Galileo y el sistema solar - Paul Strathern - E-Book

Galileo y el sistema solar E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

Galileo pudo, pero no quiso, convertirse en el primer mártir científico, y fue el coloso que hizo de puente entre el Renacimiento de Leonardo y la era científica de Newton. Sin sus descubrimientos la humanidad habría permanecido ignorante de la verdadera naturaleza de nuestro sistema solar y de nuestro lugar en el universo. "Galileo y el sistema solar" presenta una obra instantánea brillante de Galileo, su controvertida obra y las desfavorables condiciones históricas contra las que tuvo que trabajar. Ofrece explicaciones claras y accesibles del significado de sus enunciados y de cómo desembocaron en una explicación científica del universo para el siglo XX.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Galileo y el sistema solar

en 90 minutos

Traducción: Antón Corriente

Revisión: José A. Padilla

Galileo pudo, pero no quiso, convertirse en el primer mártir científico. Fue el coloso que hizo de puente entre el renacimiento de Leonardo y la era científica de Newton. Sin sus descubrimientos la humanidad habría permanecido ignorante de la verdadera naturaleza de nuestro sistema solar y de nuestro lugar en el universo.

Galileo y el sistema solar presenta una instantánea brillante de Galileo, su controvertida obra y las desfavorables condiciones históricas contra las que tuvo que trabajar. Ofrece explicaciones claras y accesibles del significado de sus enunciados y de cómo desembocaron en una explicación científica del universo para el siglo xx.

«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y pensadores de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento y los descubrimientos de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

The Big Idea: Galileo and the Solar System

Este libro se contrató a través de Ute Körner Literary Agent, S. L., Barcelona –www.uklitag.com– y de Lucas Alexander Whitley Ltd. –www.lawagency.co.uk

© Paul Strathern, 1998

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1999, 2015

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1728-6

Introducción

Galileo estuvo a punto de ser el primer y último gran mártir de la ciencia. Sabiamente, declinó hacer semejante papel, prefiriendo jurar que se había equivocado en todo, pues sabía muy bien que los juramentos nada tenían que ver con la cuestión.

Galileo vivió en los años que separan el Renacimiento de Leonardo de la era científica de Newton. El Renacimiento supuso el regreso de las antiguas nociones griegas de verdad, verdad revelada por la investigación de las pruebas, en lugar de la referencia a la autoridad. El humanismo optimista resultante alentó la curiosidad en todos los campos del conocimiento, pero este era por lo general como los escritos de Leonardo, multidisciplinar, de amplias miras, brillante, pero asistemático y carente de un principio general unificador. Así eran los pensadores que rompieron el hielo de la larga era glaciar medieval.

Después de Leonardo vino la época de Descartes y Galileo. El filósofo francés introdujo la filosofía de la razón, basada en su célebre premisa «Pienso luego existo». Galileo dio ojos y sentidos a esta recién nacida razón. El termómetro, diversos aparatos de medición, un telescopio muy perfeccionado: con ellos Galileo confirmó la naturaleza científica de la realidad y el lugar que ocupa el Sol en el centro del sistema solar. Anteriormente se creía que las leyes de la física solo eran aplicables a la Tierra. Los planetas y las estrellas se consideraban gobernados por un sistema celestial propio y distinto.

Después de Galileo, el camino quedaba despejado para dar paso a una explicación científica totalizadora del universo. En la época siguiente, Newton vendría a ofrecer la primera respuesta a esta cuestión. Sigue siendo la gran pregunta, y sigue obsesionando a la ciencia en el día de hoy.

Vida y obra

Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564, solo tres días antes de la muerte de Miguel Ángel, el último de los héroes del alto Renacimiento, a los 89 años de edad. Se cree que la familia de Galileo procedía del Mugello, un valle apartado a 24 kilómetros por caminos montañosos hacia el norte desde Florencia. Esta pequeña región aislada debió de contar con una despensa de genes notables, pues de allí salieron también los artistas Fra Angelico y Giotto, así como la familia Médicis.

El padre de Galileo, Vincenzo, procedía de una familia noble florentina que había conocido mejores tiempos. Tenía poco dinero y un carácter combativo que contribuía a mantenerle en esa situación. Pero era también un hombre de verdadero talento, había estudiado música en Venecia y se había convertido en un eminente experto en teoría musical. Se rebeló contra la camisa de fuerza del contrapunto, insistiendo en que la música debía agradar al oído en la práctica antes que a la mente en la teoría formal de la partitura. Sus composiciones influyeron en la liberación musical que desembocaría en el nacimiento de la ópera al final del siglo.

De tal palo, tal astilla. Galileo se convirtió en un mozo pelirrojo espabilado y presuntuoso cuya fachada encantadora y extrovertida ocultaba un temperamento algo más complejo. En casa, las cosas no eran fáciles. Su madre, Giulia, consideraba que se había casado por debajo de sus posibilidades. Con un inútil, decía ella. Esto no tardó en amargarla, convirtiéndola en una esposa regañona y una madre absorbente. Galileo se acostumbró a ser el centro de su atención, beneficiándose de la autoestima resultante, pero tras su carácter exuberante acechaban siempre las incertidumbres nacidas de su tormentosa vida familiar.

