Fausto - Espanol - Johann Wolfgang von Goethe - E-Book

Fausto - Espanol E-Book

Johann Wolfgang von Goethe

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Beschreibung

Casi doscientos cincuenta años después del nacimiento de su autor, Fausto sigue siendo un clásico, pues plantea el problema de los límites y el sentido de la acción humana, y lo hace bajo la parábola del pacto con el diablo. ¿Merece la pena el pacto?, ¿qué lo justifica?, ¿es el diablo una realidad separada del hombre o es nuestro otro yo?, ¿es el obstáculo para nuestros planes o es el que nos provee del empuje para consumarlos?, ¿tiene el Mal realidad propia e independiente como contrapartida del Bien, o no es más que la ausencia o la no plena realización de este? La obra mantiene su vigencia hoy porque, mediante estos interrogantes propios de la condición humana, reaviva la inquietud en una época que pretende sentirse ajena a ellos.

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Casi doscientos cincuenta años después del nacimiento de su autor, Fausto sigue siendo un clásico, pues plantea el problema de los límites y el sentido de la acción humana, y lo hace bajo la parábola del pacto con el diablo. ¿Merece la pena el pacto?, ¿qué lo justifica?, ¿es el diablo una realidad separada del hombre o es nuestro otro yo?, ¿es el obstáculo para nuestros planes o es el que nos provee del empuje para consumarlos?, ¿tiene el Mal realidad propia e independiente como contrapartida del Bien, o no es más que la ausencia o la no plena realización de este? La obra mantiene su vigencia hoy porque, mediante estos interrogantes propios de la condición humana, reaviva la inquietud en una época que pretende sentirse ajena a ellos.

Johann W. Goethe

Fausto

DEDICATORIA

Os aproximáis de nuevo, formas temblorosas que os mostrasteis hace ya mucho tiempo a mi turbada vista. Mas, ¿intento apresaros ahora?, ¿se siente mi corazón aún capaz de semejante locura? Os agolpáis, luego podéis reinar al igual que, saliendo del vaho y la niebla, os vais elevando a mi alrededor. Mi pecho se estremece juvenilmente al hálito mágico de vuestra procesión.

Me traéis imágenes de días felices, y algunas sombras queridas se alzan. Como a una vieja leyenda casi olvidada, os acompañan el primer amor y la amistad; el dolor se renueva; la queja vuelve a emprender el errático y laberíntico camino de la vida y pronuncia el nombre de aquellas nobles personas que, engañadas por la esperanza de días de felicidad, han desaparecido antes que yo.

Las almas a las que canté por primera vez ya no escucharán estos cantos. Se disolvió aquel amigable grupo y se extinguió el eco primero. Mi canción se entona para una multitud de extraños cuyo aplauso me provoca temor, y todo aquello que se regocijaba con mi canto, si aún vive, vaga disperso por el mundo.

Me sumo en una nostalgia, que no sentía hace mucho tiempo, de aquel reino de espíritus, sereno y grave. Mi canto susurrante flota como arpa de Eolo; un escalofrío se apodera de mí. Las lágrimas van cayendo una tras otra. El recio corazón se enternece y ablanda. Lo que poseo lo veo en la lejanía y lo que desapareció se convierte para mí en realidad.1

PRELUDIO EN EL TEATRO

DIRECTOR

Vosotros dos, que tantas veces nos apoyasteis en la necedad y la aflicción, decidme qué acogida esperáis para nuestra empresa en estas tierras alemanas. Yo, sobre todo, querría agradar sobremanera al estado llano, porque vive y deja vivir. Ya están colocados los postes, ya se montó el tablado y todos se las prometen felices. Se han sentado allí confiados, con los ojos bien abiertos y deseando que asombren. Aunque sé cómo dar sosiego al espíritu del pueblo, nunca me he sentido tan desconcertado: no están acostumbrados a lo bueno, pero han leído mucho. ¿Cómo conseguiremos que, siendo todo fresco, nuevo y relevar resulte a la vez agradable? Y es que, la verdad, me gusta ver al pueblo llano acercarse en torrente a nuestra carpa y agolparse con insistente afán para pasar por la estrecha puerta de la Gracia,2 verlo a pleno sol, antes de las cuatro, llegar a empellones hasta la taquilla y casi romperse el cuello por su entrada, como se lo rompen por el pan en tiempos de escasez. Propiciar este milagro en gente tan diversa es algo que sólo logra el poeta, ¡consíguelo hoy, amigo!

