adiós a todas mis ideas de una bruja terrorífica y hola a la bonita visión que es la señorita Alyssa Dene.

Con un gesto extravagante y ridículo, tomó su mano. Luego se la llevó a los labios y rozó sus dedos con un beso largo y lento.

–Por favor, no hagáis eso, Alteza –dijo Alyssa, soltándose, pero incapaz de evitar que sus labios dibujaran una sonrisa.

La miró burlón, fingiendo una mirada de pena.

–No estropee este momento de esperanza, Alyssa. Es mi único rayo de sol, la primera mujer por debajo del rango de ministro con la que me veo a solas en más de tres semanas. ¡Míreme! –exclamó, agitando los brazos al aire–. Antes tenía una vida. Ahora soy un león enjaulado, haciendo cosas en beneficio de los demás.

Alyssa se quedó paralizada. Parecía atrapada por sus encantos. Al percatarse de que seguía mirándolo, sacudió la cabeza como si despertara de un sueño. Enfadada por el efecto que provocaba en ella, soltó un suspiro antes de hablar.

–¿Castigado con una fortuna y obligado a vivir en un sitio como este? Vaya, debe de ser un infierno para vos, Alteza.

En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, Alyssa supo que debía haber mantenido la boca cerrada. La expresión de los ojos de Lysander se endureció.

«¿Por qué demonios he dicho eso? Aunque sea un arrogante, sigue siendo miembro de la realeza. ¿Qué pasará con el pobre niño si me despiden antes incluso de conocerlo?».

–En el último mes he perdido a mi hermano, a mi cuñada y mi libertad.

La voz de Lysander Kahani sonó tan fría como el estremecimiento que Alyssa sintió en todo el cuerpo.

Lo único que podía hacer era disculparse.

–Lo sé y lo siento, Alteza, pero me debo al pequeño Ra’id y…

–Me doy cuenta por el modo en que no me ha dejado terminar lo que estaba diciendo. Iba a decir que recoger todas las piezas que mi hermano dejó es un trabajo a tiempo completo. No debería dejarme tiempo para compadecerme de mí mismo –dijo, y esbozó una extraña sonrisa.

A Alyssa no le gustó el modo en que la había interrumpido, pero al menos había entendido por qué había saltado.

–Al menos cuando me haga cargo de vuestro sobrino, os quitaré un peso de los hombros.

Había estado observando su cuerpo de arriba abajo con cuidado, pero sus palabras lo hicieron detenerse. Volvió a fijar la atención en su rostro.

–Lo dice como si realmente le importara, señorita Alyssa Dene.

–Así es. Estoy aquí para asegurarme de que vuestro sobrino esté bien cuidado y se le críe con atención.

–Y para poner un poco de luz en mi vida –dijo él ampliando su sonrisa–. Podemos empezar por olvidarnos de las formalidades. Ya que vamos a trabajar codo con codo, llámame Lysander.

Alyssa se quedó pensativa. Era una petición bastante normal por parte de los jefes que había tenido, pero viniendo de alguien como Lysander Kahani, podía resultar demasiado informal. Hacía desaparecer una barrera entre ellos y eso no era una buena idea. Sabía que era muy importante mantenerse apartada de aquel hombre para que su juicio no se viera afectado. Lo único que le importaba en aquel momento era ir a conocer al pequeño príncipe Ra’id. Si no era capaz de confiar en ella, ¿cómo iba a confiar en un mujeriego como Lysander? Tener al pobre niño en mente era lo que le impedía poner una excusa y escapar de Combe House. Para bien o para mal, aquel hombre era su nuevo jefe. Tenía que establecer una relación laboral con él y eso requeriría dar y recibir.

–Está bien… Lysander. Puedes confiar en mí para cuidar al pobre príncipe Ra’id como si fuera mi hijo.

–Habla una mujer que todavía no lo conoce –dijo él arqueando las cejas.

–Estoy aquí para cuidar a tu sobrino, Lysander, no para ocuparme de tus sentimientos. Siento la tragedia de tu familia y que por ello te hayas visto obligado a convertirte en el príncipe regente, pero tenemos que trabajar juntos para hacerlo lo mejor posible por el bien del pequeño Ra’id –afirmó con decisión, deseando poder ser tan tajante en cuanto a resistirse a los encantos de Lysander.

Él frunció el ceño.

Alyssa se dio cuenta de que un hombre no le habría dicho algo así al príncipe Lysander Kahani. Solo una mujer podía atreverse. Se permitió sonreír. El interés de Lysander por su cuerpo estaba resultando tener ventajas, además de peligros.

–Entonces, espero poder mantener a tu sobrino firme.

Lysander estaba empezando a tener dudas sobre ella. Podía adivinarlo en su cara.