Cuando Galileo contaba diez años la familia se trasladó a Florencia, donde su padre se convirtió en músico de la corte y conocido polemista. Galileo fue enviado a educarse al monasterio de Vallombrosa, en los montes, a 24 kilómetros al este de la ciudad. Aquí tomó tal apego a la vida monástica que decidió hacerse novicio, pero Vincenzo tenía otros planes para él y, a los catorce años, fue retirado del monasterio y su educación encomendada a tutores en Florencia.

En 1581, a los 17 años, Galileo volvió a su ciudad natal para estudiar medicina en la Universidad de Pisa. Su padre quería que se hiciera médico para que aportara unos muy necesarios ingresos a la familia.

En Pisa, Galileo no tardó en aborrecer el escolasticismo medieval académico. Fuera de la universidad había comenzado una nueva era. El Renacimiento había transformado el arte y la arquitectura, y se respiraba un aire nuevo de optimismo. El comercio y la banca revitalizaban Europa. Lutero y Calvino habían roto el monopolio de la iglesia. Colón había abierto la ruta de las Américas y los portugueses comerciaban con China. Pero la educación seguía apegada a la tradición, sin reformar. La desfasada filosofía natural de Aristóteles seguía dominándolo todo, y la medicina estaba aún enraizada en la fisiología peligrosamente inadecuada de Galeno. La interpretación de textos latinos y griegos seguía a la orden del día.

Galileo no ocultaba su desprecio por sus maestros. Caían a menudo en el error, y él insistía en dejarles en evidencia, poniéndose en pie durante las clases y haciendo preguntas irónicas. Según Aristóteles los cuerpos pesados caen más deprisa que los ligeros. Entonces, ¿por qué todas las piedras del granizo llegan a tierra a la misma velocidad? El maestro replicaba que, evidentemente, las más ligeras caían desde una parte más baja del cielo. Galileo recibía tales explicaciones con el desprecio que merecían, y su arrogancia era contemplada con desprecio igualmente merecido por parte de las autoridades docentes. Lo que a Galileo le sobraba de perspicacia intelectual, le faltaba de perspicacia para lo social. Incluso era condescendiente con sus compañeros. Galileo era demasiado listo, demasiado para su propio bien y, a falta de retos para el intelecto, buscó estímulo en las tabernas y los burdeles.

La parranda se le daba bien al estudiante vivaracho de la barba roja, pero su apetito por lo intelectual era aún mayor. Las cosas siempre se animaban entre Navidad y Semana Santa cuando el gran duque de Toscana trasladaba su corte de Florencia a Pisa. Por unos meses este remanso provinciano se convertía en el centro de la vida social, lleno de toda clase de diversiones cosmopolitas. Galileo logró colarse en una conferencia privada del matemático de la corte, Ostilio Ricci, y quedó enseguida entusiasmado. Siempre le había atraído el cálculo abstracto, pero la universidad consideraba prácticamente irrelevantes las matemáticas. (Tras el fallecimiento del profesor de matemáticas de Pisa, su cátedra permaneció vacía los años que Galileo estuvo allí.)

Galileo adquirió la costumbre de colarse en las conferencias de Ricci, destinadas a los jóvenes de la corte. El intruso se armó de valor y se dirigió al maestro, haciéndole preguntas al acabar las conferencias. Ricci percibió enseguida su talento excepcional y le animó.

Galileo había encontrado por fin un maestro al que podía admirar. Ricci no era un matemático cortesano cualquiera. Era también un ingeniero militar excepcional. (Algunos años más tarde fue el encargado de reconstruir la fortaleza-islote del Château d’If frente a Marsella, cuyas fortificaciones describe Alejandro Dumas en su famosa novela, El Conde de Montecristo.) Ricci era la prueba de que se podía ganar dinero con las matemáticas si se destinaban a fines prácticos.

A Vincenzo no le hizo gracia enterarse de la escasa atención que su hijo dedicaba a sus estudios de medicina, pero ya empezaba a aceptar que este nunca sería médico: carecía del temperamento adecuado. Cuando la corte volvió a Florencia, Vincenzo abordó a Ricci y le preguntó si podría dar lecciones a Galileo. Ricci comenzó su instrucción con Euclides y Arquímedes. La claridad y el rigor de las argumentaciones de Euclides fueron una revelación para Galileo. Mientras que las argumentaciones escolásticas tradicionales apelaban a autoridades establecidas como la de Aristóteles, la autoridad para Euclides era la verdad, y solo esta se consideraba suficiente para probar sus proposiciones. En sus Elementos Euclides sentó las bases de la geometría y esbozó el método que habrían de adoptar los matemáticos. Comenzando por las definiciones más simples y evidentes en sí mismas (el punto, la línea) procedía luego a los teoremas, demostrando rigurosamente cada uno, que partía del anterior y así sucesivamente, construyendo de este modo el irrefutable edificio de la geometría.

Tras Euclides vino Arquímedes, que había muerto en el año 212 a.C. Galileo reconoció enseguida qué clase de finura mental distinguía al antiguo griego: «Los que lean sus obras percibirán muy claramente la inferioridad de las demás mentes». Fue el mayor matemático de todos los tiempos, pero se trataba de algo más que un simple teórico brillante. Además de impulsar el avance de la numerología y calcular las propiedades de los sólidos parabólicos, Arquímedes fue también pionero de la estática, fundador en solitario de la hidrostática, fabricante de poleas e inventor de una bomba de agua.