POETA

No me hables de esa abigarrada multitud cuyo aspecto panta al espíritu. Presérvame del ondulante flujo que, a nuestro pesar, nos empuja hacia el torbellino. No; llévame a ese sereno rincón del cielo donde sólo para el poeta florece la auténtica alegría, donde, con mano divina, el amor y la amistad procuran y dispensan bendiciones a nuestro corazón. Lo que de nuestro pecho brotó, lo que los labios empezaron a balbucir, malogrado o tal vez conseguido, queda envuelto por la salvaje violencia del instante. Lo que brilla nació para el instante; lo auténtico permanece imperecedero en la posteridad.3

PERSONAJE CÓMICO4

Cómo me gustaría dejar de oír hablar de posteridad. Si me pongo a hablar de ella, ¿quién hará reír a nuestra época? Esta quiere y debe disfrutar. Nunca es poco la presencia de un muchacho divertido; el que sabe expresarse con gracia no amargará el humor del pueblo; deseará estar ante un público amplio para conmoverlo con más seguridad. Por eso, pórtate bien y sé ejemplar; haz oír a la fantasía con todos sus coros, a la razón, al entendimiento, a la sensibilidad, a la pasión; pero, eso sí, cuídate de la locura.

DIRECTOR

Pero, sobre todo, ¡que haya acción! Se viene a ver; lo que gusta es mirar. Si ante los ojos ofreces una trama con muchos sucesos, de manera que la gente se quede boquiabierta, te habrás ganado a la masa y serás un hombre bienamado. La masa sólo puede ser movida por la masa y así cada cual se procurará lo suyo. El que mucho reparte, da un poco a cada uno, y así todos salen contentos de la sala. Si les das una pieza, dásela en piezas,5 con ese ragú te sonreirá la fortuna: lo representado con sencillez es igual de fácil de imaginar. De nada sirve que lo ofrezcas todo entero, pues el público lo desmenuzará.

POETA

No comprendéis lo innoble que es ese oficio, lo poco se adecua al auténtico artista. Veo que las chapuza esos esmerados señores se han convertido en tu máxima.

DIRECTOR

Semejante reproche me deja indiferente. Aquel que quiere obrar correctamente, debe servirse de la herramienta apropiada. Piensa que has de partir madera blanda y mira a aquellos para quienes tienes que escribir. Uno viene aburrimiento; el otro llega ahíto de su mesa y, lo que es peor, algunos lo hacen después de haber leído el periódico. Acuden distraídos, como a un baile de máscaras; las damas, para lucirse, se esmeran en su arreglo y represe desinteresadamente su comedia. ¿Qué imaginabas desde tus alturas poéticas? ¿Qué hay de malo en una sala llena? Observa de cerca a esos mecenas: la mitad son frío; la otra, rudos. Uno, después de la función, espera jugar a las cartas; otro pasar una noche de amor al abrigo de los pechos de una fulana. ¿A qué viene, pobre loco, molestar a las amables musas para tal fin? Te lo digo: dales más y más, y mucho más, y así nunca te apartarás del objetivo. Intenta sólo embrollar a los hombres; satisfacerlos es muy difícil… ¿Qué prefieres, el entusiasmo o el dolor?

POETA

Anda y búscate otro esclavo ¿Debe el poeta desaprovechar frívolamente el supremo derecho que la naturales dona? ¿Con qué conmueve él a todos los corazones? ¿Con qué logra vencer todo elemento? ¿No es acaso la armonía la que, saliendo del pecho, anuda el mundo al corazón? Cuando la naturaleza, tejiendo serena, somete en el huzo la longitud infinita del hilo; cuando, provocándonos fastidio, la inarmónica multitud de todos los seres, por entreverarse unos con otros, resuena desordenada, ¿quién, dole vida, divide en intervalos esa serie monótona para que tenga ritmo?, ¿quién atrae lo aislado hacia esa consagración universal en la que tañen magníficos acordes? ¿quién hace que se desencadenen con furor las tormentas y que brille con gravedad el crepúsculo?, ¿quién esparce todas las bellas flores de la primavera por la senda que pisa la amada?, ¿quién trenza insignificantes hojas dándoles la forma de una corona merecedora de todo mérito? La fuerza del hombre puesta de manifiesto en el poeta.

PERSONAJE CÓMICO

Pues usa, entonces, esas fuerzas formidables y emprende tu labor creadora como se emprende una aventura amorosa: uno se aproxima por casualidad, siente y se queda. Poco a poco se ve atrapado y crece la dicha, pero pronto se pelea. Aunque se esté encantado, el dolor viene y, antes de que se repare, se ha acabado la novela ¡Ofrécenos una función de este tipo! Echa mano de la vida en su totalidad. Todos la viven, pero no muchos la conocen; cuando les asombre, les parecerá interesante. Poca claridad con mucho color, mucho yerro y una sombra de verdad, así fermenta la mejor bebida, que a todo el mundo refresca y reconstituye. Entonces se reunirá la flor de la juventud ante tu escena y escuchará atentamente tu mensaje, y toda alma sensible absorberá en tu obra el sustento de su melancolía. Ora este, ora el otro se emociona; cada cual ve lo que lleva en el corazón. Ya están dispuestos tanto a reír como a llorar. Todavía alaban el ímpetu; disfrutan con la apariencia. No hay nada que conmueva al ya maduro, pero el que se está haciendo, siempre lo agradecerá.