–Te deseo suerte –murmuró–. A pesar de que Ra’id es mi sobrino, apenas lo he visto unas cuantas veces a lo largo de los años. Lo que me han contado las niñeras que ha tenido es bastante malo. Hace falta una mujer valiente que le sepa negar las cosas –dijo y al ver que ella no decía nada, continuó–. Bueno, si tienes la seguridad de poder cumplir un objetivo tan complicado, lo menos que puedo hacer es animarte. ¿Qué puedo hacer para ayudarte en tu ardua tarea y ganar tu gratitud?

Ella levantó las cejas y contestó a su pregunta con otra.

–¿Cómo te llevas con Ra’id?

–¿Quién, yo? No me llevo. Mi familia ha usado durante años esta casa de Inglaterra como refugio, así que solíamos coincidir en vacaciones, pero eso no quiere decir que me haya relacionado con el niño.

«Debería haberlo adivinado», pensó Alyssa.

–¿Así que te parece bien dejarlo en manos de extraños?

La expresión del príncipe se tornó seria.

–Por supuesto, siempre que tengan una preparación y unas referencias como las tuyas. ¿Qué otra cosa esperas que haga? No sé nada de niños.

–¡Lysander! –exclamó ella, y dio un paso atrás para enfatizar que no aprobaba su falta de interés.

Sorprendido por su reacción, él se acercó al interfono.

–Ra’id ha sido bien atendido por el personal de servicio desde que la última niñera se fue. Al menos, eso creo. Bueno, podrás juzgarlo por ti misma cuando avise a alguien para que te acompañe a las habitaciones infantiles.

Alyssa tenía otra idea.

–Prefiero que me lleves tú, Lysander. Después de todo, me has preguntado cómo podías ayudarme –dijo, y esa vez mostró una sonrisa victoriosa.

Capítulo 2

ERAN palabras tentadoras, pero el lenguaje corporal de Alyssa desmentía su sonrisa provocadora, poniendo en alerta a Lysander. Sabía que ella estaba intentando una vez más usar su reputación contra él. Aun así, la acompañó hasta la zona infantil con la sonrisa confiada del hombre que siempre conseguía lo que quería. Las mujeres solían caer en sus brazos en cuestión de segundos y Alyssa era la primera en mucho tiempo que le suponía un reto. Su cuerpo y sus largas y torneadas piernas convertían aquella nueva experiencia en algo muy agradable. Estaba seguro de que en breve recurriría a él en busca de apoyo y por un premio como ese, estaba dispuesto a ser paciente. El pequeño Ra’id había conseguido desesperar a unas cuantas niñeras en las últimas semanas. La señorita Alyssa Dene era diferente, de eso no había duda, pero Lysander estaba seguro de que solo tenía que esperar un poco más para que cayera en su regazo.

Mientras caminaban, la miró varias veces de soslayo y le gustó lo que vio. Para ser mujer era alta. Le llegaba por el hombro. Sus curvas femeninas tenían la proporción perfecta y su belleza de ojos azules se complementaba con una bonita melena rubia. Sabía exactamente lo suave que sería aquel cabello cuando se lo soltara de aquella trenza, algo que esperaba hacer pronto.

Fueron directamente al comedor infantil. Estaba lleno de gente y todos hablaban a la vez. Lysander presentó a Alyssa y luego se apartó. Todos se quedaron en silencio. El personal, al igual que él, permaneció a la expectativa para ver cómo se enfrentaba al pequeño Ra’id, de cinco años. El niño estaba sentado a la cabecera de la mesa, frunciendo el ceño como un viejo. Cuando Lysander vio la cantidad de comida que había sobre la mesa, también frunció el ceño. Nada parecía apetecible, especialmente las sardinas con salsa de chocolate. Estaba deseando ver cómo se hacía Alyssa con la situación. Luego se inclinó para disfrutar de la sensación de susurrarle al oído.

–Conoce al pobre huérfano que vas a rescatar de su malvado y despreocupado tío.

Esperaba que se disculpara por su actitud altiva, pero Alyssa no lo hizo.

–Parece que se ha recuperado bastante bien de la tragedia para tener a todo el personal entretenido.

–Eso es porque estaba tan unido a sus padres como yo al mío –dijo Lysander.

Alyssa le dirigió una extraña mirada, antes de sonreír al pequeño dictador.

–Buenas tardes, príncipe Ra’id. Parece que la comida tradicional de Rosara no cuenta con vuestra aprobación, así que nos desharemos de ella y de toda esta gente.

–¡Pero todavía no ha comido nada! –dijo una voz entre el séquito–. Y no es comida tradicional. Le hemos traído todo lo que ha pedido, pero nada parece agradarle.

–Es una lástima –dijo Alyssa–. Pero hace rato que la hora de la comida debería haber terminado.

–¡Tengo hambre! –exclamó Ra’id.

