Grilletes en el alma - Irma Susana Morales Azurmendi - E-Book

Grilletes en el alma E-Book

Irma Susana Morales Azurmendi

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Beschreibung

Cuando vivía con sus padres, su mamá siempre gritaba. Y cuando quiso irse, su padre le entregó lo que le correspondía. Y la despidió en paz. Eulogia da órdenes a diestra y siniestra gritando desaforadamente. Y hace lo que se le ocurre. Y ella, que no eleva la voz, ha logrado como si fuera una absoluta necesidad. La hora crítica, crucial, bestial, nosotros te convertimos en una idiota. Y si se te ocurre reclamar algo, te mataremos. Si quieres huir, te mataremos. Si no eres feliz, te mataremos, te mataremos.

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Seitenzahl: 172

Veröffentlichungsjahr: 2024

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IRMA SUSANA MORALES AZURMENDI

Grilletes en el alma

Morales Azurmendi, Irma SusanaGrilletes en el alma / Irma Susana Morales Azurmendi. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5583-0

1. Narrativa. 2. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Valla mi agradecimiento de todo corazón,

a las señoras Lilián Itamar Abrahan y Lidia Massoni.

Porque me alentaron con mucho amor,

y lograron mi decisión de sacar ésta obra a la luz.

Prólogo

Me llamo Susana y desde hace mucho tiempo tengo una amiga llamada Soledad, hemos llorado, reído y también reñido juntas, ambas tenemos una amiga en común, y cuando desaparece seguro está con Paula, cosa que no me es agradable. De todas formas soy adicta a ella, y por eso la escucho condescendiente, un día pregunta.

—Conoces bien a Paula vos.

—Sí, la conozco aunque, no tan bien como vos.

—Sabes, pienso que su vida no es interesante, pero si increíble.

—Sí, y con eso que.

—Estás celosa como siempre, pienso que se puede hacer un libro con esa forma de vivir.

—Un libro ilusorio, imaginario.

—Ni ilusorio, ni imaginario, increíble, como dije ante.

—Acepto y Soledad queda encantada, y nos pusimos codo a codo a trabajar, ella dicta y yo escribo.

—Ahora me toca presentarme, soy simplemente Soledad, amiga de Susana, y llegamos a ponernos de acuerdo, para contar la vida de Paula.

Me tildo sin miedo y con seguridad de espectadora, soy eso solamente, y si llegan a ver ustedes gente con ribetes de protagonismo, les aseguro que cada uno de ellos, fue adquiriendo su personalidad a medida que se levantaban del suelo.

El corazón tiene inclinación hacia el bien o hacia el mal o libre albedrío.

Individualmente se opta por uno u otro, o tal vez por uno y llevar a cuestas el otro. O porque no optar por el desequilibrio total. Al fin y al cabo en la viña del Señor se ve de todo.

Paula dice que nadie quiere aprender, todos quieren enseñar. Cierto es, el mundo sólo quiere enseñar.

Como no tienen ni ápice de sensibilidad, van por la vida, golpeando aquí y allá a quien sea.

Van rumiando rabias y odios, desquitándose con todo lo que se les atraviesa a diestra y siniestra.

Luego están los sensibles, que soportan esperan e intentan socavar al insensible, pero no adquieren las armas necesarias, es decir, son del mundo.

Al relatar esta historia me interesa más que nada, ser justa, no escribir en detrimento de nadie. Sino descubrir cómo influyen los comportamientos en la vida de cada uno y que decir si esas personas han decidido formar una familia.

Quede claro que no van a encontrar ningún ángel del cielo, sólo titanes. Titanes del sometimiento y titanes sometidos, sin dejar de ser humanos.

Capítulo 1

Niñez de Irene Manzur

En éste pueblo de provincia cordillerano, el que no es ateo pertenece al catolicismo, religiosos devotos, ponen todo su corazón y adoran la imagen de la virgen.

El pobrerío padece, no hay ninguna clase de asistencia, no hay doctores sólo curanderos.

Por mil nueve veintiséis en las provincias sobrevivir no es fácil. Hay que poner manos en la obra y arrancar de la tierra la materia prima con que ellos mismos manufacturan sus alimentos.

Los tejidos en telar son otra salida, fabrican mantas y medias mantas, de hermoso y firme colorido, mercadería que por lo general venden a precio infame.