POETA

Devuélveme entonces ese tiempo en el que yo estaba aún en formación, cuando nacía siempre un manantial de cantos que salían en tumulto; cuando la niebla me velaba el mundo y los brotes prometían milagros; cuando cortaba las mil flores que llenaban todos los valles de riqueza. No tenía nada y, sin embargo, nada me faltaba: el anhelo de verdad y el placer por la alucinación. Devuélveme el empuje desatado, la profunda y dolorosa alegría, la fuerza del odio y el poder del amor, ¡devuélveme mi juventud!

PERSONAJE CÓMICO

Amigo, sólo necesitarías la juventud si los enemigos te acosaran en los combates; si adorables muchachas se colgaran con fuerza de tu cuello; si a la cabeza de una carrera de velocidad, te llamara a lo lejos la difícil meta; si, después del torbellino de la danza, pasaras la noche bebiendo. Pero hoy, viejo señor, sólo tienes que interpretar con ánimo y gracia el conocido tañido de la lira y, vacilando en dulce errar, avanzar hacia la meta que tú mismo te ha impuesto; pero no por eso te admiramos menos. No es que, como se dice, la vejez nos haga niños, sino que no alcanza siendo aún auténticos niños.

DIRECTOR

Ya habéis intercambiado suficientes palabras; hacedme ver también los hechos de una vez. Mientras os piropeáis se podría hacer algo de provecho. ¿Para qué hablar tanto de la inspiración? Esta no se le presenta nunca al que vacila. Puesto que te las das de poeta, ponte al mando de la poesía. Ya sabes lo que necesitamos: queremos bebida fuertes, ponlas a fermentar inmediatamente. Lo que hoy no ocurra, no estará hecho mañana y no hay que dejar pasar ni un solo día. Cuando se toma la decisión de crear, tiene que hacerse valientemente y, en lo posible, de inmediato; si no se la deja escapar, esta seguirá haciendo efecto, porque así ha de ser.

Sabéis que en nuestros escenarios alemanes cada cual pone a prueba lo que desea. Por eso, en este día, no escatiméis en decorados ni artilugios. Usad las luces del cielo la grande y la pequeña;6 podéis derrochar las estrella; que no falte ni agua, ni fuego, ni paredes de roca, ni animales, ni plantas. Que entre en la estrechez del escenario todo el círculo de la Creación y vaya, con moderada rapidez, pasando por el mundo, del Cielo al Infierno.7

PRÓLOGO EN EL CIELO

(EL SEÑOR. Las Huestes celestiales. Después MEFISTÓFELE: Se acercan los tres Arcángeles.)8

RAFAEL

El Sol templa, a la antigua usanza, el duelo de canto de las esferas hermanadas y culmina con un rayo su prescrito viaje. Su luz da fuerza a los ángeles, aunque ninguno puede dar razón de él. Las nobles y sublimes obras está tan espléndidas como el primer día.

GABRIEL

Y, con una velocidad inconcebible, la hermosa Tierra gira rápida sobre su eje e intercambia el esplendor paradisíaco con la noche profunda y estremecedora. Grandes oleadas de mar rompen en espuma al estrellarse en la honda base de las rocas, y estas y el mar son arrastrados por el rápido y eterno curso de la esfera.

MIGUEL

Las tempestades rugen con el desafío del mar y la tierra, de la tierra y la mar, a su alrededor e, iracundas, van trenzando una cadena del más poderoso influjo. Allí, una desolación ardiente hace brillar la senda que precede trueno; pero tus mensajeros, Señor, admiran el apacible caminar de tu día.

LOS TRES A LA VEZ

Esta visión da fuerzas a los ángeles, porque nadie puede dar razón de Ti y todas tus nobles obras están espléndidas como el primer día.

MEFISTÓFELES

Señor, ya que te acercas otra vez a preguntar cómo nos va todo por aquí, y ya que te agradó mirarme en otros tiempos, estoy de nuevo entre tu servidumbre. Perdona que no pueda hablarte con palabras elevadas, aunque de mí se mofe toda esta reunión; mi patetismo te haría reír, si no te hubieras acostumbrado a dejar de hacerlo.9 No sé nada sobre el sol y los mundos, sólo veo cómo se atormenta el hombre. El pequeño dios del mundo sigue igual que siempre, tan extraño como el primer día. Viviría un poco mejor si no le hubieras dado el reflejo de la luz celestial, a la que él llama razón y que usa sólo para ser más brutal que todos los animales. Lo comparo, con licencia de Vuestra Gracia, con esas cigarras zancudas que vuelan continuamente, dando saltos, y, una vez que están sobre la hierba, cantan su vieja canción. ¡Si al menos permaneciera en la hierba!, pero no, tiene que meter las narices donde no le importa.