El puñado de sirvientes contuvo la respiración. Lysander continuó observando a Alyssa, que empezó a recoger los platos. Después de un intercambio de miradas, el resto del personal empezó a ayudarla. En pocos minutos, la mesa estuvo recogida y la habitación vacía, a excepción de Lysander, Alyssa y el niño.

–¡Tengo hambre! –repitió Ra’id, esa vez más impaciente.

–No, no tenéis. Si tuvierais hambre, habríais comido lo primero que os sirvieron. No deberíais tratar así al servicio, príncipe Ra’id. Dedican mucho tiempo a satisfacer vuestras peticiones, así que lo menos que podríais haber hecho es probar algo. Como os ha dicho vuestro tío Lysander, ahora yo estoy al cargo. Desde hoy, comeréis a las horas establecidas. Lo que se sirva será lo que comeréis y no habrá alternativa –dijo y miró su reloj antes de mirar a Lysander–. ¿Se toma el té en Combe House?

–Por ti, Alyssa, todo es posible –afirmó sonriendo.

–Entonces, ¿puedes pedir que le sirvan una tostada con huevo a Su Alteza dentro de media hora en tu comedor?

–No me gustan los huevos.

–Pues es lo que vas a tomar con el té –dijo Alyssa con una determinación que Lysander deseó poder ver más a menudo.

Ra’id no parecía impresionado.

–No y puedo hacer lo que quiera porque voy a ser rey.

Lysander había consolado a muchas niñeras y sabía que aquella era la frase asesina. Siempre había funcionado. Miró a Alyssa sonriendo, deseando seguir viendo más.

Alyssa se arrodilló junto a Ra’id con una sonrisa y se cruzó de brazos sobre la diminuta mesa de estilo georgiano. Su cara quedó muy cerca de la del niño.

–Todavía no. Escúchame, jovencito. Tu tío Lysander va a hacerse cargo de ti y de todo lo que te concierna durante los próximos cuatro mil días, así que lo que él diga es lo que cuenta. Eso es mucho tiempo, así que acostúmbrate. Y dice que tienes que comerte la comida que el servicio muy amablemente te prepara. Si no lo haces, tendrás que quedarte con hambre. ¿De acuerdo?

Boquiabierto e incapaz de hablar, el niño volvió la mirada hacia su tío Lysander, en busca de apoyo.

–Así es, ¿verdad, Lysander? –repitió Alyssa, más enérgica esa vez.

Lysander sabía que quería que la apoyara, pero se tomó su tiempo. Estaba ocupado con sus pensamientos, disfrutando de la excitación que le provocaba ver a aquella mujer tan guapa y decidida en acción. La sensación era mucho más agradable que hablar con ella de rutinas infantiles. La señorita Alyssa Dene tenía un aplomo que nunca antes había visto. Sabía que no iba a entregarse y someterse a él como muchas mujeres que habían pasado por su vida. Iba a tener que vencer su resistencia. Eso convertiría el momento en el que cayera bajo su encanto en todo un triunfo. Esbozó lentamente una seductora sonrisa. Quizá su atracción por él fuera tan profunda que le costara reconocerla. Le daría tiempo.

–Así es –dijo–. De ahora en adelante, Ra’id, harás todo lo que Alyssa te diga, ¿de acuerdo?

Su respuesta le agradó a Alyssa, pero siguió enumerándole las reglas a Ra’id durante un rato más. Mientras hablaba, Lysander se perdió en sueños lascivos con sábanas de seda, aceites de masaje y las curvas de la señorita Alyssa Dene. Al oírla carraspear para llamar su atención, se dio cuenta de que debía estar escuchándola.

–Así que Lysander, Ra’id y yo nos veremos en el comedor dentro de media hora.

–Claro –dijo Lysander, preguntándose si era consciente de en dónde se estaba metiendo.

Volvió a deleitarse mirando su cuerpo. La tentadora realidad de lo que prometía era incluso mejor que su fantasía.

–La señorita Alyssa Dene es la mejor niñera del mundo, Ra’id –le dijo a su sobrino–. Y estoy deseando descubrir qué otros talentos tiene.

Lysander sonrió, ladeando la cabeza de la manera en que siempre conseguía ablandar a las mujeres. Se quedó observándola. Su mirada azul transmitía la misma seguridad que la actitud de él.

–Es una pena que sonreír no sea uno de ellos –continuó.

–El cuidado de los niños no es un asunto para tomarse a la ligera, Lysander –dijo dirigiéndole una dura mirada.

Las últimas semanas habían puesto a prueba su paciencia y se sentía al límite.

–Entonces, es una pena. Necesitas tener sentido del humor si vas a trabajar aquí.

Al instante se arrepintió de decir eso. Dar rienda suelta a su amargura no era la manera de ganarse a una mujer rebelde. Se acercó a ella y suavizó su comentario, dándole unas palmaditas en la espalda.

–Al menos para soportar mi carácter. Así que si no te importa concederme unos momentos de tu tiempo para que podamos hablar, niñera…

Su mano rozó sus costillas, al deslizarse para tomarla del codo.