Agregando que la lana que usan es extraída de sus majadas o compradas e hilada, torcida y teñida con sus manos. Trabajo que lleva dedicación, tiempo agallas y voluntad de cubrir en parte necesidades prioritarias: comer y vestirse.

Los niños son pocos los que van a la escuela. La mayoría trabaja con sus padres y si lo hacen afuera es por la comida y unas pocas monedas.

En este pueblo, una pareja de inmigrantes europeos, con hambre de tierras extrañas, cerrado su corazón a cualquier otro sentimiento que no sea trabajo y brutalidad son los padres de Gabriela y Enriqueta Manzur cuyo único colegio es trabajar la tierra y la lana.

Aunque Leonardo Manzur es “bien recibido” por ser varón, Gabriela recibe su castigo por tener un hijo sin padre. A los cinco años nace otro, ésta vez Leonardo lo ve y escucha todo y apegándose a las reglas comienza el aprendizaje en la finca de sus abuelos, como un niño comienza el primer grado.

Cuando éstos mueren él es adolescente y con una madre muy sufrida, no puede evitar que la extensa finca con sus frutales, ubicada frente a la ruta cuarenta, fuera vendida poco a poco hasta quedar sólo la casa. Po éste tiempo Leonardo tiene cuatro hermanos, María Cruz, Clemente, Rafael y Pedro Manzur.

A buen trecho de ese lugar y cruzando el río esta la finca de Enriqueta. Después de un pasado cuyo resultado es Ramona Manzur su única hija, ella se llama a silencio y castidad y es una mujer serena, trabajadora, sin maldad.

Conserva la quinta que es más reducida que la de Gabriela, pero sus higueras están a la orilla del canal y eso las hace más fructíferas. Allí hay vides, olivos, nogales, naranjas, cayotes…

Su finca, es un buen medio para vivir y cría a su hija mientras paso a paso, su vista disminuye.

Sobre cañizos se transforma el higo en pasas de higo, sobre el techo la uva en pasas y en un lagar formado con un cuero de toro, sacado a propósito en forma de bolsa, es decir, trabajado de tal forma que pueda desempeñar ese rol, la uva se transforma en vino.

Érase una vez, como en los cuentos de hadas, pero esto es un relato de la vida real.

María Cruz joven y bella, él enamorado hasta los tuétanos con todo su corazón la ama.

Ella es feliz, en él encuentra el padre que no conoce y de ahora en más todo su ser le pertenece.

Pero cuando comunican su decisión de casarse todas las bocas se abren. No soportan más cuchichear a escondidas, mirar por entre lo enrejados, esperar que la historia sea nada más que algo pasajero, que todo se diluya, ahora el pecado tiene forma humana.

El enemigo ataca, la noticia es un reguero de pólvora, imposible apagar el incendio. Imposible detener esa vorágine de lenguas. Imposible abrir” los grilletes en el alma.”

Los parientes más cercanos lo miran y dicen:

—Están pensando en casarse, no pueden, son hermanos.

Al acoso que sufren de parte de la chusma, se agrega la juventud e ignorancia y por ende, esto se llama destrucción.

Ante el atónito sufrimiento e impotencia no pueden separarse, porque están unidos por algo fuerte y bello y después de nacer Irene engendrada en la pasión más infinita, en el campo de una relación atacada a mansalva nacen, María, Liliana y Ramón Rosa.

La suerte de ellos está echada. Porqué, las bocas no se abren a tiempo. No se puede ser simple y soberano. Porque no averiguar profundamente´, no pelear contra viento y marea.

Quien quiso vengarse. De qué, porqué y para que, porque lo consiguió.

Galo se fue sin mirar atrás. Se olvidó de todo y no volverá.

No está lejos el hombre que se casa con María Cruz. Ella se ha vuelto cabizbaja, silenciosa y apática. El decreto de la chusma no ha terminado, aún quedan vidas por destruir y seguirá por mucho tiempo.

Así que María Cruz toma a Liliana la lleva y la deja con una familia en la montaña. En este tiempo es normal dejar los niños y niñas para que ayuden y se ganen el pan de cada día. Es entonces cuando Silvano Albas pide a María e Irene. María Cruz las lleva a casa de Silvano quien por supuesto es dueño de una amplia finca y buena cantidad de cabras.

María se queda con mucho dolor, acatando la decisión de su mamá, pero Irene no tiene la menor intención de quedarse, se vuelve escurridiza, imposible de atrapar. Nada va a separarla de su mamá. María Cruz hace intentos infructuosos, la última vez que logra partir sola y distanciarse un largo trecho por el serpenteante camino, entre viñas olivares y huertos, Irene la alcanza, corriendo y llorando convulsiva.