EL SEÑOR

¿No tienes nada más que decir?, ¿sólo vienes aquí a acusar? ¿Es que no hay sobre la tierra nada bueno?

MEFISTÓFELES

No, Señor; sinceramente me parece que allí todo va tan mal como siempre. Compadezco la vida de calamidades que llevan los hombres. Ni siquiera me apetece atormentar a esos desdichados.

EL SEÑOR

¿Conoces a Fausto?10

MEFISTÓFELES

¿El doctor?

EL SEÑOR

Mi servidor.

MEFISTÓFELES

Sí; y cierto es que os sirve de una manera muy peculiar. Ni la comida ni la bebida de ese insensato son terrenales. Su inquietud lo inclina hacia lo inalcanzable, pero percibe su locura sólo a medias. Le exige al Cielo las más hermosas estrellas y a la Tierra los goces más elevados y, sin embargo, nada cercano ni lejano sacia su pecho profundamente agitado.

EL SEÑOR

Aunque ahora me sirve en la confusión, pronto lo llevaré a la claridad. El jardinero sabe, cuando el arbolito echa renuevos, que le crecerán ramas y le saldrán frutas.

MEFISTÓFELES

¿Qué apostáis? Todavía habéis de perder si me permitís llevarlo a mi terreno.

EL SEÑOR

Mientras él viva sobre la tierra, no te será prohibido intentarlo. Siempre que tenga deseos y aspiraciones, el hombre puede equivocarse.

MEFISTÓFELES

Te lo agradezco, pues con los muertos nunca me he entendido muy bien. Prefiero unas mejillas frescas y gordezuelas. Con un cadáver no me encuentro nunca a gusto: me pasa lo que al gato con el ratón.

EL SEÑOR

Bien, lo dejo a tu disposición. Aparta a esa alma de su fuente originaria y, si puedes aferrarla por tu camino, llévala abajo, junto a ti. Pero te avergonzará reconocer que un hombre bueno, incluso extraviado en la oscuridad, es consciente del buen camino.

MEFISTÓFELES

¡Muy bien!, no tardaremos mucho tiempo. No me da miedo la apuesta. Permíteme, si logro mi objetivo, sentirme henchido por mi triunfo. Para mi regocijo, él tendrá que morder el polvo, como mi tía, la famosa serpiente.

EL SEÑOR

Podrás actuar con toda libertad. Nunca he odiado a tus semejantes. De todos los espíritus que niegan, el pícaro es el que menos me desagrada. El hombre es demasiado propenso a adormecerse; se entrega pronto a un descanso sin estorbos; por eso es bueno darle un compañero que lo estimule, lo active y desempeñe el papel de su demonio. Pero vosotros, auténticos hijos de Dios, disfrutad de la viviente y rica belleza. Que lo cambiante, lo que siempre actúa y está vivo, os encierre en los suaves confines del amor, y fijad en ideas eternas lo que flota en oscilantes apariencias.

(El Cielo se cierra y los Arcángeles se dispersan.)

MEFISTÓFELES

De vez en cuando me gusta ver al Viejo y me guardo de indisponerme y romper con Él. Es muy generoso que un señor tan grande tenga la bondad de hablar incluso con el diablo.

LA TRAGEDIA

PRIMERA PARTE

DE NOCHE

(En una habitación gótica, estrecha y de altas bóvedas, FAUSTO está sentado en un sillón ante su pupitre.)

FAUSTO

Ay, he estudiado ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología,11 todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi corazón. Claro está que soy más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes; no me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas, ni temo al infierno ni al demonio. Pero me he visto privado de toda alegría; no creo saber nada con sentido ni me jacto de poder enseñar algo que mejore la vida de los hombres y cambie su rumbo. Tampoco tengo bienes ni dinero, ni honor, ni distinciones ante el mundo. Ni siquiera un perro querría seguir viviendo en estas circunstancias. Por eso me he entregado a la magia: para ver si por la fuerza y la palabra del espíritu me son revelados ciertos misterios; para no tener que decir con agrio sudor lo que no sé; para conseguir reconocerlo que el mundo contiene en su interior; para contemplar toda fuerza creativa y todo germen y no volver a crear confusión con las palabras.

Oh, reflejo de la luna llena, por la que tantas veces velé sentado ante este pupitre hasta que aparecías, melancólico amigo, sobre los libros y los papeles, si iluminaras por última vez mi pena; ¡ay!, si pudiera andar por las cumbres de los montes bajo tu amada claridad; flotar en las grutas acompañado de espíritus; vagar en tu penumbra por los prados y, habiéndose disipado todas las brumas del saber, bañarme, robusto, en tu rocío. ¡Ah!, ¿pero seguiré preso en esta cárcel?, agujero maldito y húmedo, hecho en un muro a través del cual incluso la querida luz del cielo entra turbia al pasar por las vidrieras. Encerrado detrás de un montón de libros roídos por los gusanos y cubiertos de polvo, que llegan hasta las altas bóvedas y están envueltos en papel ahumado. Cercado por cofres y retortas, aherrojado por instrumentos y trastos de los antepasados. Este es tu mundo, ¡vaya un mundo!