–¡Me llamo Alyssa!

Se apartó de él tan bruscamente que Ra’id se sobre- cogió asustado. Alyssa se agachó para calmar al niño. Cualquier comentario que Lysander pensara hacerle, no salió de sus labios al observarla tranquilizar a su sobrino. Además, se le había ahuecado un poco la camisa al inclinarse. Lysander pudo ver fugazmente su sujetador de encaje y la pálida piel de sus pechos. La visión era tan deliciosa que podía perdonarle cualquier cosa.

Aquello le hizo desear ver todo el resto.

Alyssa tuvo que emplear una mezcla de psicología e improvisación para que el té fuera un éxito. Las buenas comidas de los últimos meses habían hecho que su uniforme azul marino le quedara ajustado. Aquello hizo maravillas en Lysander. Tenía toda su atención, aunque dirigida hacia su escote. Para conseguir sacarlo de su ensimismamiento, optó por decirle que sus buenos modales y su forma de comportarse pronto serían imitados por su sobrino. Ra’id resultó tener un gran apetito y estaba tan asombrado de que alguien le hubiera hecho frente que fue fácil de manejar. La comida fue el perfecto soborno. Lo único que Alyssa tenía que hacer era asegurarse de que llevara una dieta sana y, manteniendo a Lysander a su lado, tendría todo el respaldo que necesitaba.

Horas más tarde, al salir del dormitorio de Ra’id esa noche, seguía sonriendo. Cerró la puerta con cuidado para no hacer ruido y despertar al pequeño. Aquellas primeras horas en su nuevo trabajo le habían proporcionado lo que no había conseguido en sus vacaciones: distraerse del pasado y pensar en el futuro. Al parecer, necesitaba un nuevo desafío y lo había encontrado. Aquel niño daba mucho trabajo, pero eso era porque nadie se había preocupado de enseñarle a comportarse debidamente. Hasta ese momento. Era rápido, inteligente y en el fondo era un pequeño muy simpático. Tenía unas horas por delante para descansar y darle las gracias a su estrella de la suerte por haberse dejado llevar por su instinto en vez de por sus emociones. Había aceptado aquel empleo para evitar que lo tomara alguien sin escrúpulos, dispuesto a aprovecharse de las perspectivas que aquel puesto ofrecía. Ahora que iba a cuidar del niño, todo saldría bien. El único inconveniente era su inesperada reacción hacia Lysander, pero con el pasado de ella y el presente de él nunca sería tan estúpida como para rendirse, por muy tentadora que fuera su sonrisa.

Al entrar en la sala de la suite, se sobresaltó al ver que el protagonista de sus pensamientos se había acomodado en uno de los sofás de la zona infantil, con sus largas piernas estiradas bajo una mesa. Una bandeja con dos tazas y una humeante cafetera esperaba ante él. La luz era suave, dando a la habitación un ambiente cálido.

–Gracias, Lysander –dijo Alyssa con voz fría y profesional, desesperada por disimular lo mucho que la incomodaba su presencia.

Prefería hablar con niños que con adultos, pero le resultaba sencillo hacerlo con Lysander. Trató de concentrarse en ordenar la habitación, en un intento por controlar sus nervios.

–Cuando me dijiste que no solías hacer nada con Ra’id, pensé que te referías a que no tenías ningún interés en él. Ha sido una buena idea que te quedaras con nosotros para tomar el té. Cambiar constantemente de entorno puede producirle inseguridad y eso hace que se comporte como lo hace. Si come acompañado contigo y con otros adultos en vez de solo, aprenderá mo- dales. ¿Hay posibilidad de que pueda convertirse en un hábito tomar el té cada tarde?

–Será un placer, siempre y cuando prometas estar tú también –dijo Lysander.

La suave iluminación de la habitación les daba a sus aristocráticos rasgos un halo misterioso, pero no había ningún malentendido en la expresión de sus ojos. Mientras habían tomado el té, Alyssa había estado pendiente de Ra’id, pero eso no le había impedido sentir la calidez del interés de Lysander. En aquel momento, a solas con él, sentía la fuerza de la atracción. Para evitar encontrarse con su mirada, no dejó de moverse por la habitación, recogiendo juguetes y ahuecando cojines.

–Has logrado deshacerte de tu regimiento de sirvientes –dijo sin mirarlo.

–Sí, les dije que se fueran.

«Recuerda, los hombres como él se ganan tu confianza y luego te abandonan cuando más vulnerable estás. Así es como funcionan las cosas», se dijo Alyssa.

Cuando la habitación estuvo recogida, no se le ocurrió nada más para evitar sus ojos que servir el café. Tratando de que no se le notara lo nerviosa que estaba, se acercó desde el otro lado de la mesa. Al tomar el asa de la cafetera, Lysander cerró la mano sobre la de ella y se la quitó.