El hielo de su corazón se mantuvo intacto y llega a casa con Irene refunfuñando.

Ninguna expresión de dolor puede abrir sus “Grilletes en el alma”.

A partir de ahora es como una marioneta que va de casa en casa, casi siempre de parientes “ayudando” en todo lo que le es posible hacer.

Su talla, su piel y sus cabellos castaños, lo convierten en extranjero en su lugar natal, más por su tonada no queda duda que Leonardo es nacido y criado en este pueblo catamarqueño.

Es jornalero laborioso y respetuoso y como nadie es perfecto, cuando no trabaja por lo que sea, él mastica dolor y ahoga su pena en vino.

María Cruz conoce perfectamente el trabajo igual que sus hermanos. Tres de ellos se hacen hombres en otras fincas, colocados allí por sus abuelos desde corta edad.

Se cree que María Cruz ha aprendido a hilar, torcer, lavar, teñir y tejer en el vientre de su mamá. En sus manos con ayuda de un telar, cualquier lana se convierte en una artesanía de primera calidad, y ducha en lana de vicuña, aunque esta mercadería preciosa delicada y costosa no está a su alcance, esa habilidad, la convierte en la primer invocada en donde se teja una, obteniendo mejor pago por ello.

En tiempo de zafra Leonardo su esposa Carmen, María Cruz e Irene se trasladan a los cañaverales.

El viaje por las cuestas escarpadas de la cordillera es complicado y largo. Es un juego de mujeres y hombres valientes. Si buscas el cielo con los ojos, es maravilloso y más azul. Pero si miras hacia abajo, quien puede anular el miedo que la visión del precipicio provoca. La sensación ascendente, descendente, el calor el viento es un precio que se paga de ida y vuelta como el pasaje. Claro que hay un tramo pasando por la selva tucumana donde se desciende en forma escalonada y la visión en distintos verdes y el jazmín chileno, enroscado en los árboles hasta gran altura, como si quisieran tocar el dombo que visto desde abajo es retaceado y azul, esto es un aliciente, un halo fresco un bálsamo en la herida.

A la estación llegan camiones de distintos pueblos, colmados de cosecheros de éste crisol de razas, he incluso indios, dispuestos a abordar el tren.

Acá la espera se prolonga hasta quince días, así que cada familia arma su tienda y tiene sus propias provisiones, acarrean su agua y lavan en el río.

Hasta que al fin llega el tren y completa su capacidad, parte hacia el ingenio. El caso es que luego de otras vicisitudes y atravesar inhóspita y salvaje naturaleza a pleno sol, la meta silenciosa y madura, espera que éstos cientos de manos laboriosas tomen y estiven sus frutos.

La vida en el cañaveral está plagada de peligros. No importa la odisea, la aventura con connotaciones nefastas, lo que pueda suceder a cualquiera de ellos, aún a niños. Todo lo soportan. El pago que reciben no es justo. El patrón no se inmuta. Que pueden pretender, les da trabajo.

La presencia de Irene en este lugar con su familia se debe a que sabe leer y sumar. Por lo que cumple el rol de tenedora de libros. El tío es cabecilla de cuadrilla y las mujeres se ocupan de la cocina, compras de alimentos, el aseo y también cosechan.

Durante el lapso de zafra hay momentos de distracción, distención y descanso y no falta el vino infiltrado en cantidad suficiente para pasarse. Leonardo sin alcohol es trabajador, respetuoso y tranquilo hasta el momento que quién sea lo enfrente, y más veces lo hacen en la creencia que pueden quitar la fama que tiene por naturaleza. Pero sobrio o pasado de copas su zurda es una barrera infranqueable.

Las veces que María Cruz no va a la zafra, Leonardo dice:

—Préstame a Irene la necesito para que lleve las cuentas., De regreso tiene dos cortes de tela y zapatillas por los servicios prestados.

Las ama, aunque suele castigar a Carmen, he Irene piensa:

—El tío tiene razón.

Ejerce autoridad sobre Irene y le enseña a respetar y no tocar lo ajeno, con el cinto en la mano y levantando la voz. Mientras panteras insidiosas lo observan desde lo más profundo de su ser.