¿Y aún te preguntas por qué tu corazón se para, temeroso, en el pecho? ¿Por qué un dolor inexplicable inhibe tus impulsos vitales? En lugar de la naturaleza viva, en medio de la que Dios puso al hombre, lo que te rodea son osamentas de animales y esqueletos humanos humeantes y mohosos.

¡Huye!, sal fuera, a la amplia llanura. ¿No te será suficiente compañía ese libro misterioso, autógrafo de Nostradamus?12 Con su ayuda reconocerás el curso de las estrellas y, cuando la naturaleza te haya instruido, aumentará en ti la fuerza del alma, como si un espíritu le hablara a otro.13 En vano tratarás de explicar los sagrados signos mediante la ayuda de la árida reflexión; ¡volad, oh espíritus, junto a mí y decidme si me oís! (Abre el libro y serva el signo del Macrocosmos.)14 ¡Ah!, qué deleite corre de súbito, al mirarlo, todos mis sentidos. Siento cómo la joven y santa felicidad vital me fluye por músculos y las venas con renovado ardor. ¿Fue acaso un Dios el que escribió estos signos que calman el furor de mi interior, llenan mi pobre corazón de gozo y, con un impulso secreto, me desvelan las fuerzas naturales? ¿Soy acaso, un dios? Todo se llena de claridad. En estos trazos puros se evidencia ante mi espíritu la activa naturaleza. Ahora sí que entiendo lo que dice el sabio: «No está cerrado el mundo espiritual; son tus sentidos los que están cerrados, es tu corazón el que está muerto; discípulo, levanta, y baña infatigablemente tu pecho terrenal en la aurora». (Observa el signo.)

¡Cómo se entreteje el conjunto de las cosas en el Todo y cómo lo uno repercute y vive en lo otro! ¡Cómo las fuerzas celestiales suben y bajan y se siguen los áureos cangilones! ¡Con un vaivén que huele a bendición, bajan desde el cielo a recorrer la tierra y hacen que resuene en armonía el universo!

¡Qué espectáculo!; pero, ay, ¡es sólo un espectáculo! ¿Dónde te comprenderé, naturaleza infinita? ¿Dónde estáis, pechos, fuentes de la vida de las que penden el cielo y la tierra y adonde el corazón marchito acude? Vosotros manáis en torrentes y alimentáis el mundo; ¿languidezco yo en vano? (Hojea el libro de mala gana y ve el signo del Espíritu de la Tierra.)15

¡Qué diferente es el efecto de este signo sobre mí! Tú, Espíritu de la Tierra, me resultas más cercano. Siento que mis fuerzas aumentan, ardo como si hubiera bebido un vino nuevo; siento valor para aventurarme por el mundo, para afrontar el dolor y la fortuna que me reporte la tierra, para adentrarme en la tempestad y no temer el crujido de la nave al zozobrar. Las nubes se amontonan sobre mí, la luna oculta su luz, la lámpara se extingue, el ambiente está húmedo. Unos rayos rojos se concentran sobre mi cabeza, un estremecimiento va descendiendo desde la bóveda y se hace dueño de mí. Siento que flotas sobre mí, espíritu anhelado, ¡revélate! Ah, ¡cómo se desgarra mi corazón! Mis sentidos se abren a nuevos sentimientos. Mi corazón está plenamente entregado a ti. ¡Revélate!, aunque me cueste la vida. (Toma el libro y pronuncia misteriosamente el signo del ESPÍRITU. Se enciende una llama rojiza y el ESPÍRITU aparece en la llama.)

ESPÍRITU

¿Quién me llama?

FAUSTO (Volviendo la cara.)

¡Qué aterradora visión!

ESPÍRITU

Me has atraído aquí con gran poder, absorbiéndome lejos de mi esfera; y ahora, ¿qué?

FAUSTO

¡Vete!; no te soporto.

ESPÍRITU

Has suplicado, hasta quedarte sin aliento, poder contemplarme, poder oír mi voz y ver mi cara; el fuerte anhelo de tu alma me ha atraído aquí, y aquí estoy. ¡Qué deplorable pavor se ha apoderado de ti, superhombre! ¿Dónde está la llamada del alma? ¿Dónde está el pecho que creó un mundo dentro de sí, lo portó, lo cuidó y, temblando de gozo, se engrandeció para elevarse a nuestra altura, la de los espíritus? ¿Dónde está Fausto, cuya voz resonó para que acudiera? ¿Eres tú el que, al respirar mi hálito, tiembla en lo más profundo de su vida, gusano asustadizo y encogido?

FAUSTO

¿Podría eludirte, hijo de la llama? Yo soy Fausto; yo soy tu semejante.