–Está bien, yo serviré el café. Tú siéntate y relájate, Alyssa. Ha sido un día muy duro para ti. Y para mí también. Me has dado mucho en lo que pensar.

Hasta ese momento, Alyssa había tenido cuidado de no apartar los ojos de la bandeja, pero al oír sus palabras, levantó la cabeza y lo miró interrogante. La estaba observando interesado.

«No hay duda de que es una frase hecha, pero no hay nada de qué preocuparse mientras lo tenga en mente», se dijo.

–¿Qué quieres decir?

–La manera en que has conseguido que el comportamiento de Ra’id mejorase desde el principio, poniéndole límites. Me ha impresionado. Yo mismo he puesto algunas reglas al personal para organizar mejor mi vida. Mi despreocupada y privilegiada vida, como seguramente ibas a señalar –dijo, sonriendo de una manera calculada para derretir el corazón más duro.

–Odiaría que esa gente estuviera siguiéndome todo el día.

–Yo también. Pero así trabajaba mi hermano y tener al personal a mi alrededor desde el primer día, no me ha dado tiempo para idear un sistema mejor. Pienso mejor cuando estoy a solas. Hoy, cuando los eché durante un rato, pude despejar la mente y eso me dio la oportunidad de organizarme una rutina –dijo levantando una taza hacia ella–. ¿Quieres leche y azúcar?

–Solo leche, por favor.

De repente se sentía tímida ante él.

–Yo preferiría un capuchino.

–¡Yo también!

Ambos se sorprendieron ante su rápida respuesta y sonrieron.

–Un día de estos, vamos a tener que darnos un capricho –dijo Lysander–. Mi hermano pensaba que el café espumoso era indecoroso y no tenía cabida entre los altos cargos.

Su sonrisa se ampliaba por segundos y Alyssa era incapaz de resistirse a su poder por más tiempo. También sintió que los músculos de su cara se relajaban.

–¿Ideas como esa no te detienen?

–Nada me detiene –dijo él con voz cálida.

Alyssa no lo dudaba. Se acomodó en su asiento, tratando de dejar claro que no pretendía seguir por ahí la conversación.

–Este café es muy bueno. Puede que tu hermano tuviera razón. He oído que era muy estricto. Cuando se puede tomar un café como este, ¿por qué arriesgar forzando los límites? –dijo, dejando claro que no solo se refería al café.

Lysander no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácilmente.

–Akil no empezó a dar órdenes hasta que no fue desafortunado en el amor. Respecto a las mujeres, decidió que podían ser vistas, pero no oídas. Incluso tampoco vistas –dijo y volvió a sonreír–. Tengo la sensación de que te gustará considerar esta ala infantil como tu propio espacio. Sospecho que le habrías gustado.

–Lo único en lo que estoy interesada es en que su hijo se críe bien –dijo orgullosa y dio un sorbo a su café–. Sé que todavía es pronto, pero creo que me va a gustar esto. Ya me gusta tanto trabajar con Ra’id que estaré encantada de integrarme donde quieras, Lysander.

Nada más pronunciar aquellas palabras, Alyssa se puso roja. Era un error decir aquello a un hombre tan peligrosamente tentador como aquel.

–Eso es lo que me gusta oír –dijo y se rio.

–Tan solo recuerda que no estoy aquí para tu beneficio.

Lysander se quedó tan sorprendido por su comentario que Alyssa tuvo tiempo de ordenar sus pensamientos antes de continuar.

–Me preocupan los niños y que estén bien cuidados. Por lo que tengo entendido, Ra’id ha cambiado muchas veces de cuidadores a lo largo de su vida, así que tengo intención de permanecer en este trabajo todo el tiempo que se me necesite. No voy a dejar que nada afecte a la manera en que voy a cuidar de Ra’id. Por eso quiero dejar una cosa clara desde el principio: tiene que haber reglas entre nosotros además de las tuyas.

Lysander la miró de soslayo. Los latidos del corazón de Alyssa se aceleraron, pero trató de ignorarlos.

–Lo digo en serio.

–Es una lástima, pero supongo que debería habérmelo imaginado –dijo él y suspiró antes de dar un largo sorbo a su café–. He visto por mí mismo lo en serio que te tomas tu trabajo. ¿Eso también significa que crees que el sexo tampoco es un asunto para tomárselo a risa?

Alyssa tragó saliva. Sabía que tenía que esquivar su pregunta. Cada vez que miraba a Lysander, se daba cuenta de un detalle nuevo, como los suaves rizos de su pelo oscuro o los músculos que se adivinaban bajo su camisa blanca.

–Lo único que importa es lo que pienso de mi trabajo –dijo decidida a ignorar su sonrisa–. Se me ha contratado para cuidar a Ra’id. Tú ya tienes suficiente trabajo ocupándote de tu país, Lysander. Ambos queremos lo mismo.