Cuando regresan del cañaveral y en todo tiempo es bien recibida en casa de Enriqueta y Ramona Manzur, porque ésta chinita rebelde y voluntariosa no teme a nada, va donde la manden sea hora de siesta o muy tarde y nunca ve duende ni diablo. Los changos sus primos no salen a esa horas se mojan los pantalones.

Ramona, mujer– hombre, ruda y serena, espigada, bella y bestia, guerrera empedernida en el trabajo y también guerrera en el amor. Creció viendo a sus abuelos y su madre trabajar la tierra. Instruida en el primario y modista.

Ella da la bienvenida y se alegran cuando esta niña las honra con su presencia. Enriqueta se maneja muy bien a pesar de su progresiva ceguera y realiza toda clase de tareas hogareñas, incluido el hilar, torcer, lavar y teñir. En ausencia de Ramona tiene la capacidad de dirigir a los empleados que trabajan en la finca. Con cuatro hijos y una madre invidente a cargo es para no dormir, y eso hace Ramona. Trabaja en la finca, confecciona la ropa de su familia y los vestidos de Irene. Además siembra trigo y maíz en un campito arrendado, con la ayuda de su hijo mayor. Esto no es sencillo con herramientas antiguas, gente a cargo, llevar la comida, ocuparse del riego. Así que cuando el pan casero se termina sientan a Irene en el lomo del burro y sale hacia la panadería del pueblo. Allá el panadero coloca el pan en las alforjas, a Irene sobre el lomo manso y comienza el regreso con la preciada carga. Claro que ésta pequeña ante un vuelo brusco desmonta sin dificultad, se quita el sombrero y luego sube airosa sin cascar ni uno. Por supuesto que al pasar los deja a su mamá.

En la tarea de ir al molino acompaña a Ramona vigilando la carga, en el largo y sinuoso camino. Al cruzar el río es más amena, la atención.

Cuando el trigo se convierte en harina, semita y afrecho colocados en distintas alforjas, se cargan sobre el noble animal y comienzan a desandar el camino. Esta vez hacen alto en casa de María Cruz. Esta casa al pie de la montaña a un lado de la ruta cuarenta, desde donde se divisa el rio ampliamente, dista de la casa de Gabriela unos quinientos metros por el lado opuesto. Volviendo al río observando más y más allá, se ve extensa arboleda en donde se alberga una población dispersa.

Bajando hasta el río, cruzándolo atravesando la población en diagonal, entre laderas escarpadas, a tres kilómetros está la finca de Enriqueta y Ramona demasiada distancia, para ese sol.

En casa de Enriqueta, Irene recibe elogios y amor por la alegría que causa su presencia. Aunque sabe que está dispuesta a hacer lo que sea por estar al lado de su mamá, Enriqueta anhela tener un lugar en ese corazón, por cierto lo logra, parece que Enriqueta, también tiene una buena amiga llamada Soledad.

***

En un determinado tiempo Irene se va a vivir a la casa de Constanza Oviedo, una maestra del pueblo. Ahí se queda durante los días hábiles y ayuda en todo lo que puede, la tarea más difícil es la de acarrear agua desde la acequia y llenar las tinas.

El tiempo que Constanza se toma para enseñarle a leer y sumar, lo disfruta y es feliz, la misma felicidad siente cuando regresa a casa de María Cruz, llevando lo que recibe como pago por su trabajo. Más allá de las vicisitudes, es feliz.

Pero Fedra la madre de Constanza ve la oportunidad de librarse de la desagradable tarea de llenar sus tinas y ordena a Irene que lo haga.

No oye los reproches de Constanza y además no ofrece ninguna clase de pago por la tarea. Así que se siente obligada a olvidar los consejos del tío y decide cobrar de soslayo, Fedra tiene una despensa completa y variada. Como se le ocurre a ésta señora hacer usufructo de su trabajo.

Ella perdona al tío sus exabruptos porque es el tío y a Gabriela porque es su abuela. Todavía cree sentir el dolor que le produjo en su brazo retorciéndolo el día que la pescó sacando una torta riquísima del baúl. Ella tenía hambre. Hambre que se hizo más nítido ante una torta de turrón.

Irene no olvida a Liliana, pero llegar caminando allí donde hay escuelas de verano, le es imposible así que cuando encuentra la oportunidad corre a casa de Silvano Albas, quien ya aceptó la paternidad de María Cruz, pero niega la paternidad de Galo, al fin y al cabo ella lo conoce muy poco por lo que su visita tiene un objetivo ver a María.