ESPÍRITU

En las mareas de la vida, en la tempestad de la acción, si y bajo en oleadas, me agito de un lado para otro. El nacimiento y la sepultura son un mar eterno, una trama cambiante, una vida candente que voy tejiendo en el veloz telar del tiempo, para hacerle a la divinidad su manto viviente.

FAUSTO

Tú, que das vueltas por el ancho mundo, ¡qué cercano me siento a ti, atareado espíritu!

ESPÍRITU

Te asemejas al espíritu que concibes, no a mí. (Desaparece.)

FAUSTO (Desplomándose.)

¿No a ti? Entonces, ¿a quién me asemejo? Yo, imagen de Dios, ni siquiera soy semejante a ti. (Llaman.) Oh, muerte, ya sé quién es: es mi fámulo.16 ¡Mi más hermozo gozo se echa a perder! ¡Que este ser rastrero y mezquino interrumpa semejante riqueza de visiones!

(Entra WAGNER en batín y gorro de dormir y con una lámpara en la mano. FAUTO se vuelve de mala gana.)

WAGNER

¡Perdone!, le he escuchado declamar; ¿no leía usted una tragedia griega? Me gustaría iniciarme en ese arte, pues resulta provechoso hoy en día. He oído muchas veces que un actor puede aleccionar a un predicador.

FAUSTO

Siempre y cuando el predicador sea un actor, lo cual puede muy bien pasar en los tiempos que corren.

WAGNER

¡Ay!, estando tan encerrado en el museo17 y viendo el mundo apenas los días de fiesta, y eso a través de un catalejo, sólo desde una distancia lejana, ¿cómo queréis que lo domine por la persuasión?

FAUSTO

Si no lo sientes, no lo lograrás; si no brota de tu alma y no consigues estremecer los corazones de todos los oyentes con un placer fuerte y primario, limítate a sentarte. Reúne piezas, prepara un ragú con las sobras de otros y reaviva las miserables llamas de tu diminuto montón de cenizas. Agradando el paladar obtendrás la admiración de los niños y de los monos, pero no conseguirás conmover otros corazones si del corazón nada te sale.

WAGNER

Sólo la oratoria reporta fortuna al orador, pero siento que estoy muy atrasado en este arte.

FAUSTO

¡Busca una ganancia honrada! ¡No seas como el bufón que hace sonar las campanillas! La razón y el buen sentido se manifiestan con muy poco arte, y si te tomas en serio el decir algo, ¿necesitarás entonces las palabras? Sí. Tus discursos de gran brillo, en los que sacas punta a todo asunto humano, son tan molestos como el viento otoñal que, acompañado de bruma, sopla entre las hojas.

WAGNER

¡Ay, Dios!, el arte es largo, pero nuestra vida corta.18 En mis afanes críticos, siento muchas veces miedo en la cabeza y en el pecho. ¡Qué difícil es obtener los medios con los que ascender hasta las fuentes! Antes de haber llegado a la mitad del camino, uno, pobre diablo, habrá de morirse.

FAUSTO

¿Es el pergamino una fuente sagrada de la que un sorbo saciará nuestra sed para la eternidad? No, no repararás tu sed si la bebida no brota de ti mismo.

WAGNER

Discúlpeme y permítame que le diga que es un gran placer trasladarse al espíritu de otros tiempos, ver cómo pensó el sabio antes de nosotros, y cómo hemos continuado admirablemente nuestro camino.

FAUSTO

Sí, ¡hasta las estrellas hemos llegado! Amigo mío, el pasado es para nosotros un libro de siete sellos. Eso que llamas el espíritu de otros tiempos no es más que el espíritu de aquellas personas en las que los tiempos se reflejan. Y la verdad es que, a menudo, son una auténtica lástima; vamos, para echar a correr sólo de verlos: un saco de inmundicia o un desván, o todo lo más un drama histórico19 con espléndidas máximas morales de tipo pragmático, como las que se ponen en boca de los títeres.

WAGNER

Pero algo sabría cada uno de ellos de lo que son el mundo y el corazón y el talante humanos.

FAUSTO

Sabrían lo que normalmente se llama saber; pero, ¿quién se atreve realmente a poner los puntos sobre las íes? Los pocos que sabían algo, y que insensatamente no se cuidaron de expresar lo que llevaban en su lleno corazón, mostrando a la plebe su sentimiento y su punto de vista, fueron crucificados o llevados a la hoguera. Pero, perdona amigo, la noche está muy avanzada; hemos de interrumpir nuestra conversación por esta vez.

WAGNER

De buena gana me mantendría en vela para seguir hablando con usted con tanta erudición. Pero mañana que es primer día de Pascua, déjeme que le haga otras preguntas. Me he entregado, diligente, al estudio, pero, aunque sé mucho, me gustaría saberlo todo. (Se va.)

FAUSTO (Solo.)

¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices. ¿Cómo es posible que en este lugar, donde me rodea una multitud de espíritus, se haya atrevido a dejarse oír la voz de semejante hombre? Pero, ay, por esta vez debo agradecerle al más mísero de los hijos de la tierra el haberme arrancado de la desesperación que amenazaba con destrozarme los sentidos. La aparición fue tan colosal que no pude menos que sentirme como un enano.

Yo, imagen de Dios, que creía hallarme muy cerca de la verdad eterna, me había despojado de mi ser terreno y gozaba de mí mismo en el fulgor y la claridad celestiales; yo, creyéndome superior a un querubín, derramaba la fuerza libre por las venas de la naturaleza y me atrevía, lleno de esperanza, a disfrutar de una vida de dioses, creando. ¡Cómo habría de pagarlo! ¡Un trueno me ha aniquilado!

No debo pretender asemejarme a Ti. Aunque tuve fuerzas para atraerte, me faltan para retenerte. En aquel instante de gran ventura, me sentí al mismo tiempo tan grande y tan pequeño: tú me has lanzado con un empujón cruel al destino inseguro de los hombres. ¿Quién me enseñará ahora?, ¿qué debo evitar?, ¿debo obedecer a aquel impulso? Tanto nuestros actos como nuestras pasiones estorban el fluir de nuestra vida.

A lo mejor que el alma ha acogido se añade más y más materia extraña. Cuando alcanzamos lo bueno de este mundo, le damos el nombre de locura y engaño. Los magníficos sentimientos que nos llenaron de vida, se quedaron anquilosados en el caos del mundo. Si con audaz vuelo la fantasía se lanza, esperanzada, ampliando el espacio hacia el infinito, le basta luego un pequeño recodo si, pasada la fortuna, fracasa en el torbellino del tiempo. La preocupación anida de inmediato en las profundidades del corazón; allí da pábulo a secretos dolores, se mece, inquieta, y perturba el plan y la calma; se cubre constantemente con máscaras nuevas: puede aparecer como casa y corte, corno mujer y niño, como fuego y agua, daga y veneno; pero, sobre todo, te estremece lo que no te afecta y siempre lloras lo que nunca pierdes.

¡No soy como los dioses!, bien lo noto. Soy como un gusano que escarba el polvo y al que, nutriéndose de polvo, aplasta y sepulta la pisada del caminante.

¿No es polvo lo que en esa alta pared de cien balda me sofoca? ¿No hay polvo en los mil cachivaches que me abruman y me confinan en este mundo de polillas? ¿Habré de leer, quizá, en miles de libros, que por todas partes los hombres se torturan y que aquí y allá hubo uno feliz? ¿De qué te ríes sardónicamente, hueca calavera? ¿Se extravió tu seso como el mío? ¿Buscó el día claro y, ansiando la verdad, se perdió lamentablemente en el crepúsculo? Instrumentos, ya sé que me hacéis burla con vuestras ruedas, dientes, cilindros y planchas: yo estaba junto a la puerta y tendríais que haberme servido de llave pero a pesar de que vuestras barbas están rizadas, no abrís el cerrojo. Misteriosa en pleno día, la naturaleza no se deja quitar el velo, y lo que ella no muestra a tu espíritu no lo puedes forzar tú con palancas y tornillos. Tú, viejo trasto que no he usado, sólo estás aquí porque mi padre te utilizó. Tú, viejo pergamino, te has ennegrecido con el humo de la lámpara que está sobre el pupitre. ¡Mas me hubiera valido disipar mis pocos haberes, que vivir agobiado con ellos! Lo que se hereda de los padres, has de ganarlo para llegar a hacerlo tuyo. Lo que no se utiliza se convierte en pesada carga; sólo lo que el instante crea puede ser usado por este.

Pero, ¿por qué se fija mi vista en aquel punto? ¿Es ese frasquito un imán para los ojos? ¿Por qué, de pronto, todo se vuelve dulce claridad para mí, como si en el bosque de la noche me iluminara el fulgor de la luna?

Te saludo, redoma singular, que ahora, con respeto cojo de tu estante. En ti venero el ingenio y la habilidad del hombre. Tú, síntesis de todos los propicios jugos que adormecen, tú, extracto de sutil fuerza mortal, ¡concédele tus favores a tu dueño! Te miro y el dolor queda paliado; te tomo y se moderan mis ansias, la marea del alma va bajando más y más. Soy transportado hacia alta mar, el espejo del agua brilla a mis pies: un nuevo día llama a orillas nuevas.

Un carro de fuego vuela en leve vaivén y se me acerca. Estoy dispuesto a cruzar por nuevas sendas y llegar a nuevas esferas de actividad pura.20 ¿Vas a merecer tú, que aún eres un gusano, esta alta vida, este placer de dioses? ¡Sí, sólo consiste en volverle decidido la espalda al dulce sol de esta tierra! Prepárate a forzar las puertas ante las que todos quieren pasar de largo. Ya es hora de demostrar mediante hechos que la dignidad del hombre no cede ante la grandeza de los dioses; que no siente temor cuando se encuentra ante esa oscura sima en la que la fantasía se condena a su propio tormento; que no elude adentrarse por ese estrecho pasaje, alrededor de cuya abertura arde en llamas el infierno entero; que puede, resuelto, decidirse a dar ese paso, aun a riesgo de convertirse en nada.