Se sintió avergonzada por lo cierto que era aquello y supo que se estaba ruborizando de nuevo. Al menos, la luz era tenue y ayudaba a disimular su rubor, además de sus sentimientos.

–Y es lo mejor para Ra’id. Eso quiere decir que tú y yo tenemos que funcionar como un equipo, y me refiero a trabajar –añadió, enfatizando la última palabra.

–No tengo ninguna duda de que lo haremos –dijo Lysander, haciendo que Alyssa se preguntara qué entendía él por trabajo–. Por eso voy a observar tus métodos con atención. Mis obligaciones como regente de Rosara son muy diferentes a todo lo que he hecho en la vida hasta ahora. Todavía faltan años para que Ra’id se convierta en rey y yo soy su único pariente vivo. A pesar de los esfuerzos de mi hermano por casarme, sigo soltero. Eso supone que la sucesión de nuestro país está en una situación precaria. Tengo que asegurarme de que nada le pase a Ra’id mientras gobierno Rosara y mi intención es tener éxito en las dos cosas.

Alyssa se dio cuenta de que estaba muy serio y supo que lo había subestimado.

–Eso es todo un desafío.

–Lo sé, pero se me dan bien.

Había estado tan ocupada pensando en cómo un playboy iba a sacar adelante aquellas dos ocupaciones, que no se había dado cuenta de que se había acercado a ella. Al poner la mano sobre su brazo, Alyssa se sobresaltó.

–Por eso necesito tu ayuda, Alyssa.

Ella apartó el brazo.

–Si hay algo que pueda hacer para ayudar a Ra’id, lo haré. Pero eso es todo, Lysander.

–Por supuesto. Ya has dejado clara tu postura, así que te confiaré la mía: prefiero compañeras de placer.

A pesar del evidente enfado de Alyssa, aquello no parecía una disculpa.

–Supongo que con eso quieres decir con esmero y dedicación –dijo Alyssa.

La sonrisa volvió al rostro de Lysander.

–Nunca he tenido ninguna queja.

–Hasta que me has conocido. Estoy fuera de tu alcance. Mientras no te olvides de eso, Lysander, puedes mantener la estadística de tu éxito con las mujeres, que estoy segura de que es un cien por cien perfecta.

–No te preocupes. Un pequeño contratiempo de vez en cuando no me molesta. Un rechazo entre miles de triunfos apenas afectaría al porcentaje total –comentó con una sonrisa despreocupada.

–Claro que si no lo intentas, te aseguras de que nunca fracasas…

Alyssa nunca había conocido a un hombre con tanto encanto natural. Aquellos ojos brillantes y su traviesa sonrisa lo hacían casi imposible de resistir, pero entonces recordó algo. La única debilidad de Lysander sería siempre el punto fuerte de ella.

–Y si me obligas a darte un puñetazo y ponerte un ojo morado, Lysander, otras mujeres se lo pensarán dos veces antes de tener algo contigo.

Él dejó de sonreír y entornó los ojos, a la vez que fruncía los labios, pensativo.

–Me recupero con facilidad, pero comprendo lo que dices.

Alyssa no quería correr riesgos.

–Hablo en serio.

Él dio otro largo y lento sorbo a su café, sin dejar de mirarla.

–Lo sé.

–Estoy aquí para trabajar, así que no tengo tiempo para distracciones. No soportaría no hacer lo mejor para tu pequeño príncipe. Una vez le fallé a un niño… –se detuvo, sin querer continuar la historia–. Desde aquel momento, mi trabajo se convirtió en lo más importante de mi vida. ¿Entiendes?

Lysander se echó hacia atrás y estiró un brazo por encima del respaldo del sofá. Sus ojos eran inescrutables.

–Ah, sí, recuerdo que alguien llamó mi atención sobre eso cuando estaban comprobando tus referencias. Fue una tragedia que ese pequeño muriera porque na- die te hiciera caso cuando les dijiste lo enfermo que estaba. Eso fue imperdonable.

El corazón de Alyssa empezó a latir con fuerza y no solo por la manera en que la estaba mirando. Había sido muy duro hablar con Jerry sobre la tragedia del pequeño Georgie, pero contárselo a un desconocido le resultaba imposible.

–Sí, lo fue. Por eso prefiero que cambiemos de tema –dijo bruscamente, con la respiración agitada.

La expresión de Lysander cambió. La intensidad de su mirada la hizo sonrojarse.

«Nunca he sido tan tajante hasta que… Oh, no, ¿por qué me tiene que perseguir eso ahora?», pensó con un nudo de dolor en la garganta.

Los hechos que habían sucedido hacía unos meses se habían agravado hasta amenazar con consumirle la vida. Aquel trabajo era su oportunidad de un nuevo comienzo. No podía arriesgarse a fallar.