Cada encuentro de ellas es grandioso como si dolores distintos, salidos de una misma herida al liarse se transformaran en gran felicidad. Irene la rebelde y María llena de dolor, cumpliendo una condena que nunca ganaron.

Como quisiera María que esos quesillos que se ven por cantidad estuvieran más a mano y dice:

—Bueno será darnos un atracón.

Cuál es el problema, Irene no es sólo veloz, escurridiza, también es estratega, por lo que no tarda mucho en tener uno de esos productos en sus manos.

…Y se van juntas las hermanas a cuidar las cabras.

Pasa el tiempo e Irene crece, yendo de aquí para allá y volviendo a casa de mamá feliz con el producto de su trabajo.

Los changos comienzan a observarla e intentan seducirla a lo que no presta atención. Muchos se dan por vencidos. Después de todo tiene un tío llamado Leonardo y concluyen en que deben amigarse con ella.

Pero alguno que otro joven socarrón porfiado sale herido, y sus madres corren a quejarse a María Cruz que responde:

—No te quejes si la chinita lo golpeó es que algo le hizo.

No falta el grandulón mayor de edad que decide dar una lección a Irene, sin temor a ninguna consecuencia. La espera en un paso estrecho y solitario, changos rencorosos y derrotados se esconden para ver la venganza, cuando la distancia se acorta, tiene la menuda idea de dejarse ver sonriendo, paladeando la inminencia de su triunfo. El fúlgido filo denuncia la navaja en las manos de Raúl, en fracción de segundo la piedra se estrella en el arma que salta, no lejos, y la sangre que se derrama por los dedos y el dolor, convierten a éste en un burlador burlado. Mientras panteras insidiosas lo miran desde lo más profundo de su ser, Irene felina y victoriosa pasa a su lado y sigue su camino.

En su interior se agazapa un felino herido, famélico nítido y rebelde, decididamente indomable sin freno.

Tiene un remoto recuerdo de la felicidad, pero esto está lejos. Después vienen recuerdos mezclados de felicidad y amargura, más tarde la desidia el olvido, el adiós sin piedad.

María Cruz se ocupa de Ignacio, las hijas en común y de Ramón Rosa el niño que le queda del pasado. Se quedó con él porque es varón. Sus abuelos dicen que los hijos son más valiosos que las hijas.

Irene no es ajena, no duda que su vida es diferente a la de otras niñas.

Barrio “el molino” lugar de inmigrantes donde no hace mucho tiempo fuera un páramo extenso virgen y vacío, ahora hay vino de vides plantados con manos sudorosas llenas de esperanza, olivares, higos, naranjales y el fruto que se pueda pedir. Huertas que surgen orgullosas, mientras el agua corre por las venas abiertas en la tierra.

Tierra de montañas de río, frío, nieve y de sol que abraza vehemente y extrae el fruto de sus entrañas. En esta tierra trabajada con amor y pasión, Irene delgada y de contextura fuerte se forja en la fragua del dolor. La adolescente tiene “grilletes en el alma”.

Y llega el día cruel, donde debe tomar decisiones forzadas y pactadas en el tiempo del dolor. Su rebeldía no está dispuesta a soportar nada. Si algo le molesta puede ser letal e Ignacio es para ella un enemigo a quien respeta.

Sin embargo el tiempo camina y acorta distancias y éste fin de semana todos reunidos, sus hermanas pequeñas, Ramoncito ya grande he Ignacio. María Cruz en el telar urdiendo un pullo y ella ayudando, en un momento dado levanta su pie para pisar un pedal cuando Ignacio comienza a burlarse porque no tiene ropa interior, una mala idea que dura segundos porque cae de espaldas con su boca abierta intentando atrapar oxígeno.

María Cruz corre en pos del hombre que es su pareja, he insulta y amenaza a Irene que huye lo más lejos que puede. Unas amigas le ayudan para que viaje a Tucumán y comienza otra vida aún más dura.

Luego de rodar y rodar le nace un niño al que bautiza con el nombre de Teodulfo cuyo padre está tuberculoso por lo que los médicos le recomiendan alejar al niño de él. Forma otra pareja que tampoco funciona y decide viajar a Buenos Aires “me voy a ver si me cambia la suerte” dice Irene. El padre de su segundo hijo le exige que se lo deje y eso hace, esto es por el año mil novecientos cuarenta en el pueblo de Lule.