Baja pues, recipiente límpido, recipiente de cristal. Sal de tu viejo estuche, en el que no he pensado durante muchos años. En las fiestas paternas relucías y alegrabas a los graves invitados cuando pasabas de mano en mano. Era obligación del que bebía explicar el rico lujo y arte de tus relieves y vaciarte de un trago. Esto me recuerda a muchas noches de mi juventud. En esta ocasión no tengo que pasarte a mi vecino, ni he de mostrar mi ingenio al ver tus adornos; aquí hay un jugo que produce una rápida embriaguez y que, con oscuro fluir, colmará mi vaciedad. Sea este el último trago que prepare y elija. Lo dedico, con toda mi alma, como saludo festivo y solemne, a la mañana. (Se lleva el recipiente a la boca.)

(Repique de campanas y cánticos de coros.)

CORO DE LOS ÁNGELES21

¡Cristo ha resucitado!

Alegría al mortal,

al que estaba sumido

en funestas, insidiosas

y heredadas taras.

FAUSTO

¿Qué profunda melodía, qué sonido claro aparta con fuerza el vaso de mi boca? Campanas silenciosas, ¿anunciáis ya la primera hora de la Pascua? Coros, ¿cantáis el canto de consuelo que en la noche de la Vigilia pascual fue entonado por los labios de los ángeles y sirvió de testimonio de la Nueva Alianza?

CORO DE LAS MUJERES

Con perfumes y ungüentos lo embalsamamos.

Nosotras, sus fieles, allí lo dejamos.

Con vendas y lienzos, pulcro, lo envolvimos.

Mas, de vuelta al Sepulcro, a Cristo no vimos.

CORO DELOS ÁNGELES

¡Cristo ha resucitado!

Dichoso quien lo amó,

pues superó la prueba

que, aun siendo dolorosa,

nos da la salvación.

FAUSTO

¿Por qué me buscáis, melodías celestiales, con fuerza y dulzura a la vez, a mí, que estoy sumido en el polvo? Sonad donde haya hombres más sensibles. Oigo el mensaje, pero me falta la fe. No me atrevo a elevarme a esas esferas de donde procede la Buena Noticia, pero este son que oí de niño me llama de nuevo hacia la vida. El beso del amor celestial caía sobre mí en la grave tranquilidad de la fiesta; entonces, sonaban las campanas llenas de presagios y era un placer ardiente la oración. Un anhelo noble e inconcebible me impulsaba a andar por bosques y praderas entre miles de cálidas lágrimas; sentía que un mundo nacía ante mí. Esta canción me anunciaba animados juegos juveniles y de libre dicha en la primavera. Hoy, el recuerdo, con sentimientos pueriles, hace que retroceda ante el último y grave paso. ¡Seguid sonando, cantos celestiales! ¡Las lágrimas caen, la tierra me recobra!

CORO DE LOS DISCÍPULOS

Mientras que el sepultado

vivo, sublime y espléndido

por fin ha resucitado

y está del gozo creador

cercano, aquí nosotros,

aferrados a la tierra,

penarnos. Él nos dejó

en congoja a los suyos.

¡Ay!, ¡cómo hemos de llorar,

maestro, la gloria tuya!

CORO DE LOS ÁNGELES

¡Cristo ha resucitado

de tu seno, corrupción!

Liberad vuestras cadenas.

Alabadle, activos;

demostradle vuestro amor,

comed fraternalmente,

predicadlo en viajes,

anunciad la Salvación.

El maestro, cercano,

siempre irá con vosotros.

ANTE LA PUERTA DE LA CIUDAD

(Salen paseantes de toda índole.)

ALGUNOS APRENDICES

¿Por qué salís?

OTROS

Porque vamos a la Hostería de los Cazadores.

LOS DE ANTES

Queremos ir paseando al molino.

UN APRENDIZ

Os aconsejo que vayáis a Wasserhof.

APRENDIZ 2.°

El camino hasta allí no es bonito.

LOS DEMÁS

Entonces, ¿qué haces tú?

APRENDIZ 3.°

Yo voy con los demás.

APRENDIZ 4.°

Vayamos hasta Burgdorf: seguro que allí encontraremos las muchachas más guapas y la mejor cerveza.

APRENDIZ 5.°

Compañero de juergas. ¿Quieres que te den una paliza por tercera vez? No quiero ir allí, me espanta ese lugar.

CRIADA

No, no, ¡yo regreso a la ciudad!

OTRAS CRIADAS

Seguro que lo encontramos junto a esos chopos.

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!

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