Lysander era muy seguro de sí mismo. A Alyssa también le habría gustado tener aquel aplomo, pero al menos estaba decidida a no dejar que viera sus lágrimas. Parpadeó y por primera vez desde que perdiera a Georgie, le resultó sencillo detener las lágrimas. No pudo evitar preguntarse si aquel sería el comienzo de su recuperación.

–Por supuesto. No es extraño que desconfíes de la gente después de eso. ¿Hay algo que pueda hacer para demostrarte que no todos somos tan malos?

La voz de Lysander parecía tan calculada como su sonrisa. Se había dado cuenta de cuál era su opinión sobre él, así que no tenía sentido negarlo. No estaba bien que su nuevo jefe sintiera que estaba siendo vigilado, pero esa no era la única preocupación de Alyssa. Si un hombre tan guapo como aquel podía darse cuenta de los problemas que tenía, su vida había ido demasiado lejos en el sentido equivocado. Tenía que hacer algo rápido, pero ¿qué? Quizá fuera mejor hablar sobre lo que había pasado que ocultarlo. Pero aquel atractivo príncipe podía ocasionarle problemas. Una cosa era querer hablar y otra confiar en él. Se terminó el café, dejó la taza con su plato en la bandeja y se puso de pie.

–Bueno, gracias por el café, pero si no quieres hablar nada más sobre el cuidado de Ra’id, creo que será mejor que te vayas, Lysander. Tengo muchas cosas que hacer –dijo echando un último vistazo a la habitación antes de dirigirse hacia la puerta que suponía daba a su suite–. El hombre que aparcó mi coche me dijo que me subiría el equipaje, pero he estado tan ocupada con Ra’id que ni siquiera sé dónde voy a dormir.

–Las habitaciones de la niñera están por ahí –dijo él señalando la puerta–. Pero ese camino se cierra con llave para impedir que Ra’id moleste durante la noche. Tendrás que salir al pasillo y usar la puerta principal, la que está junto a la escalera.

Alyssa le dirigió una mirada asesina.

–¿Y cómo sabes eso si nunca te has preocupado por Ra’id?

Lysander sonrió.

–Digamos que lo he adivinado, ¿de acuerdo?

–En cuanto encuentre la llave, voy a abrir esa puerta y a dejarla abierta. Así se va a quedar. Te aseguro que nunca tendré una razón para impedir que Ra’id venga a verme a mi habitación.

–¿De verdad? –preguntó él mirándola con burla.

–De verdad.

–Entonces, ha llegado el momento de que te lleve a tu suite.

Alyssa levantó las cejas.

–Hasta la puerta –añadió Lysander y le ofreció su brazo.

Ella dudó. Llevaba todo el día luchando por no caer bajo su hechizo y hasta entonces lo había conseguido. Probablemente podría premiarse con aquel breve contacto. El miedo de que Lysander asumiera que era el principio de algo, no superaba la excitación de ser escoltada por un hombre tan guapo y educado. Ya sabía que era un hombre tentador, pero quería comprobar si también era un caballero.

–Gracias, pero quiero que sepas que te estoy concediendo el beneficio de la duda, Lysander –le dijo, tomándolo del brazo.

Menos mal que le había contestado antes de sentir la calidez de su cuerpo a través de la fina tela de su chaqueta.

La sensación estremeció a Alyssa. Quería seguir allí en mitad de la habitación, disfrutando de la complicidad con aquel desconocido. Lysander tenía otros planes. En el momento en el que era más vulnerable, él empezó a caminar hacia la puerta.

–¿Quieres descansar de mí y que hablemos de trabajo? –preguntó él.

–Eso depende –contestó Alyssa contrariada–. ¿El trabajo de quién quieres comentar? ¿El tuyo o el mío?

–El tuyo, por supuesto. Ahora que he descubierto que el pequeño Ra’id no es la criatura insoportable de la que todo el mundo me había prevenido, creo que estoy dispuesto a ocupar un papel más activo en su educación.

Alyssa reconsideró aquellas palabras. Ra’id era tan caprichoso, que no le haría bien un tío inconstante que se distrajera con cada mujer que se le acercara. Por otro lado, fueran cuales fuesen sus motivos, no quería impedir que Lysander se acercara a Ra’id. Por su expe- riencia, eso era preferible a que ningún adulto demostrara interés e ignorara sus consejos profesionales.

–Ya me has contado que Ra’id no tenía una relación afectiva con sus padres. Lo que necesita es estabilidad y rutina en su vida, además del cariño y la atención de una figura paternal. Si pudieras ofrecerle eso, sería maravilloso. Me gustaría contar con tu ayuda –continuó prudente–, aunque no quisiera que te excedieras. ¿Por qué no empiezas intentando convertir en una rutina diaria el tomar el té con Ra’id? Es mejor dedicarle un tiempo con regularidad a abrumarlo de pronto con mucha atención y luego ignorarlo cuando otra cosa llame tu atención.

–Estoy de acuerdo. No soporto a la gente que promete muchas cosas y luego no cumple ninguna.

–Eso suena terrible –dijo Alyssa.

–Tengo buenas razones para decirlo –replicó él y no dijo nada más hasta que llegaron al punto en el que el ala infantil se unía al edificio principal–. Aquí está. La entrada principal a tu suite. Hasta la puerta y no más lejos, como te prometí.

–Gracias. Como yo no prometí nada, no creo que te moleste que te dé las buenas noches y me despida –dijo con firmeza y soltó su brazo.

Entró en la suite y rápidamente se dio la vuelta para bloquear el paso en caso de que Lysander decidiera seguirla.

–Estaba pensando en alguien que no cumplió su palabra –dijo él pensativo–. Me resulta difícil decir esto, pero lo cierto es que te necesito, Alyssa.

Alarmada, dio un paso atrás y trató de cerrar la puerta. Lysander fue más rápido que ella y se lo impidió.

–No pretendía molestarte. Por una vez, no estaba coqueteando. Me refiero a que te necesito profesionalmente porque no sé nada de niños.

Parecía realmente preocupado.

–No olvides que tú también lo fuiste –dijo Alyssa sonriendo.

–Lo sé y recuerdo muy bien por todo lo que tuve que pasar. Aunque admito que preferiría dejar todo el asunto de los cuidados a expertos como tú y limitarme a disfrutar de los momentos divertidos.

Alyssa se sentía conmovida. Sin reparar en lo que hacía, le dio unas palmadas en el brazo.

–Eso es mejor que nada y puede que ahora mismo sea lo que Ra’id necesita de su tío. Será estupendo.

–Contigo al mando, estoy seguro de que será perfecto –murmuró él.

Alyssa se puso tensa y vio cómo deslizaba la mano desde la puerta al bolsillo.

Por un instante consideró cerrar la puerta, pero no pudo hacerlo. Lysander no movió un músculo. Su inmovilidad le resultaba tan sugerente como la misteriosa expresión de sus ojos. Sabía exactamente lo que iba a pasar y era incapaz de resistirse.

Lentamente, Lysander se acercó a ella y la atrajo hacia sus brazos para darle un beso que le hizo olvidarlo todo. De repente recordó que estaba con un mujeriego y se obligó a soltarse.

–¡Lysander! Me prometiste acompañarme hasta la puerta y no más lejos.

Él señaló el suelo. Sin saber cómo, Alyssa había traspasado el umbral y estaba en el pasillo de nuevo.

–He cumplido mi palabra, ni más ni menos.

Le lanzó un beso, se dio la vuelta y se fue.

Alyssa se quedó de piedra. Lo observó marcharse, llevándose los dedos a los labios para recordar la pre- sión de su boca sobre la de ella. Al llegar a la escalera, Lysander se detuvo y se dio la vuelta para mirar. Su sonrisa le dijo todo lo que no quería saber, haciéndole recordar los deliciosos segundos que había pasado entre sus brazos. Su cuerpo habría hecho cualquier cosa para experimentar su fuerza rodeándola. Pero su cabeza estaba demasiado asustada…

Capítulo 3

AL DÍA siguiente, temprano, Lysander apareció ante la puerta del ala infantil. Su inesperada llegada hizo que Alyssa sintiera pánico, pero lo disimuló. Estaba dando instrucciones al personal que tenía a su cargo cuando lo vio y no quiso hacer evidentes sus sentimientos ante los otros. Por suerte, no era una visita social. Se quedó el tiempo suficiente para anunciarles que en unos días volverían a Rosara.

–Una vez estemos allí, en vez de traer a Ra’id a mis estancias para tomar el té, podemos llevarle de picnic todas las tardes, Alyssa.

Ella asintió, contenta de que mantuviera las distancias.

–Si el tiempo lo permite, será una buena idea.

–No te preocupes del tiempo, lo que importa es la compañía –dijo él bromeando y se fue, no sin antes guiñar un ojo hacia el resto del personal femenino.

Alyssa regresó a su trabajo con una sensación de remordimiento. Tenía que haber sido más sensata y no haber dejado que Lysander la sedujera la noche anterior. Su roce había prendido una llama en su interior que no podía ser extinguida. Tenía que haberse mantenido lejos de su alcance. Al menos podía sentirse aliviada por haber encontrado la fuerza suficiente para apartarlo. Si hubiera sucumbido a la tentación, se habría sentido mucho peor esa mañana. Se sentiría torturada por una sensación de arrepentimiento y pérdida. Sentía como si le hubiesen arrancado una venda del corazón, ese corazón que su exnovio había roto y que ahora Lysander amenazaba con herir de nuevo. Estaba intentando reponerse y temía volver a recaer. Si ocurría eso, nada impediría que volviera a revivir los malos recuerdos. Y entonces, todos aquellos errores volverían a perseguirla.